Era lunes otra vez.
Con algo de pereza me levanté para asistir al trabajo y tener que ver a Soobin, sentía vergüenza y un poco de repugnancia. No quería verlo por el momento.
-No tienes que ir- dijo Félix en la puerta de mi habitación.
Lo miré con cara de pocos amigos -tengo que ir, estoy castigada, mi madre no me dejará faltar.
Tomé mi mochila y me acerqué a donde el pelirrojo estaba parado.
Suspiré profundo y dije en susurro -tienes que guardar el secreto, por más que las cosas empeoren no le digas a mi madre ni a Ruby.
Félix no decía nada, solo podía sentir como sus ojos me decían con desesperación "quédate, no veas a ese idiota hoy, quédate en casa". Pero no lo haría, tenía que ir.
Pronto terminarían las vacaciones y el dinero que he ahorrado para mis útiles nuevos lo he gastado en salidas.
El pelirrojo terminó por asentir y yo por esbozar una sonrisa como agradecimiento -gracias- dije con sinceridad.
Estaba por pasar al lado suyo, pero sentí el suave agarre de Félix sobre mi brazo haciéndome detenerme y voltear a verlo.
-Iré por ti en la tarde, no te vayas de ahí- dijo con ternura y una sonrisa de labios cerrados.
Asentí una vez más, me acerqué y besé su suave mejilla, después subí mis labios y besé sus pequeñas pecas.
Sabía que Félix estaba más que sorprendido, pero no quería que me viera sonrojada por haber hecho eso así que me solté de su agarre y corrí escaleras abajo.
[...]
-Buenos días Madds- dijo Kumi saliendo de la cocina con su mandil puesto y su red en la cabeza.
Sonreí mientras me colocaba el mandil yo ahora. Dejé mi mochila detrás del mostrador y me metí a la cocina por un poco de agua.
Como me había levantado temprano, me vine caminando y dejé mi bicicleta en casa, estaba un poco cansada.
Por suerte no había rastro de Soobin por el momento.
Los clientes comenzaban a llegar y solo estábamos Kumi y yo atendiendo con tranquilidad, ya que no eran tantos clientes como otros días.
-¿No preguntarás por Soobin?- dijo en broma Kumi, claro, ella no sabía nada de esa noche.
Negué y seguí anotando órdenes para dejarselas a ella en la cocina.
-¿Estás bien Maddie?- asentí con la cabeza -¿sucedió algo con Soobin?- negué otra vez -él no vendrá hoy, se sentía mal.
Asentí y me puse el lapicero detrás de la oreja -necesito dos de naranja y uno verde para la mesa seis por favor- y salí de la cocina para atender a las demás mesas.
[...]
Ya era hora de irme, mi turno había acabado, pero el de Kumi aún no, por eso fue que Mika llegó casi corriendo mientras lanzaba su mochila detrás del mostrador y tomaba su mandil lo más rápido que pudo.
-Bien, yo ya me voy- dije tomando mis cosas -las veo mañana, suerte.
Ambas se despidieron y cuando iba saliendo del local, me encontré con él, con Soobin esperando afuera del lugar.
Nuestras miradas se cruzaron pero yo seguía caminando calle abajo.
-¡Maddie!- me detuve y escuché sus pasos detrás de mí.
Giré y lo miré sin decir nada.
-Perdóname por lo de aquella noche, no sé lo que estaba pensando- se pasó las manos por su cabello, desordenandolo más -estaba ebrio, discúlpame de verdad.
Negué -está bien- iba a girarme pero él me detuvo de la muñeca -suéltame- ordené y eso hizo.
-Solo escucha por favor- me quedé callada otra vez -no estaba pensando bien, créeme. Yo-
-No me interesa Soobin, yo nunca creí que fueras así- susurré porque sabía que iba a gritar del enojo que tenía.
Él suspiró agotado -cometí tantos errores esa noche y lo recuerdo todo- trató de tomar mis manos pero lo esquivé -Madison, dije que tú eras mi novia, se lo dije a todos mis amigos de aquella fiesta.
-¿Qué?- abrí mis ojos con asombro -¿por que lo hiciste? ¿Estás loco acaso?- estaba más molesta ahora.
Negó -solo sal conmigo este fin de semana para presentarte, después fingiremos que terminamos y ya, harás lo que quieras, dejarme de hablar, lo que sea- hizo una pausa -pero es necesario que me ayudes esta vez por favor.
Reí sarcásticamente -sigue soñando si crees que te ayudaré después de todo lo ocurrido- me giré y comencé a caminar otra vez pero ahora más rápido.
-¡Madison ayúdame por favor, te necesito!- gritaba Soobin mientras me perseguía.
-¿Maddie?- me agarraron de los hombros y alcé mi mirada, era Félix.
Me alegré de verlo y lo abracé fuertemente.
-¿Qué hace él detrás de ti?- me separé y miré al castaño que nos veía confuso.
-Déjame ya por favor Soobin- dije molesta -solo aléjate de mí.
Negó -no puedo, no quiero, me gustas mucho- miró al pelirrojo -¿están saliendo?- dijo con un hilo de voz.
-N-
Interrumpí a Félix -sí, estamos juntos. Ahora aléjate de nosotros ya- tomé a Félix de la mano y lo jalé lejos de ahí.
[...]
-Perdón.
Él me miró desde donde estaba sentado.
Después de caminar tanto nos detuvimos en un pequeño parque sin juegos, que lógico.
Nos sentamos en las bancas de madera y nos mantuvimos callados por unos veinte minutos.
Negó -está bien, tenías que hacerlo para que él se alejara- asentí sin decir nada -¿te hizo algo hoy?
Negué -solo quería que lo perdonara y que fingiera ser su novia- dije aún molesta.
-Que idiota.
-Que idiota.
Dijimos al mismo tiempo, ambos nos miramos y reímos.
Suspiré hondo y dije por fin -ya no lo puedo ver igual que antes, como aquel chico lindo que me dio empleo en aquel lugar, como el chico tierno y amigable que me gustó desde que lo vi.
Él asintió -te entiendo.
Negué -no, no puedes hacerlo- lo miré y él a mí, nuestros ojos se conectaron al instante -no entiendes como me siento. Siento que estoy volviéndome loca y eso es gracias a mis sentimientos enredados ahora.
Félix se quedó callado, claramente no comprendía nada de lo que estaba diciendo.
-Félix- él me miró angustiado -Soobin destrozó por completo mis sentimientos con sus estupideces- hice una pausa -mientras que había alguien junto a mi que hacía cualquier cosa por tratar de hacerme feliz, apoyándome en cualquier cosa.
Tragué saliva al ver como la expresión de Félix se iba haciendo más suave y sus labios formaron una sonrisa leve.
-Aunque esa persona me trató como basura en algún momento, tuvo sus razones y llegué a comprenderlas con el tiempo- sonreí como él -pero después de todo nunca dejó de quererme como yo a él.
Me quedé callada sintiendo como mis lágrimas caían por mi rostro pero mi sonrisa seguía ahí.
Félix se acercó lentamente a mí y posó su manos sobre mis mejillas, con sus pulgares comenzó a secar mi rostro, por último juntó nuestros labios de una manera lenta y suave.
Por unos segundos mantuve mi vista plantada en sus ojos cerrados y en sus pequeñas pecas en sus pómulos, las mismas que besé esta mañana antes de irme de casa.
Después copié su acción y cerré mis ojos para corresponder el beso.
Nuestros labios se movían lento, y no me quejaba, era lo mejor con solo tratarse de mi mejor amigo, o más bien, tratándose de Félix.