Opuestos Positivos

By teguisedcg

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Etham y Agatha son dos desconocidos que, sin saberlo, comparten un pasado en común. *** Porque, a pesar de e... More

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By teguisedcg

AGATHA

-9-

Hay dos chicos que ondean las banderas de un lado al otro. Un estruendo pitido logra silenciar los vítores de la gente. Veo como se retiran de la línea de salida. Me vuelvo a recolocar sobre la moto. Rodeo con fuerza el manillar el acelerador. Tanto, que se me tornan los nudillos blancos de la fuerza. Tengo la adrenalina luchando por querer salir. Desatarse. Echo un mirada a mis contrincantes.

En mi lado izquierdo se encuentran: Jaime, Tom y Edgard. Se tratan de los tres chicos con los que he compartido pista de carrera y también los distintos descampados para practicar y retarnos mutuamente. Nos deseamos suerte con un movimiento de cabeza. Aunque el chico del cabello rizado de color castaño me ofrece una sonrisa y me guiña un ojo. No me lo tomo como un cumplido, ni como una forma de coquetear. Aprieto aún más el acelerador y pego mi cuerpo un poco más a la moto —si eso es posible—.

Recorro también con la mirada a las dos chicas. Melania lleva el casco del mismo color que su novio Tom. En realidad, no está permitido participar en pareja. Lo que hace la pareja es que, si uno de ellos dos gana la carrera, se reparten el dinero y me parece de lo más tierno. Teniendo en cuenta lo competitiva que puede llegar a ser aquella rubia, me sorprende enormemente que lo haga. Supongo que el amor hace milagros algunas veces. La de melena rojiza, sin embargo. no la conozco. No sé por qué, pero eso logra despertar una curiosidad bastante grande por mi parte.

Vuelvo a centrar la mirada en la carreta. El alto y estruendoso pitido de salida resuena sobre toda la multitud. Escucho el chirrido de las ruedas. Soy capaz de oler el humo que comienza a salir del tubo de escape, pero aquello no me detiene. Salgo disparada hacia las vallas metálicas mientras giro con brusquedad hacia la derecha, consiguiendo rozar la rodilla con el asfalto. La adrenalina por fin se libera y comienza a correr por mis venas.

No freno. Cuando vuelvo a elevarme, acelero mientras me percato de la presencia de una segunda moto que comienza a acercarse a mí, muy peligrosamente. Intento apartarme y acelerar para no ponerme en demasiado peligro. Pero aquel motorista del casco rosa chillón no desiste.

Decido tomar otra estrategia y usar la misma que está usando conmigo. Me sé aquel circuito de memoria. En menos de treinta metros habrá una curva bastante cerrada que siempre provoca que desacelere, pero en ese momento cambio de parecer.

Veinte metros y comienzo a acercarme a su moto, como ella a la mía. Su mirada verdosa, a pesar del vidrio del casco, brilla con burla y se pega más a mí. Yo hago lo propio, aunque sea lo menos prudente en estas circunstancias. Me acerco más a ella, consiguiendo que nuestros brazos se rocen. No desvío mi mirada de la carretera, a la misma vez que no dejo de vigilar que mi rueda delantera no choque con la suya, porque nos mandaría a la mierda a ambas. Yo no vine a arriesgar mi vida.

Diez metros. Consigo que ella acabe más pegada a la pared. Un movimiento mal dado y acabaría estrellándose contra la pared. No puedo evitar la sonrisa triunfante que se forma en mi rostro. Lo bueno es que es disimulada por el pañuelo blanco que llevo. Ella vuele a intentar acercarse a mí y yo pego un fuerte frenazo, consiguiendo derrapar. Ella mira por encima de su hombro con superioridad, mientras aumenta su velocidad. Ella aprovecha la ventaja, dejándome a mí atrás.

Espero y espero. Hasta que han pasado cinco segundos. Tiempo suficiente para que ella esté a menos de tres metros de la curva. Entonces aprieto con más fuerza el acelerador. Con ello, logro que el motor de mi moto ruja y vuelva a aparecer el humo en el ambiente. Salgo escopeteada hacia adelante. Acelero más aún, notando como el viento feroz choca contra mi chaqueta de cuero.

La noche a tanta distancia del grupo de personas observando la carrera resulta silenciosa. Lo único que soy capaz de escuchar son los motores de las motos y el suave susurro de los espectadores.

Un metro. Tengo la curva en mis narices. Soy capaz de divisar a la motorista del casco rosa chillón. Ella, a diferencia de mí, la conduce con mayor lentitud.

«Respira, acelera y aprovecha el momento»

Eso era lo que se repetí siempre Marine. Tanto, que al final acabé apropiándome yo también de ella.

Con aquellas palabras en la mente, acelero como si no hubiese un mañana. Aun así, el nerviosismo en mi cuerpo es más potente que la ambición y la adrenalina. Lo hago igual. Cojo la curva con determinación y cuando noto que estoy perdiendo el control en vez de frenar, decido aumentar aún más mi velocidad. No tengo todas conmigo, aunque toda duda se disipa cuando logro adelantar a la motorista del casco rosa chillón.

Sigo avanzando como alma que se lleva el diablo. Disfruto de la vibración de mi moto, el chirrido de las ruedas cuando derrapo y el oleaje rompiendo de fondo. Los gritos de los espectadores cada vez son más notorios y de mayor volumen. Voy a llegar, estoy a punto...

No freno. No dejo de acelerar y aunque ya he pasado la línea de meta, no es hasta que tengo la valla metálica a pocos metros de distancia, cuando decido pararme. A pesar de que aprieto el freno con agresividad, la velocidad disminuye muy lentamente. Mientras que la distancia entre la valla y yo mengua más rápidamente.

Decido hacer algo un tanto peculiar. Pero rezo internamente porque salga bien. No quiero morir tan joven, necesito que salga bien.

En vez de ir de frente, decido ir zigzagueando. Disminuyo la velocidad con más rapidez, pero sigue sin ser la suficiente. Estoy a menos de un metro de estrellarme contra ella. Así que, desesperada giro la moto. De forma paralela, choco subida en la moto, en un sonido metálico que se me incrusta en el cerebro. No me da demasiado tiempo a molestarme por el sonido cuando me desplomo en el suelo, con la moto encima de mí, aplastándome.

Oigo pasos rápidos de la gente que se acerca corriendo a por mí. Comienzan a atosigarme a preguntas. Algún valiente decide retirarme el casco para después intentar retirarme el pañuelo. Aunque esto último se lo permito. El pañuelo es sagrado. Freno en seco su movimiento y le ofrezco una mirada tan fría como un iceberg. El pobre chico se queda quieto y veo como traga con dureza, gracias al movimiento de su nuez.

Intento levantarme, apartando de malas maneras la moto de mis piernas. El mismo chico de antes, me ayuda a retirarme la moto de encima y me ofrece una mano que yo acepto agradecida. Suelto un suspiro al estar de pie.

—¿Te importa? —pregunto mientras apoyo todo mi peso en él.

El niega con la cabeza y me sujeta fuertemente por la cintura mientras yo rodeo sus hombros y comenzamos a andar con lentitud. La gente se aparta de nosotros, permitiéndome andar con más tranquilidad. Aunque no soy capaz de disimular las muecas de dolor que me provocan mi pierna derecha y ahora, coja. El chico se da cuenta. Se para, permitiéndome coger aire. Estiro la pierna y vuelvo a suspirar, agotada por el esfuerzo.

—Te puedo llevar en plan princesita si quieres —dice divertido.

Le fulmino con la mirada incendiada por la molestia. Él levanta su mano libre en forma de rendición mientras me sonríe, achicando sus ojos. Acabo sonriéndole de vuelta, sin saber muy bien por qué.

—Soy Héctor —se presenta. Volvemos a emprender nuestro paso.

—Ag.

Porque, a pesar de que no me hace gracia que la gente de aquellos barrios, —mis barrios— sepan mi nombre completo, tampoco quería ser demasiado borde con él. No después de que me esté ayudando.

—Gracias — digo, cuándo soy capaz de divisar la figura de Liam y Carlos en la distancia.

El segundo asiente, dándome el aprobado mientras una sonrisa torcida aparece en su rostro. Mi exnovio acelera su paso y no tarda en llegar a nosotros. Intercambia un par de palabras con Héctor. Liam toma el revelo y acaba siendo él quién me acompaña hasta su coche amarillo.

—Tu patrocinador se va a reunir contigo en dos minutos —me informa mientras llegamos al coche.

Me apoyo en el capó, exhausta. Cierro los ojos e inhalo el aire contaminado por culpa de los tubos de escapes de las motos. El ajetreo por la fiesta de celebración me taladra los oídos. Sobre todo, cuando una música electrónica y molesta comienza sonar por los altavoces de alguno de los coches.

—Muy bien corrido, Opuesta —me felicita Carlos, con su voz demasiado grave para resultar agradable. Me da un amistoso golpe en el hombro. Asiento.

Espero ansiosa a la reunión con mi «misterioso» patrocinador. El rugido de unos motores mucho más potentes a las motos o los coches que circulan por aquí captan mi atención. Abro los ojos en el momento justo en el que dos BMV de color negro y alargados con cristales tintados circulan por el asfalto. Los dos vehículos acaban aparcados formando una especie de flecha. Al principio no comprendo la posición. Entonces un tercer coche aparece en mi campo de visión.

Un Mercedes-Benz negro 4x4, se coloca en el centro de estos dos. El coche me resulta demasiado familiar. Juraría que lo había visto antes. Me atrevería incluso a poner las manos en el fuego. Entonces, antes de sacar conclusiones inequívocas, leo la matrícula.

2234 XDF

Mi intención nunca falla. No puede ser. Vuelvo a releer la matrícula. Es esa. «Joder». Es la de él. Es la matrícula del coche de Etham Sander. Entrecierro los ojos a los cristales como si fuese capaz de ver por dentro de ellos a pesar de ser tintados. No estoy dispuesta a creerlo. No hasta que lo veo con mis propias ojos.

Pero él mismo se hace cargo de confirmármelo.

Una de las puertas traseras del 4x4 se abre. Veo las zapatillas negras y de marcas, está vestido con una sudadera negra, una gorra que es capaz de ocultar casi por completo su rostro. También lleva puestas unas gafas. Aunque son inútiles a estas horas de la noche.

No puede ser. Debe ser otro.

El chico de vestimenta oscura, se baja las gafas hasta dejarlas en la punta de su nariz. Su mirada miel se cruza con la mía. Entonces su dichosa sonrisa aparece en su rostro junto aquel aniñado hoyuelo.

«¡Puto opuesto positivo!»

N/A:Llevaba como dos semanas sin actualizar, I'm sorry, soy un desastre. Tengo que acostumbrarme a hacerlo porque con los exámenes se me acaba olvidando.

¿Qué tal la semana? Porque yo estoy deseando que llegue verano pero ya solo quedan 12 viernes más, ALELUYA.

Nos vemos pronto, espero ❤

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