Centro de Salud Mental SAN ANTONIO.
DÍA 1. 5:47 a.m.
Una luz se enciende, rompiendo la oscuridad de la noche. De la ventana de la habitación, una cuerda hecha con sábanas blancas sale, hasta llegar al suelo. Lo siguiente es una mochila, que aterriza en el césped sin crear mucho ruido. Milésimas de segundos después, una chica con un uniforme azul claro. Una de las pacientes. Desciende por las sábanas, decidida, sin miedo.
Todas las alarmas en el centro suenan. Pero ya era demasiado tarde. La chica escapó corriendo.
Cogió el primer bus en la parada, mezclándose entre la gente. En sus manos, un folleto decía: EL INTERNADO LAGUNA NEGRA. Era una carta, una carta de admisión a una oferta de trabajo. Héctor de la Vega firmaba dicha carta, es decir, el director. Justo al lado de esa firma un sello rojo indicaba que fue aceptada. Y ella sólo podía sonreír ante tan maravillosa noticia. Iría, al fin, a un lugar feliz.
El Internado Laguna Negra.
7:12 a.m.
Héctor de la Vega salía por la puerta. Iba a hacer footing, como cada mañana. Tenía treinta y tantos años, claro, buena excusa para comenzar a hacer deporte. A pesar de la edad, era un hombre muy bien cuidado. Mantenía su cabello corto, con una generosa barba. Era alto, y esbelto. Pero lo más importante, tenía un corazón de oro. O al menos, eso es lo que todos sus alumnos piensan.
- ¡Buenos días! - le dijo al guardabosques mientras corría a su lado, dirección al bosque.
Autobús Línea 2.
7:22 a.m.
La chica, aún en su uniforme del psiquiátrico, contemplaba el paisaje. Feliz. Sabía dónde iría. A un lugar alejado de la sociedad. Ese internado estaría en medio del bosque, donde nadie la podría encontrar. Además, ella tenía un objetivo en ese lugar.
Mientras, en la radio:
Las autoridades locales informan que una enferma mental ha huido esta mañana del psiquiátrico de San Antonio. La joven cumplía una condena por intento de homicidio y sufre un trastorno maníaco depresivo. Responde a la siguiente descripción: morena, pelo ondulado, ojos negros y complexión media.
Comenzó a notar cómo el señor a su lado comenzó a mirarla e intentaba resguardarse en su asiento.
Va vestida con el pijama del centro de salud mental: camisa y pantalón azul claro de algodón.
El señor comenzó a levantarse. Se dispuso a ir a la parte delantera del bus, con el conductor.
Cualquier persona que pueda dar con ella, ¡póngase inmediatamente en contacto con la Guardia Civil!
Bosque Laguna Negra.
7:35 a.m.
La chica corría y corría hasta alejarse del autobús. Miraba atrás, como si el señor pudiera atraparla. Él ni siquiera se dignó a perseguirla. Llegó, con su mochila a la espalda, a lo que ella consideró un lugar seguro. Se quita rápidamente su parte inferior del pijama. Y procede con su parte inferior, hasta quedarse en bragas.
Un ladrido la distrae. Ella mira rápidamente. Y, oh, es un perro. Un perro que parece tener mucha hambre porque comienza a perseguirla. Con una camiseta en la mano, sube rápidamente al árbol más cercano. Sus manos dolían al agarrarse al tronco tan fuertemente.
La rama en la que tenía su pie izquierdo apoyado estaba a punto de romperse. La joven iba a caer en las garras de ese salvaje perro. Miedo recorría todo su cuerpo. Pero por suerte, el perro se cansó y se fue antes de lo previsto. Y ella suspiraba, aliviada.
Pero seguía sin estar sola. Unas grandes zancadas se aproximaban. Echó la vista atrás para ver qué ocurría. Oh, vaya. Un señor se paró justo bajo el árbol. Y estaba... ¿estirando? Mayor fue su sorpresa cuando la rama se rompió. Y ella gritando descendió, cayendo encima de ese señor, que boquiabierto, la agarraba.
- ¡¿Te importaría apartar las manos de mi trasero?! - dijo la chica, malhumorada mientras tapaba sus pechos con la camiseta, que seguía en su mano.
- ¡Perdona, perdona! -repitió Héctor varias veces.
Ella rápidamente se levantó y se vistió de espaldas a él. Héctor, ya sobre sus dos piernas, la miraba sin poder cerrar su boca.
- Oye, ¿qué miras? -dijo ella, visiblemente avergonzada. - Date la vuelta, o lárgate.
- No, eh, no... Que has sido tú la que has caído en bragas desde la copa de un árbol. Como para no mirarte...
- Mira... -dice ella mientras se pone unos pantalones. - Me encantaría quedarme contigo aquí charlando. Pero no tengo ni tiempo, ni ganas...
- ¡Qué pena! Con lo bien que me habías caído... - dice Héctor, irónicamente.
La chica se coloca su abrigo y se va, sin mirar atrás.
- ¡Que pases un buen día, eh! - grita Héctor a su espalda.
- Gracias, pero ten cuidado, por ahí hay un lobo... - responde, sin girarse.
- ¡No te preocupes, no creo que tenga tan mala leche como tú!
El Internado Laguna Negra.
8:00 a.m.
Una señora de casi 60 años se vestía. Se puso el traje más formal que tenía, el que guardaba todos los años para el primer día de curso. Colocaba el cuello de su camisa correctamente y se abotonaba las muñequeras. Pasaba por la mesa, a recoger su lista de tareas. Todos los cursos comenzaban con un millón de cosas por hacer. Una mirada más al espejo y salía de su habitación.
Coches comienzan a llegar a la entrada del internado. Muchas familias están ya en la entrada del lugar.
- Mi vida, no me mientas... -dice una mujer entre treinta y cuarenta años a su hija. - ¿Tú crees que me quedaron bien?
- ¡Que sí, mamá! Te van a dar un Óscar por cada teta. -dice la chica, que tendría unos 16 años.
- Ay, hija, que borde eres...
La cara de desagrado de la mujer cambió a una gran fingida sonrisa cuando algunos fans se acercaron a ella para pedirle autógrafos y fotos. Mientras, Carolina, su hija, saca sus maletas del coche. Más allá, de una furgoneta, salían Victoria, amiga de Carolina, y su madre. La madre de Victoria tenía los ojos hinchados de tanto llorar, casi se comía a su hija a besos y abrazos. Victoria se moría de vergüenza, su cara estaba roja, como un tomate.
- Abrígate por la noche y come bien, que estás muy delgada. Llámame todos los días... y estudia mucho... Ay, que te voy a echar mucho de menos... -dijo, volviéndola a besar.
- Sí, mamá... -le contestó Victoria a su madre rodando los ojos.
Segundos más tardes, un todoterreno lujoso aparcaba, alejada de la puerta del internado. De ella sale Iván, novio de Carolina.
-¡¿Carmela de protagonista?! -se escuchaban los gritos del padre de Iván, Jacques. - ¡¿Tú estás drogado o qué?! Quiero lo mejor, coño, no a una aspirante de cuarta tartamuda y con menos sexapil que mi abuela, joder.
Iván, harto de escuchar a su padre, baja del coche y saca sus maletas.
- Que no, coño, ¡pues se organiza otro casting!
Jacques saca la mano por la ventanilla, como toda despedida. Pero Iván ya está acostumbrado. Localiza a Carol, le guiña un ojo y se reúne con sus amigos, Cayetano y Roque. Todos estaban abrazándose y besándose, dejando saber que se habían echado mucho de menos ese verano.
Unos 50 metros lejos de la puerta, un Audi aparca. De él baja un señor enchaquetado, una niña de unos seis años aproximadamente y un chico que parece tener unos 16 años. Parecían hermanos, y tenían unas caras melancólicas. El señor enchaquetado ayuda al chico a sacar las maletas. El chico era muy guapo. Era alto, esbelto, su pelo era rubio oscuro, y sus ojos, oh, sus ojos eran de un verde hermoso.
Carolina estaba al pendiente de ese chico desde que él bajó del coche. No pudo evitar susurrarle a Victoria:
- Es nuevo, ¿no?... Qué mono.
Y claro, no fue un comentario apropiado, puesto que también llegó a los oídos de Iván. Desde ese momento, estaban predestinados a ser enemigos.
En multimedia: El Internado Laguna Negra.
Thanks @eleni_cherie for my cover ;)