Rewrite [Nathaniel, Corazón d...

By Ningyolita

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No a todo el mundo le gustan los cambios. Algunas personas prefieren quedarse donde estaban, respetando una r... More

I. Venus de Milo
II. El grito
III. Sátira del suicidio romántico.
[EXTRA] El sueño de la razón produce monstruos.
IV. La Autómata
V. Two ladies
VI. El despertar de la conciencia
VII. Después del baile
VIII. Ceci n'est pas une pipe o La traición de las imágenes
IX. Duelo a garrotazos
[EXTRA] San Sebastián
X. Boreas
XI. Los amantes
XII. Narciso
XIII. El caminante sobre el mar de nubes
XIV. American Gothic
[EXTRA] Flaming June
XV. La noche estrellada
XVII. The soul of the rose
XVIII. Naufragio en el claro de luna
XIX. La Goulue
[EXTRA] The Cursed Woman
XX. Composición 8
XXI. The artist is present
XXII. Ophelia
XXIII. The Rose Bower
XXIV. Circe
XXV. El acróbata
XXVI. Pigmalión y Galatea
XXVII. Kintsugi
XXVIII. Hilas y las náyades
XXIX. Snow Storm
XXX. La muerte de Marat
XXXI. Orfeo y Eurídice
XXXII. El ángel caído
Epílogo. Romeo y Julieta
Gracias

XVI. La gran ola de Kanagawa

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By Ningyolita


Cuando me despierto y miro el espacio que me rodea, no estoy muy segura de reconocer el lugar en el que me encuentro.

Paredes blancas, olor a desinfectante.

Me palpo el cuerpo, pero lo cierto es que no me duele nada, puedo moverme a pesar de las sábanas enredadas en torno a mis piernas.

Pero me cuesta respirar.

Entonces se abre la puerta, y una silueta con bata blanca se recorta en el umbral.

No entiendo nada, lo juro, todo esto parece una toma sacada de algún tipo de película de terror en la que una joven indefensa muere descuartizada por hacerle caso a un payaso subido a un triciclo.

Necesito un arma.

- ¡MC! ¿Estás despierta? ¿Cómo te encuentras?

Qué tono tan amable para tratarse de un asesino en potencia.

- Tranquilízate, estás en la enfermería de la uni, has sufrido una crisis de ansiedad.

Oh.

Es verdad, recuerdo no encontrarme demasiado bien, faltarme el aire y... oscuridad.

- Supongo que todo habrá sido cuestión de no controlar tu respiración, la sensación de ahogo genera una respuesta tal que al final el cuerpo acaba cortando por lo sano. Dime, ¿cómo te sientes?

Creo que ya es momento de abrir la boca.

- Bien, creo. Mejor.

Se sienta al lado de la cama y me toma el pulso.

- Son fechas difíciles, y a pesar de que la memoria final es importante, la salud lo es más. Descansa por ahora, si necesitas algo estoy en el despacho al lado de la sala.

Resulta que mi supuesto secuestrador es un simpático doctor.

Genial.

Me dejo caer en la cama e intento centrarme en mi respiración, recordar poco a poco los acontecimientos del día para intentar descubrir cuál ha sido el detonante de todo esto.

Evidentemente, tenemos la cada vez más inminente presión dada por el Trabajo Fin de Grado. En mi caso aún no he sido capaz de decidir un tema reunirme con el tutor para plantearle distintas posibilidades. Está claro es uno de los factores que me han arrastrado a la cama del hospital, atendiendo a cómo se me acelera el pulso al pensar en ello.

Inspira. Expira.

Bien, recuerdo que estuve comiendo con Nathaniel.

Inspira. Expira.

Fue algo totalmente improvisado. Nos encontramos en a la salida de la universidad y simplemente me dijo que si me apetecía comer con él en un sitio cercano al campus.

- ¿Es una cita?

- MC, ¿quién te mete esas ideas en la cabeza? Deberías dejar de juntarte con esa persona.

- Siento decirte que hablamos de ti, precisamente. Quizás debería, pues, rechazar tu amable invitación.

- No hay veneno en mis palabras, Julieta. Era una broma.

Como siempre, gracias por recordármelo.

Apenas lo veía desde el día que pasamos en la playa, a pesar de que me quedé dormida a última hora.

- ¿Salías de clase?

- No.

- ¿Entonces?

Me mira con una expresión interrogante.

- ¿Qué hacías en la puerta de la universidad?

- Pasaba por ahí.

- ¿No me digas que alguien te ha dado calabazas? ¿Soy el agua fresca que alivia el estirón de la tirita?

La mejor defensa es una buena dosis de autocompasión.

Aunque por dentro haya oído un crujido muscular digno de una grieta en el corazón.

- No.

Modo misterioso activado.

Quien calla otorga, nena.

Me lleva a una cafetería a reventar cerca de la zona de bares. Pedimos un par de platos individuales y uno central para compartir.

Un toquecito por aquí, una conversación por allá y, de repente, todo se trunca con una pregunta.

- Te noto un poco alicaída.

Volvamos al punto primero, el susodicho trabajo final. Ahí es cuando empezaba a notar la presión.

- La mayoría de la gente de mi clase ha empezado a elegir tutores para el Trabajo Fin de Grado, yo ni siquiera he pensar en el tema.

Asiente en silencio.

- En el trabajo no van las cosas demasiado bien con la jefa, no sé cómo lo hago pero siempre me las arreglo para meter la pata, y ella no hace otra cosa que incidir en cada uno de mis fallos.

- ¿Algo más?

- Lo dices como si fuera poco.

- Pues sí.

- ¿Perdona?

- Mándalo todo a la mierda. – Mi expresión de estupefacción le lleva a explicarse más detenidamente. – Quiero decir, si ves que te está perjudicando, quizás deberías plantearte el dejarlo, tómate un descanso y ya lo recuperarás cuando te apetezca, es sencillo.

- Nath, necesito currar para pagarme la habitación en la residencia, necesito sacar buenas notas para mantener la beca... La palabra no es "sencillo".

- Te tomas la vida demasiado en serio.

- Habló el que es incapaz de hablar de sus problemas porque "tiene las manos atadas".

He ido a hacer daño.

Y de repente a él le entra la prisa, pide la cuenta y me invita.

Intento protestar, pero no me deja.

La complicidad se la lleva una ola de silencio.

Salimos y nos despedimos, ya que cada uno va en una dirección distinta, como una veleta perdida.

Y entonces me doy la vuelta, y lo veo.

No lo creo.

Lo veo con uno de los tíos de aquella noche.

No me lo puedo creer.

Aquella noche en la que intentaron arrinconarme en un callejón.

Quiero cerrar los ojos.

En ese callejón donde nos vimos por primera vez.

Inspira. Expira.

Siguen en la cama del hospital y aún quedan horas por repasar.

Después de la comida me fui a trabajar.

Y allí me encontré a Nina.

La niñita obsesionada con Lys se ha hecho mayor, y de vez en cuando se pasa por la cafetería para ponerme al día de los últimos cotilleos del instituto.

Si bien, al contrario que de costumbre, me la encuentro taciturna, mirando el fondo de una taza de café como si esta fuera a contarle su futuro más cercano.

Le acerco una nueva bebida.

- Invita la casa.

Murmura un "gracias" y sigue en su afán contemplativo.

Aprovechando un descuido de Clemence, me siento a su lado.

- ¿Qué pasa, Nina?

- Nada.

- No es verdad. Cuéntamelo.

Le cuesta pero se abre.

Me habla de algo que seguro que a nadie le extraña: Un bar, un grupo de amigas que quieren hacerse las mayores y un baboso.

- Salí corriendo del sitio, y no paré hasta que llegué a mi casa y se lo conté todo a mi madre.

- Fue la decisión correcta, Nina. Lamentablemente, es el pan de cada día para muchas personas, por mucho que nos pese. Fuiste muy valiente al plantarle cara y huir del sitio.

- Mi madre me ha dicho lo mismo. Estamos pensando en denunciarlo. Tengo su cara grabada: la nariz grande, el pelo rubio y corto y ese horrible chándal azul.

Un momento.

- Creo que con toda esa información será mucho más fácil encontrarlo, y quizá pueda ayudar a alguien más.

- Por supuesto. Es lo mejor que puedes hacer. Vuelvo a la barra, ¿vale? No quiero que la jefa se piense que me estoy escaqueando.

Le guiño un ojo con la mayor entereza que puedo. Ella sonríe un poco, más tranquila y segura.

Otra vez él.

Otra vez Nathaniel.

Inspira. Expira.

No recuerdo mucho más que eso.


* * * * *


Tengo los mejores amigos del mundo.

Al día siguiente salí de la enfermería por mi propio pie, con un par de consejos bajo el brazo y unas ganas terribles de ponerme a trabajar. Es entonces cuando me llamó Rosa para invitarme a una reunión en la residencia masculina, una noche tranquila para terminar de afianzar mi recuperación.

Lo cierto es que no tenía el cuerpo para fiestas, pero es una buena forma de desconectar.

Había sido engañada.

Realmente se trataba de un grupo de estudio en el que resolver dudas, compartir habilidades y aprovechar un ambiente de concentración para avanzar.

Lo cierto es que no se estaba nada mal y me ha venido que ni pintado para adelantar algunos trabajos.

La calma antes de la tormenta.

Pues cuando me estoy preparando para salir, con la mano a pocos centímetros de la manivela, alguien llama a la puerta.

- Abre tú, no te preocupes.

Y ahí está él.

- MC... Hola.

- Hola.

Es Alexy quien le devuelve el saludo, al fin y al cabo, es su habitación.

No lo invita a pasar.

- Quería hablar contigo, te importaría...

Todos asumen una posición defensiva. Saben lo del tipo del chándal y seguramente no les haga demasiada gracia que este individuo se haya presentado de repente aquí.

Da un poco de miedo el hecho de que consiga localizarme cuando se lo propone.

¿Tan predecible soy?

- ¿Cómo sabías donde estaba?

- Me lo dijo tu compañera de cuarto.

Gracias, Yeleen. Su consideración como Chica Conflictiva estaba alcanzando cotas inesperadas.

- Aham.

Ahora susurra.

- ¿Podemos seguir con esto fuera?

El peso de las miradas de mis amigos me pesa en la espalda.

- Está bien, yo ya me iba.

- Genial.

Se adelanta por el pasillo y va bajando por las escaleras.

Yo me despido rápidamente y lo sigo.

En cuanto llegue a mi habitación me va a tocar dar muchas explicaciones.

De momento, nos paramos en la puerta de la residencia.

- Tengo la impresión de que estás enfadada conmigo, de que me estás evitando... Me he tenido que enterar por terceros que perdiste el conocimiento y pasaste una noche en la enfermería.

- Tampoco te has molestado en llamarme o preguntarme qué tal estaba. Desbloquear el teléfono y escribir dos palabras, eso sí que es sencillo.

- Tienes razón, no voy a negártelo. Y me encanta cuando me dices las verdades a la cara pero... si vas a mirarme de la misma forma que el resto de tus amigos, quizás nuestro intento de amistad no tiene sentido.

Muy bien.

Si vamos a decir las cosas claras, los dos podemos hablar.

Si vamos a hacer daño, los dos podemos herir.

- Me lo dice el que se dedica a reunirse con las mismas personas que intentaron hacerme daño en mi primera noche aquí.

- ¿Qué?

- El día que comimos juntos te vi reunirte con el tío del chándal como si fuera un amigo de todo la vida. El mismo tío que se dedica a acosar menores en bares hasta el punto de hacerlas huir despavoridas – estoy subiendo el tono cada vez más - ¿Qué tienes que decir a eso, Nathaniel? ¿Qué coño tienes que decir?

- No es lo que parece, MC, por favor. Si es cierto todo lo que me dices... tengo que irme, tengo que acabar con esto. Dios, voy a cargármelo...

Y se va tan pancho.

Entonces lo agarro de la muñeca, un hábito que él mismo me ha pegado.

No pienso soltarlo.

- "¡No es lo que parece! ¡No puedo decirte nada! ¡Confía en mí!" Siempre igual, siempre las mismas palabras acompañadas de aderezos y tonterías, que si Julieta, que sí amigos, que si contigo soy diferente... ¡Gilipolleces!

- Suéltame.

- No pienso hacerlo.

La voz se me quiebra, quizás por rabia, quizás por las lágrimas que empiezan a pugnar por salir.

Y de repente, estoy en sus brazos.

- Escúchame. – me susurra tan cerca que noto su aliento en la piel. – Esa chica tiene que denunciarlo, y tú también. Debemos acabar con esto... yo, todavía no sé cómo pero encontraré la manera, lo necesito pero esto es más importante.

- ¿Por qué estabas con él?

- No puedo decírtelo, MC. Lo siento, lo siento, lo siento...

Se deshace.

Sé que su compostura está empezando a mermar porque me abraza aún más fuerte que antes, porque tiembla como la última hoja del árbol a la llegada del otoño.

Me recuerda al pasado, cuando apenas podía hablar de lo de su padre, cuando se abrió entre mis brazos, como ahora, pero sin secretos.

Es bonito cuando aún no te has forjado un escudo a tu alrededor capaz de ocultar todos tus secretos.

- No dejo que nadie se acerque a mí precisamente por esto, hay gente peligrosa a mi alrededor, y yo soy como ellos. Todo lo que todo se rompe, y tú no tardarás en darte cuenta, porque acabaré destrozándote.

Lo tomo por la barbilla, lo invito a mirarme.

- Hazlo si te atreves. Destrózame.

Mi desafío le pilla por sorpresa. Junta su frente a la mía y baja la vista.

- Te prometo que esto no volverá a pasar, no dejaré que le haga daño a nadie más.

Asiento en silencio.

Un silencio para los dos.

Que nos retrotrae al mar.

Viene una ola enorme.

- ¿Puedo besarte?

Una ola digna del artista Hokusai. Capaz de pintar una hermosa figura en un grano de arroz.

¿Sería capaz de rellenar el espacio entre nuestros labios con trazos de pincel?

- Sí.

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