Nuevo día de clases. Camino por los pasillos de la escuela y visualizo la espalda de Byron, es inconfundible siendo tan alto y además, parece que le gusta usar ese tipo de chaqueta negra. Dejo de pensar tanto y me le acerco.
—Hola —digo y sus ojos marrones se giran a verme —ayer me insultaste, lo averigüe —aclaro aunque el se mantiene callado mientras sigo caminando a su lado.
—Que inteligente —solo se limita a decir en un tono diferente.
Sonrío.
—Gracias.
—Era sarcasmo —parece que intenta no reír.
Ladeo la cabeza.
—¿Qué es sarcasmo?
Levanta una ceja.
—¿En serio no sabes? —niego con la cabeza y él bufa —Pues no me detendré a explicarte.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no?
—No tengo ganas, es aburrido —me mira mal —deja de hablarme.
—Pero quiero hablar contigo.
—¿Para qué? ¿Acaso vamos a follar? —rueda los ojos.
—¿Follar? —quedo más confundida —¿Qué es eso?
Sonríe.
—Cosas que tu inocente cabeza no entendería —comienza a caminar más rápido, alejándose de mí, entonces corro hasta él y lo agarro de la chaqueta —¿Qué? —se vuelve a enojar.
—Te toque —sonrío ampliamente.
—¿Y qué con eso? —ahora él parece el confundido.
—Esa chica... —me lo pienso —Leia creo que se llama... me dijo que estabas fuera de mi alcance —luego exclamo más alegre y repito —pero yo te toque, está equivocada.
Se forma un silencio enorme, Byron se queda como analizando lo que dije, pero entonces de repente sin previo aviso, comienza a reír. No, mejor dicho, es una carcajada, es enorme su risa.
Me sonrojo ¿Qué dije? No intente hacer ningún chiste, lo juro, no sé hacerlos.