De Margaritas y Un Amor itali...

By autumn-may

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Tiziano Améndola es un hombre de negocios y padre soltero. Desesperado por encontrar a alguien que cuide de s... More

🌼 Aclaración 🍦
🌼 Sinopsis 🍦
🌼 Prefacio 🍦
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🌼 Epílogo 🍦

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By autumn-may

Mientras Tiziano conducía hacia el lugar que la sorprendería, ella se estiró de cansancio y volvió a bostezar.

―¿Tanto sueño tienes? ―le preguntó entre risas.

―Demasiado, ¿acaso tú no? ―le contestó con intriga.

―No tanto, estoy acostumbrado a despertarme temprano.

―Yo también me levanto temprano pero no alrededor de las seis y media de la mañana. Siento que no dormí nada ―le expresó suspirando―. ¿El centro de la ciudad no queda para el otro lado? ―inquirió comenzando a despabilarse del todo.

―¿Acaso no estabas media dormida? ¿Qué pasó que ahora te percataste de que vamos para la otra punta? ―cuestionó con el ceño fruncido.

―Contigo es mejor estar prevenida, contigo no estoy segura ni mucho menos ―respondió riéndose.

―¿Tienes miedo que te haga algo que tú no quieras? ―manifestó con preocupación.

―No Tiziano, te estoy bromeando ―le dijo para que se calmara―, sé que no me harías nada que yo no quiera, si hubieras intentado algo, lo habrías hecho de antes. No te considero un mal hombre, tienes tus cosas, como yo tengo las mías pero eso no quita que seas un hombre con malas intenciones, si Alejo sabría algo así, estoy más que segura que jamás habría abierto la boca en dejar que yo conviviera contigo para cuidar de tu hijo ―terminó por decirle con toda la sinceridad del mundo.

―En eso estamos de acuerdo ambos.

Pocos minutos después, Améndola aparcó frente al puerto.

―¿Qué hacemos aquí de nuevo? ―interrogó la joven mientras que fruncía el ceño.

―Baja ―le dijo él.

Los dos se bajaron de coche y ella caminó a la par de él.

―¿Me puedes decir qué hacemos en el puerto? ―volvió a preguntarle con demasiada intriga y continuando los mismos pasos que Tiziano.

El italiano no le respondió por el momento, solo caminó por el andén hacia su velero. Génesis siguió detrás de él. Cuando Améndola entró a la cubierta y se dio vuelta para mirarla, ella arqueó una ceja.

―Ven ―le dijo extendiéndole la mano para que pisara el deck que tenía el velero.

La muchacha sin decirle nada, se sujetó de la mano masculina y avanzó hacia la embarcación.

―¿No me digas que es tu velero? ―le cuestionó sorprendida.

―Has acertado, bionda (rubia) ―le respondió con una gran sonrisa.

Génesis casi se derritió cuando le regaló aquella genuina sonrisa.

―No entiendo porqué estamos aquí ―comentó frunciendo el ceño y entrando a la sala del velero.

―Ya que Alejo no te llevó, lo haré yo.

La joven frunció el ceño de nuevo y luego abrió los ojos recordando la conversación de la noche anterior.

―¿Me llevarás a bucear? ―formuló asombrada.

―Así es. Ahora te daré el equipo para que te prepares ―le contestó caminando hacia el timón y encendiendo el motor.

―¿Por qué quieres llevarme a bucear? No es tu obligación ―inquirió con intriga.

―Anoche dijiste que las aguas de las costas argentinas son frías y que nunca te metes al mar, así que decidí traerte para que aproveches las vacaciones y el calor que hace.

―De acuerdo ―le respondió sin decirle más nada.

Tiziano levó el ancla mediante un botón de manera automática y pronto el velero comenzó a moverse. Ella se sentó en uno de los asientos blancos y mullidos que estaban por delante del sector de mando.

―¿Te molesta si enciendo el equipo de música?

―¿Tienes un equipo de música? ―le preguntó desconcertada.

―Sí, está muy bien equipado el velero. Todo lo necesario que se podría tener ―le contestó mientras viraba hacia el canal de salida.

Génesis sintió que se mareaba y tuvo que recostarse sobre el sillón.

―¿Puedes ir más lento? Me estoy mareando ―le sugirió.

―Es el nudo más lento que tiene el velero, mira al horizonte y respira con lentitud.

Tiziano encendió el equipo de música y apretó el botón del estéreo para pasar varias canciones y dejar que sonara la que estaba buscando. Cuando Génesis intentó incorporarse para sentarse mejor y mirar al horizonte como él le había dicho, escuchó una de las canciones que le encantaban también y a ese punto, no sabía si Tiziano se lo había hecho a propósito o no. Tragó saliva con dificultad cuando el italiano subió el volumen y peor se había puesto cuando dejó que sonara la canción que más le gustaba a ella, habiendo tantas del cantante.

El hombre, dejó el timón en piloto automático y caminó hacia la joven para ver cómo se encontraba. Se sentó frente a ella para inspeccionarla mejor.

―¿No sabía que te gustaba el cantante?

―Sus canciones son muy lindas. ¿Tú estás mejor? ―le preguntó mirándola a través de los lentes de sol.

―Sí, estoy mejor, gracias ―le respondió con un suspiro y llevó su cabeza hacia atrás para que el sol cayera sobre su rostro.

Tiziano estaba tentado en delinear con sus dedos el perfil que tenía frente a él, sin apuros y con delicadeza. Si su mejor amigo jamás le habría prohibido acercarse más a su prima, estaba más que seguro que algo hubiera pasado entre ellos y aunque le gustaba y mucho, no podía hacer nada al respecto.

Génesis sabía muy bien que él aún continuaba mirándola con atención y más nerviosa la ponía. No tenía porqué mirarla como lo hacía. Sus pensamientos divagaron en como sería volver a probar su boca y sin darse cuenta se mordió el labio inferior frente a él.

Améndola observó con suma atención aquellos labios y algo le dijo que ella estaba recordando la noche del beso. Por respeto y para no armar una discordia, no le dijo nada, solo se deleitó contemplándola con fascinación.

El sonido del teléfono móvil de la muchacha, cortó el maravilloso momento que estaban teniendo sin que ninguno de los dos hablara. Génesis abrió los ojos y buscó el móvil dentro de su cartera. El cambio de humor de Tiziano saltó a la vista de nuevo cuando la miró sonreír sabiendo que era el mequetrefe.

―No te tardes tanto, en cualquier momento llegamos y tienes que ponerte el equipo de neoprene ―le expresó de mala manera y levantándose del sillón.

Génesis frunció el ceño mientras lo miraba perpleja ante la actitud que tuvo de un instante al otro. Intuyó que había sido por culpa de Gianpiere y sonrió cuando comprendió que era por eso. Si era verdad, Tiziano estaba muy celoso.

El velero pronto quedó anclado en medio del océano y el italiano la llamó para que fuera donde él estaba. Enseguida le texteó al chico a las apuradas, más no le dijo donde estaba, no quería hacer enojar más de la cuenta al hombrecito y ante la manera en cómo había pensado la palabra se rió por lo bajo.

Él volvió a llamarla.

―Ya voy Tiziano ―le gritó revoleando los ojos.

―Si sabía que ibas a estar así con tu móvil, te lo habría escondido así ese imbécil no te mensajeaba ―le contestó de muy mala manera.

Génesis sabía que al hombre le reventaba la actitud que ella tenía cuando hablaba con Gianpiere y lo hacía a propósito solo para verle las reacciones que manifestaba.

Dejó el teléfono dentro de su cartera y se acercó a él.

―¿Dónde puedo cambiarme? ―le preguntó.

―Aquí mismo.

La muchacha levantó una ceja y lo miró con suma atención.

―¿No pretenderás que me ponga el equipo delante de ti? ―le enfatizó sorprendida.

―Como si no te habría visto en bikini ya ―le dijo con sarcasmo.

―Prefiero desvestirme y ponerme el traje de neoprene sin que me mires con detenimiento.

Tiziano revoleó los ojos frente a ella.

―Ven que te muestro dónde puedes vestirte tranquila ―le respondió yendo al camarote e imaginando lo nerviosa que podría ponerse Génesis cuando la llevara allí para ponerse el traje.

La joven quedó de piedra cuando bajaron y entraron al cuarto, creyendo que le indicaría el sanitario para vestirse.

―Creí que me mostrarías el baño para cambiarme y no el camarote.

―¿Acaso tienes miedo de lo que podría llegar a pasar entre nosotros y una cama, ragazza (chica)? ―le inquirió con una sonrisa de lado y mirándola a los ojos mientras avanzaba hacia ella y la muchacha tragando saliva terminaba sentada al borde de la cama.

Génesis terminó por ponerse bordó y sintió sus mejillas y orejas incineradas.

―No seas un idiota, diría que rajes si no quieres que te pateé tus bolitas ―le dijo con humor para cortar la situación embarazosa en la que se encontraba.

―Tú y yo sabemos bien lo que nos pasa ―le expresó sincero y sin dejar de mirarla a los ojos.

Ella volvió a tragar saliva con dificultad y desvió la mirada. Cuando la dejó sin palabras, se retiró del camarote y ella quedó con la incertidumbre de lo que podría haber sucedido.

Quince minutos posteriores salió con el traje de neoprene y Tiziano quedó asombrado al vérselo puesto. Era como una segunda piel y no pudo evitar tragar saliva con dificultad y pensar en cómo podría ser estar con ella.

―Estoy impresionada al darme cuenta que es de mi talle el traje. ¿Acaso era de tu exnovia?

―Puede ser ―le contestó con una sonrisa de lado e intentando picarla un poco más.

―¿Te hubieras atrevido a hacerme eso?

―¿Y por qué no? Si no somos pareja.

―En verdad, me sentiría incómoda, dejando al margen si seríamos o no pareja. No es nada agradable saber que antes lo usó una mujer muy cercana a ti también.

―Sí, la única mujer cercana a mí que lo usó fue mi hermana.

Génesis quedó aliviada cuando escuchó aquellas palabras.

―Es un gran alivio saber eso ―le contestó con un suspiro.

―Te queda muy bien el traje, no creí que tuvieran la misma talla ―le respondió mirándola de arriba hacia abajo.

―Gracias. ¿Qué más debo ponerme? ―preguntó con curiosidad.

La muchacha miró con atención deliberada al hombre con su traje de neoprene que revisaba los tubos de oxígeno, las antiparras y todo lo demás que era necesario para el buceo. Le quedaba pintado aquel traje a su cuerpo tonificado y no pudo evitar esbozar una sonrisa de deleite.

El italiano estaba tan concentrado en revisar todo que ni se percató que Génesis lo estaba observando con fijeza y ella se sentía como una adolescente con el primer chico que le gustaba y en parte era verdad, jamás había sentido algo así hasta que conoció a Tiziano.

―Ya está todo listo ―le expresó levantando la cabeza y mirándola.

―Perfecto ―le respondió.

Varios minutos después, él ayudó a la joven a colocarse el equipo de oxígeno y con su ayuda ella entró al agua.

―Escúchame bien, si necesitas algo, si te sientes rara, mareada o lo que sea, me avisas y volvemos a superficie. Es la primera vez que lo harás y será algo raro para ti.

―De acuerdo, te entendí.

Ambos se pusieron el snorkel y se adentraron de a poco a la profundidad del océano. Tiziano sujetó en todo momento la mano de Génesis para guiarla y porque era la primera vez que realizaba algo así.

Améndola la llevó a recorrer los arrecifes que tenían cerca de allí para mostrarle los diversos colores y los cardúmenes de peces de distintas clases que residían en las profundidades del océano.

Cuando bajaron más a lo profundo, ella sujetó al hombre del brazo, él la miró y ella le gesticuló con la mano que sentía que se le estaba cortando el oxígeno. De inmediato la sujetó con firmeza de su cintura y le colocó su snorkel para que respirara mientras nadaban hacia la superficie. Génesis encontró aquello tan íntimo que su mente quedó en blanco a medida que se deslizaban por el océano. Había sido peor que un beso. De aquella manera, fueron turnándose para tener oxígeno los dos hasta tener las cabezas fuera del agua.

Ambos se quitaron las antiparras y el único snorkel que les había quedado.

―¿Estás bien? ―preguntó él preocupado.

―Sí ―le respondió aún sorprendida por lo que él había hecho―. ¿Por qué hiciste eso? ―preguntó con el ceño fruncido―. Darme tu snorkel.

―Era lo debido. ¿Por qué me preguntas algo tan obvio, Génesis? ―cuestionó sorprendido.

―No lo sé, no creí que me darías tu snorkel ―le respondió mientras veía cómo Tiziano subía los tanques y los snorkels a la plataforma del deck.

Génesis no pudo resistir a la tentación y tuvo que besarlo, lo tomó de las mejillas y le dio un beso de lleno en sus labios, él quedó sorprendido.

―Gracias, por ser caballero cuando te lo propones ―le respondió con una sonrisa y volvió a sumergirse en el agua.

Tiziano reaccionó poco después y la siguió para atraparla. Cuando la vio no tan lejos de él, la sujetó del tobillo y la atrajo hacia él, la agarró de la cintura para erguirla y ponerla frente a él y besarla de nuevo. La tomó de la nuca y la abrazó teniéndola contra su cuerpo, ella enredó sus brazos en el cuello masculino. La sensación era perfecta, especial pero las palabras que una vez le dijo Alejo a él de que estaba prohibido tener algo con Génesis rompieron todo el encanto para terminar por separarse de ella y volver de la mano al velero.

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