Decisiones

بواسطة JongDi

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Para Kim Kibum, la opción era clara; Choi Minho podría no querer a su bebé, pero él sí, aún si eso significa... المزيد

El comienzo
Dos años después
Doloroso pasado
Bebé
Preguntas
Paso a paso
Bo Ah
El camino a casa
Epílogo

Miedos

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بواسطة JongDi



Minho despertó temprano la mañana siguiente y yació en la débil luz del amanecer, incapaz de volver a dormir a causa del eco de tensión dejado atrás por la pregunta que Key le había hecho la noche anterior. Por unos momentos de pesadilla había visto su vida entera girar a su alrededor, hasta que Key le había brindado su serena sonrisa y dicho suavemente, "No, nunca intentaría obligarte a casarte conmigo, era solo una pregunta."


Él estaba aún durmiendo, su cabeza descansando sobre su hombro izquierdo, su brazo izquierdo estaba envuelto alrededor de Key, su mano derecha descansando sobre su cadera. Desde el mismo principio no había sido capaz de dormir a menos que Kibum estuviera cerca de él, había dormido solo toda su vida adulta, pero cuando Key se había convertido en su querido abruptamente había descubierto, para su sorpresa, que dormir solo era casi imposible.


Se estaba poniendo peor, los viajes de negocios nunca le habían importado antes; había, de hecho, prosperado con ellos, pero últimamente lo habían estado irritando a muerte, este último viaje había sido todavía peor, las demoras, interferencias y molestias no habían sido nada fuera de lo ordinario, pero lo que una vez había dado por hecho ahora lo exasperaba casi insoportablemente. Un vuelo tardío podía ponerlo hecho una furia; un diseño extraviado casi era suficiente para despedir a alguien; una pieza de instrumental rota lo tenía jurando salvajemente; y por si fuera poco, no había sido capaz de dormir, los ruidos del hotel y la cama desconocida habían sido particularmente molestos, a pesar de que probablemente no los habría notado en lo absoluto si Key hubiera estado allí con él, aquella sola admisión había sido suficiente para hacerlo prorrumpir en sudor, pero agregado a esto estaba una atormentadora necesidad de volver a casa, a Seúl, a Key. No fue hasta que lo había tenido debajo de él en la cama, hasta que había sentido la suave calidez de su cuerpo envolviéndolo, que había por fin sido capaz de relajarse.


Había caminado a través de la puerta del departamento y el deseo lo había golpeado como un porrazo, bajo y fuerte. Key había levantado la mirada con su acostumbrada sonrisa, sus oscuros ojos tan calmos y serenos como un estanque sombreado, y su salvaje estado de ánimo se había desvanecido, caminar a través de aquella puerta había sido como caminar dentro de un santuario para encontrar a un doncel  hecho especialmente para él, Key le había servido un trago y se había acercado a él, y él había olido la dulce esencia de su piel que siempre se adhería a sus sábanas, la esencia que había estado enloquecedoramente ausente en la ropa de cama del hotel, la ferocidad del deseo que se había adueñado de él aún lo dejaba un poco conmocionado esta mañana.


Key,él había notado esa serenidad, y la sensual esencia de Kibum, desde el primer día cuando lo había contratado como su secretario. Lo había querido desde el principio, pero había controlado su deseo sexual porque no había querido ni necesitado aquella clase de complicación en el trabajo, gradualmente, sin embargo, la necesidad se había hecho más fuerte, hasta que se había convertido en una insoportable necesidad que lo atormentaba día y noche y su control había empezado a desmoronarse.


Kibum se veía como miel, y el se había estado volviendo loco queriendo saborearlo, tenía sedoso, oscuro cabello castaño, y ojos del color de la miel oscura, incluso su piel tenía una tersa, cálida, tonalidad de miel, nunca sería vistoso, pero era tan agradable a la vista que la gente continuamente se volvía a su paso y aquellos ojos de miel siempre habían sido cálidos y serenos e invitantes, hasta que finalmente él había sido incapaz de resistir la invitación. El frenesí de aquella primera noche aún lo sobresaltaba, incluso en recuerdos, porque nunca había perdido el control, hasta entonces; lo había perdido con Key, profundamente dentro de sus calientes, dulces profundidades, y a veces sentía que nunca lo había reencontrado.


Nunca había dejado que nadie se acercara a él, pero después de aquella primera noche había sabido que no podría alejarse de Key, como lo había hecho de los otros. Reconocer ese simple hecho lo había aterrorizado, la única manera en que había sido capaz de manejarlo había sido separarlo completamente de las otras partes de su vida. Él podía ser su querido, pero nada más, no podía dejar que Key le importara demasiado, aún tenía que defenderse constantemente contra dejarlo acercarse demasiado; Key podía destruirlo, y algo profundamente dentro de él lo sabía, nunca nadie había siquiera amenazado sus defensas, y había momentos cuando quería alejarse y nunca volver, nunca verlo otra vez, pero no podía, lo necesitaba demasiado y constantemente luchaba para evitar que él se diera cuenta.


Pero su arreglo hacía posible que durmiera con Kibum cada noche y se perdiera una y otra vez en su cálido y flexible cuerpo, en la cama podía besarlo y deslizar sus manos sobre él, envolverse a sí mismo en su esencia y en su contacto, en la cama podía alimentar su ardiente deseo de miel, su salvaje necesidad de tocarlo, de mantenerlo cerca, en la cama Key podía aferrarse a él con abandono, abriéndose a él cuando él quería, sus manos deslizándose sobre él en audaces y tiernas caricias que lo conducían a la locura. Una vez que estaban en la cama juntos, parecía como si Key nunca terminara de tocarlo y a pesar de sí mismo, él se deleitaba en eso, a veces era todo lo que podía hacer para evitar gemir en un extraño, no completamente físico éxtasis mientras él lo acariciaba, lo tocaba y lo abrazaba.


A pesar de todo eso ellos virtualmente habían vivido juntos durante dos años -la pequeña distancia que insistía en guardar, tan necesaria para él, era de hecho insignificante en términos de tiempo- él sabía poco más sobre Key ahora de lo que sabía antes. Kibum no bombardeaba a nadie con los detalles de su vida pasada o presente y él no había preguntado, porque hacer eso le daría a Key el mismo derecho a preguntarle sobre su pasado, lo cuál era algo en lo que rara vez se permitía a sí mismo siquiera pensar, sabía cuantos años tenía Key, dónde había nacido, adónde había ido a la escuela, su número de seguro social, sus trabajos anteriores, porque todo eso había estado en su expediente, sabía que era meticuloso, bueno con los detalles y que prefería una vida tranquila, rara vez bebía alcohol, y últimamente parecía haber dejado de beberlo completamente, leía mucho, y sus intereses eran amplios y variados tanto en ficción como en no-ficción, sabía que prefería colores pastel y no le gustaba la comida picante. Pero no sabía si alguna vez había estado enamorado, qué le había pasada a su familia -en su archivo personal, "Nadie" había sido incluido en la columna 'pariente más próximo'- si había sido animador  o si alguna vez se había metido en problemas por chiquilladas, no sabía por qué se había mudado a Seúl , o cuáles eran sus sueños. Solo sabía los hechos superficiales que estaban allí para que cualquiera los viera, no sus recuerdos o esperanzas.


A veces temía que, porque él sabía tan poco de Key, podía algún día escaparse de él. ¿Cómo podía predecir que haría cuando no sabía nada de sus pensamientos y solo se podía culpar a sí mismo por eso? Él nunca había preguntado, nunca lo había alentado a hablar con él de aquellas partes de su vida, durante los pasados dos años había vivido en tranquilo terror, temiendo el día cuando lo perdería, pero incapaz de hacer algo para detenerlo, no sabía como extender su mano hacia él, como sostenerlo, cuando incluso el pensamiento de dejarle saber cuán vulnerable era ante él tenía el poder de hacerlo sentir físicamente enfermo.


El hambre crecía en él mientras pensaba en Key, lo sentía yaciendo tan suave contra su costado, y su masculinidad se inflamó en respuesta, si no tenían otra forma de contacto, al menos tenían esta, la casi abrumadora necesidad sexual por el otro, nunca antes había querido nada de una persona excepto sexo; era dolorosamente irónico que ahora estuviera usando el sexo para darse al menos la apariencia de cercanía con Key. Sus latidos golpearon a una velocidad más rápida cuando empezó a acariciarlo, despertándolo y excitándolo para poder desahogarse dentro de él y olvidar, por un momento, todo menos el increíble placer de hacer el amor con Key.



Era uno de esos soleados días cuando el resplandor parecía casi sobrecogedor, el aire estaba limpio y cálido para el avanzado Abril, un día perfecto, una burla de día, porque Key se sentía como si su corazón estuviera muriendo en su interior, preparó el desayuno, y comieron en la terraza, como a menudo hacían durante el buen clima, le sirvió otra taza de café y se sentó frente a él, luego plegó sus manos alrededor de su helado vaso de jugo de naranja para que no temblaran.


"Minho" No podía mirarlo, por lo que se concentró en el jugo de naranja. Sentía náuseas, pero era más un síntoma de opresivo temor que de su embarazo.


Él había estado poniéndose al corriente de las noticias locales, y ahora levantó la vista sobre la parte superior del periódico, Key sintió su atención centrada en él.


"Tengo que irme," dijo en voz baja.


Su rostro palideció, y durante un largo minuto se sentó como si se hubiera convertido en piedra, sin siquiera parpadear. Una ligera brisa sacudió el periódico, y finalmente se movió, doblando las páginas lenta y cuidadosamente, como si cada movimiento fuera doloroso. El momento había llegado, y no sabía si podría soportarlo, si podría siquiera hablar, miró la cabeza gacha de Key, el modo en que el sol destellaba sobre los pálidos, sedosos mechones, y supo que tenía que hablar, esta vez, al menos, quería saber por qué.


Así que esa fue la pregunta que hizo, esa única palabra, y salió como un sonido oxidado. "¿Por qué?"


Kibum se sobresaltó ante el crudo filo de su voz. "Alg-algo ha pasado, no lo planeé, so-solo pasó."


Key se había enamorado de alguien más, pensó, luchando para recobrar el aliento sobre el nudo de agonía en su pecho. Siempre había confiando en él completamente, nunca había siquiera recreado el pensamiento de que pudiera estar viendo a otro hombre durante sus ausencias, pero obviamente había estado equivocado.


"¿Vas a dejarme por otro hombre?" preguntó amargamente.


Su cabeza se levantó, y lo miró fijamente, conmocionado por la pregunta. Él le devolvió la mirada, sus ojos feroces y más color chocolate de lo que él los había visto nunca antes.


"No," susurró. "Eso nunca."


"¿Entonces qué?" Se aparto de un empujón de la mesa y permaneció de pie, su gran cuerpo tenso con furia apenas controlada.


Key respiró hondo. "Estoy embarazado."


Solo por un instante su feroz expresión no cambió; entonces de repente su rostro se convirtió en piedra, vacío y duro. "¿Qué dijiste?"


"Estoy embarazado, casi cuatro meses, nacerá a fines de septiembre."


Él le volvió la espalda y caminó hacia la pared de la terraza para tener vista hacia la ciudad. La línea de sus hombros estaba rígida de furia. "Por Dios, nunca pensé que harías esto," dijo, su voz ásperamente controlada. "He estado haciendo el tonto hasta no poder más, ¿verdad? Debería haber sabido que esperar después de la pregunta que hiciste anoche. El matrimonio sería más beneficioso que un pleito por paternidad, ¿verdad? Pero te colocaste para obtener un buen beneficio de cualquier manera."


Key se levantó de la mesa y tranquilamente caminó de vuelta dentro del departamento, Minho permaneció al lado de la pared, sus puños cerrados mientras trataba de lidiar con la furia ciega y el frío nudo de traición, así como con la pena que esperaba, agazapada y lista, destacarse ante la más mínima disminución de la furia.


Estaba demasiado tenso para permanecer allí mucho tiempo; cuando ya no pudo soportarlo, lo siguió, determinado a descubrir la profundidad de su propia estupidez incluso a pesar de que eso solo podía ahondar el dolor. Era como la forma en que una lengua exploraría continuamente un diente sensible, buscando el dolor, no importaba cómo Key lo desgarrara en jirones, tenía que saber, y entonces sería invulnerable; nadie llegaría a él otra vez. Una vez había pensado que era invulnerable, solo para que Key le mostrara la grieta en su armadura emocional. Pero una vez que se recuperara de esto, sería realmente intocable.


Kibum estaba serenamente sentado ante su escritorio, escribiendo sobre una hoja de papel. Él había esperado que Key estuviera empacando, como mínimo, cualquier cosa menos que estuviera sentado allí garabateando.


"¿Qué estás haciendo?"


Key se estremeció un poco ante su dura voz, pero siguió escribiendo, quizás era solamente que sus ojos no se habían ajustado a la luz más débil, pero parecía pálido y quebrado. Esperó salvajemente que  estuviera sintiendo solo una fracción de lo que él estaba atravesando ahora mismo.


"Dije, ¿qué estas haciendo?"


Key firmó al pie de la página y le puso la fecha, luego se la tendió a él. "Toma," dijo, haciendo uso de un enorme esfuerzo para mantener su voz serena. "Ahora no tendrás que preocuparte por un pleito por paternidad."


Minho tomó el papel y lo dio vuelta para leerlo, lo examinó rápidamente una vez, luego lo leyó nuevamente con mayor atención y creciente incredulidad.


Era corto y conciso, juro, por mi libre voluntad, que Choi Minho no es el padre del niño que llevo. Él no tiene responsabilidad legal, ni para conmigo o mi hijo.


Key se levantó y pasó a su lado. "Habré empacado y me habré ido para esta noche."


El bajó los ojos al papel en su mano, casi mareado con las conflictivas emociones emergiendo de un lado a otro en su interior, no podía creer lo que Key había hecho, o cuán casualmente lo había hecho, con solo unas pocas palabras escritas sobre una hoja de papel se había impedido a sí mismo recibir una gran suma de dinero, porque Dios sabía que él habría pagado cualquier cantidad, incluso quedarse en bancarrota si fuera necesario, para asegurarse de que el bebé fuera cuidado, no como...


Empezó a estremecerse, y el sudor prorrumpió sobre su rostro, la furia fluyó en él otra vez. Agarrando firmemente el papel en su mano, caminó a grandes pasos dentro del dormitorio justo cuando Key estaba tirando de su maleta fuera del armario.


"¡Eso es una maldita mentira!" gritó, y arrojó el arrugado papel hacia él.


Key respingó pero se mantuvo firme en su sereno comportamiento, en secreto se preguntó cuánto más podría soportar antes de hacerse trizas y empezar a sollozar. "Por supuesto que es una mentira," se las ingenió mientras colocaba la maleta sobre la cama.


"El bebé es mío."


Key le dirigió una extraña mirada. "¿Tienes alguna duda? No estaba admitiendo ser infiel, estaba tratando de darte algo de paz mental."


"¡Paz mental!" Parecía como si todo su control hubiera sido demolido, le estaba gritando otra vez, cuando en los tres años completos durante los que se habían conocido nunca antes le había siquiera levantado la voz. "¿Cómo diablos se supone que voy a tener paz mental sabiendo que mi hijo... mi hijo...?" Él se detuvo, incapaz de terminar la frase.


Key empezó a vaciar los cajones de su tocador dentro de la maleta abierta, pulcramente doblando y colocando cada prenda. "Sabiendo que tu hijo... ¿que?" apremió Key.


Él metió sus manos dentro de sus bolsillos y las convirtió en puños. "¿Vas a tenerlo siquiera?" preguntó furiosamente.


Key se puso rígido, luego se enderezó para mirarlo. "¿Qué quieres decir con eso?"


"Quiero decir, ¿Ya has planeado un aborto?"


No había nada de calidez o suavidad en sus ojos castaños ahora. "¿Por qué preguntas?" preguntó llanamente.


"Es una pregunta razonable."


El realmente no tenía idea, pensó Key entumecidamente. ¿Como podía siquiera considerar la idea de que pudiera abortar a su hijo si tuviera algún leve indicio de la forma en que  se sentía? Todo el amor que había expresado durante aquellas largas, oscuras horas podía igualmente haber sido mantenido oculto para todo la atención que él le había prestado. Quizás el solo había aceptado su pasión como el experto acto de una persona mantenida, diseñada para mantener feliz a un viejo rico.


Pero no dijo nada de esto, sólo lo miró durante un momento antes de declarar abruptamente, "No. No voy a abortar," luego volvió a empacar.


Él hizo un brusco movimiento con sus manos. "¿Entonces qué? Si vas a tenerlo, ¿Entonces qué vas a hacer con él?"


Key lo escuchó con creciente incredulidad. ¿Se había vuelto loco o qué? ¿Qué pensaba él que iba a hacer? Una variedad de respuestas se le ocurrieron, algunas obvias y otras no tanto. ¿Esperaba que e enumerara las numerosas actividades involucradas en el cuidado de un bebé, o estaba preguntando cuáles eran sus planes? Dada la usual precisión de Minho para hablar, siempre diciendo exactamente lo que quería decir, Key estaba incluso más desconcertado.


"¿Qué quieres decir, 'qué voy a hacer con él'? Lo que los padres normalmente hacen, supongo."


Su rostro estaba grisáceo y cubierto con un brillo de sudor. "Es mi bebé," dijo, caminando hacia adelante para apresar sus hombros en sus duras manos. "¡Haré lo que sea necesario para evitar que lo arrojes como un pedazo de basura!" 

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