Il passato torna sempre

Paattri20

3.5K 702 497

SINOSSI Venecia es un lugar maravilloso, pero... ¿qué hago aquí? Escapar. ¿De quién? De mi familia. Llevo aqu... Еще

¡Personaggi!
Albero di famiglia
Mockup & Moodboaard
PREFAZIONE
Capitolo 1
Capitolo 2
Capitolo 3
Capitolo 4
Capitolo 5
Capitolo 6
Capitolo 7
Capitolo 8
Capitolo 10
Capitolo 11
Capitolo 12
Capitolo 13
Capitolo 14
Capitolo 15
Capitolo 16
Capitolo 17
Capitolo 18
Capitolo 19
Capitolo 20
Capitolo 21
Capitolo 22
Capitolo 23
Capitolo 24
Capitolo 25
Capitolo 26
Capitolo 27
Capitolo 28
Capitolo 29
Capitolo 30
Capitolo 31

Capitolo 9

104 19 8
Paattri20

ORLENA

La adrenalina —que parecía que me había inyectado en vena —, hace su efecto. Todo dolor posible que tuviera hasta el momento, desapareció.

En un momento de arrebató, llevo mi mano a la flecha rodeándola con esta y arrancándomela de un solo tirón. Gritos desgarradores salen del fondo de mi garganta. Tales son los chillidos, que mi hermano frena el coche haciendo que me vaya para adelante. No me ocurre nada, puesto que me agarro fuertemente de los asientos, y no pasa de un susto.

—¿Te encuentras bien? —conforme va formulando la pregunta, su cabeza gira para verme a los ojos.

Aunque si digo la verdad en lo primero que se fija es en la flecha que tengo en mi mano izquierda, para después pasar a mi hombro derecho —que en estos momentos debe estar sangrando —, porque he quitado la pieza que hacía que se retuviera en el cuerpo.

—¡Joder Orlena, menuda avería te acabas de hacer! ¿En que estabas pensando? —pese a que me estaba con un dolor terrible, intenté sonreírle. No obstante, sospecho que me ha salido una mueca.

No quiero mirar el hueco en mi hombro por lo que pueda llegar a ver. No me gusta apreciar esas cosas, son desagradables para mis ojos.

—¡Deja de regañarme! —gruño —Lo que este hecho, no se puede deshacer ya, deja el drama—suspiro fuertemente y agrego algo más —. ¿Tienes algún pañuelo con el que poder hacer tope en la herida?

—Sí, espera un momento.

Mi hermano se quita el cinturón rápidamente y desliza su cuerpo hasta agarrar una mochila pequeña de mujer. Una vez la tiene entre sus manos, vuelve a ponerse bien, la abre sin perder más tiempo y saca un pañuelo colorido, bonito y seguramente muy caro.

—No preguntaré de quién es —digo en cuanto me lo tiende —. De Agnese no puede ser, así que solo puede ser de una persona: tu prometida.

Como puedo con una mano y con ayuda de la boca, me coloco el pañuelo en el hombro para que haga de tope y para el sangrado.

Necesito llegar a un hospital con urgencia.

Cuando vuelvo a oír disparos y es en ese instante cuando recuerdo en que situación nos encontramos. ¡En una persecución ni más ni menos! Y a estas alturas deben estar casi a la par nuestro si nos hemos parado por unos largos minutos.

—Hermanito tú dedícate a conducir como un poseso, que yo me ocupo de esa gente. No saben a quién han despertado —no quiero objeciones en mi clara decisión —. Por cierto, llama en cuanto puedas a tu hospital, necesito con urgencia que me atienda un médico.

—Aquí el hermano mayor soy yo. Yo debería dar órdenes.

—Bobadas —le resto importancia.

Bajo la ventanilla a la misma vez que mi hermano pone de nuevo en macha el coche, poniéndole turbo, dejando a una buena distancia a los gorilas.

Con algo de dificultad saco medio cuerpo del coche con el subfusil en mano. Me ayudo a colocarme mejor con el asidero que hay en el techo. Hago que mi espalda se ponga recta de forma que puedo sacar de forma limpia el arma llamada El KRISS Vector. Lo primero qué hago es quitarle el seguro, para justo después empezar a disparar como una loca posesa al automóvil que nos está persiguiendo y no es la furgoneta de mis amigos, ¿dónde estarán ellos?

Tienen la mítica camioneta negra que salen en todas las películas de acción, hasta con los cristales tintados de negro.

Estoy disparando justamente en la luna delantera. No sé si podrán ver algo para seguir conduciendo en condiciones. Y digo esto, porque está lleno de disparos.

—Orlena, deja de disparar como una frenética y metete al coche —me pide Cesare con un tono serio y alzando la voz para que le pueda escuchar.

Yo, como una persona responsable le hago caso. Me meto con agilidad en el interior y cierro por seguridad la ventanilla, aunque no serviría de mucho, la luna trasera ya no existe.

—Escúchame con atención —la seriedad en su voz me indica que lo que voy a escuchar a partir de ahora, no es para nada gracioso, sino todo lo contrario —. Necesito distraerlos y para ello necesito tu ayuda. No me gusta nada verte poseída mientras disparas a diestra y siniestra a los gorilas. Sin embargo, eres buena, confío en ti pequeña.

—No he visto la furgoneta de mis amigos —me flaquea la voz al decir aquello.

—Tranquila pequeña Leona, ellos son fuertes y se saben defender. No les ocurrirá nada. Seguramente han cogido otro desvío —quiero creer en sus palabras. ¿Lo malo? Que no puedo. Tengo la sensación de que han sido capturados, que yo sepa iban detrás nuestro.

Sin decir nada, le doy la espalda, me pongo de rodillas mirando hacia la luna trasera —ahora inexistente —. Agradezco a mi hermano por haber colocado el cubre maleteros para poder colocarme más cómoda allí. Una vez acomodada en el lugar justo, bajo la cabeza y observo como la camioneta se acerca por la derecha. Apunto con el arma justo en una de las llantas delanteras y ejecuto la acción en cuanto estoy segura de que voy a dar en el blanco, y efectivamente lo hago.

El coche pierde el norte, haciendo que el conductor no pueda manejarlo. Antes de que se vayan por la cuneta, las puertas del vehículo son abiertas por cuatro hombres —de diferentes tamaños —, y saltan ágilmente al pavimento con armas en mano. ¡Mierda! Van a contraatacar. Ponen en marcha el plan, y empiezan a darle al gatillo como si no hubiera un mañana.

—¡Para el coche inmediatamente Cesare! —cada vez nos estábamos alejando de ellos y yo lo único que quería averiguar era si ellos tenían a mis amigos —Como no pares el coche salto de él, y no es broma. Es una amenaza en toda regla.

—¿Tú te has vuelto loca? No pienso parar ni dejar que te maten. Son cuatro personas adiestradas y que saben perfectamente disparar.

—¡No me van a disparar! —digo a los gritos.

—Agáchate ahora mismo si no quieres recibir una puta bala en la coronilla —yo sin hacer caso omiso, sigo en la posición que estaba —. ¿Eres estúpida o sorda? ¡Agáchate de una maldita vez!

—¡No! —por segunda vez en el día frena de manera brusca. Los disparos se escuchan a una distancia bastante alejada ya —Da marcha atrás Cesare.

—¿Quieres tener una discusión conmigo?

—¡Ya la estamos teniendo! —este hombre me desespera —retrocede de inmediato —demando. No sé en qué momento gano yo la partida.

Satisfecha por ver que mi hermano ha cedido, me coloco bien en el asiento, y cojo la lanza del suelo —que se encuentra manchada de sangre —y la agarro con muchísima fuerza. Muevo mi cuello para observar cómo se encuentran los gorilas y que están haciendo. Solo uno está mirando en nuestra dirección, otro se encuentra mirando el terreno, y el ultimo está manteniendo una llamada telefónica.

El primero de ellos se pone alerta ahora que ve que hemos dado marcha atrás, se pone en posición para volver a atacar. Por dentro me estoy cagando de miedo, me estoy meando literalmente. No llevo ropa, llevo todavía la bata del hospital rasgada, estoy descalza. Soy un cuadro de persona en estos míseros instantes.

En cuanto Cesare para definitivamente el coche, mi mano libre abre la puerta trasera, lo primero que sale del interior es la lanza que llevo sostenida, y después salgo yo. Una vez estoy fuera, hago contacto visual con el que está de pie mirándome con una cara de matón de película americana con una ceja subida seguramente por las pintas que llevo.

No me importa lo que llegue a pensar, veo que su dedo esta apunto de ejecutar la acción, pero yo al ver todos los movimientos que hace, hago un sonido con mi boca indicando que no lo haga.

Mi estampa debe ser una adoración verla. Chica de veintitantos años, semidesnuda, con una lanza que es el triple de larga que ella, sujetándola como si fuera alguien poderosa. Cosa, que en realidad no soy.

El hombre no deja de apuntarme con el arma de fuego, esa acción no me inmuta. Lo que hago es apretar más fuertemente la lanza que sujeto. Frunzo el ceño mirándolo de una manera no muy grata. Tenía todas las intenciones de lanzarle el arma blanca que custodiaba como si me fuera la vida en ello.

—Si no quieres tener una bala entre ceja y ceja en menos de un segundo, es mejor que bajes esa arma, Tiziano —el chico cuyo nombre era Tiziano hizo caso omiso a las palabras de mi hermano y seguía firme en lo que hacía.

—Que yo recuerde tú no eres nuestro jefe —habla por sus compañeros, asimismo —. La persona que nos trasfiere nuestro capital. Tenemos una gran pensión gracias a él. Tú no eres nadie. Solo el nieto mayor.

—Soy el heredero de la fortuna manchada de sangre, efectivamente —sentencia —. Y no me enorgullezco de ello.

Mientras ellos se enzarzan en una discusión bastantes llamativa, yo empiezo a barrer todo el perímetro con mis propios ojos. Me detengo a observar por unos segundos la camioneta ardiendo en llamas.

Ahora que recuerdo, han salido cuatro personas del coche y antes mis ojos solo están tres. Frunzo el ceño. Esto pinta demasiado mal, nos han puesto una trampa y nosotros hemos caído por completo como unos completos ineptos.

Mi cuerpo va dando la vuelta despacio inspeccionando todo, no veo movimientos ratos. ¿Dónde se mete la rata?

En cuanto vuelvo a mi posición anterior, callo a los dos gallos que siguen con la disputa.

—Cesare, hay que irse. Nos han hecho una encerrona —le advierto. Mi hermano no me miraba, se encontraba batiéndose en un duelo de miradas con Tiziano.

—¿No querías saber dónde están tus amigos? —me pregunta con seriedad, todavía sin apartar los ojos de ese sujeto.

El hombre llamado Tiziano, suelta una sonora carcajada. Se esta mofado de nosotros. Sabe algo. Su mirada deja la de mi hermano y la fija justo a mi espalda.

Con cada minuto que pasa de reloj mis nervios van en ascenso. Mi cuerpo se tensa en una magnitud impresionante en cuanto siento una presencia detrás de mí. Esa persona pone el arma en mi nuca.

Su boca se acerca a mi oreja donde me susurra: —Muévete un solo milímetro y no seguirás escribiendo tu propia historia. Estarás metros bajo tierra, pudriéndote dentro de un ataúd.

—Aléjate de mi hermano, maldito demente —la reacción de Cesare fue inmediata. Sin embargo, no inmutó al sujeto —. Te he dado una orden.

—Solo recibo ordenes de mi superior —es lo único que aporta.

Por el rabillo del ojo veo al primogénito de nuestra familia sacar el móvil del bolsillo delantero de su pantalón, desbloquearlo y seguidamente hacer una llamada.

¿Nos quieres matar? Porque eso mismo pretenden tus marionetas —vaya inicio de conversación —. ¡Dos de tus monigotes se encuentran en este momento apuntando a tu nieta! Y ella se encuentra muy débil y no va a hacer falta que te recuerde quienes hicieron tal cosa para que este en este momento en ese estado.

¿Miedo? Aquí y ahora no. Sí estuviera mi abuelo y mi padre frente a mis ojos, creo que sería la primera vez que en las condiciones en las que me encuentro, solo quisiera clavarles lo que custodio en una de mis manos con afán.

¡Orlena debe ir al médico! —se calla mientras escucha a Isacco del otro lado. Se esta enfadando. Aprieta demasiado la mandíbula, se va a hacer daño —Es tu neta desgraciado. Métetelo en esa sesera, en la cual me convence cada día más que la tienes llena de serrín.

Desde aquí se escucha la grieta que se acaba de abrir —ante las palabras citadas por mi hermano —en la familia Lepori de parte de Cesare.

Me importan un rábano tus amenazas —dictamina gritando —. Es tu nieta también. Tienes dos por falta de una —gesticula con la mano libre —. Da exactamente igual lo que querías. Uno no elige si va a salir niña o niño. Tu no eres un Dios todopoderoso, que puede decidir a su antojo lo que hace con las personas, maltratarlas, hacerles daños, y no hablo solo de los que se ven —el cuerpo de Cesare a estas alturas se encontraba tenso.

Me carcomía por dentro de la impotencia al no poder moverme, debido a las dos armas que me apuntaban directamente, sino ya hubiera ido deprisa a donde esta mi hermano, le hubiera arrebato de un tirón su maldito móvil, para finalmente tirarlo para romperlo. Le estaba sentando fatal hablar con Isacco, y eso no mejoraría, es más, empeoraría aún más las cosas.

—Deja sueltos a los amigos de Orlena. Ellos no son parte de nada del problema —sentencia antes de colgar. Una vez que termina la llamada, levanta la mirada y se dirige a los orangutanes.

—Vosotros dos, ahora os llamara vuestro jefe. Deberéis dejar a los amigos de Orlena en la cafetería llamada Feffo —ellos seguían sin inmutarse. Hasta que el grito de Cesare los despertó —. ¡Dejad de apuntarla de una maldita vez! ¡Bajad el arma!

—Creo que no te harán caso.

—No ayudas Orlena —uy que se cabrea —. Ey vosotros —se dirige a los dos hombres restantes que se encuentran expectantes a lo que sucede. Parece como si hubieran cortado la carretera y ni un misero coche pasaba por aquí, en ninguna dirección —. Decidles que bajen el arma u Orlena les dará la paliza del siglo.

—¿Así? ¿Cómo? —dice vacilante Tiziano.

Con todo lo que se supone que debe saber sobre mi estoy pensando que anda perdido de que familia vengo.

Sin miedo a nada, ni a morir, a que me disparen a miles de cosas. Ese terror lo dejo apartado y doy un paso al frente. Alzo el objeto que sostengo con mi mano izquierda y empiezo mi maravilloso espectáculo sin hacerle caso a las advertencias que me dedicaba el payaso de atrás.

Muevo con agilidad la lanza —que media casi más que yo —de un lado a otro, haciendo formas ovaladas. Lo que pretendía eran distraerlos para que, de un momento a otro, pudiera lanzarle a Tiziano y al otro, darle en las partes nobles primero.

Era una estrategia que me había sacado de la manga en menos de un segundo. A veces, en ciertos momentos, cuando no te paras a pensar tanto, las cosas salen de diez, y estoy bastante segura de lo que hago. Así que, voy a confiar en lo que estoy haciendo.

En una fracción de segundos miro a mi hermano y los dos con una mirada nos entendemos y asentimos a la misma vez.

—¡Ahora Leona! —sí que era el momento exacto, y lo sabía a la perfección, debido a que había dado unos pasos hacia atrás haciendo que me quedara en la posición en la que anteriormente estaba retenida.

Levanto la lanza —no por el lado que picha —y le atizo un buen golpe en todos los huevos. Miro por encima de mis hombros. Lo primero que aprecian mis ojos es la pistola en el suelo, después al hombre doblarse del dolor, con sus manos protegiendo su entrepierna.

Mis pies y mi cuerpo actúan por cuenta propia y avanzan hasta donde se encuentra el arma y le propino un buen golpe, haciendo que llegue hasta donde se sitúa mi hermano.

Ahora me faltaba hacer la última cosa. Era consciente de que Tiziano no había bajado el arma. Así que le voy a dar una oportunidad más.

—Te voy a hacer una pregunta sí —le estaba dando la espalda, no quería ni verle a la cara. No se lo merecía —. Es para ti la pregunta Tiziano. ¿Quieres que te arranque la mano? ¡Te ha recalcado mi hermano que bajes la pistola! Sí hubieras querido dispararme, ya lo habrías hecho hace tiempo —este hombre no me conoce en lo absoluto. En realidad, nadie de los que ahora mismo estaba rodeaba lo hacían en sí. Ni mi propio hermano.

—¿Intentas chantajearme?

—¿Quieres perder tu mano? —mi mano libre se va directamente al puente de mi nariz. Mi paciencia está llegando al límite. Al parecer no quiere conservar su mano.

—¡Tú lo has querido así! —susurro más para mí.

Mis pies poco a poco se mueven, haciendo que me mueva en círculo hasta quedar frente a él. No me quedo tan lejos, no voy a lanzar la lanza, sino que se la voy a clavar manteniendo la mirada fija en sus ojos y ver como sufre.

Con cada paso voy estando más segura de lo que tengo en mente hacer. Es una puta locura, eso es verdad, pero ellos no merecen ni vivir, ni pisar el suelo por donde andan y pasean siempre, tampoco respirar y aquí los veo a los cuatro tan panchos deambulando por la vida. Lo mismo va para Davide e Isacco.

Cuando estoy frente a él, me agacho, aunque en realidad me encuentro a una buena distancia, si estoy a dos centímetros, la lanza no serviría para nada.

Le sonrío enseñándole mi dentadura y él hace una mueca y también pone una cara de desconcierto. No tiene ni idea de lo que se le viene encima.

—Orlena no lo hagas —me advierte severamente Cesare. La rabia me ciega.

Toda mi vida he sido la sumisa a la que siempre golpeaban por algo que se me escapaba de las manos. Yo no elegí nacer. Me concibieron, que saliera niña, en vez de niño, sinceramente no fue mi fallo, ni de nadie. Es algo que sucedió. Me podrían haber dado en adopción, hubiera ido a un orfanato y con suerte me habría tocado una buena familia y viviría una mejor vida que la que tengo. Yo pagaría por tener una existencia normal, lastimosamente no la tengo y jamás la tendré.

Solo por tener el apellido que acarreo desde que nací ya es una tortura y más si las personas no saben que son tu verdadera familia y cada vez que digo mi apellido me dicen de todo menos bonita. Esta claro que ninguna familia tiene un apellido exclusivo. Pues al parecer a este tipo de individuos no les da la sesera para pensar más allá.

—¿Solo vas a quedarte ahí plantada como un pasmarote, niña?

—Yo que tú, no diría nada. Puede perjudicarte —miro mi hermano, no le estaba mirando al sujeto que tenía en frente, sino miraba detrás de mí.

¿Quieren guerra? ¡Guerra tendrán!

—Cesare apáñatelas con el de atrás. Yo me ocupo de este. Los otros dos son inofensivos, puesto que han salido huyendo como nenazas. ¿En verdad son hombres del abuelo? —me mofo de lo último dicho.

Ha llegado la hora, no me lo pienso dos veces. Mi mano izquierda sube con firmeza hacia arriba y le hinco la aguja fija en toda la muñeca, le atravieso la muñeca —salpicándome con la sangre de él —. Los gritos que lanza Tiziano los ignoro. Las suplicas vienen. Sin embargo, yo no muevo ni un dedo para ayudarle. Se merece esto y más. La ceguera por la ira es tanta que pareciera que estoy viendo a mi abuelo delante de mí y fuera él en vez de uno de sus hombres.

Me empiezo a manear, suelto el objeto y caigo al suelo de un solo golpe y lo único que escucho antes perder el conocimiento es la voz de mi hermano llamándome.

—¡Orlena!



Продолжить чтение

Вам также понравится

Un peligro para sí mismo © Valeria Saeki

Детектив / Триллер

1M 129K 44
HISTORIA GANADORA WATTYS 2019. «Nadie sabía quién era él, pero trajo la perversidad consigo mismo y la oscuridad nos invitaba a seguirle». En Annaven...
70M 6.9M 49
[COMPLETADA] Una noche fue suficiente para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Él acabó con mi familia, con todo lo que amo y por alguna razón me d...
Frey (Darks #2) Ariana Godoy

Детектив / Триллер

6.4M 651K 20
Tercer libro en la Saga Darks (2021) Portada: BetiBup33 design studio.
Malasaña I. (5° Historia) ladronademanzanas

Детектив / Триллер

85.5K 9.8K 92
Vanesa Ramírez Malasaña se enfrenta al peor caso de su corta carrera como inspectora de policía. Aparecerá el cuerpo de una joven que llevaba seis me...