Unbreakable

By GabbyMaclo

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¿Será la amistad más fuerte que la envidia? Fanfic de Backstreet Boys Gabriela Maclo - Ely Mclean Todos los... More

Sinopsis
Capítulo 2

Capítulo 1

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By GabbyMaclo

-¿Cinthya?- se escuchó la voz de Norma al subir la escalera -baja a desayunar amor, o llegarás tarde a la escuela- dijo al abrir la puerta de la habitación -¿qué haces?- preguntó al ver a su hija colocar un poco de pegamento sobre un papel. La pequeña sonrió -son para Gaby y Ana, hoy cumplimos tres años de ser amigas- Norma acarició el cabello de la niña -y también es tu cumpleaños- dijo abrazándola -bueno, bueno, es tarde y hay que darnos prisa- la niña metió las hojas de colores en medio de un libro y éste a la mochila, se la colocó en los hombros y bajó aferrada a la mano de su madre.

Al llegar al colegio vio a su amiguita sentada en la banqueta y corrió para saludarla -¡Ana! exclamó sonriendo. La tierna sonrisa se borró del rostro de Cinthya cuando vio las lágrimas de su amiguita -¿Que te pasó?- preguntó limpiando con sus nanitas el rostro de Anabel -mi mamá me sacó de la casa porque va a trabajar con un señor- respondió la chiquilla que estaba a medio vestir y con la mochila rota en la banqueta -ya no llores, ten- respondió Cinthya entregándole una manzana y un tetra pack de leche sabor chocolate.

Anabel las tomó al tiempo que una sonrisa se dibujaba en su carita -¡gracias!- respondió la niña dando una gran mordida a la fruta -¿vendrás a mi casa después de la escuela verdad? Mi mamá ha preparado un pastel y quiero que Gaby y tú lo corten conmigo- Anabel asintió feliz -¡Gaby! gritaron al unísono al ver llegar a su amiguita que corrió hacia ellas -¡hola!- gritó mientras las abrazaba -Cin me dijo que su mamá hizo un pastel ¡y estamos invitadas!- exclamó la pequeña Anabel olvidando en su inocencia el triste mundo de dónde provenía -¿en serio? ¡Gracias!- dijo emocionada Gabriela -¡miren lo que les traje!- Cinthya abrió su mochila y después de una búsqueda intensa encontró las hojas de colores.

En ellas se apreciaba un arcoíris y tres niñas dibujadas al puro estilo infantil. Apenas sabían escribir, pero entre garabatos se leía -Mejores amigas Gaby, Ana y Cin-.

El día transcurrió como siempre, las tres pequeñas disfrutaban de pasar el tiempo juntas. Nada era más fuerte que el lazo que las unía, vivir en la misma colonia las unía aún más, las tres se habían prometido ser amigas para siempre y después de tres años de haberse conocido al entrar al colegio, para su corta edad, lo habían cumplido muy bien.

-¡¿Otra vez te golpearon?!- exclamó Gabriela al ver los moretones en los brazos de Anabel -ya es costumbre- respondió poniéndose el suéter del uniforme -no le digas a Cin, ya sabes que ella no se queda callada y va a reclamarle otra vez a mi madre, no quiero que tenga problemas por mi culpa- suplicó Anabel tomando sus libros del locker -pero debemos hacer algo, ya no puedes seguir así- replicó Gabriela exaltada -¿seguir cómo?- cuestionó Cinthya al llegar a saludar a sus amigas. Anabel la miró y sin poder evitarlo se soltó a llorar -sólo abrácenme ¿sí?- las dos adolecentes la rodearon y permanecieron así hasta que Anabel se tranquilizó un poco -¡debemos hacer algo!- exclamo Cinthya enojada -¡desde que tengo memoria, tu mamá te maltrata y cuando no es ella es el borracho de tu padre!- agregó -¡no puedes seguir así! ¡Vente a mi casa!-

Anabel secó sus lágrimas con la manga del suéter -¿saben por qué me pego hoy?- Cinthya y Gabriela la miraban atentas -mi papá dice que ya tengo edad para... ¡hacer lo mismo que mi madre!- dijo golpeando con fuerza la pared mientras sus amigas negaban con la cabeza -tengo miedo- susurró con la mirada perdida -denúncialo- sugirió Gabriela -son mis padres, no puedo hacerles eso- respondió terminando de secar sus mejillas -¿vamos a clase?- dijo finalmente sonriendo; Gabriela y Cinthya deseaban hacerla sentir mejor, así que se dirigieron al salón -jóvenes, están a punto de finalizar la etapa de secundaria, por ello, hemos invitado a algunos orientadores para que les ayuden a elegir alguna preparatoria- decía la profesora al frente del grupo cuando la secretaria la interrumpió.

Después de un minuto la profesora entró nuevamente al salón -Cinthya, te buscan en la dirección- la chica miró a sus amigas, frunció el ceño y abandonó el aula mientras que Anabel y Gabriela permanecieron intrigadas en sus lugares.

-¿Profesora Méndez?- llamó Cinthya a la puerta -adelante- respondió la directora. Cinthya entró y se sentó obedeciendo a la invitación de la profesora -¿qué pasa?- preguntó al ver las expresiones tanto de la profesora como de dos agentes de la policía ahí presentes -lamento mucho tener que darte esta noticia- la directora agachó la mirada y permaneció callada. Uno de los agentes se acercó y apretó el hombro de Cinthya -tus padres sufrieron un accidente en la carretera a la salida de la ciudad- dijo con semblante serio. Cinthya giró a toda prisa -¡¿y?!- replicó exaltada -ambos fallecieron al instante- la visión de la adolecente se nubló -no- alcanzó a susurrar antes de desvanecerse.

La llevaron a la enfermería, poco tiempo después despertó riendo -soñé que...- las lágrimas brotaron al darse cuenta que no era un sueño. Se levantó y sin decir nada salió de la enfermería y se dirigió a su salón.

Entró sin llamar, Gabriela y Anabel se levantaron estrepitosamente al ver el semblante de su amiga -¿qué tienes?- preguntó Anabel sin obtener respuesta. Cinthya parecía un muerto viviente, tomó sus cosas casi por inercia y volvió a salir. Sin importarles nada, Gabriela y Anabel tomaron sus cosas y salieron detrás de ella. Al llegar a casa de Cinthya el panorama era desolador, ya los vecinos habían organizado el funeral -lo siento mucho- decían a su paso mientras que la pobre adolecente renegaba de la vida -¡¿lo sienten?! ¡¿Lo sienten?!- gritaba desesperada -¡no es verdad!- parecía que la vida se le iba en cada palabra. De pronto se quedó callada, miró a su alrededor y sin más empezó a romper y a arrojar lo que encontraba a su paso hasta que cayó rendida, desmoronándose en llanto, entonces Gabriela y Anabel se aferraron a ella con el afán de hacerle saber que las tenía a ellas.

Gabriela y Anabel permanecieron junto a Cinthya en todo momento, Gabriela avisó a sus padres que estaría con ella, pero Anabel, no lo hizo. Aquella noche la pasaron las tres juntas, sin separarse ni un momento; Cinthya no tenía más familiares -¿Ahora que voy a hacer?- se preguntaba desesperada, sabía que era menor de edad, y que las autoridades no le permitirían vivir sola, tenía miedo de lo que podía suceder. Después de sepultar a sus padres, Cinthya, en compañía de sus dos amigas regresó a casa, se desmoronó nuevamente al sentir la ausencia de sus padres -no quiero ir a un orfanato- decía. Anabel y Gabriela tampoco sabían que hacer -¿y si te escondemos?- dijo Gabriela -¡si! no puedes quedarte aquí, vendrán de la escuela para llevarte. ¡Vamos a mi casa! Ahí no te encontrarán, ni se darán cuenta- sugirió Anabel ante la desgracia de su amiga. Ella sabía que no tenía mucho que ofrecer, pero estaba dispuesta a compartir lo poco que sus padres le daban. Cinthya tomó algunas cosas, algo de ropa y el poco dinero que había en casa -gracias amigas- dijo de pronto. Gabriela las ayudó, se dirigieron a casa de Anabel -no estás sola- le dijo y las tres unieron sus manos.

Cuando estuvieron frente a la casa se detuvieron -no pueden verte, entraré y después tú, por la ventana- Cinthya asintió. Gabriela no estaba segura de que esa fuera la mejor solución, pero si sabía que no quería separarse de sus amigas. Anabel entró a la casa, ahí estaba su madre, en un encuentro sexual bastante explícito -¡por lo menos métanse al cuarto!- exclamó Anabel enojada. Su madre ni siquiera la miró, la adolescente caminó asqueada hasta la que era su habitación, en condiciones muy limitadas, aún tenía su espacio propio. Abrió la ventana por la que apenas cabía una persona, asomó medio cuerpo e hizo señas a sus amigas para que se acercaran. Las dos chicas caminaron y por la ventana entraron -aquí estarás bien- dijo Anabel invitando a sus amigas a sentarse sobre la cama -no es mucho, pero lo comparto de corazón- dijo levantándose y dando un par de pasos por el pequeño cuarto que a pesar de las limitadas condiciones, lucía ordenado y limpio a diferencia del resto de la casa.

-¡Anabel!- se escuchó de repente, Cinthya y Gabriela se escondieron bajo la cama -¡¿dónde estabas? no creas que no me di cuenta de que no llegaste anoche- dijo Martha, madre de Anabel irrumpiendo en la pequeña habitación -¿y eso te importa?- dijo Anabel ante el enojo de su madre –no es que me importe, pero no te mandas sola, además, te dijo tu padre que ya tienes edad ¿no?, así que te cambias y me alcanzas en la puerta- dijo lanzando un vestido negro sobre la cama -¡yo no voy a convertirme en una prostituta como tú!- gritó Anabel, Martha giró y se le fue encima dándole un par de bofetadas y arrojándola también sobre la cama -¡tú haces lo que yo te diga!- gritó nuevamente la mujer.

Anabel se negaba -¿no vas a salir?- dijo abandonando la habitación. Enseguida entró junto con Emanuel, el padre -¡aquí esta! ¿Verdad que es preciosa?- dijo invitando a pasar a un hombre –te dejamos a solas para que la disfrutes, está nuevecita- dijo reafirmando sus palabras con un tono sumamente morboso.

El hombre sacó de su billetera un par de billetes de doscientos pesos –aquí tienes- dijo mientras se desabotonaba el pantalón. Anabel, desesperada trataba de escapar pero el hombre la detuvo de la cintura. Era un hombre corpulento, ella apenas podía evitar que al asfixiara -¡más vale que te portes bien!- exclamó el asqueroso hombre arrojándola nuevamente a la cama -¡suéltame!- gritaba ella suplicando entre llantos cuando el hombre arrancó de tajo el sostén de la adolecente -¡me voy a divertir!- dijo mirando el pecho de Anabel con horroroso morbo, ella se cubría con los brazos mientras el tipo la jalaba de una pierna hacia él.

Jaló el pantalón y lo sacó de un tirón. Anabel no sabía cómo defenderse -¡no!, ¡no!- suplicaba llorando. El hombre se abalanzó sobre ella y ultrajó su pureza violentamente. En ese momento, Anabel cerró los ojos ante el dolor físico y del alma. Cinthya y Gabriela eran testigos silenciosos de lo que estaba sucediendo, los movimientos de la cama provocaban golpes en sus cabezas; ambas adolecentes lloraban al sentirse impotentes, no podían ayudar a su amiga, Gabriela estuvo a punto de gritar, pero Cinthya cubrió su boca haciendo una seña de negación con la mano.

Cuando el asqueroso hombre sació sus bajos instintos, sonrió y lamió de una sola vez la espalda de Anabel –grábate algo niña, jamás conseguirás nada si no es gracias a ese hermoso rostro y cuerpo delicioso, así que más vale que cooperes, mañana regresaré para que me trates como me merezco- Gabriela salió de golpe enfurecida sin que Cinthya pudiera impedirlo -¡puerco asqueroso!- dijo al tiempo que le quebraba un vaso en la cabeza -¡vámonos!- gritó mientras Cinthya buscaba una muda de ropa en el pequeño ropero. Ambas levantaron a Anabel y la sacaron de la casa aprovechando la inconciencia del hombre y la ausencia de los demás.

Anabel estaba casi inconsciente, a ciencia cierta, no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo después de lo que le había sucedido -¡no, no- susurraba inquieta. Se detuvieron en una esquina –tranquila, todo pasó- dijo Cinthya acariciándole el cabello -¿Qué vamos a hacer?- decía Cinthya llorando, parecía que el mundo se les había terminado –no podemos ir a mi casa- dijo Gabriela, las van a buscar allá, Anabel a tientas se ponía la ropa que sus amigas habían recatado para ella –no pienso volver a esa casa- dijo Anabel restregando fuertemente sus muslos con sus manos -¡claro que no!- replicó Gabriela –tienes que denunciar lo que te han hecho, nosotras somos testigos- dijo Cinthya abrazando a Anabel –ya no tenemos nada, y ahora nos tenemos la una a la otra- agregó llorando de coraje –debemos buscar la manera de salir adelante solas- Anabel asintió, si bien el ultraje del que había sido víctima la había derrumbado, sabía que no podría volver ahí, ella no deseaba volver a sufrir tal humillación –no los voy a denunciar... pero no quiero volver a verlos- dijo sujetando las manos de sus amigas.

Pasaron mucho tiempo llorando, Cinthya recordaba a sus padres, Anabel no podía sacar de su mente el dolor y la repulsión que sentía y Gabriela, lloraba por la impotencia que sentía al no poder hacer nada por sus amigas –no nos queda de otra, tienen que venir a mi casa- dijo ella sabiendo en el fondo que quizá sus padres no lo permitirían. –Papá, mamá; tienen que ayudarme- dijo Gabriela cuando entró a su casa y vio a sus padres sentados en uno de los sillones -¿Qué sucede?- dijo Arturo, padre de Gabriela. Ella les explicó lo que había sucedido, ellos escucharon hasta el final -¡claro que no!- respondió Arturo –no tenemos espacio para ellas, además siempre te hemos dicho que no nos gusta tu amistad con esas niñas- Gabriela frunció el ceño -¿de qué hablas papá? ¡Abre los ojos!¡Ya no eres el millonario que manejaba a su antojo a los demás! ¿Crees que vales más que ellas? Pues déjame decirte que ellas me han apoyado mucho más que ustedes- Gabriela lloraba al darse cuenta de que mil veces sus amigas habían estado allí en los momentos difíciles mientras que sus padres Vivian preocupados por nada más que su situación económica actual.

-Está bien, pero de una vez les digo que me voy a ir con ellas- Gabriela subió a su recamara y tomó una muda de ropa y los ahorros de toda su vida –esto nos servirá- dijo y bajó con nada más que su mochila y tres chamarras. La madre de Gabriela era una mujer sumisa que hacía lo que su esposo le decía –si te vas, no contarás más con nosotros, harás de cuenta que estamos muertos- dijo Arturo tratando de intimidar a Gabriela –hace mucho que lo están papá; yo no soy como ustedes y no las voy a dejar solas- finalizó y con un par de lágrimas se dio vuelta y salió por la puerta.

Al verla, Cinthya y Anabel supieron que ahí no encontrarían apoyo -¿Qué haces?- preguntó Anabel –nada, solamente estoy apoyándolas- dijo al tiempo que les entregaba una chamarra a cada una, ahora ninguna de ellas llevaba más que la ropa que tenían puesta y no contaban más que con el poco dinero que Cinthya tenía y ahora con el de Gabriela –no puedes dejar tu casa- replicó Cinthya –no las voy a dejar solas, ustedes son ahora mi familia y así como lo prometimos cuando nos conocimos, hoy lo vuelvo a prometer ¡Mejores amigas por siempre!- dijo abrazando a ambas.

Las tres dibujaron una sonrisa en su rostro –hay que buscar un lugar para quedarnos- dijo Anabel al sentir las primeras gotas de lluvia sobre su cabeza –yo tengo esto- dijo Cinthya mostrando los billetes que traía en la bolsa trasera del pantalón –y yo esto- dijo Gabriela abriendo su mochila –hay que ir a un hotel-sugirieron ambas.

Anabel agachó la cabeza –no te preocupes, vamos a estar bien- Gabriela la tomó de la mano -¿vamos?- preguntó. Las tres miraron de largo la calle y empezaron a caminar mientras la lluvia cubría la ciudad.

Al despertar, Anabel miró a sus amigas dormidas a su lado –no fue un sueño- se dijo a si misma -¿Qué vamos a hacer? No podemos volver a la escuela- pensaba mientras abría la llave de la ducha para bañarse por cuarta vez durante la noche, eran las tres de la mañana y al sentir el agua recorriendo su cuerpo se asqueo de sí misma –malditos- pensaba en voz alta mientras apretaba fuertemente el jabón contra su cuerpo. Después de un rato salió de la ducha, se envolvió en una toalla y salió al balcón de la habitación –no puedo- susurró dispuesta a lanzarse al vacío, entonces sintió la mano de Cinthya en su hombro –sé que no es fácil, pero debemos seguir- dijo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas –pero solo soy un estorbo, ni siquiera puedo ayudarles con dinero- dijo agachando la mirada –eso no importa- Cinthya se abrazó a Anabel –estamos juntas- dijo Gabriela al observarlas y unirse al abrazo –gracias- dijo Anabel suspirando –como cuando me diste la manzana y la leche- agregó dejando salir todo el llanto reprimido –entonces y ahora, les digo que jamás las voy a dejar, vamos a salir adelante juntas- agregó Gabriela –como siempre- susurraron las otras dos.

Han pasado dos semanas desde que dejaron la escuela, el dinero ya se les está terminando, son muy jóvenes y es ahora que se dan cuenta de que la vida no es fácil, son independientes ahora, pero cada situación que se les presenta las pone en las más serias dificultades –no podemos seguir así, hay que encontrar la manera de conseguir dinero. No nos queda más que para dos noches de hotel y para medio comer- Anabel estaba muy ansiosa –hay que conseguir trabajo- dijo Cinthya -¿pero a dónde? A donde hemos ido nos rechazan por nuestra edad- Gabriela estaba perdida en sus pensamientos -¡ya lo tengo!- exclamó sonriendo –acompáñenme- agregó levantándose -¿A dónde?- preguntó Cinthya –a nuestro nuevo empleo- respondió segura -¿Qué?- pregunto Anabel –bueno, ¿vienen o no?- las chicas asintieron y juntas salieron de la habitación.

Llegaron a uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad -¡¿estás loca?!- exclamaron al unísono Cinthya y Anabel –hay que ser mayor de edad para trabajar aquí- ambas se dieron vuelta -¡esperen!- respondió Gabriela mientras empezaba a caminar hacia la entrada –ya verán- dijo sin detenerse. La recepcionista la miró de pies a cabeza -¡no hay vacantes!- dijo indicando la salida –buenas tardes, estoy buscando a Howard- dijo mirando hacia adentro –él no ha llegado, tiene el turno de la noche. Llega a las siete- Gabriela asintió y dio las gracias, había que mostrarse educadas -¿y bien?- preguntó Anabel al ver que su amiga regresaba sin decir nada –hay que esperar- respondió mientras se sentaba en la banqueta -¿Qué buscamos aquí?- preguntó Cinthya –más bien a quien- aclaró Gabriela –ya lo verán, pero hay que tener paciencia- dijo y después de un suspiro permaneció callada.

Los minutos pasaban lentamente, Anabel y Cinthya estaban impacientes por saber que era lo que su amiga se traía entre manos -¿ya?- preguntaron una y otra vez -¡ya!- dijo Gabriela levantándose de golpe -¡Howie!- gritó desde la banqueta. Un muchacho bien parecido se aproximaba al restaurante. Al girar el rostro sonrió -¡Gaby!- dijo y cruzó la calle -¿pero qué haces aquí?- preguntó feliz a lo que Gabriela respondió contándole todo lo que habían vivido en los últimos días.

Howard no daba crédito de la reacción de los que hasta ese día consideraba parte de su familia –no lo puedo creer- dijo –está bien, voy a ver qué puedo hacer por ustedes- agregó y después entró al restaurante.

Las chicas permanecieron afuera hasta que Howard volvió a salir, con la mano les indicó que se acercaran –vengan- dijo y comenzó a caminar hacia la parte trasera del lugar –hay que entrar por atrás- las chicas lo siguieron. Al entrar observaron el lujo del lugar, incluso en la cocina. Llegaron hasta donde estaba el gerente –Howie me ha dicho todo lo que les ha sucedido, no puedo darles lugar entre los meseros, pero pueden dedicarse a los trabajos de la cocina- las adolescentes sonrieron -¡gracias!- exclamaron al unísono –empiezan mañana muy temprano, las espero a las seis- dijo el gerente mientras las chicas se abrazaban felices. Finalmente asintieron, después salieron del lugar.

Caminaban tranquilas, disfrutando del clima tibio de la ciudad –algún día estaré en ese restaurante, pero no trabajando, si no como cliente- dijo Anabel bromeando -¡Ajaaaaaa!- exclamaron las otras dos. Las cosas parecían estar mejorando, este era el inicio de una nueva vida.

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