Ángel 234(I&II)

By Mariansosaaa

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Un caos apocalíptico, podría ser su definición. Eso era él. Cómo quizá podría ser un torbellino lleno de colo... More

Nota.
Antes de comenzar a leer.
Protagonistas.
Sipnosis.
Capítulo 1: El principio de todo.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24: Ángel 234.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29: El final de un nuevo comienzo
Epílogo
/Segunda parte/ Ángel 234: Tiempos Oscuros.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2: Chica batido.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5: "Eres un problema"
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8: Rompo todo lo que toco.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11: Píntame.
Capítulo 12: ¿Quién era Hult Sullivan?
Capítulo 13.
Capítulo 14
Capítulo 15: Soy completamente de ti.
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18: Todo mi amor para ti, Gwen
Capítulo 19
Capítulo 20: Alma por otra alma
Capítulo 21
Capítulo 22: Quizás
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26: Capítulo Final
Epílogo
¡ATOM!
EXTRA

Capítulo 12.

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By Mariansosaaa

                               

Gwen Trainor.


Santos cielos, el sueño me comía. Mi cara tenía las pequeñas líneas de las marcas de la sábana, podía oler la saliva por toda mi mejilla izquierda, y aseguraba que mi cabello daba asco. Debía levantarme, o tal vez podía faltar hoy. Si claro, como si eso fuese posible para mí. El sueño de verdad me consumía, estaba sentada en mi cama envuelta en mi cobija del rey león, con los ojos cerrados luchando por moverme. Odiaba los lunes, eran una miseria. Quizás porque empezaban con Warren, o porque hoy en el menú de la cafetería no incluían papas fritas, amaba las papas fritas, comenzar un día sin papas fritas no era un día completo. Lo sé, no es para nada saludable, pero realmente las amaba.

Mi teléfono sonaba, ese molestoso ruido me sacaba de la paz mental en la que me encontraba. Es una satisfacción levantarte y volverte a dormir sabiendo que pronto tendrás que volver a levantarte. A ciegas, mi mano lo comenzó a buscar por si sola, arrastrándose por toda la cama, hasta que palpé la pantalla fría y vibrante. Deslicé y atendí.

—¿Hmm?— mi voz salió como un zumbido.

—¿Estás lista? Estoy saliendo, llego en cinco minutos.

—¿Qué? Di—digo ¿Quién es? — balbuceé.

—Ya veo que sigues dormida —lo escuché reír. Restregué mis ojos y sacudí la cabeza para despertar. ¡Era Graham! Oh mierda, olvidé que anoche me escribió y me dijo que pasaría por mi ésta mañana, mierda, mierda, mierda.

—¿Qué? ¿Dormida? No para nada, estoy acomodando mis libros, te espero— colgué para rápidamente salir de mi cama hacia la ducha. No permitiría que me viera en estas condiciones. Me desvestí dejando mi ropa regada como un pequeño sendero en mi cuarto, hasta llegar a la regadera. Maldición el agua estaba helada, daba pequeños brinquitos para disipar el frío. ¿Eso ayudaba en algo? No lo sé, lo hacía desde que era una niña. Cinco minutos, tengo cinco minutos para terminar de bañarme y vestirme.

Al terminar de bañarme corrí hasta mi armario para buscar algo que ponerme. Mi ropa era un desorden, siempre me sucedía esto, siempre terminaba desordenándola toda porque a última hora decido despertar y me encuentro apurada. Revisándola no encontraba nada que me gustara, era fácil cuando Graham no me prestaba atención, y ahora que lo hace, me esfuerzo por causarle una buena impresión. Pero era mi misma ropa de siempre, no he comprado más desde más o menos un año y medio. Veo las consecuencias de haber rechazado las ofertas de mi madre para ir de compras.

Estresada me desplomé en el suelo. Graham estaría por llegar y aún no sé qué ponerme. Miraba cada prenda en mi closet, tal vez podría usar esa camisa corta de color amarillo que tanto me encanta.

—No mejor no, esa la he usado millones de veces—murmuré para mí misma mientras seguía escaneando. Me fijé en lo último del armario y detallé el suéter azul de Hult, aún lo tenía conmigo, al ponerme de pie lo tomé y lo pegué a mi nariz este aún despedía ese olor a perfume de hombre con un suave olor a menta, me encantaba. Hacía mi corazón acelerar con tan solo olerlo. Era una buena elección, ni siquiera lo pensé una vez más para deslizarlo por mi cuerpo, junto a un short alto. Con el suéter puesto ni se notaba que llevaba algo abajo, me puse mis tenis y en tiempo récord oí la corneta del auto de Graham sonar afuera. Agarré mi bolso y bajé las escaleras casi volando.

—¿Te vinieron a buscar?—cuestionó mi madre desde la cocina tomándose una taza de café. Mi padre estaba junto a ella desayunando.

—¡Sí, los amo! —grité con esperanza de que oyeran antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Vi el rostro sonriente de Graham detrás del vidrio delantero del auto, era perfecto.

Pero no es Hult.

Maldita conciencia, debes dejar de hacerme pensar en Hult. Llevo hasta su suéter puesto. Anoche apenas pude conciliar el sueño, parecía un zombie a las 2am mirando el techo, hasta al borde de pensamientos. Hult estaba entre ellos, era el único que se hallaba en mi cabeza. ¡Es torturante!

Graham.

Graham era en lo que tenía que concentrarme. Solo en él. Pensar en lo maravilloso que es, después de años babear por él, ahora hasta me busca para ir al instituto. Cualquiera de mi secundaria quisiera esto, lo desearían hasta sus entrañas. Y yo, yo desechaba mis deseos por mi amigo, alguien a quien le gustaba insultarme y burlarse de mí. Qué lindo suena, ¿no?

Entré a su auto, y lo primero que pude oler fue ese fuerte olor a pino. Que también me recordaba a Hult. ¿Esto es una broma, verdad?

—Buenos días preciosa— dulcemente se acercó a mí y dejó un beso en mi mejilla.

—Buenos días— musité con una sonrisa. Graham puso el auto en marcha y en todo el camino me habló sobre sus entrenamientos, las comidas que tenía que ingerir al día para tener un buen estado físico y más cosas sobre él, las cuales me interesaban claro. Pero al escucharlo mi mente se dirigía a otra parte, y no quería parecer descortés y que supiera que no le prestaba atención.

Llegamos al instituto, el camino se había hecho corto. Cuando me iba a dedicar a bajarme Graham me detuvo del brazo.

—Espera.

Por su frente recorrían varias gotas de sudor, aunque no hacía calor, el aire del auto seguía encendido y afuera había un buen clima.

—¿Pasa algo?— pregunté y negó con la cabeza.

—Quería hablarte sobre algo, y si no lo hago ahora no lo haré nunca— parecía tenso desde su asiento, sus manos ansiosas seguían tomando el volante.

—Entonces hazlo.

—No es tan fácil— soltó una risita nerviosa. Actuaba muy extraño. ¿Qué le era tan difícil decir? Llevé mi mano hacia la suya posándola encima, moviendo mi pulgar en círculos.

—Tómate tu tiempo si quieres, te escucharé—sutilmente le regalé una sonrisa, asintió y expulsó un último suspiro antes de hablar.

—Mira Gwen, es algo obvio el por qué he estado detrás de ti— ¿Algo obvio? ¿Qué era algo obvio?

—Bien... No lo tengo muy en claro— y esa era yo, siempre lenta para captar las referencias.

—Te he invitado a salir, y no invito a cualquiera.

—Me siento... ¿Especial por eso?— sonó más como una pregunta que una respuesta.

—Quiero decir... que... tú me gustas— titubeó. Quedé perpleja ante su confesión, posiblemente era algo muy obvio. Pero se hace más real cuando te lo afirman, aseguro que mi cara era un mal chiste. Mi boca semiabierta y mis ojos como dos círculos gigantes. Debía responder, hacía el papel de estúpida sin emitir ni una sola palabra. ¿Pero que iba a responder? ¿Sentía lo mismo? Claro que sentía lo mismo, me gustaba antes de que yo a él. Soñé unas 4.589 veces con este momento. Graham confesando que le gustaba. Y ninguna era real, hasta ahora. Cuando por fin llegó el momento, simplemente no me salían las palabras, no estaba nerviosa. No eran los nervios que me ataban a no decir nada.

—Tú también me gustas— fue casi un chillido, sin tanta emoción. Di lo mejor de mí para mostrarme feliz.

—Ya lo había notado —confesó.

—¿En serio? — pregunté incrédula.

—Siempre estabas en las prácticas del equipo, hasta las que en donde solo estaba yo, y no dejas de mirarme en la cafetería — ¡Mierda! Todo este tiempo juré que no se daba cuenta de mí. Por dentro moría de vergüenza, ahora soy una total acosadora como de esas de internet.

—No puede ser, qué horror—escuché una risita por su parte.

—Era lindo—espetó. Parecía decir la verdad.

—¿Te parecía lindo que te acosara?— inquirí divertida. Se acercaba a mí, muy lento. Quedé inmóvil en el mismo sitio sin saber qué hacer. Sus ojos viajaban hasta mis labios, posó una mano en mi muslo descubierto, acariciándolo con ella. Oh dios, nos íbamos a besar por primera vez. Su respiración era intercambiada con la mía, y de pronto nuestros labios finalmente se unieron. Era un beso muy suave, muy lento. Su mano seguía jugueteando con mi muslo subiendo de arriba a abajo.

Se separó unos centímetros y habló —Tan lindo como tú lo eres.

Graham plantó un último beso en mis labios, antes de apagar el motor haciéndome saber que era hora de bajarnos. Con las mejillas ardiendo, tomé mi bolso y me bajé del auto. Vi la hora en mi celular y solo faltaban veinte minutos para que la profesora Warren llegara al salón, era muy puntual, ni un minuto menos y ni un minuto más. Un grupo de ruidosos chicos se acercaron hasta Graham saludándolo, eran del equipo de fútbol. Todos eran tan guapos, pero solo decían hormonas por todas partes. Graham y yo no compartíamos clases juntos, a esta hora debía irse a practicar y solo teníamos la oportunidad de vernos en la cafetería.

—Te acompañaré hasta el salón— dijo, pero yo negué. No quería que se retrasara, el entrenador podía ser muy obstinado en cuanto a la hora de llegada.

—Anda con ellos, nos veremos en el desayuno, ¿sí? —apunté al grupo de chicos con mi dedo, él no parecía a gusto con la idea, pero terminó aceptando.

—Que tengas una hermosa mañana —con una sonrisa entre sus labios me tomó de la cintura y se deslizó hasta mis labios dejando un beso en ellos. Escuché los silbidos y la bulla que hicieron sus amigos detrás de nosotros.

—Espero que tú igual —alegué. El chico me dio una última sonrisa para luego darse la vuelta e irse.

Era oficial, salía con Graham.

¿Me sentía bien con eso?

La pregunta del año, y sin una sola respuesta que darme. Mi papá me dijo que iba a sentir lo que era correcto. Me sentía perdida, es sólo el hecho de no saber dónde termina el mar que llevo dentro. A dónde me dirige. Y algo mil veces peor que la ansiedad, es el amor.

Yo no sabía de amor, no tenía en claro cómo debía llevarse a cabo. Lo que sabía era que Hult tenía razón.

El amor te consume más que un cigarrillo. De la peor manera.

Y ahí, justamente ahí, con mis pies enganchados al asfalto. Por fin tenía lo que quise, y me sentía triste por eso. Me até yo misma al confesarle a Graham que me "gustaba". Hubiera sido mejor no haberle dicho nada, si estaba confundida no quería confundirlo a él, no tenía en claro si de verdad era lo que sentía. Detestaba como a las personas les resultaba simple lastimar a otros sin sentir ningún tipo de remordimiento de consciencia, Graham demostraba ser una buena persona, no merecía menos.

Me he atado a Hult también, aceptando que... Hult, mierda.

Visualicé a unos metros de mí, el auto del chico llegar. Excelente, este día no podía ir de la mejor manera, espero que sea notable el sarcasmo. Compartíamos dos horas con Warren y no olvidar que me llevará a alguna parte la cual desconozco. Hoy llegué con la confusión y me iré con el enredo, muy bien Gwen por lo menos eres buena para inventar ridículos apodos, debería auto felicitarme.

Aunque me es imposible negar, que me causa enorme felicidad al verlo. Adoraba su compañía, ignorando que la mitad del tiempo me haga enojar, Hult día a día se vuelve imprescindible en mi vida.

Mis pies me llevaron hasta el castaño, quien se estaba acomodando la camisa al frente de su auto, estaba de espaldas... Esta vez no traía un suéter, dejando libre la tinta sobre su cuerpo. Los tatuajes no me llamaban la atención, pero en él me encantaban. Sus típicos jeans gris plomo desteñidos y esa camisa blanca lo hacían lucir muy bien, Hult era una obra escultural hecha por el mismísimo Miguel Ángel. Me detuve atrás de él y carraspeé la garganta haciendo saber mi presencia. El chico me miró por encima de su hombro y vi una sonrisa asomarse en sus labios.

Se dio la vuelta y sus ojos comenzaron a recorrerme de arriba abajo. Mis mejillas se acaloraban—Lindo suéter—mencionó sin dejar de sonreír. Había olvidado que lo traía puesto.

—Es muy cómodo —afirmé. ¿Eso es lo único que puedo decir? ¿Es muy cómodo?

—Lo sé.

—Se me había olvidado devolvértelo si q...

—Te lo regalo, te ves mejor en el que yo— dejé de respirar. Mi corazón latía frenéticamente. Un infarto sería el culpable de mi muerte. Por primera vez Hult decía algo bueno respecto a mí. Mi cara no tardó en arder como el fuego. Tranquilízate, solo es tu amigo, trátalo como lo tratas usualmente. Compórtate como siempre. Ni siquiera recuerdo cómo me comporto ante él. ¿Cómo debo comportarme? ¿Cómo debo respirar? ¿Mi respiración está bien?

—Gracias... Creo—murmuré. El chico soltó una risita entre dientes y volvió a darse la vuelta buscando algo dentro de su auto. Respiré al momento que dejó de prestarme atención.

Se sentó en el asiento del conductor. Sacó un cigarrillo, encendiéndolo para luego proseguir a fumarlo—Anoche me acordé de ti, por eso te escribí.

—¿De mí?—inocentemente me señalé con el dedo.

—Sí, de ti — rodó los ojos. Le dio unas cuantas aspiradas a su cigarro, conteniendo el humo en sus pulmones.

—Me conmueves, no sabía que pensabas en mí —respondí algo que diría él.

—Imposible no hacerlo al escuchar en la radio One Direction— enarcó una ceja, divertido.

—Apuesto que te gustó —lo desafié.

—Admito que... La canción que sonaba era pegadiza.

Abrí los ojos como un círculo gigante, soltando una risa que cantaba victoria. One Direction era bueno, los amaba, recuerdo que cuando se separaron lloré. Siempre culpé a Zayn por eso.

—¡Lo sabía! ¡Sólo eres un orgulloso Hult Sullivan!

—Dije que era pegadiza, más no que era buena —levantó un dedo con objeción.

Me crucé de brazos y entrecerré los ojos— No vengas a negarlo cuando lo acabas de admitir.

Hult lanzó el cigarrillo al suelo, apagándolo con su zapato. Salió del auto y cerró la puerta. Cada vez que me encontraba en frente de él me sentía tan pequeña. Tenía que levantar la cabeza para verlo, como si estuviese viendo un rascacielos en Nueva York.

—Hagamos algo— agregó mientras se pasaba los dedos entre su ondulado cabello.

—¿Qué?

—Yo admito que me gustó, si tu admites que estabas celosa ayer— ¿Admitirle que me sentía celosa por Camille? Claro, aparte de admitirle que leí un mensaje de ella, y que me gustaba. Fácil ¡Ja!

—¿Quieres que te mienta y te diga que estaba celosa?

Plasmó una sonrisa pícara en sus labios, mirándome fijo —Mentirías si dijeras que no.

Hult no era estúpido, y yo era muy obvia. Se daría cuenta o si es que ya lo hizo, de que algo me afectaba. No podía decirle que me empezaba a gustar, simplemente no podía, se reiría en mi cara. Lo sé. Se burlaría para toda la vida de mí, hasta el día de mi muerte. Tal vez seguiría riéndose cuando vaya a visitar mi tumba. Y seguirá riéndose cuando los dos estemos en el más allá. Si tal vez eso fue muy exagerado, pero era la verdad.

—¡Deja de creer eso, no es verdad!— golpeé el frío pavimento con mi pie.

—¿Estás segura de eso, Gwen?— dio un paso hacia mí, por mis nervios retrocedí. Su mirada era intensa, el esmeralda en sus ojos no destellaba. Brillaban como diamantes.

—Lo—Lo estoy—tartamudeé.

—Te notas algo nerviosa— susurró dando otro paso a mí. Pero esta vez no me moví.

—Eres una tortura — me quejé cruzándome de brazos, él lo hizo también imitándome.

—Y tú una mal mentirosa.

—¿Mentirosa yo?— pregunté indignada, puesto que él había mentido con respecto a su "amiga".

—Si, tú— atacó.

—Claro "ella es mi amiga"— contraataqué. Me di cuenta del error que cometí. Hult frunció el ceño, y ladeó una sonrisa.

—Lo es, al igual que tú.

Sus palabras me dejaron sin aire. Me dolieron, pero no lo hice notar.

—Tienes un mal concepto de amistad — declaré con la cara roja de ira. Odiaba que me dijeran mentirosa. Y más cuando el mentiroso aquí era él.

—¿En serio? Dame tú, un buen ejemplo de amistad —retó.

—Pues una amiga no te dice que te "quiere dentro de ella"— hice comillas con mis dedos.

Mierda.

Acabo de delatarme por si sola, maldigo mil veces mi impulsividad. Oh dios, este día no puede ir peor. Quería que el suelo me tragara y me escupiera en lo más lejano de Japón. Desaparecer, o tener uno de esos aparatos para devolver el tiempo y no haber dicho eso. No quería verlo, por la pena que me consumía. Se molestaría por entrometerme en su vida, se daría cuenta que si estaba celosa. En cambio, sus ojos estaban llenos de burla al igual que sus gestos.

—¿Leíste mis mensajes, Gwen?— no parecía sorprendido. Su estado relajado me asustaba.

—No todos, quiero decir...

—¿Lo hiciste o no?

—Yo... No.... Bueno sí, pero no fue intencional, habías dejado tu celular y llegó ese mensaje, accidentalmente lo vi. Disculpa—comencé a decir frenéticamente. De nuevo mentí, lo vi porque quise. Cubrí mi cara con mis manos para tratar de desaparecer, aunque sea mentalmente. El chico solo seguía ahí estático, sonriendo, sin decir ni una palabra. Era raro que estuviese tan callado y no burlándose o tal vez reprochándome—¿Estás molesto?

Sus manos rodearon completamente mis muñecas, las bajó descubriendo mi cara. Lo miré con vergüenza y desvié la mirada a mis pies.

—Me parece gracioso, y algo extraño— murmuró—¿Por eso te molestaste?—su voz era casi audible, salía en un susurro, como si tratara de ser lo más suave posible. ¿Qué respondería? ¿Volvería a mentir? Hoy bastó con lo de Graham, y estaba tan segura que a él también le mentí. Lo podía asegurar con tan solo escuchar la voz aterciopelada de Hult, lo sentía. ¿Ahora qué haría? No podía confesarle la verdad, aunque mi corazón lo exigiera.

Cuando me decidí a responderle, un ruido chirriante cruzó por mis oídos pareciera venir hacia nosotros. Al girar mi cabeza a un lado para buscar de donde provenía, una camioneta de color azul, se deslizaba sin control hacia nosotros.

Aparte del pánico, lo último que sentí fueron los brazos de Hult rodearme. 

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