Decisiones y arrepentimientos

By DalhiaOkazaki

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Levi vuelve agotado tras perder a Farlan e Isabel. Intentando comprender cuál debe ser su razón para luchar e... More

Añoranza
Una obsesión con la limpieza
El examen
Antes de partir
Reconocimiento
La nota
Calor humano
Misión suicida
Moblit Berner
Monstruo
Gracias
El escuadrón de Levi
Bienvenido de vuelta, capitán
Muros y piedras
Dos palabras
Después de la caída
Infiltrados
El séptimo
Capitán Kenny Ackerman
Carnada
Narcolepsia
Enterrada
Palabras ahogadas
Fase 1
Fase 2
Fase 3
Estrategia
Perseguida
Cádaver vacío
Para siempre
Gestación

La habitación de al lado

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By DalhiaOkazaki



Snk pertenece a Hajime Isayama.

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El joven muchacho sudaba nerviosamente. Había trabajado durante años para aquel ejército. Conocía al enemigo, era bueno en combate y un excelente compañero. Durante más de un año había sido el segundo al mando en su escuadrón. El escuadrón número cuatro siempre había estado al mando del capitán Dita Ness. Un soldado con bastantes años de experiencia en combate.  Y teniendo a sus órdenes a cinco cadetes excepcionales.

Tal vez habían conseguido grandes logros en la última expedición. Su posición en aquella mullida silla lo denotaba. Un escritorio elegante y cientos de papeles que ahora deberían ser firmados bajo el nombre de Erwin Smith. Dirigió otra mirada hacia el chico que continuaba angustiado al ser reclamado sólo él a aquel pequeño despacho. Cinco soldados. Un capitán. De aquel pequeño escuadrón sólo permanecían 2 subornidados.

- Debo darte el pésame por la muerte de tus compañeros. El capitán Ness me ha informado de ello –dirigió una serie de papeles frente a él – Debido a que Hanji Zoe  va a ocupar otro puesto de ahora en adelante, sólo quedas tú en tu escuadrón.

- Supongo que quiere que ayude al capitán Ness a que los nuevos reclutas entrenen para la avanzadilla.

- Ness ha abandonado el escuadrón por orden mía – Moblit levantó la cabeza con incertidumbre ante este  comentario – He requerido su presencia en el destacamento de entrenamiento para ayudar en la transferencia de soldados. Ha preferido abandonar la avanzadilla y ha decidido seguir mi instrucción con los nuevos reclutas.

- Entiendo......... - incertidumbre de nuevo - ¿Voy a ser transferido a otro escuadrón?

- De hecho, creemos que dada tu habilidad de preparación en batalla y tu especial preocupación por tus compañeros – dirigió otro papel hacia él con su nombre escrito en el dorso – Sería adecuado que ocupases un rol de  capitán y ayudes a los nuevos reclutas incorporados.

- ¿Yo? ¿Capitán? - se mostró demasiado sorprendido, parpadeando varias veces mientras miraba aquel papel.

- Ya has tenido que realizar ese rol mientras tu capitán se encontraba ausente y debías guiar a tus compañeros.

- Eso es cierto, no obstante..........- pareció dudar mientras sus dedos empujaban aquella lámina de vuelta a su interlocutor – No me considero merecedor de ese puesto. Hay otras personas más aptas para ello.

- ¿Debo entender este rechazo como una negativa a pertenecer a otra posición distinta a la avanzadilla?

- No, comandante – se serenó mientras sus dedos arañaban la dura y áspera superficie de madera –Me encontraré cómodo en cualquier posición. Avanzadilla, retaguardia, administración, equipamiento. Quiero trabajar por la libertad de la humanidad. Pero no me creo apto para ese puesto.

- De acuerdo, Berner....... - comenzó a escribir en un pequeño papel ignorando su presencia – Puedes retirarte.

Cerró la puerta con cuidado para abandonar aquel pasillo tan abandonado y a la vez tan transitado. Aún no terminaba de comprender aquella situación. La última batalla había sido un éxito gracias al liderazgo de Erwin Smith, pero su comandante había abandonado al día siguiente.

Tal vez las cosas avanzarían de manera diferente bajo el liderazgo de aquel hombre de semblante tranquilo. Tal vez las despedidas que tendría que dar disminuirían. Hanji confiaba en aquel hombre. Y habían sido amigos durante largo tiempo, sabía que su criterio jamás estaba errado. Las personas en las que ella depositaba su confianza siempre eran merecedoras de ello. Aunque  había una persona en la que a él aún le costaba confiar.

Maldijo a la suerte cuando se cruzó con esa persona en aquellos pasillos. Le dirigió un mirada rápida. Parecía tener prisa y llevaba varios papeles. Sin entender muy bien porqué había comenzado a entrenar a varios soldados en un escuadrón dedicado a operaciones de ataque arriesgadas y ahora ocupaba el mismo cargo que su vieja amiga. Mantuvo el silencio durante unos segundos hasta que decidió romperlo mientras aquel hombre no dejaba de mirarle inexpresivamente.

- Enhorabuena........... capitán –su voz no sonaba para nada con convencimiento.

- ........... - el hombre continuó inexpresivo por un rato y añadió – ¿Esperas a que te felicite a tí también? Erwin se supone que te ha hecho la maldita propuesta.

- .............. - ¿el comandante también confiaba en aquel diminuto hombre cómo para contarle sus estrategias para reorganizar aquel desnutrido ejército? - No.... lo he aceptado.

- Tché. Tienes más pelotas de lo que parece – esquivó su mirada mientras aquel fajo de papeles se volvía más pesado en sus manos – Dirigir un maldito escuadrón es un dolor en el culo. Te conviertes en la estúpida niñera de cuatro o cinco mocosos.

- Seguro........ que hace un buen trabajo. La capitana Hanji también será una gran líder. –aquella conversación parecía insostenible. Intentó avanzar pero el hombre volvió a detener su avance.

- Tú........ - detuvo sus palabras como si intentase traducir alguna frase que no podía pronunciar fácilmente.

- T-tengo prisa.... Tengo que ayudar al capitán Zakarius con la llegada de suministros... - mintió intentando evadir a aquel hombre que parecía intentar mantener una conversación sin sentido.

- Escucha – volvió a interrumpir –Hanji es idiota. Pero yo lo he notado. Yo y todos los imbéciles que la conocemos.

- .......... - siguió sin comprender hacia dónde iba aquella conversación – No creo que insultar a la capitana sea algo adecuado, capitán.

- Te gusta esa idiota – finalizó.

- ......... - notó que sus mejillas comenzaban a sonrojarse ante aquella afirmación –No se de que-

- No soy idiota –volvió a parecer pensativo mientras añadía – Hanji sólo piensa en la estúpida ciencia. Los estúpidos experimentos y en el estúpido Shadis que ha huido con el rabo entre las piernas. Pero me yo he dado cuenta. Siempre pululas a su alrededor.

- Hanji...... es una gran mujer. -  frunció el ceño con disgusto – Sus experimentos dieron fruto en la última expedición. Admiro que sea fiel a sus ideales. Son los que nos van a llevar a la victoria. El comandante Smith también será un gran líder. Hanji siempre le ha admirado.

- No disimules conmigo, imbécil – se acercó más a él con actitud amenazante, pese a su estatura, sabía imponer su presencia – Hanji me ha enseñado ese patético ramo de flores que le has regalado esta mañana por su ascenso.

- No pretendo nada – admitió – Soy consciente de que su prioridad es ayudar a nuestro ejército por el bien de la humanidad. Siempre ha sido una persona entregada y nunca ha pensado en ese tipo de temas. Se que ella será decisiva en algún momento, siempre ha sido una persona especial. Solo quiero apoyarla en su lucha.

- ..........

- Capitán, me gustaría pedirle un favor.

- ¿Qué?

- Cuida de ella, por favor.

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Era algo realmente peculiar que los soldados que se alistaban en la legión de reconocimiento sobrevivieran más de un par de meses. Aún más extraño resultaba aquellos que sobrevivían a su primer año. Y aquella joven recluta conseguía volver prácticamente ilesa de cada batalla. La observó con detenimiento mientras no paraba de llenar cajas y cajas de madera.

Nunca había hablado demasiado con ella, pero su fiel compañero durante años, Erwin Smith, se había fijado en ella. Aquella pequeña litera olía a algún tipo de compuesto que era incapaz de discernir. Por mucho que intentara, no era capaz de comprender si era alguna reacción química o simplemente suciedad. La joven recluta recién ascendida continuó sacando decenas de libros debajo de la que había sido su cama durante tantos años. Ni siquiera llegaba a comprender de dónde había sacado todo aquel material.

La mayoría de cadetes apenas poseían alguna prenda de cambio y algún objeto personal. Pero Hanji Zoe había acumulado más de 70 libros debajo de su cama junto a varios tubos de ensayo y pequeñas cajas de cristal en las que acumulaba varios insectos disecados. Nunca había visto a ningún cadete acumular tanta basura. Y ahora ella pretendía trasladar todo aquello a su nueva habitación.

- Hanji, no podemos perder el tiempo aquí. Tengo que asistir a una reunión junto a Erwin –observó que las cajas con sus objetos comenzaban a ser cada vez más– Coge lo imprescindible que necesites ahora y te acompañaré al barracón. Mandaré a alguno de mis hombres después a recoger el resto.

- Oh, gracias Mike – Hanji se agachó y cogió una enorme caja llena de libros.

Hanji Zoe siempre había sido una recluta muy distinta al resto. Pese a que su profesionalidad era algo que la había llevado a desaparecer de aquella habitación y trasladarse a otra, siempre había destacado. Podía recordar la primera vez que la vio. Debían realizar un examen ordinario de las habitaciones de las reclutas. Y su cama presentaba el mismo aspecto que aquel día. Completamente llena de tierra y objetos traídos de todas partes.

Las reclutas femeninas solían hablar de ella con cierta aprehensión y pavor. Y no les restaba importancia. En ocasiones, aquella mujer podía resultar tremendamente temible. Nadie podía saber que pasaba por su cabeza a cada instante. En ocasiones, daba una impresión ingenua. En ocasiones, una auténtica psicópata.

- Tenemos tres barracones destinados a los altos cargos de la legión de reconocimiento –comenzó a explicar mientras abría el gigante portón de madera –Erwin ha decidido que tú debes estar en el nuestro. Habrá ocasiones en las que tengamos que realizar alguna reunión urgente. Es más fácil si no tenemos que cruzar todo el cuartel para buscarte.

- Comprendo – aquel pasillo comenzó a ser demasiado largo mientras lo recorrían en toda su extensión pasando por delante de numerosas habitaciones que parecían desocupadas - ¿Por qué mi habitación está tan alejada?

- Ni Erwin ni yo queremos oíros, así que hemos preferido que estéis lo más apartados de nosotros posible.

- ¿Oírnos?

- Es aquí.

Notaba que su corazón palpitaba con demasiada velocidad. El olor allí era distinto. Probablemente habrían acondicionado la habitación para que ella descansara allí. Mucho más grande que el pequeño laboratorio dónde trabajaba cada día. Una ventana que daba al exterior y un escritorio con una repisa sobre él. Comenzó a pensar si todos sus libros cabrían allí.

Recorrió la estancia fijándose en cada detalle. Parecía que sus ojos estaban ponderando acerca de la historia que había transmitido aquel roble ajado que la resguardaría durante el invierno. Durante años había visto vaciarse y llenarse todos aquellos barracones. Reclutas, capitanes, líderes de escuadrón. ¿Habría muerto de manera rápida la persona que anteriormente ocupó aquella habitación? ¿Tal vez sufrió? En su interior deseó que la persona que antes descansaba allí hubiese podido cumplir su sueño antes de morir.

Sus dedos se encontraron con el lino que cubría la cama. Usualmente no había descansado nunca en la suya propia, acostumbrada a pasar las noches en vela o dormir en su laboratorio. Pero aquella era enorme. Suficiente para que durmiesen dos personas. Como recluta había comprendido el hecho detener que descansar junto a sus compañeras, pero aquel cambio de trato le resultaba excesivo.

- ¿Cuál fue tu reacción cuando entraste en tu habitación por primera vez, Mike? - susurró mientras parecía decepcionada - ¿No te sentiste culpable?

- Todos hemos sentido eso. Todos somos iguales en nuestro interior, todos morimos ahí fuera como si fueramos ganado. Pero el gobierno se obstina en que debemos respetar la jerarquía.

- Puedo dirigir a mi escuadrón desde una habitación más pequeña. No necesito.......lujos – añadió mientras terminaba de contemplar la solidez de su colchón.

- Hanji...... - acarició su cabeza mientras intentaba reconfortarla – Ninguno de nosotros pasa tiempo en su maldita habitación. Cuando ha habido exceso de heridos, hemos llegado a ofrecer estas habitaciones como enfermería. Es sólo un mero trámite. Terminarás acostumbrándote.

- Entiendo.

- Levi dijo lo mismo que tú cuando le acompañé a la suya hace varias horas.

- ¿Levi también está en este barracón?

- Ya te lo he dicho. Ni Erwin ni yo queremos oíros. Así que lo hemos puesto en la habitación de al lado.

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Antes de que pudiera golpear la puerta con sus nudillos, se abrió estrepitosamente. La persona que ocupaba aquella habitación abrió con un rostro tremendamente malhumorado.

- Eres muy ruidosa, tus pasos se oían por todo el maldito pasillo – murmuró mientras entraba de nuevo dejando la puerta abierta tras él.

- ¡Oh, tu habitación está muy limpia! ¿Has estado limpiando Levi? ¿Has conocido a alguno de los otros capitanes? ¿Sabes cual es la habitación de Erwin? Mike me ha dicho que nos han dado las habitaciones más separadas. ¿Tu colchón también es blando como el mío? - Sus palabras no paraban de salir de sus labios mientras comenzaba a abrir cajones comprobando que aquella sala era idéntica a la que había visto hacía varios minutos.

- Hablas demasiado....... -la ignoró mientras continuaba doblando varias prendas de ropa y colocándolas en un pequeño armario – No abras ahí, es privado.

- ¿Qué es esto? - tal vez estaba más escondido de lo que pretendía, pero sus dedos encontraron una pequeña bolsa de tela completamente vacía junto al viejo diario de su madre.

- Tché. Isabel se los comió todos esa noche, pero ella quiso conservar esa estúpida bolsa –cerró con cuidado el armario mientras se acercaba a su compañera y cerraba el cajón que aún continuaba abierto – Nadie le había dado nunca un regalo.

- A Isabel le habrían gustado estas habitaciones. Podría haber compartido la mía con ella. Y Farlan podría dormir aquí.

- ..... - aquel pequeño comentario pareció darle una pequeña esperanza. Dudaba que si ellos siguieran vivos hubieran llegado a ocupar aquel barracón, pero esa esperanza le reconfortaba.

- Hey, Levi. Vayamos a ver el resto del barracón, ¿no sientes curiosidad?

Sin tan siquiera poder protestar se había visto arrastrado por aquella alocada mujer mientras abría cada puerta. La mayoría de ellas desocupadas. Bajaron una escaleras hasta alcanzar una pequeña estancia con varias mesas y una silla. Pudo distinguir una pequeña repisa de piedra dónde parecía que se podía hacer fuego. Algún tipo de sala en la que seguramente los capitanes tomarían alguna bebida tras las expediciones.

No solamente los reclutas demostraban sentir algo cuando sus compañeros morían, pensó para sí mientras abría los pequeños armarios. No había demasiado dónde elegir. Pero sin duda si que había espacio suficiente para almacenar. Se mostró complacido al vislumbrar una pequeña despensa dónde se encontraban varios tipos de té. Pasó con delicadeza la palma de su mano mientras comprobaba que aquellas tazas permanecían limpias.

Aquellas sillas serían ocupadas ahora por ellos dos. Comenzó a ponderarse cuantos años aguantarían tras cada misión antes de sucumbir ante las fauces de alguna de aquellas bestias. ¿Serían suficientes con sus muertes para salvar a la humanidad? ¿O serían sólo un sacrificio más que no supondría ninguna diferencia?

Volvió su vista hacia atrás comprobando que ella continuaba explorando habitaciones. Un olor húmedo le atrajo hasta su localización. Durante su época de recluta debía atravesar el patio central para dirigirse hacia los baños comunes. En aquel barracón parecían disponer de algo más de intimidad permitiendo que sus soldados pudiesen ducharse en el mismo edificio. Hanji abrió un pequeño armario. Docenas de botellas completamente llenas de algún tipo de producto para la limpieza corporal. Abrió una de ellas aspirando el aroma que emergía de ella.

- Se llama jabón, deberías experimentar con él – se burló mientras continuaba inspeccionando aquel extenso baño.

Al contrario que los baños de reclutas parecían disponer de pequeños cubículos dónde los distintos capitanes podían desnudarse y asearse. Privacidad, algo de lo que otros soldados no parecían disponer.

- ¡Fijate en las cañerías Levi! - comenzó a gritar mientras se metía en un cubículo dejando marcas de barro por toda el suelo húmedo – He visto que hay algunas tuberías de cobre recién cambiadas. Probablemente se dieron cuenta que la permeabilización no era la adecuada. ¿Crees que el material será termoplástico? En los baños de los reclutas el agua caliente no funcionaba bien. Tal vez hayan cambiado las tuberías de aquí para asegurarse de que el óxido no contamine a todos los soldados.

- ... – se acercó por detrás y giró el dial de la ducha dejando que el agua comenzará a caer de manera abrupta sobre ella – Sí, es agua caliente.

- Oh, ¡incluso la densidad del agua parece mucho más liviana que la de nuestros baños! -continuó ajena mientras se empapaba bajo aquella ducha – Creo que la mangera de la ducha se puede retirar de la pared, ¡mira Levi!

- ¡Idiota! Aparta esa cosa de mí – el caño de agua comenzó a dirigirse hacia él con actitud vengativa – Estúpida, cierra el maldito agua, ¡estás empapando todo!

- Tú comenzaste – sonrió mientras detenía aquel torrente de agua – No es mi culpa.

- Maldita cuatro ojos – su ropa se pegaba a su cuerpo de manera demasiado incómoda, notaba que cada centímetro de su cuerpo estaba completamente inundado de agua –Ve a tu habitación y cambiáte – la ropa de aquella mujer comenzaba a transparentarse mostrando un aspecto de ella que parecía despertar sus instintos.

- Oh, no tengo mi ropa aún aquí. Sólo he traído lo imprescindible – murmuró mientras buscaba una pequeña toalla para secarse.

- ¿Y qué se supone que es lo imprescindible para tí?

- Los libros sobre los que estamos investigando ahora y algunos de las plaquetas de ensayo de mi último experimento.

- ........ - intentó reprimir las ganas de estamparla contra el suelo mojado, pero su instinto le guió a agarrar su muñeca con fuerza mientras tiraba de ella fuera de aquel baño – Eres una auténtica idiota.

Pequeños ríos recorrían su cabello mientras manchaban su cara. Notaba que sus pisadas comenzaban a dejar huellas por todo aquel pasillo. Posiblemente recibirían algún tipo de castigo por toda aquella suciedad que comenzaban a dejar a su paso. Había pasado horas intentando eliminar cualquier rastro de polvo de aquella habitación. Tardaría aún más horas en hacer desaparecer las marcas de barro que ahora recorrían toda la estancia.

El agua aún caía de sus esbeltas muñecas mientras buscaba alguna prenda para que ella se cambiase y dejase de inundar su maldita habitación. Le deslizó con brusquedad algunas de ellas mientras le indicaba que fuese a cambiarse. Había tardado horas en adecentar aquello y ahora había barro por todo el suelo pulido de madera. Comenzó a retirarse sus propias botas y su equipamientro mientras comprobaba la gravedad de la situación. Necesitaría encontrar algún tipo de paño grueso para poder limpiar aquellas marcas. Tal vez en aquel baño pudiera encontrar algún producto de limpieza más agresivo.

- No sabía que tuvieramos la misma talla – comentó su voz tras él.

- ... - su instinto le hizo girarse hacia ella, no había oído la puerta pero suponía que la había dejado abierta como siempre. En su lugar, permanecía solamente vestida con la ropa interior que cubría sus entrepierna mientras se ponía los pantalones. Su ropa empapada ahora permanecía tirada en una esquina - ¿Se puede saber qué haces?

- Cambiarme – comenzó asubirse el pantalón mientras se reía, su pecho aún completamente descubierto – Creo que los pantalones me quedan un poco cortos. Jajajaja, mira, se me ven los tobillos.

- ....... - intentó comprender por un instante a aquella mujer, en lugar de volver a su habitación había decidido desnudarse allí mismo sin ningún tipo de pudor – Idiota.... - se giró en dirección contraria esperando que acabara rápidamente.

- ¿Me prestarás esta camisa más a menudo? Tengo una chaqueta negra que seguro que te gusta, puedes ponertela cuando quieras – continuó hablando mientras se vestía durante lo que comenzaban a parecer horas en lugar de minutos.

- Date prisa y acaba de una maldita vez – resopló mientras continuaba esperando que acabara.

- ¿No vas a cambiarte, Levi? Tu ropa también está empapada.

- No...

- ¿No tienes más ropa limpia?

- .......... - al menos abotónate la camisa, idiota.

- ¿Te encuentras mal? ¿Te has resfriado? - comenzó a notar que ella andaba hacia él hasta colocarse justo delante suya, aquella maldita camisa aún completamente abierta - ¿Tienes fiebre?

-Vístete de una maldita vez – giró su cara hacia el lado contrario, ella pareció detectar algo y sonrió con suficiencia.

- ¿Te da vergüenza? - su aroma cada vez era más penetrante mientras la distancia entre ambos comenzaba a desvanecerse - ¿Alguna vez has visto a una mujer desnuda, Levi?

-.......... - continuó acercándose mientras se mostraba totalmente expuesta como si estuviera orgullosa de aquellas diminutas montañas que apenas emergían de su torso – Viví durante años con mi madre.

- ¿Y qué opinas? ¿Es muy distinto mi cuerpo del suyo?

- Mi madre no era soldado – su mano se dirigió hacia el cuello de su camisa aún abierta intentando cubrirla hasta que comenzó a vislumbrar algo que no había visto antes, una profunda cicatriz, demasiado reciente que bajaba desde su clavícula hasta su esternón; y que se repetía de idéntica manera justo en sus costillas.

- Me la hice en la última expedición. Tal vez me arriesgué demasiado –añadió mientras dejaba que sus dedos acariciaran aquella herida que comenzaba a cerrarse – Me clavé una rama mientras intentaba ayudar a un recluta que se había quedado sin gas para huir.

- No me dijiste nada.

- No fue nada grave.

- No lo parece....

Ella había estado mucho más tiempo que él entre aquellas filas. Si se fijaba podía comenzar a ver rosadas marcas que se adherían a su delicada musculatura. Probablemente aquella herida no había sido la primera que había podido experimentar. Tal vez era la menos grave que había llegado a sufrir. Cuando sus pies tocaban la fina hierba del campo de batalla se convertía en uno más. Alguien que arriesgaba su vida constantemente, sin importarle los desperfectos que pudieran quedar en su piel tras cada batalla.

Puede que algunas mujeres, como otras cientos que había conocido, se sintiesen poco conformes porque su piel fuese teñida de rojo cada varios meses, pintando delicadas y profundas líneas que marcarían su piel de por vida. Arrebatándole cada rastro de belleza original con la que habían nacido y marcándose continuamente. Tal vez para cualquier mujer aquel tipo de heridas fuesen muestra de sufrimiento, pero Hanji Zoe las mostraba como si fueran medallas.

Él había pasado todos esos años combatiendo contra aquellos que intentaban robarle su sustento en aquel tugurio bajo tierra. Ella combatía en el exterior. Probablemente ambos llevaban el mismo tiempo luchando por su propia vida, y eso le equiparaba a ella. Ahora comenzaba un nuevo tipo de etapa en la que sus responsabilidades crecían. Volver vivo de cada batalla conllevaba una serie dedesventajas. Tener que soportar la terrible añoranza de aquellos que no volvían. Ayudar a aquellos que deseaban seguir vivos en la siguiente. Y comprobar que aquel esfuerzo no había sido suficiente para salvar a todos.

Sus heridas, sus cicatrices. Su piel era el lienzo sobre el que se dibujaba el destino de aquellas personas que habían muerto y que permanecerían en su memoria. Como si cada pequeña herida simbolizase las cientos de vidas sacrificadas para que ellos dos pudieran estar ahora mismo allí. Su mano se levantó guiada por su instinto recogiendo las pequeñas gotas que caían desde su cabello hasta su mejilla.

- Has trabajado duro para llegar hasta aquí – sentenció mientras su mano continuaba captando cada pequeña gota de agua.

-Hemos trabajado duro –rectificó mientras dejaba que su frente se juntase con la de él, sus mechones se mezclaron con los de él, mojando el cabello que comenzaba a secarse. - Pero ahora tendremos que trabajar aún más.

-Hanji.....

- ¿Qué?

-¡Abrochate la camisa de una vez, maldita pervertida exhibicionista!

.

.

.

- ¿Sólo cuatro? - revisó aquellos papeles con detenimiento mientras comenzaba a escribir los nombres que los protagonizaban en otro documento – Entiendo que vuestra visita al destacamento de entrenamiento fue productiva.

- Todos son unos inútiles, Erwin. Aunque creo que ese imbécil de Shadis les está enseñando algo más. Tus futuros soldados no mancharán sus pantalones tan a menudo........

- De acuerdo. Has seleccionado pues a estos tres para que se adhieran junto a aquel chico que reclutaste en la última salida. ¿Hanji seleccionó a alguien más?

-No.....

- Le he pedido que compruebe la densidad de las bombonas de gas para aumentar su capacidad. No quiero que la distraigas para acompañarte a algo que deberías hacer por tí mismo.

- Yo no le he pedido nada. Esa idiota vino porque tenía algo que hacer. - sus ojos se dirigieron hacia el suelo con demasiado pesar, cómo si aquel recuerdo le resultara doloroso – Quería hablar con el anterior comandante. Ese imbécil.

- Shadis decidió no dar ninguna explicación de su dimisión – se dirigió al pequeño hombre sin ningún tipo de vacilación en su voz –Debéis entender sus motivos. Todos somos personas distintas a sus ojos. Decidió que nuestro ejército podría combatir sin su ayuda.

- Hanji estaba enfadada. Discutió con él – de nuevo amargos recuerdos –Parece que le apena excesivamente que ese imbécil haya huido.

-Deberías de abandonar ese tipo de pensamientos de rencor hacia Keith Shadis. Todos podemos alcanzar nuestro límite en algún momento - sus pupilas comenzaron a vibrar mientras intentaba que sus palabras adquiriesen más importancia – Hanji le admiraba. Se sentía dolida por no recibir explicación.

- Dudo mucho que su enfado se debiera a una estúpida explicación. Mientras yo vigilaba los entrenamientos de esos mocosos ella no paraba de gritarle.

- Levi, llevo más años que Hanji en la legión de exploración. La vi llegar aquí, la vi combatir y la he visto evolucionar. Y jamás he visto a Hanji bajar a las 4 de la mañana de un tejado tras pasar horas hablando con Shadis – su subordinado esquivó su mirada –Siempre mantuvo la distancia con él.

- ........

- ¿Hay algo más que quieras compartir? Daré la orden a Shadis de que notifique a estos tres soldados de entrar en tu escuadrón cuando acaben el entrenamiento en un mes.

-Hanji...... - murmuró – Tampoco ha completado su dichoso equipo.

- Ella puede elegir a quién quiera. Aunque de momento no se ha sentido inclinada hacia ningún soldado en específico.

-............ - pareció excesivamente pensativo, como si algo rondase su mente desde hacía varios días – Ese imbécil que pertenecía a su antiguo escuadrón, ¿qué vas a hacer con él?

- Moblit Berner – le corrigió – Consideró que no debía aceptar el rol de capitán.

- Mételo en un escuadrón.

-¿Quieres que lo adhiera a tu equipo? - comenzó a buscar su ficha entre el extenso historial de soldados – Es bastante bueno en combate y-

- No – le interrumpió antes de acabar – Deberías trasladarlo al escuadrón de esa idiota. Cada vez que la sacas ahí afuera vuelve con algún trozo de mierda clavado en alguna parte de su cuerpo. Sino le pones una maldita niñera que cuide de ella no podrás utilizar su cabeza para que revise tus armas de mierda. Si quieres que yo me dedique a despejarte el campo ahí fuera con todos esos mocosos, no podré asegurarme que esa imbécil no se tire de cabeza a revisar las caries de esos asquerosos monstruos.

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.

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Gracias por leer este capítulo. Debo avisar de antemano que la semana que viene no habrá actualización porque mi trabajo no me lo va a permitir, así que espero que os guste el capítulo y podáis esperar un par de semanas.

¡Nosleemos!

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