NOVEMBER RAIN [Fred Weasley]

Av kireikyo

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━━ ♕︎ 𝐍𝐑* ━━━━━━ En el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, la rivalidad entre las casas de Slytherin y... Mer

NR
PARTE I
► Capitulo 01
► Capitulo 02
► Capitulo 03
► Capitulo 04
► Capitulo 06
► Capítulo 07
► Capitulo 08
► Capitulo 09
► Capitulo 10
► Capitulo 11
► Capitulo 12
► Capítulo 13
PARTE II
► Capitulo 14
► Capitulo 15
► Capitulo 16
► Capítulo 17
► Capitulo 18
► Capitulo 19
► Capitulo 20
► Capitulo 21
► Capitulo 22
► Capitulo 23
► Capitulo 24
► Capitulo 25
► Capitulo 26
► Capitulo 27
► Capitulo 28
► Capitulo 29
► Capitulo 30
► Capitulo 31
► Capitulo 32
► Capitulo 33
► Capitulo 34
► Capitulo 35
PARTE III

► Capítulo 05

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Av kireikyo

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Había sido casi un milagro lograr separarla del lado de Fred. Por conveniencia, era mejor que no se encontrara allí mismo cuando Rosier recuperara el conocimiento; así que Lupin lo hizo salir para que esperara mientras él hablaba con la joven y luego pudiera entrar a disculparse con ella.

Todos los demás estaban expectantes, mirando a Olivia mientras le daba el primer sorbo al antídoto que convencieron se trataba de jugo de arándanos, pues era asombroso cómo aún en su estado de ensoñación, mantenía un poco de su habitual perspicacia.

Apartó la copa de sus labios y al mismo tiempo que pestañeaba repetidas veces, esa bonita pero boba sonrisa que tanto había mostrado tan solo hace un minuto atrás, comenzó a diluirse por completo hasta formar un mohín, entonces se llevó una mano a la frente tratando de ubicarse.

—¿Qué me sucedió? —murmuró en un hilo de voz. Su mente era una nebulosa de imágenes sin sentido; como aquellos recuerdos que parecen tan reales pero no estás seguro de si realmente sucedió o sólo fue un sueño bastante lúcido—. Me duele la cabeza y tengo náuseas.

Lupin se acercó para agarrar la copa con el resto del antídoto.

—¿Recuerdas algo?

Olivia lo miró por apenas unos segundos. Estaba agotada y era evidente que tenía aquellas imágenes tan nítidas vagando en su cabeza: su actuar tan carismático, haber estado sentada en la mesa de Gryffindor y lo más repulsivo, haber estado inapropiadamente cerca de ese Weasley.

Sin embargo, no podía ser real.

«Iugh, por supuesto que no»

Seguramente aquel Weasley le había dado alguna clase de hierba u hongo alucinógeno que robó de los invernaderos en la clase de herbología.

O probablemente se trató de un hechizo de ilusión. Olivia no creía a los Weasley tan competentes con la magia, no obstante, ¿desde cuándo los leones son conocidos por practicar hasta dominar correctamente los hechizos antes de efectuarlos en una situación real? Exacto, y justo era la clase de imprudencias que alguien como los Weasley harían por diversión.

Eso debía ser entonces: un hechizo de ilusión.

Trató de esbozar una media sonrisa.

En el nombre de Morgana le Fay que aquel Weasley lo lamentará.

—Creía que únicamente a los alumnos responsables se les otorgaba el permiso para tomar prestados los libros que hay en la sección prohibida de la biblioteca pero, ahora me doy cuenta que cualquiera puede tener acceso a ellos —dijo evadiendo la pregunta del profesor Lupin—. Bueno, como sea, si me disculpan, profesor Snape, profesor Lupin, quiero descansar. Como dije antes me siento mal y quisiera dormir un poco.

Hubo un corto silencio en que los presentes esperaron a ver si Rosier reaccionaba por sí misma. Sin embargo no hubo tal cosa y la joven sin mirar a nadie, estuvo a punto de dar el primer paso para marcharse sino fuera porque su amiga April se le lanzó encima para abrazarla efusivamente.

—¡Olivia, no sabes cuánto estuve preocupada por ti! ¡Pensé que te había perdido! —chilló por lo bajo Abrahams.

—No sabes cuánto me alegra que ya estés bien, Olivia —murmuró Draco cuando se acercó a brindarle un muy corto abrazo—. Y te aseguro que ésto no se quedará así.

Olivia les sonrió para restarle importancia. Por el momento prefería guardar las apariencias para que nadie sospeche de ella por lo que estaba por venir para aquel repulsivo Weasley.

—No hay que exagerar, no estoy herida ni nada.

Charlotte y Rosie que habían llegado hace poco para ver lo que sucedía con Olivia y su extraña actitud, también se acercaron, un tanto dudosas a comparación de los demás.

—Olivia... ¿En serio estás bien?

—No, ya dije que me duele la cabeza.

Sus compañeras compartieron una rápida mirada de incertidumbre. Era evidente que ya sabían lo del filtro de amor pero nadie parecía tomar la responsabilidad de exponerlo a oídos de su compañera.

—No se refiere a eso, Olivia —repuso Rosie, negando.

Como deber de la mejor amiga, April sería quien le diera la lamentable noticia, no obstante, al mismo tiempo se negaba a lastimar a Olivia con la dolorosa y vergonzosa realidad.

—Olivia... —inició sin mucha convicción, aunque fue interrumpida inmediatamente por el profesor Snape sin alguna clase de rodeos ni filtro.

—Al parecer, señorita Rosier, dicho alumno de Gryffindor tuvo el atrevimiento de hechizarla con un poderoso filtro de amor.

Su cerebro se detuvo por unos largos segundos. Fue como si hubiese recibido la noticia de que reprobó algún examen. A continuación y todavía desconcertada, negó rápidamente con una diminuta sonrisa torcida.

—¿Qué? No, no, conozco bien ese hechizo de ilusión. Estoy... estoy segura de que hurtaron el libro de la sección prohibida y así lo aprendieron.

—Olivia...

—April —la interrumpió, soltando una pequeña risa sin gracia—. Que los Weasley son unos vulgares pero, ¿qué no los Gryffindor se jactan de ser los seres más honrados del universo? No... no harían algo tan ruin... ¿cierto? La Amortentia es una poción peligrosa y sólo alguien tan-

—Me temo que es cierto, Olivia —intervino Draco, dedicando una fugaz mirada al profesor Snape—. Y ten por seguro que obtendrán su merecido.

Charlotte y Rosie asintieron, farfullando:

—Oh, eso dalo por hecho.

Aun así, en ese momento a Olivia poco le importaba saber lo que sus compañeras estaban dispuestas a hacer para vengarse de los Weasley. No, en ese momento Olivia sólo podía pensar en que habían pisoteado su orgullo, la habían humillado de la peor manera y muy probablemente había perdido gran respeto de sus otros compañeros de casa.

El color abandonó su cuerpo, las náuseas aumentaron y tuvo que reprimir una arcada respirando tan hondo como sus pulmones le permitieron para mantener la compostura por unos cuantos minutos más.

Era totalmente indignante y si, probablemente estaba por llorar de la rabia apenas tuviera la oportunidad de estar sola.

Al percatarse de ello, inmediatamente April dio inicio a un bullicio donde todo aquel que quisiera despotricar contra los Weasley era muy bien recibido.

—¡Bien alumnos! Es suficiente —interrumpió Remus Lupin, acompañado de un sonoro aplauso que irrumpió el escándalo de los adolescentes—. Señoritas, señor Malfoy, creo que deberían salir un momento para poder hablar con su compañera en privado.

Draco frunció el entrecejo con intensidad. Se negaba a marcharse, porque estaba seguro que todo lo que haría aquel deprimente profesor, sería suavizar el problema. Sin embargo, tras recibir una mirada poco perceptible, pero tan significativa por parte de su profesor predilecto en Hogwarts, terminó saliendo con sus compañeras de casa a esperar en el pasillo.

Los Slytherin dedicaron por instinto unas miradas venenosas no únicamente al culpable de dicha broma, sino también a todos los Gryffindor que se encontraban ahí. Al parecer, el otro gemelo y su pequeño grupo de amigos habían llegado para apoyar incondicionalmente a Fred. Incluso, aquel trío dos cursos menor a ellos y tan característico por dar problemas estaban allí.

Severus Snape cerró la pesada puerta de madera a sus espaldas y todas las miradas se posaron en él y su imperturbable rostro pero con aquella voz gravemente lúgubre:

—Debido al reciente acontecimiento con la señorita Rosier, me veré en la obligación de restarle treinta puntos a Gryffindor.

«¡¿Qué?! No puede ser. ¡Eso es demasiado! ¡Sólo era una broma!». Exclamaban todos los de Gryffindor indignados.

Snape sonreía internamente.

—Cuarenta puntos menos —masculló más fuerte antes de marcharse con una enorme satisfacción interna.

Draco vaciló unos instantes moviendo ligeramente los pies entre seguir al profesor Snape para hablar con él, o quedarse y esperar a Olivia para brindarle apoyo emocional. Al cabo de unos segundos soltó un ronco gruñido y con gesto molesto se apresuró a largos pasos, elegante, yendo tras el profesor Snape. Al mismo tiempo, sus compinches Crabbe y Goyle lo siguieron unos pasos por detrás.

Cho Chang trató de fingir indiferencia a la incomodidad que le había generado haber estado ahí en el pasillo demasiado cerca de los Gryffindor como para escuchar cómo se expresaban tan despectivamente de Rosier, y decidió acercarse a las únicas tres chicas de Slytherin que quedaron justo al lado de la puerta.

Le dio unos golpecitos con el dedo al hombro de la joven bruja de melena rubia y esta se volvió en redondo.

—¿Cómo está ella?

—¿Y tú qué haces aquí? —siseó Charlotte, arqueando una de sus cejas de forma amenazadora que Chang respingó hacia atrás.

April se apresuró a sujetar a la Ravenclaw de los hombros para volverla acercar.

—Calma. Chang fue quien descubrió que Olivia estaba bajo los efectos del filtro de amor.

—Oh —soltó Charlotte, sonando más despectiva de lo que pretendió mientras por mero instinto la escrutaba de arriba a abajo con la mirada.

Compartían ciertas clases con Ravenclaw, pero jamás habían cruzado palabra alguna con Cho Chang hasta ese día.

—El efecto del filtro desapareció por completo, aunque está algo... aturdida —April respondió la pregunta inicial de Chang—. Olivia estará bien después de un poco de reposo.

Si Cho no hubiera estado tan cohibida ante la imponente mirada ambarina de aquella chica de piel tostada como el caramelo, sin duda habría esbozado una mejor sonrisa que la mueca que le mostró a Abrahams. Pues si bien sonaba como si hubiese ocurrido un grave accidente, Cho lo percibió como una clara muestra de preocupación hacia Olivia.

—Quisiera quedarme pero tengo clase de cuidado de criaturas mágicas —se las arregló para decir. Las miradas intensas del otro par de chicas desconocidas le ponían la piel de gallina—. Espero poder hablar con ella después.

Una vez que Chang desapareció por el extremo del pasillo, Rosie curvó un lado de las comisuras de sus labios, bufando una risa. Le era gracioso que Chang se refiriera a Olivia como «ella», pues sonaba como si fuese alguna clase de ser supremo del cual no podías malgastar su nombre.

La chica se acomodó un mechón de su cabello oscuro, casi de un tono violeta, detrás de la oreja, cruzó los brazos por detrás y se inclinó ligeramente hacia April con una sonrisa traviesa.

—¿Qué querrá a cambio?

—Dijo que sólo quería ayudar.

—Ya lo veremos, ¿cierto?

Un destello de complicidad cruzó fugazmente en los ojos de las otras dos chicas. En su naturaleza no estaba el creer que alguien ayudara al prójimo sin querer nada a cambio.

Por otro lado, el grupo de Gryffindor no paraban de parlotear sobre lo sucedido y de la desventaja de puntos que ahora tenían con las otras tres casas de Hogwarts.

El más afectado parecía ser Ron, el hermano menor de los gemelos.

—Genial, su estúpida broma nos ha costado cuarenta puntos ¡Cuarenta! Y con lo difícil que es ganarlos.

—Si, sobre todo para ti, Ron —se burló George, dándole apenas una palmada en el abdomen a su gemelo mayor para seguir el chiste.

Sin embargo, Fred prefirió ocultar su silencio forzando una risa. Estaba terriblemente inquieto internamente; el cosquilleo en su estómago amenazaba con expandirse por todo su cuerpo y tuvo que meter las manos en los bolsillos del pantalón para que nadie viera mover los dedos de la ansiedad.

Había sido una broma. Una más en su lista interminable para hacer antes de graduarse de Hogwarts. Estaba seguro de que incluso habían hecho cosas peores. Entonces ¿por qué se sentía tan asquerosamente enfermo?

«No... no harían algo tan ruin... ¿cierto?»

Haber escuchado a Olivia decir que nadie sería capaz de algo tan ruin, le había atravesado el pecho como una larga daga de plata. Si su hermano ni sus amigos hubiesen estado ahí con él, en aquel instante habría entrado al aula para disculparse con la chica sin importar la humillación delante de los otros Slytherin.

Oh, vamos, ¿tanto así, Freddie?

Cierto, cierto, aunque fue un completo estúpido, ¿qué cara tenían los Slytherin para decir sobre lo ruin cuando ellos también lo son? Humillar a cualquiera que pasara por delante es prácticamente el deporte favorito de Draco Malfoy y otros cuantos.

Pero por más que Fred lo repitiera no lograba disminuir su culpabilidad, de hecho aumentó drásticamente cuando de repente la puerta del aula de pociones se abrió y el profesor Lupin salió buscándolo con la mirada.

—Fred, ya puedes entrar a disculparte con tu compañera. —Todos se hicieron a un lado para dejarlo pasar, pero antes de que Fred pudiera entrar al aula, Lupin le agarró por el hombro, casi de manera afectiva—. Estarás bien.

Pero aquello era una gran mentira, Fred lo intuía con cada fibra del cuerpo. Respiró tan profundo como pudo y finalmente se desplazó al interior del aula cerrando detrás de sí.

¿Debió haber cerrado? Ahora que lo meditaba mejor era muy mala idea.

Después de darle un innecesario vistazo a toda la estancia, por fin se fijó en la chica frente a él, aumentando su estado de culpa al notar que si bien estaba a poca distancia, con lo brazos cruzados sobre el pecho a espera de una disculpa, en realidad, sus ojos, aquellos orbes esmeralda ni siquiera reparaban en su presencia, como si estuviera completamente sola.

No es que no lo hubiera notado, simplemente estaba siendo fríamente ignorado.

Fred trató de tranquilizarse; ella ya lo había ignorado antes, nada fuera de lo común. Y él era un valiente Gryffindor. Podía manejar la situación.

—De acuerdo, mujer: lo siento ¡¿Ya?! —le sonrió para restarle importancia—. Era sólo una broma. No entiendo porqué tanto escándalo.

Pero Olivia seguía completamente quieta, sumida en un silencio que resultaba aterrador. Fred habría preferido escucharla aunque sea para decirle toda clase de insultos, sin embargo, parecía que ni eso valía la pena para ella.

Después de lo que pareció largo rato, por fin los ojos de Olivia se posaron en él.

Los labios de Fred se fruncieron ligeramente.

—Entonces... ¿Estamos bien, Rosier? —Fred esperó una réplica, un gesto, cualquier cosa menos que ella acortara la distancia con él y sin verlo venir le estampó la mano en la cara en una fuerte cachetada que resonó por toda el aula. Fred se llevó una mano a la mejilla punzante—. De acuerdo, creo que me merecía eso.

Entonces Rosier salió sin mirar atrás, dando gracias a que estaban en las mazmorras porque de esa manera le fue sencillo llegar a su Sala Común de Slytherin.

Pocos alumnos que se encontraban en la estancia no pudieron evitar mirar al grupo de chicas cuando pasaron a toda velocidad directo a los dormitorios femeninos, aunque April detuvo a Rosie y Charlotte en el pasillo, dejando claro que Olivia quería estar sola y si acaso únicamente con ella por ser su amiga. Así pues, ellas asintieron entre muecas y April entró a su habitación cerrando detrás de sí.

Olivia ya se había aventando sobre su cama, quedándose boca abajo.

—Olivia...

—¿Dónde está Draco? —murmuró, entre una voz rasposa e inusualmente aguda.

—Se fue con el profesor Snape —respondió April acercándose para tomar asiento al borde de la cama—. Cuarenta puntos menos no son nada, seguro buscará un mejor castigo para Weasley.

—No menciones ese horrible nombre otra vez —repuso rápidamente, frunciendo el entrecejo contra la almohada—. De ahora en adelante, para mí, él y toda su familia han dejado de existir.

—¿Entonces no quieres venganza?

—Ustedes pueden hacer lo que les plazca, pero yo no pienso perder mi tiempo con nada relacionado a él —Olivia enseguida se incorporó, mirando con intensidad a su amiga antes de formar un mohín con los labios—. Quiero irme a casa. No me importaría perder el año. Podría ir a Beauxbatons. Mamá siempre quiso que fuera allá de todos modos.

—Si te vas yo me iría contigo.

Ambas compartieron una sonrisa, aunque la de Olivia afectada por una injusta tristeza. Fue entonces cuando April se fijó en qué los ojos de Olivia estaban delineados por un ligero color rojizo, dando señal de que había soltado unas cuantas lágrimas, quizá, mientras había estado hablando con el profesor Lupin a solas. Además, April la conocía lo suficiente para estar segura su amiga buscaba a Draco para poder desahogarse más libremente con el llanto.

Apretó el colchón sin que Olivia se diera cuenta, aguantando las ganas de salir en busca de aquel Weasley para hacerlo pagar. La había hecho llorar y eso no se quedaría así.

—Si quieres puedes tomarte un par de días para descansar. El profesor Snape puede darte un justificante —sugirió, pero fue rechazada enseguida con un movimiento de cabeza.

—Si lo hago, cuando decida salir las miradas serán aún peor. Sólo me tomaré el resto del día.

—En ese caso te traeré la comida y también la cena.

—Gracias, April.

Olivia esbozó otra media sonrisa, que si bien seguía siendo débil, la gratitud en ella era genuina.

Para esa tarde Olivia maldijo más que nunca la absurda regla que les impedía entrar a los varones a los dormitorios de chicas, pues tuvo que verse en la obligación de salir de su escondite para dirigirse al dormitorio de Draco, esperando algunos minutos a que este llegara de su última clase del día.

—Sabes que puedes entrar.

Draco Malfoy llegaba por el pasillo, sonriendo porque Olivia había tocado la puerta y al no obtener respuesta había decidido quedarse afuera.

—Si no fuera una habitación compartida lo haría —negó arrugando la nariz—. Blaise es decente pero Crabbe y Goyle... No quiero encontrarme con algo desagradable si entro sin permiso.

—Tu amiga rubia me dijo que querías verme así que hice que se largaran a otro lado —dijo ya algo más serio, abriendo la puerta para darle el paso a Olivia. Una vez dentro ambos cerró tras de sí, dejando su mochila al lado de la puerta.

La chica giró en redondo y apenas miró a esos claros iris grisáceos, los ojos se le empañaron.

—Draco...

El chico no lo dudó y enseguida acortó la distancia para envolverla entre sus brazos, dejándola derramar algunas lágrimas debido a la humillación que seguía sintiendo.

—Tengo buenas noticias —murmuró al estar muy cerca. Olivia seguía aferrada a su torso sin apartarse—. La situación fue grave, así que si tu madre levanta una queja con el consejo estudiantil, mi padre la apoyará y ese miserable Weasley puede ser suspendido por una o dos semanas.

Unos minutos después en los que Olivia ya había dejado de lado sus penas, se apartó, limpiándose los extremos de los ojos con un pañuelo que Draco le ofreció. Entonces lo meditó sin mucha prisa: a comparación de su padre, su madre es miembro del consejo estudiantil y era un hecho que si le mandaba una carta explicando la situación, pondría cartas sobre el asunto... y con el apoyo del señor Malfoy siendo el presidente del consejo, era un hecho suspenden a Weasley hasta por un mes.

No obstante, Olivia conocía muy bien a su madre y su manera tan extremista de actuar; si recurre a ella todo el alumnado se enterará que ha ido con la táctica de soplona. Por otro lado, su padre haría las cosas mucho más discretas.

¿Qué de igual manera estaría llevando a acabo la infantil táctica de recurrir a sus padres? Si, pero no importaba cuando Weasley merecía sufrir las consecuencias.

—Le escribiré a papá —decidió dando un respingo alegre ante el gesto de Draco por llevarle la contraria.

No estuvieron mucho tiempo hablando de otros temas. Olivia prefirió dejar descansar a Draco antes de la cena y ella tenía que ir a escribir la carta para su padre que terminaría enviando mañana temprano gracias al toque de queda por las noches.

Dos días después era un hecho. Fred Weasley había sido suspendido, y si bien no lo mandaron a su casa como al grupo de Slytherin les habría gustado, su estadía en Hogwarts no era mejor, pues era sometido a toda clase de tareas ya fuera con el guardabosques Hagrid, pescando sanguijuelas para darle de comer otras criaturas nada amigables... O cumpliendo castigos con el conserje Argus Filch. Todo sin alguna pizca de magia permitida.

No estaba convencido de poder aguantar dos semanas.

Cada vez que a Fred le dolían las manos por las ampollas que le habían salido, se tocaba la mejilla derecha donde los dedos de Rosier seguían ligeramente marcados.

Tuvo la intención de ir y disculparse una vez más, con ahínco; si tenía suerte la chica haría que le levantaran el castigo.

Sin embargo, al tercer día todo empeoró para él, pues todas las bromas que alguna vez había hecho caer a alumnos de Slytherin, se le estaban regresando con creces.

Aquella noche en su dormitorio de Gryffindor se escuchó un espantoso grito que alarmó a sus compañeros.

—¡GEORGE, GEORGE, GEORGE!

El gemelo menor inmediatamente saltó de la cama. ¿Y si Sirius Black había logrado nuevamente entrar a su sala común y ahora iba en busca de su gemelo?

Con varita en mano se dirigió rápidamente hacia su pequeño baño con Lee Jordan pisándole los talones.

Fred seguía gritando horriblemente.

El gemelo menor abrió la puerta de un tirón y apuntó con la varita, aunque su visión era casi nula por el exceso de vapor. Estaba por hacer un hechizo cuando de entre el vapor emergió su hermano Fred, con cara de espanto y casi tirándolo de una tacleada por lo rápido que llegó a él para sacudirlo de los hombros.

—¡¿Qué demonios me han hecho?! ¡GEORGE, MÍRAME, MÍRAME!

—¿De qué-...? —pero George no tuvo tiempo de cuestionar porque su hermano agachó la cabeza todavía goteando del cabello y prácticamente se la pegó en la cara.

Fred Weasley ahora era completamente rubio. Pero no cualquier tipo de rubio, no, era un rubio descolorido, tirándole a nada de ser casi blanco. Un tono dañado y enfermizo.

—Por todos los magos —Lee Jordan no aguantó y rompió a estridentes carcajadas.

—¿Cómo sucedió? —George no se reía, se encontraba genuinamente desconcertado. En parte por ver distinto a su gemelo por primera vez en su vida y parte por querer saber lo ocurrido.

—¡No tengo idea, George! Pero mírame —exclamó, de repente su expresión decayó iniciando un lloriqueo entre quejidos lastimeros y lamentos al volverse a mirar en el espejo—. Soy horrendo. Soy rubio. Soy... asquerosamente repulsivo.

Y mientras Fred seguía lloriqueando, como si lamentarse de sí mismo le ayudara a recuperar su color de cabello original, su amigo Lee trataba de consolarlo.

—Viejo, tranquilo. Sólo es cuestión de aplicar uno de esos hechizos de color que usan las chicas.

Lee se puso a ello como estilista improvisado. Por su parte George sin estar convencido que fuera una simple casualidad, inspeccionó la ducha, sacando de su estante el shampoo todavía abierto que Fred claramente había utilizado; a simple vista no tenía nada distinto, de hecho era el mismo shampoo que los elfos domésticos del castillo se encargan de rellenar cada noche. Lo olfateó y finalmente vació un poco del producto en su mano, dándose cuenta de unos apenas perceptibles destellos plateados dentro del líquido espeso.

Magia.

—Se metieron a nuestra habitación —anunció aunque más para sí mismo, ya que el otro par seguía tratando de arreglar el cabello de Fred—. ¿Cómo diablos entraron a nuestra habitación?

—¿Crees que fueron esas chicas de Slytherin?

—Son las únicas que han estado fastidiando a Fred.

George frunció el entrecejo. Le irritaba que únicamente tomaran a Fred como objetivo, cuando él también había participado en todas las bromas hechas a los de Slytherin.

Bien, tenía claro que lo hacían por la pesada broma a Rosier con el filtro de amor pero... no le daba gracia el sufrimiento de su gemelo.

Parece que Lee Jordan pensó algo parecido porque tras fracasar con otro hechizo, observó a George con una sonrisa torcida.

—Amistad de chicas; si te metes con una lo pagas con todas.

Fred deseó haberlo sabido antes.

A la mañana siguiente Fred se negaba a salir de su habitación, pues no importa que estuviera suspendido, tenía obligado seguir usando el uniforme y como era evidente cubrirse la cabeza estaba estrictamente prohibido. A pesar de ser muy temprano, los pocos alumnos desperdigados que almorzaban ya en el Gran Comedor se soltaron a reír sin descaro alguno al divisarlo cuando entró

—¿Pero qué...? —soltó su amiga Angelina apenas lo identificó del rostro.

—No quiero hablar de eso —gruñó Fred, apresurandose a terminar su tocineta para marcharse con Hagrid.

George le dedicó una delgada sonrisa en muestra de solidaridad. Luego esperó por lo menos a que su grupo de amigos llegaran para poderles explicar una única vez y evitarle disgustos a Fred.

—¡Dile a la profesora McGonagall! —repuso Angelina apenas terminó—. Esto ya es el colmo.

George llevaba consigo la botella de shampoo. Anoche la había escondido en su baúl para que los elfos no se la llevaran y lo dejaran sin una evidencia.

—Si, buena suerte con eso —dijo Fred antes de hacer un gran esfuerzo para ignorar a todo el que se reía de él en otras mesas.

—Creo que ya no quiere ser un Weasley —se burló una chica de Slytherin—. No me imagino lo que debe sentir al ser tan pobre.

En ese momento Olivia iba entrando junto con April y frunció el entrecejo al haberla escuchado.

—¿Y ahora de qué habla?

—Ni idea.

April se encogió de hombros y ambas se dirigieron a buscar lugar al otro extremo de la mesa. Muy lejos del alboroto de aquel grupito de Slytherin que evidentemente eran mayores que ellas. No obstante, uno de ellos se atrevió a hablarle, muy por lo alto, con la clara intención de ser escuchado para deleite de sus amigos.

—¡Oye, Rosier! ¿Acaso tu novio se aburrió de ser pelirrojo... o fuiste tú quien lo obligó a cambiarse el color? La apariencia no le quita lo que es, ¿sabes?

A Olivia le pareció que las risas que vinieron tras el chiste fueron demasiado estúpidas.

No dudó. Giró sobre su hombro y le sonrió.

—Me alegra que estés al tanto de mi nombre pero lamentablemente para ti, yo no tengo idea de quién seas tú, como para que me sea relevante tu opinión. —levantó las cejas y se volvió prosiguiendo su camino junto a April.

Aquel chico corpulento (y con lo que a Olivia le pareció cara de bruto), se levantó emitiendo un gruñido y fue hasta ellas.

—Oye niña, debes mostrar respeto a tus mayores.

Si bien April se mostraba completamente sería, por dentro luchaba para no reírse por lo que estaba por venir para aquél pobre desdichado.

Olivia puso el codo sobre la mesa, apoyó su barbilla en la mano y luego esbozó una sonrisa ladina.

—Discúlpame, como tienes la mentalidad de un niño no me di cuenta que eras mayor.

Aquel chico, furioso, ya estaba sacando su varita dispuesto a atacar cuando de repente una lúgubre pero firme voz se escuchó detrás de él.

—Vaya a su lugar, señor Tarver. Y le sugiero poner ese mismo empeño que tiene para meterse en problemas, en algo realmente productivo si no quiere repetir el año... por segunda ocasión —finalizó entre dientes, dando a entender que si Tarver repetía año era más insoportable para él que para su alumno.

El gesto de Olivia se convirtió en uno de victoria, ya que el profesor Snape no se movió hasta que el llamado Tarver se hubo marchado de regreso con su grupito de serpientes snob y de los cuales algunos le dedicaron miradas con recelo.

Aunque hubo una mirada en específico que no pasó desapercibida para Olivia a pesar de que ya se estaba sirviendo el desayuno y cambiado de tema con April. Al cabo de quince minutos el Gran Comedor ya estaba sumergido en su tan habitual bullicio.

Rosie y Charlotte fueron de las últimas en llegar; con deslumbrantes sonrisas y la primera casi dando brincos de felicidad.

—¿Quién es un Weasley y no es pelirrojo? ¡Pues el perdedor de allá! —Rosie señaló la mesa de Gryffindor y junto a su amiga se hicieron espacio al lado de Olivia.

Por primera vez en días, los orbes de Olivia volvieron a caer por voluntad en la mesa de los leones, cayendo que justo en el desconocido grupo de amigos de Katie Bell, se encontraba una muy inusual cabellera rubia que asemejaba un estropajo viejo. Tuvo que entornar los ojos para darse cuenta que se trataba de ese insolente Weasley.

Olivia volvió su atención a su compañera.

—¿Fueron ustedes?

—¡Si! ¿Qué mejor que hacerlo sentir como si no fuera parte de su propia familia? ¿Y sabes cuál es la mejor parte? —Rosie se señaló el propio cabello violeta, subiendo las cejas de forma pícara—. Que no importa lo que haga se quedará así hasta que nosotras queramos.

—O hasta que el profesor Snape decida ayudar —dijo Charlotte inclinándose ligeramente hacia ella—. Es un pequeño maleficio con runas y sólo él o el mismo Dumbledore deben saber cómo romper el hechizo.

—Pero pasará tiempo para que se den cuenta y recurran a ellos —continuó Rosie mientras servía leche al cereal—. Porque nos aseguramos de hacerles creer que el problema está en el shampoo, así que la enfermera no encontrará ningún contra embrujo siguiendo ese camino.

Olivia negó con una sonrisa, reconociendo el enorme ingenio de sus compañeras. Sin embargo, tan rápido como su sonrisa apareció, sus ánimos se esfumaron. Ya había pasado casi una semana desde que fue víctima del filtro de amor, Weasley era el nuevo objeto de burla, y aún así, había unos cuantos alumnos que todavía se burlaban de ella. Unos cuantos que eran de su misma casa y seguían sentados del otro lado, riéndose como unas bestias sin modales para llamar la atención.

—Por Salazar, gracias a sujetos como ellos es que nuestra casa tiene tan mala imagen —musitó mirándolos de soslayo y arrugando ligeramente la nariz.

Rosie localizó el grupo al que Olivia se refería.

—Oh, si. Scarlett Ross y su grupo de culebras —bufó la chica—. Son de sexto y tan salvajes como los gigantes. Pero ya sabes lo que dicen: serpientes que muerden sin tener veneno... tan inútiles como un gato sin garras.

—Así no es —intervino Charlotte.

Rosie sacudió la mano.

—Se entendió el punto.

Olivia les observó una vez más de soslayo, apenas unos instantes para analizar a la llamada Scarlett; la chica sentada en la esquina del banco en ese aire tan supremacista, parecía casi esperar a que se le colocara una silla personal a la cabeza de la mesa como si fuera una Duquesa y el castillo su propiedad.

—¿Qué pasa? —inquirió April, ante el largo y dramático suspiro que emitió Olivia.

—Nada —suspiró—. Es sólo que... es claro que con el tiempo el incidente con el filtro de amor se olvidará pero, también hay otros que parece no lo dejarán ir.

—Sal con alguien. Sal conmigo si quieres —resolvió Charlotte, dedicándole un guiño—. La mejor manera de tapar un escándalo es con otro escándalo.

—¡Uy, uy, uy! —exclamó Rosie levantando la mano y asintiendo con la cabeza—. Yo también prefiero que salgas con Charlotte, a todos esos Gryffindor que ahora te miran como si tuvieran alguna oportunidad.

Olivia evitó arrugar la nariz con repugnancia, pues si bien es cierto que disfruta de aquel tipo de atención, de aquellas miradas de anhelo, en realidad no le complacía saber que aquellos chicos particularmente de Gryffindor creyeran tener oportunidad con ella.

Ahora que Charlotte lo mencionaba tenía cierta razón: si empezaba a salir con alguien que tuviese fama o personalidad extravagante, podría aclarar que jamás saldría con un gryffindor y además, callarle la boca a Scarlett y sus lacayos.

Soltó una pequeña risa hacia su compañera morena.

—Lo siento, Charlotte, pero tengo a alguien en mente.

Su compañera arqueó una ceja.

—¿Qué harás?

—Absolutamente nada —se encogió de hombros y cambiando a una sonrisa más inocente y dulce, se pasó las puntas de los dedos por detrás de la oreja, dando alusión de acomodarse un mechón de su castaña cabellera.

Por su parte April consciente de lo que significaba aquel soberbio movimiento, se limitó en apretar una sonrisa.

—Es una mala idea, Olivia —le dijo por lo bajo—. Aunque no puedo negar que me emociona que quieras salir con alguien.

Puede que Olivia tuviera pretendientes de sobra, sin embargo hasta la fecha sólo había aceptado a uno hace dos años. Un niño de Slytherin que le gustaba mucho pero que desafortunadamente la dejó con una muy mala experiencia en cuanto relaciones amorosas. No es que ella a sus doce años hubiese sido una experta, pero al igual que cualquiera, había tenido ciertas expectativas. Ahora que lo analizaba quizá fueron expectativas demasiado altas pero ¿por qué habría de conformarse con tan poco? No iba a seguir saliendo con alguien con quien no se sintiera cómoda.

Al día siguiente Olivia ni siquiera tuvo que esperar a la hora de la cena para continuar con su pequeño coqueteo indirecto, pues al igual que cada jueves, a eso de las siete iba saliendo del aula de Defensa Contra las Artes Oscuras debido a sus clases con el profesor Lupin.

Acababa de cerrar la puerta cuando un chico que estaba recargado en la pared justo al lado se dirigió a ella.

—Te gusta jugar, ¿cierto?

Olivia sonrió para sus adentros. 

Y 💬

Qué les pareció dudes?

Perdón por la tardanza pero como pueden ver parte es completamente nuevo :3

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