Fictober XiYao

By Union_Xiyao

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Fictober creado por y para la pareja de Lan Xichen y Jin GuangYao de mano de diferentes autoras. More

Aclaraciones
Día 1 - Hojas
Día 2 - Mantas
Día 3 - Luz de luna
Día 4 - Fuego
Día 5 - Suéter
Día 6 - Tranquilo
Día 7 - Cielo Nocturno
Día 8: Tazas calientes
Día 9: Magia
Día 10 - Bosque
Día 11. Alas
Día 11.2: Alas
Día 12: Calabazas
Día 13 - Reptiles
Día 14: Libros
Día 15 - Pijama
Día 16: Encantado
Día 17: Anillo
18. Puente
Día 19 - Columpio
Día 20: Noche de cine
Día 21: Tormenta eléctrica
Día 22. Suave
Día 23 - Hornear
Día 24 - Manzanas
Día 25: Animales / Criatura / Bestia
Día 26 Amor/Desamor
Día 27: Dulces
Día 28. Paranormal
Día 30 - Cementerio
Día 31: Halloween

Día 29 - Fiesta

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By Union_Xiyao

Fictober día 29

Fiesta

Autor: Dayan Walker

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Advertencia: XiYao hetero R18.

Tenía ocho años cuando fue llevado por primera vez a ese lugar. A pesar de su corta edad, Lan Xichen comprendía lo que estaba sucediendo con el mismo raciocinio que el de un adulto.

Sabía que fue secuestrado y posteriormente vendido al mejor postor. Sabía también lo que sucedía con el destino de aquellos niños que eran secuestrados para venderse a aquel que pagara más. Su tío se lo advirtió en su momento, le indicó que se cuidara, que no saliera a dar vueltas por el bosque en la fría soledad de la noche, pero no hizo caso, y ahora Lan Xichen no puede decirle a su tío que lo lamenta, lamenta su imprudencia.

Ni siquiera pudo decirle a su hermano: adiós.

El único consuelo de Lan Xichen es que fue el único en ser secuestrado.

Si con eso garantiza la vida de su hermano y la de su tío, de sacrificarse, entonces con gusto lo hace no una, sino diez veces.

El sedán que lo resguarda e impide ver más allá de aquel cuadrado recoveco es demasiado pequeño; pero Lan Xichen sabe que es de noche, muy entrada la noche, pues la luna alta en el cielo deja entrever con su fulgor un pequeño rayo de luz que se filtra por una de las rendijas.

Continúan moviéndose. Lan Xichen siente que suben por unas escaleras debido al tentativo movimiento que ejercen cuando ascienden.

Ha transcurrido una eternidad y cuando Lan Xichen cree que llegarán al cielo, el sedán se detiene. Lan Xichen se sienta correctamente sobre su columna, quedándose atento a cualquier movimiento. Pronto, siente cómo es descendido hasta que la base del sedán toca el suelo. Al instante, la puerta es, literalmente, arrancada.

Lan Xichen ve cómo una garra se ase al cuello de su túnica, sacándolo al momento.

Pronto se esboza la imagen más aterradora que ha visto: ojos rojos, piel nívea contorsionada por un insano placer y unos dientes afilados que apenas se ocultan tras una sonrisa psicótica. Lan Xichen amplía sus ojos pardos, su mirada adquiere temor ante lo que contempla: es un vampiro. Y uno salvaje.

El vampiro sonríe, apretando el agarre.

—Estás muy flaco, y eres demasiado mayor para la venta; a ver si el líder te desea —masculla, riéndose perversamente.

Lan Xichen traga saliva. El vampiro comienza a caminar en dirección a los gigantescos portones de madera blanca que poseen esbozos de peonías doradas sobre cada frente. Se pregunta internamente si ese es su final, si así morirá: succionado hasta la muerte por unos vampiros devoradores de carne.

Los portones comienzan a abrirse en un chasquido ominoso. Pronto, una figura imponente se esboza en el medio. Tiene un daopao elegante de dolor oro con una peonía dibujada justo sobre su pecho. Es alto, imponente. Su larga cabellera está prolijamente atada a una coleta alta, alrededor de esta se entrelaza una corona de flores de color blanco. A cada costado de aquel vampiro hay un séquito de féminas que lo acompañan, agasajándolo.

Su mirada ambarina se posa sobre Lan Xichen. Repentinamente, se siente pequeño bajo el escrutinio. La expresión del vampiro se cuartea, esbozándose una sonrisa lánguida que pronto oculta tras su abanico. Sus ojos barren de su persona al vampiro que aún tiene sujeta la zona de su cuello en un apretado agarre.

—Suéltalo, Xue Yang, lo vas a matar y luego tendré que matarte por dañar la mercancía —dice el vampiro, emitiendo un suspiro en el proceso.

El vampiro lunático, Xue Yang, lo suelta de un hosco aspaviento, lanzándolo justo al frente del vampiro con ínfulas de lord. Lan Xichen trastabilla, logrando estabilizarse unos instantes después. Las risitas de las féminas que acompañan al vampiro no tardan en emerger. Lan Xichen se siente humillado, pero no puede decir algo al respecto, no cuando su cuello está en juego.

Con otro suspiro, saca de los pliegues de su túnica una bolsa pesada de cuero negro que pronto le lanza al vampiro Xue Yang sin ninguna ceremonia. Este la sujeta en el aire, para nada afectado con el trato. La abre, y comienza a contar los jades más puros que Lan Xichen ha visualizado en su vida. Brillan a la luz de la luna en un fulgor nácar.

—El precio por la mercancía —habla el vampiro luego de un silencio, posando su mirada una vez más en su cuerpo, evaluándolo—. Al menos esta vez lo trajiste debidamente vestido y bañado. Quizás así le guste a esa niña.

Una de las doncellas vampiras al costado del lord emite una risita, susurrando con voz melosa—. Oh, mi, lo que debe hacer es llevarle un hombre fornido que la ponga en su lugar.

El vampiro ríe con ellas al instante que aquel comentario impúdico tiene lugar. Lan Xichen no es ignorante. Un arrebol mancha sus mejillas, pero por fortuna nadie se percata de sus tribulaciones.

Luego de unos segundos, el vampiro emite un suspiro contemplando ahora a Xue Yang.

—¿Satisfecho?

Xue Yang alza su mirada carmesí, esbozando una sonrisa torcida en el proceso. Pero más allá de eso, no responde. Sus pies se giran, alza su mano y les indica a sus acompañantes que lo sigan, dejando el sedán hecho pedazos sobre el vestíbulo de la entrada.

El vampiro vuelve a suspirar, cierra el abanico y con un lánguido ademán le indica a la doncella de su derecha:

—Lleva este niño con ella. Vamos a ver cuánto le dura antes de que lo asesine y me haga gastar más dinero.

Luego de eso se gira, marchándose con las otras doncellas que continúan pululando a su alrededor. La doncella que se queda es bonita, pero no destacable. Envuelta en un elegante hanfu blanco con destellos añiles, más un intrincado peinado que sujeta sus hebras oscuras a la altura de su frente. Le gustaría acotar que podría verse mejor sin ese peinado, pero no opina. Sólo se deja conducir por la doncella cuyo trato es más amable que el del vampiro Xue Yang y pronto Lan Xichen está caminando junto a ella por un gran y largo pasillo ataviado en riquezas doradas.

Los pilares son aperlados. Lan Xichen cree fervientemente que con un pilar de esos podría alimentar a un pueblo durante una década.

En silencio caminan hasta el final del pasillo, la doncella continúa sosteniéndolo con su mano puesta sutilmente tras la zona baja de su espalda. Luego de unos momentos, lo sitúa frente a unos imponentes portones de color negro. Es lo único que parece desentonar con el blanco y dorado perenne de aquel lugar.

La doncella utiliza su mano libre y con sus nudillos toca una vez. Luego de eso, se aleja sin mediar palabras.

Los portones se abren silenciosamente. Lan Xichen traga saliva, comenzándose a sentir asustado por la expectativa. ¿Será que lo asesinará rápida o lentamente? Los portones terminan de abrirse, instando a que Lan Xichen continúe su andar. Temeroso, expectante, lleno de ansiedad, ingresa, dando pasos tentativos sobre el suelo de madera.

El recinto es un cubículo lleno de sutil simpleza. Hay cortinajes bañados en oro brillante que cuelgan parsimoniosos sobre las paredes, sujetos por un extremo de los doungong que yacen en las esquinas. Lan Xichen termina de ingresar y los portones vuelven a cerrarse.

Las linternas a cada extremo del recinto aumentan su fulgor, dándole la oportunidad a Lan Xichen de apreciar con mejor detenimiento.

A su costado izquierdo, hay una cama cubierta en doseles oscuros. Y sobre su frente, hay un sencillo mueble de madera cubierto con cojines ambarinos. Frente a este mueble, hay una pequeña mesa con una jarra transparente. Dentro de esta jarra, hay un líquido carmesí.

No hay nada más resaltante a primera vista salvo que el recinto no posee ventanas.

—¿Terminaste de ver? —murmura una voz cerca de su oreja.

Se crispa, dando un salto nervioso, alejándose de la voz cerca de su oreja. Con el corazón latiéndole desbocado, Lan Xichen contempla a la persona que lo asustó, hallándose con el vampiro más hermoso que ha visto en su vida.

Es una mujer. Lan Xichen no sabría dilucidarlo de no ser porque aquella mujer sólo está usando la túnica interior de seda, esa que sólo debe usar en las intimidades de sus pabellones. Abochornado, desvía la mirada de su cuerpo, posándola sobre su rostro.

La apariencia pueril de la mujer vampiro lo cautiva: tez nívea como la porcelana blanca, lisa, sin imperfecciones; ojos ámbares brillantes, sonrisa lánguida, casi coqueta; la forma de su semblante se asemeja a la de una delicada flor. El castaño de sus hebras cae a cada costado de su rostro, aumentando el candor de su expresión.

Lan Xichen traga saliva, aparta la mirada y sus manos se unen, entrelazándose, nerviosas.

La mujer emite una suave risa que no debería considerarse natural.

—Eres mucho más respetuoso que los otros —habla nuevamente, en voz baja.

Es lo único que menciona hasta que Lan Xichen la ve caminar hacia el fondo donde está el mueble, acostándose en este, utilizando el brazo del mueble para apoyar su torso desnudo. Lan Xichen se atreve a alzar su mirada para contemplarla, hallándose con unos ámbares refulgentes evaluándolo en silencio.

—¿Tu nombre?

Lan Xichen le otorga una reverencia antes de hablar—. Lan Xichen, mi señora.

Hay un sonido complacido que emerge de sus labios.

—¿Edad?

Contiene el aliento cuando responde—. Ocho, mi señora.

A esa declaración le sigue el silencio. Arriesga alzar la mirada para contemplarla una vez más, encontrándose con fría seriedad. Pero ella parpadea y la seriedad desaparece siendo sustituida por una tensa sonrisa.

—Bueno, Lan Xichen —habla, entonando cada letra de su nombre—, ve a dormir. Ustedes, los humanos, duermen de noche; nosotros, las bestias, dormimos de día. No lo olvides.

Incapaz de hablar, Lan Xichen observa dónde sería la mejor esquina para dormir sin perturbar la comodidad de su dueña. Encuentra una esquina al fondo, justo frente a la cama y se dispone a caminar en aquella dirección. Pero cuando llega, la voz curiosa del vampiro resuena.

—¿Qué haces?

Lan Xichen, temeroso, responde—. Dormir, mi señora.

El vampiro ríe, esta vez parece ser una risa genuina.

—Qué gracioso eres, Lan Xichen; pero puedes dormir en la cama si gustas.

Aunque Lan Xichen no consideró que pudiera tratarlo con tanta amabilidad, tratándose de un vampiro, acata la orden envuelta en sugerencia y camina hasta la cama, acomodándose en una esquina de esta no sin antes quitarse el calzado lleno de lodo. La risa de la mujer vampiro llega pronto, pero Lan Xichen está tan casado que casi al instante sucumbe a la inconsciencia.

——

Lan Xichen tiene el sueño ligero. Se despierta antes del amanecer. Aún la cama está vacía. Es grande, mucho, lo suficiente como para que cinco hombres fornidos ingresen sin siquiera tocarse, pero por algún motivo él se recluyó en la esquina, dejando que la mujer vampiro se quede con lo demás.

Pero despierta, y sólo halla soledad.

En realidad, la mujer vampiro sigue en el mismo lugar, en la misma posición y está observándole.

Lan Xichen se talla los ojos, dándole una mirada somnolienta al lugar. Creía que había sido un mal sueño, un sueño donde su tío, antes de dormir, le contaba a él y a su hermano historias de terror donde un hombre secuestra a niños para venderlos; o aquella famosa historia donde las brujas de Sanren seducen a hombres jóvenes para comérselos.

Sólo que esta vez no es un sueño, esta vez es la realidad. Ha sido alejado de su familia.

Parpadea, alejando el resto del sueño que le embarga. Se sienta al borde de la cama colocándose su calzado y va en dirección al frente, donde yace la mujer vampiro, justo al otro lado de la mesa de madera, esa que los separa. Se inclina ligeramente y saluda:

—Buenos días, mi señora.

Bien puede que Lan Xichen tenga ocho años nada más, pero conoce, comprende que esa persona es un ser sobrenatural: no dudará en matarlo si piensa que ya no le es de utilidad.

Y Lan Xichen todavía desea seguir viviendo.

Conserva la fútil esperanza de encontrar a su familia... algún día.

La mujer vampiro sonríe con suavidad. Le una un suave sorbo a su copa, una línea carmesí se dibuja por un costado de la comisura.

—Buenos días, Lan Xichen —saluda, termina de ingerir todo el contenido de su copa y la sitúa en la superficie de la mesa, luego se incorpora, comenzando a caminar a la cama—. Puedes salir a jugar al jardín. Yo voy a dormir, no vuelvas hasta el anochecer.

Sin mediar palabras se acuesta en la mullida cama, dándole la espalda. Los portones se abren silenciosamente casi al segundo, y Lan Xichen pronto comprende que ya su presencia no es requerida.

——

Le costó encontrar el jardín.

Gracias a las deidades marciales, Lan Xichen volvió a encontrarse con la doncella de la noche anterior. El sol aún no comenzaba a asomarse y ella estaba usando un chal gigantesco, somnolencia se esfumó pronto gracias a su presencia. Decir que estaba sorprendida de verlo con vida, sería un eufemismo. Incluso revisó su cuello en busca de alguna marca, pero hallando todo tal cual estuvo en un principio.

Luego de unos minutos de sopor le explicó que los jardines exteriores se encuentran saliendo de los pabellones privados de la señorita, cruzando a la derecha y siguiendo hasta el fondo.

Tal como fue indicado, Lan Xichen acató la indicación, y luego de dar un par de vueltas porque aún su sentido de la orientación está defectuoso, se encuentra con un valle de peonías que van a perderse en el horizonte, donde una inmensa montaña verde se deja entrever.

En medio del valle hay un pabellón semi abierto con muebles alrededor y una mesa de madera en el centro. Para llegar a él debes caminar por el muelle.

Lan Xichen no cree que sea correcto llegar a un lugar tan refinado, así que se contenta con caminar por el muelle, deleitándose con lo único natural de aquel lugar: las peonías de diversos colores. Si poseyera un lienzo y una pluma, cree fervientemente que podrá retratarlo.

Con el sol de la mañana alumbrándole el sendero, Lan Xichen se sienta al borde, un poco cerca del pabellón. No cree que ningún vampiro se acerque, no si quiere morir calcinado, lo cual es un consuelo para Lan Xichen ahora que se permite respirar con tranquilidad, evaluar sus circunstancias...

Un ruido estridente se escucha, Lan Xichen se tensa llevándose la mano al estómago mientras lanza un suspiro lamentable al aire. Tiene hambre. No recuerda cuándo fue la última vez que comió algo decente que no fuera arroz duro y agua de pozo. Lan Xichen es honesto consigo mismo, duda mucho que en un lugar donde todos son vampiros, pueda obtener alguna comida decente.

Su estómago vuelve a rugir, apretándose dolorosamente. Lan Xichen dibuja una mueca de incomodidad y al instante una risa cantarina se deja entrever a su costado izquierdo justo al principio del muelle. Lan Xichen gira su cabeza con rapidez en dirección de la risa, hallándose con la silueta femenina de una mujer que Lan Xichen, sinceramente, no cree que sea vampiro.

Es alta, incluso más alta que su señora. Su figura femenina está mucho más desarrollada que la de su señora, sus caderas son anchas, aunque no desagradables; posee unos bustos enormes que se bambolean con su caminar contoneado. Está envuelta en un hanfu sobrio de color negro y sus cabellos lacios, tan ébanos como su túnica, caen con gracia a cada lado de sus hombros. Hay unos mechones desiguales que enmarcan su mirada afilada, su sonrisa depredadora.

Continúa riéndose en voz alta, escandalosa y llena de hilaridad. Lan Xichen frunce el ceño y ella le sonríe con eterna diversión.

Hay un dizi negro en su mano derecha que gira con destreza entre sus dedos.

—Oh, pequeño Di Di, ¿eres la nueva adquisición de Mei Mei? —cuando llega, es lo primero que pronuncia.

Incluso cerca, es mucho más alta e imponente. Lan Xichen no cree que sea vampiro pues se habría quemado apenas los rayos del sol le hubieran calentado el semblante. Pero, aun así, para cerciorarse, inquiere:

—Mi señora, ¿usted es un vampiro?

La risa estridente suena una vez más. Se lleva la mano desocupada a la comisura de sus ojos donde ha cogido una pequeña gota.

—¿Vampiro? ¿Yo? Para nada —con un ademán lánguido, desdeña la implicación—. Soy tan humana como tú —le regala una sonrisa más suave y le extiende la mano para que Lan Xichen la agarre. Dubitativo lo hace y pronto la mujer lo alza, colocándolo a su frente de pie—. Un placer, soy Wei Ying, cortesía: WuXian. ¿Tú nombre?

Lan Xichen da un paso hacia atrás y le otorga una reverencia—. Mi nombre es Lan Huan, cortesía: Xichen.

Al instante la mujer revuelve sus cabellos oscuros, emitiendo un suave suspiro—. Eres adorable, A-Huan, ¿puedo decirte, A-Huan? Nos llevaremos bien.

No cree que pueda llevar el ritmo de aquel alborozado comportamiento, así que asiente pronto para evitar crearse un enemigo. La mujer llamada Wei WuXian sonríe, situándose a su lado, pasando un brazo por sus hombros, comenzando a conducirlo dentro.

—¿Tienes hambre, no? Ven, vamos a desayunar.

Lan Xichen tiene curiosidad del aquel que desempeña aquella mujer en ese lugar e inquiere.

—¿Eres algún sirviente?

Ella le regala una sonrisa que no llega del todo a sus ojos.

—Ya no —dice, y luego se gira un poco hacia él para observarle—. Pero me preparo mi comida en vista de que aquí todos estos animales sólo comen sangre.

Asiente, dubitativo. No cree que los vampiros se sientan a gustos si son llamados de esa forma, pero parece que a la mujer no le asusta decir en voz alta lo que piensa.

—Si puedo ayudarte en algo, mi señora...

Ella lo aprieta más a su cuerpo, su mejilla se posa sobre la piel suave de su cadera.

—¡Tranquilo, A-Huan! Hoy comerás, te prepararé mi congee especial y conocerás a tu nuevo hermano. A-Yu es absolutamente adorable, te llevarás bien con él.

Lan Xichen se deja guiar a la cocina con la voz cantarina de Wei WuXian en el fondo.

——

Tal como dijo Wei WuXian, Lan Xichen conoció a Mo Xuanyu. Un niño como él. La única diferencia es que Mo Xuanyu es hijo del lord que lidera aquel aquelarre: Jin Guangshan.

Mitad humano, mitad vampiro. Es un híbrido repudiado. No ha muerto porque tiene la bendición de su padre, y actualmente, es su juguete favorito. Eso le ha ganado la ira de las doncellas que se pelean por obtener el favor del vampiro pura sangre.

Lan Xichen de alguna forma se compadece de él. Mo Xuanyu es un niño tímido, lleno de vida, pero que se apaga lentamente al caer el sol, y sabe que debe ir al pabellón privado de su padre para yacer con él hasta que se sacie.

Lan Xichen ya tiene un mes en aquel lugar y sabe unas cuantas cosas al respecto:

El lugar donde vive el líder de aquel aquelarre se llama Torre Koi. Vulgarmente, y en la intimidad, le llaman aquelarre a aquel séquito liderado por Jin Guangshan, pero la terminología correcta sería: secta. Hay otras como esa, pero Lan Xichen no tiene conocimiento de ello más allá de esa jaula dorada que lo atrapa, condenándolo a servir a un vampiro cuya única solicitud es hacerle dormir, luego salir cuando a ella le toca hacerlo.

Ni siquiera le ha pedido de su sangre, o ha hecho como Jin Guangshan, que solicita otros servicios de su hijo. Nada. No sabe si sentirse feliz, o atemorizado de que un día su vida no sirva de algo y sea desechado, asesinado.

—¿A-Huan? ¿A-Huan, me escuchas? —la voz suave de Mo Xuanyu lo saca de sus pensamientos lúgubres.

Lan Xichen parpadea, posa su mirada parda sobre la cobrizo contraria. Su mirada llena de pesadumbre casi compite con la suya. Tentativo, le da una sonrisa.

El atardecer despunta en el oeste, sumiendo el valle de peonías en oscuridad. Sabe que dentro de poco la seguridad del día no les arropará y pronto deben irse a sus pabellones, donde sus dueños sí podrán protegerlo de todo mal.

—Disculpa, A-Yu, estaba pensando.

Mo Xuanyu asiente, su mirada se posa sobre sus muslos. Sentados en el muelle, balancea estos. La suave brisa nocturna mueve sus hebras sujetas a una cola alta. Lan Xichen, tentativo, toca las suyas con la punta de sus dedos. Sus hebras oscuras llegan a sus hombros en mechones desiguales. Debe cortarlo correctamente si no quiere que crezcan mal.

—Ya está oscureciendo —dice Mo Xuanyu. Hay un ligero temor que no pasa desapercibido.

Asiente, posa su mano sobre su hombro intentando imbuirle consuelo. Mo Xuanyu se apoya y Lan Xichen termina de abrazarlo. A la corta edad de ocho años, no hay mucho que pueda hacer, salvo escucharlo. Mo Xuanyu comienza a temblar, Lan Xichen afianza su abrazo. Quisiera decirle que apenas crezcan, se irán, pero ni siquiera él tiene garantía de eso, por mucho que su dueña no haya atentado contra su integridad.

No sabe si un día, ella se cansará.

——

Al mes siguieron otros tantos y ya el año se cernía sobre su cuerpo.

Lan Xichen de alguna forma logró adaptarse a la extraña rutina. Se acuesta al atardecer, se despierta al amanecer con los ojos ámbares de su señora fijos en su cuerpo. Ya no se acuesta en la esquina, si no a un costado de la cama. Siempre usando el lado derecho, y ese costado su señora nunca lo mancilla.

Apenas él se incorpora, su señora lo hace del mueble y se acuesta, diciéndole que saliera a jugar con Mo Xuanyu o incluso aquella alborozada Wei WuXian.

Siempre suele encontrarlos en el jardín de peonías o en el comedor, incluso en la biblioteca. Por lo general ahí está Wei WuXian enseñando a Mo Xuanyu a escribir y a leer.

Alguna que otras veces, Lan Xichen se uniría para leer algún pergamino, pero siempre en silencio, siempre escuchando las directrices de Wei WuXian.

Fue uno de esos días donde Lan Xichen decidió pasar por el pabellón de la biblioteca antes de marchar al cuarto de su señora. Sujeta un pergamino con el cuento que estuvo leyendo en el día y marcha en dirección a las habitaciones privadas de su señora.

Al instante los portones se abren, develando la figura de al frente.

Ese día, se encuentra más melancólica que antes. Ni siquiera ha bebido la jarra de sangre dispuesta para ella. Incluso, se percibe más enfermiza.

Lan Xichen no ha hablado mucho con ella, pero le preocupa.

—Mi señora, ¿se encuentra bien?

Ella alza su rostro, el ámbar antes brilloso se encuentra opaco. Otorga un lánguido asentimiento antes de volver su vista al suelo. Lan Xichen aprieta los labios, da un tentativo paso al frente y vuelve a hablar.

—Mi señora, el sueño aún no me embarga, ¿puedo leer?

Vuelve a alzar la mirada, sus ojos se llenan de curiosidad por unos segundos.

—¿Puedes leer?

Lan Xichen se permite una sonrisa antes de asentir.

—No soy diestro, pero me defiendo.

Ella le regala la primera sonrisa de la semana, se sienta correctamente en el mueble y con su mano derecha palmea el sitio libre a su lado.

—Ven, léeme. Si te equivocas en algo, te enseñaré.

Los ojos de Lan Xichen se amplían. Es la primera vez que hará algo con su señora más que dormir y dedicarse escuetas frases. Asintiendo con efusión, va en dirección a ella, se sienta a su lado, desenrollando el pergamino, dedicándose a leer desde el principio.

En una que otras frases, su señora le manda a repetirla para que comprenda pronto el correcto pronunciamiento. Y así, la noche transcurre, con la suave voz infantil de Lan Xichen llenando un lóbrego silencio que ni los eones han podido mancillar.

Así pasan los días. Ahora, Lan Xichen puede dividir su tiempo en convivir de día con Mo Xuanyu y Wei WuXian, y pasar sus noches en vela junto a su señora, que ahora mucho más dispuesta que antes, atiende sus lecturas, enseñándolo a escribir sin errores de ortografía.

Ahora, Lan Xichen puede verla sonreír. Incluso llegando tan lejos como acariciarle la cabeza cada vez que Lan Xichen acierta correctamente una inquiere.

Lan Xichen comienza a aprender junto a su señora; pero, por muy perfecto que sintiera todo, hay algo que pesa cruentamente en su corazón.

Su señora nunca le pidió ni una gota de su sangre. No sabe cómo sentirse al respecto.

——

El primero en percatarse de su crecimiento es Mo Xuanyu.

Están en el jardín de peonías, el sol comienza a morir lentamente y por alguna razón ni Lan Xichen ni Mo Xuanyu sienten ánimos de retornar a sus habitaciones.

Apenas el sol muere, Wei WuXian emerge por la puerta principal pegando gritos y alaridos excitados. Lan Xichen curioso, se incorpora seguido de Mo Xuanyu que se sitúa a su costado.

Están lejos de la puerta principal, pero pudieron ver perfectamente cómo un hombre sigue a una alborozada Wei WuXian.

Es alto, más alto que ella. Su cabello castaño está sujeto a una coleta alta con una corona igual de blanca que aquella perteneciente a Jin Guangshan, sólo que esa se ve mucho más sencilla. Dos mechones castaños enmarcan su semblante serio. La única diferencia, es que ese hombre tiene el ceño fruncido en austeridad.

—Vamos, vamos, recién puedo tenerte ¿y me vas a negar la oportunidad de estar afuera contigo? —Wei WuXian insta, halándolo de la mano a medida que lo conduce por el muelle para ir al pabellón que queda en el fondo, flotando en el valle.

El semblante hosco del hombre pierde intensidad cuando contempla a Wei WuXian, una sonrisa resignada pero indudablemente cariñosa bordea sus labios. Wei WuXian lo sigue conduciendo hasta el fondo, donde lo sienta sobre unos cojines. Wei WuXian no tarda en sentarse a horcajadas sobre sus muslos y pronto devora sus labios como si la vida le hubiera ordenado que su propósito en esta es besar aquellos labios con toda la impetuosidad del asunto.

Lan Xichen tose un poco, girándose para otorgarles algo de privacidad. Un arrebol de vergüenza quema sus orejas en carmesí. Mo Xuanyu se ríe a su lado. Lan Xichen lo ve de soslayo.

—¿Lo conoces?

Mo Xuanyu asiente, una fugaz expresión de tristeza empaña su rostro.

—Es mi hermano mayor, Jin Zixuan.

Oh, entonces él es el heredero del aquelarre.

Se atreve a observar de soslayo a la pareja al fondo, notando que ya no se están besando si no que ahora hablan en voz baja. Lan Xichen no puede apreciar la expresión de Jin Zixuan, pero un indicativo claro es el cómo acaricia aquel cuerpo sobre él, casi con reverencia, mientras Wei WuXian le susurra cosas suaves, riendo por alguna caricia efectuada a su cuerpo.

—¿Wei WuXian es su amante, entonces?

Mo Xuanyu lo observa como si hubiera dicho una tontería. Lan Xichen desciende sus parpados en vergüenza.

—No, es la esposa —responde, pese a todo—. Por propias palabras de Wei WuXian, ella llegó joven y tenía la misma edad que mi hermano. Fue esclava hasta que cumplió la mayoría de edad y Jin Zixuan la hizo su esposa a pesar de las amenazas de nuestro padre.

Lan Xichen parpadea, comenzando a sacar cuenta.

—¿Cuántos siglos tiene tu hermano mayor?

Mo Xuanyu se lleva una mano al mentón, cerrando los ojos a la par que frunce el ceño.

—Uhm, no lo sé, ¿unos nueve tal vez?

Lan Xichen abre la boca, pasmado.

—¿Y Wei WuXian?

Mo Xuanyu se encoge de hombros.

—Es menor que nuestro hermano, quizás por uno.

—¿Cómo es posible si es humana?

Mo Xuanyu lo mira fijamente, y para ser un niño, su expresión denota seriedad.

—Es una bruja. Fue sacada de la aldea de Baoshan Sanren luego de que no pudieran contra el asedio de Jin Guangshan. La única sobreviviente fue Wei WuXian; ha sido la bruja de la Torre Koi desde entonces.

Con toda la información suministrada, Lan Xichen sólo puede decir:

—¿Acaso esa no es la mítica aldea donde todas eran mujeres? ¿Esas mujeres que secuestraban hombres para poder tener descendencia y luego los asesinaban? Pensé que era un cuento para instar a los niños a no deambular.

Mo Xuanyu ríe en voz baja y asiente.

—Sí, eso es lo que dicen. Wei WuXian viene de esa aldea. Lo de si asesinan a hombres, no lo sé; pero lo cierto es que nunca volvían.

Un poco incrédulo con la información, Lan Xichen vuelve a posar una vez más su mirada sobre las efigies unidas de Jin Zixuan y Wei WuXian.

La encuentra saltando sobre sus muslos.

Lan Xichen desvía la mirada de inmediato cuando se percata de lo que está sucediendo. Con el rostro lleno de sangre por la vergüenza, comienza a caminar en dirección a la entrada siendo seguido por un divertido Mo Xuanyu.

—Ella siempre hace eso, le gusta enojar a las doncellas que aún suspiran por el amor de mi hermano.

No responde, sube las escaleras con rapidez y se adentra en el pasillo.

—Voy a donde mi señora, A-Yu —dice luego en la seguridad de los pasillos, girándose para situarse frente a Mo Xuanyu.

Mo Xuanyu se detiene frente a él, alza su mirada y frunce el ceño.

—Has crecido mucho, ¿qué edad tienes?

Lan Xichen parpadea, esboza una mirada llena de confusión y piensa.

—Creo que... catorce.

Mo Xuanyu asiente, pasa por su lado.

—No sigas creciendo y espérame.

Con esa despedida se marcha a las habitaciones privadas de Jin Guangshan.

Lan Xichen sonríe, y se dispone a hacer lo mismo yendo a lado contrario. Ingresa pronto a los pabellones privados de su señora, hallándose pronto su efigie recostada una vez más al mueble. Sigue sin consumir su jarra de sangre y cada día la ve más desfallecida. Lan Xichen está preocupado.

Llega pronto a ella, se sienta y sujeta sus manos, acariciando el dorso con sus pulgares.

—Mi señora... —murmura Lan Xichen, apesadumbrado. Ella parpadea, esbozándole una suave sonrisa—. Por favor, permítame darle de mi sangre.

Años en el pasado, él no estuviera dispuesto a eso, pero ahora que ha crecido y le ha agarrado cierto cariño al encierro, a la compañía que encuentra dentro del aislamiento, al tiempo convivido con su señora, Lan Xichen se halla ansioso por tenerla a su lado. No quiere perder eso que lo ata.

Ella niega con la cabeza, La sonrisa crece, pero tiembla en las comisuras.

—¿Qué edad tienes?

—Creo que catorce, pero mi señora—

—Entonces, no. Cuando crezcas. Puedo esperar.

Lan Xichen se llena de ansiedad. ¿y si cuando crezca, sea demasiado tarde y no quede más que polvo? La existencia sería tan vacía como aquellos ámbares llenos de desolación.

Las caricias se detienen un momento, pero luego las reanuda, tembloroso. Quisiera pelear, decir que no, pero es joven, incapaz de luchar contra la fuerza de un vampiro.

Por primera, vez en sus corto catorce años de existencia, conoce la frustración.

——

Transcurren seis meses más y con ello llega el solsticio de invierno.

Lan Xichen y Mo Xuanyu van camino al comedor para cenar cuando un estrepitoso ruido suena en la biblioteca. Curiosos, ambos se miran al mismo tiempo y luego comienzan a caminar a paso rápido, hallándose pronto en el umbral, a Jin Zixuan intentando contener a Wei WuXian.

La fuerza de un vampiro es potente, pero Wei WuXian no es bruja por nada.

Sus ojos son rojos como la sangre, su semblante antes divertido ahora está contorsionado en ira.

—¡Suéltame! ¡Voy a hablar con el maldito que tienes por padre!

—Wei Ying, si no te calmas te voy a amordazar, por favor, ¡basta!

Como puede, Jin Zixuan la mete dentro de la biblioteca. Ahora Mo Xuanyu y Lan Xichen están situados sobre el umbral, contemplando la escena.

—¿Cómo me voy a calmar si te invitó a comparecer... a eso? —masculla, ya no está luchando, pero ahora sus manos aprietan con fuerza la tela del torso. La peonía se arruga, en cualquier momento pareciera que se fuera a romper.

Jin Zixuan la besa con fuerza, Wei WuXian, luego de unos instantes, se deja hacer.

—Sólo requiere mi presencia por la inesperada visita del clan Wen, no pasará nada.

—Las doncellas murmuraron que te obligará a ti a Mei Mei a yacer con uno o dos antes del amanecer —dice, su voz suena desesperada—. No está respetando la unión.

Lan Xichen deja de escuchar cuando Wei WuXian menciona lo último. Agarra a Mo Xuanyu por el brazo y lo conduce al comedor. Llega pronto, soltándolo. Mo Xuanyu le dirige una mirada, sujetándose el brazo adolorido.

—¿Qué fue eso?

Lan Xichen no pierde tiempo en hablar—. Explícame.

Mo Xuanyu es el mejor informante que tiene, por no decir el único.

—Estaba hablando de la fiesta. Cada seis o siete años, en el solsticio de invierno, se lleva a cabo una fiesta, o una reunión. Sólo es para vampiros. Lo que sucede ahí, según dicen, es escabroso. Mi hermano y hermana no han participado desde que se comenzó a festejar; pero ahora con la visita del clan Wen, seguro nuestro padre querrá desposar a Jie Jie y conseguirle amantes a Zixuan Ge Ge.

Incapaz de formular palabra alguna y con el apetito por completo neutralizado, se gira, comenzando a correr en dirección a los pabellones de su señora. Escucha a Mo Xuanyu gritarle en el fondo, pero no presta atención, no cuando teme lo que está a punto de suceder y él sabe, sabe con dolorosa certeza que no podrá hacer algo para evitarlo.

Llega a los pabellones privados de su señora, abre los portones con fuerza encontrándose la efigie de ella, imponente, grácil, ataviada en una elaborada túnica blanca con dorado. Las peonías envueltas en perlas y oro resaltan a la vista. Incluso lleva un modesto maquillaje. Sus labios están pintados en color cereza; sus ojos, debido al rubor en sus mejillas, refulgen con fuerza. Lo único sencillo de su persona es la cabellera suelta, cae a cada lado de su semblante donde la marca bermellón se exhibe, intensa.

Y Lan Xichen piensa que no existe nada más perfecto en ese momento.

—Mi señora —Lan Xichen suspira, dando un paso.

Ella le sonríe, sus parpados se arquean y la vista le roba el aliento.

—A-Huan, creo que ya cruzamos esa barrera, ¿por qué no me dices A-Yao?

Lan Xichen siente que su corazón desboca, desesperado, buscando sosiego.

—A-Yao —Lan Xichen prueba el nuevo nombre, lo saborea, decidiendo que lo encuentra aún más perfecto—. A-Yao.

La sonrisa crece en sus comisuras.

—A-Huan.

Tanta intimidad... no debería matarlo lentamente. Pero lo hace.

Sin embargo, por mucho que Lan Xichen quiera rodar por la cama, emocionado por todo el desenlace, aún hay algo importante que decir.

—Mi señora— no, A-Yao —corrige, sonriente, retomando la palabra—; hoy, el solsticio de invierno—

Ella asiente, no parece muy contenta con el asunto.

—Se requiere mi presencia por la visita de un poderoso clan.

¿Debería considerar decir lo que escuchó de Wei WuXian?

Sus labios son más rápidos que su raciocino cuando exclama.

—Escuché de unas doncellas que su padre pretende obligarla a yacer con uno o dos, incluyendo a su hermano mayor.

Puede que haya mentido, un poquito.

La sorpresa invade por un momento el semblante de su señora. Pero luego, su rictus se oscurece, es como si supiera de lo que su padre es capaz. Lan Xichen la ve parpadear y una sonrisa se forma, pero no es una sonrisa agradable, en realidad, le causa ligero temor.

Ella extiende su brazo y con su mano revuelve sus cabellos.

—Gracias por avisarme, A-Huan —se inclina un poco, ya Lan Xichen le llega a la altura del pecho. Ella besa su frente de forma casta antes de alejarse con una sonrisa mucho más sincera—. Y no te preocupes, el único en mi vida eres tú.

Con eso dicho, se marcha, dejando una estela de sutil aroma a peonías doradas en el ambiente junto con el suave olor de su esencia, impregnándolo todo. Lan Xichen se toca con la punta de los dedos la zona donde fue besado, sintiéndolo caliente.

Quizás su señora esté mintiendo, pero mientras, él se creerá todo el falso amor que ella tenga para dar.

——

Entre tantas idas y venidas, Lan Xichen crece. Lo suficiente como para alcanzar al esposo de Wei WuXian en altura, dejando a un frustrado Mo Xuanyu atrás que apenas llegó a la apariencia de diecisiete años, dejó de envejecer, por lo tanto, de desarrollarse.

Fácilmente se haría pasar por una mujer.

Jin Guangshan está extasiado.

El atardecer vuelve a despuntar en el horizonte cuando un joven Lan Xichen camina con parsimonia los pabellones luego de cenar en compañía de Mo Xuanyu y Wei WuXian.

Los portones se abren a su presencia y como hace más de una década, la efigie de su señora se esboza con fuerza, intensa, grácil. Lan Xichen suspira internamente cuando la ve alzar la mirada y sus orbes sonríen por ella.

—A-Yao —su voz, un suave barítono, suspira cada letra de su nombre, como si fuera un pecado enunciarlo sin tanto decoro.

Ella se incorpora, la copa aún en sus manos. La túnica se seda no cubre del todo su intimidad, Lan Xichen aún no se acostumbra. Con cada contonear de su cuerpo, la túnica se desliza por sus hombros, exhibiéndose la piel nívea de este. Lan Xichen intenta no desviar la mirada, intenta mantener la sonrisa lánguida y su bien estructurada personalidad llena calma.

Su señora se sitúa frente a él, alza la mirada y luego desdibuja la sonrisa en pos de fruncir el ceño.

—A-Huan, ¿cuántos años tienes?

—Veinte.

El ceño de su señora se profundiza.

—El tiempo ha pasado rápido, A-Huan. Hasta ayer tenía que inclinarme para besarte la mejilla.

Lan Xichen aumenta la sonrisa.

—Ahora tienes que alzarte para besarme.

No sabe de dónde salió su actitud tan audaz, quizás la compañía con Wei WuXian no es del todo pacífica. Pero ver cómo su señora se sonroja, vale por completo la pena.

Más dubitativa que antes, con su mano libre sostiene una de las suyas, entrelazándolas. Lo conduce hacia adentro. Los portones se cierran y Lan Xichen se sienta en el mueble. Su señora está a su lado.

Ella deja la copa sobre la superficie de la mesa, encarándolo.

—A-Huan, has cumplido veinte, y... —luego de sus murmullos, calla. Sus orbes miel se desvían de las suyas, incapaz de enfrentarlo. Lan Xichen sabe lo que va a pedir, lo ha estado esperando.

Pero su señora no dice más, Lan Xichen sabe que ella no va a pedirlo por cuenta propia. Más de una década conteniéndose; no ha sido fácil para ella. Lan Xichen no desea más que complacerla, dedicarle la eternidad que le aguarda a su lado.

Se inclina, sujeta la copa y la rompe. Eso crispa a su señora que pronto lo observa con sorpresa. Lan Xichen dirige la porcelana rota a su cuello y ella abre los ojos con alarma.

—¡A-Huan!

Se pasa la punta por un costado de su cuello, creando una herida superficial, pero lo suficientemente profunda para que mane sangre. Un jadeo escapa de los labios de su señora, sus pupilas se dilatan y el ámbar se pierde siendo reemplazado por un carmesí refulgente.

Lan Xichen no tiene oportunidad de hablar, ella salta sobre su cuerpo, situándose a horcajadas. La túnica de seda se abre, deslizándose finalmente. Sus manos se posan sobre la piel suave de su cintura. Su señora entierra su rostro en el recoveco se cuello, lamiendo con insistencia la sangre que emerge de la herida en su piel.

Inconscientemente, ha comenzado a mover las caderas, creando ominosos círculos sobre su virilidad apenas dormida. Lan Xichen se tensa, las manos en la piel de su cintura se aprietan.

—A-Yao... —Lan Xichen gime, y no sabe si es por la fricción insistente o por las ominosas caricias a su piel ultrajada.

Su señora jadea, el vaho caliente de su respiración lame su cuello con insistencia. Y cuando Lan Xichen menos se lo espera, ella abre la boca y sus incisivos emergen, penetrando la piel de su cuello en un letal movimiento.

Lan Xichen abre la boca, un grito silencioso escapa. Las orbes pardas se le llenan de lágrimas y una parte de él en medio de sus muslos ha comenzado a calentarse, llenándose de aquel esputo pegajoso que es su sorpresiva venida. Su señora sigue chupando, moviéndose sobre su cuerpo, insistente, desesperada, a medida que siente cómo su sangre y todos sus sentidos escapan por la herida vejada que ella amedrenta con cada succionar.

Cuando cree que la inconciencia se lo lleva, ella se aparta de su cuello, incorporándose, halándolo el cuello de la túnica y lo lanza al suelo.

Lan Xichen no sabe qué está sucediendo. Trastabilla, la mesa frente a ellos se vuelca derramando todo lo que tenía en la superficie y conecta la zona baja de su espalda con el piso de forma dolorosa. Parpadea y lo primero que distingue es la silueta desnuda de su señora lanzándose encima de él como un depredador que ha visualizado a su presa.

Atemorizado, se tensa. Su señora está sobre él, a gatas, desnuda. Su rostro está muy cerca del suyo, sus oscuros orbes carmesí penetran su cuerpo, su alma y Lan Xichen más allá del temor, siente excitación. No comprende por qué.

Bueno, la mancha en medio de su túnica debería indicarle el motivo.

Luego de unos segundos de contemplación, su señora se sienta sobre su excitada dureza. Comienza a moverse una vez más sobre la tela de su túnica, arrancándole un jadeo ahogado. Sinuosas, sus manos se dirigen hacia su pecho curtido, acariciándolo sobre la túnica, tanteando cada sección. Al instante, sujeta la tela con ambos puños y la arranca, descubriendo la piel de su torso.

Cesa los movimientos torturadores, se incorpora un poco y va desnudándolo completo. Lan Xichen está aturdido, extrañamente ansioso y con ansias de saber a dónde lo llevará esa circunstancia.

No tiene que pensarlo mucho cuando ve a su señora agarrar su dureza ya erguida, posicionarla sobre su entrada, clavándose de una sola estocada, arrancándole más que su primera vez.

—¡Ah!

Un gemido avergonzado escapa de sus labios. Los muerde, su rostro contorsionándose ante la embriagante sensación de aquella prisión húmeda que lo asfixia. Sabe que, si su señora comienza a moverse, no cree ser capaz de soportarlo, indiferentemente que su esputo anterior dicte lo contrario.

Pero las deidades no son benevolentes con él esa noche. Lan Xichen ve a su señora alzar sus muslos, sacar la dureza de su húmedo y apretado interior, dejando nada más que la cabeza dentro, y se vuelve a hincar sobre esta, comenzando insistentemente una cabalgata incesante que lo deja jadeando, enceguecido por la lubricidad del evento que se lleva a cabo.

La quijada de su señora está llena de sangre, de su sangre, sus manos son garras que se afianzan dolorosamente a su torso creando estelas carmesíes de sus protervas caricias; y sus ojos escarlatas brillan, insanos, mientras lo contempla, su expresión parecida al de una bestia a nada de comerlo; la vista debería atemorizarlo, pero en realidad, lo endurece aún más.

Los jadeos aumentan unas cuantas notas, las cabalgatas se tornan violentas y el chapoteo de piel con piel resuena con más fuerza, enmudeciendo el resto de los sentidos. Su señora salta sobre él, perdida en el placer que le genera aquel único instante donde es sólo ella con lo que tiene en su interior y Lan Xichen no hace más que deleitarse con la vista que se exhibe a su frente.

Unos impetuosos movimientos más y Lan Xichen ve cómo su señora se tensa, sus labios se abren en un gemido silencioso y sus ojos se amplían, dos lágrimas gruesas de infinita delectación corren por sus mejillas.

Lan Xichen comienza a pensar en cosas horribles para evitar correrse en ese momento que su señora aprieta las paredes interiores, asfixiándole su miembro hasta el punto de tornarse doloroso. Sabe que ella se ha venido, pero él no quiere aún. No lo desea.

Con un suspiro, su señora se deja caer hacia adelante, amoldando todo su pecho a su torso. Respira con dificultad, pero Lan Xichen la siente más relajada.

Luego de unos segundos, ella alza su rostro. Ahora hay un intenso ámbar lleno de culpa.

—A-Huan...

Eso es lo que Lan Xichen estuvo esperando.

Con las fuerzas que le quedan la gira, aún con su miembro bien erguido en su interior, colocándola bajo su cuerpo. Ella emite un quejido de sorpresa, ciñendo sus piernas a su cintura, apresándolo. Su rostro se llena de sorpresa.

—A-Huan, ¿qué—

No le da oportunidad de inquirir, Lan Xichen agarra las articulaciones de sus rodillas y amplía sus muslos. Sale una vez, dejando que todo el líquido de su venida drene de su interior, uniéndose a la excitación que emana como motas blancas de la punta de su miembro y sin advertirle, la embiste, arrancándole un gemido desgarrado.

Su rostro se contorsiona, el placer sorpresivo debido a la sobre estimulación manchan sus mejillas en carmesí, casi compitiendo con el intenso bermellón de la sangre presente en su mentón.

Ella grita, las poderosas embestidas otorgadas por Lan Xichen la deslizan por el suelo y tiene que afianzarse a su cuello para evitar terminar chocando con algo. Lan Xichen es implacable en las penetraciones, sale de su interior varias veces por completo, sólo para volver a ingresar son la misma fuerza, golpeando sus muslos, dejando huellas rojizas.

Los jadeos resuenan, su señora lanza una retahíla de gemidos placenteros que se pierden debido al insistente chapoteo emergente en medio de ellos debido a la profusa humedad que emana del interior de su cuerpo.

Lan Xichen no cree que aguante más, intenta apartarse del interior para acabar afuera, pero su señora lo afianza a su cuerpo con sus muslos, impidiéndole escapar. En medio de sus jadeos, de su mirada lúbrica y sus ojos cristalizados, ella le sonríe.

Sólo en ese momento, luego de más de diez décadas a su lado, Lan Xichen se permite besarla con pasión, imbuyendo en ese beso todo el sentir que padeció con el transcurrir de los años. Ella lo acepta, apretando aún más el agarre en su cuello. Luego de unas cuantas embestidas más, Lan Xichen se corre, llenando aquel húmedo interior con el último vestigio de su infinito amor.

Transcurren unos segundos, permitiendo que su corazón se acompase, Lan Xichen rompe el beso, alejándose un poco de ella y tentativo, le sonríe. Su señora le devuelve la sonrisa, una más lánguida, más sosegada.

—Tengo sueño, A-Huan.

—Vamos a dormir, entonces.

Por primera vez en la vida, en su vida, Lan Xichen duerme en los brazos de su señora, en la misma cama.

——

Al siguiente día en la noche, un insistente golpe en los portones los despierta a ambos.

Habiendo coincidido en que están hechos el uno para el otro, no perdieron tiempo en salir para reunirse con los demás aprovechando la intimidad en los pabellones privados de su señora.

Pero ahora, los golpes insistentes indican que eso es lo más que pueden tolerar. Lan Xichen está tentado a bufar, pero su señora, acostada en su torso, lo hace por él.

—Pasen —dice en un tono de voz irritado.

Lan Xichen está cubriendo ambas intimidades con la sábana de esa cuando la estridente presencia de Wei WuXian se deja entrever por el quicio.

—¡Hola! —grita y alza la mano en son de saludo. Tras ella, ingresa Jin Zixuan—. Oh, ustedes no pierden el tiempo, verdad.

Su señora frunce el ceño, y observa a su hermano—. Zixuan Ge Ge, ¿qué hacen aquí?

Jin Zixuan rueda los ojos y señala a Wei WuXian.

—Tiene algo que anunciar.

Mo Xuanyu se posa al lado de Jin Zixuan y le toma la mano mientras ve de reojo a Lan Xichen. Wei WuXian asiente, efusiva, abriendo la túnica de invierno que cubría una poderosa redondez.

—¡Miren! —exclama, exhibiendo su embarazo de, quién sabe cuántos meses. Wei WuXian se ve feliz y eso es lo que importa—. Zixuan tiene un heredero, son los primeros en saber.

Su señora coge la túnica de seda, se viste delante de ellos sin pudor y correr a abrazar a Wei WuXian, sonriéndose con sincero afecto.

—Me alegra saberlo, A-Xian. Espero ver a mi sobrino pronto.

Wei WuXian asiente y posa su mirada sobre Lan Xichen.

—A-Huan, apresura y embaraza a Mei Mei, ya quiero que nuestros hijos jueguen.

Jin Zixuan tose, Lan Xichen casi se ahoga con su saliva, pero logra mantenerse en una pieza para asentir con cuidado.

Una sonriente Wei WuXian lo contempla, enarcando una ceja, y dice—. ¿Saben qué significa esto? —espera el tenso silencio y exclama—: ¡fiesta!

Al unísono, todos suspiran. El más martirizado con esto es Jin Zixuan que la debe soportar día y noche.

Bien puede que Lan Xichen haya dejado atrás la idea de encontrar a su antigua familia, pero ahora, viendo a los integrantes que invaden su recinto, y la expresión de infinito amor que le otorga su señora, Lan Xichen sólo ruega a las deidades marciales por su bienestar, permitiéndoles olvidar que una vez existió Lan Huan...

Porque finalmente ha encontrado un lugar.

--

Notas finales: esta es mi última participación. Espero que hayan disfrutado tanto como yo disfruté al escribirlo.

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