El Misterio De La Amada Del F...

By MarBere123

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La historia cuenta que el Faraón Sin Nombre amó solo y únicamente a una mujer llamada Manet; sin embargo quié... More

ARCO I: LAZOS PARADÓJICOS «PRELUDIO»
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
ARCO II: TIEMPO EQUÍVOCO «INTERLUDIO»
VIII.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII.
ARCO III: VERDADES DEL PASADO «INTERLUDIO»
XIV.
XV.
XVI.
XVII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
XXIII.
«EPÍLOGO: LA PROMESA»

XXII.

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By MarBere123

Los subsuelos de Egipto, por raro que pareciera, eran fríos y húmedos, aunque podía sentirse por mucho el aire caliente de la zona en la que estaban. A veces, arena y polvo formaban pequeños remolinos en el suelo, así como algunas piedras de minúsculo tamaño se desprendían del techo cada vez que un fuerte movimiento las sacudía.

Esos subsuelos eran muy poco conocidos. De hecho, no sería mentira decir que solo unos cuantos los conocían.

Largos y extensos pasajes construidos en una época mucho más antigua, todos metódicamente armados para que se interceptaran en algún punto y luego guiaran a otro.

Para Bakura, que solo tenía a Zorc y a una antorcha como acompañantes, aparte de la Sortija del Milenio, no era ningún problema movilizarse dentro de esos confusos caminos. Los recorría incluso antes de que Kul Elna fuera destruida.

Y sabía muy bien cuál camino llevaba más rápido a donde quería ir.

Sonrió cuando bajo la iluminación del fuego brilló aquella extraña lápida con varias rendijas de diferentes formas. Era un lugar extenso y muy oscuro, como una cueva lo suficientemente escondida para no ser descubierta, y, sin embargo, ahí estaba él.

Colocó la Sortija del Milenio en el lugar al que pertenecía y sintió a Zorc retumbando dentro de su mente.

Un poderoso aura emergió de su cuerpo, entonces, dándole unos escalofríos para nada placenteros, pero tampoco molestos.

¡Ahora, vengan, almas olvidadas de Kul Elna! —exclamó —. ¡Es tiempo de reclamar la venganza que merecen!

Por un momento, no sucedió nada, pero a los pocos segundos, un estruendoso sonido similar al de un derrumbe junto a un fuerte temblor bajo sus pies hizo que las comisuras de sus labios se curvaran hacia arriba.

Uno a uno, cada alma que parecía completamente furiosa y resentida, fue saliendo del interior del suelo y elevándose lejos de la visión de Bakura, pero todas tomando exactamente el mismo camino hacia la capital: Tebas.

—Entonces... Me pregunto qué harás ahora, Faraón —miró el camino de las almas.

Zorc también sonreía en su interior.

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Yendo lo más rápido que podían sobre sus caballos, cada uno de los sacerdotes más Atem intentaban ayudar a los aldeanos, luchar contra los bandidos y descubrir qué estaba sucediendo exactamente, todo al mismo tiempo.

Pero las cosas se complicaron cuando aquellos extraños entes de cuerpo sin forma empezaron a atacarlos sin cansancio.

—¡Estos... ¿Son almas?! —exclamó Isis esquivando una para, al mismo tiempo, convocar a su Ka —. ¡¿Qué está sucediendo?!

Seto hizo otro tanto cabalgando con rapidez al lado de Atem y así poder defenderlo, pues parecía ser el punto de la mayoría de los seres.

Muy pronto, todos habían convocado a sus ka de manera exitosa y se disponían a luchar uno al lado del otro.

Sin embargo, no parecía ser suficiente.

—Tenemos que separarnos —ordenó Atem poniéndose a la cabeza y llamando la atención de sus sacerdotes —. A este paso nos van a acorralar a todos y no podremos ayudar a quienes lo necesiten ni encontrar a quien buscamos.

Aunque Seto parecía querer oponerse a la idea, fue interrumpido por Shada, quien le robó el turno para hablar.

—Entendido —dijo el sacerdote de la Llave del Milenio llamando a su Ka para que atacara de nuevo —. Yo me quedaré aquí.

Atem asintió.

—De acuerdo —dijo y miró a los otros —. Los demás vayan en otras direcciones y ayuden a quien lo necesite, envíen a los aldeanos a la seguridad del palacio y luego encuéntrenme.

—¿A dónde va usted, Faraón? —cuestionó Aknadin.

—En busca de Bakura, no debe estar muy lejos —contestó buscando alguna ruta efectiva para el lugar a donde quería ir.

Aunque lo que más veía en ese momento era fuego y humo, tanto humo negro que el día pronto se había oscurecido.

Apretó lo labios antes de blandir su espada.

—¡Andando!

Todos los sacerdotes aceptaron la orden y cada uno tomó un camino distinto sin pensar en ningún momento que eso podría salir mal.

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Mana ya no tenía fuerzas para golpear ni para seguir gritando. Realmente sentía que su garganta iba a explotar y Bastet no había respondido a ninguno de sus llamados hasta el momento.

Sus ojos se centraron en el rubí del collar.

Pero antes de que pudiera seguir pensando en cómo llegar a Atem, un extraño movimiento llamó su atención hacia el balcón todavía abierto y con las cortinas transparentadas agitándose furiosamente por la fuerza del viento.

Mana, con el entrecejo fruncido, se acercó solo para ver un extraño ente de color blanquecino y sin forma definida aproximándose directamente hacia ella haciéndola retroceder por pura reacción hasta que su espalda golpeó contra la puerta.

No gritó ni llamó por ayuda, pues el extraño ente se detuvo exactamente frente a su rostro.

Y entonces fue tomando forma.

Los labios de Mana se abrieron al reconocer su propio rostro de cuando era más pequeña reflejado, pero con el cabello y algunos otros rasgos completamente distintos.

«No temas, yo la traje aquí

La imponente voz de Bastet sonó en su cabeza por primera vez en lo que parecían ser días.

¿Q-Qué está sucediendo?

Quería preguntar y gritar mil cosas más, pero se detuvo por el bien de su salud mental y todo lo resumió a una sola pregunta.

«Como estás ahora no puedes hacer nada. Tu actual alma no tiene el poder necesario para invocar espíritus ka, pero ella...»

El ente voló de un lado al otro rodeando a Mana. Como si quisiera que entendiera algo.

Sin embargo a Mana le vino la necesidad de extender su brazo. Una fuerza invisible la sobrellevó a hacerlo y el ente no se opuso en lo absoluto.

Como era de esperarse, lo atravesó de inmediato y sin resistencia, pero no desapareció, en su lugar, el ente rodeó su brazo y pareció fundirse en el cuerpo de Mana hasta desaparecer.

Varias imágenes llegaron, entonces, a la mente de Mana. Un pueblo quemándose, un niño de cabello blanco... Eran recuerdos. Dolorosos recuerdos hasta que de pronto solo terminaron en oscuridad.

Se trataba de Manet.

Ya veo, razonó Mana observando sus extremidades como si fueran algo nuevo. Es... Era el alma de la Manet de este tiempo.

«Exactamente. A tu tiempo original nunca llegó la información de Manet. La Manet original, como la llamarías, llegó al palacio como candidata a aprendiz de Sacerdote después del incidente en Kul Elna. Como aprendiz de Mahad, tuvo gran talento y formó fuertes lazos con el Príncipe Atem

Mana asintió. Así que así era como se habían conocido...

Apretó el rubí sobre su cuello entre sus dedos. Podía sentir los deseos de ambas almas fusionadas en su interior. Ella... Ellas querían ayudar a detener a Bakura a toda costa.

No sabía cómo, o qué, pero algo apareció dentro de ella...

No, algo despertó.

—Pero, aunque me han concedido este poder, no puedo salir de la habitación —miró a la puerta —. Los guardias-...

«La puerta no es la única salida

Mana miró hacia el balcón y tragó saliva. No era como si nunca hubiese escapado de su casa por la ventana, pero, de nuevo, ¿en qué piso estaba actualmente?

Se asomó sobre el alféizar y respiró hondo para volver su mirada a las sábanas sobre la cama desatendida.

Se armó de valor.

No mueras, Atem. Yo todavía puedo... ¡Yo puedo-...!

Sí, eso era lo quería pensar.

Bastet no dijo nada al respecto.

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Atem no cabalgó muy lejos cuando una silueta apareció en el medio del denso humo. Por un momento, Atem pensó que se trataba de algún aldeano, pero pronto su entrecejo se frunció cuando logró divisar exactamente quien era.

El Rey de los Ladrones le sonrió con fría burla.

—Sabía que no podías estar muy lejos —declaró Atem intentando tranquilizar a su inquieto caballo.

Bakura rió.

Entonces, Faraón, ¿deberíamos comenzar? —preguntó el ladrón, aunque su voz se escuchó, de alguna forma, distinta.

Atem no dejó que eso lo confundiera, así como tampoco dejó que lo intimidara.

Pero antes de que se diera cuenta, Bakura ya había convocado a Diabound.

—¡Ve, Diabound!

El demonio de distinta apariencia empezó a lanzar sus ataques sin molestarse en apuntar directamente a Atem, sino a las casas y personas que tenía a unos cuantos metros de distancia.

Estaba involucrando a los inocentes civiles, Atem no podía permitir que eso continuara así.

Entonces invocó, de manera increíblemente rápida, al segundo Dios que lo ayudaría.

—¡Osiris! —exclamó —. ¡Ve!

El enorme dragón de color rojo no tardó en interceptar los ataques de Diabound para evitar que más personas salieran lastimadas; sin embargo, cada golpe al cuerpo de Osiris, era un golpe al cuerpo de Atem.

Bakura rió ante su dolor.

—Faraón, veamos esto como un juego —declaró el ladrón sin dejar de sonreír y, en cambio, señaló hacia el pueblo de Tebas —. ¿Cuántos aldeanos crees que puedes salvar?

—¡Maldito! —exclamó Atem —. ¡Osiris, ataca directamente a Bakura!

El Dios lanzó un rugido a los cielos y mucha energía se empezó a juntar en su hocico.

La lanzó y Atem estuvo seguro que la potente luz incluso fue vista por sus Sacerdotes sin importar cuán lejos estuvieran.

No había forma de que alguien sobreviviera a eso, pensó, pero cuando volvió a alzar la mirada.

—¡JAJAJAJA! —la estruendosa risa de Bakura llenó de un terrible asombro al Faraón.

Cuando agudizó la vista para poder ver qué había sucedido realmente, se encontró con un impenetrable muro de aquellos entes sin forma.

—¡¿Qué?! —no lo podía creer, mucho menos que esos entes ayudaran a Diabound a minimizar a Osiris.

Su cuerpo se retorcía de dolor gracias a que su alma estaba ligada a la de Osiris, pero todavía era muy pronto para dejarlo ir.

—¡¿Qué se siente, eh, Faraón?! —cuestionó Bakura después de terminar de reír —. ¡¿Qué se siente tener a todo un pueblo muerto en tu contra?!

¡¿Todo un pueblo?! ¡No puede ser!

—¡Así es! —contestó Bakura a su silenciosa pregunta —. ¡Recibe todo nuestro odio!

Las almas parecieron potenciar el ataque de Diabound mientras este, al mismo tiempo, sujetaba con fuerza a Osiris.

A Atem no le quedó más opción que liberar al Dios para que ninguno de los dos sufriera a mayores y el ataque golpeó casi de frente contra su cuerpo, logrando así que el suelo bajo sus pies temblara y se resquebrajara.

—¡Agh!

Con sólo sus manos, Atem logró sostenerse del inestable suelo evitando caer en el extraño abismo que se había formado. No podía ver el fondo por la oscuridad y el humo, no podía garantizar su seguridad si se dejaba caer.

Pero eso fue algo que sólo Bakura podía utilizar a su favor.

Se puso en cuclillas frente a él y sonrió con sorna mientras estiraba el brazo para tomar la cadena del Rompecabezas del Milenio.

Así que no fue tan difícil derrotar al Faraón elegido, después de todo —dijo, para la confusión de Atem arrancando el colgante de un solo tirón —. Van dos, faltan cinco.

Atem frunció el entrecejo. ¿Eh?

Pero no pasó mucho cuando, al parecer, dos de las almas de Kul Elna llegaron. La sonrisa de Bakura se agrandó, mientras que Atem inhalaba en realización.

—No... Parece que solo faltan tres —tomó los objetos dorados que las almas le entregaban.

Uno era el Ojo del Milenio, mientras que el otro se trataba de la Llave.

¡Aknadin! ¡Shada!

—Te veo preocupado y desesperado, Faraón —se burló Bakura poniéndose de pie sobre los dedos de Atem, haciéndolo gritar por el dolor —. ¡Lástima que no podrás ver el final de tu reino!

Entonces Atem no tuvo más opción que soltar el suelo que lo lastimaba. Escuchó la risa macabra de Bakura, antes de ver una potente luz emerger de su Rompecabezas del Milenio.

—¡¿Q-Qué?! —Bakura exclamó en sorpresa.

La luz cegó a Atem, no sin antes dejarlo ver la silueta a su más leal sirviente.

¿Mahad?

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Esquivando personas y evitando guardias, Mana logró salir del palacio lo más rápido que pudo.

Había logrado divisar la fuerte explosión con dirección al norte, así como al gran dragón rojo —al que Bastet reconoció como un Dios —peleando en contra de otro ser de similar tamaño.

Supuso que Atem debía estar ahí, así que intentó comenzar su camino, pero la voz de alguien la distrajo.

—¡Manet, cuidado! —Mana reaccionó justo a tiempo para evadir el ataque de un tipo casi por completo cubierto con una capa negra.

Sin embargo no fue ella quien devolvió el golpe, sino fue Seto, quien atacó al bandido con su propio caballo antes de atravesarlo con su espada.

Mana creyó que vomitaría por la sangre, pero sorprendentemente no le hizo mucho impacto.

—¡Seto, Manet! —llamó Isis llegando sobre su caballo también.

No solo ella, sino un sacerdote al que Mana reconocía como Karim y el anciano tutor Shimon.

—¿Qué hacen todos aquí? —preguntó Mana un poco aturdida.

—Lo mismo te pregunto, ¿en dónde estuviste? —cuestionó Isis.

—El Faraón no me dejó salir —contestó Mana para después señalar el lugar al que se dirigía —. Justo iba-...

—Nosotros también íbamos hacia ahí —la interrumpió Seto.

El relinchar de uno de los caballos llamó su atención.

—Deberías volver —indicó Karim.

Mana negó.

—¡No, puedo ayudar! —exclamó llevando una mano sobre su pecho justo por debajo del collar —. ¡Atem, el Faraón, él-...!

—Tu determinación es fuerte —le dijo Shimon —, pero ni siquiera puedes invocar a un ka, solo distraerás al Faraón.

—No, yo puedo-...

—¡Esperen! —Isis se metió en el debate.

Cuando todos miraron hacia ella, la encontraron concentrada y con su collar brillando intensamente.

—¿Una predicción? ¿Justo ahora? —inquirió Seto con el ceño fruncido.

Mana no sabía muy bien a lo que se refería, pero en cuanto volvió a girar a Isis, se encontró a la sacerdotisa mirándola fijamente.

—No tengo los poderes de Shada —comentó —, pero puedo sentir... Manet, hasta ahora no había sentido este poder en ti.

Mana asintió.

—Solo... Llévenme, por favor, estoy segura de que podré ayudar a Atem.

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Seto e Isis compartieron una mirada y antes de que Karim o Shimon pudieran objetar, el Sumo Sacerdote la subió a su caballo con rapidez y facilidad.

—Solo no estorbes —le dijo a Manet antes de agitar las riendas del animal y partir.

Isis, Karim y Shimon los siguieron.

Karim miró hacia la sacerdotisa al mismo tiempo que Shimon, ambos tenían la misma pregunta en los labios.

—Un poder extraño —comentó Isis —. No, no solo vi un poder, sino una presencia muy fuerte.

—¿Una presencia? —repitió Shimon exaltado.

—¿A qué te refieres, Isis? —cuestionó Karim.

Pero la sacerdotisa se abstuvo de responder y solo hizo que su caballo igualara al de Seto.

Se guardaría para ella que había sentido la presencia de un Dios.

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Y... ¡Capítulo listo! Tardé un poco porque tuve que ver algunos capítulos otra vez del arco de las memorias, pero el esfuerzo lo vale si me salen capítulos como este.

Debo advertirles que de aquí solo faltan quizá máximo tres capítulos para el final FINAL y el epílogo, así que tengo dos preguntas:

1) ¿Les gustaría que publicara un día el final y a los dos siguientes, el epílogo? ¿O preferían que los publicara el mismo día para no alargarlo más?

Y 2) De acuerdo a como lo vean, ¿les gustaría un segundo libro? ¿O una historia completamente nueva? —esto me lo pueden responder después de que acabe.

Gracias DannakawaiiYGO, CuteMeliJones, Sheblunar y miruse567 por comentar en el capítulo anterior, y a todos los que votaron :)

Por cierto, en multimedia les dejé una canción de Skillet que me pareció súper acorde al fic, se llama Set It Off ¡y realmente me encanta!

Es difícil creer que se trata de una banda de rock cristiano, ¿no?

Sin más, ¡hasta el siguiente capítulo!

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