El Amanecer del Cuarto Sol

By clio_valdez

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La guerra en Idhún le había robado la felicidad a Will Solace, un joven médico más ocupado de lo que le gusta... More

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo IV
Capítulo V

Capítulo III

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By clio_valdez

—Despierta. Ya que doy cobijo al hombre más odiado de Idhún por lo menos que ponga la mesa. El mantel está en ese armario, aunque si no puedes estirarlo bien coloca los vasos —añadió al recordar la pérdida de su mano izquierda—. Suficiente te he ayudado ya como para volverme tu esclavo.

Nico no respondió porque entendía que era lo justo, seguía teniendo lagunas sobre el por qué del comportamiento de Will, pero al estar en una clara desventaja no quiso provocarle. Agarró el trozo de tela y lo estiró como pudo. Por detrás, casi como un sofoco, Will reía intentando no hacer ruido, Nico no se dio la vuelta para enfrentarle porque quería esconder un leve sonrojo en sus mejillas.

—Siéntate aquí, nadie podrá verte desde la ventana —dijo retirándole la silla y usando él la de al lado—. ¿Puedes comer solo o te tengo que dar yo las cucharadas?

—No será necesario.

—Entonces —siguió él ya con los platos delante—, ¿qué tienes planeado? Si quieres vivir conmigo exijo una ceremonia por todo lo alto digna de un monarca como tú. Aunque a lo mejor no deberías llamar la atención durante un tiempo así que tendremos que aplazarlo.

—Mis planes son míos, puedes estar tranquilo. Además, tú no has respondido a mi pregunta de antes.

—Espero que te guste comer en silencio.

Y así hizo. Will odiaba tener compañía y seguir sin hablar, las paredes tenían que echar de menos las risas pero no iba a tener una charla con alguien incapaz de contestarle. De nada le servía prestar atención si sólo le contaban mentiras.

—Volveré a casa. Mi gente está ahí —murmuró Nico rompiendo la burbuja en la que se había metido Will, quien había descubierto que sus ojos eran tan negros que podían reflejar lo que estaba mirando.

—Tus súbditos esperan, por supuesto.

—Mi hermana. Yo sólo tengo una, pero ella sí me espera.

—A mí no me quedan. Tenía dos y parece que los gasté —rió el rubio intentando consolarse a sí mismo—. Esta estúpida guerra... Santa Irial no entiendo las ganas que tenéis todos de seguir peleando. Ellos tenían tantas ganas de hacerlo. "Es nuestro deber", una y otra vez, sin parar, hasta que me lo creí. No lo era, pero sí era lo que querían.

—Creía que tú querías luchar por la vida.

—¿Y cómo gano si estamos en medio de una masacre? Tú dejas atrás a los caídos, tanto de tu bando como del mío, pero yo soy el que se queda al fondo por ellos, la única persona que les va a esperar. Sin contar a sus familias, ellos no tienen la última despedida que mi trabajo me dio a mí, por los menos con Kayla. Austin se perdió en el mar. Percy, un amigo varu, se pasa los días buscando a alguien que rescatar del océano, y ha ayudado a muchísima gente, pero mi hermano no fue una de ellas.

—Veo que no querías seguir callado mucho tiempo —comentó Nico ganándose un empujón de Will que le hizo tirar el cubierto, aunque casi se le escaparon las palabras, no llegó a pedirle perdón—. Cualquiera diría que tenías ganas de hablar conmigo, casi como un amigo.

—Más bien como un error.

—Te arrepientes de lo que has hecho.

—Volvería a hacerlo y eso es lo que me da miedo. Tú no. Sólo eres una víctima más en esto, como todos.

—¿Cronos también? ¿Por qué él es verdugo y yo el pobre alma que ha corrompido? Sé, que ahora puedo dar una impresión equivocada, pero no soy débil.

—Yo no pienso que lo seas, pero sí eres un cobarde —antes de que Nico empezara a discutir, prosiguió—. Incluso alguien como Cronos fue manipulado en algún momento, se dio cuenta, y estuvo de acuerdo con ello. Por eso tú, al descubrir lo que hacían te opusiste y callaste. Eso te convierte en un cobarde, no un villano.

La cabeza de Nico empezó a pesar otra vez, de pronto volvía a tener muchas ganas de dormir. El hambre también le atacó de golpe y siguió comiendo, con ansia, intentando llenar ese vacío de valentía del que Will hablaba. Un doloroso escocer le quemó el brazo pero se contuvo de quejarse, no podía permitirse más cuidados de este chico que creía inocente.

—Llevaba puesto un anillo en el dedo anular, con forma de calavera y decorado con piedras negras, lo hicieron en Nanhai. Fue un regalo.

—Para no hablar mucho se te da genial cambiar de tema. Toma —metió la mano en el bolsillo de su camisa y sacó la joya.

Estaba manchada de sangre seca y al estirar la mano le costó acordarse de que no podía. Alargó la otra con la intención de cogerlo pero Will sujetó sus dedos y lo colocó en el anular, igual que lo llevaba antes.

—Lo tirarías al suelo antes de pedirme ayuda.

Will sonrió, y aunque el tercero de los Soles ya se escondía por el horizonte la estancia se iluminó ante los ojos de Nico. Al parecer se animó porque siguió hablando, comía lento para que fueran al mismo ritmo y le contó los más mínimos detalles de sus últimas semanas, incluso de su infancia, su familia y su trabajo. De las ganas que tiene de poder visitar Celestia y como está estudiando unos nuevos remedios. Supuso, que le dijo todo aquello que ya no le podía decir a sus hermanos.

***

El alcohol dio paso a unas incontrolables carcajadas. Hasta las aves les graznaban pero no podía importarles menos. Sostenían los vasos con miedo de que se les escapara y bebían con ansias de que fuera el último trago, tumbados en el suelo unieron sus voces en alegría, animando a disfrutar a las paredes que les protegían de oídos externos.

—No sé ni cómo lo hicieron pero nos estaban persiguiendo por todo el pueblo —reía Will—, y las muy locas se cayeron en la entrada.

Nico también reía con ganas. Hazel seguro que habría dicho algo sobre cómo era uno de los sonidos más raros de Idhún, pero porque estaba reservado para ciertos momentos y personas. También le repetía que tenía que hacerlo más ya que era algo dulce bajo el vasto exterior. Se preguntaba si Will pensaba igual.

—Nosotros jamás hicimos nada por el estilo, Hazel es demasiado inocente y nos habría delatado antes de que empezaran a preguntarnos, aunque no quisiera —dijo una vez calmado—. Tu comportamiento debe ser perfecto, o más bien, como ellos quieren que sea. Además Bianca me habría arrancado las escamas si hubiera intentado engañarla.

—¿Quién es Bianca?

El rey le miró sorprendido. No ante su pregunta, pero al que le haya dado suficiente información como para formularla. Sabía que tenía que contenerse, pero una vez que lanzas la roca al mar, esta no parará de hundirse.

—Mi otra hermana.

—¿Tienes dos?

—Tenía —contestó—. Las víctimas de guerra no pertenecen a un solo lado.

La conversación se acabó a la vez que la botella y la casa se marchitó de nuevo. Nico, quien se empezaba a acostumbrar a usar sólo su brazo derecho, recogió los vasos para ponerlos en remojo. A pesar del último tema que habían tocado, sus labios seguían decididos a empujar hacia arriba en una sonrisa, como si pudieran desobedecer las órdenes de un rey.

—Ven, háblame sobre ella. Sobre las dos. Que yo soy un pesado y casi no te he dejado.

Will se había subido a la cama y bostezaba contra el almohadón. Nico se acercó a una de las sillas cuando con unos golpecitos el otro le indicó que se sentara en el colchón. La bebida le obligó a andar e hizo lo que le pidió, se dio cuenta de que para no gustarle las normas, hacía bastante caso a los demás.

Dejó las botas junto a las de Will y se sentó, el rubio se movió hacia la pared así que aprovechó para estirarse sobra la cama él también. Se quedó mirando al techo ya que no quería enfrentarse a los ojos azules que le observaban. También era de la madera de los troncos. Varias plantas colgaban en algunos rincones mientras que algunas trepaderas subían por las paredes. Unos pequeños agujeros ayudaban a la decoración, como de flechas que habían intentado salir fuera o que entraron demasiado dentro, igual que las palabras que Nico buscaba en ese momento.

—Es una historia larga. Pero no de las bonitas.

—No vas a ir a ningún lado así que aprovecha. Te has quedado sin brazo pero sigues teniendo la lengua. —Abrazó la almohada y se tumbó de lado logrando la atención de Nico, quien creía estar a punto de lanzarse por un precipicio. Por suerte, él podía volar.

—Bianca era más mayor que yo y mucho mejor en todos los sentidos. Daba miedo —explicó—. Si levantaba la ceja sólo podías esconderte o morir, pero siempre te encontraba así que en realidad acababa contigo como fuera. Era imposible no amarla. Cada vez que volvía del frente, porque ella estaba al pie de la avanzadilla con los demás soldados, le preparaban un enorme banquete de bienvenida. Gracias a ella el castillo olía a frutas.

Recordó a su hermana llenándole el plato una y otra vez, pidiéndole que comiera más despacio o se ahogaría, siendo la muerte más ridícula de Idhún. Tras el convite, daba un discurso a los suyos, regalando la esperanza que a ella casi no le quedaba, recordándoles por qué debían pelear a pesar de que Bianca ya no lo sabía. Lo último que le dolió a Nico fue pensar que su hermana lo decía de verdad, porque él siguió sus palabras.

—Ella no era medio shek como yo —continuó—. Cronos lo intentó pero fracasó, así que Bia tenía unas pequeñas alas que sólo la dejaban elevarse un par de metros o planear. Tampoco le importaba mucho porque seguía siendo la general que todos querían superar. Yo sólo aspiraba a ser como ella.

Fuego de dragón le cayó por los ojos ya que escocían, los cerró intentando calmarlos y recuperando el control de su respiración. La bebida subía y bajaba por su estómago mezclando todo lo que había guardado en su interior durante los últimos años. Sólo le quedaba vomitarlo.

—También tenía algunas escamas —siguió más tranquilo— y sólo nos dejaba tocarlas a Hazel y a mí. Ella es mi otra hermana, la pequeña. Una de las últimas magas así que Cronos no perdió la oportunidad de raptarla, aunque ella no se queja. Nunca lo hace. Solía sentarse en un banco del patio a estudiar hechicería mientras Bia y yo entrenábamos con las espadas o combate cuerpo a cuerpo. Cuando sonaba algún golpe fuerte —rió—, gritaba y lloraba hasta que parábamos, teníamos que ir juntos a la cocina para tranquilizarla. Ahora que practico solo me sigue echando la bronca cuando me paso de horas pero ya no se sienta cerca.

—¿Qué le pasó? —preguntó Will tras unos minutos en los que Nico prefirió callar— ¿Cómo murió?

—Hasta donde yo sé puede que no lo hiciera. —Will se incorporó con renovada curiosidad que obligó al shek a seguir hablando—. Una noche se escapó. La vi bajar por la fachada y salir corriendo. No sé a dónde ni si alguien la ayudó u ofreció refugio. Ya me lo han preguntado lo suficiente y para mí no se había estado comportando raro. Supongo que Bia sí era la persona valiente que tú preferirías haber conocido.

—¿Entonces tú también quieres huir?

Nico esperó para contestar, esa respuesta tampoco la conocía. Cronos dejó su educación en manos de Bianca y ella le enseñó todo lo que jamás debería haber imaginado. El enemigo no estaba para matarlo, sino para descubrir tus propios errores. Mientras que la felicidad, no está en el poder, pero sí en lo que haces con él.

—Sólo pido que me dejen en paz.

—Eso es lo único que no tiene Idhún en estos momentos —respondió Will en un susurro.

Estaba en lo cierto y sabía que era su culpa. Más bien de Cronos, pero eso no le quitaba la carga de encima. Desde la extinción de los dragones los sheks han podido vivir mejor al dejar de tener su depredador natural, incluso si iba en contra de las decisiones de los Dioses. Los unicornios eran un caso distinto. Ninguno de los hermanos era suficientemente mayor como para entender lo que estaba pasando, Hazel ni siquiera estaba aún con ellos, igualmente lo han hablado una y otra vez. Su extinción fue un error, y desde que Bia se marchó, había empezado a pensar que la de los dragones también.

—Gracias —dijo Will contra la almohada. Nico giró la cabeza extrañado. Las muchas personas a la que había dejado solas no tenían por qué agradecerle nada. Tomó aire y miró el techo, siendo Nico quien observaba esta vez, contando las pecas de su carrillo izquierdo.

—La batalla en la que perdí a mi familia tú no mataste a nadie. Lo vi así que no lo intentes negar. Jamás entendí por qué, qué ganabas con eso. Los sheks no podían sentir remordimientos —murmuró—. Parabas a los que iban a por un golpe final así que me dejaste salvar a la mayoría. Quién habría dicho que haríamos tan buen equipo —preguntó entre suspiros—. Me quitaste mucho trabajo.

Will volvía a estar en el campo de batalla donde un joven de cabellos negros le pedía con los ojos del mismo color que salvara a aquellos que hería. Tampoco iba a dejarse ganar ya que asestaba golpes certeros con su espada o se enroscaba en los dragones de madera partiéndolos, posándolos luego en el suelo con su piloto a salvo.

—También —siguió—, me trajiste a mi hermana. No te acordarás pero intentaste parar una flecha que le llegó directa al corazón. La batalla iba rápido y no tuviste tiempo, ni me acuerdo de cuánta gente te rodeaba —suspiró entre lágrimas.

—La de los mechones verdes.

Will paró de llorar el momento en el que se le paró el corazón. Con la cara redonda de Kayla en la mente y sus mechones del color de las hojas acentuándola. Asintió con la cabeza y dio media vuelta, mirando a la pared y mostrándole la espalda a su nuevo compañero de casa. Dio las buenas noches e intentó dormir, con las pesadillas de despierto en la mente. Contó sus respiraciones durante minutos para dejar descansar a Nico pero él tampoco parecía dispuesto a cerrar los ojos ya que susurró:

—Gracias a ti.

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