Fugitiva

By PhanyMccf

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Todo lo que necesitas saber es que los buenos se mantienen como buenos. Copyright - Todos los Derechos Reserv... More

Sinopsis.
Prólogo.
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y tres
Capítulo 34. "Sed de venganza"
Capítulo 35. "Nada está bien"
Capítulo 36. "Mirándome"
Capítulo 37. "Odio repentino"
Capítulo 38. "No se vayan, no me dejen"
Capítulo 39. "Un nuevo mensaje"
Capítulo 40. "Maldita sea"
Capítulo 41. "Miedo a estar sola"
Capítulo 42. "Realmente creer o no hacerlo"
Capítulo 43. "Una necesidad"
Capítulo 44. "Trina"
Capítulo 45. "Rodrigo"
Capítulo 46. "Derrumbando el reino"
Capítulo 47. "Desaparecido"
Capítulo 48. "Anuncio"
Capítulo 49. "Libre"
Capítulo 50. "Fugitiva"
Fugitiva 2.

Capítulo once

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By PhanyMccf

Capítulo once.

— ¿Esto es alguna clase de broma? —pregunto, me miran como si estuviera loca, es que en realidad tal vez lo éste, solo un poco pero no podían hacerme esto.

Ella es solo una niña, ella no debería estar aquí. Ni siquiera debería saber lo que es esto. No tendría por qué enterarse de lo que hacemos e incluso de lo que los adultos irresponsables hacen. Bueno, tal vez este exagerando, tal vez ya lo sepa, pero meterse en este retorcido juego, es mucho, pasarse a otro nivel.

Además, ¿de dónde salió? ¿Cómo es que se metió en esto? Empiezo a creer en la pequeña frase del mundo es muy pequeño. —Sáquenla de aquí. Ahora. —sus miradas de confusión lo dicen todo, ahora no puedo pararme a pensar, hay cosas más importantes como el hecho de que si no llevamos al menos un cuarto de mercancía al jefe nos va a matar, en resumen, la criatura enfrente de mí no tiene nada de importancia solo hay que esquivarla y listo. Aunque la gente que tengo alrededor no entiende eso.

—No podemos hacer eso.

— ¿Por qué no? ¿Sabes en lo que esta niña se está metiendo, Trina?

—Pero...

—Pero nada, la conozco y créeme no es nada agradable.

—Oye disculpa lo del otra vez ¿sí? —por primera vez habla nuestra "invitada".

— ¡No puedo creerlo! — grito. Todavía la muy descarada me pide disculpas. —Mejor lárgate. Tenemos cosas más importantes. No sé, esfúmate o algo.

—Ya te pedí disculpas, lamento lo que te dije la vez pasada, pero estaba asustada. — dice. Ahora nos miran con atención.

— ¿Asustada? ¿Asustada de qué? — preguntó, incrédula de lo que está diciendo.

—Yo ya los había visto. — tartamudea. Entrecierro mis ojos en su dirección. Claro estaba que a mí ya me conocía, pero ¿a ellos? —Quiero decir, me enseñaron fotos de ustedes.

— ¿Quién? — interroga Rodrigo.

—El jefe, ¿quién más? — contesto yo por ella.

—Eh, yo me llamo Daniela Castañeda.

— Si, bueno, no es momento de presentaciones. — les digo. —Tenemos un asunto que arreglar.

Doy vuelta para poder irnos ya. Esto es malo, en serio, no puedo creerme esta farsa.

Esto es grave.

Nos encontramos sentados enfrente de un escritorio, esperando por una persona importante, supongo.

La habitación esta bañada por un par de focos tenues, hay un espejo atrás del escritorio en donde nosotros estamos reflejados. Soy yo o esto parece un cuarto de interrogatorio.

La puerta se abre y dirijo mi mirada ahí, donde entran dos sujetos con traje negro, son grandes, muy grandes, detrás de ellos aparece un señor, le distingo de unos cuarenta años no menos, sus facciones no son lindas, tiene una cicatriz en la mejilla derecha lo que lo hace aún más espeluznante.

Cierra la puerta y, a cada lado de ella se sitúan los hombres trajeados. El señor se pone enfrente del escritorio en donde estamos sentados, no se sienta, solo se queda ahí parado, dedicándonos miradas a cada uno de nosotros como si fueras una especie de humanos con tres brazos.

—Perdieron todo —eso era una afirmación más que una pregunta. — ¡Perdieron todo! —grita. Salto en mi asiento por tal intensidad en su voz. No espero decir lo irónico del asunto, pero él parece enojado. También sé que es real que, si no tenemos una buena explicación para esto, estamos muertos, hablando literalmente, sino es eso, nos van a dar una paliza de los mil demonios y, aun así, nos van a obligar a trabajar. Tenemos que idear algo, rápido.

—Me pueden explicar —su voz sigue siendo un poco más alta de lo normal. — ¿Por qué perdieron todo? —Nadie dice nada. No hay nada que decir, esa es la verdad. Alguien más se llevó lo que era nuestro y punto se acabó. No hay explicación razonable ni circunstancias buenas.

Este señor es el jefe, se sienta en la silla delante de nosotros y nos mira a cada uno con esos asquerosos ojos negros que tiene. No me siento intimidada por su mirada, jamás me he sentido intimidada por la mirada de nadie y él no va a ser la excepción.

Los engranes en mi cabeza empiezan a manejarse rápidamente.

¡Bingo!

Tengo una idea.

—Nosotros no tuvimos la culpa —me atrevo a hablar, mi voz sale temblorosa, pero aun así continuo. —Todo iba bien. — ahora un quinteto par de ojos me miran. Mostrando atención a lo que voy a decir.

—Adelante. —me da un asentimiento como incitándome a proseguir.

—Toda la culpa es de Daniela. —Oh, sí, dulce venganza.

—Eso no es...

—Llegó tarde. —interrumpo a Trina. Siento las miradas de todos, reprochándome algo que no es cierto y que bien, tanto ellos como yo lo sabemos. —La estuvimos esperando por un largo, muy largo rato debo decir. —miento. Ella no ha dicho ni reprochado nada así que sigo. —No podíamos empezar sin ella, por algo la mandaron. —miento de nuevo.

—Espere, no...

— ¡Claro que sí! —grito por la desesperación de que mi plan se vaya al vacío. ¿Por qué Trina se empeña en defenderla? —Opino que no sería justo pagar todos por lo que ella hizo. —él duda unos minutos para después responder.

— Retírense.—dice el viejo, su voz suena siniestra. —Necesito hablar con Daniela a solas. —me relajo. Volteo a ver a Daniela que ve al piso de azulejos. Sonrió para mis adentros. Nadie se mete conmigo.

Me levanto de la silla, hago un asentimiento hacia el jefe y él me lo devuelve, doy media vuelta, me retiro del cuarto y por fin respiro aire fresco.

Voy al auto, me situó en la parte trasera al lado de la ventana izquierda, segundos después salen los otros, se suben, sus rostros están serios y no entiendo por qué.

El transcurso fue con un silencio incomodo por no decir extraño, Trina se situó en la esquina del asiento más alejada de mí, Rodrigo me miraba por el espejo retrovisor con desaprobación y Ricardo bueno, hizo como si no existiera.

Abro la puerta del departamento, más cansada de lo normal, en serio, deben poner un elevador. Estoy por dirigirme a mi habitación cuando los gritos de Trina me detienen en seco.

— ¿Qué demonios te pasa por esa cabeza, Elizabeth Ellys? —Oh, ella solo me llama por mi nombre y apellido cuando está enojada.

— ¿Qué? —doy vuelta para quedar frente a ella.

— ¿Cómo te atreves? De verdad no puedo creer lo que acabas de hacer. —sigue gritando y eso me irrita. — ¡Estás loca!

— ¿Pero de que hablas? Como tú, te atreves a llamarme loca después de lo que sabes. —Sobrepaso el límite diciendo esa palabra. Y lo sabe. — No voy a pelear contigo de esta forma. —me volteo dispuesta a ir a donde un principio iba, pero vuelve a detenerme.

— ¡Si, claro, líbrate de los problemas! Ella no te hizo nada. ¿Qué retorcida cabeza tienes?

— ¿Por qué la defiendes?

—Porque no te ha hecho nada. —me habla como si se tratara de una niña pequeña.

— ¡Por favor! Ahora resulta que yo soy la maldita bruja del cuento ¿no? —pregunto. —Tú eres la que está mal.

— ¿Sabes lo que le harán? ¿Sabes la mierda que ese viejo le hará? —está llorando. Realmente está llorando. — ¿Por qué no simplemente tuviste piedad de ella?

— ¡Porque no, porque nadie la tuvo conmigo!

— ¡Eso no quiere decir que sea como los demás! —bien, quiere un discurso, pues aquí va su discurso.

— Entiende. ¡Estás aquí como una maldita maniática defendiendo a esa mocosa! ¿Ella va a tener piedad de ti? ¿Va tener piedad de alguien? No. No lo sabes. Ella puede deshacerse de nosotros tanto como nosotros de ella y estas aquí, ve en el estado que estas. ¡Llorando como si fuera una clase de familiar cercano o algo así! Ella te mira como una delincuente más, no sé porque te empeñas y te empeñas en defenderla y en todo caso, en defender a todo el mundo. Ah, y no te preocupes que está loca —me señalo. — no va a volver a meterse en asuntos que no le incumban, y si quieren un castigo por igual, una paliza todos, está bien No voy a interferir, pero eso sí, No me echen tierra cuando yo sola me libre de mis problemas, cuando esta cabezota tenga una idea para salvarme solamente a mí y no a ustedes —respiro con dificultad, las esquinas de mis ojos pican como hace mucho no lo hacían, pero no voy a derrumbarme ahora.

—Estas mal, Elizabeth. —Ricardo se pone de lado de Trina.

— ¿Estoy mal? — pregunto incrédula. — Ustedes son los que están mal. — miro a Rodrigo. — Vamos. Diles que están mal que ellos no entienden nada.

— Elizabeth, aquí la que no entiende nada eres tú. —Genial, tres contra uno.

—Bien, están diciéndome que yo soy la culpable de esto, que yo fui la estúpida por abrir la boca. —me confunden, estoy confundida. — Yo soy la culpable. ¿Seguros? —lo último sale en susurro.

—No queremos decir...

— ¡Si o No! —interrumpo a Ricardo.

—Mira...

— Si o no. — grito de nuevo, interrumpiendo ahora a Rodrigo.

—Sí. —miro a Trina que fue la que contesto. —Tú, eres la culpable, Ellys. —tiene su barbilla ligeramente levantada. En ese preciso momento tengo un flashback de hace unos años en la cárcel cuando también me dijeron lo mismo. Ricardo y Rodrigo me miran esperando una reacción, pero lo único que hago es mirar a Trina, antes de darme la vuelta para ir a descansar le sonrió, una sonrisa hipócrita.

Entro a mi habitación con los gritos de Trina de fondo, diciéndome que yo soy la culpable. Pongo seguro a la puerta para que así nadie me moleste, comienzan a patearla, no hago caso y me derrumbo en la cama.

Prometí no llorar otra vez y no lo haré. 

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