Amiga de James Potter

By EGante

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UNA AMISTAD ENTRAÑABLE, UNA TENSIÓN SEXUAL INSOPORTABLE || Ajusten sus audífonos y preparen cerveza de mante... More

BOOKTRAILER
¿Conocí a James Potter?
Notas de la Autora
Hogwarts 1974
El chico de la enfermería, Remus Lupin
Herbología con James y Snape
El capitán de Quidditch
El ciervo
Regulus Black, el Arma Slytherin
El misterioso Pergamino
Nuevo curso, nuevos cambios
Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta
En el Bosque Prohibido
El Regalo de James
La Elección de Snape
Locatis lunático Lupin
Sucumbiendo a James
Héroes del Quidditch
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (1)
EL PEOR RECUERDO DE SNAPE (2)
La Familia Potter
La Teoría del Giratiempo
Travesura Realizada
James vs Snape
Una Cita con Potter
Detención
Lupin, Chocolates y Filtros de Amor
SIRIUS BLACK
¡Black-tumsempra!
Marlene McKinnon
Novia de su mejor amigo
La Génesis
Tres Clausulas para salir con Sirius
James vs Mary
REMUS LUPIN
El Dormitorio de los Merodeadores
POCIÓN MULTIJUGOS
Sirius y Snape
El secreto de mi novio
EL MAPA DEL MERODEADOR
JAMES POTTER (I)
JAMES POTTER (2)
EL MORTÍFAGO
VOLDEMORT
Un espía inesperado
SEVERUS SNAPE
James Potter y el Príncipe Mestizo
REGULUS BLACK
EL ANIMAGO
FINAL
EPILOGO 1 (Marlene McKinnon)
Preguntas y Respuestas + Explicaciones

EPÍLOGO 2 MARY MACDONALD

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By EGante


Pink Floyd - Wish You Were Here (1975)  

La melodía termina, con ella mi relato.

Las parejas sobre la pista de baile detienen su paso, el resto posa su bebida en las mesas, hacen una pausa en su charla y pronto la atmósfera se tiñe de aplausos, no efusivos, pero genuinos.

—Nunca volví a verla después de ese día —añado como apunte final —, Dumbledore recomendó que no escribiéramos, por lo menos no en un tiempo prudente. 

» Enviar una lechuza podría ser peligroso para ella, además de que no todas las lechuzas pueden viajar atenazando un pergamino seis mil kilómetros sobre el Atlántico.

—¿Cómo es que la invitaste entonces? —cuestiona Remus.

Asiento el rostro lentamente.

 —Caradoc, debía un favor a Macdonald—sonreí.

—¿Fue hasta América?

Sorbo aire y exhalo.

—Su padre tiene contactos —respondo escuetamente.

Contemplo una vez más a Lily. Su silueta enfundada en un ceñido vestido blanco se enfila rumbo a la mesa principal para tomar una copa de agua. Mientras sorbe me busca vagamente con la mirada. Una extraña felicidad me nace desde el pecho, una que me obliga a dibujar una sonrisa tierna y conmovida en el rostro. Me embarga un sentimiento, uno que me dicta que las cosas son como deben ser.

—¿Crees que se presente? —cuestiona mi amigo.

—Me gustaría —confieso —pero... —pauso un momento y suspiro — me gusta pensar que permanece segura y a salvo, lejos de este caos. El río está en su cauce.

Me incorporo, concedo una palma a la espalda del lobo y me encamino hacia Lily, al encontrarme me dedica una mueca tierna y radiante.

***

 —Nunca me lo dijo —confesó mi amigo mirando en un punto vago. —Así que esa capulla loca le salvó la vida. 

—Creo que —suspiré profundamente mientras mi pupila enfocaba una vieja bufanda Gryffindor apilada entre algunas cosas viejas —...a partir de ese día las cosas cambiaron. De pronto la orden del fénix se convirtió en el tema apremiante —abogué en nombre de James. Ni a mí me convencía esta explicación, pero debía de alguna manera interceder por aquél—. Además, a ti nunca te gustó que te recordaran a tus "ex"—añadí esto último ladeando el rostro y alzando las cejas en un súbito tono bromista.

Sirius me miró con párpados entre caídos y desde sus barbas descuidadas torció una desempolvada mueca, una extrañamente jovial y cómplice. De alguna manera sentí que por un segundo no era ese ajeno y extraño Sirius adulto, sino aquel familiar joven Canuto al que consideraba un hermano.  

—¿Sabes que es lo irónico? —cuestionó Sirius, incluso su voz dejaba de ser tan ronca—, Sentía lástima por ella. Ser echada de Hogwarts de la noche a la mañana y apartarse de todo, como si su registro tan solo hubiera sido borrado —. Sacudió su rostro lentamente. Miró al suelo y luego nuevamente hacia mi —Y ahora creo que, posiblemente, fue la única Gryffindor de la generación que llevó una vida normal.

***    

Nimphadora Tonks Junio 1995

—Creo que esta es la última caja —avisé señalándola en el suelo.

—Cuidado con esa...

Me apresuré a elevarla sobre los brazos, y fiel a mi torpeza, al hacerlo el cartón se desgarró y su contenido se derramó por todo el piso.

—...es una caja muy vieja—. Remus Lupin terminó la frase demasiado tarde, las cosas estaban desperdigadas por doquier.

 El hombre lobo se posó de cadera sobre el marco de la puerta y sonrió con su infinita paciencia. Cerré fuertemente los ojos y un desagradable calor se extendió por mi cara. Rogaba no haber estropeado otra cosa valiosa, ya había sido suficientemente embarazoso quebrar los viejos vinilos de Pink Floyd. Creo que después de ese día ya se había percatado de mí irremediable tendencia a los desastres.

Alcé la varita intentando enmendar el error y devolver todo el contenido de vuelta.

—Yo me ocupo—. Remus se apresuró a hablar, divertido tras advertir el color rojo del que se me había teñido el cabello.

Agitó la varita y la caja se recompuso como si fuera nueva. Al tiempo, uno a uno, esos objetos se elevaron en el aire y se reacomodaron ordenadamente de vuelta en su respectivo sitio dentro de la caja, que por alguna razón continuaba sosteniendo entre los brazos.

Fue entonces cuando me percaté de una fotografía rasgada, el último elemento en posarse dentro de un sobre que decía "Baile de las eminencias 1976". Me robó la mirada. No sólo me llamaba que era una foto partida por la mitad, si no que en ella se mostraba a una chica. Una adolescente con aspecto de haber vivido en otros tiempos. Un estilo anticuado que me rebelaba que la fotografía probablemente había sido tomada en tiempos escolares del viejo lobo.

Solté la caja, dejando que la misma flotara en el aire por cuenta propia, y a continuación tomé entre mis dedos la fotografía para estudiarla mejor.

Con inequívoco aspecto de sus dos décadas de antigüedad, mantenía ese color ámbar desvaído propia del envejecimiento, y esa chica no paraba de sonreír, sonrojarse y ser continuamente besada en la mejilla por un joven anónimo sentado a su lado. Un chico al que no pude divisarle el rostro ya que era justamente ese extracto de la imagen el que faltaba.

Por un segundo me pregunté si ese muchacho podría tratarse de un joven Remus Lupin. De ser así probablemente estaría contemplando a alguna novia de su juventud, o peor, alguna exmujer. Tras esa sola idea me nació una curiosidad por saber quién era la muchacha de la imagen. Y casi por impulso la duda escapó de mi garganta

—¿Quién es ella?

Remus miró la imagen entre mis dedos y, cómo si mirara un viejo fantasma, por una fracción de segundo su cara se desdibujó. Unos cosquilleos de algo parecido a los celos me embargaron ante esa reacción, pero los disimulé bien. Era consciente de que no debía sentirlos, ni debería sentir siquiera curiosidad, no sólo porque era un colega de la Orden al que hacía poco conocía, también porque seguramente estaba frente a algo que quizá significaba un episodio de su vida del que no me competía enterarme. Pero esa breve reacción en su cara me había revelado que probablemente existía una historia detrás de esta chica, y que un recuerdo acababa de atropellar su mente. 

—Una vieja compañera de Hogwarts —respondió.

Tentando la indecorosa curiosidad me envalentoné a sacar un poco más de información, aunque fue quizás como un pretexto inofensivo para crear charla.

—¿Era amiga tuya?

—Más bien, era amiga de James.

Y con esa respuesta se disolvieron mis primeras dudas, pero otras tantas me asaltaron. Si era amiga de James ¿Qué hacía la imagen de la chica entre sus cosas? ¿Y por qué estaba rasgada por la mitad?, ¿Él era ese extraño muchacho que la besaba?  No tuve el valor o la desvergüenza de preguntar más, pero la respuesta más lógica brillaba con mucha evidencia.

En ese momento sólo pensé que, si esa chica fue capaz de hacer sufrir a Remus, aún sin conocerla, ya se había ganado mi desagrado. Creo que es la curiosa forma en la que trabaja la mente de una mujer enamorada de su colega mayor.

En ocasiones como aquella, la metamorfomagia es una maldición, ya que mi cabello cambió de color y de forma, delatando ese pensamiento. Y Remus, siempre intuitivo, lo había adivinado como si lo hubiera leído en mi frente

—Esta caja no es mía —se apresuró a explicar con esa mueca casual y amistosa en su rostro. —, es de Sirius. Estas cosas son de él.

El asunto se zanjó tras esa breve aclaración. Remus, entonces, era para mí un cofre de secretos que me moría por abrir. Alguien de quien quería saberlo todo. Fue por eso que, en primera instancia, le había ofrecido ayuda para mover sus pertenencias de la vieja cabaña de Dumbledore hacia el número 12 de Grimmauld Place, lugar que se convertiría en el cuartel de la Orden del Fénix.

Al paso de los meses, y del verano al invierno, las misiones eran cada vez más frecuentes y, poco a poco, me di cuenta de que Remus y yo pasábamos mucho tiempo juntos. Llegó ese momento en el que, casi por inercia, nos sumábamos en pareja a la misma misión de espionaje o de escoltas. Hacíamos un buen equipo, yo, como una eficaz maestra del disfraz con credenciales de Auror, y él como la mente pragmática y especialista en defensa de artes obscuras. Así fue cuando a mediados de diciembre nos enteramos de que Arthur Weasley había sido atacado por una serpiente durante una misión nocturna para la Orden del Fénix.

Remus y yo, disponibles en ese momento, nos ofrecimos de inmediato a escoltar a Molly Weasley y Bill Weasley (Mi excompañero de Hogwarts) hacia el hospital de San Mungo. Dumbledore consideró prudente que Sirius cuidara al resto de la familia en el cuartel.

Una vez en el centro de sanación mágica, y tras unos momentos de tensión y mucha preocupación, un sanador jefe nos informó que Arthur estaba estable, y se había podido controlar la hemorragia que provocaban las heridas proferidas por la serpiente, pero resaltó la condición precaria en la que aún se encontraba. Vi como Molly se echó a llorar en los brazos de Bill, su hijo mayor; y Remus, siempre con la frase adecuada para el momento, la calmó. El sanador de turno otorgó el permiso a los familiares de pasar a ver al paciente, por lo que vimos oportuno conceder el espacio íntimo a los Weasley mientras aprovechamos para informar tanto a Dumbledore, y al cuartel de la situación.

Salimos de la sala de visita hacia un lugar oportuno para conjurar un patronus con los respectivos informes. Y una vez hecho esto, decidimos pasar por un par de bebidas calientes en la misma cafetería del nosocomio.

—¿Tienes alguna teoría sobre cómo Harry puede tener estas visiones?

Charlaba con Remus de camino al café.

—No lo sé, puede que ni siquiera se trate de una visión —teorizó éste con una seriedad reflexiva.

—¿Qué otra explicación puedes darle? —cuestioné escéptica —. Quizá James o Lily tenían el don, estos rasgos suelen heredarse.

—No, ellos nunca demostraron tener esa clase de...

Una sanadora de bata verde y gafete había pasado caminando en dirección contraria con andar apresurado, justo en el mismo pasillo por dónde cruzábamos. Abstraída, examinaba un pergamino con muchas anotaciones, parecía tan concentrada en la lectura que me golpeó accidentalmente con su hombro.

—Disculpa —me dijo.

—No hay problema —respondí con mecanismo.

Siguió su paso sin apenas advertirnos.

—¿Qué decías, Remus?, algo sobre James y Lily... Remus... ¿Remus?.

Ryan Adams - Wonderwall (1995)

El hombre se había quedado pasmado, parando súbitamente en seco. Cómo si se hubiera percatado de algo importante que yo no hubiera advertido.

 Nuevamente en su rostro figuró esa mirada, ese viejo fantasma que sacudía sus recuerdos y le dejaba absorto, mudo y adolorido.

Atónito se giró sobre sus talones y yo, con curiosidad también lo hice.

Miraba detenidamente hacia la dirección dónde esa sanadora se había frenado para hablar con una enfermera local de San Mungo. Ambas señalaban con ojos escrupulosos las anotaciones del pergamino compactado en el portapapeles, con aires de análisis.

De pronto la respiración de Remus fue irregular, su quijada se abrió lo suficiente para tomar un trago de aire. Escruté unos momentos a esa mujer intentando descifrar aquello que Remus había notado en ella. El clima actual sólo me permitió preguntarme una cosa: ¿Es que se trataba de alguna mortífaga?

—¿Mary? —. Remus había elevado la voz de un modo suave, pero con cierto atisbo de estupefacción.

Al escuchar la voz de mi compañero, la sanadora giró su cuello y elevó la mirada inerte en Remus. Por un instante su gesto se congelo en sorpresa, parecía que veía el mismo fantasma. Un fantasma del pasado que no anticipaba. Ese fantasma que sacudía viejos recuerdos que la hacían sonreír de manera curiosa, con alegría y nostalgia.

Dio una instrucción a la enfermera, la cual acató marchándose con el pergamino, entonces la sanadora se encaminó mucho más cauta y vacilante hacia nosotros.

—¿Remus? —sonrió.

Se peinó una ceja y sorbió aire mientras meditaba sus palabras.

—¿Por qué no me sorprende verte aquí? —dijo de manera amistosa, casi informal, con aires de suspiros —...el eterno chico de la enfermería —canturreó, como si se tratara de una vieja canción. Un chiste que no comprendía, pero aquel sí. Ambos sonrieron.

El lobo miró al suelo y acompasó una mueca tímida. Por un momento me pareció ver a un Remus más joven e inocente habitando en el cuerpo de mi compañero.

A pesar de las misiones junto a él nunca lo había visto así. Me sabía cómo una suerte de intrusa en la escena, y por un segundo me pregunté si sería mejor marcharme y dejar que estos dos hablaran. Pero no fue hasta estudiar más de cerca el rostro de aquella señora que descarté la idea. Me di cuenta de que la mujer que tenía delante no podía ser otra que aquella misma muchacha de la vieja fotografía, o por lo menos una versión aseñorada, de corte contemporáneo y más formal, de la misma.

Me volvieron a nacer esos fríos cosquilleos de celos desde la base de la nuca.

—Es difícil desprenderse de los viejos hábitos —bromeó el lobo en respuesta con un leve encogimiento de hombros. Era la primera vez que lo escuchaba formular una broma de una manera tan casual —. Para variar, esta vez soy visita.

—¿Tienes algún familiar en San Mungo? —cuestionó ella un poco preocupada.

—Un amigo —Respondí por Remus, viéndome súbitamente forzada a no marginarme. —en la primera planta, fue atacado.

—Merlín —exclamó la mujer —lo siento mucho. Espero que esté bien.

—Nos anunciaron que está fuera de peligro —Confirmó Remus aligerando los aires de preocupación. Sin atreverse a escrutar detenidamente a la sanadora, volvió su vista hacia mí. Se aclaró la garganta después de un carraspeo—. Te presento a Ninpha...

—Ni se te ocurra terminar esa frase —Interrumpí a Remus de forma juguetona.

El lobo río.

—...Soy Tonks —. Extendí la mano presentándome. La Sanadora correspondió con un gentil apretón.

—Mary Brankovitch—hizo lo propio aquella.

—¿Brankovitch?... —exclamó el lobo dibujando una línea entre sus cejas. —¿Qué ocurrió con el Macdonald? —cuestionó con curiosidad.

La mujer elevó su mano para mostrar un anillo de matrimonio en su dedo anular, elevando el pómulo con una risa de medio lado. En cuanto lo hizo, un vertiginoso alivio borró esos vergonzosos celos nacientes.

Remus lentamente elevó otro pómulo, enfatizado por sus líneas algo más avejentadas, y la contempló con serenidad, como quién viera un viejo retrato de la infancia.

—...No sabía que habías regresado a Inglaterra —confesó este.

—Sólo por una semana, asuntos de trabajo—explicó —. Me enviaron para asesorar al departamento de enfermedades sobre los nuevos programas curativos desarrollados en la unidad de investigación mágica de Toronto. Debo regresar antes de las navidades, tengo un dueto de diablillos esperándome en casa.

—Merlín, Mary, es fabuloso. —opinó aun ensimismado, como si no terminara de creer que la mujer que tuviera delante fuera real —Esto es tan...tan... —comenzó a decir, pero se detuvo antes de terminar la frase.

—Lo sé —convino la mujer cómo si hubiera adivinado la palabra que Remus no llegó a decir.

Una sutil mueca de nostalgia se pronunció en sus líneas gesticulares. Movió lentamente el rostro de forma negativa y su gesto ensombreció.

—Me enteré de todo —confesó con cautela en su voz y se relamió los labios —, pasaron años antes de poder superarlo.

La alegría y nostalgia dieron paso a una tristeza compartida. Remus suspiró y las cejas de la mujer parecían contraerse en un gesto afligido. Tras un vistazo en el suelo y una inhalación profunda, elevó la barbilla y volvió a desplegar los labios en una renovada sonrisa.

—Remus, ¿Y a ti cómo te ha ido? —. Aquél ladeó el rostro con curiosidad y pronto disipó el pesado halo de tristeza que se había cernido entre los dos. Intuí que, sin tener que decirlo en voz alta, ambos preferían no abordar ese tema en ese instante —...leí que fuiste profesor de Hogwarts.

Remus alzo las comisuras de sus labios de manera complaciente, como lo hacía alguien que intentaba disimular una risa, pero esta no lograba ejecutarse como debiera.

Sabía que su corta carrera como docente no había terminado del todo bien, y posiblemente, si la mujer lo había leído, es que se había enterado de ello por medio de un titular en el periódico que seguramente rezaba "Hombre lobo en Hogwarts", lo que supondría que también se habría enterado de la incómoda condición que tanto le aquejaba y avergonzaba.

—...Sabía que tarde o temprano terminarías como profesor—continuó hablando la sanadora con ánimo, poco enterada o, mejor dicho, poco preocupada por la licantropía de Remus. Y en un gesto que pocos magos hacen hacia un licántropo, llevó su mano hasta el brazo de Remus y cedió un gesto gentil —, eras un asesor increíble —recordó. Luego volvió la punta de la nariz hacia mí —. Si no fuera por este hombre nunca hubiera pasado los TIMOs de Hogwarts—me explicó.

—Señora Brankovitch —Interrumpió desde su espalda aquella misma enfermera con la que momentos antes había hablado —, se le solicita en la junta.

—Merlín...— suspiró ella espabilando. —Ha sido maravilloso volver a saber de ti Remus, me alegra ver que estés bien. Me encantaría que nos pusiéramos al día—propuso —. Quizá en estos días, antes de las fiestas, puedan pasar a saludarme, son bienvenidos.

—Desde luego—respondió aquél —, intentaré hacerme un espacio.

Sabía que eso último era imposible. Las tareas para la Orden, y las proximidades de la luna llena, sencillamente lo iban a dejar imposible.

—Un placer Tonks —dijo la señora antes de unirse a la enfermera y regresar a las tareas del oficio.

Lo que restó de aquella noche, Remus mostró una actitud distinta. Estaba distante y pensativo. Incluso algo melancólico. Lo adjudicó al cansancio y la preocupación. La mañana estaba por llegar y propuse a Remus que fuera a descansar; pediría a mi mentor, Alastor Moody cubrir su turno. A la mañana siguiente, y sin haber pegado pestaña,  escolté al resto de la familia Weasley, junto con Harry, a San Mungo.

Desde luego, no quería dar la impresión de ser una entrometida o dejar en total evidencia mis sentimientos por Remus, además aún no me sentía con la suficiente confianza como para preguntarle directamente más acerca de aquella mujer, o por que parecía tan afectado. Era inapropiado pedirle que relatara la historia que pudieron compartir. La curiosidad, sin embargo, aún estaba latente. Realmente me sentía intrigada por entender que mal hubiera ocurrido entre Remus y esa tal "Mary". El día que le siguió a la mañana, al visitar el cuartel, no controlé el impulso por esclarecer la duda y sentí que quizá podría ser más discreto si recurría a mi tío, Sirius Black.

Harry y los Weasley se encontraban pasando la temporada festiva en el cuartel, por lo que la actitud de Sirius era considerablemente más agradable y asequible, idónea para el propósito. Se había dedicado esos días a decorar la sala de motivos para las fiestas, y mientras preparaba un desayuno familiar para todos los presentes, aproveché para ayudarle con el tocino y el pan tostado mientras él se ocupaba de los huevos fritos. Entonces le hice la pregunta de manera casual, casi trivial.

«¿Conociste a Mary Macdonald?»

Entre las cacerolas con el aceite hirviendo, las guirlandas navideñas, los huevos en su punto y el sumo de calabaza llenándose en las jarras, me contó la historia de cómo esa mujer y él habían asistido juntos al Baile Navideño que su antiguo profesor de pociones, Slughorn, organizó. Una velada hermosa, si no fuese por el detalle que resaltó sobre Remus.

Descubrí que la mujer había sido, como dijo el lobo, la amiga de James. Pero me acababa de enterar que también había sido la ex-novia de Sirius. Aún más preocupante y confirmando mis miedos, había sido el antiguo amor platónico de Lupin. Sirius no quiso revelar más de lo necesario, o de lo que le siguió a la noche, pero con esa sola anécdota comprendí el porqué de esa actitud. Aunque, algo me decía muy en el fondo que posiblemente "habría más".

Durante esa misma temporada, poco antes de caer Navidad, se dio lugar a otra reunión entre los miembros. Esa vez también había acudido Severus Snape. En un prudente momento en el que mi ex-profesor de pociones aceptó un vaso de agua, el cual accedí a proporcionar, le hice la misma pregunta.

«¿Conociste a Mary Macdonald?»

Su respuesta no fue tan gentil ni animada. De hecho, no pude arrancarle ninguna información relevante salvo la de su expulsión del colegio, y su clara apatía hacia la misma. No podía esperar menos de la que fuera, presuntamente, la mejor amiga de James Potter.

Entonces se presentó otra oportunidad idónea para ir de visita San Mungo.  Alastor y Kingsley habían acudido para la escolta, yo me ofrecí de voluntaria como un tercer apoyo. Pero frente a dos magos capaces y experimentados,  mi presencia no era del todo necesaria. En realidad, como dije, había acudido como una excusa para visitar San Mungo.

Una vez la visita se hizo, me di a la tarea de buscar a la susodicha y misteriosa sanadora. Por fortuna aún no emprendía su regreso hacia al nuevo continente, y la recepcionista del hospital me había informado que dentro de poco la sanadora estaría disponible.

Al cabo, de lo que calculo, fue una espera de media hora, la sanadora apareció despidiéndose de otros miembros del gremio médico. Y atisbándome en la sala de espera, se enfiló hacia mí.

—Señorita Tonks—saludó con amabilidad—, un gusto verla de nuevo.

—igualmente—correspondí.

—Me han dicho que me buscaba, ¿Puedo ayudarla en algo?

—Si —dije con algo de vergüenza. Ahora que tenía a la mujer nuevamente frente a mi, no evité sentirme algo tonta. —Quería hablar con usted—confesé vacilante.

La sanadora me llevó hacia lo que tenía aspecto de un despacho personal. Quizá uno temporal que se le había asignado en su estancia en Londres. Después de ofrecerme algo de té, se sentó al otro lado de su escritorio.

Pude notar que sobre él se posaba un sobre fotográfico con el rótulo de "Baile de las eminencias 1976". Enseguida lo reconocí. Era un sobre que había visto mucho antes, justamente sobre aquella vieja caja dónde en un primer lugar había visto la fotografía de aquella. Podía notar que la misma se había reparado, como si nunca hubiese estado partida a la mitad. Y entonces podía reconocer que ese joven que besaba a la muchacha se trataba de la versión adolescente de mi tío.

—¿Cómo llegó este sobre hasta aquí? —cuestioné impulsivamente.

—Oh, —sonrió aquella reparando en la foto y el sobre. —es un pequeño regalo navideño que Remus me ha dado antes de que me marche.

—¿Él estuvo aquí?—exclamé sorprendida. Remus estaba en vísperas de su transformación.

—Si, pasó a saludar esta misma mañana—informó aquella. Un sentimiento desalentador me embargó. Debía querer realmente verla para sacrificar su descanso. 

Una vaga idea de que Remus siguiera enamorado de ella me comenzó a surcar por la mente.

—...¿Quería hablar conmigo? —Me recordó entonces, intentando cambiar de tema.

No estaba muy segura de lo que debía decir a continuación, o de que quisiera seguir indagando en el asunto. Pero me envalentoné a preguntar algo que quizá podría esclarecer mis dudas.

—¿Conociste a James Potter?

—¿Conocí a James Potter? —. Ladeó la barbilla ante la interrogante —Ingresé en la escuela de hechicería en gran bretaña en 1971, durante la añorable (aunque perversa) década de los 70's. Claro que le conocí. ¿Pero quién no?...  

***

Tras escuchar su historia el reloj marcó la media noche.

 Lo llegué a entender. Había  olvidado esos celos o esa curiosidad que se habían albergado ese tiempo en mi cabeza. La historia nunca se trató de Remus, y sabía que lo que se había removido en Remus tampoco se trataba de ella. Se trataba de James Potter. Se trataba de una vieja amistad y un capítulo difícil de cerrar.

—James Potter cambió mi vida para siempre —continuó aquella—. Sé que hay personas que se sorprenden cuando me oyen hablar así; me miran con interés, como si quisieran descifrar qué es lo que sucedió, aunque casi nunca me molesto en dar explicaciones. Dado que he vivido prácticamente la mitad de mi vida muy distante de Inglaterra, o lejana a cualquiera cercano al círculo, no siento la necesidad de hacerlo, a menos que pueda explayarme sin prisas, lo que requiere más tiempo del que la mayoría de la gente está dispuesta a concederme.

»Mi historia no puede resumirse en un par de frases ni condensarse en una simple exposición que se comprenda de inmediato. A pesar de que han transcurrido 18 años, los que aún viven aquí y me conocían en aquel entonces, respetan mi silencio sin más. A menudo revivo mentalmente aquellos años y me doy cuenta de que, cuando lo hago, siempre me invade una extraña sensación de tristeza y de alegría a la vez. Hay momentos en que desearía retroceder en el tiempo para poder borrar toda esa inmensa tristeza, pero tengo la impresión de que, si lo hiciera, también empañaría la alegría. Así que me dejo llevar por la esencia de esos recuerdos a medida que van aflorando, los acepto sin reticencia y dejo que me guíen siempre que sea posible.

Dio un último suspiro.

—Fue paulatino, pero después de Hogwarts, el intenso sentimiento que sentía por él empezó a menguar. Como la marea cuando retrocede en una playa poco profunda. No sé por qué, pero ya no buscaba ese recuerdo. Me bajó la fiebre, como si me hubiera curado de una enfermedad. Y no es que fuera algo semejante a una enfermedad, sino que probablemente fuera una enfermedad de verdad, ¿sabes? Una enfermedad que por una temporada me hizo delirar con una fiebre alta. Puede que todos pasemos por esa etapa enloquecida alguna vez en nuestras vidas. O quizá se tratara de un episodio especial que sólo me ocurrió a mí. Dime, ¿a ti te ha pasado?

—Creo que si —confesé.

Mary sonrió.

FIN

14 diciembre 2018


MUCHÍSIMAS GRACIAS POR LEER ESTE FANFICTION,  Gracias por dedicar su tiempo e interés, me siento muy afortunada y honrada por encontrarme con potterheads increíbles, interesantes y extraordinarios con las cuales compartir esta historia, y acompañarme en esta aventura. LO SON TODO PARA MI.  No sabría como describir mi felicidad, sólo se me ocurre compartir este último Epílogo en este día tan especial. Les deseo las mejores fiestas, la mas increíble y mágica Navidad, y un magnífico Año Nuevo.

¡FELIX FELICIS PARA USTEDES! Nos Veremos en un Próximo Fanfic :)  

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