Falsas Ilusiones |Denis Suáre...

By NereeRusher

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Si mueves una ficha mal, toda España se enterará. ¿Seguro que quiere jugar? Adelante, adelante. Una vez dentr... More

Prólogo
Nuevos peones en el tablero
Conociendo a tu adversario
Infidelidades y nuevo rey
Uno de los primeros
Jugamos con desventaja
Visita por sorpresa
¿Subestimas mi poder?
Nunca ha sido un simple juego
Piensa antes de actuar
No te saldrás con la tuya
Verdades ocultas
La muerte es el comienzo de otra vida
Epílogo

Esto es solo el comienzo

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By NereeRusher

La tinerfeña acababa de pisar tierras catalanas cuando el de seguridad la llamó.

—¿Aynara Cruces? —preguntó.

—¿Algún problema señor? —preguntó sonriente, trasmitiendo confianza y seguridad.

El señor tartamudeó y se relajó.

—Creo que esto es vuestro —habló con la voz temblorosa.

El de seguridad había encontrado la cartera de la joven. La cogió nerviosa y revisó que estaba todo en su sitio. No podía permitirse perder todos los datos de la operación.

—Muchas gracias —caminó firme hacia las maletas y recogió la suya.

Una vez fuera del aeropuerto, sacó su espejo de bolsillo y se pintó los labios color carmesí.

—Veamos donde vive el jovencito...

Aynara sacó su cartera y revisó la dirección. Pidió un taxi y le ordenó ir a la casa del gallego.

—Señorita, le estoy diciendo que eso es una propiedad privada.

—Oh vamos, ¿va a seguir quejándose?

La tinerfeña palpó su bolsillo trasero y sonrió.

—Por favor, si quiere ir a otro sitio avíseme.

Aynara aceptó y le ordenó ir al callejón más cercano.

Una vez allí, la taxista le dijo lo que debía de pagar, pero rápidamente Aynara la calló. De su bolsillo trasero sacó una pistola, y sin acercarse a ella, la apuntó desde el retrovisor.

—¿Sigue teniendo en mente no ir a la propiedad? —preguntó limpiando la pistola con la manga de su chaqueta.

La pobre señora de al menos cuarenta años tembló y le suplicó.

—Ahora mismo, pero no me dispare, por favor. Tengo 3 hijos y mi marido está en paro —la señora seguía suplicando, pero Aynara la interrumpió.

—Oh, no lo haré, de momento.

La señora metió el acelerador y en menos de diez minutos se encontraban en la propiedad.

—Muchas gracias, has sido realmente... Veloz.

Aynara le pagó y se bajó del coche.

—Una última cosa —se volteó guardando su pistola—. Como usted diga algo lo lamentará. No he querido usar la fuerza bruta, pero odio cuando me replican algo. ¿No le pasa lo mismo?

La taxista asintió y se largó de ahí lo más rápido que pudo.

Aynara se acercó a la puerta color blanco y tocó un par de veces.

Los pasos de alguien se podían oír con claridad. Con seguridad el tal Denis abrió. Su rostro se frunció enseguida.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó.

Aynara, graduada en arte dramático, hizo que sus ojos se humedecieran y con su voz ronca suplicó:

—Solo te vengo a pedir ayuda —su voz temblaba un poco, dándole un aire dramático—. No espero a que me aceptes, pero necesito consejo...

El gallego se vio reflejado en la pobre muchacha. Denis, el cual acababa de cortar con su novia días antes, se vio reflejado en los ojos llorosos de la chica.

—¿Podrías decirme tu nombre? —preguntó levantando el mentón de Aynara.

—Aynara —sonrió y un destello cautivó a Denis.

—Aynara... Si no te importa, puedes pasar.

La muchacha sonrió para sus adentros. La primera fase del plan había sido aceptada.

—¿Quieres un vaso de agua? —preguntó Denis.

Una de las cualidades del gallego era su caballerosidad. Siempre trataba a las mujeres como damas y el respeto era algo esencial.

—No, pero gracias.

Aynara se secó las lágrimas y los dos se sentaron en el sillón.

—Puede que te haya resultado un poco raro esto. No quería molestar pero fuiste el único que me aceptó.

—Supongo que no me gustaría que me lo hicieran a mi... —respondió empáticamente.

Aynara sonrió y echó una miradita rápida a la primera planta de su lujosa casa.

El gallego avisó de que iba a ir a por algo de comer. Cuando se fue, Aynara le escribió rápidamente a la oficina contando todo lo sucedido, excluyendo la parte en la que amenazó a la taxista; si el señor Luna se enteraba de algo no debido, la próxima víctima sería ella misma.

—Pobre iluso —musitó mientras escribía.

—Tengo un bizcocho —el gallego llegó con una bandeja llena de dulces—. ¿Te apetece?

—No puedo decir que no —sonrió Aynara.

Denis puso la televisión y se quedaron viendo El Club de la Comedia, un famoso programa español donde contaban monólogos de todo tipo.

—¡Me encanta Eva Hache! —exclamó Denis riendo.

Aynara sonrió, recordando cuando tuvo que liarse con el primo de Eva.

Después de unos minutos riéndose de los monólogos, llegó el momento de conocerse más a fondo.

—¿Puedo preguntarte algo? —interrogó Denis.

Ella asintió.

—¿Cuál es tú profesión?

Aynara se tensó, agarró un rulo de su pelo y comenzó a darle vueltas.

—Estudié filología inglesa, pero actualmente estoy en paro —Aynara mintió y cambió su rostro tenso por una encantadora sonrisa, la cual solucionaba todo.

—Es una pena —Denis hizo una mueca y le dio un mordisco a su magdalena—. Yo soy futbolista, actualmente del Barcelona.

Aynara se hizo la sorprendida y dio un salto.

—¡¿Qué!? ¿Cómo no me di cuenta? —la chica se llevó las manos a la boca sorprendida.

Denis, sin saber que decir, se sonrojó.

Después de estar horas hablando y riendo, Aynara vio la hora y dramatizó:

—¡No! Se esperan lluvias fuertes y yo tengo que volver caminando hacia mi casa —resopló y se levantó del sillón bajo la atenta mirada de Denis.

—Si quieres... —Aynara no lo dejó terminar y saltó de la emoción.

—¡Gracias! ¡Gracias!

Aynara se tiró encima de él y le abrazó. Denis no quería decir eso, pero desde luego ahora no podía negarle.

—De nada, supongo —se encogió de hombros.

—Que suerte que tenga mi maleta aquí, ¿no crees? —Aynara sonrió.

Los encantos de la muchacha dejaron a Denis embobado, otro más estaba apunto de caer.

—Te enseñaré tu habitación —Denis se levantó y Aynara fue a por su maleta.

Cuando Aynara pasó por la cocina oyó el móvil del muchacho vibrando. Lo cogió y miró los mensajes.

Denis, necesito hablar, por favor.

¿No crees qué es sin poco innecesario?

Sabes que siempre te amé, ¿le vas a creer a él antes que a mi?

Cuando Aynara leyó ese mensaje enseguida negó. Se aseguró que Denis no estaba presente y le contestó:

Ahora estoy mejor que nunca, puedes irte por donde has venido.

—Con que Nay ¿eh? —habló Aynara mientras escribía—. Parece que tú también vas a entrar en esta... Pequeña partida de ajedrez.

Oyó los pasos de Denis y borró todos los mensajes. Dejó el móvil donde lo encontró y se fue con él.

—Lo tienes todo preparado. Espero que te sientas como en tu casa.

—Dentro de poco será mía —musitó Aynara.

—¿Qué? —preguntó Denis. El gallego afortunadamente solo entendió mía.

—Que me encantaría una habitación así en mi casa —sonrió.

Denis le dio libertad absoluta a la muchacha. Aynara se tiró en la cama y suspiró, su trabajo es agotador.

Cerró los ojos por unos minutos pensando en lo que haría mañana: no podría seguirle y tendría que buscar la casa, la casa que el señor Luna había alquilado, pero se encontraba demasiado lejos.

Denis con cuidado entró a la habitación y al encontrarse con Aynara tendida en la cama se asustó. Sin “despertarla” intentó coger una última cosa del armario: la ropa de su ex-novia. La habitación de su ex-novia, Nairylein Fernández, una gimnasta bastante conocida en España, recién campeona de Cataluña y actual aspirante olímpica, era ahora la habitación de invitados.

Aynara abrió los ojos de golpe al escuchar el suelo crujirse. Sus reflejos no eran malos debido al deporte que ella practicó en su infancia: la equitación.

—Perdona, no quería molestarte.

—No lo haces cariño... Digo, Denis.

Una buena y antigua jugada; despistar a tu adversario.

Denis, como era de esperar, se sonrojó y avergonzó.

Hizo caso omiso a sus palabras y comenzó a desdoblar la ropa.

—¿Qué haces? —preguntó con curiosidad.

—Bueno... Acabo de dejar a mi novia y no me digno a que venga de nuevo aquí. Prefiero ordenarle yo la ropa.

—Es un gesto muy amable... ¿No?

—O rencoroso —Denis se encogió de hombros.

—Si quieres no respondas, ¿pero puedo saber por qué terminaron?

—Supongo que mereces saberlo. Confiaste en mi para refugiarte aquí —sonrió el gallego—. Álvaro, así se llama su actual novio, se emborrachó en una discoteca y confensó que Nay, mi ex-novia, se había enrollado con él en varias ocasiones.

Aynara demostró pena ante sus palabras, ya que el segundo paso era transmitir empatía.

—Espero que todo se mejore, si no, aquí tienes a una... Amiga.

—Gracias, supongo. Si tienes alguna duda o te sientes incómoda no dudes en decírmelo.

—Estoy genial. Mañana me iré, no quiero molestar más.

—Seguro que vives cerca de aquí, nadie puede entrar si no tiene documentación —respondió obvio.

El rostro de Aynara se tenso de nuevo, pero habiendo estudiado arte dramático sabía como tranquilizarse.

—Se puede decir que mi familia es... Conocida.

Mentiras, mentiras y más mentiras. En eso se basó toda la tarde.

Después de estar hablando por un tiempo, Denis término de empaquetarlo todo y prometió no entrar otra vez más sin su permiso. Pese estando en su propia casa, el respeto era algo fundamental para mantener la intimidad. Más que nunca, cuando tu querida acompañante tiene otro tipo de planes.





—Señor —habló el segurita—. Aynara ya ha llegado.

El señor Luna se volteó sonriente.

—Perfecto —le dio un toque a su cigarro para que cayeran las cenizas y miró al segurita—. ¿Alguna novedad?

—Aynara ya lo conoce, e incluso se ha instalado en su casa esta noche.

El señor Luna le dio un golpe a su mesa con rabia: le había dicho mil veces a Aynara que no se precipitara.

—¿Cuantás veces le he dicho a esa niña que piense bien la jugada? —se levantó de su asiento con ira—. Más le vale no retroceder casillas.

—Señor, Aynara sabrá lo que hace.

Luna miró serio al de seguridad.

—¿Está usted dudando de mi? —preguntó con el cigarro en la mano.

—No señor, en ningún momento quise insinuar eso.

—Eso espero —se volteó, dándole la espalda al segurita.

La habitación se quedó en silencio por unos segundos.

—Señor —el segurita se decidió a hablar—. Hay un nuevo peón en el tablero.

El señor Luna con interés se volteó. Fumó de su pitillo e hizo un gesto para que continuara.

—Se llama Nairylein Fernández, ex-novia del jugador. Venezolana y actual campeona de Cataluña en gimnasia artística.

El señor luna soltó una carcajada.

—Oh vamos, ¿piensas que una simple gimnasta va a quitarle el puesto a una licenciada en arte dramático? Aynara tiene muchos encantos y los tiene todos a sus pies.

El segurita se tomó la libertad de acercarse al estafador. Le entregó una carpeta con algunas fotos de la muchacha.

—Qué rapidez —el señor miró las fotos con interés—. Por eso os contraté. Buen trabajo.

El señor Luna guardó la carpeta en uno de sus tantos cajones.

—También se sospecha de varias vecinas. Desafortunadamente no tenemos foto de ellas.

—Peones, peones y más peones —rió Luna—. Aynara fue con un objetivo en mente y volverá con un tesoro.

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