2108 Daegu, Corea Del Sur.
Los niños gritaban desesperados, buscando alguna escapatoria.
Los guardias de seguridad se habían llevado a dos niños inocentes, que de alguna manera u otra estaban involucrados con el tráfico de personas.
¿Extraño, no?
Ya iban dos eventos iguales a mitad de semana, esperaba que eso terminara luego. El martes se habían llevado a una niña la cual tenía familiares que traficaban personas, la pobre e inocente niña tuvo que pagar por toda su familia. ¿Los responsables? Quién sabe donde están ahora.
Uno de los guardias me llamó desde la puerta del salón con su grave voz. Caminé hasta allá, observando con pena a los niños. No deberían seguir asustados de esa manera.
—Ya basta, los estás asustando. —Dije intentando calmar a una pequeña rubia acariciando con delicadeza su cabello dorado.
—Son órdenes del jefe. —hizo una pausa— Min Yoongi, ¿No es así? —asentí sintiendo como mi estómago se revolvía y comenzaba a tener náuseas, mi rostro se puso pálido. —Puede retirarse y dejarnos hacer nuestro trabajo.
—Los matarán a todos, ¿verdad? —Pregunté con la voz rota, conteniendo sus náuseas que cada vez eran más fuertes.
—Esa es información a la que no puedes tener acceso. Quedas despedido, buena suerte sobreviviendo muchacho. —Dijo el guardia más alto mientras se retiraba de la escena arrastrando consigo a Hwan, un niño con el que pasé maravillosos recuerdos, como aquella vez en la cual salieron a recorrer el pueblo por completo y se contaron experiencias pasadas, o cuando me lo encontré sentado fuera de su casa en la noche porque se había extraviado.
Lo iba a extrañar mucho, y ese era uno de los errores más importantes que he tenido a lo largo de toda mi vida
Lástima, ya van quedando menos.