Pasión e Ilusión ¡CAMREN!

By DinahJCS

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Camila Cabello ha conseguido llevar por fin una vida llena de orden y control. Después de la muerte de su mar... More

El comienzo
Capitulo 2 "Stronger" Kelly Clarkson.
Capitulo 3 "New Rules"Dua Lipa.
Capítulo 5 "Borro Cassette" Maluma
Capitulo 6 "Chandelier" SIA
Capitulo 7 "Someone Like You" Adele
Capitulo 8 "Perfect" Ed Sheeran
Capitulo 9 "You & I" John Legend.
Capitulo 10 "Dusk Till Dawn" ZAYN ft. Sia
Capitulo 11 "Shake It Off" Taylor Swift
"Look What You Made Me Do" -Taylor Swift.
"I Got You" - Bebe Rexha
"The Heart Wants What It Wants" -Selena Gomez -
"Human" Christina Perri
Capitulo 16 "You're beatiful" James Blunt
Capitulo 17.. "Let It Go" -James Bay
Capitulo 18 "All of me" John Legend
Capitulo 19 "Story of My Life" -One Direction
Capitulo 20 "Love You Like A Love Song" - Selena Gómez
Capitulo 21 "Into You" -Ariana Grande
Capitulo 22 "Let me Love You" -Ne-Yo
Capitulo 23 "I'll Stand by you"
Capitulo 24 "Cold Water" - Major Lazer ft. Justin Bieber & MØ
Capitulo 25 "Stay whit me" -Sam Smith
Capitulo 26 "Can't fight this feeling" - Glee
Capitulo Final "Vuelvo a verte" -Paul Alborán y Malú
Epilogo. "All these Years"- Camila Cabello

Capitulo 4 ¡Misión Cumplida!

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By DinahJCS

Taylor estaba feliz desde la llegada a Miami de su hermana Lauren. Su padre falleció en un accidente, cuando ellas eran pequeñas, y su madre hacía ocho años que les dejó debido al cáncer. Ahora que estaban viviendo en la misma ciudad, Taylor aprovechaba cualquier ocasión para organizar una comida, cena o lo que se le pudiera pasar por la cabeza, con tal de tener la sensación de que con ella allí, su familia estaba completa. El estar las dos juntas, hacía que de alguna forma sus padres también fueran parte de esta nueva vida sin ellos.

Además, teniendo a Lauren cerca, tenía canguro gratis, cosa que había anhelado en los últimos años.

Aquel domingo, Taylor y su marido Marcus se iban a pasar el día a un spa, regalo que les había hecho Lauren por su aniversario de bodas y ella le pidió si se podía hacer cargo de los niños. Rachel y Thomas tenían un cumpleaños en un parque infantil que había en el centro comercial Bayside Marketplace. Ella los dejaría a las once antes de irse hacia el spa y Lauren los recogería a la una y media para llevarlos a tomar una hamburguesa y pasar la tarde juntos. Cuando los niños lo supieron, enloquecieron al saber que su tía guay iba a pasar todo el día con ellos. Era casi la una, cuando Lauren aparcó el coche mientras llovía a mares, así que salió del coche y corrió para resguardarse. Le hizo falta preguntar tres veces antes de situarse y encontrar el parque infantil donde se celebraba el cumpleaños. Se alegró de haber venido media hora antes para no llegar tarde. Le hubiera horrorizado que la primera vez que iba a ejercer de tía en solitario, los niños se quedaran esperándole.

Entró en lo que ella pensaba que sería un jardín de ninfas y enanos lleno de juegos, con niños inocentes jugando en alfombras de colores, cuando de repente, se quedó parada en la puerta. Luces de colores se encendían y apagaban mientras Enrique Iglesias cantaba "Bailando". Pero ¿qué había pasado en los cumpleaños infantiles estos últimos 20 años? Tras adaptar sus oídos a la música se quitó la cazadora y cogiéndola bajo el brazo se acercó a la zona lateral, que estaba decorada como una discoteca, en la que había incluso una bola de espejos y donde todos los niños estaban bailando, saltando y cantando.

Mientras se pasaba la mano por el pelo mojado, vio a Rachel y a Thomas entre todas aquellas promesas de la noche en Miami los cuales bailaban en la pequeña pista.

Rachel estaba con otras niñas e improvisaban una especie de coreografía para bailar todas iguales. En cambio Thomas corría sin ningún ritmo con otros niños de su misma edad. Mientras los miraba, se fijó en algunas madres que se habían apuntado al baile y viendo a algunas de ellas pensó que sería un lugar a tener en cuenta a la hora de ligar, lo que le hizo reír sola. De repente, se dio cuenta que alguien le era familiar, pero estaba de espaldas y las luces de colores no dejaban que la viera con claridad. Llevaba una camiseta blanca de tirantes anchos, unos vaqueros azul marino que le sentaban de maravilla y botas de ante.

¡Madre mía con la mamá, cómo baila! Pensó mientras se percataba de que un papá que estaba al otro lado también la miraba. Sonrió y cuando ella se giró, su gesto cambió para dar paso a la cara de sorpresa que tendría durante el siguiente minuto y medio.

Hacía ya dos semanas desde la noche que conoció a Camila, y en más de una ocasión se sorprendió pensando en ella. Recordaba sus caras de angustia cuando le cantaban, sus comentarios sobre lo que dirían sus madres y sobre todo su olor a algo que no identificaba y que llenaba su nariz cada vez que se acercaba para hablarle.

Allí estaba, rodeada de niños que por cierto en más de una ocasión seguían sus pasos de baile. Se retiró para observarla con detenimiento sin ser vista. Estaba diferente, se la veía en su salsa, en su ambiente. Relajada, se movía alegre y en algún momento hasta infantil, lo que hacía que sus pequeños seguidores se rieran. Llevaba el pelo recogido en una cola alta y eso dejaba su cuello y sus hombros despejados, provocando que Lauren se pusiera en guardia como buena cazadora que era.

Al cabo de diez minutos, se detuvo la música y se dio por finalizada la fiesta. Camila fue hacia la recepción, se puso su camisa vaquera, un chaleco acolchado, un foulard de flores y una bandolera cruzada, cogió los zapatos de sus hijos y empezó a buscarlos.

Mientras, Thomas y Rachel ya habían visto a su tía y esta les estaba diciendo lo bien que bailaban. Todo ello fue sin dejar de mirar con el rabillo del ojo a Camila. Cuando ella encontró a su hija Luna, la llevó al banco que había junto a la puerta para ponerle los zapatos y se agachó frente a la pequeña. Estaba en cuclillas y quitándole los calcetines de mariposas a la niña, cuando alguien se dirigió a ella.

−Eres una profesional de los cumpleaños. −Seis palabras, que cuando vio de dónde procedían, hicieron que acabara cayendo al suelo.

Lauren, orgullosa de la reacción obtenida, se agachó inmediatamente para ayudarla a levantarse.

−Mami, ¿te has hecho pipi? Y en la cabeza de Lauren sonó a modo de eco "¡Mami! ¡Mami! ¡Mami!..."

−Mamá, ¿qué te ha pasado? −dijo Cameron, apareciendo por detrás. Y otra vez aquel recién instalado sistema de eco saltó: "¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!..."

−Tranquilo Cameron he perdido el equilibrio, pero estoy bien. −Y se levantó con la ayuda de Lauren que todavía no había podido articular palabra.

−De verdad, ¿no te has hecho daño? −volvió a preguntar el niño con cara de preocupación.

−No, estoy bien cariño. Gracias. −Y tras unos segundos, en los que ella intentaba hilar una frase que pareciera coherente, se dirigió a Lauren−: Y, ¿cómo tú por aquí?

−He venido a...

−Tía Lauren, tienes que pedir nuestros zapatos y nuestros abrigos a aquella señora con la peluca verde −dijo Rachel tirándole de la camisa.

−Sí, cariño ya voy. −Y dirigiéndose a Camila con cara de desconcierto le dijo−: Creo que tengo que ir a buscar zapatos y abrigos.

Aprovechó la pequeña distancia entre el banco y el mostrador para ordenar toda la información que en menos de un minuto había descubierto. ¡Era Mamá! No, era ¡Mamá, Mamá! ¡Dos veces!

A pesar de lo descolocada que estaba, una vez recogidas todas las pertenencias de sus sobrinos, se dirigió hacia el banco donde había dejado a Camila.

Ella ya había calzado y vestido a sus hijos y estaba colocándoles la capucha de sus abrigos, cuando llegó. Rachel y Thomas ya estaban sentados y les dio a cada uno sus zapatos.

−Bueno, pues ha sido un placer volver a verte −dijo Camila con una mano cogida a Luna y con Cameron escoltándola al otro lado.

−Lo mismo digo −pudo decir Lauren, mientras intentaba ponerle un zapato a su sobrina.

Ella se quedó mirándole con cara de duda y levantando la barbilla para señalar a la niña le dijo:

−Tienes que quitarle los calcetines antideslizantes y ponerle los otros. Así entrará mejor el zapato. −Percatándose de la poca práctica que tenía en esos menesteres y sonrió, pero no demasiado para no ser grosera.

Ella miró el pie a la niña, y otra vez a Camila soplando mientras le devolvía la sonrisa.

Cuando ya se marchaba, Camila se giró de repente diciéndole:

−¡Ah! Y como diría mi madre, abrigaros bien que este tiempo no trae nada más que resfriados.

El hecho que recordara la alusión a los comentarios de madres que habían mantenido la noche que se conocieron, dejó sin defensas a Lauren que no dejó de mirarla hasta que desapareció por la puerta.

−Bueno −dijo Lauren a sus sobrinos mientras les acababa de colocar un gorro de lana a cada uno−, y ahora, ¿qué les apetece comer?

−Mamá nos lleva a una hamburguesería que está en la otra planta y que se llama "McDonald's".

−Pues genial, vamos a ver si encontramos.

Y cogiendo a cada uno de una mano, empezaron a correr en dirección al lugar para no mojarse mucho.

Cuando llegaron, una chica que llevaba dos trenzas les abrió la puerta.

−¿Cuántos son?

−Tres, por favor.

El lugar estaba lleno de familias, gente joven y alguna que otra pareja. Las mesas estaban llenas de platos de patatas fritas, hamburguesas, perritos calientes, nuggets, nachos... Y Lauren miraba orgullosa a sus sobrinos que seguían a la chica de las trenzas mientras le decían lo que iban a pedir.

−¿Aquí les va bien?

−Sí, gracias. −Y cuando fue a colocar la cazadora en el respaldo de la silla, se dio cuenta.

Camila estaba sentada en la mesa de al lado, con sus hijos. Estaban riendo mientras ella les enseñaba una foto en su móvil, que justo antes se habían hecho a modo de selfie.

−Hola, otra vez. 

No se lo podía creer "¡Otra vez ella!"

−¡Hola! ¿Quién eres? Yo soy Luna. Y apareciendo otra vez en escena, la sonrisa paralizante contestó.

−Hola Luna, yo soy Lauren y estos son Rachel y Thomas.

−¡Hola! −dijeron los dos pequeños mientras se sentaban.

−¿Y tú eres?

−Cameron.

−Encantada Cameron.

Ella seguía sin abrir la boca, mirando todas aquellas presentaciones.

Milagrosamente en aquel momento llegó el camarero con una bandeja con la comida, lo que le dio un momento de alivio, para poder recuperarse de la sorpresa.

Cada vez que aquella mujer se acercaba, su cuerpo se rebelaba a los deseos racionales de ella y actuaba por su cuenta. Se sonrojaba ante sus ocurrencias y el día que se conocieron al despedirse, su mano le produjo tal corriente que podría haber iluminado la ciudad de Nueva York ella sola; hacía un rato su voz hizo que cayera al suelo y ahora, ¡se había quedado muda solo con su presencia!

−Tranquila −se dijo para sí.

Y se puso a organizar los platos que habían dejado sobre la mesa para poder ocupar su mente en otra cosa que no fueran aquellos ojos verdes.

Mientras empezaron a comer, ninguno dejó de controlar la mesa de al lado con toda la discreción que pudieron. Los niños pedían y Lauren estaba encantada viendo la determinación con la que cada uno sabía lo que quería. Eran unos niños fantásticos y le encantaba que su situación actual, le permitiera disfrutar más de sus sobrinos. Pero mientras ese pensamiento lleno de ternura ocupaba su corazón, su cuerpo solo le pedía sentarse en la mesa de al lado para hablarle al oído a aquella mujer que acababa de descubrir que era mamá.

"¡Ya!" – Se ordenó mentalmente –. "Concéntrate en los niños".

Camila, mientras escuchaba a Cameron cómo le contaba que su amigo Daniel se había comprado un juego de la PS3 de fútbol, vio de reojo cómo les traían los platos a Lauren y a los niños. El camarero les dejaba a toda velocidad patatas, nuggets, hamburguesas y bebidas sobre la mesa. Lauren se incorporó para intentar poner un poco de orden, pero las mesas no eran excesivamente grandes y no parecía haberse encontrado muchas veces con aquella situación. A medida que pasaba el tiempo aquella mesa se complicaba más.

Su radar de madre le hizo predecir que se mascaba la tragedia de un momento a otro, y así fue. De repente, Lauren fue a coger un plato de patatas, le dio un golpe a una botella de agua que se desparramó, mojándole los pantalones. En ese mismo instante Rachel intentaba poner kétchup a sus patatas pero el ímpetu de la niña, hizo que en lugar de echarlo a las patatas, la salsa fuera a parar en la camisa de Lauren; Thomas abrió su lata de refresco de naranja, la que habían cambiado ya varias veces de situación en la mesa, que ya se estaba convirtiendo en un campo de batalla, y esta explotó, dejando la cara de Lauren como la de un concursante de Splatalot.

El resorte maternal de Camila se activó y saltó en ayuda de lo que ya se podía denominar zona catastrófica.

−No pasa nada –dijo Camila colocándose junto a Lauren−. Camarero, por favor, se nos ha caído un poco de bebida, ¿puede traer un trapo?

Lauren no podía ni hablar, además los ojos le picaban.

−¡Hola niños! Me llamo Camila y vamos a intentar divertirnos sin necesidad de tirar nada más a Lauren. Así que, chicos levantaos y poneos a este lado mientras arreglamos esto. –Y casi sin poder contener más el ataque de risa, se dirigió a la víctima de aquel bombardeo.− Tú, ve al baño y... −Mirándole de arriba abajo− intenta arreglar lo que puedas.

Lauren la miró fijamente y no sabía si matarla o besarla. Pero cuando se dirigía al baño, oyó el ruido de una mesa moverse y al girarse comprobó que Camila había unido las dos mesas. Besarla, besarla, besarla... el sistema de eco se había vuelto a activar.

En el baño, Lauren intentó arreglar ese estropicio. Se lavó la cara, que debido al azúcar de la bebida estaba haciendo que su piel tirara; los pantalones los secó con el secador de manos, pero lo de la camisa tuvo poco arreglo. Se miró al espejo y dijo:

−Pero ¿qué ha pasado?

Al llegar a la mesa no se lo podía creer. Todo estaba ordenado. Cameron y Thomas se habían sentado a un lado de la mesa y hablaban sobre fútbol. Habían descubierto que los dos eran del Barça, por lo que Leo Messi fue su tema durante casi toda la comida.

Las niñas estaban juntas comiendo, mientras miraban unos pequeños muñecos de Pin y Pon que Camila había sacado de su bolso. En los platos estaban las hamburguesas y los nuggets, con las patatas que le correspondían a cada uno. En los de las niñas había un corazón hecho de kétchup y en el de ellos, dos rayos. Camila estaba sentada al otro lado de la mesa. Ella se había encargado de parapetarse de Lauren con todos los niños.

−¿Qué tal? –le dijo ella, mientras Lauren miraba asombrada todo aquel montaje−. Tranquila, es solo práctica. –Y sonrió.

Ella se sentó y empezó a comer. A medida que pasaba el tiempo todos se relajaron, a pesar de que a los adultos, les fue imposible hacerlo del todo. Hablaban del colegio, juguetes, películas de dibujos, juegos de la Wii...

−Pues para mi cumpleaños me regalaron Mario Cars 8 y es una pasada –dijo Cameron−, si quieres un día puedes venir a mi casa a jugar. Mi mamá es la campeona y te enseñará trucos para conseguir nuevos coches y potencia extra.

Lauren la miró haciendo un gesto como si se descubriera la cabeza de algún sombrero imaginario. Ella con cara de sabelotodo, levantó los dedos en señal de victoria.

Cuando acabaron de comer, Camila cogió un paquete de toallitas de su bandolera, las empezó a repartir y a las niñas les limpió ella misma la carita.

−Bueno chicos, os habéis portado muy bien. Pero creo que nos tenemos que ir –dijo ella con la esperanza de poder escapar de aquella mirada, que había notado sobre ella durante toda la comida.

−Mamá, ¿podemos ir a la bolera? −dijo Luna.

−¡¡Sí, sí, sí, sí!!

Empezaron a gritar todos. Thomas y Rachel no dejaban de mirar a su tía.

−Por favor, por favor...

−Chicos, lo que diga Camila. −Y cruzando los brazos se recostó en el respaldo de la silla esperando su respuesta, mientras la miraba.

Nuevamente acorralada gracias a su familia. Los miró a todos, más concretamente a los niños, a Lauren por descontado que ni se atrevió, y de un salto se puso de pie diciendo:

−¡Solo una partida! –Lo que hizo que los pequeños se pusieran a gritar llamando la atención del resto de clientes del local−. Soy demasiado buena, ¡os aprovecháis de mí!

−No todos –dijo Lauren mientras también se levantaba para ponerse la cazadora.

Ella no le oyó, debido a la algarabía que tenían montada los niños.

−Perdona, ¿qué has dicho? −preguntó casi de manera automática y sin dirigirle la mirada.

−Que por ahora, no todos nos aprovechamos de ti. Y como no podía ser de otra manera, la falta de control se apoderó de Camila. Se le cayó la bandolera y empezaron a salir de ella clínex, toallitas, pinturas, tiritas de, Princesas, un paquete de galletas, pastillas, dos muñequitos, una botella de Nenuco...

Cuánto más intentaba que dejaran de salir cosas de aquel bolso, menos lo lograba. Una vez consiguió que todo volviera dentro de lo que parecía más una piñata que un bolso de señorita, Cameron le llamó la atención:

−Mamá, hoy estás muy torpe.

En la bolera fue más de lo mismo. Los niños centraron todas las atenciones de los adultos, al menos las que eran visibles. Ninguna de las dos podía resistirse a mirar donde se encontraba la otra en todo momento.

Lauren se sorprendió a sí misma comprobando lo relajada que estaba mientras los niños no paraban de gritar, reír y saltar cuando habían tenido una buena jugada. Habían hecho dos equipos, que por supuesto estaban formados por Camila con sus hijos y Lauren con sus sobrinos. Todo transcurría sin dejar de estar acompañados de música a todo volumen, que les venía acompañando desde el parque infantil, pasando por la hamburguesería y ahora en la bolera. Disfrutaba viendo cómo Camila animaba a su equipo, como si fuera una niña más.

−¡Esa Luna cómo mola, se merece una ola! ¡¡Uuuuuuh!!

Cuando vivía en Madrid estaba acostumbrada a chicas espectaculares, sin preocupaciones, totalmente superficiales, que de estar en una bolera, de lo único que se hubieran preocupado sería no meter sus uñas de gel en aquellas bolas y en la postura provocativa que podían poner mientras tiraban. Y allí estaba Camila, saltando cuando conseguía una buena puntuación, que no eran pocas veces, mientras su cola se soltaba dejando mechones sueltos que ella hubiera estado encantada de colocar tras su oreja.

Cuando iban a salir volvía a llover y Lauren dijo:

−Esperad aquí, voy a buscar mi coche y así no os mojáis.

En dos minutos estaba frente al local. Ella abrió la puerta y todos los niños se subieron. Camila no entró y gritó:

−No os mováis, voy a buscar el mío.

−Ya te acompaño yo. −Pero ella ya se había ido.

Los niños estaban en el asiento trasero jugando con el móvil de Lauren y las niñas con los muñecos, en la parte delantera. Eran las dos muy parlanchinas y Lauren disfrutaba escuchándolas. De pronto y cuando todos estaban sorprendentemente callados, Luna le preguntó a Rachel:

−¿Tu Papá también está en el cielo?

−No, ¿por qué?

−Como no ha venido, pensaba que estaba en el cielo como papá.

−Ella no es mi mamá, ¡es mi tía! Ja, ja, ja, ja... −dijo Rachel riendo sin dar importancia a la información que acababa de dar aquella pequeña rubita.

A Lauren se le heló la sangre. Apenas podía dar crédito que aquella mujer, que desde hacía un par de semanas paseaba ocasionalmente por su cabeza, había pasado, de ser posible víctima de un ataque sexual, a Mamá−Mamá, y ahora esto.

Los golpes en el cristal la despertaron de aquel limbo, donde todo era confuso y vio la cara de Camila con el pelo mojado mientras hablaba.

−Chicos, vamos al coche. Corred, no os mojéis.

Los tres pasajeros del coche familiar que tenía delante, corrieron bajo el agua y cuando Camila les ajustó los cinturones de sus sillas, volvió al coche donde Lauren seguía sin habla.

−¡Gracias por todo! Ha sido divertido. Hasta otra. −Y corrió hacia su coche bajo la lluvia.

Lauren sin tiempo de decidir racionalmente, salió de su coche y sin darse cuenta, se encontró en la ventanilla del piloto de la furgomadre, golpeándola.

Camila bajó la ventanilla, mientras ella se estaba calando hasta los huesos.

−Me dijiste que la primera vez no me ibas a dar tu teléfono, pero esta, técnicamente es la segunda y me gustaría tenerlo.

−Es muy fácil −dijo Luna desde su asiento trasero−, primero un seis, luego un siete...

–Y continuó hasta completar el número−. Mamá nos lo ha hecho aprender, por si nos perdemos.

Camila apoyó la cabeza en el volante. Definitivamente aquella niña era un peligro.

−Misión cumplida. ¡Hasta otra! –Y guiñándole un ojo se fue para meterse en su coche.

.

.

-Hope&Dreams!  

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