Amor De Cristal

By Temoltzinmaria1

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En edición Helena Hamilton es una chica tierna e inteligente. Sin embargo odia la vida social a la que esta s... More

Nota De Autor
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
capitulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo final
Epílogo
Aclaración

Capítulo 18

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By Temoltzinmaria1

Al principio habia creído que mi sacrificio valía la pena porque mi familia estaría a salvo de las amenazas de la reina y el enfado del rey, pero al ver que se desmoronaba por mi causa, el peso de las cadenas que mis decisiones habían forjado era casi insoportable. Me sentí culpable, si, por guardar silencio de aquellos a los que aun, descaradamente, continuaba llamando familia.

La tensión que habia a mi alrededor fue sustituida por el nerviosismo, por causa del anillo que el rey habia colocado en mi dedo. La fecha de la boda se habia adelantado más de lo esperado porque se habia saltado la ceremonia de pedimento en el que la reina debía bendecirme como la esposa de su hijo. Después de que el rey se marchara, escuché rumores entre los cuchicheos de la servidumbre sobre lo ofendida que se encontraba la reina al ser menospreciada por su propio hijo, cada vez mas comenzaba a sospechar que realmente entre el rey y su madre habia un tipo de enfrentamiento silencioso que quizás solo los más involucrados a la política o a la familia real podían darse cuenta.

Mis pertenencias fueron guardadas en baúles preciosos y subidos a un carruaje que me llevaría al palacio, en ellos se encontraban hermosos tesoros que los joyeros habían creado para mí, además de hermosos vestidos qué, desgraciadamente, solo podía usar una vez porque una reina no debía repetir un atuendo

Poco después se nos fue informado que, por el rango del título de nobleza de mis padres, solo podían acompañarme hasta la mitad del camino hacia el palacio, después debían abordar otro carruaje que los llevara a la capital ya que una persona estaría esperando por mi y ella seria la encargada de ser mi apoderada.

Cuando el día de mi partida llego, me di cuenta que realmente solo sería mi madre quien me acompañaría.

—¿De verdad ellos no vendrán?—me atreví a preguntar. Mi madre no pudo disimular la expresión de consternación que le había causado mi pregunta, bajo la mirada unos segundos, tal vez reflexionando las palabras correctas.

—Ellos también partirán en unos días a Cromenia, así que no tendría caso el que nos acompañaran, pero sé que ambos te desean lo mejor y te dan su bendición— expreso forzando una sonrisa. Eran falsas y hermosas mentiras que me hubiese gustado creer.

—¿Es decir que tampoco vendrán a despedirse de mi?

Negó con la cabeza. Estaba comenzando a acostumbrarme a la decepción, quizás, mi relación con Jane definitivamente se había roto, pero no con mi padre, sabía que su desconsideración hacia mí, era más bien una lección, una que aún no comprendía, pero no quería hablar con él al respecto porque seguramente me haría desistir de continuar y al negarme solo lo ofendería más.

El carruaje avanzo, pero me sentí culpable de que la servidumbre que había estado sirviéndome también me siguiera en una caravana a la capital porque Jane y mi padre se quedarían apenas con unas cuantas personas. Los ánimos se elevaron al cielo, mis doncellas se mostraron más entusiasmadas al saber que estarían más cerca de sus hogares, a excepción de lady Florance.

La tradición dictaba que antes de ingresar a la capital, en una zona boscosa donde comenzaban los limites de Sacris un pabellón esperaría por mí, para la ceremonia de la transferencia real.

Seguro que el nerviosismo era notorio en mi rostro porque lady Florance no dejaba de mirarme de forma afligida, luego de un rato todas comenzaron hablar sobre Sacris y las actividades mas populares que se llevaban a cabo por esas fechas. Se esforzaron en hacerme olvidar mis inquietudes con risas y cotilleo, nuestro tiempo juntas habia sido corto, pero habían llegado a conocerme incluso mas que mi propia familia, no como Melanie por supuesto, pero de igual manera me sentiría sola sin ellas a mi lado.

—Alteza —expresó un hombre de avanzada edad una vez que el carruaje se detuvo, al verlo hacer una reverencia creí que se rompería, era muy delgado y parecía tener alguna complicación en la pierna derecha pues llevaba consigo un bastón—le presento a quien será su apoderada en la corte, alteza, la condesa de Yuhles.

Mi gobernanta y mis doncellas se apresuraron para ayudarme a bajar, de esa manera logre observar con mas claridad a la mujer que seria mi voz en la corte.

El aspecto de su rostro era hermoso, gozaba de facciones finas y delicadas, pero su piel se mostraba un tanto empobrecida por el paso del tiempo, sin embargo, no dejaba de ser particularmente bella. Hizo una reverencia ante mi presencia, una señorial y bien practicada, quizás a sus ojos yo ya era la reina y quería tratarme como tal desde el primer instante. Su vestido era de un color azul cobalto, sobre la orilla y las mangas tenía bordado dorado, además sobre el tocado de su cabello caía una tela semi transparente de color azul y un fino broche dorado lo sostenía.

Al mirar a mi alrededor note que habia una fila de corceles y jinetes que custodiaban una carpa, ellos también lucían los colores de la bandera de nuestra nación.

—Sígame por aquí alteza—dijo al momento de reincorporarse con una voz dulce y al mismo tiempo elegante. Me guio hacia el interior del pabellón sin atreverse a darme la espalda y siempre mostrando una sonrisa en sus labios teñidos de un rojo borgoña. Los oficiales de la milicia alzaron banderas y obligaron a sus corceles a realizar lo que parecía ser una reverencia inclinando sus cabezas mientras ellos gritaban al aire.

—Por favor discúlpelos su alteza, puede parecer un poco desconsiderado, pero es su forma de darle la bienvenida.

Mi madre camino detrás de mí a la espera de lo que sería nuestra separación definitiva

—La ceremonia de transferencia real será llevada a cabo de la siguiente manera: usted será despojada de sus ropas y será vestida con un atuendo acorde a su actual posicion, un obsequio de su majestad la reina madre, este presente es un símbolo de la próximas cesión de autoridad de ella hacia usted como la reina. Posteriormente se le colocara una tiara de diamantes sobre su cabeza, emblema de su realeza por matrimonio. En este punto debe dejar su antigua vida atrás, despedirse de su compañía y al pisar el otro lado del pabellón será llevada a Sacris para ser honrada como nuestra próxima la soberana de esta gran nación.

Gire a ver a mi madre, a la gobernanta y a mis doncellas. En primer lugar, abracé a mi madre, pocas veces habia logrado darle uno así, tan natural, ella lloraba orgullosa de mí, pero yo tenía miedo y no pude más que esconderle mis inseguridades con una sonrisa falsa. Luego hice un gesto de agradecimiento a la Gobernanta por instruirme, aun no olvidaba que por su causa Melanie se habia ido de mi lado sin siquiera despedirse, pero si todo lo que me habia enseñado me servía en el palacio, entonces ese enorme sacrificio valdría la pena. Por último, me acerque a mis doncellas y me atreví a abrazarlas, ellas me recibieron con mucho cariño, a pesar de todo aún seguía siendo una chica como ellas, aunque me convirtiera en la reina. Al apartarme todas hicieron, en un acto previamente considerado, una reverencia y dieron tres pasos hacia atrás para después salir del pabellón.

La Condesa tomó mi mano y me llevo hacia el interior, pero fue inevitable mirar hacia atrás, la escena que vi me consterno demasiado, no era la despedida sino el ver que la persona por la que habia decidido sacrificarme no estaban ahí para apoyarme, pero ¿Cómo podía ir?

Él estaba seguro que su hija, la princesa de campo, como a veces solía llamarme, se iba a entregar a un hombre que no amaba y seguramente no quería estar aquí, para ser testigo del destino al que tendría que enfrentarme gracias a mi decisión.

Al volver la mirada deje mi vida atrás para poder continuar con la ceremonia de transferencia, me conserve como todo el mundo lo esperaba, mi espalda siempre permaneció recta, apenas pronuncie algunas palabras y desgraciadamente para mi espíritu dócil y alegre, ni una sola palabra fue de agradecimiento porque atender a la futura reina era un honor y un privilegio para quienes me servían. Eso fue lo que dijo la gobernanta por disposición de la reina madre.

Me vistieron con los colores del reino, el azul de la tela del vestido resplandecía con cada movimiento y los detalles dorados eran los mismos rayos del sol que ornamentaban mi presencia.

Subí a un carruaje muy similar con el que la reina madre habia visitado mi hogar, la condesa me explico con una sonrisa que ella atendería mis necesidades de ahora en adelante y en caso de no estar en condiciones, ella seria mi representante en un asunto oficial. Ser la apoderada de la reina era un puesto que se ganaba con los años, siendo fiel y leal, lo único que pude pensar respecto a ella es que era una fiel servidora de la reina madre y por ello tendría sus ojos puestos en mi a través de ella.

Pronto dejamos atrás la región boscosa y conforme avanzábamos llegamos a poblados que ya esperaban mi llegada, al parecer el evento se habia anunciado, todo el mundo vitoreaba mi nombre, arrojaban flores a mi paso, festejaban como si yo fuera la solución a todos sus problemas y al ver sus rostros fascinados no supe que pensar ¿Qué querían ellos de mí? Esa pregunta me atormento por horas mientras sonreía y trataba de saludar con un movimiento ligero para evitar acalambrarme la mano.

—¿Aún falta mucho Condesa?—me arriesgué a preguntar, trate de no sonar desesperada, pero el camino a la capital estaba resultando más tedioso de lo que recordaba.

—No mucho Alteza, es debido al gentío. Todo el mundo quiere verla—explico la suave y gentilmente, parecía estar orgullosa de poder estar en el asiento junto a mí.

Me resigne a seguir sonriendo, aunque mis mejillas ya se sentían entumecidas, pero no quería mostrarme débil o caprichosa ante la condesa por mi pequeña molestia. Ella tenía la apariencia de ser amable, pero no me atreví a pedir un descanso por miedo a ser juzgada. Vi muchos rostros, algunos los olvide al instante, pero cada una de esas personas estaría enlazada a mi alma, por una corona sobre mi cabeza se me llamaría guía de esas almas, solo rogaba hacerlo adecuadamente y ser digna de mi puesto.

Cuando divise el crespúsculo entre las montañas, la condesa indico que estábamos por llegar al pabellón real, donde nos encontraríamos con el rey, mi corazón se agito cruelmente al escucharla decir eso, me sentí débil y poca cosa para lo que estaba a punto de enfrentar. Y al mirar por la ventanilla de la carroza lo vi en la lejanía, vestía un traje finamente elaborado en un tono muy similar al de mi vestido, además de su cinturón colgaba una espada y sobre sus hombros descansaba sobrepuesto un gaban. Aunque no quería admitirlo se veía apuesto y distinguido, aunque como siempre no había ninguna expresión en su rostro, la cualidad que más lo caracterizaba era esa falta de alegría o mas bien el exceso de frialdad.

Las trompetas sonaron cuando la carroza se detuvo casi al mismo tiempo en que lo hizo mi respiración, pocos segundos después un paje abrió la puerta. Entonces recordé una lección que me habia enseñado la gobernanta Elise, por costumbre debía ser yo quien debía bajar sin ayuda de nadie, aun no era la reina, pero era demasiado importante para que alguien inferior a mí se atreviera a tocarme, debía salir y enfrentarme al mundo, pero ese compromiso me paralizo.

Sentí la mirada verde de la condesa, estaba preocupada, quizás porque el mundo me esperaba y yo aún estaba sentada mirando mis manos temblorosas. No pude más que pensar en mi padre y en toda la razón que tenía, yo no estaba preparada para ser la reina y quizás nunca lo estaría, pero ya estaba ahí y las miradas de cientos de personas aguardaba por conocer mi rostro, mi destino esperaba por mí.

Respire hondo y finalmente mire a la condesa, sonreí para que dejara de preocuparse y baje. Lo primero que vi fue una alfombra larga de color amarillo que conducía hasta donde se encontraba el rey. Para lograr soportar la caminata hasta él y la sonrisa que quemaba mis mejillas pensé en muchas de las cosas que la gobernanta se habia encargado en instruirme como mi caminar, la posición de mis manos sobre los pliegues de mi vestido, la alfombra por la que debía caminar, solo el rey y la reina podía caminar sobre los tonos de la nación y al no serlo se habia dispuesto esta para que mi dignidad como futura gobernante no fuese ofendida. En este lugar habia demasiadas reglas que estaba comenzando a odiar.

Mientras caminaba me pareció ver en el rostro del rey una extraña expresión, quizás enfadada o pensativa, quizás me habia equivocado porque al llegar su rostro parecía ser el mismo de siempre. Era nuestro primer encuentro protocolario en el que el reino nos vería como una pareja, justo un día antes de nuestra boda. Era natural que tuviera los nervios alborotados, estar al lado de él resultaba inquietante y aterrador, pero a él no pareció incomodarle en lo absoluto, ni las miradas o incluso, llegue a pensar, que tampoco le importaba en lo absoluto el hecho de que mañana seriamos esposos.

Caminamos lentamente bajo las miradas que nos observaban, quizás los de la corte real y tal vez del parlamento. Aplaudían dichosamente y sonreían, era lo que veían mis ojos, pero no sabía si podía confiar en las expresiones que veía.

—¿Nerviosa?—escuche su voz en un tono casi inaudible, creí que habia sido un sonido creado por mi nerviosismo porque al levantar la vista, su rostro y su mirada se mantuvo al frente, tenso como siempre, pero en un acto repentino me miro reojo tal vez esperando por mi respuesta.

—Un poco—respondí después de unos segundos, temí que mi voz me traicionara y demostrara todos los sentimientos que se juntaban en mi pecho.

—Pronto se acostumbrará.

—¿En cuánto tiempo logare hacerlo?

—No lo sé, tal vez en unos años—asevero aclarándose la garganta disimulando ante las personas que nos miraban. Pensar en eso me dejo sin aliento ¿Años? ¿Cómo podía ser eso posible? ¿O acaso estaba bromeando?— solo traté de mantenerse serena y lo lograra muy pronto.

—Gracias por el consejo.

—No es un consejo, es una advertencia.

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