El aire estaba usualmente frío, el cielo nocturno escaso de estrellas y la luna siendo ocultada por las nubes de la noche. Con la capucha ocultando su rostro, caminó entre la oscuridad del callejón. Pudo haber sido fácil el acabar con la vida de su inpostor, pero la función sangrienta que le dio no fue suficiente para hacerlo enfrentarse a él. En cambio, se ocultó. Maldito. Por tres días tuvo que rastrearlo en todos los escenarios en que el título "Asesino de las Rosas" estuviese involucrado. Algo que molestó severamente a Jace. El maldito sabía que lo estaba siguiendo y no halló mejor manera de vengarse que aumentar el número de asesinatos a su nombre. Jace también lo hacia, ese era su defecto y al vez lo veía como una virtud, pero tenía sus motivos al hacerlo. Mataba a quien se lo mereciera. Sin embargo, el inpostor ejecutaba simplemente para burlarse de Jace.
Se detuvo cuando a pocos metros distinguió un cuerpo pequeño tirado en el suelo en posición fetal. Se acercó con mucha lentitud, observando a todos lados algún indicio de peligro. Jace se agachó y la movió ligeramente. Estaba muerta. Maldijo.
—¿Acaso no tienes miedo de mí, White? Caer justo en mi trampa mientras intentabas cazarme. Te cazé a ti al final.
Jace sonrió mientras se ponía en pie y se daba la vuelta. Laila tenia razón. Ambos nos asemejabamos tanto en rostro y contextura física. Este hombre imitaba sus gestos con tan credibilidad que Jace pensó por unos segundos que se trataba su reflejo en un espejo. Realmente aborreció el parecido entre ambos. Lo único diferente fue el color de sus ojos; él los tenía de un tono azul y Jace eran de tonalidades verdes.
—Miedo. No estoy estan familiarizado con esa palabra en específico. No estaría aquí si no supiera el riesgo que conllevaría...algo que resultó muy fácil porque no corro peligro.
—¿Qué te hace pensar eso? Te mataría.
—Podrías, pero no lo harás. —dijo Jace, restando importancia la amenaza.
—Pero tú lo harías sin dudar.
—Exacto —respondió Jace—. Te atreviste a tocar lo que es mío y además manchas mi buen nombre. Comprenderás que tengo mis razones.
El inportor soltó una carcajada.
—Predecible —insultó—. Cómo también el hecho de que no me matarás.
Jace arqueó una ceja, curioso por el pensamiento del hombre.
—Ah, ¿no?
—No, no me matarás.
Jace lo miró fulminante, pero el otro no dejó de sonreír.
—¿Por qué no lo haría? —Preguntó Jace, comenzando a sentir odio por la sonrisita estúpida del hombtre.
—¿En serio no me reconoces, Jace? —Con esa simple frase Jace se tensó por completo—. Es tan satisfactorio ver como fuerzas tu mente buscando mi rostro...tú rostro en tus recuerdos. Pensando quién soy en verdad. Frustrante, ¿no te parece?
—¿Quién mierda eres y qué quieres de mí? —Exigió Jace.
Él tenía los ojos tan llenos de furia que igualaba a los de Jace.
—Quiero tú felicidad que una vez me arrebataste —comenzó a pasear por alrededor de Jace—. Y espero que me recuerdes justo en el momento en que entierro un cuchillo en tu frío corazón mientras Laila está a mi lado...como debe ser.
Y deteniéndose detrás él, Jace no previno el golpe que le propinó por la espalda. Cayó de rodillas y gruñó iracundo cuando sintió que le agarraban del pelo obligando a echar su cabeza hacia atrás.
—¿Piensas que ella caerá a tus brazos después de que me mates? Tu pensamiento es tan irrisorio. Jamás estaría contigo, grábatelo en la cabeza. —escupió en su cara. Maldito si creía que dejaría a Laila fácilmente. Era un egoísta y mataría a todo que se interpusiera entre ella y él.
—Lo hará si no quiere que mate a su gran amigo Andrew —Dijo sonriente. La mención del amigo de Laila alertó a Jace—. Como has asesinado a todos sus amigos anteriores, estoy seguro que ella no querrá que le ocurra lo mismo a Andrew y aceptará todo lo que diga para evitarlo.
—¡Hijo de perra!
—No, tú lo eres. —dijo el otro y soltó a Jace—. Es gracioso saber que tenía razón. Los iguales siempre se destrozan por la misma persona. Adiós viejo conocido y disfruta de tus últimos días.
Y Jace lo miró marcharse mientras se preguntaba quién mierda era ese tipo.
[***]
Lo alcé al aire y dando un segundo hachazo se partió finalmente por la mitad el tronco. Agarré ambos trozos y al igual que los otros, lo lancé al montón que había conseguido partir durante unos minutos...bueno, en realidad fueron horas.
Llevé ambas manos a mi espalda y jadeé por dolor en zona del coxis.
—Rech lo hacia ver fácil —digo, apartando mechones de cabello lejos de mi cara—. No me dijo nada sobre el dolor insoportable que sentiría después.
Lo bueno de esto es que me mantuvo distraída. Desquitaba las ganas continuas de ahorcar a Jace con mis propias manos por negarse a hablar conmigo. Me dolía imaginar que actuaba como los típicos desgraciados que luego de meterse entre tus piernas inventaban cualquier excusa para alejarte. No quería pensar así de Jace, pero cada vez que hablaba por teléfono con Rech para luego colgar después de que este último le diga: "Ella está bien" me frustraba a más no poder y también me lastimaba.
Agarré otro tronco y cogiendo el hacha lo parto de un solo golpe.
—Además, ¿qué sabe Rech si estoy bien? Podría no estarlo.
Dejé caer el hacha al suelo. No, él no sabía como me encontraba. Cogí algo de leña en mi brazos y caminé de vuelta a la casa. Tan pronto crucé por el marco de la puerta escuché las maldiciones y groserías de Rech provenientes de la cocina. Dejé la leña junto a la chimenea y voy a la siguiente habitación.
—¿Ocurre algo? —Pregunté, mirándolo marcar frenético su móvil y apegarselo al oído.
—Ya me ha cabreado —masculló él. Repetí la misma pregunta y ahora un tanto nerviosa, confundida y con un poco de miedo. Rech giró a mirarme—. Se trata de Jace. LLeva dos días sin contestar mis llamadas y me está preocupado.
—Pero si tú hablaste con él ayer, ¿Cómo... —entonces la verdad me iluminó—. Me mentiste.
—No quise decirte nada porque pensé que él estaba muy ocupado buscando al otro asesino para responder a mis llamados, pero cuando intenté llamarle esta mañana no contestó.
Ahora estaba furiosa.
—Y aun así no me lo dijiste. —Avancé hacia él con las manos en puños, lista para lanzarme.
—Creí que...¡Diablos, deja de mirarme de esa manera! Tus ojos de asesina desquiciada no me ayuda para nada a pensar.
—No hay nada que pensar, Rech. ¡Él está en problemas y posiblemente muerto y yo aquí partiendo leña como una campesina! En este mismo momento estoy imaginando diez formas de torturarte.
—Ahora entiendo porque a Jace le gustas. Los dos son iguales. —Comenta divertido.
—Déjate de tonterías y dame las llaves del vehículo.
—¿Y para qué las quieres? —preguntó él y lo miré mal. Ahora si que lo golpeaba. Al ver mis intenciones, Rech corrió para salvar su vida—. ¡Pero yo manejo!
[***]
La habitación estaba oscura, él yacía sentado en un sofá con una cerveza a medio tomar en mano. Tal como siempre, como cada segundo del día, tras cinco putos días. ¿Qué más podía hacer? La rabia y el odio lo consumían, lo sobrepasaban. Romper cosas viejas de la casa no sirvió para relajarse tampoco lo hizo las peleas en que participó. Al principio creyó que estaba bien el golpear a otro, lo disfrutó aunque fue breve. El llamar a Rech y contarle lo sucedido en estos dos días no hubiera sido bueno porque sabía en como iba a terminar la conversación; al final tendría que conformarse con una foto improvisada de Laila para aliviar la soledad.
Cerró sus ojos por un segundo y aquella maldita voz masculina volvió.
"¿En serio no me reconoces, Jace?"
No, no lo hacía. Por más que buscaba entre sus recuerdos no encontró alguna pista que lo llevara a quien era él.
"Quiero tú felicidad que una vez me arrebataste"
Él quería a su Laila. Ella era toda su felicidad y ese maldito se la quiera arrebatar. No. Puedo. Permitirlo. Se golpeó la frente con las manos, frustrado consigo mismo. ¿Dónde lo había visto? ¿Dónde? ¿Dónde? Bebió otro trago y echó su cabeza hacía adelante. Entonces, poco a poco empezó a decaer en el sueño que se habia negado por días. Se quedó dormido y entre la neblina de su mente atormentada los recuerdos se apoderaron de su mente en un torbellino tortuoso, pero solo uno prevaleció, uno que jamás creyó volver a recordarlo.
Tenía frío, moría de hambre tras pasar días sin comer de bajo de un puente. El dinero que había ahorrado alcanzó para un poco de ropa, un pan y lo más importante: un arma. Tenía frío, pero el congelamiento de su cuerpo tembloroso no fue impedimento para cumplir su propósito. Había alzado la cabeza para mirar con aborrecimiento las luces de la acogedora casa dándole una armonía familiar. Algo que Jace dejó de tener por años. Recordó que avanzó, subió los escalones del porche y tocó la puerta con el mango de la pistola. Escuchó las risas dentro del hogar y pasos acercándose a la puerta. Inhaló con fuerza cuando la puerta de la casa se abrió revelando al hombre que buscaba.
—¿Jace? —Aquella voz que inocentemente creyó que sería su salvación, pero después de ver quien era en verdad, se convirtió en el horrible monstruo que odiaba con todo su ser.
Lo mataré, fue su pensamiento.
Sonrió: y dijo: —Feliz navidad, tío.
—¿Qué haces aquí?
—Es que no puedo estar con la única familia que me queda —dijo él, empujando al hombre y entró adentro—. ¡Vaya, bonita casa tienes! ¿Cambiaste el color de paredes? Como no he estado aquí por años no lo recuerdo muy bien.
—¿Querido, quién es...? —Una mujer salió de la cocina limpiando sus manos en un paño. La sonrisa se borró al verlo—. Jace.
—Tantos años sin verla. —La mujer se quedó consternada cuando él le dio un beso en su mejilla. Su tío la separó de Jace y la pusó detrás de él. La pareja lo observaron cauteloso.
—¿Qué quieres, Jace? —exigió su tío.
—Digamos que vine a darte tu regalo de navidad —contestó y empezó a pasear por la sala de estar—. Lo estuve guardando por años y creo que es hora de mostrartelo. ¿Quién es él? —preguntó tomando en sus manos un cuadro de un pequeño niño, pero ninguno sus tíos le contestó. Jace se encogió de hombros—. Bueno, no importa. No interesa.
Pero si le interesó. El niño se parecía a su tío y también extrañamente a él.
—¿Hola?
Su voz...entre sueños creyó oír su voz. Jace se sobresaltó bruscamente en el sofá y pudo sentir como la botella de licor caía de su mano junto al montón que tenía a sus pies.
—¿Jace, estás aquí?
No...
—¿Jace?
Imposible. No, no es ella. Laila no era parte del sueño, pero siguió escuchándola.
—Rech, espera afuera —De nuevo su voz; cálida y hermosa—. Estaré bien, sólo vete.
La había dejado segura con Rech. Ella no estaba aquí, se recordó. Creyó que era su imaginación su mente jugando con sus anhelos. Ella no era tan tonta como para venir en zona de peligro y Rech sabía lo que pasaría con él si le llegaba a desobedecer. Nuevamente Jace sintió como su cuerpo entero se adormecía mientras la oscuridad lo atrapaba en un sueño y lo llevaba de vuelta al pasado...lejos de Laila.
El sueño se tornó distinto. Él estaba apuntando con un arma cargada a la pareja, observaba con desdén los ojos llorosos de la mujer y la furia en el rostro de su tío.
—Tú la mataste. ¿Mataste a mi hermana, a tu madre? —A ella le costaba hablar, su voz temblaba.
—Sí, lo hice. No saben cuanto deseé vengarme y resultó todo a la perfección. También sufrí...Ella...era la luz de mis ojos, la primera persona que amé en el mundo, pero me hizo daño profundamente. Lo que me hizo fue tan horrible que ninguna madre en su sano juicio le haría a su hijo.
—¿Qué te hizo ella? ¿Por qué vienes a matarnos a nosotros? Te queremos, Jace...
—¿Me quieres? ¿Lo haces? Entonces, ¡¿Por qué no viniste a buscarme?! Dejaste que me pudriera en ese maldito orfanato. —Explotó y entonces sonrió desprovisto de emociones—. Pero creo que ya sé la razón del porqué no me buscarme, tía. Conoces la decepción tal como yo, ¿no es así?
—No lo entiendo. —dijo ella.
Él ladeó la cabeza. Así que ella no lo sabía...
—No te atrevas, Jace —gruñó su tío—. ¡No te atrevas!
Jace lo miró. —Ella tiene que saberlo. Los secretos siempre salen a la luz.
Mientras hablaba con su tío, Jace se percató del movimiento rápido que hizo su tía al tomar el teléfono de la casa y ocultarse detrás de su marido. Eso no le gustó. Sin dejar de apuntar, fue donde ella y le quitó el teléfono con brusquedad.
—Tía, ¿acaso me ibas a delatar? Eso no se le hace a un integrante de la familia. Cuando alguien me hace eso lo paga muy caro.
Ella alzó las manos.
—Jace...pequeño...no hagas algo que podrás arrepentirte.
—Lo bueno de esto es que nunca me arrepentiré. Ya no siento nada. ¡Ya no siento nada!
Y disparó a la mujer.
—¡Nooooo! —gritó el hombre mientras veía caer a su esposa con un disparo en el corazón.
Jace mintió al decir que no sentía nada porque la verdad es otra. Sintió pena por la mujer.
—No quería hacerlo. Pretendía dejarla viva...pero ella nunca debió estar aquí. Pero me alivia saber que está en un mundo mejor. ¿Por qué lloras? Los dos sabemos que no hallabas la hora de deshacerte de ella. El divorcio resultaría un tanto tedioso, mi manera es más efectiva.
—¡Estas demente!
—Un poco -—reconoció Jace—. Mi madre y tú me hicieron así. Es una pena que no supo la verdad. Debió enterarse que te follabas a su hermana.
El hombre lo miró y Jace percibió el miedo, la ira, el asco en sus ojos, sentimientos que para él era común ver. Los aprendió con su madre.
—Ahora te tengo un pregunta, tío. ¿Tienes cuerda?
—No puedes matarme, Jace.
—¿Por qué no debería matarte?
—¡Soy tu padre! —gritó el hombre y la verdad cayó como un balde de agua fría—. Eres mi hijo, Jace.
Miles de emociones lo traspasaron. Todo era un filo de espada enterrandose en su pecho.
—¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! Es mentira. —Se tapó los oídos, sin embargo, aun así escuchaba sus palabras.
—No lo es. Con tu madre teníamos una relación de años cuando estaba con Mark y de esa relación naciste tú. Eres mi hijo, Jace, de mi propia sangre.
—¡Nooo! —explotó Jace. Lágrimas caían por sus ojos y sus labios temblaban. Era mentira, se decía—. Mi padre es Marcus White y yo soy su hijo...Jace White. Tú eres solamente el amante de mi madre, pero no eres mi padre...jamás.
—Soy lo único que te queda.
—No, lo único que me quedaba mi madre se encargó de matarlo y yo haré lo mismo...
Entre el sueño o pesadilla, lo que sea que fuese oyó que gritaban su nombre. Fue un grito de desesperación.
—¡Jace, despierta!
Jace abrió sus ojos de golpe y se encontró de frente con un hermoso rostro quejumbroso y un par de ojos oscuros llenos de lágrimas. La conciencia llegó de golpe. Mierda. De verdad Laila estaba aquí.
Maldito Rech.
[***]
Dudé en acercarme.
Jace estaba muy quieto, demasiado diría yo. Su semblante crudo, sus labios cerrados en una fina línea. Dormía, pero sus facciones contraídas me hizo saber que el sueño no era precisamente bueno. Me asusté al notar las heridas abiertas en sus nudillos. ¿Qué estuvo haciendo? Me acerqué a él para tocarle el hombro y despertarle, pero de pronto Jace abrió sus ojos y la frialdad que vi golpearon directamente mi corazón. Su cuerpo se sacudió, sus ojos estaban dilatados y comenzaba a exhalar rápido. No era él. Lo supe.
Tragué saliva.
—Rech. —Lo que se suponía iba ser un grito fue apenas fue un susurro. Con un movimiento Jace sacó su pistola y me apuntó con el arma justo en la frente. Listo para disparar.
—Jace, soy yo, Laila —Intento traerlo a la realidad—. ¡Jace, despierta! ¡Despierta!
Algo en él cambio. Cerró sus ojos y los abrió nuevamente, nuestras miradas se encontraron. El negro ya no dominaba el verde de sus ojos.
—Laila —Miró con horror el arma que seguía sosteniendo—. Dime que no te hice daño.
Tuve que luchar contra las lágrimas largos momentos mientras lo oí maldecir. Fracasé como siempre. Jace tiró el arma al otro lado de la sala y me abrazo con fuerza.
—Lo siento, lo siento, lo siento. —susurró, presionando su frente contra mía—. No era yo. Lo lamento, Mi bella noche. Lo que menos quiero es herirte, pero no pude evitarlo. Es algo que viene dentro de mí, me consume por completo y me ciega.
—¿Qué te consume?
—La locura. —Respondió con dolor.
—¿Cómo? —Pregunto, dejando que sus brazos me envuelvan.
—Moriría sin ti —Susurró en mi oreja, su voz áspera y atormentada—. ¿Entiendes eso, Laila? Si algo te llega a suceder no sería capaz de sobrevivir en este mundo de mierda.
Sentí que aquella palabras no iba dirigidas precisamente a mí, sino al él en específico.
¿Qué acaba de pasar?