Un toque de rock

By Laurixtika

431K 19.8K 1.2K

Linnea es una chica, que es muy diferente a lo que son las chicas de 17 años. Es muy cerrada, pero por otra p... More

Comienzo... extraño
Visita inesperada
¿Un trato justo?
Un famoso en mi clase
Charla de madre a hija
Un Romeo escondido en el armario
Exámenes, AAAAH!!!!
Discusión... ¿a causa de un chico?
Pelea en la cafetería
Comunicación por notitas
Furia o beso
Videojuegos y boxeo
Cena incomoda
Trabajo en parejas
Una disculpa difícil
Gelatina para almorzar
Una falsa Miranda
Melodía de piano
Vacaciones XD XD
Vuelta en moto
Secuestrada
Ian, yo y un coche
Aventura finalizada
Juego de luces y sombras
Un sueño de ensueño
Indispuesta
Casco rosa
Vestimenta para salir de fiesta
Concierto sorpresa
Autógrafo extravagante
Elección difícil
Dormida en clase
Pesadillas
Aviso
¿Viviendo con gatos?
Compensación
Pesadilla no olvidada
Sueño hecho realidad
Buenas noches
Labio roto
Llamada sorpresa
Aviso
¿Terco, o perseverante?
Con la puerta en las narices
Sábado noche
El centro del universo
Parque de atracciones
Corazón frío como la piedra
Granos de arena
Un sistema
El vestido perfecto
Sr. y Sr. Berckley
Propuesta para vosotros
Escapada de la fiesta
Alarma de incendios
Piernas de gelatina
Tarde entretenida
Cobarde
¿Celos?
Amnesia
Cena
Confesiones
Sin respuesta
¡Guerra de comida!
Bailando entre comida
Vendetta
Fiona
Brujas, muggles y Hogwarts

Estudiando

4K 296 32
By Laurixtika

Capítulo: 54

Odio, los exámenes. Los odio, los odio ¡los odio! Argh!!!!!!...... Bueno, me dejo de dramas y os dejo con el capítulo. 

El sol calienta nuestra piel, y el viento mueve nuestro pelo. Se escucha el sonido de la brisa moviendo las hojas de los árboles. Me siento relajada en este momento, con dos de las personas a las que más aprecio le tengo: Miranda y mi madre. Ambas, tumbadas sobre el césped al lado de la tumba de mi madre, hablábamos de todo y de nada en concreto. Con una bolsa de chucherías entre las dos, de la que picoteábamos de vez en cuando. Con los brazos cruzados tras mi cabeza utilizándolos de almohada contemplaba el cielo. Pero su cabeza estaba en otro sitio. Aun no podía creer que hubiera hecho una estupidez tan grande, como la de besar a Nathan. En ese momento mi cerebro había decidido tomarse unas vacaciones, porque eso no es algo que hiciera, siendo totalmente consciente. Es posible que el deseo de fastidiar a Ian por su absurdo intento de darme celos me cegara.

Aunque, hay que reconocer, que la mirada de odio que pudo Jennifer, no tuvo precio. Se la veía que quería arrancarme los intestinos y tejerse una bufanda con ellos. Ian en cambio, se quedó en shock. No se esperaba eso por mi parte, y a decir verdad, yo tampoco me lo esperaba. Creo que soy más retorcida de lo que pensaba.

—Oye, ¿cómo es? —pregunta de pronto Miranda.

—¿Cómo es, qué?

—Cómo es besar a Nathan.

Una suave risa sale de mis labios. Sabía que Miranda quería hablar sobre el beso conmigo, y por eso había insistido tanto en acompañarme a visitar a mi madre, junto con una gran bolsa de chucherías. Tiento con la mano en la bolsa y agarro una cualquiera, un sabor algo picante me invade la boca; me ha tocado una guindilla.

—No lo sé. La verdad, simplemente ha sido un beso.

—¿Simplemente, un beso? Tía, reconozcámoslo, no ha sido “simplemente un beso”. No sólo has besado a Ian Berckley, un famoso estrella del rock mega sexy y súper sensual, sino que también has podido besar al gran capitán de fútbol Nathan Jones. Linnea, ahora mismo, todas las chicas del instituto quieren ser tú. ¡Dios! Hasta yo quiero ser tú.

—Créeme, no quieres ser yo. Mi vida es un asco.

—¡Ja! Eso no te lo crees ni tú. Seguro que en secreto sueñas con morrearte con Ian —dice al tiempo que hace el sonido de un beso con los labios.

—Cállate. Preferiría no tener que hablar de esto delante de ella —digo señalando la tumba de mi madre con la cabeza—. Me da vergüenza.

Miranda se ríe suavemente, incorporándose ligeramente para mirar a mi madre—. Señora Cambell, su hija es toda una seductora, ha conseguido lo que nadie hasta ahora ha podido lograr; besar a dos chicos de en sueño en menos de un mes.

—¡Pero cállate! —La empujo hasta hacerla caer en el césped—. No le digas eso a mi madre. Ha saber qué pensará. Al final acabará creyendo que soy una cualquiera.

—¿Y no es así? —pregunta riéndose de mí.

Abro la boca de forma exagerada, queriendo parecer ofendida antes de decir—: No puedo creer que hayas dicho eso. ¡Y pensar que eras mi amiga! —La empujo con ligereza, no queriendo en verdad hacerle daño. Ambas reímos de forma estridente, llamando la atención de algunas personas que se encontraban allí. ¿He mencionado que cada vez que venimos las dos a visitar a mi madre, la gente nos mira de forma extraña? Así es. Parece ser que no es muy normal encontrarse a unas adolescentes tumbadas entre las lápidas, riendo y comiendo galguerías.

—¡Un poco de respeto! —grita un hombre a lo lejos—. Que estamos en un lugar de descanso para las personas, no en una discoteca.

—Lo sentimos Señor Williams —grito de vuelta. El pobre Señor Williams de 76 años se marcha del lugar, moviendo su bastón con brusquedad y refunfuñando un montón de críticas sobre los adolescentes de ahora… Un encanto de persona.

Volvemos a reír pero esta vez de forma más suave, menguando poco a poco. Nos quedamos en silencio, cada una mirando distraídamente a la nada. La aparición del Señor Williams y sus quejas sobre la juventud hace que me desanime sin poder evitarlo. Una pregunta me reconcome por dentro y no deja de pulular en ningún momento. Me gustaría poder preguntárselo a mi madre sin ningún impedimento, saber lo que piensa. Pero sabiendo que eso es imposible.

—¿Tú crees… —empiezo a decir—… tú crees que mi madre, se sentirá, orgullosa de mi?

Es un mero susurro lo que sale de mis labios. No me atrevo a mirar a Miranda a la cara, y el hecho de que no diga nada, lo empeora todavía más. Rápidamente me arrepiento de haber soltado esa pregunta en voz alta.

—No tienes por qué responder. —Vuelvo a decir, pero Miranda me corta con rapidez.

—¡Por supuesto que estará orgullosa de ti! ¿Por qué no iba a estarlo?

Resoplo ante su respuesta.

—Bueno, teniendo en cuenta mi interminable historial de expulsiones y peleas que he tenido a lo largo de prácticamente un tercio de mi vida… creo que es bastante obvio.

—Oh vamos. No lo creerás en serio. No te metes en peleas porque quieres, sino porque te meten en ellas; eres una guerra y tu instinto te grita que defiendas a las personas que te importan. Eso no es tan malo.

Reflexiono ante sus palabras. ¿Realmente es eso cierto, soy una guerrera? Suena algo extraño, pero no por ello menos agradable.

—Puede que tengas razón.

—Por supuesto que la tengo. Siempre la tengo en estos temas.

—Por favor Miranda, llévate a tu ego a otra parte para darle un paseo —digo con humor.

La oigo reír. Me incorporo hasta quedar sentada con las piernas cruzadas como un indio. Miro la tumba de mi madre. Muchas veces me pregunto si mi forma de ser: ¿sería distinta a como soy ahora? ¿Sería una chica promedio, que sacaba unas notas medianamente buenas? ¿Era posible que de esa forma no me metiera en tantos problemas…? No. Creo que eso no ocurriría jamás. Ah… tanto pensar en todo esto hace que me duela la cabeza.

—Ahora, hablando en serio —dice Miranda—. Si lo que buscas es un motivo por el que tu madre pueda sentirse orgullosa prueba con esto: eres una buena persona, y una gran amiga. A mí con eso me basta.

Linnea, abrázala cuanto antes. Ya”. No lo dudo ni un instante y obedezco a mis pensamientos. Enredo mis brazos a su alrededor y la abrazo, dándole las gracias. En este momento las palabras sobran.

—Hay algo que tengo curiosidad por saber. —Miranda y yo nos separamos despacio y con lentitud.

Espero paciente a que siga hablando, y cuando lo hace, su pregunta me sorprende:

—¿Vas a pagar de verdad esos 50 dólares a Nathan?

Suelto una sonora carcajada inclinándome ligeramente hacia atrás. No me acordaba del hecho de que le había dicho que todo el asunto del beso era una apuesta, cuando era una absurda mentira para poder convencerlo.

—No me acordaba de ese pequeño detalle. —Me seco las lágrimas que se han formado con el dorso de la mano—. Supongo que tendré que pagarle. No quiero que acabe descubriendo que todo el tema de la apuesta era una farsa. —Me mantengo en silencio durante un momento no muy breve—. Me veo arruinándome. 

—Eso tiene fácil solución; quédate con Ian y él te pagará las facturas.

Me atraganto con una de las chucherías de la bolsa, por lo que tengo que escupirla para evitar ahogarme.

—Lo siento, pero creo que prefiero quedarme en banca rota.

Volvemos a reír. Y en verdad lo prefiero. No soporto el llorar, pero, ¿acaso alguien puede?

El sonido de los apuntes al pasarse, junto con el de los bolígrafos sobre el papel, era lo único que podía escucharse. La biblioteca se encontraba en el día de hoy a rebosar. Unos días después del escándalo por el beso con Nathan, Miranda y yo quedamos para ir a la biblioteca a estudiar juntas. El lugar se encontraba repleto, la mayoría por chicos de nuestro instituto. Siento sus miradas sobre mí. Cuchichean unos con otros sin importarle que esté en la misma sala que ellos, o que sea capaz de oírlos. Pero eso realmente no me importaba demasiado. Estaba aquí para ayudar a Miranda, y de paso, ponerme a estudiar.

Y estaría realmente encantada de estar allí si no fuera por…

—¿Podrías ayudarme con esto, Linnea? —dice Ian suavemente a mi lado.

No sé cómo, y no me preguntéis porqué, pero a Miranda se le ocurrió la brillante idea, de invitar a Ian a nuestra hora de estudio. Y como no, él acepto sin dudarlo. Y ahora estamos aquí, los tres juntos estudiando sobre la cantidad de moles y volumen de gases. Y a pesar de que Ian me preguntaba de vez en cuando, lo hacía de forma seca. Se nota que todavía se encontraba algo resentido con lo pasado con Nathan, pero me estaba sacando de mis casillas. No sé cómo lo hace, pero se las apañaba para tocarme: rozando mi rodilla con la suya, nuestras manos al rozarse, y su aliento rozando mi oreja al hacerme alguna pregunta. Tenía que irme de allí ahora mismo, antes de que decidiera arrancarle la cabeza.

Miranda me da patadas desde el asiento de enfrente para atraer mi atención. Me acerca su cuaderno abierto por una hoja en concreto, con un mensaje en la parte superior.

“Día perfecto para morrearse en los pasillos de la biblioteca”.

Nada más leer el mensaje arranco la hoja, la arrugo rápidamente y la guardo en mi mochila, antes de que pueda leerla Ian.

—Idiota —murmuro.

Miranda ríe en voz baja, centrando su atención de nuevo en su cuaderno. Un nuevo roce por parte de Ian hace que mi cuerpo se estremezca. Me pilla por sorpresa, cosa que impide que pueda ocultarlo. Ian se da cuenta de mi reacción y sonríe, sintiéndose orgulloso de su logro.

Necesitaba aire fresco. Por lo que, levantándome de la mesa, intentando hacer el menor ruido posible para no molestar al resto de personas que estaban estudiando, me retiro del lugar queriendo aclarar mi mente. Subo las escaleras de la biblioteca. Me adentro en la sección de historia, que se encuentra parcialmente vacía. Solamente alguna que otra persona ojeaba los libros de esa zona. Paso los dedos por el lomo de los libros de las estanterías, que se encuentran apilados, uno al lado del otro. Huele a madera y al encuadernado de los libros. No busco nada en concreto, por lo que saco un libro cualquiera y empiezo a ojearlo, pasando las hojas con rapidez. Cuando un fuerte brazo se enreda en mi cintura y me empuja, haciendo que suelte el libro, cayendo con un ruido sordo en el suelo. Aquel brazo me arrastra hasta un rincón, oscuro de la biblioteca. Mi espalda queda apoyada en una de las estanterías. Unas manos apresan mis muñecas y las colocan a ambos lados de mi cabeza, y un cuerpo alto y musculoso me mantiene fija en el sitio.

Mis ojos se acostumbran a la ausencia de luz, haciendo que sea capaz de reconocer el perfil de Ian. Siento el calor que desprende su cuerpo a través de la ropa, haciendo que mi temperatura se eleve de manera exponencial. Mi pecho roza el suyo con cada inspiración.

—Estoy, muy enfadado contigo.

—¿Y eso?

Acerca su cara, empezando a rozar su nariz por mi frente, mis cejas, el perfil de mi oreja.

—Porque me has dado celos deliberadamente.

—¿Cuándo ha pasado eso exactamente? —Ahogo un grito al sentir que desciende hasta mi cuello, rozándolo con su nariz y luego con sus labios. Siento el impulso de apartarlo, y lo intento, pero lo único que consigo es que su agarre se haga más fuerte.

—Si mal no recuerdo, creo que fue hace un par de días, cuando de pronto decidiste besar a ese estúpido del capitán de futbol.

—Ah, claro… Te refieres a eso. —Se me hace difícil el decir algo coherente. Mi cabeza se siente confusa, flotando en una nube—. Cómo olvidarlo. —Sonrío sabiendo que mi declaración no le ha llegado a gustar mucho.

—No te preocupes por eso. Ya me encargaré yo de que lo olvides.

Junta sus suaves labios a los míos. Es un beso fiero, haciéndome saber que como se siente. Prueba mis labios como si fueran un manjar, mordiéndolos con suavidad. Cuando se me escapa un gemido él aprovecha para dar paso a su experta lengua. Sus manos dejan de sujetar mis muñecas y las desliza por mi costado, hasta alcanzar mi cadera y dejarlas fijas allí.

Aquel beso es demoledor. Con aquel beso, quiere poder borrar todo rastro de Nathan. Al no tener donde poner las manos, las dejo sobre su pecho sintiendo su calor. Nuestras lenguas bailan al son de una música muy salvaje. Ian consigue de alguna manera envalentonarme. Pongo mis brazos alrededor de su cuello para enredar los dedos en su cabello, y tiro de él, acercándolo más. No quiero que ninguna parte de mi cuerpo esté sin tocar por él; deseo sentir su calor. Desciende sus manos hasta mis pantorrillas para levantarme y enredar mis piernas en su cintura. Gracias al apoyo de la estantería, consigo no caerme.

Me siento feliz; completa. Su beso hace que pueda llegar a creer que quizás si exista un nosotros. Me siento borracha, embriagada. No quiero separarme, y creo que él tampoco.

El sonido de libros cayendo al suelo nos saca a ambos de nuestro trance. Escondo mi cabeza en el cuello de, sintiéndome altamente avergonzada. Espero realmente que aquella persona que ha dejado caer los libros no sea alguien de mi instituto, y que no sea capaz de reconocerme.

—Y-yo… lo siento, no, no pretendía…

La voz parece que pertenece a una chica; una chica joven, quizás de mi misma edad pero no puedo asegurarlo. Me agarro con fuerza de los hombros de Ian clavándole las uñas. Siento el jadeo de Ian en mi oreja. Respira de manera acelerada al igual que yo. La persona que nos ha interrumpido no tarda en desaparecer rápidamente. Cuando volvemos a estar a solas, levanto poco a poco la frente del cuello de Ian. Ambos nos miramos a los ojos; realmente no es necesario decir anda, pero incluso así, no soy capaz de articular palabra. Nuestro aliento se entrelaza y se mezclan. Su mirada es dulce y tierna; pero la mía seguramente no sea igual de tierna. Un sentimiento de vergüenza y arrepentimiento se despliega en mi interior. Hago un esfuerzo por intentar bajar y separarme de Ian, pero éste no me suelta. Seguramente mis mejillas se encuentran ahora mismo sonrojadas.

Voy a pedirle que me deje en el suelo, cuando él se me adelanta—. Sal conmigo.

—¿Qué?

—Sal conmigo este sábado, una cita. Solos tú y yo.

—Estás como una chota, no pienso hacerlo. —Forcejeo para que me suelte, pero no hay manera—. Bájame, ya.

—Sal conmigo.

—¿Es que no me has oído? ¡Bájame!

—Creo que no. No lo haré hasta que consiga convencerte de que accedas a salir conmigo en una cita.

—Ni lo sueñes —digo con una sonrisa pequeña sonrisa.

Él se encoje de hombros.

—Soñar es gratis. —Asegura su agarre sobre mí—. Bueno, que me dices. ¿Aceptas la cita del sábado?

—Creo que paso.

—Como quieras. No pienso bajarte hasta que me digas que sí; y, debo decirte, que ahora mismo estoy muy cómodo. —Y para confirmarlo, junta su cuerpo a mí, aplastándome entre la estantería y él.

Estoy atrapada. Y odio sentirme atrapada, sobre todo si es de una forma tan vergonzosa.

—Está bien, está bien. Haz lo que quieras, pero bájame ya. Puede venir alguien más.

Conforme con mi respuesta, me suelta despacio, deslizándome por su duro cuerpo, sintiendo cada músculo tonificado. Cuando mis pies logran tocar el suelo de nuevo, Ian aprovecha para besar la punta de mi nariz, y decir:

—Me encanta hacer tratos contigo.

Y sin esperar una respuesta por mi parte, se aleja de mí y se marcha por donde ha venido, dejándome ligeramente aturdida. 

Votad y comentad!!!

Twitter: @LauraLDLRV

Ask: http://ask.fm/Laurixtika

Continue Reading

You'll Also Like

966K 85.6K 50
Ganadora del Watty 2022 en la categoría juvenil✨ «Una carta de amor, una chica con aroma a coco y un verano inolvidable». *** Astrid, la hija de un i...
474K 33.8K 54
Historia de Emily Harrison y Noah Jefferson Secuela DLTAA #NOEMI Portada hecha por @Katypinklove PROHIBIDA SU ADPATACION Y/O COPIA Todos los derechos...
5.8M 331K 105
Libro uno de la Duología [Dominantes] Esto es "Dark romance" si no has leído nunca nada por el estilo no leas esto porque tú mente estará cerrada ant...
9.5K 813 25
Si tenemos suerte aveces en la vida tenemos un amor de oro y un amor de plata, el amor de oro es esa persona a la que vas a amar toda la vida, así se...