Una Pareja Imposible

By Traductions_9_3_4

282K 24.2K 3.7K

Harry es un empata forzado a extremas medidas. - Está bien El ojiverde sonrió radiantemente y abrazó muy tími... More

1.- Una lechuza de Gringotts
2.- El ático olvidado
3.- Un poco de planes...
4.- En el Wizengamot
5.- Prince Hall
6.- Hogwarts, escuela de magia y hechicería
7.- Slytherin, Slytherin y Slytherin
8.- ¡¿Troll en las mazmorras?!
9.- Navidad en Hogwarts
10.- El monstruo del bosque prohibido
12.- Marca de lealtad
13.- Un anuncio por palabras
14.- El guardián de la cámara
15.- De visita en Malfoy Manor
16.- Pim... Pam... Pum! ¡¿Ginny?!
17.- Rubio, rico y radiante
18.- El club de duelo
19.- Un asunto disciplinario
20.- Una jarrita de miel, un pastel y una botella de hidromiel
21.- La cámara de Slytherin
22.- Pesadilla de navidad
23.- El largo camino de regreso...
24.- Fantásticas bestias y donde encontrarlas
25.- ¿Luna de miel?
26.- El baile más esperado
27.- El patronus de Evans
28.- Orden y caos
29.- La dama gorda
30.- El grim, el lobo y la rata
31.- Navidades américanas
32.- El secreto mejor guardado de los Malfoy
33.- El cáliz de fuego
34.- Jugando con fuego
35.- El veredicto del cáliz
36.- Y los segundos serán los primeros...
37.- Bajo las aguas
38.- El final del torneo
39.- Largo y cálido verano
40.- El ataque de la amenaza... rosa
41.- Runas escondidas
42.- La alta inquisidora de Hogwarts
43.- Cuento de Samhain
44.- ¿La caída de un ídolo de pies de barro?
45.- Nueva vida
46.- El fin y el principio

11.- El corazón del laberinto

5.1K 579 30
By Traductions_9_3_4

Firence susurró pateando el suelo y moviendo la cola con inquietud:

– Su hora no está aún escrita en las estrellas... los cielos nunca han sido más claros... y sin embargo, está muriendo...

Severus esbozó una sonrisa y murmuró:

– Y pese a todo, afronto la muerte contento y gustoso. Ser tu esposo aunque brevemente ha sido un placer. Me honra enormemente haberte conocido, Harry Evans.

Con una chispa de miedo en la voz y negando vivamente con la cabeza, Evans masculló:

– ¡Y un cuerno! ¡No se te ocurra morirte ahora! ¡Mi padre te va a perseguir por toda la eternidad por dejarme solo! ¡Y mi madre te va a enviar derechito de vuelta!

Severus sonrió un poco más ante la andanada (el dolor ahora que la serpiente ya no le estaba mordiendo era sordo y más soportable) y susurró, dejando aflorar sin reservas su afecto y admiración por el valiente jovencito:

– Chiquillo majadero y sentimental... sabía perfectamente lo que hacía Harry. Y lo he hecho de buen grado. Mi testamento... estaba preparado para esta contingencia. Si quieres hacer algo por mí... vive, vive y olvídame cuanto antes y sigue adelante con los planes...

Evans le apretó la mano que ahora reposaba sobre su hombro y con determinación rebosando cual fuego de sus ojos murmuró:

– Severus... tienes que beber sangre de unicornio... por favor... por mí...

El hombre rio (una risa triste y negra como la noche porque la tentación de aferrarse a la vida, de sobrevivir fuese como fuese era muy poderosa; aún más teniendo ante sí lo que podía mantenerle vivo) y murmuró amargamente, meneando la cabeza y apretando levemente el juvenil hombro bajo sus dedos:

– ¿Y condenarme a una vida maldita, ser un monstruo como ese desgraciado? No Evans... créeme, esto es lo mejor... tienes que dejarme ir...

Con una tozudez que hubiese sido digna de la más obstinada de las más tercas mulas; Evans insistió; su cara llena de una angustiada, ardiente ferocidad, espoleada por el miedo y la desesperación, agarrando con fuerza ambas manos del hombre en las suyas.

– No, escúchame tú, Severus. No te rindas sin luchar... Si no nos hemos equivocado con nuestras suposiciones... Tienes justo al alcance de la mano lo único que quizás pueda salvarte la vida, la Piedra Filosofal.

Firence corcoveó y produjo un sonido parecido a un relincho de ira, mientras pateaba no muy disimuladamente el negro bulto del suelo que hizo un sonido húmedo y viscoso como un montón de algas putrefactas al moverse:

– El Director la trajo aquí a propósito y como cebo, el cebo perfecto para atraer a quien no tiene nada que perder y mucho que ganar por beber sangre de unicornio, el que ha estado esperando muchos años para regresar al poder, y que no está ni vivo ni muerto.

Severus vaciló infinitesimalmente y Evans se aferró a ese pequeño resquicio de duda como un pulpo, con ocho tentáculos y centenares de ventosas, suplicando sin vergüenza:

– Por favor, Severus, por favor...

– Evans...no quiero perder lo que queda de mi alma...

– ¡Yo no te pediría eso! ¿Es que no vamos a encontrar un solo unicornio dispuesto a ayudarnos en todo el bosque?

Como era más probable que nevase en el Sahara que convencer a un unicornio de donar voluntariamente su sangre, con una tenue sonrisa llena de reprimida condescendencia, Severus susurró apretando las manos de Evans entre las suyas:

– Está bien Evans. Si encuentras ese unicornio, lo haré.

Pese a que sabía que Severus creía que era imposible y solo estaba accediendo para complacerle Evans solo necesitaba que consintiese. Sonriendo entre las lágrimas que aun rodaban por sus mejillas y dándole un impulsivo estrujón, Evans murmuró una y otra vez las gracias mientras Severus le deslizaba las manos por la espalda y el pelo en un suelto abrazo.

Unos cascos se dejaron oír de nuevo, y el murmullo de la voz de Draco hablando les forzaron a romper el momento y tras musitar apresuradamente que Draco no debía enterarse, Severus recobró su estoica máscara. Un nuevo centauro irrumpió en el claro, un enorme cuerpo equino castaño oscuro y el torso de gigante, armado con un enorme arco; un luchador orgulloso de huesudos pómulos y ojos atentos, todo rematado de una larga melena negra.

Severus inclinó formalmente la cabeza al verle. Magorian, el líder del clan de centauros, era menos abierto o tolerante que Firenze o Ronan... e infinitamente más receloso. La seguridad y supervivencia de su grupo dependía de él. A su lado, Evans copió prontamente su gesto, con educada y respetuosa cortesía.

– Magorian.

Murmuró simplemente el mago, con los ojos aun bajos en sumisa pose. El centauro dejó caer un enorme casco trasero en el suelo, rompiendo las ramitas caídas con el impacto, mientras sus ojos castaños absorbían cada detalle de la escena del claro en el bosque. Evans notó la pura furia emanando de la criatura al ver el negro bulto tendido en el suelo. Con voz grave y poderosa, y dedicando una iracunda mirada a Firenze, el centauro gruñó apuntando al informe fardo con la punta de su arco:

– ¿Quién es el responsable?

– Yo, Magorian.

Murmuró Severus alzando el rostro finalmente. El centauro avanzó, su alzada haciéndole dominar ampliamente al mago y tras una larga mirada a ambos, gruñó secamente.

– ¿Y lo dirás así a los hombres del Ministerio si vienen a buscarle?

Severus asintió en silencio y el gigantesco centauro rezongó entre dientes, tendiendo una callosa mano al hombre:

– Bien.

Severus enlazó su antebrazo con el centauro (era la primera vez que Magorian le honraba con un gesto reservado a centauros) y murmuró:

– Era una amenaza para los míos también, especialmente para mi esposo Evans.

Magorian piafó y rascó el suelo con los enormes y anchos cascos, y relinchó roncamente. De la espesura surgió Ronan, con un pequeñísimo potrillo dorado de unicornio sujeto contra el pecho y Draco en su flanco, agarrado al correaje de sus espadas. Firence aguzó las orejas de inmediato. Detrás de ellos corcoveaba hosco Bane, un gran centauro totalmente negro, con un aspecto fiero y malhumorado. Magorian gruñó señalando a los presentes:

– Hemos leído mal los planetas, Bane. Incluso nosotros podemos equivocarnos.

El rubito corrió hacia ellos, esquivando (ignorando) los cuerpos y parloteó apresurada y nerviosamente:

– ¡Padrino! ¡Lo he encontrado yo! ¿A qué es precioso, verdad?

El potrillo relinchó débilmente, pateando y Evans se apresuró a tomarlo de los brazos de Ronan, para dejarle sobre temblorosas patas en el suelo, muy cerca del cadáver de su madre. El animalito, olisqueó, relinchó lastimero muy calladamente y hociqueó la suave piel del cuello de la yegua. Evans murmuró muy suavemente, tratando de consolar al pequeñín:

– Traté de ayudarla... pero las heridas eran muy graves...

El potrillo empujó una vez más a su madre y resopló en su pelaje níveo. Alzó los ojos, negros, inmensos y brillantes y miró fijamente a Evans, que continuó susurrando casi inaudiblemente lo que había pasado, mientras el animalito le contemplaba con total concentración. Las murmuradas palabras, tenues resoplidos y relinchos, fluyeron entre ambos, densamente entremezcladas con memorias, emociones y magia. Finalmente el joven empata murmuró:

– Lo siento mucho, ojala hubiese podido salvarla.

El potrillo relinchó muy suavemente y dio un pequeño paso, mordisqueando el cabello negro y rizado de Evans, que sonrió suavemente cuando los belfos del animalito le rozaron juguetonamente la mejilla y el lóbulo de la oreja. Los ojos negros del unicornio se giraron hacia el asesino de su madre, y su mirada pareció endurecerse. Con un bramido el pequeño unicornio bajó la testa, apuntando su diminuto y apenas visible cuerno dorado hacia el enemigo y rascó el suelo con los cascos. Cargó hacia él y saltando sobre él, le pateó. Con la colita erguida y aire orgulloso el potrillo pisoteó determinadamente y saltó al suelo de nuevo, acercándose a Severus y olfateándole con cuidado. Tras unos segundos, le mordisqueó la punta de los dedos y relinchó suavemente. El hombre le acarició (que un unicornio permitiese que le tocara era una bendición inimaginable) y el potrillo infló sus pulmones y relinchó sonoramente una y otra vez.

En cuestión de minutos, los cascos atronaron a su alrededor. Una pequeña manada de unicornios rodeó el claro, galopando a su alrededor, y se distribuyeron por el borde, cerca de los árboles. El gran semental blanco se separó y acercó a ellos. El potrillo resopló, bufó y rascó el suelo, mientras el gran animal le olfateaba cuidadosamente, asegurándose de su bienestar. Un corte fresco y no muy profundo marcaba su flanco, y el imponente animal pareció conversar con el pequeñín.

La noble cabeza se alzó y los negros ojos miraron por un rato a Evans y después a Severus. Con su cría pegada al flanco, el animal avanzó hacia el mago y le miró directamente a los ojos. Severus se sintió desnudo, desprotegido ante la poderosa mirada de la blanquísima criatura, su alma expuesta para su examen. Ninguna defensa podía soportar esa mirada. Con un grave relincho el animal miró a Draco, al potro y nuevamente a Draco. Severus le puso una mano en el hombro a su ahijado y murmuró:

– Su madre murió antes de darle un nombre, Draco. Y Silent Thunder quiere que tú le des uno. Es un honor y una responsabilidad, Draco.

El rubito dilató los ojos, y tras un rato de pensar y susurró vacilante:

– Una estrella... la más brillante de la constelación de Draco... Zenith Star

El potrillo ladeó la cabeza, resopló, y mordisqueó los dedos de Draco, alzando la cola como un escobillón. Parecía imposible que un animal pudiese parecer jactancioso, pero en ese momento, el pequeño unicornio dorado lo estaba. Con un relincho, el pequeñuelo trotó saltando bajo las patas de su padre, más parecido a una cabritilla alocada que a un equino, evidentemente muy satisfecho de su nombre. El semental de unicornio relinchó suavemente y expuso el flanco herido, su sedoso hocico rozando la herida. Sin palabras, y mientras un petrificado Severus tardaba unos segundos en reiniciar su cerebro, Evans cruzó en largas zancadas la distancia y exclamó:

– ¡Vamos Sev!

El hombre deslizó los dedos por la herida y se llevó a la boca la plateada sustancia. Notando de inmediato como su ritmo cardiaco se ralentizaba y la hinchazón disminuía. Sonrió mirando a Evans y este murmuró con impaciencia:

– Tenemos que hacernos con... eso. Ahora mismo.

El unicornio bufó, rascó el suelo y dio una poderosa coz al cada vez más irregular bulto que una vez fuera Quirrel. Magorian rio roncamente y masculló entre pateos de los restantes miembros de la manada.

– Creo que un viejo amigo de Hagrid y su prole, estarán encantados de deshacerse de esa basura... para siempre. Nosotros nos ocuparemos de eso. ¿Supondrá algún problema?

Severus denegó. El potrillo se acercó a Severus y demandó su atención, rozándole con el delicado belfo. Sus miradas se cruzaron y tras un segundo de incrédula contemplación, el hombre susurró:

– ¿Quieres... quieres que use su cuerpo en mis pociones?

Evans miró al semental y tras un momento murmuró:

– De esa manera sus muertes no habrán sido totalmente en vano... SilentThunder solo pide que los restos de Moonligth Dancer y sus hermanas sean enterrados en el prado donde usualmente pasan el invierno.

Con una inclinación de cabeza, Severus murmuró:

– Honraremos sus deseos. Es un privilegio que nos permita hacer esto.

Con un ligero carraspeo, Severus llamó la atención de Draco y este alzó la vista.

– Tenemos mucho que hacer Draco. Necesito que regreses con Hagrid y que les distraigas un poco... Y que no cuentes nada de esto a nadie. Lo que pasa en Slytherin...

–...se queda en Slyhterin, padrino.

Firence se ofreció ansiosamente para llevar al niño con los demás, para indignación de Bane y ante la mirada indulgente de Ronan; y mientras los dos rubios maquinaban como conducir al resto del grupo más y más lejos de allí; Evans rebuscó bajo la maltrecha capa antes de que Bane y Magorian se llevasen los informes restos de allí, y extrajo el infame turbante morado, algo maltrecho pero inconfundible. Severus alzó una ceja y Evans simplemente sonrió traviesamente.

Regresaron rápidamente al castillo, a lomos del veloz semental de unicornio, que les dejó en el linde de la arboleda. Bajo la capa, entraron sin ser vistos y pronto estaban el corredor del tercer piso. El cerbero, el lazo del diablo, las llaves encantadas, el ajedrez mágico, el troll, todo fue superado entre ambos con relativa facilidad. Por supuesto, su propia trampa con pociones no suponía ningún reto y finalmente, alcanzaron el final del laberinto.

Al otro lado del arco guardado por el fuego mágico encontraron una sala de paredes de piedra y alto techo abovedado, de suelo enarenado y suficientemente larga como para permitir un duelo formal. En el centro de la misma, una sola cosa. Un espejo. Un espejo muy antiguo, de casi tres metros de alto, y más ancho que una gran puerta. Era antiguo, con un grueso marco muy ornamentado y pies que parecían las zarpas de un enorme león. En la parte superior del marco, estaba grabada una leyenda: "Oesed lenoz aro cut edon isara cut se onotse".

Severus lo contempló con atención y maldijo. La Piedra Filosofal no estaba ahí. Evans le miró y el hombre masculló, dejándose caer en los escalones de piedra que daban acceso a la sala:

– Es un espejo encantado, un artefacto muy peligroso, que ha cautivado a muchos hombres, llevándolos a disiparse ante él. A morir literalmente encantados por sus falsas visiones.

Evans dio un vistazo de nuevo el espejo y murmuró:

– No parece tan peligroso...

Con un suspiro, Severus murmuró:

– Harry, el espejo de Oesed no brinda verdades ni conocimiento. Ni siquiera realidad. Sin embargo su peligrosidad radica en que te mostrara lo que deseas... el verdadero anhelo de tu corazón, sea cual sea, incluso aunque ni tú mismo sepas cual es... el espejo te mostrará lo que más deseas en el mundo, aunque sea imposible. Dumbledore ha elegido bien... la piedra puede estar en cualquier lugar.

Evans se mordió el labio y volvió a pasear la mirada por el resto de la sala, de desnudas paredes de piedra y suelo de grandes losas cubiertas de fina arena. De nuevo estaba a punto de llorar... habían estado tan cerca... dio un nuevo vistazo y su mirada se prendió en el espejo... tras unos segundos, Evans se levantó, ignorando a su esposo y se situó frente al espejo.

Las lágrimas aun amenazaban con rodar de sus parpados, pero en el espejo, una versión de sí mismo (sonriente, más mayor, y con la mano enlazada de un elegantemente vestido Severus) le dedicó un guiño y una sonrisa traviesa, sacándose un guijarro rojo sangre del tamaño de un puño del bolsillo, lo lanzó al aire y lo volvió a dejar en su bolsillo. Evans osciló. El pantalón de su túnica tiraba ahora y jadeó, ignorando las preocupadas llamadas de Severus. Se llevó una temblorosa mano al pantalón... y sus dedos se cerraron sobre la tela en un bulto sólido y real... increíblemente real.

El mundo osciló sobre su axis, y Evans trastabilló, agarrándose al marco con la otra mano para no caer de boca sobre el espejo. Desde este, los ojos negros de Severus le miraron y el hombre del espejo besó suavemente la mejilla de su otro yo, arrancándole una radiante sonrisa. Sus rodillas se vencieron y Severus llegó justo a tiempo de cogerle, la mirada baja para evitar la reflexión del espejo.

Cuando le tuvo tumbado en los escalones, Severus masculló irritado, sacando la varita para hacer un diagnostico apresurado:

– ¡Te dije que era peligroso!

Pero antes de que el hombre pudiera enunciar el encantamiento, Evans le abrazó con fuerza, riendo y llorando a la vez. La alarma de Severus creció pero el hombre enmudeció cuando el jovencito le puso en el pecho la mano con una piedra roja en ella. Con un murmullo preocupado Evans murmuró:

– ¿Crees que podrás elaborar el Elixir?

Severus asintió, aun mudo de incredulidad y sorpresa, y finalmente abrazó con fiereza al jovencito, que respondió igualmente. Cuando se puso en pie, Evans se sacudió la ropa de arena y sacó del interior de su pecho el infame turbante, y con una risita sardónica lo colgó de una de las enrevesadas volutas del marco rococó.

– Me imagino la cara de Albus cuando descubra este pequeño regalito...

Continue Reading

You'll Also Like

6M 173K 45
Now that the war is over, Katherine Bright goes back to Hogwarts to finish her studies, but she's not the only one returning. She was hoping for a p...
2.3M 91.8K 35
"You've fallen in love with a girl you've never met?" "Yes, but we play chess!" 𝐟𝐞𝐦!𝐨𝐜 𝐱 𝐉𝐚𝐦𝐞𝐬 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫...
6.9M 242K 117
Harry never knew his Father James Potter had a little sister. That he had other options besides living with the extremely vile Dursley family. Where...
14.4M 410K 90
Kallista Zenia Emrys is born in the world of high society pure bloods. Being one of the last remaining descendants of Merlin- the Greatest Wizard of...