A los veintiocho la vida empieza a cobrar un sentido distinto al que tenía hace un par de años atrás. Ahora estás mas cerca a los treinta que a los gloriosos veinte y realmente empiezas a cuestionarte hacia donde estás yendo, pues digamos que la etapa de exploración va llegando a su fin. Harry se detuvo al llegar a uno de los semáforos y miró hacia ambos lados antes de cruzar. Se resume en encontrar la pieza restante, pensó él, si eres lo suficientemente afortunado de tener los demás aspectos de tu vida encaminados, justamente eso es lo que trataba de hacer.
Visualizo las distintivas puertas de roble a lo lejos. Con ambas manos en los bolsillos caminó decidido hacia la familiar joyería situada en la calle New Bond, dicho sea de paso bastante conocida por acoger el prestigio y lujo de la ciudad.
Se detuvo frente a la vitrina y palpó la pequeña caja de terciopelo que traía al interior de su saco. Un pequeño destello sobresalió de ella cuando fue abierta y apreció con detalle la piedra preciosa. Era un bonito anillo, debía reconocerlo. De un momento a otro cerró la caja y miró alrededor. Después de unos cuantos segundos pareció dispuesto a dar media vuelta, pero nuevamente se detuvo.
Entonces se resignó a entrar.
—Buenos días Timothy—saludó cuando atravesó las puertas
—Señor Styles—el hombre, ya bastante mayor, estaba de pie detrás del mostrador principal de aquella joyería—Qué sorpresa tenerlo aquí otra vez—dijo.
—Lo sé, espero no llegar en un mal momento—Harry se aproximó a él con una sonrisa.
—En lo absoluto—le aseguró, con las manos entrelazadas a sus espaldas—¿En qué puedo ayudarlo esta mañana? —amablemente le preguntó.
Harry pareció vacilante por un momento.
—Pues lo he estado pensando—se animó a decirle. Timothy acomodó sus gafas con el dedo índice mientras le prestaba atención—Creo que quisiera ver una vez más el catálogo—dijo finalmente.
Harry colocó la pequeña caja aterciopelada sobre el mostrador. La sorpresa del hombre fue aún más grande.
—¿Piensa volver a cambiar de sortija? —le preguntó en el entrecejo caído, en señal de aparente confusión.
—Así es—respondió y se inclinó para apoyarse de codos contra el cristal de la vitrina.
—¿Le encontró algún defecto? —le preguntó Timothy, mientras tomaba la sortija y la acercaba a su rostro para observarla.
—Para nada, descuida que está en perfecto estado—lo tranquilizo. Una joyería de tal prestigio no podía haber vendido una pieza defectuosa.
—¿Entonces cuál es el problema? Es un anillo de dieciocho quilates, las caras del diamante están impecablemente pulidas—aseveró y su mirada se posó sobre el castaño—Único en su clase—advirtió.
—Hay algo en el que no termina de ser perfecto—Harry trató de explicar—Y tiene que ser perfecto—remarcó.
Timothy enarcó una ceja y colocó la sortija sobre el mostrador con suma delicadeza. Procuró quitarse las gafas para limpiarlas con un pañuelo y luego volvió a colocarlos sobre su rostro.
—Si me permite el atrevimiento señor Styles, muchos caballero ingresan a diario por esa puerta—con un tono amable le empezó a decir y señaló en dirección a la entrada. Harry asintió despacio dispuesto a escucharlo y a modo de gesto para que el hombre continuase—Y puedo decirle es algo frecuente realizar algún cambio alguna vez—le sugirió—Pero no dos, mucho menos tres—agregó.
Harry pareció confundido. Frunció el entrecejo, pero permaneció callado. En realidad, no fue hasta que lo escuchó de alguien más que cayó en cuenta de lo absurdo que podía resultar que estuviese cambiando la sortija de su pedida de mano por tercera vez.
—Eso me lleva a realizar la siguiente pregunta—el hombre lo observó de reojo antes de decir lo siguiente—¿el problema es la sortija, o quizás lo es la dama?
Harry se removió ante su pregunta, un poco incomodo. Entreabrió los labios dispuesto a responder, pero realmente no supo qué decir. Sus ojos bajaron hacia la sortija que relucía sobre la vitrina y un millón de dudas de pronto parecieron surgir. Se sorprendió a sí mismo. A estas alturas debería tener una respuesta clara para una pregunta como esa, pero ahí estaba él, sin palabras.
—Verá, estaré encantado de
pasar por el catalogo nuevamente con usted—Timothy ofreció amablemente, pensando quizás que había ido demasiado lejos con su pregunta.
El castaño echó un suspiro. Unos cuantos segundos pasaron, con Timothy expectante por una respuesta por parte suya.
—¿Sabes qué?—finalmente le dijo. Sus ánimos habían decaído notablemente, aún así hizo el esfuerzo de esbozar una sonrisa—Tienes razón, supongo que estoy ansioso por que nada salga mal—dijo. Volvió a mirar la sortija.
Timothy lo observó curioso.
—Verás—dijo con genuino interés mientras rodeaba el mostrador para situarse juntos a Harry— no he tenido el placer de conocer a la afortunada y creo que ya me he entrometido demasiado—inclinó la cabeza a modo de disculpas.
—Para nada—el castaño se apresuró en decir.
—Pero puedo darle un consejo—prosiguió—Piense en si lo desea tanto que sería capaz de pedir su mano con un anillo de papel—colocó una mano sobre su hombro. Harry agachó la cabeza—Ahí estará la respuesta—agregó, ligeramente inclinado hacia adelante.
Harry permaneció pensativo por un momento mientras interiorizaba aquellas palabras. Jamás se lo habían planteado de ese modo, y vaya que tenía sentido.
—Le daré otra oportunidad—se decidió. Timothy sonrió.
Harry volvió a guardar la pequeña caja aterciopelada al interior de su saco y decidió regresar a su apartamento. En el camino las palabras de Timothy resonaron en su mente una y otra vez.
<<¿Es el anillo? ¿Es ella?
¿Quiero esto? ¿La quiero a ella?>>
Sacudió ligeramente la cabeza con aquella última pregunta. Por supuesto que la quería. En realidad la amaba. Había pasado los últimos dos años de su vida junto a ella, sería imposible no hacerlo. Pero aquel vacío en sus palabras y pensamientos le generaban unas ansias profundas, de esas que sientes en el pecho y no te dejan tranquilo.
¿Qué había pasado?. Solo quería cambiar la sortija. ¿Por qué se sentía así ahora?. No tenía idea.
En el camino restante trató de enumerar una a una las increíbles cualidades de su novia. Había mencionado veintisiete para cuando divisó la entrada del edificio donde vivía y, como si de un juego se tratase, se presionó a mencionar una más antes de ingresar.
Estabilidad, pensó mientras subía por los escalones. Ella representaba estabilidad para él. Sintió una ligera satisfacción y dejó escapar el aire contenido por sus recientes frustraciones. Atravesó el vestíbulo y se dirigió hacia el ascensor, no sin antes recoger la correspondencia de sus casillero. Mientras subía empezó a leer los remitentes en aquellos sobres.
<<Joder, qué ganas de gastar papel >>
Las puertas del ascensor se abrieron y resopló al no haber recibido nada importante. Hasta que llegó al último sobre. Frunció el ceño y atravesó el corredor hasta llegar a la puerta de su apartamento. Introdujo las llaves e ingresó sin despegar la vista de aquel sobre. Un poco presuroso fue la sala de estar y tomó asiento, luego rompió el envoltorio y con cuidado desdobló la hoja que había en su interior.
CASO N° 35579, leyó el encabezado.
Sintió su pecho pulsar hondo mientras sus ojos recorrían palabra por palabra con suma concentración. Dejó el papel sobre la pequeña mesa de centro y se dejó caer contra el respaldar del sillón.
Después de dos años apelando contra los Gallagher, lo habían citado en Nueva York. El juicio final había llegado.
***
Hasta aquí el cap de hoy bellas<3
Felices pascuas, espero que esten practicando distanciamiento social, las amoooo<3<3<3
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Próximo capítulo este miércoles.