La Maldición de los Potter (O...

By siriusblack33

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Serie de One-Shots de los fanfics "Amelie Moore y la Maldición de los Potter" y "Albus Potter y la Maldición... More

Mecanismo
La novedad del año (1) || AL.
El plan de Paris ||AL.
Una historia de amistad || AL.
Una historia de amor || AL.

La no-cita || AM.

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By siriusblack33

¡ESPECIAL DE SAN VALENTÍN! Tarde, lo sé, pero terminó siendo más largo de lo que creí en un principio. ¡Hay un salto en el tiempo... hacia atrás!

Historia perteneciente: Amelie Moore y la Maldición de los Potter.

Momento en el que ocurre: Entre el capítulo "Si ella dice..." y "Por ti". 'Lo que había ocurrido anteriormente importante en este one-shot es:

👉 Dylan besa a Amelie para poner celosa a Roxanne. Por esa razón, James está semi-odiándolo a continuación.

👉A causa de lo anterior, también se da que Kyle y Amelie dejan de hablarse. Recuerden que su amiga se ofendió porque no le había contado acerca de su primer beso con Dylan.

👉Kyan (Kyle y Dean) aún no existe, Frallie (Fred y Hallie) tampoco (de hecho, durante este one-shot, Fred está saliendo con Jenna).

👉Albus se pone de novio con Alice en el capitulo anterior. Si recuerdan, es la vez que Amelie y James interrumpen su beso y comienzan a hablarles con diminutivos "Albucito no saldrá con Alicita".

👉James aun no sabe que Amelie gusta de él ni viceversa.

PERSONAJES:

No hablaré de James y Amelie, por supuesto, porque son los protagonistas de este one-shot y de otra forma no estarían aquí. Pero si hablaré del resto porque son secundarios (al menos durante la historia de Amelie, ya saben). RECUERDEN QUE NO TODOS LEYERON LA HISTORIA DE ALBUS.

FRED WEASLEY: primo de James. Durante este one-shot está saliendo con Jenna Adams (es la mejor amiga de Hallie por un monton de tiempo, hasta que la traiciona saliendo con el chico que le gusta a ambas -dah, Fred- y ocultándoselo) pero él y su primo saben que está enamorado de Hallie Zabini (sí, la traicionada que también gusta de Fred y que es correspondida, está peleada con su amiga). Ya sabe que James y Amelie sienten algo reciproco pero decide no involucrarse.

DEAN FINNIGAN: no está de novio con Kyle, pero ya está viéndose con ella.

KYLE WOOD: mejor amiga de Amelie. Durante este one-shot, están peleadas.

LIAM WOOD: hermano de Kyle. Intento salir con Amelie furante un tiempo y fue plantado por ella el día en que ocurre el primer beso Jamelie.

DYLAN BELBY: primer beso de Amelie. Volvió a besarla y por eso James está odiándolo. Está enamordo de Roxanne Weasley (hermana de Fred), que lo ignora olímpicamente.

PARIS PEYTON: buenooooo, quien no la recuerde puede saltarse los siguientes one-shots, pero seré considerada: está enamorada de Albus desde chiquita y él no lo sabe. Es su mejor amigay sabe disimular lo mal que se siente al verlo con su novia.  

GAIA TURNER: mejor amiga de Paris.

ETHAN CORNER: amigo tanto de Paris como de Gaia. Hermano de Eric Corner, uno de los ex de Amelie.

ALBUS POTTER: es un romanticón. Hermano de James. Esta saliendo con Alice Longbottom, su amor desde los trece años y la persona que lo engañó en el sillón de su casa. No sabe que Paris, su mejor amiga, está enamorada de el.

ALICE LONGBOTTOM: De novia con Albus. Enamorada toda la vida de Ekvendork Thomas, la persona con la que engaña a Albus.

ELVENDORK THOMAS: ya lo dije antes: Alice esta enamorado de el. El esta empezando una relación con Lucy Weasley (prima de los Potter y Weasley, hermana de Molly).

LORCAN SCAMANDER Y LILY POTTER: no pasa nada entre ellos en lo anterior a la fecha de este one-shot. Solo se sabe que Lorcan tiene un fuerte crush en ella.

COLIN CREEVEY: el había intentado entrar al equipo de Quidditch y James lo había aceptado en el lugar de Amelie solo para molestarla. Luego, lo echó para hacer volver a la pelirroja y desde entonces no se agradan mucho.



En fin, uffff, creo que eso es todo. Cualquier duda, déjenla en los comentarios. Al final, aclaro muchas cosas más.

*******************

LA NO-CITA.

Bailoteó los dedos sobre su mesilla de luz una y otra vez. Le estaba dando vueltas al tema desde hacía ya una semana. Si no decidía de una buena vez qué hacer, se volvería loco y, el tener una campera de ella en su cuarto, lo enloquecía todavía más.

—¿Quieres dejar eso? Me pones histérico —le gruñó Fred.

Prosiguió con más intensidad. Si su primo se ponía más nervioso que él, eso lo haría sentir más tranquilo y menos patético.

Fred estuvo a punto de volver a despotricar en su contra, pero la abrupta interrupción de Dean al salir del baño lo silenció:

—Buenos días, feliz San Valentín, nos vemos.

Y con el mismo ritmo apresurado con el que lo dijo, hubiera logrado salir de su habitación si James no le hubiera impedido el paso justo a tiempo. Su indecisión había quedado completamente olvidada al observar a su amigo sofocadamente perfumado, con el cabello engominado y..., ¡ropa limpia!

Era muy imposible tener prendas limpias en un cuarto de hombres..., más que nada merodeadores.

—Vaya, guapetón, ¿a dónde vas? —se burló, despeinándole el cabello.

Dean se enfadó y atusó su cabello bruscamente frente al espejo más cercano, justo antes de propinarle una patada en la pantorrilla. A James no le sorprendería que se pusiera a lloriquear.

Fred, recostado sobre su litera, dejó de contabilizar sus Galleons para ponerse en pie con expresión inquisidora.

—¿Con quién saldras? ¿Tienes una cita para San Valentín?

—¿San Valentín? ¿Es hoy? —el nerviosismo a flor de pie—. ¡Vaya, ni sabía!

—Nos deseaste un feliz San Valentín cuando saliste del baño —repuso James, con ambas cejas alzadas.

El semblante de Dean se tiñó de desesperación y fingió ignorarlos mientras, una vez más, se arreglaba con paranoia frente al espejo. No le era necesario: todos los días se vestía como indigente, así que solo con un poco de perfume marcaba una gran diferencia.

Desde su cucheta, Dylan volteó de lado y siguió roncando como un cerdo. Él tenía tan pocos planes de San Valentín como el mismísimo James. No se iba a arriesgar a que Roxanne dejara de... emmm, respirar en la misma habitación, por invitar a otra chica.

—A ver —contraatacó Dean con tono desafiante—, ¿y tú que harás, Fred?

—Yo tengo una novia llamada Jenna y haremos una visita a Hogsmeade, pero por lo que sé, tú no tienes una novia. ¿O es que le has pedido una cita a alguien especial, Deancito?

Dean desvió la mirada mordiéndose el labio inferior. Como era de suponerse, sus mejillas se colorearon y le dieron un aspecto aún más infantil que el que conservaba.

—¡Después de tantos años! —exclamó James.

—¡Kyle aceptó una cita! —agregó Fred.

—Eso suena tan gay —volvió a murmurar el primero—. Procuren no ponerle nombre de niño a su futura hija.

Ahora, James bromeaba, pero lo cierto es que Kyle había dejado de caerle en gracia luego de la estúpida pelea que había tenido con Amelie. Se había negado a aceptarle las millonésimas disculpas que la pelirroja le había otorgado y seguía ignorándola inmaduramente. ¡Y Amelie se la pasaba tan mal! Tanto, que ahora pasaba todas las semanas con James y, aunque él no podia estar más contento por eso, sentía que Amelie no lo disfrutaba tanto...

¡Si lo odiaba! Seguramente, ella quería estar en miles de lugar más. Una tarde con el "estúpido de Potter" solo existía en situaciones desesperadas. Y, para colmo, James tenía que medir todos sus actos porque, por cualquier pie en falso, podría perder su amistad con Amelie: lo único que alguna vez había tenido.

Ese era el plan. Cero besos desprevenidos, cero frases insinuantes, cero miradas intensas: igual a nada de incomodidad. Lo único que no podía evitar era el acercamiento porque, ¿quién podría resistirse a ella?

—¿Y tú, James? Si tan presumido eres, ¿quién es tu cita?

—No tengo cita.

—¡¿James Sirius Potter no tiene cita para San Valentín?!

Ladeó la cabeza en respuesta. ¿Qué se supone que tenía que contestar? ¿Que él, el hombre más insultantemente guapo y codiciado de todo Hogwarts, había rechazado a todas las chicas por el estúpido deseo de no querer arruinar lo que tenía con Amelie? ¡Si ellos no tenían nada!

Pero... Agh. Sí que sabía que no quería pasar esa tarde (ni ninguna otra en el resto de su vida) con su ausencia.

—¿Andarás vagabundeando por aquí con Dylan? —como si supiera que lo hubieran nombrado, el susodicho susurró algo incomprensible entre sueños.

James procuró apagar el creciente deseo de darle un empujón de la cama. Aun no podía quitarse la imagen de él besando a Amelie, por más insignificante que hubiera sido el gesto.

—¿O pasarás otra tarde con Amelie? —inquirió Fred con tono sugerente.

—Mmmh —ronroneó Dean—. ¿Qué tipo de tarde?

—No seas idiota, Amelie es mi amiga.

No mentía.

—Ya, claro, si se nota a leguas que estás loco por ella.

—Pfff, claro, por una pelirroja torpe —dijo sarcásticamente.

Técnicamente tampoco mentía. Sus palabras, sin dejar entrever tonos, eran de lo más sinceras... ¡Se moría por esa pelirroja torpe!

Fred le dio una mirada exigente pero no comentó nada al respecto. Toda su vida James se había empeñado en negarles lo que sentía por Amelie porque sus amigos no eran exactamente buenos para ocultar secretos.

Y, aun así, sospechaba que su primo tenía un truco oculto bajo las mangas. Esa mirada suya tan suspicaz no podría decir más.

—En fin, yo... ¡Me largo!

Sin que pudieran volver a evitarlo, Dean le dio un empujón a James y salió corriendo por la puerta con su cabello engominando desbaratándose en contra del viento. Cerró de un portazo que posiblemente hizo eco en toda la Sala Comun de Gryffindor y que provocó que Dylan dejara de dormitar. El estrépito causó un sobresalto en el merodeador, que resbaló por la litera directo al piso como consecuencia.

James se preguntó si había sido capaz de voltearlo con telepatía... ¡Eso sería genial! Y claramente debía ser telepatía, porque los hechizos no-verbales se le daban tan mal como a su padre.

Fred pasó las piernas sobre el cuerpo de Dylan para evitar pisotearlo e ignoró los quejidos y pedidos de ayuda que su amigo lloriqueaba.

—Te salvas de que no te dé una patada en las pelotas —le advirtió con brusquedad—. Me traicionas pidiéndole una cita de San Valentín a mi hermana y ahora mendigas mi ayuda.

Y, por si le preguntan, James también se negaba totalmente a echarle una mano. Verlo solo le recordaba (una y otra y otra vez más) la forma en que Dylan había jalado de la cintura de Amelie para robarle un beso. Llevaba el recuerdo tatuado en las retinas como una marca permanente. Había intentado golpearlo luego de eso y lo habría hecho de no ser porque Fred lo apartó justo a tiempo, por lo que ahora debía obligadamente disfrutar cada momento en que su amigo sufriera a modo de consolación.  

Tampoco le importaba que lo hubiera hecho inconscientemente, que muy a su culpa Dylan lo hiciera porque James le había asegurado que no sentía nada por Amelie. También quería golpearlo porque su estúpido acto había provocado que Kyle y su pelirroja se pelearan y no soportaba verla sufrir tanto.

Fred se cargó su campera al hombro con cansancio. A diferencia de Dean, no iba peinado ni bien vestido y su andar tan lánguido le daba un aspecto aún más deprimente.

—¿No llevas regalo? —inquirió James, extrañado.

—Emmm..., no —contestó contrariado—. ¿Acaso es necesario?

James se encogió de hombros. Según lo que le había dicho Albus era algo casi obligatorio para una novia..., pero baaaaah. Era Albus. Su hermano era más cursi que un libro de las hermanas Brontë...

Y no es que James leyera libros tampoco. Amelie solía utilizar comparaciones como esas bastante seguido y lo que ella decía era lo único que su cabeza podía almacenar además de Quidditch.

Dylan siguió gimoteando en el piso una vez que Fred ya se fue. James, en cambio, optó por dejar de deleitar a sus ojos con el sufrimiento de su amigo u comenzó a caminar en círculos por la habitación, pensando y analizando las millones de variables que podrían provocar que todo fuera mal.

En primer lugar, Amelie podría tener otra cita de San Valentín, ella era una chica bellisima, ¡qué tonto no querría salir con ella! En segundo lugar, ¿realmente aceptaría pasar este día tan poco insignificante con él? Y en tercer lugar... ¡ELLA ERA BELLÍSIMA!

Por Merlín, pedazo de estúpido era al creer que Amelie estaría libre. Había miles de chicos enamorados de ella y otros cientos de pretendientes que le agradaban. ¡James apenas había empezado a caerle en gracia ahora! Todo culpa de su estúpido orgullo e inseguridad. De otra manera, se habría animado a pedirle una cita sin temor a ser rechazado.

—¿Y, James? ¿Con quién saldrás? —inquirió Dylan en un sollozo—. ¿Al fin con Jo Hyde? ¿O con otra de tus chicas?

Por suerte, James estaba tan enfrascado tratando de solucionar su problema que no se percató de la pregunta de su amigo, de haberlo hecho... ¡Por Merlín! ¡¿Como podía Dylan insinuar "tus chicas" en plural?! James tenía una sola chica en el universo y esa era Amelie.

Y en su búsqueda inalcanzable por una elección, descubrió que en su cabeza, lamentablemente, no encontraba nada coherente que hacer al respecto. Solo había una forma de solucionarlo...

—Yo, emmm.... Dylan, tengo una duda —el aludido seguía frotándose el costado derecho de su cuerpo pero se detuvo al escucharlo—. No sé si es lo correcto o no, necesito tu opinión y... ¿te parecería si...?

Pero no pudo terminar la pregunta que finalmente revelaría a Dylan lo que James sentía por Amelie, porque su amigo se levantó del piso de un brinco, horrorizado.

—¿Eres gay? ¡Por Merlín, James! ¿Quieres pasar San Valentín conmigo? —se señaló exageradamente con ambos pulgares—. Rayos, debí saberlo cuando quisiste golpearme esa vez que besé a Amelie...

—¿De qué hablas? ¡No soy gay!

—Ya, claro —susurró Dylan por lo bajo, con escepticismo—. No te pongas celoso de Roxanne, siempre habrá un lugar en mi corazón para ti, amigo.

Ya no quiso escuchar más el estúpido discurso que le estaba dando su amigo mandándolo a la Friendzone. Había sido hospedado allí las últimas semanas por culpa de Amelie, no necesitaba que la retorcida mente de Dylan también lo enviara al mismo oscuro y cruel lugar.

Rebanó el cuello de su amigo con su imaginación cuando siguió hablando sin frenos y, como toque final, salió de la habitación con un portazo a sus espaldas. Ahora, uno de sus planes para San Valentín ("N°1: quedarme a dormir todo el día en el cuarto.") se había arruinado. Sus opciones se acortaban cada vez más, porque su elección alternativa era llegar a las habitaciones femeninas y preguntar por Amelie..., pero para eso necesitaba su escoba, la cual estaba en los vestuarios. ¡Y ni borracho atravesaba los jardines repletos de parejitas asquerosamente enamoradas!

Tampoco iría a Hogsmeade. No solo los tortolitos se multiplicaban allí, sino que las probabilidades de cruzarse a Amelie teniendo una cita con alguien que no era él eran mucho más altas.

Así sin más, optó por el único lugar en todo el castillo en que no se sentiría amenazado: la Sala Común. No había ni Dylan estúpidos, ni Amelie con cita, ni parejas presumidas. Era perfecto... y quedaba a unos pasos.

Cuando llegó a la cima de las escaleras, los colores escarlata y dorado de Gryffindor le dieron la gran bienvenida, pero lo único que James pudo detectar fueron los irritantes enamorados sobre una de las mesas de estudio, compartiendo dulces con risillas ridículamente patéticas. ¿En serio? ¿En la Sala Común? ¡Permitían ir a Hogsmeade y estaban aquí! ¡Debía ser una maldita broma!

—¡EH! —les chilló, enfadado, y con grandes zancadas se acercó a ambos—. ¡No se come pan frente a los pobres! ¡Malditos desconsiderados!

Los rostros de ambos tórtolos era todo un poema. Una mezcla de confusión y miedo asomaba por sus ojos mientras James seguía dictándoles a gritos cuánto los odiaba sin siquiera saber sus nombres.

—¡Y tú! —llamó, señalando al chico—. ¡¿Qué clase de novio eres que no llevas a tu chica a ningún lado?! ¡UNA VER-GÜEN-ZA! Ya me gustaría ser tu padre para darte una buena lección... ¡Y VAMOS! ¡¿Qué esperan?! ¡Lárguense de aquí y dejen de infectar más lugares con su interesado cariño comercial!

Sin rechistar, la pareja tomó sus propiedades con rapidez y, en menos de un periquete, no dejaron ni un solo rastro de su permanencia en la sala. La cual, por cierto, ya olía y se veía mucho más acogedoramente solitaria. Las mesas de estudio estaban libres, las paredes con los colores de Gryffindor y los retratos del fundador acompañaban la soledad, el león pintado en el techo lo miraba con intensidad y el crepitar del fuego le hacía añorar su hogar. Todo estaba en calma y en silencio... excepto por el inadvertido ruido del pasar de unas páginas.

James creyó que se había vuelto loco y, aunque su mente estaba algo trastornada, no era tan psicópata como para imaginar la respiración de alguien más en la sala. Puede que fuera Nick Casi Decapitado..., aunque seguro que hasta él tenía una cita con alguna otra fantasmita.

Con todo el sigilo no propio de un merdoeador, se fue acercando poco a poco al sofá. Si mal no le decían sus sentidos, el discreto ente que se estaba escondiendo de él estaba recostado allí porque de cualquier otra forma podría haberlo visto.

Boo.

James dio un respingo y casi tropieza con sus propios pies. El susto que se había llevado era para enmarcar en una foto, pero eso no impidió que se sintiera inmensamente feliz de ver esos verdes ojos esmeraldas por millonésima vez.

¿Alguna vez su corazón dejaría de saltar así? Y créanle cuando afirma que no es por la sorpresa.

—¿Ahora te dedicas a espantar enamorados, Potter? —inquirió Amelie, asomándose por el respaldar del sillón rojo para observarlo. Su libro resbaló hacia sus muslos y sus manos se encaramaron a sus cabellos pelirrojos para peinar sus desastrosos rizos.

—Solo los 14 de febrero.

—Bueno, de todas formas, te lo agradezco —confesó—. Desde que llegaron están diciéndose cursiladas... ¡Y hasta tarareé una canción para que supieran que estaba aquí!

—¿No tuviste éxito?

—Claro que no. Ya los has visto.

James observó como Amelie resoplaba antes de darse vuelta sobre sí misma en el sillón, fijando la vista en la chimenea. Su interior aun estaba algo alterado por tenerla allí en la Sala Común, sola, sin una cita con algún afortunado. Tal vez el día no terminaba siendo tan malo y, por primera vez en diecisiete años, podía pasar el día de San Valentín con un chica de la que realmente estuviera enamorado... bueno, de la única chica de la que había estado enamorado en toda su vida.

Este año escolar estaba siendo toda una lotería: un beso a principios de año, otro en las vacaciones de Navidad y uno en ese mismo sofá en el que estaba por tomar asiento junto a Amelie. No era muy bueno pensar en ello estando tan cerca. Había hecho un pacto consigo mismo de "autocontrol" para no perder su amistad.

—Entonces... ¿No deberías estar en una cita con una de tus chicas?

—James Sirius Potter es una persona demasiado guapa para festejar San Valentín, Moore —le informó con un molesto tono de reproche—. Imagínate: si las chicas me ven con alguien más, se volverán locas de celos y dejarán a sus novios. Luego, miles de chicos querrán darme una paliza y, aunque sé que me vería guapo igual, un rostro destrozado es algo muy doloroso.

—¿Lo dices por experiencia?

Recordó la vez en que Amelie le había propinado un golpe en su ojo derecho, combinando el castaño de sus ojos con un morado casi verdoso a su alrededor. Procuró ocultar una risotada con un gruñido.

Él debía ser el único idiota que se divertía con la memoria de ser golpeado por su chica.

—¿Y tú? ¿Qué me dices? ¿No esperas a nadie?

—No. Pasaré un San Valentín con libros, café y un poco de fuego. Quizá y luego me voy a dormir.

—Lo dices como si sonara fenomenal —replicó James, contrariado.

—¡Lo es! —exclamó—. San Valentín, Cupido, Querubín y todos sus derivados son solo una estúpida fecha que solo pretende hacernos sentir mal con uno mismo, deprimirte, olvidar los regalos, necesitar un novio, querer una cita, anhelar un desayuno en Madame Pudipié por más empalagoso que suene, un poco de dulces de Honeydukes y... ¡quiero un chocolate!

Su lloriqueo reventó los tímpanos de James. Amelie podía ser tan drmática como torpe, lo que era mucho.

—Tu plan no suena tan fenomenal, ¿cierto?

—Cierto —aceptó, con un hilillo de voz.

Parecía casi devastada. Podía pretender que no le importaban las deprimentes consecuencias que acarreaban la fecha, pero el desgraciado acontecimiento atacaba a todos, tanto por las buenas como por las malas. Los que tenían un novio o una novia sufrían un fuerte impacto en sus bolsillos y los que no tenían ni una cita ni una pareja, enfrentaban una importante disminución en su autoestima..., excepto James. Él solo combatía con el triste recuerdo de no ser correspondido.

Se apenó por Amelie, ¿y si ella estaba siendo agredida por uno de estos efectos?

—¿Rechazaste todas tus invitaciones?

«Sí. Por ti, James.», oyó su voz contestándole en su cabeza. Sus ilusiones eran tan desalentadoras como poco creíbles: si ya era imposible que Amelie pronunciara su nombre, menos posibilidades iba a tener de esuchcar una frase como "por ti" dirigida desde sus labios a él.

Era un sueño inalcanzable.

—No tuve invitaciones. Eso o escondieron mi correo.

James solo había quemado doce cartas interceptadas a la lechuza de Amelie. Pero solo eran doce.

—Imposible. ¿En serio nadie te invitó?

—Sí y..., es raro.

—Y luego yo soy el presumido —murmuró por lo bajo.

—¡No me refiero a eso! —gruñó Amelie—. Quiero decir que nunca he pasado un San Valentín sola y siempre suelo recibir aunque sea solo una invitación... ¡y parece que los chicos se la pasan evitándome!

James no dijo nada pero creía saber la razón de eso: su reputación como merodeador. Nadie que quisiera seguir vivo se acercaba a la chica de un merodeador, era una ley. Últimamente, él y Amelie habían pasado tanto tiempo juntos que seguramente había rumores corriendo por Hogwarts: una razón más para no perder su amistad con ella. De esa manera, la protegía de indeseados y controlaba sus celos sin que sus amigos sospecharan.

Por más que James estaba súper feliz por lo bien que las cosas estaban saliendo para él, Amelie no podía borrar la triste y desolada expresión de su rostro. Su amigo se tomó un momento para analizar sus palabras: no había pasado ningún San Valentín sola. ¡Y era cierto! Desde los catorce años, comienzo de su adolescencia, Amelie había pasado la fecha con algún que otro idiota.

En cuarto y quinto año había sido con Eric Corner. En sexto año, con Liam Wood... un poco antes de que James y Amelie se dieran su primer beso en los vestuarios. ¡Por Merlín! ¡Se había prometido no pensar en besos frente a ella!

Esto del autocontrol estaba siendo difícil.

—¿Qué crees que haya salido mal, Potter? —cuestionó, arrodillándose sobre el sillón de lado para mirarlo con más facilidad y enseñarle todo su cuerpo—. ¿Estoy más gorda? Bueno, no lo creo, estuve enferme hace un par de semanas y... ¿Crees que son mis mofletes? Una vez Fred dijo que los tenía algo rellenos. ¿Y qué hay de mi cabello? ¿Los rizos ya no son de mi estilo? Porque podría alisarlos un poco y arreglarme, ya sabes... ¡Ah! ¡Pero nada de maquillaje!

—¡Ya, ya, Moore! ¡PARA! —James tomó sus manos, las cuales no paraban de moverse señalando cada parte que creía que estaba mal de sí—. No pasa nada ni con tu cuerpo ni contigo. Estás siendo exagerada.

Se engulló como cena los cumplidos que quería darle. ¡Amelie era perfectísima! No había detalle en ella que fuera despreciable, todo parecía estar enmarcado y cincelado a mano, ¡hasta sus pecas! Parecían haber sido dibujadas una por una por la admirable forma que se dispersaban en su rostro.

—¿Sabes qué? —añadió—. Tal vez sea mi altura. Los chicos son muy altos para mí... ¡¿Pero como podría ser yo capaz de caminar con tacos todos los días?!

—Ugh —se quejó James—. Hazle un favor al mundo, Moore: no lo intentes y cállate de una vez.

Obedientemente, Amelie detuvo su histeriquito de manos y las descansó sobre su regazo.

Como si no fuera suficiente tanta soledad, el fuego en la chimenea se consumió como nunca ocurría. Tal vez Neville había encantado la chimenea para los 14 de febrero, apagándola por la falta de alumnos en la Sala Común cuando se iba a visitar a su esposa.

¡Ni los profesores estaban para ellos! ¡Seguro que hasta Madame Hooch y Flitwick estaban ocupando alguna habitación de la Sala Común de Ravenclaw! ¡Y quién sabe qué tipo de cena romántica estaba teniendo Filch con su odiosa gata!

El amor estaba para todos menos para James. Ah, y para Amelie, porque ella estaba aún más desamparada.

—Ya sé —dijo entusiasmado, poniéndose en pie con un salto—. Dejaremos de deprimirnos con San Valentín e iremos a Hogsmeade.

—Pero allí están todas las parejas —replicó Amelie con obviedad.

—¡Pero te verán entrar conmigo y pensarán que estamos saliendo! Y entonces las chicas se pondrán celosas, dejarán a sus novios y ya no habrá más parejas por las que sufrir.

 La forma en que se emocionó por la risita ahogada y avergonzada de Amelie fue todo lo que podría haber deseado en un 14 de febrero. El solo hecho de tener un momento tan íntimo con ella, en que confiara y le contara sus inseguridades, era mucho más que sus expectativas para tal fecha.

—Bien, acepto.

—Será una cita —afirmó, divertido, guiñándole un ojo mientras le ofrecía una mano. Sin embargo, el pasmado rostro de Amelie lo hizo arrepentirse de las palabras y corregirse-: Como amigos, claro. Llamémosle "no-cita", ¿te parece? No queremos espantar a tus futuros candidatos.

Pero James sí que lo quería. Cualquier idiota que se atreviera a lastimarla o a usarla por un día comercial se las vería con él. En caso de que realmente la amaran..., bueno, no podría creerlo. Nadie amaba tanto a Amelie como él.

Lo dejó en claro una vez más cuando su tibia mano aceptó la suya y se coló entre sus dedos. No importaba lo cursi que sonara, pero solo quería y necesitaba que ese simple gesto se repitiera miles de veces más.

Solo quería imaginarse viviendo cientos de futuros San Valentín a su lado.

(...)

Lo único lindo que había tenido la espantosa semana de los enamorados es que se había llevado la nieve consigo y el frío ya no era tan abrasador.

Caminando por las abarrotadas calles de Hogsmeade, James solo trataba de mantener la vista al frente para eludir a los enamorados alumnos de Hogwarts. En más de un ataque de debilidad, había quedado más torpe que Amelie por su patético intento de espiarla por el rabillo del ojo.

Es que..., su feliz imagen comiendo dulces era más que hermosa. Se había olvidado de sus ridículos complejos sobre estar gorda o tener los mofletes apachurrables. También había soltado su coleta para permitir que el viento agitara sus rizos pelirrojos y los alborotara aún más. Su aire de niña pequeña con un chupetín en la boca era lo más tierno que sus ojos habían presenciado y muy seriamente aún no entendía como es que no le había robado tan solo un inocente beso... ¡Se moría de ganas de hacerlo!

—Gracias por esto —repitió Ameie, sacudiendo la bolsa de dulces frente a sus ojos.

—Ya te lo he dicho: Lee Jordan me ofreció un descuento.

Era mentira. Había querido comprarle esa inmensa y variada bolsa de dulces en cuanto ella estuvo distraída, pero Lee Jordan, el actual dueño de Honeydukes, se había burlado de su desesperación y duplicó el precio por el que de todas formas terminó pagando. Él y su tío George no eran exactamente considerados a la hora de hacer negocios con sus familiares y amigos.

—Mira, allí están Fred y Jenna —señaló Amelie.

Divisó el cabello pelirrojo de su primo coronando una deprimente expresión de aburrimiento. A su lado, su no tan querida novia jalaba de su brazo de una tienda a otra, como si persistiera su idea de que Fred le haría un obsequio. Como si ella fuera Hallie.

—No queremos interrumpirlos —la regañó, halando de su mano hacia un callejón aparte. En realidad, lo que él no quería era ser interrumpido en su fantástica no-cita con Amelie—. Vamos por aquí, así no los cruzaremos.

El camino guiaba al sector trasero del lugar más empalagoso en toda Inglaterra: Madame Pudipié. Las espantosas parejas estaban sentadas en las horripilantes mesas rosas, con vomitivos corazones rosas flotando a su alrededor y música de violines y arpas que solo hacía todo más turbio para la coherente perspectiva de quien fuera.

Nunca en la vida entraría allí... A menos que Amelie quisiera, claro. Si ella le proponía seguir su no-cita allí, debería aceptar costara las burlas que le costara. No todos los días tenías una no-cita con tu amor de la infancia. Debería soportar limpiarse la boca con esas lindas servilletas de encaje, procurar que ninguna taza de porcelana le resbalara de las manos, tolerar el melodioso tintineo que alarmaba la llegada de más clientes, tratar de desviar la mirada de los querubines dorados, ser disimulado al quitar el confetí rosado de su bebida y...

—Odio este lugar, solo entraría allí en medidas desesperadas —comentó Amelie, observando el Salón de Té con una mueca de asco.

James gritó interiormente con voz chillona y femenina. ¡Amaba a esta mujer! ¿Es que había alguien más perfecto?

—Una lástima, tenía preparada una cita para ti con tu futuro esposo allí dentro.

—¡Oh, por Merlín! ¿Es que Dylan O'Brien está allí dentro?

Bueno..., James se refería a él mismo, pero que más daba. Paris siempre le encontraba un parecido al actor.

Y, hablando de Roma...

Como si la torpeza de Amelie hoy hubiera sido heredada a él, tropezó con alguien y casi cae de bruces al suelo, de no ser porque a último momento pudo sostenerse del alféizar de una de las tantas ventanas del local que daba al exterior. Allí, en el suelo, su francesa amiga le daba una sonrisa tanto apenada como burlona y, a su lado, un orejudo ravenclaw también trataba de reprimir una carcajada.

—¿Qué mierda haces aquí? —reclamó.

Aun no sabía porque se sorprendía tanto de Paris. Ella había salido así de peculiar desde chiquitita.

—Estamos en una misión super secrrreta —como hacía últimamente, remarcó su r para que no pareciera francesa.

—¿Gaia está teniendo una cita? —fisgoneó Amelie, ocupando el lugar sobre ellos para espiar por la ventana.

—¡Córrete de ahí, Amelie! ¡Nos descubrirá! —la regañó Paris, jalando de su mano y provocando que cayera de rodillas junto a ellos.

James se mantuvo al margen, para que nadie dentro del local lo viera y para que los locos ravenclaws no lo obligaran a agacharse junto a él. Con mucho rencor, reconoció al chico que acompañaba a Paris: Ethan Corner. Era el irritante hermano de Eric, el exnovio de Amelie con el que James más se había visto amenazado..., hasta que las cosas se revirtieron y el asustadizo Corner decidió dejarla al concluir Hogwarts.

—Solo queremos ver si lo besa o no —contó Ethan—. Tenemos una apuesta.

—Y para eso tenemos que vigilarla todo el día, sino nos mentirá acerca de que sí lo hizo y habrá ganado tres ranas de chocolate —añadió Paris, con tono indignado, para luego transformar toda su expresión en una mezcla de curiosidad e ilusión—. ¿Y qué me dicen ustedes? ¿Paseando en San Valentín? Veo que se están tomando en serio esto de ser amigos.

—¿Amigos? Dudo que salir juntos para San Valentín sea algo de "solo amigos".

Fulminó a Ethan Corner con la mirada y este se acongojó antes de seguir ojeando disimuladamente por la ventana. Paris, por otro lado, soltó una carcajada y asintió fervientemente.

—Estábamos solos y esto es una no-cita —aclaró Amelie, disgustada. Algo dentro de James se quebró al oírlo de su boca—. Además, si ese es el caso, ¿Ethan y tú están saliendo?

—Ni que yo fuera Albus —murmuró Corner con sorna.

—¡No seas exagerado! —chilló Paris dándole a su amigo un golpe en los bíceps—. Yo tranquilamente podría salir con otras personas que no fueran... que no fueran ese idiota y ciego miope, con un intenso afán de querer ser asesinado.

James había apartado su vista de ellos hacia el camino por el que Amelie y él podrían estar desandando solos si no hubieran sido interceptados. Sin embargo, al oír aquel tono enfadado y cargado de rabia, volvió la mirada a Paris para saber qué se había perdido: ella amaba mucho a Albus como para desear matarlo.

La explicación a tan ilógica reacción la descubrió cuando vio a la francesa asomada por la ventana, con sus uñas sujetas al alféizar como si necesitara arrancar algo desde su cuaje para poder sentirse a gusto. El misterio en James se acrecentó y no pudo saciarlo hasta que el también hurgó por la abertura: Albus había cruzado el umbral del local con el melifluo tintineo de fondo. Una de sus manos cargaba una bolsa de Honeyduckes, la otra iba sujeta a la de Alice y el hecho de estar rodeados de tanto rosa transformaba la imagen en una mucho más vomitiva.

Se habían titulado como novios hacía una semana, justo antes de que James y Amelie intervinieran golpeando la cabeza de ambos y avergonzándolos con ridículos diminutivos. Paris había estado deprimida desde entonces y solo James, que la conocía excelentemente bien, lo había notado. De hecho, no la había visto actuar decentemente hasta este día de San Valentín..., pero el reciente escenario había provocado que su humor se nublara una vez más.

—Me perseguirán a todos lados, ¿no es así? Debí de haberlo supuesto.

Paris se hizo una bolita, volteándose para apoyar su espalda en la pared y acurrucarse entre sus piernas. A su alrededor, todos se sumieron en silencio.

—No te pongas así —le pidió James, buscando aquellas palabras reconfortantes que nunca conseguía—. Albus es un idiota, ya sabes.

—Es un Potter —dijo Amelie, como si fuera la explicación a todo. A James no le hizo mucha gracia, pero Paris soltó una tímida risita—. Él te aprecia muchísimo. Ya verás como se da cuenta de que está cometiendo un error. Confío en que a la larga sabrá quién es lo mejor para él.

Una sonrisa forzada fue lo único que obtuvieron por respuesta. James quería demasiado a sus familiares y amigos para verlos sufrir, por lo que supo al instante que nadie tendría una mejor idea para arruinar esa cita que él. Tenía que hacerlo por su futura cuñada cueste lo que cueste.

Como primer paso, un poco de ayuda de George Weasley siempre era necesaria.

(...)

Tuvo que decirle a su tío que los sortilegios eran un favor para Paris. De otra manera, se habría gastado cien Galleons por un detonador trampa, polvo de oscuridad instantánea, una oreja extensible y unos caramelos de la verdad.

Maldita sea su suerte de tener familiares tan raros. Solo había que recordar que su padre le compraba remeras a Paris del inexistente Jamelie, que George quería más a sus amigos que al mismo James y que tenía un hermano tan idiota que estaba sentado con la chica que lo había engañado en un espantoso lugar para enamorados. Y eso por no mencionar que hace unos minutos se había encontrado con su hermana Lily y Lorcan Scamander compartiendo una mesa en las Tres Escobas... ¡Y debido a su apuro por Paris no se pudo detener a regañarla!

Una vez que estuvo frente a la puerta principal de Madame Pudipié, asomó una mano por la ventanilla de esta a modo de aviso. Si Paris, Ethan y Amelie estaban atentos desde la ventana opuesta, captarían su señal...

Y así fue. Un fuerte estruendo cortó el aire, ocasionando que todas las parejitas chillaran espantadas del susto. Como bien habían ensayado: el detonador trampa había sido lanzado al interior y, el próximo paso, era el protagonismo de James; quien, con la punta de su pie sobre la cerámica rosa del piso y el tintineo que avisaba la llegada enmudecido por el sortilegio, libró el polvo de oscuridad instantánea.

—¡AAAAAAAAH! —volvieron a chillar las escandalosas parejitas cuando todo el cursi local fue ennegrecido.

Todos podrían verse espantados, pero James estaba más que alegre de no tener que adentrarse con tanto empalagoso rosa daniño para sus ojos.

Recordando el caminillo hacia su destino de memoria, avanzó a ciegas. Tanteó la mesa que Albus compartía con Alice, encontrándose con unos rudos nudillos que se afianzaron a él nada más percibirlo.

—Alice, ¿eres tú? —preguntó Albus, extrañado.

¡Por Merlín! Si Alice tenía unas manos callosas y enormemente masculinas como las de James, ya era hora de que su hermano reaccionara.

Espantado, se separó de él y trató de no reírse al imaginar la expresión dolida de Albus al pensar que su novia se había zafado de su agarre.

—¿En dónde estás, amor? —oyó el tonito desesperado de Alice en el momento exacto en que las manos de James daban con la bolsa de Honeydukes, en la que muy hábilmente deslizó los caramelos de la verdad.

Como toque final, ocultó la oreja extensible bajo el pie de la mesa y se llevó el otro extremo consigo. Escapó del local cuando el polvo y la oscuridad ya estaban esfumándose. Unos pocos segundos más y podría haber sido descubierto.

Con el corazón latiéndole desbocadamente, se reunió con Amelie y Paris en la misma ventana que antes. Ethan se había ido porque, nada más tuvo lugar el accidente en el local, Gaia y su cita habían decidido salir a dar un paseo y alguien debía perseguirlos para saber si ocurría un beso o no.

Pasó media hora en la que lo único que escucharon fue la aburrida charla entre Albus y Alice. En más de una ocasión, su hermano había comentado que a veces era difícil conversar con su novia y James no había entendido que tan difícil podía ser hasta ese día en que, a hurtadillas, oyó todo. ¡No tenían más tema de conversación que un par de libros!

—Y entonces..., ¿quieres que pidamos algo más?

James imitó las palabras de su hermano con sorna.

—No, amor. Esto es más que suficiente.

Paris imitó las palabras de Alice con sorna.

Y el momento llegó. La tímida novia indeseada abrió la bolsa de dulces con una sonrisa y se llevó uno de ellos a la boca.

James soltó una risilla entre dientes y volteó a ver a Amelie, pero ella ya estaba observándolo con sus ojos verdes brillosos y una dulce sonrisa. ¡¿Cómo es que el universo era tan cruel?! ¡Solo quería besarla!

—¿Le agrado a James? —la pregunta inesperada de Alice llamó su atención y logró extraerlo del irreal mundo en que Amelie era su novia.

El aludido se asomó por la ventana, intentando espiar los rostros de los tórtolos. El de Albus era digno de enmarcar.

—Emm..., sí, claro.

Paris rio por lo bajo.

—Mentiroso —lo acusó Alice—. Él me odia, ¿no es así? Igual que Paris. Y no intentes convencerme de otra cosa.

Los caramelos de la verdad estaban surtiendo el efecto deseado. La malvada sonrisa de la francesa se extendía cada vez más y que su contricante amorosa la nombrara frente a su novio sumaba como cien puntos a su favor. 

—Paris no te odia, solo... no te quiere lo suficiente.

—Ya, como no. Está celosa.

Y la sonrisa de su amiga se desvaneció con la misma rapidez. Si antes tenía una fuerte bronca en Alice Longbottom, ahora eso solo era una débil comparación.

 —No lo está —repuso Albus y el tono disgustado en su voz era fácil de detectar—. Ella es mi mejor amiga, no tiene porque estar celosa.

James se preguntó porqué su hermano era tan idiota. En primer lugar, porque a Paris se le caían las babas por él y, en segundo lugar, porque no entendía porqué seguía saliendo con alguien como Alice. Alguna vez se metería en su cabeza para ver como es que los cables se movían allí dentro..., si es que se movían.

—Bueno, yo sí lo estoy. Te la pasas todo el día con ella. Y es demasiado bonita para ser tu amiga... ¡A todo el mundo le gusta!

No debía ser la primera vez que Alice le planteaba el problema porque, si es cierto que Albus es tan inteligente, ya hubiera comenzado a sospechar y no se hubiera limitado a blanquear los ojos con cansancio. La oreja extensible era tan buen transmisor de ondas que hasta pudo oír el resoplido que expulsó con disconformidad.

—Ya, Alice, hablemos de otra cosa.

Paris sonrió como una niña pequeña al voltearse hacia James y Amelie.

—Al menos no negó que soy hermosa.

—¿Estás segura de que Ives y Elliot no son los hermanos perdidos de Albus? Porque estoy segura de que tú eres más parecida a Potter que cualquiera.

Cuando el dedo de Amelie lo señaló, lo apartó de un manotazo.

—Nosotros no somos arrogantes. Somos sinceros respecto a nuestra belleza. —Chocó una mano extendida con la de Paris.

En el interior del local, la cita entre Albus y Alice ya se estaba volviendo rara. Bueno, más rara de lo que estaba siendo considerando que, cada cinco segundos, su hermano se sacudía la cabeza para quitarse el confeti rosa colado entre las hebras de su cabello. Por otro lado, Madame Pudipié ya estaba ordenando el local con pesadumbre porque varias de sus mesas habían sido abandonadas luego del incidente con el polvo de oscuridad y el detonador trampa.

La charla se estaba volviendo tan entretenida que James, Amelie y Paris habían abandonado su escondite. Hasta el momento, se habían enterado de que Silena McLaggen había estado con el novio de Leslie Jones con el consentimiento y secreto de Alice, quien seguía apoyando a una de sus amigas para que siguiera engañando a la otra en el baño de prefectos. Todo muy normal.

—¡No sabes lo que me pasó el otro día! —exclamó Alice de repente, seguido de una carcajada. La cara de Albus no demostraba más que desconcierto.

—¿Qué?

—¡Recibí una carta de Elvendork!

—¿Y qué decía?

—Me pedía que dejara de enviarle lechuzas porque está saliendo con Lucy.

El espanto reflejado en el semblante de Albus congeló el interior de James. Se sintió mal por lo que habían hecho, más allá de que habían desenmascarado a Alice Longbottom y su amor nunca inacabable por Elvendork Thomas. También tuvo unas inmensas ganas de golpear a ese idiota por estar con su prima, pero ese es un tema que arreglaría luego.

Ahora, su deber era detener a Paris. La francesa se había puesto en pie para irrumpir en el salón, seguramente con el único propósito de abrazar a Albus para consolarlo. Y lo hubiera hecho de no haber escuchado las siguientes palabras que salieron por el interlocutor:

—Lo siento —era Alice—. Lo siento, lo siento, lo siento. No quería decirlo, no sé porque lo hice.

—¿Has estado enviándole cartas todo este tiempo?

Albus pasaba con frustración las manos por su rostro, una y otra vez. Todo en él estaba inquieto: las pupilas de sus ojos, la forma de sus labios, sus pies siendo golpeados rítmicamente, sus dedos tamborileando sobre la taza o sacudiendo su cabello de tanto en tanto. James no podía deducir qué estaba pensando, pero de seguro que no era nada bueno.  

—Sí, sí, pero... ¿sabes lo que es amar tanto a alguien que no te corresponde?

—Claro que lo sé —murmuró Albus.

Paris volvió a desplomarse por la pared, sus ojos se habían puesto llorosos. Ella también lo sabía, tal vez mejor que nadie.

—Lo siento.

—Está bien —aceptó su hermano. James se resistió al impulso de voltearlo con un hechizo—. Te perdono, solo... no lo vuelvas a hacer.

Silencio. Ininterrumpido y prolongado. Una lágrima recorrió la mejilla de Paris. James se sintió apenado por ella y por saber que su plan no había funcionado de la forma que querían, a menos hasta que...

—¡Cuando era pequeña me comía los mocos!

Como un huracán, James, Amelie y Paris se asomaron por la ventana. Albus estaba a pocos centímetros del rostro de Alice, pero su plan de darle un beso se había desmoronado con la horripilante confesión de su novia. Sus labios se habían extendido en una mueca aterrada y su nariz se había fruncido. La revelación le había causado tanto impacto que ni siquiera pudo seguir contemplándola y tuvo que desviar sus ojos justo hacia el lugar más inadecuado de todos: la ventana.

Entonces, los engranajes de su cabeza parecieron hacer click. Su expresión pasmada se distorsionó a puro odio y ya no valía la pena que James, Amelie y Paris se escondieran, Albus ya conocía sus rostros de culpabilidad como la palma de su mano.

—Es hora de correr —alertó Paris, antes de que sus pies echaran a andar más rápido que los aleteos de una Snitch.

—¡Vamos! —chilló Amelie, tomando a James de la mano y jalando de él al ver su nula reacción.

Era la segunda vez en el día que se tomaban de las manos y, aunque esta había sido en una situación de vida o muerte, se había emocionado de la misma manera que todas las veces anteriores. ¡Cuánto daría por plantar sus pies allí mismo, voltearla y arrebatarle un apasionado beso! Era lo que más deseaba.

Recorrieron con velocidad tres largas calles de Hogsmeade con la irritante voz de Albus por detrás, chillando sus nombres en su ardua búsqueda. Tuvieron que apartar a los alumnos de a empujones para que no se incumbieran en su camino, pero terminaban siendo de gran ayuda para que a Albus le fuera más dificil localizarlos.

A final de cuentas, el plan sí que había salido bien: una cita arruinada y Alice abandonada. No por nada James era un excelente merodeador.

—Por aquí —murmuró Amelie, sin soltar su mano y halándolo hacia las Tres Escobas.

Paris entró antes que ellos y casi pega un grito de alegría al encontrar a un solitario chico ocupando una mesa de a dos. Al parecer, su cita lo había abandonado y James estuvo a punto de sentirse mal por él hasta que reconoció su rostro: era Colin Creevey. Lo había echado del equipo hace un par de meses para que Amelie ocupara el lugar que él nunca se había merecido.

Cuando Paris ocupó la silla frente a él y se presentó rápidamente, James entendió su plan y tiró de Amelie hasta que ambos estuvieron sentados en la mesa vecina, intentando controlar su ajetreo para poder simular que nunca se habían movido del lugar.

La puerta de entrada se abrió de par en par y James maldijo al traidor que los había delatado. Albus avanzó a grandes zancadas, pareciendo expulsar humo por los orificios nasales y, una vez frente a ellos, llevó las manos a su cintura.

—¡¿CÓMO SE ATREVEN?! —también estaba jadeando por la larga persecución.

James trató de encontrar qué decir.

—¿A qué? —preguntó Paris, desinteresadamente. Cuando el mayor de los Potter volteó a verla, se la encontró jugueteando con los granos de azúcar sobre la mesa.

—No te hagas la distraída, Pauline. ¡Arruinaron mi cita!

La aludida se llevó una mano al pecho y fingió estar ofendida.

—¿Yo? ¿Cómo puedes acusarme de tal cosa? Si yo estuve todo el día aquí, teniendo una cita con Colin, ¿no es así?

Se volvió al rubio. Recién lo conocía, pero así es como él ya la estaba mirando maravillado. Definitivamente, era el efecto Veela: cualquiera cosa que Paris pidiera a un hombre cegado por su belleza, lo obtendría. Por esa razón, Colin asintió fervientemente.

—¿Una cita? —interrogó Albus con las cejas alzadas. Seguido a eso, bufó con escepticismo.  

Sus ojos verdes se fijaron esta vez en Amelie y James. Ambos se tensaron sin saber qué les tocaba. Era obvio que no le había creído a Paris, así que seguramente descargaba su furia en ellos dos. La francesa era su muñequita intocable. En cambio, con James y Amelie ya estaba enfadado desde un par de días anteriores, cuando habían arruinado también su beso y momento post-novios.

—¿Y ustedes qué?

—Nosotros también estamos en una cita —se excusó Amelie con rapidez.

James sintió que los ángeles y San Valentín cantaban en sus oídos.  

—Claro —gruñó Albus con incredulidad—. Pero, ¿saben qué? Se los dejaré pasar, por algo quiero que estén juntos.

Y antes de salir del local, dio un fugaz vistazo al centro de la mesa, en donde James y Amelie aún sostenían sus manos.

Lentamente, su pelirroja fue desentrelazándose de él. En shock por el mágico momento, James se limitó a seguir la trayectoria de su acción con la mirada y quedó aún más fascinado cuando Amelie acomodó uno de sus mechones rebeldes tras la oreja y le dedicó una dulce sonrisa de labios sellados.

¡Le había sonreído! No le había apartado la mirada ni nada como eso. ¡Sonreído!

Era hora de hacerlo. Tenía que empezar a poner en marcha el plan que Ron le había recomendado, por más oscuro y temeroso se le hiciera. Su papá había salvado a su mamá allí y también era el lugar predilecto de sus tíos. ¿Y si él tenía la misma suerte? Por algo se había enamorado de Amelie, la única persona en años que tenía relación con la Cámara de los Secretos.

Tenía que confesarle que la amaba antes de que fuera tarde.

—Entonces... ¿Qué quieres pedir?

—¿Cerveza de mantequilla para festejar que seguimos vivos? —se burló James—. Yo invito.

—Puedo pagármelo yo sola.

—Lo sé, pero esto es una cita.

Amelie alzó aturdida la cabeza y descubrió a James guiñándole un ojo.

La no-cita había concluido. Esta era una cita con todas sus reglas y, lo que era aún mejor: en Hogsmeade y con la chica de sus sueños. Definitivamente, ¡era el mejor San Valentín de toda su vida!



********

Bueno, quiero aclarar ahora un par de cosas más. En el capítulo siguiente a este ("Por ti") es cuando Amelie le admite a gritos a James que la vuelve loca.

¿Qué es lo que digo con este one-shot? Bueno, acá demuestro porque lo siguiente a pasar en la escala cronológica es cuando James le propone abrir la cámara de los secretos (estoy escribiendo rápido y asi nomas, no ganas ni de poner mayúsculas): él lo hace para poder conseguir el lugar en donde confesarle lo que siente (como ya saben) y Amelie se le adelanta (como ya saben).

Además de eso, luego de esto es cuando Paris le cuenta a Amelie que está empezando a tener algo con Colin Creevey y a partir de aquí es como se puede ver cómo se conocen.

Dos capítulos después es que se sabe que Kyle y Dean están de novios y cuando Colin besa a Paris. Cuatro capítulos después es cuando se sabe que Fred ama a Hallie.

Lo sé, fue un lío esto de volver al pasado, pero la verdad es que me gustó esto de intercalar la historia.

¿Quieren ustedes más one-shots así?

También quería decirle que cualquier momento que quieran leer o cualquier duda que les haya quedado puede ser resuelta y escrita en otro one-shots.

¡Y agradezcan que este fue largo! Porque muchos son demasiado cortos.

En fin, ya me retrasé con mi otra historia así que no creo retomar aquí este mes, pero cualquier cosa manténganse alerta.

¡MUCHOS BESOS Y FELIZ SAN VALENTIN ATRASADO! Yo lo pasé sola con Amelie y James, ¿alguno de ustedes fue afortunado a este estilo 👇?

(es raro pensar que son James y Paris)

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