-_______.
Escuché pronunciar mi nombre en sueños. Hasta que desperté y supe que había estado llamándome de verdad.
-Lo siento-pronuncié, acomodándome en el asiento.
-Está bien-respondió-. Solo quería avisarte que estamos por llegar.
-Bien-dije, refregándome los ojos, adormecida.
Él estiró su brazo hacia los asientos de atrás y luego me entregó una bolsa.
-Recién paré a comprar algo para que comieras.
-Oh-solté y me volteé a sonreírle-. Gracias Chase.
Saqué uno de aquellos donuts y lo devoré sin pensarlo. Hacía horas no comía.
-¿Alguien ha llamado?-pregunté, luego de tragar.
-Sí-respondió Chase, con la mirada en el camino-. Todos están bien.
Asentí, largando un suspiro.
La persona que jamás habría imaginado está aquí, ayudándome a salvar mi vida y la de mis seres queridos.
-Cuando llegues te recibirá mi amigo Ben-indicó Chase, con calma-. Todos son muy amables, así que no tienes nada que temer.
Él hablaba, mientras yo miraba por la ventana el paisaje ante mí: todo era campo. Al parecer hacía poco habíamos llegado al pueblo, muy pequeño, pero pintoresco.
-Otra cosa-pronunció-. Si quieres comunicarte conmigo, dile a Ben que te preste su teléfono, o utiliza uno desechable. Solo para cosas importantes, ¿sí? Debemos evitar hablar lo más que se pueda.
Debí haber mostrado una señal de decepción porque luego añadió:
-Tranquila, vendré aquí lo más seguido que pueda, con noticias.
Lo miré y ambos nos sonreímos.
-Tendré que cambiar mi look también, ¿no?-pregunté, con algo de amargura.
-No hará falta hacerte nada-respondió-. Pero sí tendrás que usar pelucas y esas cosas, ya sabes...para que sea más difícil que alguien te reconozca-volvió a sonreír, aún mirando el camino-. Creo que te verías bien de cualquier manera...
Esbocé una sonrisa forzada. Como si verme bien me importara ahora.
Pasados unos 30 minutos, por fin llegamos al lugar.
Chase paró enfrente de una gran casa de campo. Era más grande que las demás casas del pueblo y me daba la impresión de que me quedaría con gente adinerada.
Abrí la puerta del coche, pero Chase me detuvo antes de que pudiera salir.
-Escucha...cuídate, por favor-dijo, mirándome a los ojos-. Cada tanto vendré a verte y a traerte lo que necesites.
Me lancé a sus brazos y lo abracé.
-Muchas gracias Chase, en serio.
Él me apretó fuerte. Era una suerte poder contar con alguien.
Posteriormente, cuando ya estuve fuera del coche, dio marcha atrás para irse, mientras yo lo despedía con la mano.
-El viejo Chase tenía prisa-escuché decir detrás de mí. Era una voz grave.
Volteé, levantando mi mochila. Vi que se trataba de un chico, quizás de la misma edad que William, con el cabello negro, estatura normal y una barba perfectamente recortada que le sentaba bien.
-Eso parece-respondí, sonriendo con amabilidad.
Ambos nos acercamos a saludarnos y extendimos nuestras manos.
-______ Moseley-me presenté.
-Ben Barnes. Un gusto-dijo el chico, sonriendo-. Puedo llevar tu mochila si quieres-soltó luego, ofreciéndose.
-Puedo llevarla- contesté cortésmente.
-Bien-dijo él, levantando sus manos en broma-. Chase me contó a grandes rasgos toda tu situación...lo siento mucho.
-Yo también-murmuré, largando un suspiro.
-Aquí estarás bien, te lo aseguro-afirmó, tratando se hacerme sentir bien.
Luego me invitó a seguirlo a la casa y entramos.
-Al principio ibas a dormir en una cabaña contigua, pero qué diablos...aquí estarás más protegida por la familia Barnes-comentó, desplegando los brazos a lo ancho.
-Oh, no quiero molestar-me apresuré a decir, apenada-. Puedo quedarme en la cabaña, no tengo problema.
-No es ninguna molestia, cariño-soltó una voz femenina.
De la habitación más cercana apareció una pareja medianamente madura de edad. Ella tenía el cabello blanco, pómulos prominentes y un rostro cálido de madre. Él, por otro lado, tenía el mismo color de cabello que Ben, decorado con algunos cabellos blancos, rostro sereno, alto, fornido. Ben era idéntico a ese hombre, aunque su sonrisa era igual al de la mujer. Estaba más que segura de que eran sus padres.
-Trabajamos para la protección de testigos-mencionó el hombre, acercándose-. Aunque no seas oficialmente una testigo, te protegeremos igual-me sonrió y estrechó su mano-. Soy Thomas Barnes.
Le correspondí el saludo.
-Ella es Tricia Barnes, mi esposa-presentó a la mujer, quien tomó mi mano con dulzura.
-Gracias por recibirme, lo digo de todo corazón-solté, sonriendo con sinceridad a los tres.
-Esperamos que todo pueda solucionarse, querida-dijo el señor Barnes.
-Mientras tanto puedes quedarte todo lo que necesites-añadió la mujer-. Ahora, Ben, tú llévala a su habitación y luego bajen a comer algo. _______ ha hecho un largo viaje.
-Gracias-agradecí, asintiendo con la cabeza.
Ben me llevó hasta la habitación en donde me iba a quedar. Me dijo que luego bajara para comer algo, pero la verdad no tenía mucha hambre.
Dejé mis cosas sobre la cama. Era amplia, cómoda, con sábanas suaves como pétalos de rosa. Me senté un rato y contemplé el paisaje que tenía frente a mí, a través de la ventana. Hasta donde había llegado...
Me recosté en la cama y cerré los ojos por un segundo. Rememoré todo lo que había sucedido los últimos días y las últimas horas. Desde que le conté a Chase todo lo que me había estado sucediendo, el plan que habíamos armado para sacarme de la ciudad, la ayuda que recibí por parte de Logan y Ezra, contactando con gente que sabía de computadoras como para poder bloquear las cámaras de mi casa. Abrí los ojos nuevamente, pensando en todo lo que había dejado atrás. ¿Cómo pude dejar a William solo?
Abrí mi mochila y saqué una fotografía. Era de mi cumpleaños, con todas las personas que amaba, presentes. Observé a Skandar con tristeza y acaricié su imagen. A él también lo dejaste, ______. No solo eso...le partiste el corazón antes de irte.
Escuché que golpeaban la puerta suavemente.
-¿Sí?-contesté, volteando.
Ben abrió levemente y se asomó.
-Mi madre dice que ya está la comida...por si tienes hambre-murmuró el chico, mirándome.
Asentí, guardando la fotografía en mi mochila, sintiendo una angustia creciente en mi pecho. Pasé mis manos por mi cara, con pesadez y luego solté un suspiro. Todavía sentada en la cama, dirigí mi mirada hacia él, que me observaba desde la puerta. Él se acercó a mí y extendió su mano, con una leve sonrisa compasiva en sus labios. Le correspondí, poniéndome de pie. Ambos comenzamos a caminar hacia las escaleras.
-Seguro ahora estás muy cansada-comentó-, pero si tú quieres, mañana puedo enseñarte a montar. Tenemos un establo atrás-sugirió-. O si prefieres también, te puedo dar unas clases de defensa personal...
-Me encantaría-contesté-. A ambas cosas.
-Genial entonces-respondió-. Ah, casi lo olvido-sacó algo de sus bolsillos mientras bajábamos las escaleras. Luego me tendió el brazo con la mano en un puñito. Abrí mi mano y él dejó caer unos bombones pequeños.- Son artesanales, del pueblo-dijo, esbozando una sonrisa-. Espero que te gusten...al menos que te reconforten.
-Gracias Ben-respondí, enternecida por el gesto.
A pesar de todo, ese día los Barnes me hicieron sentir bien, me acogieron en su cálido hogar como si fuera una integrante más de su familia. Sabía que todo estaba mal, pero por un instante, por ese instante que estuve en la mesa compartiendo con ellos, me sentí querida de nuevo, sentí que los problemas no eran tan grandes como pensaba. Por solo ese momento, pude volver a sentir una chispa de calidez encenderse en mi cuerpo, una chispa que se había apagado desde aquel fatídico día del engaño a Skandar.