"El sueño de un Ángel"

By Maavalof

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Ella, está cansada de escuchar siempre los mismos comentarios y recomendaciones para conservar su salud físic... More

Introducción
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Dedicatoria y agradecimientos

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By Maavalof

Con el tiempo a punto de agotarse, entran al aeropuerto y se dirigen rápidamente a la sala correspondiente al vuelo a Veracruz.

Con escasos minutos, Maya se despide de su gran amiga y de sus hijos.

-Gracias por haber venido, amiga fiel -le dice la escritora.
-Gracias a ti por permitirme ser parte de tu vida. ¡Te adoro! -exclama Vivi, abrazándola fuertemente.
-Buen viaje, Vivi -le desea Santiago.
-Te encargo a mi amiga. ¡Cuídala y hazla feliz! -dice Viviana a Santiago sonriendo, mientras camina con los niños para abordar el avión.
-Ya le contaste, ¿verdad? -dice a su novia Santiago, mientras se dan un beso.
-Sí -responde ella, con una traviesa sonrisa.

El doctor Carmona invita a comer a su novia a uno de los restaurantes más reconocidos y agradables de la ciudad.

-¡Muero de hambre, mi amor! ¡No he comido en todo el día! -comenta Maya, al llegar a la mesa que reservaron.
-En un momento comeremos algo delicioso, mi cielo. ¿Qué se te antoja? -pregunta Santiago, leyendo el menú.
-¡Se me antoja un beso del hombre más guapo del mundo! -responde Maya, con una coqueta sonrisa.
-Lo siento, mi vida. Pero Brad Pitt no está en el menú -bromea Santiago, y ambos ríen a carcajadas.
-¡Qué chistosito me saliste! -exclama ella, al besarlo tiernamente.

La pareja de novios ordena un coctel de mariscos para compartir, acompañado de una rica ensalada y agua fresca. Durante la comida, conversan divertidamente y se demuestran el gran amor que se tienen.

-Amor, esta semana me toca visitar la fundación, ¿irás conmigo? -pregunta él, mientras el mesero sirve el postre.
-Por supuesto. Sabes que me encanta ir a ese lugar -afirma Maya.
-Voy a decirle a Hortensia que vaya preparando las bolsas con cosas para los niños -comenta Santiago, mientras le da una cucharada de helado.
-Yo también tengo cosas para ellos -dice Maya sonriendo.
-¡Eres genial, mi vida! -responde él, acariciando su rostro.

Al salir del lugar, deciden ir a dar una vuelta a la plaza favorita de Maya, donde pasean y visitan varias tiendas del gusto de ambos.

Cerca del anochecer, llegan a casa de Maya, el momento apropiado para informarle a su madre de su relación.

-¿Segura que no quieres que me quede contigo? -pregunta Santiago, a la puerta de la casa.
-Sí, amor. Esto es algo que tengo que hablar yo sola con ella -responde Maya, tomándolo de las manos.
-Ok, pero me llamas por cualquier cosa -pide él.
-Claro que sí -afirma sonriendo ella.
-Mañana pasaré por ti para desayunar juntos -le dice Santiago, con una sonrisa.
-¿Y la clínica? -pregunta Maya.
-No te preocupes por eso. Hablé con Alex y le dije que llegaré un poco tarde -explica él, cariñosamente.
-Me gusta tu plan, así le digo a Cecy que nos alcance en la clínica para la terapia -exclama alegremente ella.
-No, mi amor. Mañana no habrá terapia -dice un poco serio.
-¿Por qué? -pregunta desconcertada.
-Mañana hablaremos de eso en el desayuno -contesta él, al besar su frente.
-¿Qué está pasando, Santiago? -pregunta Maya, viéndolo a los ojos.
-Mañana te explico, mi vida. Confía en mí. Todo está bien -asegura él.

Santiago besa a su novia lenta y apasionadamente, y abre la puerta de la casa con las llaves que ella trae en su bolsa de mano.

Entran y se dirigen a la sala, donde se encuentran Cecy, Jorge y Ricky en la consola de videojuegos.

-¡Hola! -saluda a todos Maya.
-¡Hola! Creí que vendrían más tarde -dice Cecy, que está hojeando una revista.
-Santi, ¿juegas con nosotros un partidito de fut? -le dice Jorge, invitándolo a jugar.
-Gracias, Jorge, me encantaría pero ya me voy -responde Santiago.
-¿Por qué tan pronto? -observa Ricky.
-Tengo que ver a Marijó, y Maya tiene algo que hacer -explica el doctor.
-Ni hablar. Pero para la próxima sí juegas con nosotros -le dice Jorge.
-Por supuesto -promete sonriendo Santiago.

Mariela aprovecha que sus hermanos se distraen discutiendo acerca del juego para despedirse de su novio.

-¿No vas a decirme qué es lo que pasa? -pregunta un poco seria.
-Mañana hablamos, mi amor. ¡Confía en mí!... ¡Te amo mucho! -responde él, al darle un beso en la mejilla.

Santiago se despide de todos amablemente y se retira a su casa, dejando a Maya un poco molesta por no anticiparle lo que quiere hablar al día siguiente con ella.

-¿Qué vas a hacer, cuñis? -pregunta Jorge, iniciando el juego.
-¿Dónde está mi mamá? -pregunta Maya.
-En su cuarto con Fernando -responde Ricky, sin perder de vista el juego.
-¿Ya vas a hablar con ella? -pregunta Cecy, dejando la revista.
-Sí -contesta Maya, después de respirar profundamente.
-¿Quieres que te acompañe? -ofrece Cecy.
-Sería buena idea -responde sonriendo la escritora.

Cecilia se pone de pie y se aproxima a su hermana para subir juntas a ver a Sara.

-¿De qué van a hablar con mi suegrita? -pregunta Jorge.
-¡De cosas de mujeres! -contesta Cecilia y ambas ríen.

Entran a la recámara de Sara después de tocar la puerta. Ahí se encuentra Fernando recostado en la cama leyendo, y junto a él está Sara preparando una clase.

-¿Qué pasó, muñequitas? -pregunta Fer, poniendo el libro en el buró.
-Venimos a hablar con mi mamá -responde Cecy, sentándose en la cama.
-¿Qué pasó? -pregunta Sara, quitándose los lentes y cerrando la computadora.
-Yo las dejo, supongo que son cosas de mujeres... Voy a ver a los muchachos -se disculpa Fernando, levantándose y saliendo de la habitación.
Sara se queda sola con sus hijas.
-Ma, Maya tiene algo que contarte -comienza Cecy, repentinamente.
-¿Qué pasó, mi amor? -pregunta Sara viendo a su hija menor, que está sumamente nerviosa.

La escritora respira profundamente y toma valor para hablar con su madre.

-Mamá... estoy enamorada de Santiago -confiesa Mariela, viendo a su madre a los ojos.
-¿En serio? ¡Si no me lo dices no me doy cuenta! -responde sarcásticamente Sara.
-Sé que lo sabes desde hace tiempo y que quizá estás molesta porque no te lo dije antes, pero ni yo misma sabía cómo manejarlo -continua Maya, muy apenada.
-¿Cómo que no sabías cómo manejarlo? -exclama seria Sara.
-Sé que debí de confiar en ti, pero no sabía cómo ibas a tomarlo... Además, tenía miedo de que Santiago se enterara y me rechazara como todos los demás -se justifica Maya.
-¡Claro qué debiste de confiar en mí, mi amor! -confirma sonriendo Sara, al acariciar el rostro de su hija.
-Sé que hace días le preguntaste a mi hermana si sabía algo de esto y ella te lo negó -cuenta Maya, mirando a Cecy.
-¡Por supuesto que lo negó y por supuesto que me di cuenta!... Son mis hijas y las conozco perfectamente. Sé cuando están tristes o contentas, cuando mienten, cuando les preocupa algo o se sienten mal, sin necesidad de que me digan nada -responde Sara, tomando a sus hijas de la mano.
-¡Discúlpame, mamita! -ruega Cecy.
-No, mi vida. Tú solo cumpliste con guardar el secreto de tu hermana, y eso demuestra que eres leal... Ahora lo importante es que estamos hablando y me están contando todo -les dice sonriendo Sara.
-¿Desde cuándo te enamoraste de Santiago, hija? -pregunta curiosamente Sara.
-Desde el día que lo conocí -contesta Maya sonriendo.
-¿Y él lo sabe? -pregunta Sara, y su hija responde que sí-. ¿Y qué te dijo? -exclama Sara preocupada.
-Mamá, Santiago y yo iniciamos una relación ayer -cuenta Mariela, con cierto temor a la respuesta de su madre.
-¿Qué? -responde impresionada Sara.
-Santiago me ama y es mi novio desde ayer -confirma la escritora.

Sara queda realmente sorprendida ante las palabras de su hija.

-¿Estás hablando en serio? -cuestiona Sara, seria.
-Por supuesto que sí. ¡Jamás jugaría con eso! -asegura Maya.
-No sé qué decirte -comenta Sara, al levantarse de la cama.
-Di que estás feliz y que te alegra mucho que por fin mi hermana haya encontrado el hombre indicado para ella -exclama Cecilia, al levantarse y abrazar a su mamá.
-Es que yo no estoy tan segura de que Santiago sea el hombre indicado para tu hermana -responde enseguida Sara.
-A ver, mamá, ¿por qué dices eso? -pregunta Mariela desconcertada.
-Hija, no te enojes. Pero es la verdad. Yo no considero que esto sea lo correcto por muchas razones -responde Sara, acercándose a Maya.
-¿Por qué razones, mamá? ¡No te entiendo! -insiste Mariela.
-Maya, tú sabes que Santiago ha cometido muchos errores desde que quedó viudo. Ten en cuenta que él y tú tienen formas muy distintas de ver la vida -explica Sara, viendo a los ojos a su hija.
-Sí, mamá. Conozco bien a Santiago y sé todos los errores que ha tenido. Pero también me consta que ha cambiado muchísimo, y si lo ha hecho ha sido por mí. Para ser un mejor hombre para mí -responde Maya, con seguridad.
-Maya tiene razón, mamá. ¡Santiago ha cambiado y a ti también te consta! -confirma Cecy enseguida.
-Sí, tienen razón, pero no solamente es eso, hija. Date cuenta, él es mayor que tú y ya estuvo casado. Seguramente lo que espera de una relación no es lo mismo que lo que tú estás buscando -confiesa Sara, muy preocupada.
-Es cierto, Santiago es mayor que yo, pero son sólo unos años... Y lo que espera cada uno de nuestra relación es algo que nos concierne solamente a nosotros dos -contesta Maya, mirando a su madre seria.
-Tienes razón en todo lo que me has dicho. Pero hay algo sumamente importante que creo que no has tomado en cuenta -continúa Sara, al respirar profundo.
-¿Qué cosa? -pregunta Mariela.
-Que Santiago tiene una hija, y al estar con él adquirirías automáticamente la responsabilidad de esa niña, mi amor, ¡y tú no estás preparada para eso! -dice Sara, al tomar las manos de Maya.
-Mamita, créeme que desde que me enamoré de Santiago he estado consciente de que, si algún día tenía la oportunidad de estar a su lado, esto implicaría estar también con Marijó, y ¡te juro que jamás renegaría de eso!... Amo a Santiago y sé que eso significa también amar a Marijó -explica Mariela, con una gran sonrisa-. Además, ¡no me voy a casar con él mañana, ni pasado, ni el mes que viene! Solamente estamos empezando una relación, en la que pondremos todo lo que está a nuestro alcance para que funcione -añade Maya.
-Veo que estás decidida a estar con él a pesar de todo. Desde hace años tú y tus hermanos toman sus propias decisiones, sin importar lo que yo opine al respecto -se queja Sara.
-No, mamá. Para mí es muy importante tu opinión y tu apoyo. Por eso te pido que le des a Santiago la oportunidad de demostrar que ha cambiado realmente y que es digno de mi amor... Quizá sea verdad que él no es para mí, pero quiero intentarlo y para eso necesito tu amor y tu apoyo, como siempre lo he tenido -aclara Maya sonriendo, al abrazar a su madre.
-Supongo que no me queda otra opción -comenta resignada Sara.
-Te necesito, mamita. ¡Te quiero conmigo en esta nueva etapa de mi vida! -agrega Mariela feliz.
-Así será, mi amor. ¡Y de verdad espero que Santiago sea tu felicidad! -exclama Sara sonriendo.
-Estoy segura de que él es mi felicidad... De hecho él quería estar presente cuando hablara contigo. Pero le dije que era algo que debía contarte yo sola -asegura Mariela, mientras se abrazan madre e hijas.
-Dile que puede venir cuando quiera a hablar conmigo -acepta Sara, besando la frente de su hija.
-¡Gracias, má! -responde Maya realmente contenta.

Sara y sus hijas continúan charlando en la recámara un rato más. Después deciden ir con los hombres de la casa para hacer algo todos juntos.

-¿Lo ves, manita? Te dije que mamá se pondría feliz al saber que tienes novio -comenta Cecilia, mientras caminan por el pasillo.
-¿Novio? ¿Ya tienes novio? -pregunta sorprendido Ricardo, quien al salir de su recámara escuchó la conversación.
-¡Oye, qué chismoso eres! -exclama Cecy.
-Cállate. Le estoy preguntando a ella -dice Ricardo.
-Sí, ya tengo novio -contesta Mariela sonriendo.
-Es Santiago, ¿verdad? ¡Dime que es Santiago! -exclama Ricardo muy emocionado e impaciente.
-¡Relájate! Sí es Santiago, pero ¿por qué te emocionas tanto? -pregunta Maya, sorprendida por la reacción de su hermano.
-Eres grande, hermanita. ¡Te amo! -dice Ricardo, llenándola de besos.
-¿Qué te pasa, baboso? -dice Cecilia, al ver así a su hermano.
-Jorge, Jorge, ¡te acabo de ganar la apuesta! -grita una y otra vez Ricardo, al bajar corriendo las escaleras de la casa.
-¿De qué apuesta hablas? -preguntan Cecy, Sara y Maya, que van tras él.
-Cuñadito, te gané la apuesta. ¡A partir de hoy esta consola de videojuegos es mía, sólo mía! -exclama Ricardo, riéndose a carcajadas y quitándole a su cuñado el control del juego.
-¿Qué te pasa, idiota? ¿De qué apuesta hablas? -pregunta Jorge, arrebatándole el control.
-Ahora mismo me van a explicar qué apuesta hicieron -les dice seriamente Maya, al llegar a la sala.
-Muy fácil, hermanita, apostamos que Santiago y tú terminarían siendo novios. El menso de tu cuñado siempre dijo que eso nunca pasaría, pero yo nunca lo dudé -explica Ricardo verdaderamente feliz.
-Y ¿qué apostaron? -interviene Cecilia, molesta.
-La consola de videojuegos y mi computadora -responde Ricardo.
-Eres un baboso, Jorge. ¿Cómo se te ocurre apostar algo que también es mío? -exclama Cecilia, aventándole un cojín a su marido.
-¡Los dos son unos tarados! ¿Por qué hacen apuestas a costillas de otros? -agrega Maya, al darle un zape a su cuñado.
-A ver, ¡cállense!... Cuñis, ¿es neta que andas con Santiago? -pregunta Jorge, acercándose a Maya.
-Por supuesto que es verdad -asegura Maya, muy molesta.
-Ni modo, cuñadito. ¡A partir de hoy esta consolita se va a mi recámara! -exclama Ricardo, saltando de alegría.
-Idiota -dice Jorge, mientras Ricardo continúa jugando.
-Ahora entiendo por qué, cada vez que te decía algo de mi hermana y Santiago, me decías que estaba loca -exclama Cecy, mientras golpea a su esposo una y otra vez con los cojines.

Los jóvenes siguen discutiendo entre gritos, burlas y cojinazos.

-¡Ay, Dios mío! ¿Cuándo será el día que dejen de pelear estos niños? -se queja Sara, al verlos discutir.
-Mi vida, tendrían que dejar de ser hermanos para dejar de pelear -dice Fernando, al abrazarla.
-¿Cómo ves lo de Maya y Santiago? -pregunta Sara.
-Mi amor, lo que yo opine de esa relación sale sobrando -responde Fer.
-Yo no creo que Santiago sea el hombre indicado para mi hija, ha cometido muchos errores y yo no quiero que eso haga sufrir a Maya -comenta Sara, muy preocupada.
-Negra, Santiago ha cambiado, y si Maya lo quiere es porque él supo conquistarla... Tu hija merece ser feliz, y Santiago, a pesar de todo, es un buen hombre -comenta Fer.
-¡Un hombre que es viudo y tiene una niña! -añade Sara.
-Amor, deja que Maya decida, que se equivoque si tiene que equivocarse... Tú solamente hazle sentir que estás con ella, dale tu amor y tu apoyo como lo has hecho siempre -le pide él, besando su frente.
-Pues sí. ¡No me queda de otra! -reconoce Sara, riendo.

Los Valencia siguen reunidos en casa, mientras que Marijó ha convencido a su padre y a su abuela de salir a pasear por la ciudad.

Primero van a comer un helado al parque preferido de la niña, luego caminan por los jardines y se divierten muchísimo presenciando el espectáculo de unos graciosos y ocurrentes mimos.

-Papito, ¡quiero ir a casa de Maya! -dice la niña, al terminar el show.
-No, hija -responde Santiago, caminando hacia el auto.
-Por favor, papito, ¡di que sí! Quiero ver a Maya, platicar con ella -insiste la pequeña.
-Amor, ayer viste a Maya y estuviste con ella -le recuerda Santiago, al abrir el auto.
-Quiero verla otra vez. Entre semana casi no la veo porque voy a la escuela. Papá, por fa -insiste Marijó.
-María José, haz caso, por favor -le ruega Estela, estando los tres ya dentro del coche.
-¡Quiero ir, papito! Por favor -ruega la niña, un poco triste.
-Marijó, Maya tenía cosas que hacer con su familia. Entiende, hija -explica Santiago.
-Quiero ir, aunque sea un ratito chiquititito. ¡Anda, papito, di que sí! -insiste una vez más Marijó, al abrazar a su padre.
-Vamos a ir media hora. Saludas a Maya, estás con ella un momento y nos vamos. ¿Entendido? -consiente Santiago, viendo a su hija por el retrovisor.
-Sí, papito -responde Marijó feliz.
-¡Pero qué fácil te dejas convencer por una niña caprichuda! -exclama Estela, al ver a su hijo.
-No es cualquier niña, mamá. ¡Es mi princesa y mi princesa, es mi princesa! -aclara Santiago y los tres ríen a carcajadas.

En casa de Maya, la reunión familiar continúa.

-¡Listo! En media hora llega la cena -anuncia Sara, después de pedir pizzas.
-Que se apuren porque tengo hambre -exclama Cecy, en el momento en que tocan el timbre.
-¡Zafo! -exclaman todos al mismo tiempo, excepto Ricardo, que lo dice segundos después.
-Ni modo, cuñadito -se ríe Jorge, y Ricardo se levanta del sofá.

Rápidamente, Ricardo abre la puerta.

-Buenas noches -saludan Estela, Santiago y Marijó.
-Cuñado, ¡qué gusto verte! -exclama Ricardo, al abrazar a Santiago sorprendiéndolo por completo.
-¿Cuñado? ¿Ya así nos llevamos de plano? -pregunta Santiago, realmente impresionado.
-Así de plano -afirma Ricardo sonriendo, al pasar a la sala.
-¡Maya, te buscan! -grita Ricardo, a su hermana.
-¡Mayita! -exclama Marijó, al correr hacia Mariela.
-¡Hola, mi niña hermosa! ¿Cómo estás? -exclama la escritora, al abrazar y besar a la niña.
-Buenas noches. Perdón por llegar sin avisar, pero Marijó insistía en ver a Maya -se disculpa Santiago, mientras Estela saluda a Sara.
-Claro que no hay problema, Santiago. Ustedes siempre son bienvenidos -responde Cecy amablemente.

Fernando sube un momento a su habitación, y Santiago aprovecha para acercarse a saludar a Sara.

-Señora, buenas noches -exclama Santiago frente a Sara.
-Buenas noches, ¿cómo estás? -saluda amablemente ella.
-¡Excelente! ¿Y usted? -pregunta Santiago.
-Podría decirse que bien -contesta ella.

Él está un poco nervioso.

-¿Pasa algo? -pregunta ella, notando algo extraño en él.
-No, ¿por qué? -pregunta él un poco intranquilo.
-Siento que quieres decirme algo pero no te animas -se anticipa ella, mientras Maya los ve de lejos.
-¡Ah!... Lo que pasa es que... ¿Ya habló con usted Maya? -pregunta él, inseguro.
-Sí, ya habló conmigo y me contó todo -afirma seria Sara.
-¿Todo, todo, todo? -pregunta él, nervioso.
-Sí, ¡todo, todo, todo! -asegura ella, viéndolo a los ojos.
-Y... ¿qué es todo? -sigue preguntando él.
-Que te quiere, que la quieres... y que son novios -responde Sara, cruzándose de brazos.
-Y ¿qué opina usted de esto? -pregunta él.
-Lo que yo opine sale sobrando -exclama ella.
-No diga eso, para nosotros es muy importante lo que piense usted -asegura él.
-Mira, Santiago, yo no sé si esto sea lo mejor para mi hija pero ella ya tomó la decisión... conozco a Maya y sé que, aunque yo no esté de acuerdo, van a hacer lo que quieran -comenta Sara, mirando a Santiago a los ojos.
-Doña, Sara, para Maya es importante contar con su apoyo en esto -le dice Santiago.
-¡Y lo tendrá!... Lo único que te pido es que, cualquier decisión que tomes, lo hagas pensando en el bienestar tuyo y de mi hija -ruega Sara, con una leve sonrisa.
-Tenga por seguro que lo único que quiero es estar con Maya y hacerla feliz -expresa sonriendo Santiago.
-¡Eso espero! -exclama Sara, acariciando su mejilla.

Sara y Santiago se integran a la conversación con el resto de la familia. Él se acerca a Maya, que está sentada en el sofá.

-¡Hola, mi amor! -saluda Santiago a su novia.
-¡Hola, mi vida!... ¿Qué te dijo mi mamá? Vi que estaban hablando -pregunta ella, mientras Santiago se sienta a su lado.
-Me leyó la cartilla, me dijo que más me vale hacerte feliz o me las veré con ella -cuenta él, mientras los demás hablan de otras cosas.
-¿Así te dijo? -pregunta ella sorprendida.
-No exactamente, pero me lo dio a entender -responde él, y ríen los dos.
-¡Pues hazle caso, papacito! -asiente riéndose ella.
-¿A ti qué te dijo? -pregunta Santiago.
-Al principio no le cayó muy bien la noticia, luego discutimos un poco y al final terminó aceptándolo -explica ella, mientras él la abraza.
-¿Por qué discutieron? -pregunta preocupado.
-Por cosas que no vale la pena mencionar ahorita -contesta ella, al tomarlo de la mano.
-¿Qué cosas? -pregunta él.
-Ay, me recordó que has cometido muchos errores, me recalcó que eres mayor que yo, que ya estuviste casado, que tenemos distintas maneras de ver la vida y que por eso quizás lo que esperas de una relación no sea lo mismo que espero yo... pero sobre todo... -se interrumpe Maya, quedándose en silencio.
-Pero sobre todo ¿qué? -exclama él, al verla a los ojos.
-Hizo mucho hincapié en Marijó... -dice apenada Maya.
-¿Marijó? ¿Qué tiene que ver mi hija? -pregunta Santiago, sin entender.
-Dice que al estar contigo tengo que estar también con Marijó, y que ésa es una responsabilidad para la que no estoy preparada -aclara muy apenada ella.
-¿Y tú qué piensas de eso? -pregunta Santiago, al mirarla a los ojos.
-Desde que me enamoré de ti he tenido claro que, si algún día podía estar contigo, esto implicaría estar con ella... Santiago, ¡te amo! Amo todo de ti, tu sonrisa, tus defectos, tus errores, tu profesión, pero ante todo... amo a Marijó -exclama Maya acariciando su rostro.
-¿Estás segura? -insiste Santiago, besando sus manos.
-Claro que sí, mi vida. ¡No tengo nada que pensar!... ¡Amo a tu hija, creo que más que a ti! -exclama Maya, riéndose.
-¡No, eso no se vale! -dice él, y ambos se carcajean-. ¡Eres maravillosa, mi cielo! -agrega Santiago, y la besa lentamente.

Todos guardan silencio y los observan sonriendo. Hay a quienes les provoca mucha alegría, sin embargo, hay otros que no están tan seguros de que sea lo correcto.

-¡Qué bonito beso! -exclama Cecy verdaderamente feliz.

Con esto, Mariela se chivea y sus mejillas se enrojecen un poco.

-Sí, papito. ¡Maya y tú hacen bonita pareja! -exclama Marijó, abrazando a ambos.
-¡Cuñadito, festejemos esto con un partidito de fut! -propone Ricardo.
-¡Por supuesto! -acepta Santiago.
-¡Quiero estrenar contigo mi nueva consola! -comenta Ricardo, iniciando el partido.
-¿Nueva consola? ¿No era de Jorge? -pregunta Santiago sorprendido.
-¡Era! Ahora es mía -afirma Ricardo riendo, mientras Jorge le avienta un cojín.
-¿Por qué? -pregunta Santiago.
-Se la acabo de ganar en una apuesta -responde Ricardo, al jugar.
-¿Y qué apostaron? -pregunta con curiosidad Santiago.
-¡Ándenle! ¡Cuéntenle qué apostaron! -exclama repentinamente Mariela.

Jorge y Ricardo explican a Santiago en qué consistía la apuesta, lo cual le causa mucha gracia y, sin pensarlo, la aprueba por completo.

-Bueno, y ¿cómo supiste que yo quería a Maya? -pregunta el doctor a Ricardo repentinamente.
-Pues era obvio... ¡Eres el único que la soporta mañana, tarde y noche! -responde Ricardo burlonamente, mientras Santiago voltea a ver a su novia.
-Muy mal tu comentario, cuñado -comenta Jorge, jugando.
-¿Qué?... ¡Es la verdad! -asegura Ricardo.

Santiago se molesta un poco y descubre en su pareja cierta tristeza por las palabras de Ricardo, sin embargo, decide no hacer ningún comentario al respecto.

Los tres continúan jugando en la consola, mientras los demás platican de diversos temas.

-Parecen niños chiquitos -comenta Cecy, al sentarse con su hermana.
-Sí, ¡qué horror! -responde Maya, viéndolos jugar.
-Ahora entenderás los corajes que hago cuando Jorge no me hace caso por estar con esa cosa -comenta Cecilia.
-¡Sí, ni me digas! Ya sé lo que me espera -contesta Maya, resignada.

Sara invita a Estela a quedarse a cenar con ellos.

-Ya llegó la cena -anuncia Sara, mientras tocan a la puerta y se levanta a abrir.
-Te ayudo a servir -se ofrece Estela, yendo tras ella.
-Ya. Apaguen eso ya -ordena Cecilia, al levantarse y apagar la televisión.
-Oye, ¿qué te pasa? -dice Ricardo molesto.
-¡Ya basta!... Ricardo y Jorge vayan a poner la mesa -indica Cecy, desconectando todo.
-Vamos, yo los ayudo -se suma Santiago, que va con ellos a la cocina.
-Ándale, sí, vayan los tres a hacer algo de provecho -les grita Cecilia desde la sala.

La maestra de danza y la pequeña Marijó ayudan a la escritora a regresar a la silla de ruedas y trasladarse al comedor.

Entre todos, ponen la mesa y preparan lo necesario para cenar en familia y disfrutar de una divertida charla.

En punto de las diez, Estela, su hijo y su nieta se despiden cariñosamente de todos para retirarse a casa.

-Paso por ti mañana, después de llevar a Marijó a la escuela -dice Santiago al besar una y otra vez los labios de Maya.
-Me parece perfecto... Cuídate mucho -responde ella, emitiendo un suspiro.
-¡Te amo! -exclama Santiago y sale de la casa.

Sara sube con su hija a la recámara para ayudarle a cambiarse de ropa y recostarse en su cama. La escritora recibe la bendición de su madre, dándole las buenas noches y un beso en la frente.

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