One Last Wish [Especial Navid...

Od SilverInk246

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[Colección de Oneshots - Especial Navidad 2020] * Los personajes de Soul Eater son propiedad del gran Atsush... Viac

-Muñeco de nieve-
-Bajo el muérdago-
-Galletas de jengibre-
-Lo más valioso-
-El amigo invisible-
-Un selfie navideño-
-Sobre los colores-
-Más que frío-
-Quiero un beso-
-Tú, yo, enredados-
-¿Por qué hoy?-
-Cerrando el ciclo-

-Un último deseo-

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Od SilverInk246


No eran ni las nueve de la noche, y Soul ya se había refugiado en su habitación tras los auriculares, bien arropado y recostado en la cama. Una bandeja con un sándwich vegetal descansaba a su lado. Hacía tanto frío en la sala de estar que pasaba de forma monumental de cenar ahí fuera. En serio, ni de coña. Se aseguró también de cerrar a conciencia la ventana para mantener aún más el calor y, sinceramente, se estaba en la bendita gloria.

— ¡Sooooooul!

Hasta ahora.

Soltó un bufido, airado. Oía la voz de Maka incluso con la puerta cerrada y los auriculares puestos. La madera se debía estar desgastando por sus gritos, y la música... bueno, era un poco comprensible: no era lo mismo escuchar a cualquier tenor de ópera, que a un cantante de heavy metal.

— ¿Qué pasa? —respondió de mala gana, desprendiéndose de los auriculares.

— ¡Ven aquí, anda!

¿Qué coño había hecho ahora? ¿No podía dejarle cenar tranquilo ni una sola noche? Suspiró con hastío, pausando la música en el ipod y dejando los auriculares sobre la almohada, para salir a continuación del agradable cobijo de las mantas. Al abrir la puerta de su habitación, Maka lo esperaba con las manos en jarras sobre las caderas, y el ceño fruncido.

— ¿Qué significa esto?

— ¿Qué significa, qué?

Maka señaló la sala de estar con un dedo.

—Esto.

— ¿Nuestra... sala de estar vacía?

— ¡Exacto!

—Hoy me apetecía cenar aquí —explicó Soul, señalando de igual modo su habitación tras él—. Hace demasiado...

Esta vez, fue Maka la que suspiró, bajando el brazo.

— ¿No recuerdas lo que te pedí que hicieras, verdad? —dijo, ahora con semblante algo apenado.

Soul se rebanó los sesos pensando, pero no se le vino a la cabeza nada que tuviese tanta importancia. No como para que se enfadara. Aunque, conociendo a Maka...

—No —confesó con valentía.

La chica lo atravesó con la mirada. Y Soul tragó saliva. ¿Qué era lo que se le olvidaba?

—Nuestra "sala de estar vacía" debería estar decorada. Al menos la mitad.

Soul se relajó un instante. Así que era eso: los dichos adornos navideños. Su compañera era una amante de esas fechas. Estaba obsesionada con todo lo relacionado a la Navidad y, pese a que lo supiera de sobra, no dejaba de parecerle un tanto excesivo. Después de todo, no era para tanto.

—Joder, Maka. Creí que era otra cosa. Me habías asustado.

— ¡Te lo pedí hace dos días!

Y Soul, deseando volver al calor de las mantas, dio media vuelta para dirigirse hacia su cama de varias zancadas, con Maka pisándole los talones.

—Y estamos a finales de noviembre. Todavía hay tiempo. Además, ¿no sueles ponerlos el primer fin de semana de diciembre? ¿Por qué te empeñas en empezar ya?

Maka se detuvo a los pies de la cama de Soul, mientras el chico se internaba de nuevo en ella.

—Porque quería que lo hiciéramos juntos... —murmuró Maka con apenas un hilo de voz, sonrojada.

— ¿Eh? —se extrañó Soul, observándola perplejo.

Maka apretó los puños y con los ojos esmeralda vidriosos, sacudió la cabeza.

— ¡Da igual, déjalo! ¡Ya veo lo mucho que te importa!

Soul se medio incorporó en la cama, cuando la vio girarse para tratar de salir de su habitación.

— ¡Oye, espera! ¿Adónde vas?

— ¡Con Tsubaki! —anunció la chica, ya desde el dintel de la puerta, inflexible—. ¡Y ni se te ocurra seguirme o llamarme!

El portazo que dio dejó más que claro su rechazo a hablarlo si quiera, y Soul acabó desplomándose en la cama, con el brazo sobre el rostro. Maldita sea, pensó alicaído. Soy imbécil.

§

—Imbécil y despistado —le recalcó Black Star varios días después.

Maka no le dirigía la palabra. Lo ignoraba por completo, y pasaba un montón de horas ausente del apartamento, regresando por la noche. Prácticamente se había vuelto como Blair, o casi, porque no sabía si comía si quiera porque al llegar se iba directa a su habitación y no lo veía hasta la mañana siguiente, repitiendo el bucle. Le tenía, además de irritado por no poder aclarar el tema con ella, bastante preocupado.

Hasta que Black Star lo llamó esa tarde para sacarlo de su concha y quedar con él en el Deathbucks Coffee.

Acababa de entrar diciembre, y hacía un frío que pelaba, así que el café caliente le vendría a las mil maravillas. No tanto como las duras críticas de su amigo.

—Sabes que Maka es el espíritu de la Navidad en persona. ¿Cómo pudiste olvidarlo, hermano?

Los dos habían entrado al local (el cual también habían adornado para esas fechas con guirnaldas de acebo, luces y un gran árbol con multitud de bolas diferentes y brillantes en una esquina), saludando al dueño tras la barra y escogido la mesa de siempre, junto a uno de los enormes ventanales. Casi la única libre, estando a esa hora abarrotado de gente.

—No lo olvidé, sólo...

—Sólo te quiso estrellar contra la pared, como siempre.

Black Star soltó una sonora carcajada, al tiempo que se sentaba. Soul gruñó por lo bajo, quitándose la chaqueta de cuero. Tomó asiento frente al ninja sin decir nada.

— ¡Eso te pasa por ser como el resto de los mortales! ¡A tu Dios nunca le ocurriría eso!

— ¿Tsubaki también te obligó a ponerlos?

— ¡No! ¡En casa no nos va el rollo de tanta lucecita! Es todo siempre más tradicional japonés, ya sabes. ¿Pero obligarme? ¡Jamás! ¡Ahí tienes tú la exclusiva, tío! —volvió a reír Black Star.

Soul empezaba a hartarse de tanta burla. Cogió la chaqueta, e hizo ademán de levantarse.

—Oye, si vas a estar todo el jodido rato riéndote de mí...

Black Star dejó también el asiento de un salto para poner las manos sobre los hombros de Soul y retenerlo.

— ¡No, no, perdona! Calma, ¿vale? Ya lo dejo. Es que... lo pones a huevo. Lo siento.

Con el entrecejo aún fruncido, Soul se sentó, tratando de relajarse. Black Star lo imitó.

—Pidamos algo —sugirió.

—Nada de chocolate.

—Sin avellanas.

—Sin avellanas —estuvo de acuerdo Soul—. Esta vez, café.

—Sooooolo café —prometió su amigo, levantando solemne la mano derecha con una amplia sonrisa. Luego se giró para escudriñar por encima del asiento—. ¿Y las chicas? ¡Camarera, eh! ¡Venid a servir a vuestro Dios!

—Por cierto —tanteó Soul—, ¿has notado algo raro en Tsubaki últimamente?¿Vuelve a las tantas, no come...?

Black Star entornó los ojos, volviéndose hacia Soul, y quedó pensativo un instante.

—Pues, ahora que lo dices...

— ¿Qué vais a tomar? —les preguntó una voz muy dulce de pronto.

—Para mí un café —contestó Soul sin mirar.

—Y para mí... ¡TSUBAKI! —gritó de súbito, dando tal brinco que subió al asiento de un salto. La señalaba con el rostro totalmente colorado, agitando el brazo sin parar—. ¡¿Q-QUE LECHES LLEVAS PUESTO?! ¡¿Y T-TU TAMBIEN, MAKA?!

La mente de Soul reaccionó. ¿Maka?

Al rodar sus ojos rubí hacia las chicas comprobó que su amigo estaba en lo cierto: Tsubaki y Maka se encontraban ahí, plantadas junto a su mesa y con un modelito navideño de lo más sugerente. De tela roja, cuello barco y con una falda por encima de las rodillas ligeramente arqueada. Ceñido en la cintura y el pecho, muy ceñido. Marcando unas curvas que ni sabía que existían en el cuerpo de su compañera. Unos guantes que hacían juego con el vestido, iban enfundados hasta el codo. Su clavícula la rozaba una pomposa nube de algodón blanco cosida al cuello del vestido. Llevaba tacones de aguja, blancos. Y en ambas coletas, un par de grandes lazos rojos coquetamente anudados con una calavera en el centro.

A Soul, además de sangre, le faltaba el aliento. Tampoco podía pensar con claridad. Se había quedado en blanco. Totalmente en shock. No sabía si el corazón se había salido de su pecho, o si ya estaba muerto, pero no dejaba de notar opresión en las costillas.

Aire. Aire. Necesitaba con urgencia aire.

—Es nuestro uniforme, bobo —le respondió Tsubaki a Black Star con una sonrisa—. Hemos venido a echar una mano.

— ¡Ah, claro! ¡Eso lo explica to...!

Black Star, incapaz de controlarlo más, dejó que un increíble chorro de sangre saliese de su nariz y se desplomó sobre el asiento bocarriba. El Dios había quedado K.O.

Pero Soul no se preocupó por él. No. Sus ojos no se apartaban de Maka, y realmente creyó que le había dado otro derrame... en su caso, cerebral. Escuchó la risita de Tsubaki al fondo, y luego, al fin, la risueña voz de Maka, lejana. Como de otro mundo.

— ¿Soul?

El chico se hundió en sus ojos esmeralda, mientras Maka preguntaba de nuevo.

—¿Qué es lo que vas a tomar?

—A ti... —dijo, claramente sin pensar, en mitad de un suspiro embelesado.

Cuando quiso darse cuenta, volvió en sí con un grave carraspeo. Desvió la mirada al ventanal con rapidez intentando ocultar el brutal sonrojo de paso, y rectificó.

—El café, quiero decir. A éste, cualquier cosa le valdrá.

—Muy bien —oyó decir a la feliz Maka. Y observó por el rabillo del ojo cómo anotaba en la diminuta libreta y se alejaba junto con Tsubaki hacia la barra.

Sabía que le temblaba la voz. Joder, le temblaba el cuerpo entero. ¡Hasta la maldita alma! ¿De qué demonios iba aquello? ¿Ése era su castigo por el tema de los adornos navideños? Si era el caso, lo estaba consiguiendo. Era una jodida tortura.

Black Star dio otro repentino salto en el asiento. Su amigo se limitó a mirar a su alrededor, desorientado y con el pecho salpicado de sangre. Entonces, encontró a Soul.

— ¡Hermano! ¿Qué ha pasado? ¿Dónde...?

—Tranquilo, las chicas se han ido. Puedes apagar la fuente —bromeó, refiriéndose a la explosión de antes. Mostró los dientes afilados en una sonrisa de medio lado, a modo de venganza, mientras otra chica con el mismo uniforme navideño les traía el café y un batido de vainilla.

— ¡Ah! —lo volvió a señalar con el dedo, ofendido—. ¡Y tú tan campante! ¡Ni una gota! ¡Traidor!

Soul se encogió de hombros, dando un sorbo un tanto aliviado a su bebida.

—Es lo que tiene ser mortal con aguante ¿no?

¿Aguante? ¡Y una mierda?, pensó. Si recordaba a Maka, aunque fuera un instante, se desmayaría de forma definitiva y no despertaría durante semanas. Que siguiera hablando, era todo un misterio.

— ¡No voy a permitir que se paseen por ahí sirviendo mesas con... eso! ¡Me sorprende que tú sí!

Ni hablar. Tampoco lo quería.

Quería coger a Maka, arrastrarla de vuelta al apartamento y obligarla a cambiarse ipso facto, pero terminaría con media estantería incrustada en el cráneo. Así pues, idea desechada. Por mucho que le jodiera, tenía que aguantarse.

—Sus motivos tendrán —repuso a Black Star, que quedó de piedra.

El ninja calló, bebió de un trago el batido, pero dio un salto en esa ocasión al suelo frente a la mesa, con intención de ir en busca de Tsubaki al parecer. La suerte, o la desgracia, fue que las luces principales del local se apagaron de repente, dejando tan sólo las que adornaban el árbol de la esquina, y las que colgaban sobre las mesas.

No me jodas. ¿Y ahora qué?

Todas las chicas del Deatbucks Coffee se reunieron en torno al gigantesco árbol, incluyendo Maka y Tsubaki. Una de ellas se adelantó en el centro, llevando un micrófono consigo, y comenzó a cantar un villancico a capella. A los pocos segundos, se unió la música y el resto de las chicas comenzaron a bailar al son de ella, todas sincronizadas. Tanto Black Star como Soul quedaron atónitos viendo el espectáculo, mientras el resto del local vitoreaba y aplaudía rítmicamente.

—Vale, lo reconozco —le dijo su amigo, regresando a la mesa, sin quitarle ojo a las chicas—. Las fugas y el disfraz han merecido la pena.

Tenía razón. También el esfuerzo y la ilusión que le había puesto Maka a todo eso, fuera por lo que fuese que lo hiciera. Y se daba cuenta viéndola bailar. Que lo disfrutaba, que era feliz así. Y que él, seguía siendo un completo imbécil. Por no haberla entendido mejor. Por no haberla apoyado más, aunque fuera a regañadientes.

Pero todavía podía arreglarlo.

Y lo haría.

Con determinación, cogió la chaqueta de cuero, se levantó del asiento y caminó hasta la salida pasando junto a un atolondrado Black Star, al grupo musical jurando que Maka lo seguía con la mirada mientras atravesaba la puerta del local a toda prisa. Ya en el exterior, el corazón le latía frenético, y se llevó una mano al pecho para controlarlo cuando se hubo colocado la chaqueta. Después, notó un líquido caliente en el labio superior, y subió la mano del pecho a la nariz. Observó los dedos. Sonrió. La sangre goteaba sin poder remediarlo.

Justo a tiempo, pensó.

§

Cuando Soul escuchó la llave del apartamento girar en la cerradura, se maldijo por dentro. ¡Era demasiado pronto! Y todo el cuerpo le volvió a temblar por los nervios en cuanto Maka lo llamó desde la entrada.

— ¡Soul! —gritó. Parecía preocupada. Cerró dando un portazo—. Soul, ¿por qué te has...?

El tono de Maka se fue perdiendo, hasta que sólo quedó el silencio y Soul suspiró en la sala de estar. Cogió aire, se volteó y asomó para buscar a su compañera con la mirada. La encontró cruzando el pasillo, únicamente iluminado con una hilera de luces amarillentas en forma de copos de nieve que había colocado a ambos lados de la pared hacía un buen rato. Maka, que llevaba una bolsa de papel en una mano, se tapaba la boca con la otra, todavía enguantadas, lo cual hizo sonreír a Soul. Significaba que la había sorprendido. Llegó a la sala de estar muy despacio, y ahogó una exclamación, mirando a su alrededor. Observó las guirnaldas de acebo adornadas con varias bolas de cristal sobre las puertas, la familia de renos de tres integrantes y en fila junto al sofá, la manta de bastoncillos de caramelo perfectamente doblada en el reposa-brazos, el centro de mesa hecho con piñas secas y una vela encendida, otra ristra de luces en forma de estrellas por toda la estantería de libros junto a su colección de bolas de nieve, y las pegatinas fluorescentes en los cristales de la terraza de Papá Noel de distintos tamaños.

—Como no tenemos chimenea, no sabía muy bien qué hacer con los calcetines —admitió Soul tras aclararse la garganta, señalando a los susodichos, que descansaban en una de las cajas abiertas que se habían apoderado del suelo de la sala de estar. Él se encontraba haciendo compañía al árbol que aún empezaba a montar, entre el televisor y la estantería.

Maka lo miró con lágrimas en los ojos. Sabía que estaba a punto de llorar, o de pegarle por tocar todas sus cosas. Nunca conocía el límite.

—Tal vez me he pasado un poco, o no era lo que me pediste, pero...

—Es perfecto —dijo Maka con voz queda.

A Soul se le tiñeron las mejillas de rojo, haciendo juego con las de la chica, que ahora quitaba la mano de la boca y sonreía.

— ¿En serio?

Maka asintió con la cabeza. Aprovechó para depositar la bolsa de papel en la mesita auxiliar y varias piruletas en forma de corazón rojo, así como lo que parecían un par de gorros de Navidad, se desparramaron sobre la superficie. Luego, se aproximó de manera sumamente lenta, a Soul.

—En serio.

Dando un suspiro, se relajó. Pero no demasiado, porque la chica se le acercaba de manera peligrosa. Y él tragó saliva, retrocediendo nervioso. Si volvía a perder la calma teniendo a Maka y ése vestido entre esas cuatro paredes tan estrechas...

—Pues menos mal —balbuceó, esquivando cajas—. No sé lo que hubiera pasado si hubiese metido la pata... —hasta que su espalda chocó contra la ventana cerrada de la terraza, y se quiso morir—... otra vez.

—Oye, Soul.

—Dime.

—Pide un deseo.

— ¿Qué? ¿Eso no se hace en Nochevieja?

Joder. Estaba paralizado, y el cerebro era una masa tonta igual de inservible. ¿Quería liarla, y que no volviese a hablarle en la vida, o qué? Maka le dedicó la sonrisa más bonita de su existencia. Eso, sumado al rubor de sus mejillas, la hacía irresistible.

—Sí. Pero yo quiero hacerlo hoy. Contigo. Ahora —concretó en un susurro, pegándose más a él, friéndole las pocas neuronas que le quedaban—. ¿Qué pedirías, si fuera tu último deseo?

—A ti —dijo de nuevo, esta vez, bastante más convencido.

Porque si había hecho todo aquello era por ella.

Y si sentía todo aquello era por ella.

Maka ensanchó la sonrisa, se deshizo de los guantes tirándolos al suelo, y rodeó el cuello de Soul con sus brazos, provocándole un sinfín de escalofríos. Sus rostros quedaron entonces a escasos centímetros.

—A mí ya me tienes, desde hace mucho tiempo, idiota.

Soul no creía lo que oía. ¿Le gustaba a Maka? ¿Desde hacía tiempo? ¡Venga ya! ¡Aquello tenía que ser un maldito sueño! Uno que lo estaba dejando catatónico, por cierto.

—Entonces... —quiso saber, tratando de mantener la compostura, cabeceando hacia el árbol—. ¿No quieres montar...?

Maka lo besó con fugacidad en los labios y Soul se derritió.

—Luego —le aseguró Maka en otro susurro.

Y Soul sonrió antes de abrazar para sí esa maldita cintura que lo estaba volviendo loco, y devolverle el beso. 

§

Notas de la autora:

¡Hola! Y, de nuevo: ¡sorpresa! ^^ A alguno no le habrá "sorprendido" tanto, porque se lo podía imaginar, pero sí, aquí está mi Especial de Navidad. Iré añadiendo Oneshots, principalmente SoMa, únicamente enfocados a estas fechas tan bonitas (y que a mí, me encantan). Durante todo el mes de diciembre estaré dedicada en exclusiva a esto, así que... a todos los que me leéis y os apetezca hacer alguna petición, hacedlo. Onegai!  

*Para las peticiones de Oneshots, mandadme un mensaje privado con vuestras propuestas y las leeré más que encantada.*

Y, os voy dejando que, al igual que Soul y Maka, tengo el salón patas arriba con los adornos de Navidad a medio revisar para empezarlos a colocar en casa n_n 
Espero que os gusten, tanto la sorpresa como el primer Oneshot. 

Mil gracias por pasar, dejar vuestras estrellitas y comentarios. 

Matta ne!~

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