Un gran Sabio llamado Dios creó a todas las criaturitas perfectas para acompañar al hombre, los nombró animales, y son aquellos que nos hacen felices en diversos sentidos.
Te aceptan tal y como eres, esperan para verte todo el día, valoran hasta el más mínimo detalle que haces por ellos y jamás te dejarán solo.
La felicidad de un humano podría resguardarse detrás del simple ronroneo de un gato, del canto de un gallo o incluso de la mirada confundida de un pez.
Cuándo aprendes a apreciar el valor que tienen realmente los animales, haz dado un paso grande en la vida, un paso que te hará sonreír con mirar los ojos cristalinos de un perro.
Tener en tus manos la gran responsabilidad de cuidar y educar a un animalito te hace una persona más sencilla, más sensible y te das cuenta de que podrías vivir toda una eternidad tan solo en compañía de un par de lagartijas.
Todos los animales son hermosos, no necesariamente por fuera, sabemos bien que un sapo jamás tendrá esa clase de estética, pero, por más pequeño que sea tu compañero, o más frío, puedo asegurarte que dentro lleva un gran corazón, que late cada vez que te ve, cada vez que estiras tu mano para darle de comer, su belleza interior es la más grande de todas, no hay hipocresías, ni traiciones, mucho menos mentiras.
Creo que los mejores amigos nunca tendrán menos de cuatro patas.