Aquella noche haba una fiesta para inaugurar el encuentro. Sería de gala y en uno de los grandes salones, luego después de la cena habría baile y abrirían el salón a la zona de la piscina. Yo todo me lo imaginaba como la típica película americana, en la cual al final se acababa todo el mundo bañando en la piscina borrachos. La verdad es que la idea me apetecía y también deseaba empezar a conversar y conocer al a gente. Yo debía ser la más pequeña de allí, pero la verdad es que no me importaba lo más mínimo, casi me hacía sentirme en cierto modo superior al resto de las chicas, más apetecible para los ojos de los hombre que allí se habían reunido, así que decidí esmerarme en arreglarme aquel día. Las otras chicas eran mujeres bellas, pero pocas parecían tener el aspecto de novias o de mujeres de los caballeros a los que acompañaban. Tampoco me importaba, lo único que quería era aprovechar aquel fin de semana, que prometía. Estaba mucho más animada después de haberme acostado con Eduardo, incluso más tranquila ya que en el fondo tenía un poco de miedo a lo que podría pasar.
Me puse un vestido que me trajo Eduardo. Me asombro que se tomara tantas confianzas en el elegir mi vestuario, al principio me enfade un poco, pero luego además de que me encanto el traje, pensé que el mejor que nadie sabía el tipo de ropa que debía llevar aquella noche. Era impresionante la verdad, de color azul cielo, de seda natural, largo hasta los pies y con un escote bastante pronunciado.
Primero hubo una cena que estuvo normal, o por lo menos a mi me lo pareció, pero no sé porque me daba la sensación de que de todo aquello a mí se me escapaba algo, me daba que no todo el mundo veía esa especie de reunión bajo mi punto de vista, mas tarde comprendí que era lo que a mí se me escabullía.
En el supuesto baile había más drogas juntas de las que había visto en mi vida, lo que es más, había una especie de barra libre de ellas. Pasaban bandejas preparadísimas de cocaína con las rallas ya perfectamente formadas. Haba todo tipo de pastillas, hachís, maría de todo y para todos los gustos. Yo pensaba que nada podía sorprenderme en esta vida pero aquello me supero totalmente. Babi se acerco a mí porque debió ver mi cara de alucine por todo aquello:
- Ya te dije que ibas a flipar con este fin de semana Alejandra. Es total. Yo ahora ya lo veo normal porque se a lo que vengo, pero reconozco que cuando vine la primera vez puse la misma cara que tu.
- Esto es demasiado. Una parte de mi está diciendo que baile y que disfrute, pero la otra me dice que esto no es normal y que tendría que estar enojada con Eduardo por no haberme dicho nada y haberme traído a este sitio.
- Estas reuniones son más de negocios, de peloteo y de chantajes que de otra cosa. Muy pocos de aquí son realmente amigos, todos de utilizan para diferentes cosas ven vamos a sentarnos mientras nos bebemos una copa y te hago un esquema de quien son algunos de estos.
- ¿Les conoces a todos?- pregunté asombrada
- No para nada, además yo lo que se es porque a veces escucho conversaciones que no debería, si Eloy supiera que yo sé algunas cosas me mataría.
- Eres su novia deberías saberlas ¿no?.
- Para la mayoría de estos tíos el tener un cuerpo y una cara bonitos significa que no piensas y por lo tanto no te enteras de nada. Piensan que vivimos en la inopia.
Fuimos a una mesa un poco apartada para poder charlar y desde donde se viese bien a todo el mundo.
- Cuéntame. Aquí todos tienen pinta de peces gordos, algunos me suenan mogollón- le dije.
- Por lo general son gente de dinero, empresarios semi-anónimos, que quizás has podido ver en algún periódico o en alguna revista. Por ejemplo ese de allí de la camisa de rallas que ya se ha quitado la chaqueta y empieza a desmadrar, ahí donde le ves es uno de los jefazos de aduanas, el gana mucha pasta y hace muchos sobornos, también maneja muchos rollos de personal con lo que se puede cargar la vida de cualquier trabajador si quiere. Es un salido, la tía que está con él es una puta, cada vez se trae una diferente.
- Pero a él también le podrían sobornar, por cualquiera de estas cosas. Podrían hacerle contra-chantaje.
- No es tan fácil jugar con cualquiera de estos tíos, y para eso se cubren bien las espaldas. Ves ese del frac tan impecable ese es una especie de matón, es de los servicios secretos españoles, que aunque no lo creas existen, no tiene ningún escrúpulo a la hora de matar a nadie según he oído, el que está a su lado le conocerás.
- ¿No es algo de la policía o del ejército o algo así?. A ese le he visto en la tele seguro.
- Si hija si aquí están pringados todos. Pedro también es un periodista muy conocido, el cual como buen trabajador consigue mogollón de información. Esto es muy goloso da muchísimo dinero, mas del que puedas imaginar.
- Me dejas alucinada. ¿Porque no me ha contado nada de esto Eduardo?. No lo entiendo- respondí desconcertada.
- Cariño, te hubiese acojonado, no le hubieses querido ver en tu vida. Además no esperes que te cuente mucho, porque no lo va a hacer. También es normal que no quieran vernos a nosotras implicadas en ello, aunque al final acabaras tan metida en esto como él, aunque sin saber de que va realmente.
- No me das unas expectativas demasiado buenas- dije en tono pesimista.
- Solo quiero que veas lo que hay y que decidas, ya te dije que tu todavía estas a tiempo de salir. Me voy a dar un vuelta que sino Eloy me echa la bronca porque dice que soy una asociable, pero es que esto me aburre soberanamente.
Estaba absolutamente alucinada de todo aquello. Juraría que me habían metido dentro de una película, algo así como la chica del gánster o similar. Me sentía perdida en aquel mundo que se me hacia tan lejano y tan irreal. Para mí todo lo estaba pasando con Eduardo era una diversión, un entretenimiento mas de mi vida y hasta me resultaba gracioso estar saliendo con un tío así, pero aquella situación me desbordaba. Salí a dar una vuelta por los jardines de aquella mansión, hacia una noche estupenda. Allí no se oía nada solo el más profundo silencio. Necesitaba plantearme las cosas de nuevo y hacerlo de una manera seria ya que no era ya mi decisión de niña, debía pensar con mente de adulto ya que estaba metida dentro de sus juegos. Esa frase cuantas veces desde que conocí a Eduardo me había planteado aquello, jugando a juegos de mayores...
Pasee en silencio un rato mientras me fumaba un cigarro. Demasiadas ideas pasaban por mi mente como para poder asimilaras todas a la vez. Me sentía perdida en el paraíso. Me senté en el suelo a contemplar aquella noche tan estrellada y serena. De pronto sentí alguien cerca de mí.
- Deberías estar en esa maravillosa fiesta- me dijo
- No me gustaba demasiado- conteste apesadumbrada
- No es bueno que una chica ande sola por aquí a estas horas- dijo sentándose a mi lado.
- Nadie notara mi ausencia.
- Yo la he notado.
- No me apetece discutir hoy, de verdad Jaime. Estoy cansada de todo esto.
- He venido, por lo menos esta noche, en son de paz.
- ¡Que raro!.
- Has dicho que no querías broncas hoy...
- Lo siento. Necesitaba un poco de calma.
Jaime se sentó a mi lado y permanecimos en silencio un rato.
- ¿No te ha gustado la celebración?- me preguntó.
- Tengo que ir asimilándolo poco a poco, si es que puedo.
- No tienes que asimilarlo, tienes que aceptarlo y punto. Sabias donde te metías- me dijo a modo de reprimenda.
- Creo que no Jaime, esto me está sobrepasando- dije con tristeza.
- Yo creo que sí- me rebatió él.
- ¿Porque me odias Jaime? Yo creo que nunca te he hecho nada- le pregunté intrigada
- No te odio, solo odio lo que pretendes ser- me contestó mirándome fijamente, clavando sus ojos en mi con tal intensidad que me ponía nerviosa.
- ¿Y que pretendo ser si se puede saber?- dije para romper el hielo.
- Inmune a todo, superficial. Y sé que no eres así
- No me conoces, no sabes nada de mí- intenté mantenerle la mirada y noté como si se pusiera muy nervioso.
- Quizás tengas razón. Vámonos que Eduardo se debe estar planteando donde estas.
- Es verdad vámonos.
Nos fuimos hacia la casa. No me había dado cuenta de todo lo que había andado. Caminábamos en silencio. En aquel momento me hubiese abrazado a Jaime, que no sé porque me daba seguridad, y me hubiese puesto a llorar en su hombro y le hubiese dicho que me sacase de allí y me llevase lejos de todo aquello, pero no lo podía hacer. Me dejo en la puerta de entrada y él se fue hacia otro lado.
- Alejandra.
- ¿Si?.
- Tienes razón, a mi pesar, no te conozco…
Como siempre dijo la última palabra y se fue, dejando en la duda, pero con una sensación muy grande de tranquilidad, o algo que se parecía a ella.
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