Luces en el balcón || BenHard...

By cherryeolliee

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"Ahí, entre el suave perfume de las flores y los relatos de Juliette acerca de su primer semana de clases, la... More

Luces en el balcón
Luces en el balcón: El libro
d e d i c a t o r i a
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f o r t y f i v e
e p í l o g o
e s p e c i a l
s t o r y b o o k / a g r a d e c i m i e n t o s

s e v e n t e e n

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By cherryeolliee

O de las palpitaciones en el corazón

...Y los suaves cabellos dorados

.

.

.

.

.

☁️

Se permitió descansar unos segundos en el tercer piso. Reacomodó a Juliette entre sus brazos dejando reposar su cabecita en su hombro derecho, tomó aire y continuó subiendo los escalones faltantes hasta llegar al cuarto nivel y cruzar ese pasillo arrastrando los pies y quedar frente a su departamento.

La imagen que le brindó su hogar en cuanto abrió la puerta le pareció muy distinta a la de días anteriores.

Tan vacía.

Junto al sofá no estaban las mantas cuidadosamente dobladas que utilizaban Rami y Lucy al dormir, en el perchero del pequeño recibidor no colgaba la gruesa chaqueta que su padre usaba en los días frescos durante su estadía en Londres. En la cocina no habían ollas esperándolo con comida recién hecha con ese sazón incomparable de mamá ni escuchó los cuchicheos, murmullos y risas de su familia.

No hubo un "Bienvenido Joe, ¿cómo te fue hoy?". La penumbra de la noche y los muebles tenuemente iluminados por la luz de la luna que se colaba por entre las ventanas fue todo lo que él podía ver.

En esos quince días se acostumbró tanto a la presencia de su familia que la ausencia de ellos le dejó un vacío en su interior y sabía perfectamente lo mucho que le costaría readaptarse. Se conocía; era emocional, sentimental y demasiado hogareño, y estaba seguro que al día siguiente imprimiría muchas fotos de ese viaje que hizo su familia y las pondría en bonitos portarretratos que colgaría en la pared del pasillo. Si. Eso haría.

Cerrando la puerta tras de sí, Joe soltó un par de besitos en la coronilla de su hija y caminó hasta la habitación de la pequeña recostándola delicadamente sobre su cama. Se permitió observarla, retirar esos mechones rojizos de su rostro y acariciar el contorno de su naricita y de sus mejillas suaves donde aún quedaban rastros de sus lágrimas de despedida. Utilizando un poco de su saliva, limpió cuidadoso con ayuda de su pulgar tratando de eliminar con ese simple acto la tristeza que invadió a Juliette cuando tuvo que despedirse de sus tíos y de sus abuelitos en el aeropuerto.

Benjamin y Gwilym se ofrecieron en acompañarlos a su departamento o incluso llevarlos a cenar. Joseph habló con voz animosa a su hija diciéndole un "¿oíste princesa? ¿Vamos a un McDonalds a cenar con tu tío Gwil y con Ben?" pero la princesa no respondió, solo se aferró a él con más fuerza mientras soltaba pequeños hipidos. "Lo siento chicos, creo que nosotros dos necesitamos descansar". Y no muy convencidos, el par de amigos terminó cediendo.

Y era verdad. Cuando vio por el espejo retrovisor como su hija cayó dormida con rapidez, se dio cuenta que así como necesitaba estar acompañado en esos momentos, también necesitaba estar solo con ella. Es extraña la manera en como las emociones funcionan, pero en algunos casos es mejor dejarse llevar por ellas y por tus instintos.

Sintiendo su cuerpo más pesado que nunca, escogió una pijama para Juliette y siendo cuidadoso de no despertarla comenzó a cambiarla para que pudiera dormir más cómoda asegurándose de al final darle un beso en su frente y arroparla con una cobija cálida.

Fue estando en su propia recámara, esa donde durante quince días sus padres durmieron, que Joe se sintió terriblemente solo. Giraba de un lado a otro sin lograr conciliar el sueño que al final decidió ponerse de pie, caminar sigilosamente hasta la habitación de su hija y escabullirse entre las colchas para recostarse a lado de Juliette.

—¿Papi? —murmuró la niña con voz pastosa tallando sus ojitos.

Shh, vuelve a dormir, hermosa.

—¿Cómo dormir si hay un polisón en mi barco?

—¿Qué es un polisón? —preguntó Joe y Juliette rodó los ojos.

—Tú realmente no sabes nada de piratas, papi.

Su padre le sonrió pellizcando suavemente la punta de su nariz. —Perdón, yo solo sé ser papá.

La niña le miró fijamente con sus ojos azules y somnolientos. Sus manos se dirigieron a apretujar sus mejillas y esbozó una amplia sonrisa.

—Y eres el mejor papá del mundo —. Susurró como si se tratara del secreto más preciado del mundo.

Y para ella lo era.

No quería que ningún otro niño o niña del mundo descubriera que su papi era el mejor de todos porque, aunque eso fuera un sentimiento malo, ella no lo quería compartir con nadie más. Claro, a excepción de algún futuro hermanito o hermanita...

—¿Tú crees que soy el mejor papá del mundo?

La niña asintió y se acercó para soltarle un gran beso en su frente.

—Papi, ¿puedes dormir conmigo esta noche?

—Julie, yo iba a pedirte lo mismo.

—¿Tú también te sientes solito ahora que mis abuelitos y mis tíos se fueron?

Joe asintió mientras se acurrucaba junto a su hija arropándola en un abrazo.

—Vamos a extrañar mucho a los abuelitos y a los tíos ¿verdad?

—Un montón.

—¿Qué tanto vas a extrañarlos?

—Voy a extrañarlos... como lo mucho que extraño hacer guerras con bolas de nieve.

Joseph rio y apretó a la niña contra su pecho.

—Eso es demasiado.

Julie asintió dando un gran bostezo.

—Buenas noches, hermosa.

—Buenas noches papi. Te amo.

—Y yo te amo mucho, mucho más.

—¿Cómo cuánto? — elevó su carita curiosa.

—Cómo... doscientos ochenta y cuatro helados de chocochispas.

Juliette formó un gran gesto de asombro. —¡Eso es... eso es! — Miró sus dedos como si quisiera contabilizarlo —¡Eso es demasiado!

—Pues así de mucho yo te amo, mi torbellino rojito.

—Quédate conmigo siempre papi —pidió acurrucándose en el pecho de Joe.

—Lo haré —. Repartió besos sobre su cabello alborotado —. Siempre lo haré. 



















☁️











Las cosas al despertar no mejoraron mucho. Joe identificaba un aura de tristeza en el ambiente y por más que él quisiera levantar el ánimo de la niña cortando su fruta en forma de pececitos, no pudo lograrlo.

Después de todo, él se encontraba igual que ella.

En el trabajo se limitaba totalmente a cumplir con aquello que le solicitaban saliendo apenas de su oficina para ir al baño o rellenar su taza de café. Tan acostumbrados estaban sus compañeros a su buen estado anímico, sus bromas matutinas y a sus risas que cuando lo vieron llegar con la mirada agachada y carente de emoción supieron de inmediato que algo había sucedido.

Los cuchicheos entre los trabajadores del área no se hicieron esperar y luego de miradas cómplices, comentarios hipotéticos y de preocupación -y uno que otro orientado por el mero gusto al chisme-, acordaron que fuera Caroline quien se aventurara a preguntarle a su superior si había algo en lo que ellos pudieran ayudar.

—¿Yo por qué? —masculló nerviosa Caroline.

—Tú eres la más cercana al Licenciado Mazzello.

—Todos lo somos, en realidad...

—Claro que no —. Habló una tercera voz con tono mordaz —. ¿Crees que no notamos tus visitas constantes a su oficina? Vamos Caroline, sácale provecho a esa lindura tuya, descubres que le pasa al casi boss, lo ayudas y de paso te ayudas a ti misma volviéndote más cercana a él. Un hombre vulnerable cae más fácil.

—¡Richard, basta! No hables así del Licenciado Mazzello ni de Caroline.

Caroline mordió su labio inferior y agradeció internamente a su compañera Hazel por desviar la atención de la conversación.

Bastante apenada seguía con Joseph que en las recientes semanas trataba de disminuir al máximo sus encuentros en la oficina. Sin embargo, a pesar de todo, tenía una verdadera preocupación por él así que mientras sus compañeros se sumían en sus propias conversaciones se levantó de su asiento y caminó hasta la oficina de Mazzello.

—Adelante —. Fue todo lo que se escuchó cuando tocó la puerta y tomando aire, ingresó.

—¿Pasa algo? — Preguntó Joe apenas levantando la mirada continuando con sus ocupaciones en la computadora.

Ella le extendió una taza de café y el hombre la miró interrogativo.

—Pensé que tal vez lo necesitabas. Hoy hemos notado que estás decaído y... bueno, nos preguntábamos si hay algo en lo que pudiéramos ayudarte.

Joseph suspiró tallando sus ojos con cansancio y le regresó la taza de café a Caroline intentando esbozar una respetuosa sonrisa.

—Estoy bien, pero gracias por preguntar.

Caroline asintió lentamente y sin saber que más agregar, se levantó de su lugar dirigiéndose a la salida.

—Por cierto, ¿Caroline?

—¿Sí? —preguntó girándose al instante.

—Diles a los demás que necesito el reporte de evaluación hoy antes de las cinco.

—Oh... claro, sí.

Cuando salió de la oficina las cosas no mejoraron. Juliette usualmente corre hacia él cada que va a recogerla al colegio pero en esta ocasión solo caminó y haciendo una simple mueca con sus labios, se subió al asiento trasero del automóvil. La hora de la comida consistió en una conversación basada en preguntas cortas sobre el día, comentarios al azar y caras largas por parte de su hija.

Creyó que los ánimos de la niña mejorarían en el transcurso de la tarde pero descubrió que no sería así cuando un par de horas después ella se acercó a él, se subiera a su regazo y pronunciara con voz quedita un:

—No quiero ir a entrenar rugby, papi.

Joseph pestañeó sorprendido.

—Pero tú siempre quieres ir a entrenar rugby, princesa.

—Pero la princesa no quiere ir hoy.

—¿Y qué quieres hacer?

Juliette se encogió en hombros y jugueteó distraídamente con el cuello de la camisa de su papá. Esa tarde Joe le hizo una llamada a Ben explicándole la situación y él lo comprendió. En cambio, pasó el resto del día tratando de animar a su hija sin tener mucho éxito.

Al día siguiente la situación se repitió. Acostada en el sillón mientras veía desinteresadamente las caricaturas en la televisión, Juliette volvió a expresar que no quería ir a entrenar rugby.

Joe suspiró y se acercó a ella para hablarle en tono comprensivo.

—Hagamos algo: te llevaré al centro deportivo, si no tienes ganas de entrenar me lo dices y nos retiramos ¿está bien?

—Está bien, papi... —contestó Juliette abultando ligeramente su labio inferior.

Y así fue como terminó entrando al campo de rugby tomado de la mano de su hija quien miraba el césped arrastrando los pies. En cuanto Benjamin los vio, supo de inmediato que la niña no se encontraba en sus mejores ánimos, Joe se lo confirmó con una simple mirada y él se agachó a la altura de Juliette para hablarle.

—Hola Julie.

—Hola entrenador Ben —. Murmuró como respuesta.

—¿Qué pasa? ¿Hoy no me vas a saludar con un tackle? —Preguntó con una sonrisa y la niña simplemente negó en un gesto decaído.

—¿Qué sucede, peque?

—¿Se va a enojar conmigo si no termino hoy mis ejercicios?

—No me enojaría por eso. ¿Estás enfermita? ¿Te duele algo?

Ella volvió a negar.

—¿Entonces?

Juliette abultó sus mejillas. —Me siento triste, entrenador Ben.

—Ya veo... —contestó con voz suave —. ¿Y dónde sientes la tristeza, peque?

Dudando un poco al principio, Julie llevó ambas manos a la altura de su cuello. —Aquí. Siento la tristeza en mi garganta.

—La tristeza en la garganta se siente horrible ¿verdad? —La niña asintió. —¿Sabes cómo disminuimos eso? Con un fuerte abrazo.

Poco a poco Juliette esbozó una sonrisa abriendo sus brazos para abrazar por el cuello a Ben. Él se levantó con ella en brazos tallándole la espalda en círculos.

—Si tengo ganas de entrenar, pero no tengo ganas de entrenar —. Confesó con la voz ahogada contra el cuello de Ben.

—¿Cómo está eso? —Preguntó su papá tratando de ocultar una corta sonrisa.

La niña se separó, abultó sus labios y continuó:

—Es que antes mis abuelitos y mis tíos venían a verme a entrenar y se sentaban ahí con papá —señaló las gradas —, pero ahora solo va a estar papá y eso me pone triste porque también quiero que estén los demás.

—Princesa... estoy seguro que tus tíos y tus abuelitos te estarán dando ánimos desde Estados Unidos.

—Pero no es lo mismo.

Ambos hombres se miraron, Ben lo pensó un poco y se volvió a dirigir a Juliette.

—Peque, intenta entrenar junto a tus amiguitos. Si te sientes mal y ya no quieres continuar solo dímelo y podrás irte con tu papá. ¿Está bien?

Ella miró al resto de sus compañeros que poco a poco iban llegando a su clase.

—Está bien.

Despidiéndose con un besito de su papá, Juliette fue hasta donde sus compañeros se encontraban integrándose con ellos.

—Los extraña demasiado, es una niña después de todo —. Murmuró Joe.

—¿Y tú cómo estás?

Joeseph se encogió en hombros. —Creo que puedo sobrellevarlo mejor. Por cierto, ¿Qué fue eso de "en qué parte del cuerpo sientes la tristeza"? —Preguntó con curiosidad.

—La terapeuta dice que es bueno identificar en donde sientes las emociones.

—¿Qué terapeuta?

Benjamin, de pronto, sintió la garganta seca. Joe lo miró intrigado y el relamió sus labios antes de contestar.

—Lo vi en un video de Facebook.

—Oh... —contestó sin más —. Supongo que debe tener razón entonces.

Jones asintió soltando un suspiro de alivio interno.

—Bueno, estaré en las gradas esperando a Juliette.

Cuando Joe se fue Ben sacó su celular con rapidez, entró a la aplicación de llamada y en pocos segundos la voz de Gwilym se escuchó del otro lado de la bocina.

—¡Hola, Benny!

—¡Gwil! ¿En dónde estás?

—Uh... en la librería de la plaza comercial. ¿Por qué?

—Excelente. Escucha, mi clase comienza en cinco minutos, pero está bien si llegas unos minutos tarde.

Del otro lado de la llamada, Gwilym resopló.

—Ben... ya no quiero ser saco de tackles de tus alumnos, esas pequeñas bestias me dejan moretones y...

Jones rodó la mirada divertido. —No te llamo para eso. Es para que veas el entrenamiento de la niña.

—¿Qué niña?

—Nuestra niña.

—¡Mérida! Claro que puedo ir a verla.

Benjamin le contó una versión resumida de la razón por la cual Juliette estaba tan decaída y Lee escuchó atento todo.

—Si ya sabía yo que no eras tan bestia como aparentas —. Murmuró Gwilym con voz empalagosa.

—No entiendo de donde sacas esas cosas...

—Es que a veces eres medio torpe para los sentimientos y a veces no, como hoy. ¿A que se debe el cambio?

—Se llama empatía, Gwilym. ¿Entonces vendrás?

—No te preocupes, Ben. Iré al entrenamiento y apoyaré a nuestra niña —. Aseguró con voz firme.

—¡Eso!

—También haré imitaciones de las voces de Rami y Lucy para que no los extrañe tanto.

—Bu-bueno, eso no tienes que hacerlo Gwilym.

—¿No?

—Solo ven y grita mucho.

—Oh... eso se me da bien.

—Y trae café para Joe.

—¿Café? Muy bien. ¿Y eso para qué?

—Él también está triste, Gwilym. No podemos permitir que un amigo esté triste.

—Nop, nosotros no podemos permitir eso —. Aseguró de inmediato. —Ahí estaré en unos minutos.

—Maneja con cuidado, por favor.

—Lo haré. ¡Nos vemos!

Y colgó la llamada.

Empatía. Le gustaba esa palabra. Cuando tuvo su primera cita con la terapeuta le preguntó por qué alguien como Gwilym se empeñaba en ayudar a alguien como él. Ella solo ladeó el rostro y contestó con voz suave "Porque él es tu amigo, Benjamin. Pero eso no es suficiente. Él es empático. Comprende tus emociones, incluso aquellas que no expresas."

Por mucho tiempo aspiró poder regresarle un poco de lo mucho que Gwilym hizo por él; y ahora, ante la oportunidad de poder hacer algo por alguien más, Benjamin se sintió emocionado y hasta orgulloso de ayudar y no ser ayudado.

La sensación que surgió en su estómago y se extendió a sus mejillas cuando vio en el rostro de Juliette la sorpresa transformada en alegría al escuchar a Gwil y a su papá gritándole desde las gradas mientras practicaban tiros a las H fue algo completamente nuevo para él y estaba seguro que no la olvidaría.

"Gracias por pedirle a Gwilym que me llevara un café. Realmente necesitaba uno"

Fue lo que decía el mensaje que Joe le envío esa noche. Con una pequeña sonrisa de lado, Benjamin escribió una corta respuesta.

"Lo sé"

Al día siguiente, Juliette llegó al entrenamiento corriendo en su dirección haciéndole un tackle a la altura de las piernas que él logró fingir muy bien con su caída. El torbellino pelirojo se encontraba de bueno humor y pudo notarlo en cada ejercicio cuando expiraba su natural energía.

Logró presenciar incluso ese acto de vanidad por parte de la pequeña cuando, después de unos aplausos y vitoreos que Gwilym lanzó especialmente para ella, los demás niños del equipo se dirigieran hacia Juliette y le preguntaran con curiosidad.

—¿Por qué Gwilym te está apoyando, Julie?

Y ella, con una sonrisa de labios cerrados, sus manos tras su espalda y ese balanceo de un lado a otro que hacía ondear sus cabellos respondió:

—Porque el señor Gwilym es mi tío.

Benjamin vio con gracia como el resto de los niños hacían gestos de sorpresa.

—¿De verdad? —preguntó alguien.

—¡Sip! Es mi tío. Una vez fuimos a una granja de animalitos, a veces me compra helados y me cuenta historias que hace especialmente para mí.

"Pequeña presumida" le dijo Ben de manera divertida haciéndole cosquillas a la niña una vez que el entrenamiento terminó. "Tenía muchas ganas de hacerlo. ¿Vio sus caras? ¡Imagine como se pondrán cuando les diga que el entrenador Ben ayudó a mi papá a construirme una cama en forma de barco pirata!" contestó, él hizo un exagerado gesto de desaprobación "Con una resbaladilla, Juliette. No olvides que la cama tiene incluso una resbaladilla". 





















☁️











Benjamin tenía tres años trabajando como activador y terapista en el Centro de Adultos Mayores de la zona de la ciudad. Su primer día laboral llegó nervioso ante la expectativa de iniciar algo completamente nuevo para él pues toda su experiencia se basaba en el trabajo con niños llenos de energía que querían aprender un nuevo deporte.

Gran sorpresa se llevó cuando descubrió que los abuelitos y abuelitas podían llegar a comportarse como unos niños.

Eran bondadosos, cariñosos, protectores, bromistas, caprichosos y hasta berrinchudos a su manera. Cada clase estaba cargada de una espontaneidad y festejaba junto con ellos los logros que tenían pues eso significaba una reintegración a actividades cotidianas que los hacía sentir útiles e independientes.

La voz de la experiencia era su plus. Algunos días necesitaba la simpleza en la forma de ver la vida por parte de los niños y en otros, necesitaba la templanza de la veteranía de aquellas personas.

Benjamin podía fácilmente relatar las varias ocasiones en que ellos con una simple de sus miradas identificaban que el joven estaba pasando por malos momentos incluso guarda con apego aquellas visitas que le hicieron a su cuarto del hospital días después de su accidente asegurándole con gracia que ahora serían ellos quienes le darían las terapias. Lo llenaron de fruta, verduras, sopas y múltiples remedios naturales en un afán por aliviar las dolencias de su cuerpo que cuando por fin se reintegró al Centro, todos aplaudieron su regreso.

Así como con su grupo infantil, Ben consideraba a cada uno de aquellos abuelitos como parte esencial de sus días y si alguno de ellos faltaba a clases no pasaba por alto ese deje de preocupación.

La señora Florence no asistió esa mañana. Sus risas, personalidad amigable y la manzana que cada sesión religiosamente llevaba para Ben porque "chico, a veces llegas con unas ojeras muy marcadas, necesitas alimentarte y dormir bien" hicieron falta. Jones se hizo la nota mental de llamarle en el transcurso del día a Nora, su nieta, para preguntar la razón detrás de su ausentismo.

Florence nunca faltaba.

Sin embargo ninguna llamada conectó, llegó a pensar que Nora se comunicaría con él después pero tampoco fue así y Ben, sumido por las actividades del resto de su día, terminó por pasar por alto todo eso y simplemente lo dejó de lado.

Tanto fue así que su ceño se frunció con confusión cuando, mientras charlaba en las gradas con Joe al término del entrenamiento de rugby después de que Gwilym se marchara, una llamada entrante por parte de Nora resonó en su celular tomándolo desprevenido.

—Buenas noches, Benjamin. ¿Te interrumpo en tus clases?

—No, no te preocupes. Qué bueno que me marcas, te hice unas llamadas durante el día, tu abuela faltó esta mañana.

—Sí... precisamente de eso quería hablarte.

Benjamin notó entonces el tono de voz inusualmente apagado que tenía Nora.

—¿Qué sucedió? —tanteó bajando las gradas y alejándose ante la mirada curiosa de Joe.

—Mi abuela tuvo ayer en la noche un derrame cerebral...

Ben suspiró y cerró los ojos. —¿En qué hospital está internada? —preguntó suavemente y deseando con fuerzas escuchar como respuesta el nombre de algún centro médico.

—Mi abuela falleció hoy a las dos de la tarde.

—Oh Dios... Nora lo siento muchísimo.

No pudo agregar algo más. Sabía perfectamente que cualquier palabra no lograría aminorar en lo absoluto la dolencia que Nora y el resto de su familia estaría pasando en esos momentos. Él se consideraba malo con las palabras pero bueno con la presencia, así que anotó mentalmente la dirección que Nora le dijo y aseguró estar ahí para acompañarlos durante el funeral.

En los tres años que llevaba trabajando en el Centro de Adultos, mayores era la sexta vez que uno de sus alumnos fallecía y sin embargo no estaba exento de la tristeza y el dolor que noticias como esas acompañaba. Uno nunca lo estaría.

—¿Ben? —La voz de Joe llamándolo interrumpió sus propias cavilaciones.

—Necesito pedirte un favor.

—¿Qué sucede?

—¿Puedes llevarme a un lugar?

Le habló de Florence, incluso le mostró una fotografía que tenía de ellos dos sonriendo ante la cámara el día en que ella cumplió ochenta y tres años y Joe escuchó sin interrumpir todo lo que Ben tenía por decir. Incluso Juliette, como si se percatara de la atmósfera, dejó de jugar con su bote de agua como si fuese una nave espacial y se dedicó a juntar piedritas para coleccionarlas.

Los siguientes momentos fueron para Benjamin tan volátiles como ausentes. Estaba seguro de que si hacía un ejercicio de retrospectiva poco recordaría de ellos pues esas memorias se evaporaron con suma facilidad convirtiéndolo todo a su alrededor en burbujas que flotaban y luego explotaban frente a sus ojos.

En algún momento, Joe lo guio hasta su automóvil, Ben ocupó el asiento del copiloto, hicieron una parada rápida en una florería que les quedaba de paso y hubo un punto en que la voz cantarina de Julie dejó de escucharse indicando con ello que la pequeña se había quedado dormida en el asiento trasero.

Volvió a su propia realidad cuando la canción It's a Hard Life de Queen comenzó a sonar en el estéreo del auto de Joe; un par de pestañeos fueron suficientes para sentir de nueva cuenta sus propias respiraciones y esa particular sensación de vacío que te da en el pecho cuando haz recibido una mala noticia.

Enfocó a Joe, su mano derecha al volante, su mano izquierda sosteniendo su celular que mostraba una lista de reproducción en la pantalla.

—Si gustas, puedo cambiar la canción.

—No —. Contestó Benjamin con su voz ronca luego de permanecer tanto tiempo callado. —Me gusta.

—A mí también. Me hace recordar a mi papá, el ama la música de Queen.

—¿De verdad? Mi papá también la amaba... —contestó en un susurro.

...Amaba.

Joe no pudo pasar por alto el hecho de que Ben utilizara el verbo amar en tiempo pasado. Fue en ese momento cuando se percató de que en realidad, Benjamin nunca le había mencionado a su padre. Hasta ese momento.

—La ama —. Corrigió haciendo énfasis en el verbo —. Mientras esa persona siga estando en tu corazón, se habla en tiempo presente —. Citó recordando la frase que él mismo le dijo semanas atrás.

Benjamin soltó una sonrisa ácida desviando la mirada. —No, Joe... a él sí quiero dejarlo ahí en donde está.

Sintiéndose notablemente sorprendido por la respuesta que Ben le dio, Joe continuó manejando en completo silencio tratando de procesar esas palabras.

—Es curioso eso de la muerte. Sabes que algún día llegará para ti y para los demás. Pero uno nunca está preparado. Cuando trabajas con adultos mayores eres conocedor de las enfermedades que tienen y de alguna manera tu jefe te dice que debes estar consciente de que un día llegarás y ya no encontrarás a uno de ellos.

Benjamin habló de pronto y Joe frunció el ceño ante otro particular deseo de conversación nivel-personal que Benjamin estaba teniendo.

—Eso es... cruel.

—Pero no deja de ser cierto, así como la muerte no deja de ser sorpresiva.

Estaban cerca de la casa funeraria. Ben le dio indicaciones sobre en qué calle girar y Joe comenzó a buscar un lugar donde estacionarse.

—Pasan dos cosas. —Habló Benjamin llamando la atención de Joe —En uno es cuando alguien muere por enfermedad o por la edad y en el otro es cuando es accidental. En el primero de ellos tú conoces que en un futuro próximo sucederá y se supone que deberías de estar preparado, pero no es así. En el segundo de los casos, llega de manera inmediata transformando la vida de quienes le rodean.

Fue un impulso. Algo que quizá Joe debió de pensar con claridad pero antes de poder hacerlo su boca ya se había abierto lanzado la pregunta.

—¿Cómo falleció tu papá, Ben?

Todo fue en cámara lenta. Lo vio tensarse, bajar la mirada y apretar su mentón. Sus grandes ojos verdes se nublaron como si estuviese recordando algún momento y su labio inferior tembló. Joe se recriminó internamente pero justo cuando estaba por ofrecerle una disculpa, la voz de Ben se escuchó.

—Mi padre falleció en un accidente automovilístico —. Las palabras resonaron en la mente de Joe sintiéndose como una cascada de agua fría cayendo sobre su espalda.

Observó entonces como Ben miraba de reojo su mano izquierda que aún sostenía inconscientemente su celular.

—Es curioso cómo funciona el mundo de las casualidades...— susurró ganándose un gesto de desconcierto por parte de Joe —. Por favor —. Pidió tomando delicadamente su celular de sus manos para ponerlo sobre la guantera. —Por favor, deja de usar el celular mientras conduces.

Joseph asintió aún enmudecido. Ben se bajó del automóvil, cerró la puerta e inclinándose a través de la ventana del copiloto habló con voz baja.

—Gracias por traerme. ¿Sabes cómo volver a tu departamento?

—Sí, me he ubicado con la avenida principal.

—Ten cuidado al regresar. ¿Me enviarás un mensaje cuando llegues?

Joe recordó en todas aquellas ocasiones en las que Ben le había pedido eso y lo que él identificó como un simple gesto de cuidado, resultó tener un mayor trasfondo. "Mi padre falleció en un accidente automovilístico"

—Lo haré. No te preocupes. ¿Me enviarás un mensaje cuando tú llegues a tu casa?

Benjamin sonrió. —Lo haré.

Dio media vuelta.

Tenía miedo de decirlo; de alguna manera cuando hablas lo sucedido se vuelve más real, más vívido y él simplemente no quería volver a recordar esos pasajes de su vida que prefería mantener escondidos.

Sin embargo hay ocasiones en que debes de dejar salir ciertas cosas para poder continuar; y en ese automóvil bajo la mirada expresiva de Joe, con la música de Queen de fondo, Juliette dormida en el asiento detrás y ese peculiar olor a café que espiraba el termo que descansaba en el portavasos junto al asiento del conductor, Benjamin encontró el momento perfecto para decirlo. Lo necesitaba.

—Benjamin.

Nora estaba frente a él vestida todo de negro, con los ojos vidriosos y el cabello hecho un lío.

—Gracias por venir, mi abuela realmente te apreciaba. Todo... todo fue tan sorpresivo que aún no podemos procesarlo.

Ella respiraba cortadamente, fruncía sus labios y parecía contener un mundo sentimientos tras su mirada. Ben dejó el arreglo floral a su costado y se acercó a Nora extendiendo sus brazos.

—Venga, Nora. Sólo déjalo fluir.

Y como si hubiera soltado el nudo que apretaba la garganta de la chica, ella se aferró a él liberando todas sus lágrimas contenidas.

Se conocían de a poco. Una relación que apenas y pasaba de la cordialidad y charlas matutinas en el Centro de Adultos Mayores. Pero en ese momento él comprendía todo el dolor que ella tenía. La muerte era tan sorpresiva.

Empatía. Le gustaba esa palabra. 



















☁️











Joseph estaba seguro que esa semana había experimentado un revoltijo de emociones que aún no comprendía como es que había llegado al día viernes, era un sobreviviente.

Muchas veces él deseaba volver a ser un niño pues las únicas preocupaciones se basaban en seguir pedaleando esa bicicleta, guardar dinero para comprarte un jugo por la tarde y acabar tu tarea a tiempo para poder ir a jugar; además la recuperación ante ciertas situaciones era más rápida en niños. A Juliette, por ejemplo, le bastaron esos días para recomponerse de la ausencia de su familia y aunque los extrañaba parecía no afectarle ya sus tardes; era aún pequeña como para comprender las grandes distancias que los separaban y el tiempo que pasaban lejos.

Volvieron sus risas a la hora del desayuno, los cantos mientras tomaba una ducha, sus juegos imaginarios con todos sus peluches y muñecas, y esos besos que soltaba de improviso solo para su papá.

Ahora mismo la niña iba de un lado a otro acomodando las cosas en su recámara con sumo cuidado y preparando cada detalle de los chocolates y dulces que estaban en la mesa de la cocina. Joe la miraba divertido levantando de vez en cuando la mirada de su computadora portátil tomando pequeños descansos antes de terminar aquel borrador de un diseño que debía entregar ese viernes por la noche.

—¡No puede ser! —Gritó la niña desde la cocina y Joe, sin levantarse del sofá, estiró su torso para verla.

—¿Qué pasó?

Ella cerró la puerta del refrigerador.

—No tenemos ni una pieza de fruta en esta casa. Me decepcionas, papá.

—¿Qué? —Elevó una ceja ofendido.

—Vamos a tener una visita y no tenemos fruta para ofrecerle, eso es... ¡muy malo!

Juliette se acercó con pasos firmes y brazos cruzados.

—¿Para qué quieres fruta si tenemos mucha comida?

—Papi, él es un deportista, necesita fruta.

Joe frunció el ceño —Siempre lo veo alimentándose de galletas, pizza y sándwich de jamón. No le veo lo saludable a eso.

La puerta del departamento sonó, Juliette volteó a ver el reloj que colgaba de la pared y soltó un pequeño gritito.

—¡No puede ser, ya está aquí! ¿Qué haremos si quiere fruta?

—Juliette, él verá la pizza y se olvidará de querer cenar manzanas o uvas, créeme.

—¿Seguro?

Volvieron a tocar, y otra vez, y otra vez... parecía como si la persona estuviese desesperada por entrar y Joe, intrigado, se acercó y abrió la puerta solo para ver cómo Benjamin se metía rápidamente al departamento con la respiración agitada y una mochila negra entre sus manos.

—¿Por qué tardaron tanto en abrir? ¡Casi me descubren!

—¿Qué escondes en esa mochila? —Cuestionó Joe cerrando la puerta con recelo.

Ben intercambió una mirada con ambos y susurró:

—Lo que voy a mostrarles quedará como un secreto entre nosotros tres. No deberán de decírselo a nadie, ni si quiera al casero del edificio.

Padre e hija se acercaron expectantes observando con detenimiento como Ben abría la mochila mostrando al instante una beagle asomando su cabeza.

—¡Frankie! —Chilló Juliette cubriendo su boca inmediatamente.

—¿Metiste a Frankie al edificio? Los animales no están admitidos aquí.

—Estás... ¿molesto?

Joe bufó —Claro que no, esto es emocionante. Tenemos a una intrusa en nuestro departamento... me siento como parte de la mafia o algo.

Esa mañana Juliette despertó con una firme convicción: Invitar al entrenador Ben a esa pijamada que le prometió hace muchos pero muchos días atrás cuando comenzó a armar la cama en forma de barco pirata. "Juliette, Ben es un hombre joven y soltero. Probablemente ya tenga planes para hacer un viernes por la noche" le explicó Joe, "¿Cómo una pijamada con tío Gwilym?" preguntó su hija con inocencia y su papá asintió decidido a no contestar algo más pues quería evitarse el tener que contarle lo que eran los bares y clubes nocturnos a los que seguramente Ben asistía.

A la hora del entrenamiento la niña corrió directamente hacia su coach a contarle de la súper dúper pijamada que quería hacer esa noche y luego de intercambiar una mirada con Joe y preguntar un "¿Tú papá está de acuerdo?" -que parecía más estar dirigida a él que a ella- Ben terminó aceptando su propuesta bastante gustoso.

En cuanto llegaron al departamento, Juliette corrió a bañarse ante la mirada un tanto anonada de Joe porque "Vamos Juliette. Odias bañarte pero ahora eso no parece importarte ¿verdad?" y cuando salió con su pijama lista comenzó a arreglar todo con un ánimo muy airoso.

La pequeña estaba muy emocionada.

Juliette le mostró a Frankie su pequeño hogar: la cocina, la sala, el baño de humanos y el baño de perritos (ósea, el balcón), la recámara de su papá y su recámara. También le regaló una pelota para que la perrita pudiera jugar y le indicó una y otra vez que no podía ladrar mientras estaba ahí.

No solo Frankie fue testigo de la hospitalidad de la pequeña. Julie también tomó la mano de su entrenador y le dio un detallado tour de su habitación ya terminada enseñándole casi todos sus juguetes, sus peluches, su caja de secretos, sus juegos de mesa, todos sus crayones y sus diademas para el cabello con orejitas de conejo y cuernos de unicornio que tenía.

—Pero lo mejor de todo, es lo que guardo en este cofre —. Contó la niña.

—¿Y qué guardas ahí?

—Todo lo que vamos a necesitar para jugar a los piratas. ¿Quieres jugar a los piratas conmigo? A mí me gustan porque navegan en el mar y en el mar hay muchos peces y pulpos y delfines; los tiburones no me gustan porque tienen colmillos filosos y las ballenas tampoco me gustan porque son muy pero muy grandotas. Papi dice que no debo tenerle miedo a las ballenas. ¿A usted le dan miedo las ballenas entrenador Ben?

Sin poder evitar una sonrisa ante toda la efusividad que mostraba Juliette, Ben negó. —No realmente.

—¡Entonces eres muy valiente, como mi papá! Cuando sea grande quiero ser una pirata, entonces debo de dejar de tenerles miedo a las ballenas. Los piratas son fuertes y valientes y viajan por el mundo.

—¿Quieres viajar por el mundo?

—¡Y conocer muchos lugares!

—¿Cómo cuáles, Julie?

—Cómo... Australia. Una vez vi en la televisión que en Australia hay muchos canguros.

—¿Y esta noche a donde iremos, capitana Juliette? —Preguntó Ben adoptando un tono de marinero.

La niña sonrió —Iremos a... a... ¡A la gran isla de dulces y chocolates!

—¿Cuándo zarpamos?

—En diez minutos. ¡Marinero, debemos prepararnos!

Juliette comenzó a sacar de su cofre las espadas de plástico, los sombreros de pirata y los paliacates vistiéndose con ellos e incluso poniéndole a Frankie un lindo lazo en color rojo.

Pronto estaban los dos sobre la cama en forma de barco navegando en ese inmenso mar rodeados de peluches/peces en medio de una tormenta que amenazaba con volcarlos.

—¡Debemos mover nuestras velas, el viento está muy fuerte!

—¡A la orden, capitana!

—¡Guardaré las provisiones también, no podemos permitir que caigan al agua! —Julie arrastró por todo el balcón de la cama una mochila llena de bloques de madera que simulaban ser botellas de agua y comida enlatada.

—¡Capitana Juliette! ¡Veo una isla a nuestra izquierda! —expresó Benjamin utilizando sus manos como si se trataran de binoculares.

—¿Es una isla de dulces, de guisantes, de frutas o de pan? —preguntó la capitana asomándose por el balcón.

—Es una isla de... ¡De dulces y chocolates!

—¡Muy bien, marinero! Es nuestro día de suerte. Resguardemos a los pequeños en el camarote y acerquémonos a esa isla.

—¡A la orden! —Benjamin cambió la dirección del barco girando hacia la izquierda. Frankie movió la colita emocionada dando saltitos por toda la cama.

Una vez que tomaron el rumbo correcto, Juliette le pasó a Ben todos los peluches que iban en el barco para resguardarlos en el camarote junto con la bolsa de los víveres.

—Es hora de desembarcar, ¡Vamos por esos dulces y chocolates!

Benjamin y Juliette tomaron sus espadas. Benjamin bajó de la cama siendo seguido por Frankie y ambos avanzaron por la recámara tratando de evitar los peluches/peces del agua. Julie bajó por la resbaladilla y se unió a ellos en esa sigilosa caminata que se extendió por el pasillo hasta llegar a la sala.

—¡Oh no! —Susurró Juliette dando media vuelta —. La isla de dulces y chocolates tiene a un guardián.

Joe levantó la mirada de su computadora portátil y observó las cabezas de Frankie, Juliette y Ben que se asomaban por el pasillo mirándolo con determinación. Dio click al ícono de enviar y asegurándose que todo estuviese en orden, cerró su Laptop levantándose del sillón con un gesto serio.

—¿Así que quieren llegar hasta las golosinas? ¡Pues tendrán que pasar sobre mí! —recalcó con un tono grave adoptando su mejor rostro de cara malvada.

—Eh... disculpe señor guardián —habló Juliette —. Eso de "pasar sobre mi" ¿lo dice de broma o de verdad? Porque ¿sabe? El marinero Ben aparte de ser buen pirata es bueno en el rugby y bueno... puede tacklearte y pasar sobre ti con facilidad.

Joe pestañeó con miedo. —Es de broma, definitivamente no quiero que pasen sobre mí.

—¿Entonces no tackles, pirata Juliette? —Murmuró Ben a su capitana.

—Solo cuando sea muy necesario.

—Perfecto.

—¡Muy bien! —Alzó Juliette su espada de plástico —. ¡Vayamos por esas golosinas!

Ben, Frankie y Juliette corrieron contra Joe quien comenzó a atacarlos lanzándoles los cojines del sofá.

Simularon un gran enfrentamiento haciendo uso de las espadas, cojines, cosquillas y pequeñas mordidas por parte de la cachorrita. Joe tomó a la pirata Juliette cargándola sobre su hombro como si fuese un costal y el marinero Ben acudió a su rescate haciendo que momentos después los tres cayeran al suelo por accidente sin lograrse hacerse un gran daño, Frankie aprovechó para atacar el rostro de Joe a lamidas que solo lo hacían reír y fue en ese momento cuando Juliette corrió hasta la cocina tomando los dulces y chocolates en sus manos.

¡El equipo pirata había ganado!

Esa noche cenaron pizza y nieve; vieron la película de Enredados en la televisión y jugaron a armar figuras delego. Juliette se quedó dormida en el sillón mientras veían la segunda película y tras una mirada compartida, Joe apagó la televisión tomando a su hija en brazos llevándola hasta su habitación.

Ben los siguió bostezando con cansancio y las patitas de Frankie resonaron también en busca de dormir junto a la niña esta noche.

—No, Frankie... bájate de la cama —. La regañó Ben.

—A mí no me molesta que duerma con ella.

Frankie miró alternativamente a Ben y a Joe y terminó por dar un saltito acurrucándose a lado de la pequeña que dormía tranquilamente entre las sábanas.

Joe estuvo a punto de decirle a Ben que le cedía su cama para que descansara y que él estaría bien con dormir en el sofá; pero se detuvo cuando vio a Ben recostarse sobre la alfombra azul de la recámara de su hija. Sin darse cuenta, Joe ya estaba imitando el gesto pasándole una cobija para que pudiera cubrirse del frío.

—Estoy demasiado cansado, ¿todas las noches son así de activas con Juliette?

—No. Algunas veces me da tregua y solo pide que le lea un cuento antes de dormir.

—Es un torbellino.

—Esa pequeña granuja está drenando toda mi energía.

Benjamin emitió una risa en voz baja y Joe lo imitó. Por toda la habitación se reflejaban las estrellas de la lámpara de Juliette.

—¿Viste lo que respondieron Rami y Gwilym en el grupo cuando les enviamos la foto de la pijamada? Se pusieron bastante celosos.

—Conociendo a Rami... estoy seguro que estuvo a punto de tomar un vuelo para acá pero Lucy lo detuvo.

Benjamin volvió a bostezar un talló sus ojos perezosamente.

—Gwilym tenía razón —. Susurró Joe —. Realmente luces como un cachorro cuando estás adormilado.

—¿Cuándo te dijo eso?

Joe se encogió en hombros. —No me acuerdo.

Todo se volvió silencio después de eso. Pasó realmente poco tiempo para que Joe escuchara como las respiraciones de Benjamin se relajaron haciéndose más largas y profundas.

Se giró para observarlo; efectivamente el chico se había quedado dormido.

No supo cuánto tiempo se quedó en esa posición de costado, en ratos sentía como sus ojos se vencían dormitando apenas unos segundos para volverlos a abrir en un suspiro.

—Gwilym también me dijo que tu cabello era suave —. Murmuró apenas imperceptible para no despertarlo.

Y luego, como si quisiera comprobarlo, estiro lentamente su mano para acariciar los cabellos dorados de Ben contorneando sus ondulaciones y aspirando ese olor a menta que el chico emanaba. Gwilym tenía razón. Su mano se movió con tranquilidad casi a la par de sus propias respiraciones, sus dedos se enredaban entre las hebras suaves y su rostro se tornó confuso cuando tanteó una cicatriz que se extendía a la altura de la sien derecha de Benjamin.

El chico, aún dormido, tembló un poco y Joe alejó su mano con rapidez temiendo despertarlo. Pero no fue así. Pareciera como si el simple rose de sus dedos con la cicatriz le hubiera incomodado; Joe entonces simplemente lo observó.

Su boca estaba ligeramente abierta, su nariz perfilaba hacia el techo y las estrellas se reflejaban contra su rostro dándole a sus pestañas y a sus cabellos un toque más dorado. No tuvo tiempo de pensarlo, su nublada mente adormilada no lo procesó por completo y terminó dándose cuenta de lo que hacía cuando a su cuerpo llegó la sensación de la suavidad de la piel de Benjamin bajó sus dedos. Contorneó su rostro, el puente de su nariz y la línea de su mandíbula con apenas suaves roses que erizaban la piel de Joe.

Entonces los vio, sus labios que aún entre la oscuridad y las luces de las estrellas proyectadas conservaban ese particular tono rosado. Sus dedos temblorosos se acercaron a su boca tocando por solo un segundo ese abultado labio inferior.

Y se detuvo. Fue un regreso a su realidad.

Respiró agitado y se percató de sus latidos acelerados que amenazaban con hacer salir a su corazón. Se acostó por completo quedando bocarriba, mirando las estrellas reflejadas en el techo de la habitación sintiendo un cosquilleo que nacía en su estómago y se dirigía hacia su pecho provocándole unas inminentes ganas de sonreír.

—No puede ser... —murmuró trazando el borde de su propios labios curveados —Estoy jodido —. Soltó una corta risa cubriendo su rostro con ambas manos —. Estoy completamente jodido.

☁️ 

.

.

.

.

.

¡Hola, hola! ¿Cómo están? ¿Cómo les fue ésta semana? 
¡Aaaah! tenía muchísimas ganas de llegar a este capítulo. ¿Están igual de emocionados que yo?

🍒Para empezar fueron muchas emociones. Por un lado, la ausencia de la familia y el impacto que tiene para Joe y para Juliette. Por otro lado tenemos esa deseo por parte de Ben de querer ayudar y esa satisfacción que siente en su interior cuando consigue lograrlo. Tú muy  bien, mi principito. 

🍒Mi mamá es maestra de educación especial. Nunca olvidaré todas esas veces en que la acompañé al funeral de sus pequeños estudiantes que lamentablemente fallecieron después de luchar muchísimo contra sus enfermedades. Hay un poquito de mi en este capítulo. 

🍒Acá se hace mención del padre de Ben. Por favor, resaltemos el hecho de que Benjamin es quien lo dice, quien desea sacarlo de sí mismo. 

🍒Resaltemos también que Joe rechaza la taza de café de Caroline pero acepta y agradece el café que Benjamin pidió que le compraran. Éstas son el tipo de cosas, gente. 

🍒Gwilym ¿Por qué eres tan perfecto? Ya hasta Juliette no se pudo resistir de presumir que eres su tío.

🍒Te amo como 284 helados de chocochispas... Cuando vi en la película el "te amo 3000" me emocioné demasiado porque justo había escrito esta escena días antes y ahora es re especial para mi.

🍒La pijamada, el juego de piratas, Frankie en el departamento. ¡Todo, todo eso me encantó escribirlo!

🍒Yep Joe... estás completamente jodido... ❤

🍒Aun no es todo.

¿Hacemos una encuesta? 

Comenta una "⭐" si las ballenas te dan miedo como a Juliette.
Comenta con un "🌈" si no te dan miedo. 

Y tú cuando eras niño ¿Qué querías ser de grande? Mi sueño por años fue trabajar en un parisina o modatelas (de esas tiendas que venden telas y todo para hacer costura) porque era bien fan de las libretas que las trabajadoras usaban... ¡tenían una libreta, pluma y calculadora integrada! además las decoraban bien bonito. Mi sueño se vino abajo cuando vi que ya no usaban libretas, sino un aparatito todo feo:( 

Mañana regresan a la escuela muchos ¡ánimo, tu puedes! , Hay quienes están en la recta final de la universidad: sé que es difícil, cansado y que te causa incertidumbre el futuro. Créeme, esa incertidumbre aumenta incluso cuando sales pero de alguna manera tenemos que toparle, no te rindas porfis. Ya casi lo logras. 

Ten una linda semana, Cherry se despide por hoy. ¡Bye!
...🌻...

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