Nos separamos un instante a tomar aire, la miro estupefacto, luce aún más bella que hace un rato. Antes de articular palabra alguna, vuelve a besarme, esta vez un ósculo fugaz. Me mira por última vez y sonríe. Escucho su frágil voz pidiendo permiso para bajar, a la vez que su menudo cuerpo se hace espacio entre empellones. Se marcha como la desconocida que subió, dejando una cálida estela a su paso. Su aura se marcha con ella, dejándome nuevamente desnudo entre mis ropas, su aroma y sus pecas la siguen, mientras la puerta comienza a cerrarse. Quedo pasmado, incapaz de retomar mi lectura, entre un mar de desconocidos. Comienzo a olvidar su rostro, con el único recuerdo de su ya insípido chicle en mi boca.