Ruby Tiger [✓].

By ComandantePrim

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GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA CIENCIA FICCIÓN. Serie héroes #01. Misterioso, malhumorado, perez... More

♣Prólogo♣
A d v e r t e n c i a
B o o k t r a i l e r
001| Viuda Negra.
002| Cigarro.
003| Intruso.
004| Reencuentro.
005| Niña.
006| Honor.
007| Límites.
008| Cambios.
009| Cenizas.
010| Orilla.
011| Naturaleza.
012| Vulnerable.
013| Ileso.
014| Celos.
015| Noble.
016| Identidad.
017| Idiota.
018| Sospechas.
019| Contraseña.
020| Pantera.
021| Penumbra.
022| Náuseas.
023| Increíble.
024| Expediente.
026| Tormenta.
027| Visita.
028| Confianza.
029| Bala.
030| Territorio.
031| Amanecer.
032| Malinterpretar.
033| Bestia.
034| Troy.
035| Fascinación.
36| Inminente.
037| Recuerdo.
N O T A
038| Marioneta.
039| Interés.
040| Creer.
041| Eliminación.
042| Oxígeno.
043| Desintegración.
044| Inesperado.
045| Advertencias.
046|Encuentro.
047| Provocaciones.
048|Adiós.
049| Brizna.
050| Colapsar.
051| Confesiones.
052| Final.
LEER, POR FAVOR.
Epílogo.

025| Ondas.

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By ComandantePrim

No puedes encerrar la oscuridad —Zoom. 

Las perturbaciones son, normalmente, vibraciones de algunas partículas del medio. Por todo ello podemos dar la siguiente definición: onda armónica es la propagación a través del espacio de un movimiento vibratorio armónico.

El bolígrafo que mordisqueaba se quebró, ante la presión que ejercían mis dientes contra el plástico flexible. Un lamento escueto salió disparado de mis labios, junto a una serie de maldiciones terribles.

Los intentos que tan concienzudamente malgastaba para centrar mi despistada atención en las letras de imprenta que se desperdigaban por las hojas del libro trazando teoría acerca de la física del universo, eran tan inútiles como frustrantes.

Desde el instante que hice aquel desconcertante descubrimiento no podía dejar de devanarme los sesos con teorías, cada cual más disparatada que la anterior, acerca de los posibles motivos de la vaporización de mi expediente académico.

Era un ser insignificante y corriente, incapaz de decidir un futuro, nada interesante para un prodigioso de la genética y la ciencia en todas sus áreas.

Un poco más y sufriría una combustión espontánea, carbonizando la totalidad de mis neuronas con asuntos que se escapaban de mi corto alcance.

Cerré el libro que reposaba sobre mis piernas, dejando escapar un taimado gruñido antes de incorporarme con torpeza.

El retumbar metálico del timbre inundó cada esquina del centro, desatando a la legión de adolescentes hormonados que tomaron la tranquilidad de los pasillos. Afiancé mi agarre sobre los libros que tenía apretujados contra el pecho y empecé mi lastimero camino fuera de aquel horrendo lugar que no me daba más que disgustos.

El revuelo habitual que se desencadenada entre la multitud cuando los jugadores de baloncesto hacían su magnífico camino se instauró a mi alrededor. A la cabeza de ellos, Thomas Will sonreía socarronamente, desplegando todo su sex-appeal. Un poco más rezagado, cojeaba aún ligeramente el cocapitán del equipo.

Como dos imanes de polos opuestos sucumbiendo a la atracción que ambos ejercen mutuamente, mis ojos entraron en contacto con un par aguamarina.

Hizo un gesto con la cabeza, en señal de reconocimiento, acompañado de una cálida sonrisa que formuló una serie de afirmaciones en mis pensamientos: todo estaba bien.

Involuntariamente elevé las comisuras de los labios, respondiendo con otra sonrisa y continuando mi avance entre los cuerpos apelotonados del resto.

Una mueca que perdió fuerza cuando las palabras de Lydia acudieron en tropel. Una droga capaz de dotar a los jugadores de una agilidad y fuerza excepcionales, pero, a cambio, tenía extraños efectos secundarios que asemejaban su comportamiento con felinos.

Crecimiento anormal del vello corporal. Extraña sensibilidad al agua. Y un desarrollo poco saludable de las uñas.

Todos desaparecían con el tiempo.

No dejaba de ser inquietante e... inverosímil.

Aunque quizás las pautas que marcaban la verosimilitud de las cosas habían variado drásticamente y aún me estaba haciendo a la idea.

Cualquier pensamiento perdió fuerza cuando mi mirada recayó sobre cierto individuo en la salida del instituto. Aún sin acostumbrarme a verlo de aquella manera entrecerré los ojos en dicha dirección.

Mis esperanzas de poder ser testigo fiel de su anatomía en su ajustado traje de lycra rojo se evaporaron frente a la presencia de unos vaqueros oscuros, un jersey de pico, una camisa de cuadros abotonada hasta el cuello y una cazadora marrón que abrazaba sus anchos hombros. Atrapé mi labio inferior entre los dientes, echando un vistazo al entorno.

Desde luego Flynn era una especie de empollón con un curioso pero tremendamente acertado sentido del estilismo una vez que colgaba su traje.

Densas nubes cubrían el cielo, impidiendo que el sol despuntara sobre la ciudad, prometiendo una tarde lluviosa y opaca.

—Hola —saludé cuando me detuve a una prudencial distancia del chico— gracias por venir, estoy terriblemente perdida con la nueva información que he conseguido reunir. Es demasiada y resulta abrumadora...

Me interrumpió, frunciendo las cejas ante mi arranque verbal.

—Diana —moduló mi nombre con un tono sosegado— no hay problema, créeme. Todo parece estar muy tranquilo en las últimas horas. ¿Por qué no respiras y me cuentas eso tan inquietante?

Acerté a asentir. Las palabras que tenía en la punta de la lengua murieron en mis labios cuando, como si resultara lo más natural del mundo, cerró los dedos entorno a mi muñeca. Con suavidad tiró de mí, obligándome a movilizarme, siguiendo sus pasos. Con agilidad esquivó a la población residual que aún correteaba por los alrededores, transportando nuestra charla a un lugar más calmado.

Se detuvo cuando alcanzamos uno de los laterales del edificio.

—No hay nadie que pueda escucharnos aquí.

Sus dedos resbalaron, dejando un cosquilleo que escaló por todo mi brazo. Presioné mi espalda contra la pared, debatiéndome por controlar el derroche de hormonas que drenaron por mi torrente sanguíneo. La sensibilidad menstrual lograba enloquecerme.

—Está bien —exhalé un persistente suspiro— Hay varios puntos que deberías saber. El primero: no está confirmado, pero el entrenador del equipo de baloncesto parece haber suministrado a sus jugadores una especie de droga capaz de mejorar excepcionalmente sus cualidades físicas. Lo raro no es eso, si no la serie de síntomas secundarios —y recité en voz alta aquellos extraños efectos que Lydia había descrito con espeluznante exactitud.

Las oscuras cejas del hombre gato se alzaron mientras la incertidumbre empañaba sus ojos. Tomé aire, dispuesta a soltar aquello del tirón, convencida de no ser capaz de hacerlo si alguien me interrumpía.

—Lo segundo: conseguí colarme en el archivo y averigüé que el expediente que falta, o al menos uno de ellos es... es... —las palabras tropezaban en mi lengua— es... el mío.

Flynn dio un paso atrás, pero esa acción no impidió que contemplara como su iris se convulsionaba, el verde y ámbar se convirtieron en un remolino furioso, la pupila se dilató engullendo el color hasta que tuve frente a mí un par de ojos felinos. Apenas fue un par de segundos, pero como siempre, su mirada inhumana consiguió estremecer hasta la última célula de mi organismo.

Parpadeó, sin dejar rastro de su anterior gesto.

Separé los labios, incrédula.

—¿Qué ha sido eso? —Interpelé.

Él se limitó a sacudir los hombros.

—Me pasa a veces —admitió— durante un momento pierdo el control. Las esencias se entremezclan, los ácidos nucleicos se alteran, el ADN felino se sobrepone. Suele ocurrir cuando algo me altera, no hay de qué preocuparse.

Ladeé la cabeza, insegura.

—Te lo aseguro —repitió, hundiendo los dedos entre los mechones de su cabello— pero... esto... su regreso me tiene en un estado de constante alerta. Más susceptible, inquieto y por lo tanto vulnerable ante mi propia naturaleza. Acerca del asunto de la droga... creo saber a qué te refieres. El ejército subvencionaba partes de las investigaciones, por lo que había que suministrarles algún beneficio. Mi padre trabajaba en un compuesto capaz de dotar a los soldados de las habilidades de a un híbrido... temporalmente, hasta que perfeccionara la creación de los mismos —me lanzó una mirada intrigada— No llegó a terminarla. Tener un componente genético ajeno provoca una violenta respuesta del organismo, que se revela ante la invasión. Pero supongo... —arrugó el ceño— que ha tenido tiempo para pulir los fallos y anular de alguna manera esa respuesta. Lo extraño es que pueda haber sido suministrada a unos insulsos adolescentes para ganar un partido. Es la parte que no entiendo.

Mientras hablaba no pude más que contemplarlo, con los ojos bien abiertos, tratando de digerir todo aquello que expulsaban sus labios con una pasamente naturalidad.

—Yo no comprendo nada en absoluto —farfullé ahogando un improperio— Si realmente existe una sustancia capaz de atribuir a un humano corriente las habilidades de un mutante deberíamos empezar por ahí. Quizás pueda interrogar a alguno de los jugadores.

Flynn asintió, conforme a mis palabras.

—Te acompaño.

Mis labios se fruncieron ante su propuesta.

—No es necesario —alcé los hombros, sonriendo— Sé apañármelas con esos primates superdesarrollados.

No en vano había compartido horas y horas de los últimos meses con uno de esos ejemplares. Sacudí la cabeza, dispuesta a dejar de pensar en Justin y nuestra extraña relación que había encontrado su final hace apenas unos días. Debía mantenerme firme y enfocarme en asuntos con mayor relevancia.

—No lo dudo. Pero si Dark Claw ha mostrado cierto interés es ti, es más seguro que no te quite el ojo de encima. No permitiré que te haga daño, Diana.

Enrojecí, viéndome obligada a bajar con brusquedad la cabeza, buscando consuelo en la roña acumulada en el tejido de mis desgastadas zapatillas.

Cuando volví a recuperar un pleno control sobre las reacciones de mi organismo me aventuré a hablar.

—Genial. ¿Tienes coche?

Con un movimiento de cabeza Flynn negó.

—Odio los coches y las sustancias nocivas que expulsan a la atmósfera. Prefiero... caminar.

Resoplé, apartándome el cabello del rostro, perfilando las cejas.

—Tardaremos al menos una hora si vamos caminando —me quejé.

Entonces con un genuino guiño, Ruby Tiger volvió a quebrar mis defensas, desencadenando un contacto físico que revolucionó lo más recóndito de mi ser. Respiré con brusquedad sobre su chaqueta mientras sus brazos se deslizaban por mi espalda, con una lentitud innecesaria, desbocando el ritmo de mis latidos.

Mis pies abandonaron la firmeza del suelo cuando mi cuerpo fue alzado con insultante facilidad. En una serie de confusos movimientos terminé rodeando con mis propios brazos su cuello, presionando los muslos entorno a su estrecha cadera. Mi pecho se fusionó con su musculada espalda.

—Me subestimas —se burló— Dime la dirección y ni se te ocurra soltarte.

Y de nueva aquella gloriosa sensación de librarme de cualquier preocupación se extendió como una onda expansiva por todo mi organismo. El aire silbaba, se enredaba en mis cabellos, los sonidos de la ciudad se movían en bucle. No precisaba de un suelo, me bastaba con la seguridad del cuerpo que se movía con armonía entre mis brazos.

Era una particular montaña rusa a lomos de un ser indescriptible.

★★★

—¿Sabes? Esperaba tu visita —masculló, inclinándose sobre la nevera. Sacó un botellín que no tardo en llevarse a los labios— Aunque pensaba que me abordarías en clase. Dudaba que tuvieras el arrojo de presentarte en mi casa. Bonita sorpresa.

Puse los ojos en blanco, desplomándome sobre uno de los sofás. Estiré las piernas, acomodándome, sin que sus palabras surgieran el efecto esperado en mí.

—Soy una caja de sorpresas, supongo.

Sonrió con sorna.

—Debe ser, desde luego. Pero... vayamos al grano, sé porque has venido —admitió sentándose a mi lado— Aunque, ¡venga ya! No creo que sea algo tan grave que me haya tirada a tu amiga. Así lo quiso en su momento, yo tampoco razonaba.

El asco se plasmó en mi rostro.

—¡No! —Exclamé— Tu vida sexual me trae sin cuidado... —sus ojos castaños me escanearon con curiosidad— me da igual ese hecho en concreto. Venía a preguntarte acerca del partido. Porque... siendo sinceros, no hay que ser excesivamente listo para percatarse de que algo andaba mal con vosotros. ¿Qué mierda consumiste esa noche?

Thomas Will meditó mi pregunta.

—No lo sé.

Jadeé, sorprendida.

—¿No lo sabes?¿Estás dispuesta a tomarte cualquier cosa sin conocer que diablos es? Te creía más inteligente.

Se acercó nuevamente la cerveza sin alcohol a los labios, sin dejar de taladrarme con la mirada. Sabía que nunca habíamos tenido un contacto demasiado afable entre ambos. Durante un tiempo su repulsión hacia mí por acostarme con su mejor amigo había sido evidente. Las circunstancias de la vida nos habían dejado en un curioso empate técnico.

—Fue una decisión de última hora. El entrenador consiguió esas pastillas que no contenían ninguna sustancia prohibida por la CDB apenas unas horas antes del partido. No nos dijo de dónde las había sacado, pero recalcó que se las dio un tío de confianza. Y su efecto fue... joder, nunca me había sentido tan fuerte, ni había tenido unos reflejos más veloces. Es legal, no tienes porque interrogarme como un poli.

—¿No hizo ningún comentario sobre su procedencia? —Negó, desinflando mis ánimos. Suspiré— De acuerdo, entonces debes hacerme un pequeño favor.

Hurgué en la mochila, sacando un pequeño frasco transparente.

—Necesito que orines en este tarro —ordené.

Una carcajada ronca escaló por la garganta del capitán del equipo ante mi petición.

—Debes estar de coña —ante mi invariable gesto decidido sacudió la cabeza— Estás loca. No pienso mear en ese cacharro, ¿vas a mandarlo a un laboratorio? Pídeselo a Justin.

—Él no consumió nada aquella noche. No voy a denunciarte a ninguna organización anti-dopaje. Eso dejaría al equipo fuera de las finales y Justin perdería su oportunidad de jugar. Aunque no lo creas me importa tu amigo, Will, así que... ¡por lo que más quieras, imbécil! ¡No te pido que te corras en el frasco, solo debes mear!

Tras una particular disputa logré, algo asqueada, la muestra que necesitaba.

Fuera del domicilio, encaramado a un árbol, Flynn tecleaba distraídamente en su dispositivo telefónico. No llevaba el jersey y sus cabellos estaban más revolucionados desde la última vez que lo vi.

Se bajó con un salto al verme.

—¿Lo tienes? —asentí— Genial, conozco un lugar idóneo para hacerle las pruebas pertinentes.

¿POR QUÉ QUERRÁ DARK CLAW INFORMACIÓN SOBRE DIANA? ¿QUÉ ES ESA DROGA Y POR QUÉ ELLOS LA TENÍAN? TUN TUN TUUUUUUUN... a su debido tiempo.

¿Algún shipp?


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