Manos sucias. [MinShua]

Por Jeonghangelito

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Kim Mingyu, miembro de la mafia, asesino por encargo; cuando su siguiente trabajo no sale como lo esperado y... Más

P a g o

D e u d a.

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Por Jeonghangelito


Soltero. 51 años. Vive solo en un departamento pequeño. Adicto a las metanfetaminas y otras drogas duras. Múltiples deudas a distintos proveedores, robo de dinero a la cabeza de una gran organización. Ningún familiar registrado.

Mingyu dejó los papeles a un lado, chasqueando la lengua, dándole una última mirada a la foto del hombre canoso en el expediente para memorizarlo. Sería hombre muerto dentro de un rato. Preparó la maleta y se subió a su auto, revisando su corbata y su cabello una última vez en el espejo retrovisor antes de partir a su destino.

No había luz en el conjunto de edificios. Pan comido, pensó Mingyu arrugando la nariz al ver que había comenzado a llover con fuerza. No traía abrigo. Estacionó con tranquilidad, suspirando, tomó el maletín y caminó a paso rápido hasta entrar al edificio oscuro. Subió las escaleras quitando un poco de agua de sus hombros, tiró la colilla del cigarrillo al suelo, pisándola con la suela de sus zapatos de vestir recién lustrados, abrió la maleta y eligió un arma ligera: se encargaría de torturarlo un poco y luego le daría un balazo en el cráneo para acabarlo rápido, pues la paga no era tan alta como para demasiada acción.

Entró en silencio, el aire olía raro, cargó el arma y caminó sin hacer el menor ruido, camuflado por el ruido de la fuerte lluvia y el silencio de la oscuridad, iluminado levemente por los relámpagos que de vez en cuando iluminaban el departamento sucio sin cortinas. Escuchó un ruido de pronto, largo, mezclándose con la tormenta.

Gritos. Gritos. Un grito eterno que no cesaba, que no se detenía. Caminó a la cocina, de donde provenía, sigiloso y con el arma lista en caso de necesidad. Un paso, dos pasos, espalda erguida y arma lista. No hizo ruido, como una pluma cayendo lentamente al vacío. Otro paso más y lo vio, vívido e iluminado por una serie de truenos y relámpagos que estallaron en el cielo.

Un chico delgado, despeinado, sentado sobre el hombre de su trabajo, con ambas piernas a cada lado y, sin dejar de gritar, apuñalando una y otra y otra vez al sujeto que muerto, se deformaba más y más con cada estocada del cuchillo impactando contra su carne desgarrada. Una estocada en el rostro, una estocada en el pecho, una estocada en el cuello, otra en el rostro; y así siguiendo un patrón desordenado y un ritmo errático que llenó sus oídos por completo. Grito. Grito. De un movimiento se encontró junto a ambos cuerpos y, con una fuerza sigilosa, sujetó el brazo delgado del chiquillo antes de que pudiera volver a impactar contra el cuerpo con el cuchillo ensangrentado.

Dejó de gritar y lo miró con ojos bien abiertos, grandes, aterrados del cuerpo bajo el propio, del hombre que ahora sujetaba su brazo, de la tormenta que impactaba afuera del edificio, del mundo. Por unos eternos segundos se miraron a los ojos sin decir nada, entre la oscuridad de la noche, envueltos por el olor a sangre y alcohol en el aire; entonces, lentamente los ojos del jovencito aterrorizado bajaron hasta ver el arma en la otra mano de Mingyu. Su expresión se deformó en una más aterrorizada aun y, sin esperar ni un segundo más, soltó un grito desesperado y soltó el agarre del hombre de pie, intentando apuñalar su pierna con su brazo delgado. Claramente falló, pues Mingyu era más veloz, pero en el movimiento y el pestañear de la situación el chiquillo se levantó con rapidez y corrió con todas sus fuerzas fuera del departamento.

Miró el cuerpo deformado en el suelo, del cual brotaba y brotaba sangre a borbotones, suspiró resignado (pues acababa de perder a su presa, y por ende, la paga del trabajo) y corrió fuera del departamento en búsqueda del chiquillo que le había hecho perder ganancias.

Sin mirar atrás el chiquillo asustado corrió bajo la lluvia torrencial, sintiendo sus huesos helarse y sus pies descalzos doler con cada piedra que pisaba y cada trozo de vidrio que lo cortaba, la sangre se resbalaba por sus manos con el agua que corría por su cuerpo entumecido y la ropa se le pegaba al cuerpo como si fuese parte de él. Miró hacia atrás un par de veces, no vio a nadie, nadie lo seguía; siguió corriendo, sintiendo su garganta arder por el cansancio y la falta de aire, y al doblar en un callejón chocó de frente con una persona. El mismo sujeto de hace un rato. Intentó huir otra vez, pero el sujeto más alto de traje lo tomó por fuerza de un brazo, y de un solo movimiento lo tiró al suelo inmovilizándolo con una pierna y sujetando sus brazos detrás de su espalda. Se quejó en voz alta, su pecho enloquecido, cuando sintió un par de frías esposas atrapar sus muñecas delgadas.

- Acabas de arruinarme un trabajo – dijo con voz suave, saliéndose de encima de él y levantándolo para mirarlo. El chico no lo miró.

Sin decir más lo empujó suavemente para que caminara. El chico comenzó a cojear, intentando disimular, fue entonces cuando notó que estaba descalzo. Suspiró y sin decir nada comenzó a caminar más lento hasta llegar a su auto estacionado.

Lo hizo entrar al asiento trasero y se sentó a su lado, quejándose por el agua y cómo no había traído abrigo, sacudiendo un poco el agua de su cabello y de sus hombros. Miró entonces al chiquillo delgado y lo analizó con la mirada: temblaba, de pies a cabeza, por el frío y el miedo. Estaba empapado, su cabello estaba teñido de un rosado algo desteñido, parecido a un pomelo, despeinado y mojado pegándose a su frente; traía solo una camiseta blanca manchada con sangre con el cuello rasgado, pegada al cuerpo, los pies descalzos y heridos por correr, su cinturón y su pantalón estaban abiertos, tenía un golpe sangrante en la frente, los labios levemente morados, los ojos inyectados en sangre y marcas enrojecidas de manos alrededor de su cuello.

Lo comprendió todo de inmediato.

- ¿Cómo te llamas? – preguntó metiendo el arma una vez más dentro de su maletín. Miró al chiquillo, quien no levantó la mirada en ningún momento ni mostró señal de querer responder. Aclaró su garganta y suspiró – Rápido, no tengo todo el tiempo del mundo.

- Joshua.

- ¿Qué eres de ese hombre?

Silencio. Silencio. El sonido de saliva recién tragada.

- Necesito que me respondas. Ese hombre que acabas de apuñalar mil veces era el sujeto al que tenía que eliminar, acabas de quitarme el trabajo. – dijo algo irritado. El chico bajó la mirada - ¿Qué eres de él?

- Hijo.

Oh. Oh.

- No sabía que tuviera un hijo – dijo algo confundido. Los archivos decían específicamente que era soltero y vivía solo. El chico se encogió de hombros.

- Nadie sabe.

La lluvia se escuchaba lejana desde dentro del auto negro estacionado en medio de la oscuridad, las gotas golpeaban los vidrios como una suave melodía que se repetía eternamente.

- ¿Por qué lo hiciste?

El olor a sangre y lluvia se había apoderado de todos los rincones del auto y de los sentidos de Mingyu. Sabía la respuesta, era obvia, estaba escrito en cada centímetro del ser de ese chiquillo tembloroso. Aun así le respondió.

- Intentó violarme.

Se le revolvió el estómago y presionó dos dedos contra el tabique de su nariz, sintiendo un dolor de cabeza causado por esa situación inesperada. Qué hacer, qué debía hacer ahora.

- ¿Me vas a matar? – preguntó al fin él primero, con una voz tan suave que si no estuviesen solo los dos en el auto Mingyu habría dudado de si de verdad lo había escuchado. Negó con la cabeza.

- Nah, no mato a cualquier persona, solo hago encargos.

- Mátame, por favor – dijo con un tono de voz firme que lo obligó a mirarlo.

Los ojos con los que se encontró ya no mostraban miedo ni debilidad, no, ahora los ojos frente a él solo mostraban una cosa: odio. Estaba hablando seriamente, como si todo el futuro del universo dependiera de esa respuesta.

Suspiró.

- No puedo hacerlo, pero tampoco puedo dejarte aquí sin más, tendrás que venir conmigo – respondió haciendo una mueca. No hubo respuesta esta vez.

Dejó al muchacho esposado en el mismo lugar, y rápidamente para evitar mojarse demasiado se cambió al asiento del conductor para volver al edificio donde vivía y trabajaba. Miró por el espejo retrovisor una vez, pero solo vio cabello mojado y desordenado, no alcanzaba a verle el rostro. Arrancó sin decir nada, escuchando el ruido de la lluvia contra los vidrios y los limpia parabrisas moviéndose de izquierda a derecha a izquierda a derecha una y otra vez, como si limpiara con eso sus pensamientos.

El resto del viaje solo oyó suaves sollozos provenientes del asiento trasero.

--

Cuando llegaron la lluvia había disminuido su intensidad a una suave llovizna. El chiquillo ya no lloraba, pero no levantó la vista en ningún momento. Mingyu lo hizo bajarse del auto y este obedeció en silencio, apenas respirando. Mingyu no dijo nada tampoco, en silencio le puso la chaqueta de su traje sobre los hombros y caminaron en silencio dentro del edificio.

El edificio era oscuro, levemente iluminado por las luces débiles del techo. Había muchas puertas, pero no entraron a ninguna, solo siguieron caminando derecho hasta el final del pasillo, subieron una escalera y llegaron a una sala con una televisión, un sofá, una mesa con algunas tazas y una cafetera y al final una puerta. El hombre le indicó al muchacho que se sentara y lo esperara, este obedeció, aun esposado, y en silencio se sentó en el sofá, viendo de reojo al hombre desaparecer tras la puerta.

Joshua cerró sus ojos, intentando hacer desaparecer los gritos en su cabeza.

No tardó mucho para que el hombre moreno de traje saliera otra vez por la puerta, suspirando y acariciando su nuca con una mano, bufando y murmurando "Y ahora qué hago". Miró al muchacho de cabello desordenado aun sentado en el sofá y sin decir nada le quitó las esposas y le dijo que caminaran. Llegaron a una puerta, Mingyu sacó llaves de su bolsillo y entraron en silencio. Encendió las luces y Joshua cerró sus ojos por inercia ante la diferencia de intensidad en la luz, le costó unos instantes acostumbrarse hasta poder abrirlos por completo y mirar a su alrededor, frotando sus muñecas suavemente con sus manos, temblando aun de frío. Era un departamento pequeño con todo lo necesario para descansar por las noches: una cama, un sofá, un armario, un escritorio con una laptop; en una esquina una pequeña cocinilla, un fregadero, una mesita con una cafetera, un microondas, varias tazas de fideos instantáneos, unos cuantos platos y cubiertos amontonados, bolsas de compras en una esquina y una puerta de lo que debía ser el baño.

- ¿Qué edad tienes? – preguntó Mingyu de pronto. Joshua no contestó, solo bajó la cabeza - ¿Tienes algún otro familiar? Primos, tíos, lo que sea – dijo de nuevo mirándolo de reojo, viendo cómo el muchacho no mostraba señal alguna de querer contestarle.

Entró al baño para cambiarse de ropa y al salir lo encontró en la misma posición, tenso y tembloroso. La sangre de su camiseta blanca se había desvanecido levemente con la lluvia, pero las heridas en su rostro y cuello seguían marcadas y su mirada seguía perdida en la nada. Abrió el armario y sacó ropa y unas toallas, se las tendió al muchacho.

- Ahí está la ducha – indicó la puerta – puedes darte un baño y cambiarte de ropa, eso podemos lavarlo después o no sé qué quieras hacer con ella – indicó su ropa mojada y ensangrentada. El muchacho recibió las cosas en silencio y sin decir nada se levantó y entró al baño.

Su jefe, Jihoon, le había dicho que no podían dejar al chiquillo solo por ahí tras saber a lo que se dedicaban, y aunque Mingyu era parte de la mafia y llevaba un par de años en el trabajo de asesinato por encargo se había prometido no matar a nadie parcialmente inocente o que no se incluyera en los expedientes de sus víctimas. Y este chiquillo claramente había salido de la nada.

Investigó un largo rato, oyendo a lo lejos el ruido del agua en la ducha, pero además de verificar que efectivamente se trataba del hijo del sujeto a quien debía asesinar no encontró absolutamente nada más. Ningún familiar, ningún relativo, nadie que pudiese encargarse de él. Al parecer el muchacho llamado Joshua Hong vivía en un centro para menores hasta haber cumplido la mayoría de edad, luego de eso se perdió su rastro.

Su nombre y su edad, 23 años. Era todo lo que tenía.

Miró el reloj y notó que ya había pasado una hora desde que el chiquillo había entrado al baño. Se levantó, puso a hervir agua y golpeó la puerta suavemente.

- ¿Estás vivo? – preguntó contra la puerta sin recibir respuesta. Segundos después la puerta se abrió y el chiquillo salió del baño dándole una mirada rápida y secándose el cabello con la toalla.

La ropa que Mingyu le había dado le quedaba grande, pues el chiquillo era mucho más bajo que él (o Mingyu era demasiado alto, realmente), pero ahora que estaba recién bañado y limpio se veía más grande y adulto de lo que se había visto hace un rato.

- Puedes quedarte aquí un tiempo, no tienes donde ir de todos modos – le dijo con voz suave, tranquilo, mientras preparaba algo de comida. El chiquillo, Joshua, dejó de secarse el cabello y lo miró sin responder, siguiendo cada uno de sus movimientos como si Mingyu no se diera cuenta de esto - ¿Tienes hambre? – le preguntó, haciéndole dar un salto como gatito asustado. Se le acercó entonces y le ofreció un tazón de ramen recién hecho – Debo suponer que no has comido en varias horas – dijo haciéndole un gesto para que recibiera el tazón. Joshua lo recibió con ambas manos y lo miró desconfiado.

Mingyu se sentó en el escritorio y comenzó a comer mientras miraba la pantalla de su computador, tecleaba cosas, seguía comiendo, sin prestarle mayor atención al muchacho. Lo miró de reojo y lo descubrió mirándolo fijo, como si no entendiera nada, sin comer un solo bocado. Mingyu lo miró, haciéndolo alejar la vista de inmediato – Si no te lo vas a comer me lo como yo antes de que se enfríe – le dijo volviendo a mirar a la pantalla del computador. Entonces oyó un suspiro de parte del chiquillo y a continuación sorbetes desesperados mientras comía como si fuera realmente la primera comida en mucho tiempo.

Mingyu sintió un poco de lástima revolverle el estómago.

Cuando vio que había terminado de comer y suspiraba satisfecho, con las mejillas sonrojadas y relamiéndose un poco los labios, intentando esconder que realmente había disfrutado la comida, Mingyu decidió hablar otra vez – Sabes, está en contra de mis leyes personales de trabajo matar a alguien que no tiene que ver con la víctima original, ya sabes, aunque seas su hijo – dijo, haciendo que lo mirara mientras dejaba el tazón a un lado – Puedes quedarte aquí por ahora, mañana veré qué hacer contigo, es muy tarde ahora.

Sin decir más terminó de teclear en silencio en el computador, sin dirigirle otra mirada al chiquillo. Cuando terminó le pasó una manta y una almohada para que pudiera dormir, y apagando las luces se durmió, dejando a Joshua en el sofá.

--

Despertó a la mañana siguiente de golpe sintiendo dolor en sus extremidades, debió haber tenido muchos sueños que realmente no recordaba ni le interesaba recordar. Se estiró y soltó todo el aire de sus pulmones cuando vio la manta doblada sobre el sofá y ninguna señal del chiquillo en la habitación. Echó hacia atrás su cabello y se levantó resignado para darse una ducha.

Huérfano, sin nadie, asustado, joven. Por unos segundos le recordó a sí mismo cuando era más joven.

Al salir de la ducha pegó un salto al ver sentado en el mismo sofá al chiquillo, estaba sentado mirándolo fijo, tranquilo, con un bolso pequeño entre sus brazos y ropa nueva puesta. Traía una camiseta blanca limpia, una camisa larga a cuadros encima de la camiseta, jeans y zapatillas normales; su cabello seguía desordenado y lo miraba con ojos felinos, curiosos.

- Pensé que te habías ido – dijo Mingyu curioso, suponiendo que en bolso tenía sus pertenencias. El muchacho solo bajó la vista sin decir nada, acomodándose en el sofá y mirándolo de vez en cuando moverse de aquí allá.

Salió de la habitación tras prepararse para su siguiente trabajo. Le había dicho al chiquillo que se quedara en la habitación y lo esperara ahí, si tenía hambre podía prepararse algo y que no hiciera destrozos (como si de un gato se tratara, se avergonzó un poco luego de esas indicaciones). En el pasillo recibió algunas burlas de sus compañeros de trabajo.

- Así que adoptaste, ¿Mingyu? – dijo riendo el muchacho delgado que salía de su habitación. Mingyu arrugó la nariz.

- Se llama deber cívico, Minghao – respondió caminando con él a la entrada del edificio. Este rio fuerte, haciendo una mueca.

- Un mafioso hablando de civismo, increíble – dijo con su acento característico, le dio un golpecito en el hombro y siguió su camino, haciendo reír a Mingyu.

Había todo tipo de personas en el edificio, Minghao era un ex miembro de la mafia china, pero vivía hace un par de años en Corea, y aunque había tardado en manejar el idioma no era importante, pues a la hora de asesinar no interesa idioma ni raza, solo el dinero.

El trabajo del día fue rápido, hombre de mediana edad adicto a la heroína, robo de armas y lavado de dinero. Se veía grande en la foto del expediente, como un hombre rudo difícil de pelear, pero al entrar a su departamento bastó un golpe con el mango de la pistola para atontarlo y llevar a cabo su trabajo. Fue rápido y sin ensuciarse, lo que le hizo sentir mejor pues la sangre era difícil de quitar de la ropa.

Dinero fácil, pensó entrando al auto tras limpiar los restos y deshacerse del cuerpo.

-

Al entrar a la habitación se encontró con que todo seguía igual, todo en su lugar, sólo quedaba un leve aroma a fideos instantáneos en el aire. El chiquillo dormía en el sofá, abrazando sus rodillas en posición fetal, viéndose más pequeño que nunca. Mingyu colgó su chaqueta y lo miró un rato, pensando en el lío que se había metido con ese chiquillo. Suspiró, lo cubrió con la manta doblada y se sentó frente a la computadora cuando su celular sonó indicando un mensaje de texto.

Choi SeungCheol

21:52 pm

¿Acabas de matar a uno de mis clientes?

Rió un poco por la coincidencia y contestó al instante.

RE: Kim Mingyu

21:54

Trabajo es trabajo, consigue clientes que paguen sus deudas y no se metan en terreno que no les corresponde.

Dejó el teléfono otra vez a un lado luego de leer la última respuesta "Al menos avísame para sacarles más dinero", y contestar un simple "¡Lo siento!" cuando sintió ruido. Levantó la mirada y se encontró con el chiquillo en el sofá, quien se enderezaba lentamente y abría los ojos, mirando a su alrededor como si intentara adivinar dónde estaba. Vio a Mingyu entonces y se acomodó, lo miró algo tímido y alejó la mirada. Mingyu hizo un ruido con la nariz, riendo, y le indicó con la cabeza la mini cocina, dándole permiso de prepararse algo si tenía hambre. El chiquillo se levantó entonces en silencio, traía una camiseta holgada y un pantalón deportivo, se veía aún más delgado con eso puesto, Mingyu lo observó en silencio preparar fideos instantáneos y se sorprendió un poco al ver que le había preparado un poco a él también. Lo recibió y comieron en silencio.

--

Cuando Mingyu se dio cuenta, el tiempo había pasado bastante rápido y Joshua seguía viviendo ahí, seguía sin hablarle y todo seguía siendo igual que siempre. Algo dentro suyo le impedía echarlo, o preguntarle si quiera si no quería buscarse otro lugar, de todos modos, el chiquillo ni molestaba; estaba siempre en silencio leyendo algo, sentado en el sofá, durmiendo o sentado con los pies colgando fuera de la ventana, mirando sin matar ni una mosca.

Fue entonces cuando, tras revisar los papeles de su siguiente víctima, Joshua lo siguió sin decir palabra alguna e ignorando cada vez que Mingyu le indicaba que se quedara en la habitación, como si de un cachorrito que sigue a su dueño se tratase. Le insistió hasta llegar al auto, pero cuando el chiquillo se subió al asiento del copiloto y se puso el cinturón Mingyu decidió que lo mejor era dejarlo ser y dejar de insistir, pues de todos modos era como hablarle a una pared. Manejó en silencio, Joshua no había hablado absolutamente nada desde la noche en que había llegado así que no era nada muy difícil de hacer. Cuando llegó comenzó a decirle que lo esperara en el auto cuando lo vio con intenciones de bajarse. Mingyu dio un golpe al asiento, llamando su atención de inmediato.

- Dije que te quedas aquí, esto no es un juego, así que por un momento hazme caso y quédate ahí - dijo con voz firme - ¿Entendido?

El chiquillo lo miró fijo a los ojos, con una mezcla de sentimientos en ellos (Mingyu intentó descifrarlo, pero no lo logró), y sin responder suspiró y se acomodó nuevamente en el asiento, amurrado y con los brazos cruzados.

A veces sentía como si Joshua fuese un gatito que había recogido de la calle.

Esta vez el trabajo sería más grande, pues debía deshacerse de varios sujetos relacionados con tráfico y lavado de dinero. Mingyu trabajaba por encargos, es decir, le enviaban los perfiles de los sujetos que pedían eliminar y él podía decidir con cuáles quedarse y cuáles negar (jamás recogía trabajos que requiriesen eliminar mujeres). Entró al edificio abandonado en silencio, sigiloso, vigilando cada uno de los rincones con sumo cuidado. En general, Mingyu prefería trabajar solo, pues se concentraba más y hacía las cosas a su manera; en algún momento trabajó un par de veces con Minghao, pero siempre terminaba en discusiones tontas sobre cómo hacer las cosas o quién debía mandar.

Vio a un sujeto haciendo guarda, se acercó a él con rapidez y de un movimiento lo dejó inconsciente con un golpe en la nuca; hizo lo mismo con un par más, eliminando a los guardias para poder así encargarse del plato principal. Pero no todos los días de trabajo eran buenos, y al parecer este no sería uno de esos buenos días. De algún lugar que no pudo oír un sujeto le dio un golpe en la cabeza, haciéndole caer; se enderezó con rapidez para defenderse, cuando otro apareció por atrás para sujetarlo con fuerza. Era una emboscada. Lo tiraron contra el suelo con fuerza, amenazando con quebrarle el brazo si se movía. Mingyu no hizo ruido alguno, simplemente dejó que le dieran un par de golpes en el rostro y el estómago.

Suspiró. Sería un día largo.

- Al parecer no es uno de tus días – dijo uno de los hombres con voz rasposa, riendo mientras inhalaba el humo de su cigarrillo. Exhaló todo el humo en el rostro de Mingyu, haciéndole arrugar la nariz – Elegiste mal a tu presa.

- Así parece – respondió tranquilo, recibiendo una patada en el estómago.

- Y al parecer no te molestará que juguemos contigo un rato – rió fuerte el sujeto, haciendo reír al resto – Tal vez comenzar con un par de dedos quebrados sería un buen comienzo para sacarte información.

- ¿Crees que voy a hablar con algo tan pequeño? – rió Mingyu suavecito, enfadando al hombre. Estaba acostumbrado a estas amenazas de tortura que, al final, no resultaban en nada más que un montón de sujetos muertos y Mingyu saliendo ileso.

Pero escuchó a lo lejos abrirse la puerta metálica y a un hombre gritando – ¡Eh, encontré a este chiquillo merodeando por los alrededores! Parece que viene con él – rio tironeando al "chiquillo".

Su estómago se revolvió por completo y su rostro palideció.

- ¡Vaya! ¿Así que ahora tienes nueva mascota? – rio el hombre. Mingyu sintió todos sus musculos tensarse, y aunque intentó disimular el hombre lo notó de inmediato – Quizás podamos divertirnos con él primero.

- Él no tiene nada que ver con esto, déjenlo – habló intentando sonar tranquilo. Solo recibió una risotada como respuesta, mientras el hombre apoyaba su pie en su cabeza, haciéndole imposible levantarla.

- Eso no es lo que dice tu voz, ¿Estás desesperado? – rio. Mingyu pudo ver desde el ángulo en que estaba los pies de Joshua, tan débiles y delgados como siempre. Por estas cosas odiaba trabajar acompañado - ¿Qué dices, pequeño gatito? ¿Quieres jugar? – oyó que le decía a Joshua, acercándosele y probablemente tomándolo por la cara.

La desesperación se apoderó por completo de él entonces, pero antes de alcanzar siquiera a gritar algo un fuerte ruido hizo eco en todo el edificio, fuerte, dejando a todos callados.

Un disparo.

"Qué diablos..." pensó, sintiendo el cuerpo helársele por completo. Entonces un cuerpo cayó pesado frente a él y pudo verlo: el cuerpo del hombre, el jefe, con los ojos bien abiertos y con una bala limpia en su frente, dejando un agujero del que brotaba y brotaba sangre caliente y mal oliente. Entonces vino el caos, el grito de los cuatro hombres que lo rodeaban, lo soltaron como si se hubiesen olvidado de su existencia, pudiendo así levantarse de inmediato. Entonces lo vio. Joshua, como si jamás hubiese estado asustado en su vida, como si jamás se hubiese visto frágil o temeroso, sujetaba un arma firmemente entre sus manos delgadas, y de un tiro le dio a otro de los sujetos, haciéndole caer al suelo, un ruido sordo haciendo eco en sus oídos. No esperó más y sacó su arma, eliminando a los otros dos sujetos de una vez antes de que pudiesen siquiera reaccionar.

Miró entonces a Joshua, con los ojos bien abiertos y sin entender absolutamente nada.

- Tú... qué diablos fue... - dijo más confundido que nunca. Joshua lo miró tranquilo, y lo apuntó con el arma. Su estómago dio un vuelco, y antes de poder decir algo Joshua movió la pistola hacia un lado y jaló el gatillo, disparando sin dudar ni un segundo, matando al hombre que silencioso trataba de asechar por la espalda a Mingyu.

Joshua lo miró a los ojos con esa misma tranquilidad felina de siempre, con su cabello desordenado y su cuerpo delgado y frágil a la vista. Pero no era frágil, no era nada frágil, y Mingyu acababa de descubrirlo.

- Acabas de... Cielos... - murmuró sin poder creerlo aun. El chiquillo no dijo nada, solo se encogió de hombros y se le acercó tranquilo, mirando los cuerpos a su alrededor – Gracias – susurró Mingyu y pudo ver una suave sonrisa dibujarse, casi difuminada, en el rostro del más bajo.

-

Era cierto, Mingyu prefería siempre trabajar solo a estar acompañado pues esto requería más cuidado y la preocupación de que a su compañero pudiesen hacerle daño, pues asesino y todo, Mingyu tenía un corazón demasiado blando como para no preocuparle que pudiesen lastimar a sus compañeros. Pero ahí estaba Joshua, llegando de la nada a su vida y de pronto acompañándolo a todos sus encargos, ayudándolo a eliminar a los sujetos de cada trabajo y, de cierta forma, haciéndole sentir aún más seguro que antes.

Y era divertido, tener a alguien que lo acompañara, incluso si ese alguien era un chiquillo cinco años menor que él, que no emitía palabra alguna y que solo lo miraba como un gato asechando. De cierta forma, comenzó a acostumbrarse a la compañía y trabajar solo (solía decirle que en las misiones de un solo sujeto era mejor que se quedara en el auto) le hacía sentir un extraño vacío.

Pero al mismo tiempo, comenzaba a sentirse curioso. No sabía nada de él, además de su nombre, su edad, y que lo había encontrado apuñalando a su padre. ¿De dónde venía? ¿Qué había hecho con su vida hasta entonces? Con 23 años de edad debió haber hecho algo hasta ese momento. Se sentía intrigado, curioso.

Cautivado.

Llegaron a la habitación una noche tras el trabajo, cansados por lo duro del día. Mingyu se quitó la corbata, quejándose sobre lo difíciles que eran algunos sujetos y cómo odiaba cuando se resistían o intentaban dar lástima. Observó entonces a Joshua y frunció el ceño al verlo tan tenso quitándose la chaqueta y la corbata, recientemente Mingyu le había dado un traje con la excusa de que lo tenía guardado y le quedaba pequeño y Joshua lo había aceptado sin decir nada, dándole como respuesta una suave reverencia y mirando a otro lado para que Mingyu no pudiese ver el leve rubor que se había formado en su rostro. Mingyu lo había visto. Desde entonces había notado que cada día después de salir volvía molesto y tenso, se veía estresado y constantemente salía de la habitación para ir por ahí a caminar. Ya todos en el edificio lo conocían y nadie le importaba demasiado su presencia, a nadie le molestaba pues el chiquillo no molestaba a nadie. Se cruzó de brazos al verlo luchar contra la corbata que no quería deshacer el nudo.

- ¿Qué diablos te pasa? Hace días que estás muy tenso – dijo haciéndole, notoriamente, tensarse más. Joshua lo miró y como siempre no dijo nada – Oye sé que desde que llegaste no hablas nada y realmente me acostumbré, pero a veces es un poco incómodo ser el único que habla – se quejó. Joshua no le puso atención, solo se quitó la corbata y le dio la espalda para ir al baño – Quizás estás acumulado, chiquillo, necesitas una puta o algo.

Entonces Mingyu supo, por la mirada instantánea que Joshua le dio, que quizás no debió haber dicho eso último. Se miraron fijo durante un largo rato, ninguno dijo nada, Joshua lo miraba con esa mirada felina que a veces le incomodaba un poco.

Uno, dos, tres pasos y Joshua estaba de pie frente a él, como asechándolo, mirándolo fijo a los ojos. Sin darse cuenta Mingyu dejó de respirar, solo podía oír la respiración calmada del chiquillo frente a él y su propio corazón acelerándose. Entonces sintió las manos en su pantalón, abriendo su cinturón, abriendo el botón, deslizando el cierre, la mano delgada y fría metiéndose debajo de su ropa interior, rodeando su pene con su mano, haciéndole sentir el calor subir desde su entrepierna hasta su rostro, sonrojándose al instante. No lo alejó, no se movió, no respiró, solo lo miró con ojos bien abiertos recibiendo una mirada desafiante como respuesta.

Y una sonrisa.

De pronto Joshua ya no estuvo más frente a él, de pronto su cabeza bajó con lentitud, de pronto el agarre de su mano en su miembro se hizo más firme, de pronto no fue más una mano lo que rodeaba su miembro, de pronto todo comenzó a volverse más y más caluroso, húmedo; bajó su mirada y volvió a encontrar esos ojos, profundos, mirándolos de forma tan intensa que sintió que era capaz de leerle la mente.

- Joshua... - susurró asombrado. No lo alejó. El chiquillo lo miró inocente desde su sitio, lamiendo, succionando, sonriendo, como si lo invitara a detenerlo.

No lo hizo.

Sintió cómo comenzaba a endurecerse en su boca, cómo el calor aumentaba, cómo sus piernas flaqueaban, se dio cuenta entonces que había pasado tanto desde la última vez que se había acostado con alguien, que había pasado demasiado tiempo desde la última vez que se sentía tan caliente y excitado. Se dio cuenta de lo solo que había estado hasta entonces. Observó la cabeza rosada del muchacho moverse de adelante a atrás, haciendo ruidos húmedos, podía ver sus orejas rojas, sus hombros delgados, sus manos sujetándolo, sus piernas flexionadas, cómo abría sus piernas. Un gemido que no era suyo. Rió un poco, no podía creer esta situación.

Lo alejó entonces, sujetándolo por los hombros, viendo su miembro aparecer nuevamente saliendo de su boca, en la cual se dibujó una sonrisa tan triunfante, tan gozosa, que por un momento Mingyu olvidó que era un asesino de la mafia, que era un par de años mayor que él, que solo lo conocía hace un tiempo corto, que había estado solo tantos años.

- ¿En serio? – preguntó entonces, su voz tembló más de lo esperado. Joshua se enderezó entonces, mirándolo desde abajo con ojos brillantes.

Mingyu lo miró hacia abajo, temblando, sintiendo la mano masturbarlo. Joshua se apoyó en su pecho como un gatito buscando cariño. Mingyu le alejó la mano entonces, sujetando ambas muñecas con sus manos. Un suspiro escapó de los labios del más bajo y todo estuvo perdido.

El resto fue rápido. Besos desesperados, manos inquietas tocando, apretando, frotando, desvistiendo al otro, gemidos, gruñidos, cabello despeinado, más besos, miradas; pronto se encontraron en la cama, desnudos, Joshua boca abajo gimiendo contra la almohada mientras Mingyu lo penetraba con desesperación, recibiendo lujuriosos gemidos y sonidos deliciosos como música para sus oídos, mezclándose con el choque de sus pieles, las respiraciones agitadas, el crujir de la cama, una obscenidad, los ruidos húmedos de Joshua tocándose sin vergüenza con su mano temblorosa. Mingyu besó su cuello, su espalda sudada, su cabello, su nuca, sus hombros, sujetándolo por las caderas sin dejar de embestir, sin dejar de deleitarse por sus gruñidos y esos suaves quejidos dulces de la garganta del chiquillo de cabello color pomelo.

Se salió de él por unos instantes, ganándose un quejido de sorpresa y decepción, Joshua quería, no, necesitaba más. Sin decir nada lo tomó por los hombros, lo giró dejándolo boca arriba, abrió sus piernas y volvió a penetrarlo de una vez. El gemido que recibió fue glorioso. Mingyu apretó sus ojos, respirando con fuerza, Joshua se aferró a su espalda, rasguñando su piel morena y húmeda, deslizando sus dedos, desesperado. Una boca en su cuello, una lengua suave y húmeda recorriendo su piel, lamiendo su mandíbula, su oreja, su cuello, su hombro, su mentón, desesperado, excitado. Mingyu le abrió más las piernas, poniendo cada una sobre sus hombros, haciendo que Joshua soltara un gritito extasiado. No les importaba si los oían, no les importaba nada, solo les importaba estar ahí, juntos, mirándose a los ojos como si de una competencia se tratase, culeando con fuerza, sin alejar las miradas, sin intención de rendirse ante el otro.

Y ahí estaba, esa sonrisa en los labios de Joshua, tan satisfecho y felino, como si ronroneara, maullando por más. Mingyu no pudo evitarlo y sonrió, entrecerrando sus ojos, intentando que el muchacho debajo suyo perdiera el juego. Ninguno se rindió, y sin dejar de mirarse a los ojos, sin dejar de tocarse Joshua alcanzó el orgasmo con un fuerte gemido, eyaculando sobre su mano y su estómago, sin dejar de masturbarse con una mano y agarrándose fuerte del hombro de Mingyu con la otra. Mingyu no tardó en unírsele, y con un gruñido y un suave gemido alcanzó el clímax, disfrutando el dulce orgasmo sin alejar la vista de los ojos de Joshua, uniendo sus frentes en un choque suave y tibio.

Dejó de moverse con suavidad y salió de su interior de una vez, dejándose caer a su lado, aun con un brazo rodeando disimuladamente el cuerpo de Joshua como si de un abrazo se tratase. No dijeron nada durante un buen tiempo, respirando acompasados, sintiendo el frío comenzar a contrastar contra sus pieles tibias.

La realidad los golpeó entonces, y Mingyu se sintió un poco mal, como si se hubiese aprovechado de él. La vergüenza lo azotó con fuerza y le dio miedo volver a mirarlo a los ojos. Joshua soltó el aire de sus pulmones en un suave suspiro.

- ¿Cuántas veces...- dijo Joshua en un susurro, haciendo a Mingyu dar un salto; había pasado tanto desde la última vez que lo había oído hablar - ...bastan para pagar mi deuda? – preguntó entonces.

Mingyu rió.

- No seas descarado – dijo con una suave risa, girándose para volver a mirarlo – no lo hiciste por ninguna deuda – lo desafió, y como era de esperarse, Joshua sonrió.

- Quizás... - susurró.

Esa noche durmieron juntos por primera vez.


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N/A: Primera vez que escribo un Minshua? nunca pensé que lo haría pero aquí está! Espero lo disfruten :3c serán dos partes, así que pronto estaré subiendo la segunda. Besos! <3

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