El amor en los tiempos del in...

By Cambel_a

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¡Vamos, conéctate! ¿Qué es lo peor que podría ocurrir? ¿Enamorarte de una extraña a miles de kilómetros? ¡Por... More

Dedicatoria
Nota
PARTE 1: DEL AMOR Y OTROS VICIOS
Capítulo 1: La maga
Capítulo 2: Un fin de semana cualquiera
Capítulo 3: Solicitud de amistad
ANEXO 1: Perfiles de facebook
Capítulo 4: La noticia
Capítulo 5: Trampolín
Capítulo 6: ¡Skype!
Capítulo 7: Noche de fiesta
ANEXO 2: Perfil de facebook
Capítulo 8: Adrenalina
Capítulo 9: Récord
Capítulo 10: Magnus
ANEXO 3: Personajes de Magnus
Capítulo 11: Terapia a la distancia
Capítulo 12: Día de campo
Capítulo 13: Confusiones
Capítulo 14: Direcciones
Capítulo 15: Feliz cumpleaños
Capítulo 16: Sin conexión
Capítulo 17: System error
PARTE II: CORAZÓN CORAZA
Capítulo 18: Fiebre
Capítulo 19: Achicopales
Capítulo 20: Conexión virtual
Capítulo 21: Ponerse al día
Capítulo 22: Lenguaje
ANEXO 4: Diccionario de Leanguadismos
Capítulo 23: Nuevas experiencias
Capítulo 24: Bloqueado
Capítulo 25: Signa amoris
Capítulo 26: Abstinencia y reencuentro
Capítulo 27: Dulces quince años
Capítulo 28: Tenemos que hablar
Capítulo 29: Hablar de amor
Capítulo 30: Magia y Arte
ANEXO 5: ¿Qué es el amor?
Capítulo 31: Moulin Rouge
Capítulo 32: Hermandad
Capítulo 34: Navidad
PARTE III: AMOR ETERNO
Capítulo 35: Una rosa
Capítulo 36: La persona más afortunada del planeta
Capítulo 37: Nuevos sabores
Capítulo 38: Arte
ANEXO 6: Diccionario de Leanguadismos, segunda edición
Capítulo 39: 14 de febrero
Capítulo 40: Crisis
Capítulo 41
Capítulo 42: En el puff con forma de pelota de fútbol
Epílogo: Último anexo: Cosmos*
Nota final y agradecimientos
Instagram

Capítulo 33: A la distancia de un clic

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By Cambel_a

El domingo, después de uno de esos largos viajes en silencio con mi padre, que ahora que no tenía mi celular eran más aburridos aun, llegamos finalmente a la ciudad. Ni mi madre ni Darío se encontraban en casa, seguramente estarían ocupados con algún asunto de su bebé nueva.

Me despedí de mi padre y de inmediato fui hacia mi computadora para comunicarme con Guada, era lo único que podría hacerme sentir mejor y sacarme la acidez por completo. La extrañaba demasiado y también quería saber qué habría pasado con Gus, aunque a la vez prefería no enterarme de nada, era extraño y contradictorio. De lo único que estaba seguro era de que quería hablarle.

Pero lamentablemente, ella aún no estaba en línea, quizás continuaría en el cumpleaños de Gus, o quizás ya estaría volviendo. ¡Qué impotencia depender únicamente de la tecnología para estar con ella!

—¡Lean! ¿Ya llegaste a la ciudad? ¿Ya estás de nuevo en la civilización? –me llegó un mensaje de Bruno a Facebook y entonces recordé que tenía un tema pendiente para hablar con él.

—¡Le has estado hablando a Maca! –le escribí—. ¡Te dije que no lo hicieras!

—"¡Hola, Bruno! Tanto tiempo, ¿cómo te fue el fin de semana?" –me evadió él—. Así es como se inician las conversaciones, Lean.

—¡Bruno! –Me iba a hacer perder la paciencia.

—Ya, ya, no pasa nada, ustedes terminaron, ¿cuál es el gran problema? Solamente hemos estado hablando para conocernos.

—El problema es que te conozco demasiado –le respondí.

¿Solo le hablaba para conocerla? ¿Sin ninguna intención física de por medio? Tratándose de Bruno, no le creía ni una palabra de eso. No quería que ella se ilusionara y Bruno terminara por romperle el corazón, como solía pasarle a algunas de las chicas que salían con él, porque mi amigo era un desconsiderado.

—El problema es que te preocupás demasiado –me escribió él—. Ni siquiera sabe que soy tu amigo, pensé que decirle eso me podría dar una mala reputación.

—¿Cómo fue que le hablaste? ¿Cómo siquiera empezaste esa conversación? ¿Y por qué?

—Porque Maca es linda y vos terminaste con ella. No va a pasar nada, ni siquiera nos conocemos en persona.

Yo sabía que eso no era impedimento para nada, pero decidí dejarlo ahí, porque justo en ese momento me llegó un mensaje de Guadalupe al Facebook:

—¡Lean! Acabo de llegar a mi casa, ¿podemos hablar?

¿Hablar? ¡Claro que podemos hablar! ¡Eso era lo que más quería hacer! ¡La había extrañado durante todo mi fin de semana en el campo! ¡Y además, quería hablar con ella sobre lo mal que me había hecho sentir el hecho de que se hubiera ido tanto tiempo con Gus! Sí, probablemente eran celos, si ella le quería llamar así, se lo confesaría con el nombre que ella quisiera ponerle a este Dragón de las Colinas que había estado sintiendo en mi estómago durante dos días.

—¡Claro que sí! –le respondí, y de inmediato me conecté a skype. Mi charla con Bruno podía esperar.

—Qué suerte que estabas conectado –me habló Guada apenas la llamé, y su voz sonaba triste—, solo contigo quería hablar.

—¿Qué pasó? –comencé a preocuparme a la vez que sentía cómo se activaban mis instintos de protegerla ante cualquier cosa.

Mis celos y mis problemas de inmediato habían quedado muy atrás en mi lista de prioridades. Ahora lo principal era entender qué le sucedía y curarla como fuera posible.

—De todo –comenzó a contarme ella, hablaba muy bajo, casi como susurrando—. Fue horrible, y ni siquiera he podido comer aguacate para sentirme mejor. –Pausó para tomar una gran bocanada de aire y luego continuó—. Verás, mis padres no sabían que yo estaría en la playa, mi maldito hermanito les terminó contando todo, no sé ni cómo se enteró él. ¡Me fueron a buscar! ¡Me humillaron delante de todos mis amigos allá! –Guada sonaba muy frustrada y a mí me estaban dando demasiadas ganas de salir ahora mismo para México y abrazarla fuerte, tenerla en mis brazos y asegurarle que nunca jamás se sentiría humillada porque yo no lo permitiría.

—Mi padre me quitó el trago que tenía en la mano –continuó relatando ella—, y lo aventó contra el suelo. Después mi madre me tomó del brazo y me obligaron a volver con ellos. Hace poco se habían enojado conmigo por mis calificaciones en el colegio y están enojados desde entonces, por eso no les había comentado del cumpleaños de Gus, porque sabía que no me permitirían ir. Y luego –hizo una pausa para soltar unos quejidos involuntarios, era más que obvio que estaba llorando ahora mismo y reconocer aquello me produjo un nudo en la garganta—, luego ellos dijeron que definitivamente no iban a gastar ni un peso en mi futuro como artista. Que ahora eso era seguro, estaban determinados a no pagarme mi educación universitaria si yo elegía aquello para mi vida. Me dijeron que mis cuadros no eran tan buenos y que me pusiera a estudiar algo de verdad en vez de perder el tiempo jugando con las pinturas.

¿Qué? ¡Cómo se atrevían!

—Eso no es cierto –no pude contenerme y tuve que intervenir en su monólogo—. ¡Tu arte es bellísimo! Sé que vas a poder vivir de tus cuadros.

—Ya no lo sé –suspiró ella—, pero de todas formas cuando me dijeron eso los mandé al demonio y entonces mi madre me quitó el celular y no va a devolvérmelo hasta que mejore las calificaciones del colegio. ¡Y eso no es lo peor! Estoy en un gran conflicto emocional. –Hizo una pausa—. No sé cómo contarte esto... Lo peor es que... justo antes de que mis padres llegaran, Gus quiso besarme y cuando estuvimos así de cerca, así de a punto de hacerlo, como tan natural me había salido otras veces, me di cuenta de que no quería besarlo. ¡Porque quiero besarte a ti y solo a ti, Lean! –Largó unos quejidos más.

Medité unos momentos lo que acababa de escuchar. Guada había estado en esa situación, ¡a punto de besar a Gus! No pude evitar el dolor punzante en el pecho. Pero por otro lado, no lo había hecho, no se habían besado... Guada me amaba a mí...

No tenía idea de cómo reaccionar ante eso. Yo no había querido que besara a Gus, pero definitivamente no quería que se sintiera tan mal, tan desolada. Se me estrujaba el corazón de escucharla tan mal.

—¿Qué me has hecho? –continuó, vulnerable—. Ya has penetrado muy profundo en mí y no puedo escaparme, estoy perdidamente enamorada de ti. ¡Y ya no quiero palabras, ni fotos, te quiero a ti! –Después de exclamar aquello el volumen de su voz comenzó a ir decreciendo—. Quiero poder estar contigo y ni siquiera eso puedo hacer, estoy sola en este mundo horrible, ¿por qué no mejor me muero?

—¡No! –intervine, con la voz quebrada—. ¿Qué sería de mí si te morís? La vida es dura, lo sé, está llena de obstáculos, pero los superaremos, te prometo que estaremos juntos, que vamos a poder besarnos y abrazarnos.

—¿Por qué eres tan positivo? –Sonaba frustrada.

—¡Porque es cierto!

—¿Cómo sabes que vamos a poder vernos? –balbuceó ella entre pequeños espasmos.

—¡Ya te lo dije antes! Vamos a poder vernos porque te lo prometí, porque quiero que eso pase –le aseguré—, y si vos querés que eso pase, entonces tiene que cumplirse.

Odiaba esta realidad, yo también odiaba estar tan lejos de mi persona favorita. Pensé que cuando yo escribía, en mis cuentos, sucedía lo que yo quisiera que sucediera, yo tenía el control absoluto de todo, pero no era así con la vida real. ¡La vida real es frustrante!

Las cosas son como son: estábamos a miles de kilómetros de distancia, y eso nos jugaba en contra, pero por supuesto que se podía modificar. No tenía por qué ser así por siempre. Si realmente lo queríamos, teníamos que poder estar juntos físicamente. No sería sencillo, pero tenía que ser posible.

Ahora más que nunca estaba determinado a hacer real ese viaje, juntaría el dinero necesario, convencería a mis padres, haría todo lo que estuviera a mi alcance para lograr llegar a ella y por fin poder abrazarla.

—Sabía que tenía que hablar contigo, eres lo único por lo que vale la pena vivir –suspiró Guada, quizás un poco más calmada. Pero estaba muy sensible, aquello no era cierto, había miles de razones por las que vivir además de mí.

—Vos vas a vivir, porque sin vos no valdría la pena que existiera el mundo –le dije, convencido—. Sos mi persona preferida.

—De acuerdo, no necesito que uses tus dones de lambiscón –no supe si lo decía en serio o en broma—, no trates de subirme la autoestima.

—¡No! ¡Basta de llamarme así! Todo lo que digo es cierto. Aunque estés allá en el norte tan lejos y no podamos vernos en persona, el hecho de saber que existís me reconforta, así que no te podés morir, tenés que ser inmortal.

La escuché reírse apenas.

—Ser inmortal no estaría mal, pero solo si no envejezco, qué horrible ser viejo por toda la eternidad.

—A menos que tengas buena salud –argumenté, notando que su humor estaba cambiando de a poco—, yo no voy a tomar alcohol nunca más porque estoy cuidando a mi viejo del futuro.

Ahora Guada largó una pequeña carcajada y me provocó una sonrisa automática en respuesta a aquel sonido.

—Tú no tomas porque eres un amargado, no porque estés cuidando tu salud.

—No soy amargado, el alcohol sabe mal y me desconecta el cerebro.

Ella volvió a reírse y yo me sentí un poco aliviado de que ya no se sintiera tan desdichada.

—Gracias, Lean, por tu compañía. Gracias por hacerme sonreír incluso a la distancia. Me estaba sintiendo muy sola, en un pozo negro y profundo, sin salida. Es increíble cómo hablar contigo me genera un rayito de luz de esperanza, tus poderes funcionan incluso aunque estés a miles de kilómetros de distancia. Bueno, no por nada tu curandero es un clérigo de luz, ¿verdad?

Me reí embobado. Hablar con ella me hacía muy bien, pero saber que a ella le estaba haciendo bien hablar conmigo me hacía sentir que realmente me invadía una luz por dentro. Sentía que ese era mi propósito en la vida y que lo estaba haciendo bien.

—Siempre voy a estar para vos –le respondí—. A la distancia de un clic.

—Qué linda frase –me respondió, sorbiendo por la nariz—, espero que en algún momento estés más cerca. Te amo con cada bit de mi corazón pixelado, curanderito.

—Y yo te amo a vos, mi maga.

Ya no tenía ganas de hablar de Gus, estábamos hablando de amor y aquello siempre nos envolvía en una atmósfera de bienestar, quizá era por eso que nos habíamos vuelto adictos a ello. Entonces, mientras conversábamos de cuánto nos amábamos y nos decíamos lo bien que nos hacíamos sentir, recordé mi conversación con Juli y una duda vino a mi memoria: ¿cómo preguntarle si quería ser mi novia? Suponía que entonces era el momento perfecto, pero jamás había hecho una pregunta así, no voluntariamente, al menos. Me esforcé por recordar cómo se lo había preguntado sin querer a Maca, que era toda la experiencia que tenía al respecto.

—Guada, ¿qué opinás de las relaciones a distancia?

—¿Te refieres a las relaciones como la nuestra?

—Sí, supongo.

—Pues desde que empecé a enamorarme de ti, algo en mí me decía que no podía ser, que no tenía sentido, que nos dañaríamos. Sin embargo, por otro lado, la otra parte de mí simplemente quería arriesgarse y confesarte lo que estaba sintiendo.

—Y qué bueno que lo hiciste. –Le sonreí con ternura aunque no pudiera verme—. ¿Qué opinás específicamente de los noviazgos a distancia?

Tardó unos minutos en responderme.

—No soy partidaria de los compromisos, tampoco de las etiquetas. De todas formas, creo que no podríamos ser novios estando tan lejos como estamos.

—Entiendo. Pero la distancia no significa nada, cuando alguien lo significa todo –reflexioné—, mirá, ahora por ejemplo, con solo escucharte decirme que me amás siento que se borra la distancia entre nosotros.

Hizo un sonido agudo como si aquello le hubiera provocado mucha ternura, y después dijo:

—Me sucede lo mismo, pero a la vez me siento muy vulnerable, podrías dañarme muy fácilmente, más fácil que nadie.

—Ya te dije que jamás te dañaría. Me odiaría a mí mismo si lo hiciera.

—Yo pienso lo mismo, pero ya sabes cómo es el amor.

—De todas formas ya estamos enamorados –me percaté—, ¿verdad?

—Sí, ya la hemos fregado... —Escuché que Guada hacía una pausa para meditar—. Entonces... ¿quieres ser mi no-novio? –me propuso.

Me reí, pero por dentro sentí que me invadía la ternura, no le encontraba diferencia a ser su novio o ser su no-novio, simplemente era otra etiqueta de las que ella decía no ser partidaria.

—Sería todo un honor, señorita maga –le respondí.

Guada largó una risita tímida, muy poco común en ella.

—¿Y ahora qué? –me cuestionó—. Es exactamente lo mismo, estamos en el mismo lugar. Me muero por estar contigo, por hablarte, por abrazarte, por verte al menos... ¿Quieres que hagamos videollamada?

Acepté, por supuesto. Siempre me generaba cierto pudor antes de aceptar aquella llamada en la que se vería mi rostro, pero la promesa de verla a ella me daba el valor suficiente para apretar el botón de aceptar.

Y entonces la pantalla se llenó con su rostro, sus ojos grandes, su sonrisa perfecta y su cabello ahora azul. Sus ojos estaban algo vidriosos, se notaba que había estado llorando hacía poco.

—¡Hola, mi nuevo no-novio curanderito! –me saludó, a la vez que hacía el gesto con la mano—. Me gusta hablarte así, por videollamada, así puedo ver cuando te sonrojas y ver tus pecas en vivo y en directo.

Me reí.

—Te ríes bonito –puntualizó, guiñándome un ojo y yo sentí que comenzaba ruborizarme.

—Bastaaa, lambiscona.

—Te pones colorado tan fácil –se rió ella señalándome con un dedo mientras se reía—, continuaré. Por cierto, te ves adorable despeinado.

—Bastaaa, dejá de intentar seducirme –le pedí. Podía sentir el calor en mis mejillas.

—Es que en esta relación alguien tiene que seducir, tú no puedes, así que tengo que hacerlo yo –se volvió a reír ella.

Qué graciosa, al parecer ya estaba de mucho mejor humor.

—¿Cómo que no puedo seducir? ¿Me estás retando?

Guada largó una tierna pero pequeña carcajada mientras arrugaba su nariz, me encantaba ese gesto.

—No puedes –declaró—, ¿acaso puedes hablar sucio siquiera?

La miré con expresión arrogante, ¿con quién se pensaba que estaba hablando?

—Claro que puedo –le dije, antes de carraspear y así darme tiempo para pensar algo sucio que decirle... ¿qué diría Bruno?—. Entonces, mi querida no-novia, ¿nos mandamos nudes? –le propuse, seguido de un guiño, ¡pero Guada comenzó a reírse!—. ¿Querés ver qué tan grande...? –comencé a preguntar pero no pude más y estallé en una carcajada.

—¡No puedes! –me acusó ella, mientras se reía y yo simplemente disfrutaba de aquel sonido que había reemplazado a su voz triste y angustiada de hacía unos momentos atrás.

—¡Es más difícil de lo que pensé! –me defendí—. Seguro que sí puedo, ¡pero no si te estás riendo!

Ella se volvió a reír.

—Eres adorable –concluyó.

Me crucé de brazos y la miré lo más serio que pude.

—No te preocupes –me trató de convencer—, no necesitas hablar sucio, tú seduces con tu ternura. Es un nuevo sub-arte de la seducción que no sabía que existía, pero que los científicos hemos descubierto gracias a ti.

Guada se reía y se burlaba de mí, pero estaba diciéndome entre líneas que yo ya la había seducido, de alguna otra forma no convencional, pero lo había hecho. Y la verdad era que ella a mí también.

—Lean, ya puedes dejar de estar colorado. –Se volvió a reír de mí.

—No es por vos –le mentí—, es porque hace calor acá.

—¡Pero si estamos a fines de noviembre! Tengo aquí la calefacción encendida.

—Bienvenida al polo sur. –Me reí, mientras giraba mi computadora para mostrarle que tenía el ventilador funcionando en velocidad tres. Lo del calor era cierto, en mi planeta nos encontrábamos en plena primavera.

—Bueno, en ese caso –me habló seductoramente—, ¿por qué no te desabrigas un poco? En otras palabras, porque ya sé que contigo tengo que ser directa: ¡hazme un baile sensual! —Aplaudió emocionada.

—¿¡Qué!?—me negué—. Hacelo vos primera.

—No, porque aquí hace frío, pero si tu baile es lo suficientemente bueno, quizá después te haga uno yo –me negoció.

Al final, no sé cómo, pero me terminó convenciendo. Bueno, quizás sí sé cómo, supongo que mi amor por ella me ponía en un estado en el que haría cualquier cosa que me pidiera. Y con más razón si aquello la hacía sonreír, y con más ganas si después la vería bailar yo a ella.

Guada eligió y puso la música, que por supuesto era una clásica música de strip-tease: "You can leave your hat on" de Joe Cocker. Luego se puso cómoda en su silla y me miró con un gesto que quería decir algo como que qué estaba esperando para comenzar cuanto antes.

Me mordí el labio inferior mientras negaba con la cabeza y ponía los ojos en blanco, realmente iba a tener que hacer esto por ella.

—De acuerdo –dije—. Beto, no mires.

Me troné los dedos y luego el cuello, si mi no-novia quería un espectáculo, un espectáculo tendría. Le mostraría que sí podía seducir. Me levanté y giré la silla para sentarme con el respaldo hacia adelante. Comencé a mover mi cabeza al ritmo de la música y Guada se rió, ja, ya no se reiría después de este baile sensual que la dejaría con la boca abierta, ya vería ella.

Luego me levanté y comencé a bailar torpemente al ritmo de la música, pero Guada comenzó a aplaudir cuando empecé a quitarme la remera, es decir, la playera en idioma de Guada. La levanté un poco y comencé a subirla muy lentamente, hasta que al fin me la saqué y la revolé un ratito por sobre mi cabeza, ¡¡justo en el momento en que mi madre entró sin avisar a mi habitación!!

—¡¡Ahh!! ¡Mamá! –grité asustado y sorprendido con un grito agudo, mientras me cubría el pecho con la remera y ahora sí me sentía el rostro súper rojo.

—Lean, recién llegamos –me intentó saludar ella, pero se quedó asombrada en cuanto me vio—. ¿Qué estabas haciendo? –me inquirió, entrando descaradamente y acercándose a la computadora.

Guada no podía parar de reírse aunque estaba intentando disimularlo y fue algo lenta para pausar la música.

—¿Ella es Guadalupe? –me preguntó mi madre, y pude apreciar como de inmediato el rostro de la maga comenzó a teñirse también de rojo.

—Sí –le respondí, conteniendo mis ganas de reírme, mientras me volvía a poner la playera—. Te la presento, mamá ella es Guada; Guada, ella es mi mamá.

Vaya forma de presentarla. Pero sorprendentemente fue un buen pie para hacer bromas y que se conocieran, tuve que explicarle a mi mamá que hacía calor y que por eso me había sacado la remera.

—Claro –me dijo—, dicen que bailar mientras te desvestís te saca el calor. –Se rió ella, sin creerme ni una palabra.

¡Qué vergüenza!

Por suerte, luego, mi madre aparentó normalidad, se presentó y le presentó a mi hermanita en la panza. Me imagino que ella entendió de inmediato lo que estaba sucediendo, pero prefiero pensar que no, que me creyó mi mentira.

Mi madre nos contó a ambos que acababan de llegar de un control y que probablemente la pequeña nacería en el mes de febrero. Después le hizo algunas preguntas a Guada, entre estas, le preguntó qué quería ser cuando fuera grande.

—Artista –dijo ella, con timidez.

—¡Oh sí! –exclamó mi madre—. ¡Lean me contó que tenés mucho talento!

—Sí –intervine—, tenés que ver sus cuadros.

Aproveché para entrar a Facebook y mostrarle a mi madre los cuadros que Guada había subido ahí, aunque Guada se negara sutilmente con frases como "no hace falta". Pero la ignoré, porque yo quería que mi madre los viera y que los halagara, entonces la maga vería que mis opiniones no eran de lambiscón, que eran objetivas, que más gente pensaba que tenía talento.

Me derretí al ver su rostro tímido pero feliz recibiendo y agradeciendo los comentarios de mi madre sobre sus creaciones. Y entonces me di cuenta de que aquello era todo lo que me importaba, pensé que probablemente ese sería mi objetivo en esta vida: hacer feliz a mi maga preferida. Usar la supuesta luz de mis hechizos de clérigo para ayudarla a estar bien y que así ella pudiera asombrar al mundo con su magia y sus poderes. Eso era lo que más importaba.

************

¿Qué les pareció el capítulo? 

Yo creo que la distancia no es impedimento para poder ayudar a otra persona, aunque sea con palabras, como Lean que acaba de levantarle el ánimo a Guada. 

Ahora bien, la ganadora del acertijo pasado fue @lizzy214934,¡la respuesta era Bruno!

Les dejo uno nuevo para el próximo capítulo:

"La verdad es que no recuerdo la última vez que sentí tu cariño."

Uuuy, duras palabras, ¿quién creen que las dice?

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