Odio Profundo |BL| ©

By Mila_Darkness

5.8M 568K 737K

Dominik Evans es un joven introvertido, preso entre las paredes de su propio hogar. Maltratado por la persona... More

• Introducción
• Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Laguna Inestable

Capítulo 30

103K 10.3K 12.8K
By Mila_Darkness

La pantalla del celular emite brillos incesantes, olvidada entre sábanas adormecidas. Es otra llamada que no pienso contestar mientras me hundo sobre la almohada, con la misma ropa que uso hace días. Varias uñas se arrastran por mis brazos, como si el tenue dolor pudiese apaciguar los terribles recuerdos. Mi estómago gruñe debido a la falta de alimento, pero apenas tengo apetito e incluso comiendo lentamente terminaría vomitando. Solo puedo revolcarme sobre esta miseria que yo mismo he creado, inundado por el resentimiento que he cultivado durante años.

Todavía siento sus manos recorriéndome.

Y quiero odiarlo porque fue demasiado lejos, porque nadie merece sentirse tan vulnerable. Pero entonces el pequeño gatito aparece para reprocharme, maullando angustiado, temblando. La mirada perdida de Aaron al verlo caer, los golpes en su aniñado rostro. Toda esa sangre nauseabunda, el olor putrefacto del callejón. Él es mi karma, una deuda que algún día debía pagar.

Cada acción tiene su reacción, aunque llegue años después.

—¿Merezco esto? —le pregunto a la vacía y solitaria habitación, quien en ausencia del rubio luce lúgubre, sin vida.

He soportado abusos, año tras año aguantando odio, rechazo. Viví cobijado por el miedo, deseando que un golpe mal dirigido me permitiera regresar con mamá. Ser maltratado era más sencillo que enfrentarse a la responsabilidad de convertirse en un victimario. Ahora el remordimiento está oscureciendo mi mente trastornada, enloqueciéndome cruelmente. Estoy atrapado, corro por amplios laberintos que nunca llegan a una salida, mientras las paredes se cierran hasta aplastarme.

—¿Disculpe? —pregunta alguien tocando la puerta, obligándome a mirarla con recelo—. No quiero molestarlo, señorito Evans.

—¿Qué? —consigo hablar, deseando que se vaya. Los empleados domésticos nunca suben al segundo piso, es una norma; a menos que deban limpiar, claramente.

—El cocinero le preparó carne con patatas —dice la señora, inquieta—. Se la dejaré aquí y me iré si quiere, no busco causar problemas.

Dios, Patrick los tiene aterrados.

—¿Por qué cocinaría? —cuestiono sentándome con pesadez—. No lo pedí.

—Wilson lo ordenó —agrega enseguida—. Hace días que se alimenta mal, desde que el señor Evans se fue a su viaje con la señora Miller, y nos preocupa.

—No deberían preocuparse por mí, solo lograrán ser despedidos —le advierto.

—Podemos conseguir otro trabajo —contesta abriendo lentamente la puerta—. Pero la salud pocas veces da la oportunidad de estabilizarse si nadie lo cuida, ni siquiera usted mismo.

—¡No entre! —grito levantándome, asustado. Ella se detiene al instante, apenas consigo ver su pequeña y huesuda mano.

—Lo siento, sé que no debería estar aquí. —Escucho cómo deja algo en el suelo—. También venía para avisarle que tiene una visita esperándolo en el vestíbulo. ¿Le digo que suba?

Mierda, no quiero que nadie me vea así.

—Dile que se vaya. —Camino hasta las cortinas, abriéndolas. Quedo aturdido momentáneamente por la luz, intentando acostumbrarme.

—Pero parece insistente —alega.

Debe ser Kara...

—Está bien, entonces que suba —contesto resignado. La señora se va sin que lo repita dos veces, caminando a paso apresurado.

Apoyo las manos sobre el ventanal, observando mis muñecas magulladas. Tal vez, si me mantengo de espaldas, no descubra los moretones. Incluso mirando mi tenue reflejo noto grandes marcas rodeándome el cuello, me niego a caminar delante de un espejo. Varios golpes retumban en la habitación, haciéndome sobresaltar.

—¿Qué hace un plato abandonado en el pasillo? —pregunta aquella voz que menos esperaba escuchar—. No es por criticar tus costumbres pero...

Él avanza tímidamente hacia mí, arrastrando los pies. Es difícil verlo con claridad a través del vidrio, pero su cabello pelirrojo brilla intensamente. Parpadeo horrorizado, deseando que se vaya antes de que note cómo me encuentro. Ya era complicado imaginar explicarle lo ocurrido a mi mejor amiga, esto es mil veces peor.

—Vete —suelto con rigidez.

—Acabo de llegar —musita visiblemente nervioso—. Entiendo tu enojo, fui un completo idiota y estoy aquí para disculparme.

—¿Qué? —Cruzo ambos brazos—. No tienes que disculparte por nada.

Debe irse, me siento incómodo.

—Merecías que te escuchara, pero solo te ataqué con reproches. —Mira hacia la pared, mordiéndose el labio inferior—. Lo siento mucho, Dominik.

—Es mi culpa —susurro.

Él ve lo que le permito, sería estúpido continuar negándolo: cualquiera pensaría que estoy en una relación abusiva. Pero Fred ignora quién es el verdadero abusador, desconoce que está frente a un chico capaz de descuartizar animales indefensos. Quizás haya cambiado, mis recuerdos bloqueados evitaron que me convirtiera en Patrick, mas el daño creó grietas que perduran hasta hoy.

—No debí dejarme cegar por los celos, actué impulsivamente y preferí creer que eras abusado, antes que aceptar tu rechazo —habla determinado—. Por mi culpa estás faltando al instituto cuando jamás lo haces, has ido incluso con fiebre. No quiero que pierdas clases, ni que estemos mal.

—No estoy faltando por ti. —Clavo las uñas contra mis brazos.

—¿Entonces por qué hace una semana que no vas? —cuestiona acercándose, acto que me pone nervioso—. Y lo más preocupante es que Miller tampoco va.

—¿Cómo lo sabes? —Trago saliva.

—No siento miradas amenazantes sobre mí en los pasillos. —Se encoge de hombros—. ¿Vives con él y no te diste cuenta?

—Se fue —murmuro.

—¿Para siempre? —pregunta esperanzado.

—No. —Aprieto los dientes.

No lo sé.

Aaron parecía tan desorientado cuando desapareció, había algo extraño. Yo estaba regresando a nuestra habitación, todavía tenso y defensivo. Pude darme un baño largo, pero nada consiguió aliviar mis extremidades adoloridas. Ni siquiera soportaba verme sobre el reflejo del agua, todas aquellas marcas... Sentía asco. Lo más repulsivo es que la mayoría no eran de Aaron, se mezclaban con las de Patrick. Tal vez estuve horas allí, quién sabe. Cuando salí solo quise dirigirme a la cama, y en el camino mis ojos cayeron encima de una temblorosa figura que se escondía bajo extensas sábanas.

Él estaba llorando.

Y yo lo ignoré.

Al despertar se había ido, dejando su cama tendida.

—¿Estás bien? —la voz de Fred se escucha lejana.

—No, Fred —susurro—. Estoy furioso.

Aaron Miller nunca tiende su cama.

¿Y si realmente se fue?

Mientras sufro por nuestra maldita pelea, él decide irse como si nada hubiese pasado. Entonces solo ignorará lo ocurrido, será indiferente. Y odio tanto la indiferencia, odio que no se haya disculpado. Yo sí fui capaz de disculparme por haberla jodido, incluso sabiendo que él nunca podría perdonarme.

—¡Hiciste algo horrible! —grito rompiendo aún más mi desgastada garganta—. ¡Me sentía tan impotente! —Golpeo el vidrio bruscamente, manchando la superficie con sangre—. ¡Y todavía una patética parte de mí cree que lo merece!

Las piernas me tiemblan, apenas consiguen soportar mi peso por algunos segundos, termino cayendo sobre ellas. Comienzo a golpear frenéticamente aquellas frías baldosas, hasta que unos suaves brazos me rodean.

—Lo siento —Fred está sosteniéndome contra su pecho—. No sabía que te hice enojar tanto, lo siento —solloza acariciando mi espalda—. Lo siento mucho, pero no reacciones así, es aterrador.

Lo siento, Evans. Por favor, no me lastimes, estaré callado. Ya no dibujo, y tampoco hablo con Alex, no tengo amigos como querías.

Déjame ir, déjame ir, déjame ir.

—¡Déjame ir! —Lo empujo con fuerza, el pelirrojo se aparta enseguida.

—¿Q-Qué? —tartamudea, sus mejillas están húmedas.

—Yo... —Miro hacia mis nudillos enrojecidos—. No quería lastimarte.

—Intento ser razonable contigo, creéme que lo intento. —Se sorbe la nariz—. Pero esto me sobrepasa, y no quiero ninguna excusa.

—Lamento haberte empujado —hablo mirándolo directamente por primera vez desde que llegó.

—No desvíes el tema. —Su semblante se oscurece, luciendo extraño en él—. Vine aquí dispuesto a escucharte, a intentar comprender tu situación, pero mírate... —Se detiene para tocarme el rostro, entrecerrando los ojos—. ¿Miller hizo esto?

Le da igual que lo empujara.

—No lo entenderías —respondo poniéndome de pie, tembloroso.

—Tania Smith era mi mejor amiga —empieza a decir—, tenía un novio llamado Simon. Él parecía amable, considerado, nunca lo verías siendo agresivo. —Su cuerpo está rígido, aún permanece arrodillado—. Le creí, alenté la relación que ambos compartían, y ella fue asesinada. —Se limpia varias lágrimas con las manos—. No vi ninguna señal, jamás imaginé que necesitaba ayuda. Luego del funeral pasé noches recordando esas veces que cancelaba salidas a último momento, cuando traía puesto más maquillaje de lo usual, o cómo se volvió difícil escucharla reír —solloza—. Solo tenía dieciséis, Dominik.

Ahora lo entiendo.

Teme que termine así, y no puedo culparlo. Las banderas rojas se alzan cuando Aaron camina, pero ahí está el punto: no finge ser amable, es alguien roto que necesita romper para sentirse reparado. Hay justicia poética en dañar a quien te destruyó primero.

—Quiero salvarte —murmura cabizbajo.

—No quiero ser salvado —admito.

—¿Tanto lo amas? —La desesperación recorre cada una de sus facciones, se está rompiendo.

Otra persona más que sufre por mi culpa. Solo daño a quienes me rodean, los hago miserables. Patrick tiene razón: soy una basura, ningún tipo de compasión debe serme entregada.

—No es amor, es odio: odio hacia mí mismo —espeto entre dientes, la respiración se me acelera—. ¿Crees que soy la víctima?

Responderá que sí, verá únicamente lo que desea ver. Cuando te encasillan en un papel, es muy difícil salir de él. Habiendo tantos matices, tantas facetas, todavía piensan que somos blanco o negro.

—Sí, debes reconocerlo para que pueda ayudarte —habla levantándose con inquietud, sin acercarse. Permanece inmóvil, como si un solo movimiento lograra alterarme.

Como si tuviera miedo.

—Entonces, cuando alguien mata a un gato, ¿quién es la víctima? —siseo dispuesto a contarle la verdad, por fin me conocerá.

—No entiendo... —Frunce el ceño, confundido.

—Dime quién es la víctima —le ordeno con impaciencia.

—El gato —musita.

—¿Y si un niño es abusado durante seis años, recibiendo tanto acoso al punto de tener marcas en su cuerpo que jamás desaparecerán, suplicando piedad sin recibir ayuda? —La ira contenida me domina mientras el veneno abandona mis labios—. ¿Tú qué crees que es?

—Una víctima. —Respira hondo, nervioso.

—¿Si te dijera que yo lo hice? —Avanzo hasta él, quedando demasiado cerca. Está observando fijamente cada marca que poseo, consternado—. ¿Que fui capaz de golpear constantemente a ese niño, una y otra vez, ignorando cualquier súplica? —Comienzo a ver borroso, la presión en mi pecho aumenta—. Sangraba, se retorcía sobre el mugroso suelo, temblaba en busca de una persona que pudiera salvarlo, pero nadie llegó.

—Mientes, tú no serías capaz —se niega a entender.

—¿En qué me convierte? —pregunto tomando su mano, la cual aparta.

—No, no eres así. —Retrocede casi tropezando.

—¡Dime en qué me convierte! —le grito dolorosamente, sintiendo aquella conocida humedad manchando mi rostro—. ¡Soy un monstruo, Fred! ¡Arruiné su jodida vida, abusé de Aaron Miller durante años y no sé hasta qué punto porque apenas puedo recordarlo!

—Eras un niño también, estás exagerando —alega respirando con dificultad—. ¿Y si él miente? Tal vez quiere hacerte creer que fuiste malo...

—¡Eres imbécil! —suelto sin pensar, furioso—. ¡Tú no estuviste allí, nunca has visto lo inhumano que fui, no comprendes su dolor! —Mi garganta arde—. ¡Él dice la verdad porque marqué su jodido cuerpo y todavía tiene esa horrible cicatriz! ¡No te atrevas a justificarme diciendo que éramos niños!

—¿Por ello dejas que te golpee? —susurra entre sollozos—. ¿Crees que no vi esos hematomas bestiales en tu cuello? —Estira ambos brazos, sosteniéndome por los hombros—. ¿Las marcas que cubren tus muñecas? —Su respiración entrecortada choca contra mí—. ¿También fue consensuado? Dominik, parece un maldito abuso sexual.

—No, no fue... —digo apartando la mirada, aún exaltado—. Lo intentó, pero se detuvo.

—Jamás conseguiré entenderte. —Se aferra a mí, estremeciéndose. Tiene los ojos cristalizados y rojos—. Solo ven conmigo, escapa del dolor. Mamá no tendrá problema, estarás a salvo.

Ya me cansé de huir, prefiero enfrentar las consecuencias.

—No voy a justificarlo, sé que estuvo mal —hablo más calmado, cesando los latidos estrepitosos de mi corazón.

—¿Estuvo mal? —Arquea las cejas, angustiado—. Dominik, es más grave que eso —suspira desconcertado—. ¿En serio crees que mereces ser violado? Da igual si no llegó a hacerlo, lo intentó. —Me acaricia los hombros—. ¿Cómo puedes sentirte seguro a su lado? Nada te garantiza que se detendrá esta vez.

No me siento seguro.

La puerta es abierta con violencia, logrando asustarnos. El estruendo resuena contra las paredes mientras Aaron entra en nuestra habitación, tambaleándose. Luce terrible: grandes ojeras opacan su pálido rostro, aquel cabello rubio parece irreconocible, completamente despeinado y sucio. Tiene puesta...¿Esa es mi jodida camisa verde? Está mal acomodada, manchada con líquidos de dudosa procedencia.

Parece un vagabundo.

—¿Q-Quieren? —Nos extiende una botella vacía de vodka—. Mamá dice q-que el alcohol es veneno.

Fred y yo compartimos miradas, conteniendo el aliento, sin saber cómo reaccionar. No esperaba verlo todavía, menos en tal estado, genera mil sensaciones desagradables que prefería evadir. El pelirrojo se aparta enseguida, dejando de sostenerme. Pienso que es para evitar un conflicto, pero quedo paralizado cuando noto que empieza a caminar en su dirección.

—Si tú no te defiendes, lo haré yo —sentencia parándose frente al rubio, quien tiene la mirada atontada.

Lo toma de mi camisa, golpeando su cuerpo contra nuestra puerta, cerrándola. El primer puñetazo le destroza el pómulo, su labio es partido al segundo impacto. Aaron permanece en silencio, quieto como un cadáver. Fred lo empuja hacia las frías baldosas, pateando su estómago con demasiada fuerza. La ira me recorre lentamente, formando nudos alrededor de mi pecho. Los sonidos se distorsionan, solo escucho el inconfundible sollozo que emite, retorciéndose ante las agresiones.

—E-Evans, detente... —ruega en un susurro, atormentado—. S-Seré bueno, seré b-bueno. —Cierra los ojos, la sangre cae por su barbilla—. N-No, por favor —gime adolorido—. Soy h-horrible, m-mi cuerpo es a-asqueroso.

No, no, no.

—Suéltalo —siseo inmóvil—. ¡Suéltalo, Fred!

—¡Se lo merece! —Se inclina sobre él, agarrando su cabello descuidadamente.

Reacciono enseguida, corriendo hasta ellos sin importar que cada centímetro de mi piel arde. Tomo al pelirrojo por la espalda, quien se resiste ferozmente, pero consigo separarlo de Aaron. Este me mira aturdido, con los nudillos rojos.

—Tú lo has dicho, no me entiendes. —Lo obligo a pararse, sujetándolo—. Sé que te preocupas por mí, pero golpearlo solo empeorará las cosas.

Y duele.

Ver cómo es violentado no genera la satisfacción que debería, incluso tengo que controlar el impulso de agredir a Fred. Saber que regresó, si bien alerta mis sentidos, también es tranquilizador. Le podría haber pasado cualquier cosa en las calles, está muy ebrio. Además se fue creyendo que lo manipulé, que jugué con él todo este tiempo. Había dolor en sus ojos, traición.

—Vete, por favor —hablo cansado, frotándome la frente—. Perdón por ser un amigo de mierda.

Una persona de mierda.

—Nunca había golpeado a nadie. —Observa la figura inerte acurrucada junto a nuestros pies—. Fue increíble.

—Creí que iba a... moverse —suspiro deseando no sentir ganas de arrodillarme y reconfortarlo.

Confundió a Fred conmigo.

Tengo demasiadas emociones a la vez, tantas que terminan ocapándose entre sí, haciendo que desaparezcan por momentos, volviéndome inestable. Soy contradicciones constantes, albergando culpa y absolución; la piedad mezclada con crueldad, el dolor consolador.

—Dominik, no eres un mal amigo. —Sonríe con tristeza—. Aunque no te entienda, estaré aquí. —Me abraza afectuosamente, puedo percibir el latido acelerado de su corazón—. Cuídate y regresa pronto al instituto, las clases son aburridas sin ti.

Sonrío agradecido, retándome por haberlo juzgado tan duramente. Sí, quizás no habló de la mejor forma, pero sus intenciones eran buenas. Siempre hubo cierta verdad en aquellas hirientes palabras, un golpe realista: acabaremos mal. Estamos a eones de tener una convivencia normal, el destino nunca debió relacionarnos íntimamente. Éramos enemigos, aún lo somos. Y aunque anhele redimirme, no valdrá la pena cuando llegue el final.

Nos destruiremos mutuamente.

Me recuesto contra la pared, sentado en mi cama. Varias gasas usadas se esparcen por doquier, junto a toallas húmedas que sirvieron para limpiar las heridas del rubio. Lo más eficaz hubiese sido buscar un botiquín decente, pero el desgano era mayor. Aaron continúa inconsciente, no es como si pudiese quejarse del mal cuidado. Su cabeza descansa sobre mis piernas estiradas, dormitando cómodamente. Fue bastante tedioso quitarle la camisa (que me pertenece, debo recordarle lo descortés de tomar ropa sin permiso) pero era necesario, olía a muerte. Bueno, todavía sigue apestando, hecho que no puedo juzgar: también necesito bañarme.

—N-no... —balbucea llamándome la atención—. S-Soy feo.

—Eres todo menos feo. —Acaricio su cabello, intentando adormecerlo otra vez.

—N-nadie... se a-acostaría... con M-Miller —murmura inquieto, moviendo los pies como si quisiera correr.

¿Por qué te diría algo así?

Está claro que fui el causante de tales comentarios, pero me cuesta comprender cuál fue el contexto. Hay cosas que no sé, evidentemente. Temo preguntarle y alterarlo, mi cuerpo tiembla ante la posibilidad de que ocurra lo peor.

—D-Dominik... —La piel se me eriza al ver cómo abre los ojos—. ¿Eres tú?

—Sí —respondo cuidadosamente.

—E-Entonces vete a la mierda —escupe con voz ronca, apartando su mirada.

No pienso pelear.

—Estás herido y vulnerable, te recomiendo no hacer enojar al chico que ha leído suficientes novelas policiales como para saber deshacerse de un cuerpo sin dejar rastros. —Me alejo un poco, permitiéndole sentarse a regañadientes.

Todavía se encuentra ebrio, aunque más orientado. Apoya su espalda cerca de mí, con nuestros hombros casi rozándose. La tranquilidad parece abandonarme, convirtiéndose en tensión. Odio lo impredecible que es Aaron, pocas veces logro descifrar sus acciones. Ahora está relativamente calmado, pero quién sabe cuánto durará.

—Te odio —masculla observando algún punto lejano.

—También me odio. —Sonrío conteniendo las patéticas ganas de llorar.

—P-Prefiero que no lo hagas —admite extrañamente apagado, con voz desconsolada.

—¿Por qué? —cuestiono suspirando.

—Porque es d-difícil odiarte así. —Abraza sus rodillas, pegándolas al pecho.

Entrelazo los dedos en mis sábanas, queriendo destrozarlas. Me muerdo las mejillas con tanta fuerza que siento el sabor metálico enseguida, ahogándome. Suelto un jadeo, y luego otro, hasta que termino llorando sin contención. Los lamentos hacen eco en la habitación, idénticos a banshees molestas.

—N-No sé qué es real —susurra lamiéndose el labio—. P-Por favor, deja de fingir que te importo. —Se tambalea levemente—. Duele.

Luce tan pequeño.

—Pero sí me importas —confieso, Aaron levanta la cabeza con sorpresa.

Él posiblemente lo olvide, qué más da.

—¿Entonces p-por qué estabas en sus brazos? —reprocha mirándome demasiado cerca, incluso consigo verle algunas pecas.

—Porque es mi amigo. —El sol ha desaparecido en su totalidad, nuestra habitación apenas tiene la escasa luz artificial que entra por el ventanal.

—L-Los amigos no deberían besarse. —Nuestras narices se rozan brevemente—. E-Es triste lo bonito que t-te ves con él.

Aaron estando ebrio desborda honestidad, parecen personas totalmente diferentes. La calidez invade mi pecho, una suicida necesidad de abrazarlo aparece. Obedezco los impulsos irracionales, rodeando al rubio sin pensarlo dos veces. Entierra el rostro en la pequeña curva que forma mi cuello, sus manos me toman por los hombros, aferrándose.

—Yo soy el monstruo —murmura agotado.

Continue Reading

You'll Also Like

45.3K 5.4K 16
"Dos personas que se han conocido por varios años, lo han clasificaron como amistad pero, ¿es suficiente para ellos?" advertencia: La historia es fic...
281K 34.7K 41
¿Puedes imaginar conocer al amor de tu vida en una salida simple al bosque? ¿No, cierto? Pero déjame decirte que si es posible. Jack, es el hijo varó...
300K 26.8K 35
«El estilo de vida de las familias de la élite parecía tan lejano para alguien como él que, cuando se encuentra en medio de una antigua disputa, acep...
342K 43.5K 38
la familia Sinclair, una familia compuesta de alfas (a excepción se la madre) todos alfas dominantes o de mando. excepto por dos, el señor Sinclair...