ARDER EN LIBERTAD

By ElizabethBermudez156

219K 9.7K 475

"Besar su piel me sabía a vida, en sus manos alcanzar el cielo y encontrar libertad." Jessica Giovanna Blosso... More

DEDICATORIA.
UNO.
DOS.
TRES.
CUATRO.
CINCO.
SEIS.
SIETE.
OCHO.
NUEVE.
DIEZ.
ONCE.
DOCE.
TRECE.
CATORCE.
QUINCE.
DIECISEÍS.
DIECISIETE.
DIECIOCHO.
DIECINUEVE
VEINTE.
VEINTIUNO.
VEINTIDOS.
VEINTITRES.
VEINTICUATRO.
VEINTICINCO.
VEINTISEIS.
VEINTISIETE.
VEINTIOCHO.
VEINTINUEVE.
TREINTA.
TREINTA Y UNO.
TREINTA Y DOS.
TREINTA Y TRES.
TREINTA Y CUATRO.
TREINTA Y CINCO.
TREINTA Y SEIS.
TREINTA Y SIETE.
TREINTA Y OCHO.
TREINTA Y NUEVE.
CUARENTA.
CUARENTA Y UNO.
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES.
CUARENTA Y CUATRO.
CUARENTA Y CINCO.
CUARENTA Y SEIS.
CUARENTA Y SIETE.
CUARENTA Y OCHO.
CUARENTA Y NUEVE.
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO.
CINCUENTA Y DOS.
CINCUENTA Y TRES.
CINCUENTA Y CUATRO.
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS.
CINCUENTA Y SIETE.
CINCUENTA Y OCHO.
CINCUENTA Y NUEVE.
SESENTA.
SESENTA Y UNO.
SESENTA Y DOS.
SESENTA Y TRES.
SESENTA Y CUATRO.
SESENTA Y CINCO.
SESENTA Y SEIS.
SESENTA Y SIETE.
SESENTA Y OCHO.
SESENTA Y NUEVE.
SETENTA.
SETENTA Y UNO.
SETENTA Y DOS.
SETENTA Y TRES.
SETENTA Y CUATRO.
SETENTA Y CINCO.
SETENTA Y SEIS.
SETENTA Y SIETE.
SETENTA Y OCHO.
SETENTA Y NUEVE.
OCHENTA.
OCHENTA Y DOS.
OCHENTA Y TRES.
OCHENTA Y CUATRO.
PENÚLTIMO CAPÍTULO.
ULTIMO CAPÍTULO.
EPILOGO.
Agradecimientos y Nueva temporada!

OCHENTA Y UNO.

2.1K 102 12
By ElizabethBermudez156

Desperté a causa de la llamada de mis amigas, pronto me pusieron al tanto y me indicaron cómo transcurriría la noche. La fiesta se nombraba "La luna negra" éstas eran conocidas por la vestimenta y maquillaje negro. Durante los últimos años los hombres habían comenzado a implementar mascaras. No eran de las fiestas más genuinas, siempre destacaban por ser relativamente inseguras, avalando esto sus organizadores. Y definitivamente la adrenalina del peligro ya no me atraía en lo absoluto como sí hace años. Si esta vez asistía era porque sabía que como todas las veces anteriores permaneceríamos juntos y nada nos pasaría, como siempre. Jamás nos arriesgamos ni jugamos con fuego, siempre permanecíamos juntos y la diversión estaba en nosotros.

Me puse un vestido negro ajustado y corto, tacones aguja del mismo color, el pelo suelto con grandes ondas y mis ojos sombreados con un color oscuro al igual que mis labios. En el mismo momento que quedé a gusto con lo que el espejo me mostraba mi celular comenzó a sonar.

—Dime. —Le dije a Sami mientras rebuscaba mi dinero en caso de emergencia.

—Nos vestiremos de rojo. —

—¿Qué? ¿Por qué? Ya tengo puesto un vestido negro. —

—Vivi no tiene nada negro, ya sabes las flores y lo hippie va con ella. —Pude notar su voz con rastros de burla. —Ella usará su vestido que le regalé en su cumpleaños, el rojo, ajustado... así que decidí también vestirme de ese color, ya sabes. —

—¿Estas insinuando que las acompañe con el rojo? —Pregunté sentándome sobre la cama. —Jamás me molestó llamar la atención, pero ¿justo en una fiesta de estas? Seremos el blanco. —Ella lo pensó un poco en silencio, luego le dijo lo mismo a Viv.

Sam suspiró.

—Vivi acaba de recitar una de tus frases de empoderamiento femenino. Dijo algo como que no pueden condenarnos por llamar la atención o algo así.

—Pues no pueden, pero lo harán. —Le dije riendo. Sam le dio mi respuesta.

—Dice que no es justo. —Ambas reímos.

—Bueno, de acuerdo, pero si algo nos sucede...

—Tranquila. Tenemos a los chicos. No dejarían que nada nos pasara.

—Está bien. —Accedí a regañadientes. —¿Dentro de cuanto pasarán por mí? —

—Diez minutos.

—Okey, ya vi algo rojo en el closet. —Le dije poniéndome nuevamente de pie antes de cortar la llamada.

Inhalé y exhalé mirando el vestido, me trajo horribles recuerdos. Aquel vestido usé cundo Harry me descubrió escapándome de mi casa, Con aquel vestido William me arrojó al suelo y también me golpeó. Lo peor de él es que yo terminé destruida con él, pero el vestido seguía intacto.

Busqué otro y al instante lo encontré. Sonreí divertida pareciéndome delicioso y lo vestí.

Por suerte nadie había en la sala para detenerme y decirme algo respecto a lo perra que me veía.

Aceptarlo y presumirlo era otro nivel.

—Ya, ya estoy lista. —Solté el aire subiéndome al auto de Nick sin aire por correr hasta allí.

—¡Estamos aquí desde hace horas! —Exageró Dylan haciéndome reír.

—¿Le avisaste a Tati? —Preguntó Sami a mi lado.

—Sí, pero estaba cansada. Pasará la noche con su prometido. —Dylan me miró burlón.

Luego de unos minutos Nick estacionó fuera de la mansión de los Russuó. Hermanos populares por estas fiestas.

—Chicas ya saben, actuaremos como parejas, estas fiestas son peligrosas y lo saben. —Habló Nick. —Sami conmigo, Mati con Viv y Dylan con Jess. —Nos indicaba. Luego de captarlo bajamos. Nos detuvimos a mirar el panorama antes de encaminarnos a la entrada.

A mi izquierda había dos grupos de personas dentro de la piscina situada frente a la gran mansión. Dylan tomó mi brazo y luego la deslizó por mis hombros.

—No tomes nada que yo no te de ¿Okey? —Me miró con advertencia. —Recuerda la última vez. —

La última vez en una fiesta igual drogaron a Sami con una bebida que un chico le obsequió. Asentí precavida en el mismo momento que analizaba todo el panorama al ingresar. Los cuerpos bailaban al compás de la música y las luces eran únicamente rojas dando un aspecto más serio y peligroso. Y entonces nosotras estábamos ahí, llamando la atención con auténticos vestidos rojos.

—Jamás pueden pasar desapercibidas ¿Cierto? —Se burló Dylan, notando las miradas.

—Jamás. —Negamos las tres.

—Chicos, la entrada no es gratuita. —Una rubia nos detuvo.

—Lo siento, cariño. —Dylan le guiñó un ojo regalándole una leve sonrisa al examinar el vestuario de la chica. Él pagó por todo el grupo y nos encaminó a la pista.

Golpeé su brazo, él me miró aun sin poder quitar la sonrisa divertida y perversa de su rostro.

—¡¿Que parte de "entramos en pareja" no entendiste?! —Lo regañé en silencio, el soltó una risa divertida.

—Lo siento, pero ¿viste lo que era? Una bomba... —Sonrió negando, como si no lo creyera. —¿Luego me dejarás que me vaya por unos minutos? —Suplicó, mirándome con fingido sufrimiento.

—Claro que no, tienes que cuidarme. —Negué.

Pronto fuimos donde cada año la barra de bebidas se encontraba y pedimos un trago para cada uno.

Al probarlo carraspeé, estaba fuertísimo.

—En cuanto veamos estrellas nos detendremos. —Nos recordó Mat. Riendo asentimos.

—Cuando veamos estrellas creo que será muy tarde —Me burlé. Juntando mi meñique junto a los demás, creamos la promesa de detenernos todos juntos en cuanto uno no estuviera completamente intacto.

—Bueno, cuando creamos que debemos parar. —Sugirió entonces.

—No hay necesidad de terminar ebrios, —Sam asintió. —Menos aquí. Jess, nena, sé que tú en lo personal mereces tomar hasta que sea mañana pero aquí...

—No se preocupen por mí, estoy bien. —Solté una risa, divertida. —No busco perder la consciencia. Me gusta tenerla. —Aseguré. Ellos riendo nos llevaron a la pista. Allí nos divertimos bailando y creando prendas genuinas. Algunas chicas atraídas por nuestros chicos se nos sumaron y no nos preocupamos por ello. Si ellos no se alejarían de nosotras lo justo era compartirlos aquí.

—¿Cómo estás? —Gritó Viv por sobre la música.

—Yo muy bien Viv, en serio. —Le aseguré. Ella me miró con suspicacia. —No tendría por qué mentirte, somos amigas.

—Temo que entres en depresión. —Sam asintió. Ofendida negué, rotundamente.

—No entraré en depresión porque un tipo rompió mi corazón.

—Pero no es cualquier tipo... —Me dijo Sam, cuidadosa. Recitando las palabras que alguna vez yo dije.

—Es un hombre, en fin. —Me encogí de hombros. Dejé de bailar, porque ya no tenía sentido. —Rompió mi corazón y me sentí del asco en su momento, pero creo que... puedo pensar en él sin llorar, lo que significa mucho. —Otra cosa muy diferente era tenerlo frente a mí, pero esto lo consideraba un avance. —Estoy bien, lo juro. Me ayudó mucho tener la mente en la boda de Tati, compartir tiempo con ella y pensar en todo esto que está sucediendo conmigo frente a... —Pensé. —No sé que es, pero se siente bien.

Ellas asintieron orgullosas. Me abrazaron con fuerzas.

—Es increíble. Y verte ahí es impresionante. —Me sonrió Sam. De pronto ellas me sacudieron y continuamos bailando, entre risas.

—Te reto a besarte con el moreno que está mirándote. —Me hizo una seña Viv, con la cabeza.

—Uhm, estoy bien, pero no para... esto tan rápido. —

—De acuerdo. —Asintieron, sonriendo. Continuamos bailando entre las tres, sabiendo que nuestros amigos estaban alrededor.

—¿Viv, que sucede con Mat? —Le pregunté, viéndolo bailar animado con una chica.

—Uhm... que puedo decirte. No está preparado para una relación, fue increíble mientras duró, pero las cosas negativas eran... bastantes. Creo que el conocernos tanto nos ahorró tiempo de vaivenes.

—¿Tu estás bien? —Le pregunté.

—Si, a decir verdad, estoy mejor de lo que creí. Antes de ser... "algo" somos amigos así que todo está bien.

Buscamos rápidamente más bebidas para nosotras y volvimos a nuestro lugar. Nick nos lanzó una miradita verificando que estuviéramos ahí.

—Realmente ellos valen oro. —Sam sonrió, mirándolos.

—Eso mismo pensaba. —Asentí.

En cuanto pasó media hora, ellos con aquellas chicas volvieron a nosotras, entre risas.

—¿Nos extrañaron?

—Que infieles son. —Los regañó Sam.

Dylan tomó mis manos y comenzó a bailar conmigo, entre risas, me hizo girar y besó mi mejilla más veces de las que tenía permitido haciéndome reír demasiado.

—¿Por qué no bailas para mi como en el video? —Preguntó, por sobre la música. Solté una carcajada. Nick lo miró divertido.

—Porque esas cosas no son para... amigos que amo como hermanos. —Respondí.

—Acabas de hacerle tweerk a este hermano. —Respondió sin poder creerlo. Estallé en risas escupiendo toda la bebida que tenía en mi boca. Ellos comenzaron a reír tanto que terminaron en el suelo, conmigo de pie limpiándome, sin poder dejar de reír. Los amaba.

Nick continuó bailando conmigo, entre risas pasaron horas. Pero de pronto Viv y Mat se nos perdieron. Y al encontrarlos evitamos risitas. Ellos estaban en una esquina, besándose.

Miré a Sam, ella presionó sus labios.

—Antes de ser "algo" somos buenos amigos. —La imitó, haciéndome reír.

Nick los miró, serio, pensando en ello.

—Es raro. Somos amigos de toda la vida, es raro verlos besarse. Es como si... —Él me miró. —Como si te besaras con Dylan. —Lo señaló. Él comenzó a reír.

—Más que raro, desagradable. —Fingió asco él. Rompí en risas.

—Tienes razón. —Asentí riendo. —Pero qué pueden hacer, si se gustan...

—Mat nos dijo que Viv es demasiado para él.

—Esas son las contraindicaciones de una pareja en un grupo de amigos. —Me quitó las palabras de la boca Sami. La señalé. Ellos no entendieron.

—El hablar del otro con los demás. Viv con nosotras, Mat con ustedes. —

—Cierto. —Asintió Nick.

—¿Cómo te dejaron salir? —Preguntó Nick, extendiéndome su vaso de cerveza.

—Uhm... no lo sé.

—¿Amenazaste con hacerle un juicio de nuevo? —Se burló Dylan. Me crucé de brazos.

—No es gracioso. —Me defendí, pero ellos ya estaban riendo. —Y a decir verdad pues no, no hizo falta. Ellos no confían en mí así que prefirieron dejarme ir con su autorización y consentimiento a que huya. Aunque entre nosotros ya no lo habría hecho. —

—Bueno, estamos aquí así que tan malo no es. —Nick me abrazó. —Ya pasará todo esto.

Asentí, sabiéndolo.

Con el correr de las horas me encontraba buscando agua en algún sitio de las cuatro neveras llenas que había en la cocina. Frustrada al no conseguir nada.

—Cielo, no encontrarás más que alcohol aquí. —Un rubio se quitó la máscara a mi lado. Me miró con una radiante sonrisa, la cual se me hizo bastante conocida.

—Me di cuenta. —Sonreí amigable.

—Nos encargamos de que no salga nadie sobrio de aquí. —Soltó una risa. —Nadie disfrutaría entonces.

—Puedo disfrutar sin tomar, por suerte. —Sonreí. —¿Eres el organizador? —Pregunté, pero en el fondo supe que lo era, y en cuanto asintió mi cuerpo se llenó de alertas. Lo disimulé.

—Es mi casa. —Explicó. Entonces me miró y sonrió de forma inquietante.

—Bueno... iré con mi novio. —Sonreí, marchándome.

—Jessica Blosson. Ya sé de ti. —Me detuvo en el camino. Lo miré. El rubio se recargó contra la pared y me extendió una mano, no tomarla podía ser una mala idea, pero tomarla también. Mantuve mi sonrisa y mi calma y la tomé. Él me aproximó a él. —Modelo, influencia en un nuevo movimiento raro de... mujeres. Dueña o futura dueña del hospital Blosson. Haces presentaciones en Acrobacia en telas... Y no estas disfrutando mucho de la fiesta. —

Okey, era mucha información. Me resultó inquietante, pero continué sonriendo como si me resultara un halago que supera tanto de mí. Pero entonces reaccioné.

—¡¿Eres el de la playa?! —Exclamé de golpe.

—El mismo. —Me dedicó una sonrisa coqueta. Arqueé las cejas con sorpresa. Me obligué a relajarme.

—¿Te encargaste de googlearme o qué? —Bromeé.

—Podría decirse que sí, luego del accidente no te quité de mi mente. —Luego me observó entera sin disimulo, con una sonrisa como si lo disfrutara. —¿Siempre eres de destacar haciendo diferencias? —Señaló mi vestido.

—¿El accidente? —Pregunté confundida, ignorando lo que había dicho después. Acepté la botellita de agua que otra chica me extendía —Muchas gracias. —Le sonreí a la morena.

—Descuida, tuve que ir a comprar y me acordé de ti. —Me sonrió.

—Oh que linda, ¿Quieres el dinero? Mi amiga lo tiene, podemos ir a buscarlo. —

—No te preocupes. —Sonrió negando. —Tengo que irme, que la disfrutes. —

—¡GRACIAS! —Le grité antes de perderla de vista. Dejé mi mirada en el rubio.

—Estaba ahí. En el accidente. —Continuó. —¿Quieres bailar? —Añadió impaciente.

—¿Qué? —Un escalofrío erizó mi piel. —¿A qué te refieres? —Mi corazón latió con fuerzas.

—De verdad lo siento, necesitábamos dinero. No dejé que te lastimaran. Te conocía, no te preocupes, si te reconocen no te harán nada. —El cinismo de sus palabras me aterró.

Toda mi seguridad se esfumó. Quería haberme confundido, necesitaba procesarlo y haberlo entendido mal.

—¿Tú estrellaste tu auto contra mí? —Retrocedí, pero su pánico al continuar con el tema fue evidente. Él volvió a tomar mis manos, con firmeza para mantenerme en el lugar. Quise soltarme, pero él no lo permitió.

—Lo siento tanto, de verdad no queríamos que se nos fuera de las manos, solo interceptamos a los que pasan, pero con tu auto... Fue diferente, lo destrozamos y no queríamos eso. Y no sabía que eras tú. Estabas inconsciente y traté de convencer a los demás que nos fuéramos, pero no me hicieron caso. No sabes cuan arrepentido estoy. —

—No fui la única... no lo hiciste solo conmigo. ¡Suéltame! —Me solté de sus manos con violencia, pero aún abrumada. —No solo interceptan, hay más accidentes de esa magnitud. Hay personas que terminaron en el hospital. 

—No sabíamos que eras tú. 

—¡No importa si era o no yo! Es lo que ustedes hacen. —Exclamé, pero al ver su desesperación para que nadie oyera silencié, insegura.

—Esta fiesta tenía que hacerse si o si, es algo de cada mes... lo lamento. Ya no podemos pedirles a nuestros padres el dinero para hacerlas, y debíamos buscar alguna forma de... —Abrí mi boca, pero no logré soltar nada. La fiesta en la que yo estaba, la cual estaba dentro de una mansión llena de lujos se logró con el dinero de mi hermano y mi accidente, y con muchos otros... ¿Eso era lo que quería decirme? Retrocedí, pero él volvió a tomarme.

—¿Tú quién diablos eres? —Dylan apareció en escena tomándome de la cintura, y apartándome al instante de él. —No vuelvas a acercarte de esa manera a mi novia, imbécil. ¿me oyes? —Amenazó con violencia, señalándolo con su dedo, a pesar de que sabía bien quién era. Dylan siempre era el primero en decir que nos mantuviéramos todos alejados de ellos.

—Tranquilo, solo quería hablar con ella. —Me miró, sin tomarle importancia a él. —De verdad lo siento. —Emitió antes de irse.

—¿Qué quería? ¿Por qué te tomó de esa manera? —Él me obligó a mirarlo. Negué, fingiendo despreocupación.

—Solo no quería que me fuera... Estoy bien. —Me abaniqué el rostro con las manos. —¿Podemos ir afuera? Me estoy ahogando aquí adentro. —Pregunté. Él asintió enlazando nuestras manos, sabiendo que el rubio a metros junto a sus amigos nos miraba. Él me guio fuera de allí. El aire me hizo respirar profundo en cuanto tuve contacto.

¿Cómo les diría? Me quería ir de allí lo más rápido posible.

Él bailando nos guio a una medianera en el lateral de la casa, allí me senté.

—Jessica... No ligué con ninguna chica. —Me dijo, mientras yo me reacomodaba el vestido. —Déjame hacerlo antes de irnos. La rubia me llama. —Se quejó.

—No me dejarás sola. —Negué.

—No te pasará nada. —Esbozó pucheritos mirándome y al no devolverle la mirada bufó escandalosamente. —Ese tipo no se acercará. No insistió ni te miró feo, ni nada. —Acortó distancias dejando sus manos en mi cintura y ubicándose entremedio de mis piernas luego de abrirlas. Miré sus movimientos con suspicacia. —Por favor.

—Puedo dejarte ir, pero si me pasa algo no lo lamentes después. —Me crucé de brazos. Dylan sonrió tomando mis brazos, él besó mis manos y las dejó en mis piernas.

—No pienses en que algo puede pasarte.

—Dylan, no te preocupes, ve, no tengo miedo, lo juro. —Porque era cierto. —Ve. —Pero esto lo hizo dudar. Mordió su labio inferior mirando el suelo y luego volvió a mi inseguro. Comencé a reír. —Dylan, Vete. Tu chica se irá y yo no quiero soportar reclamos después. Es cierto, estuviste toda la noche conmigo, y si nada pasó nada pasará.

—Uhm... —Negó, cambiando de idea.

—No seas tonto. Vete. —Él se acercó peligrosamente a mis labios así que antes de que cometiera otro delito aparté el rostro, Dylan terminó besando divertido mi mejilla.

—Mejor me quedo contigo. —Murmuró. Dejó sus manos en mis piernas. Di un respingo.

—¿Puedes dejar de ser tan mujeriego? —Exasperé.

—Claro que no, no tengo compromisos ¿Por qué lo haría? —Sonrió.

—Soy tu amiga, debes amarme como tal.

—Te amo con tal Jessica. —Sonrió.

—¿Estás utilizándome porque no puedes ir con otra chica? —Negó, inclinándose a mi cuello para respirarme, produciéndome cosquillas. Reí apartándolo.

—Ya te probé, y me encantó hacerlo. ¿Puedo besarte de nuevo?

—Dylan... —Advertí.

—Okey... está bien. —Se rindió. —Lo intenté. —Él me despeinó, ganándose un respingo y un golpe mío. —¿Cómo puede ser que recién te haya besado luego de tantos años?

—Puede ser porque te volviste mi amigo. Y a los amigos no se besa. —Le expliqué. Él comenzó a reír.

—¿Entonces me dejas ir?

—Pues no, ya cambié de opinión. Te quedas aquí conmigo. Perdiste la oportunidad. —Lo aparté, cerré mis piernas y arreglé mi vestido. —Si muero tendrás cargo de consciencia toda su vida.

—Jamás te dejaría sola si supiera que estás en peligro. La fiesta está condenadamente sana. —Negué con la cabeza, rotundamente, aunque sabía que dentro de todo era cierto.

Dylan volvió a acercarse a mí, me obligó a abrir las piernas y se metió entre ellas, haciéndome quejar.

—No te pasará nada. —Murmuró. Sus labios viajaron a mi cuello y depositaron en beso allí, húmedo y sugestivo, con claras intenciones de debilitarme. Tomó de mi cintura y me acercó más a él, con facilidad y urgencia, dejándome completamente pegada a su cuerpo, el vestido al borde. Miré nuestros cuerpos. Pensé en Harry y eso me irritó. Molesta lo miré, él enarcó una ceja.

—¿Estás enojada conmigo? —Musitó. Con el ceño fruncido negué. Porque me molestaba el extrañar a Harry e incluso pensar en él cada momento.

Deshizo la cruz de mis brazos y se inclinó a mi cuello, allí mordió con sutileza mi piel, provocándome escalofríos, dejándome la clara evidencia de su dominación perfecta en lo sexual. El deslizó su boca por mi piel y la llevó a mi mejilla, recorriendo mi piel hasta llegar a mi boca, y entonces ahí lo aparté.

—Okey, okey. Vete. —Él sonrió y besó mi frente. —Mi celular. —Le pedí antes de que se fuera. Él sabía cómo conseguir lo que quería.

Recargué mi cara en mis manos y a los largos segundos decidida a no cambiar de parecer marqué ese número en el teclado de mi celular... solo tres tonos sonaron hasta que una mujer me atendió.

—9011 ¿en qué podemos ayudarte? —Di un vistazo a la fiesta por dentro desde los grandes ventanales. Las personas bailaban divirtiéndose, muchos drogados, y otros ebrios. Algunos afuera dentro de la piscina y otros riendo en su alrededor, tomando, entre risas, fumando. —En seguida vamos para allí. —Me dijo, luego de darle la dirección y lo que sucedía.

Miré las estrellas y cerrando mis ojos respiré profundo, inhalando el aroma que había cerca de mí, pero al hacerlo mi respiración se cortó. Con miedo miré al frente y en efecto era él.

Lucía como un sueño imposible, como la felicidad, como el paraíso. Se detuvo frente a mí, y estaba tan cerca, como si fuera para mí, y quizás podría tocarlo o besarlo, pero jamás sería mío. Siempre sería imposible.

Intenté hablar, pero nada salió de mi boca. Él humedeció sus labios y me dio una sonrisa cálida, de esas que reconfortaba mi alma.

—Qué haces aquí. —Susurré al fin.

—Hola... —Musitó. Presioné mis labios.

—¿Qué haces aquí, Pierce? —Murmuré.

—Tardé en encontrarte ahí adentro, pero porque no estabas, siempre destacas en la multitud. —No estaba respondiéndome. —¿Por qué estás aquí sola?

—¿Por qué no me respondes? —Pregunté. —No es por alardear, pero si viniste hasta aquí creo que es por mí, y si es así debes darme respuestas.

Pierce bajó la mirada un segundo.

—Estaba... preocupado.

—¿Preocupado? Es solo una fiesta.

—Ningún lugar es seguro. —Se acercó más a mí.

—¿Entonces no podré ir sola a ningún lugar sin que tu verifiques que esté bien? —Recriminé. Pierce negó, su mirada lucía decaída, no me miraba con esa fuerza y esa autoridad que lo caracterizaba y es que lucía inseguro, con pasos dudosos, sabía que el estar haciendo esto estaba mal.

—Me asusta pensar demasiado en que algo pueda pasarte y yo no esté ahí para... salvarte. O que te encuentres sola o tengas miedo. O...—

—Pierce. No te necesito. —Musité. Él me miró con tristeza.

—Sé que no. —Aseguró. —Pero yo sí. Es egoísta, —Susurró. —También lo sé.

—Tienes que dejarme. —Le dije, aunque me pecho dolió al soltarlo.

—Lo sé. —Musitó, levantando su mirada para mirarme. Frunció el ceño, negando, como si le resultara imposible. Él llevó su mano cálida a mi mejilla y al instante aquel gesto genuino me hizo respirar profundo. —¿Él...? ¿Él ocupó mi lugar?

Dylan.

Había visto lo que había hecho conmigo.

Inspiré profundo, negando.

—Eso jamás pasará. —Fui yo esta vez la que se sintió débil, quien tomó su mano y la acarició. —Solo es Dylan. Es impulsivo y mujeriego. Es mi amigo.

—Espero que no haya sido tan... amistoso cuando eras mi novia.

—La pregunta ofende. —Murmuré, —Cuando era tu novia jamás se me hubiera pasado por la mente el dejar que alguien se interpusiera entre nosotros. —Recriminé yo también. —A diferencia de ti.

—Estás tan afilada. —

—Así te gusto. —Murmuré, apartando la mirada. Lo oí reír, haciéndome sonreír, molesta.

—Así me encantas, Blosoon. —

—¿A qué viniste realmente? —Él inspiró profundo.

—Te extraño. —

Lo miré con tristeza. Justo en ese instante pude encontrar la cadenita que compartíamos, aún estaba en su cuello de forma intacta, como si jamás se la hubiera quitado.

—No importa cuantas veces lo digas, no obtendrás nada. Y no lo obtendrás porque así tú lo quieres.

—Jessica yo no dejé de amarte.

Exasperé, apartándolo.

—¡Pues ya no es mi problema, Pierce! —Exclamé, poniéndome de pie y alejándome para tomar distancia. —No entiendo que es lo que quieres que te diga. ¡¿Qué es lo que esperas oír?! ¿Quieres que te diga que continúo amándote y te extraño más que a nada en este mundo?! ¿Quieres que te diga cuanto me dolió lo que hiciste? ¿Acaso quieres que te asegure que no habrá jamás nadie que pueda ocupar la ausencia que dejaste en mi corazón? ¡Es egoísta sabes! ¡Es muy egoísta que no me dejes intentar olvidarte!

—No puedo hacerlo. —Musitó, con la voz rota.

—Mírame a los ojos y dime que es lo que tú sientes realmente, que es lo que esperas y qué quieres. Ya no lo transformes ni lo disfraces.

—¡No puedo hacerlo!

—¡Dímelo Pierce!

—¡Jessica te amo! ¡Y me duele ya no tenerte! —Exclamó. —Me da miedo encontrarme solo cada día sin ti a mi lado, pensarlo me aterra. Eres mi futuro más perfecto, Jessica. Cada día siento que te necesito más. —

—Pero seguirás eligiendo a mi padre y yo... Yo seguiré viviendo mi "Adolescencia" —Recalqué, como me había dicho hace semanas. Pierce bajó la mirada. —Continuaré en estas mierdas de fiestas que ya ni siquiera me consuelan ni me divierten. Continuaré viviendo esto. Y nada volverá a ser como antes. Lo que vivimos fue... una fantasía. —Exclamé, angustiada. —¿Qué es lo que esperas de mí, Harry? ¡¿Qué esperas oír de mí?!

Él negó, con tristeza.

—...que todo estará bien. —

Mi garganta me estranguló y quemó. Recordé la magia de sus besos, la magia de sus caricias y su mirada dulce en mi. Recordé como me acurrucaba en sus brazos repitiéndome que me amaba, hasta cansarse. Recordé cada instante y allí vi que perder todo eso le dolía tanto como a mí. En sus ojos lucía como si algo estuviera apuñalándolo y ni siquiera tuvieras las fuerzas de salvarse a sí mismo.

—Estarás bien. —Le dije, aunque quería llorar. Porque estaba completamente segura de ello. —Todo esto calmará algún día. Esto que sientes desaparecerá.

Él negó con tristeza.

—¿Y tú? ¿estarás bien? —

—También. —Aseguré. —Pero para que ambos lo estemos debes dejarme ir. Ya no quiero que me busques, porque al no sostenerme con seguridad solo me lastimas.

Su mirada bajó al suelo sin fuerzas. En cambio, yo miré el cielo con angustia, encontrando las estrellas y buscando en ellas el aliento.

—Entiendo lo que sientes. Pero tú rompiste mi corazón. —Mis ojos se humedecieron y mi vista al hombre más precioso se nubló. —Tú me subiste hasta las nubes y me soltaste sin paracaídas... Fuiste tú. Me aferré a ti, no quería que me dejes, Harry. —Confesé aterrada. Mis lágrimas cayeron y junto a ellas el orgullo que sostuve todo este tiempo para él. —Y a veces siento que sin ti no puedo. Pero puedo con mi último aliento decirte que estarás bien, puedo quedarme aquí contigo y asegurarte que lo estarás, pero mientras lo hacemos, mi corazón duele más. Porque tenerte cerca me duele cuando a ti te alivia, porque fuiste tú el que tomó el control de nosotros de separarnos. Aun cuando mi amor por ti no me cabía en el pecho. Harry no quiero recriminarte, porque te amo y sé cuánto duele, —Sollocé, con mi garganta estrujándome. —Pero ya no puedo más, no puedo fingir más que no duele frente a todos cuando no es así. Ya no puedo. Si tu rompiste conmigo con un propósito en tu vida y continúas creyendo en ello, déjame dejar de amarte. —

Estaba hecha trizas. Pero frente a mí ya no quería soltarlo, aunque le suplicara que me dejara ir, aunque le suplicara que dejara de buscarme, no quería que lo hiciera. Porque cuando por fin eso sucediera mucho en mi moriría.

Vi sus ojos cristalizados, sus largas pestañas bañadas de lágrimas, intentaba respirar, intentaba no llorar frente a mí, intentaba que las lágrimas no resbalaran en sus mejillas, pero el dolor estaba allí. Palpable.

Me oía, sabía lo que sentía y sabía lo que era mejor para mí, sabía bien lo que hizo en mí y que lo que continuaba haciendo estaba mal, pero justo ahí descubrí que Harry Pierce no era perfecto, él también estaba atado a mí y esto, el manejar esta ruptura de esta manera me demostraba que, aunque sus palabras dijeran algo, él como yo tampoco podía soltar al amor más grande que tuvimos.

Tomé una gran inhalación. Aunque su cuerpo estaba junto al mío como si fuera uno solo y nuestras respiraciones fueran un descompás peligroso necesitaba que se acercara más. Mi alma necesitaba tenerlo aún más cerca, quería volver a sentir sus labios en los míos, en mi piel, quería volver a sentir sus caricias y sus dulces susurros. Quería volver a despertar junto a él.

Pero debía apartarme. Y mientras continuara frente a mí me decidí a no dejar nada en mi garganta, no guardaría nada en mí.

—A veces me pregunto por qué no fui suficiente, pero mi consuelo es saber que tú serás mucho más feliz de lo que fuimos, algún día. —Comprendí, cuando mi intención fue algo completamente diferente al comenzar. Si no era yo, era alguien más. Yo no era para él, por algún motivo. El amor está destinado a ser o no ser.

Miré el suelo con angustia. —Porque tendrás todo lo que necesitas sin que esa persona te quite nada. Lo tendrás todo. —Al ver su mirada le sonreí. —Harry yo no soy el amor de tu vida y eso me haces verlo tú, pero no te angusties porque significa que alguien más increíble será tuya. Lo tendrás todo y esto algún día dejará de doler. —Le dije, pero no podía evitar que viera cuanto me rompía a mí. Mi corazón estaba deshecho y mi mundo se desmoronaba al verlo frente a mí.

Él inspiró, caminando hacia mí.

—Tu siempre fuiste más de lo que hubiera querido o esperado a mi lado. —Respondió, negando, como si mis palabras no tuvieran sentido. —Eres el mundo y el universo entero, eres más de lo que alguna vez soñé. No necesitaría jamás ninguna otra persona que intente darme algo parecido al amor que tú me diste porque sé que jamás habrá algo igual. —Lo oí y me hizo suspirar, de la angustia. Lo miré con reproche, y le aparté la mirada, herida. —Y si antes te dejé, lo hice por miedo, pero ahora tengo una certeza mientras continúo diciéndote que no, Jessica, y es que tu padre podría destruirte si quisiera. La imagen de padre que era para mí dejó de serlo cuando lo vi lastimarte. No seré yo quien sea el causante de que te marquen la vida, Blosson.

—Tu amor vale más que su futuro armado. ¿no lo ves?

—No lo entiendes amor... —Negó, en un susurro. —El futuro será toda tu vida. Y tú tienes algo asombroso, algo que ni imaginas por delante.

—¿Por qué no me crees capaz de armar mi futuro sola?

—Te creo capas de dominar el mundo entero sola, Jessica, pero no podrás si tienes a Christian prohibiéndote cada paso. Él será tu padre por siempre y jamás podrás cambiarlo ni, aunque quisieras. —Me miró con tristeza. —Te dejé ir y probablemente sea el error más grave que cometí en toda mi vida, y aunque continúe con convicción a mi decisión no significa que dejo de enamorarme cada día más de ti, mi amor. —

—Lo sigues haciendo. —Sollocé. —No puedo estar cerca de ti si me dices que aún me amas, porque aun continúas creyendo que tu decisión fue lo mejor. No creo que este amor pueda terminar, compartir el alrededor y fingir sentirme bien. Por eso necesito que me des el tiempo para... procesarlo y alejarme lo suficiente de ti para dejar de sentir. Harry... te amo. Te amo tanto que tengo miedo. —

—Lo siento. —Susurró. —Lamento no ser lo que mereces. —Pierce tomó de mis mejillas con dulzura, y se acercó más. Mi pecho dolió y mi corazón latió sin control, me sentí presa por él, sabiendo que mi cuerpo y mi mente siempre respondería a él, hiciera lo que hiciera. Sus ojos cristalizados calmaron mi respiración, calmó mi mente por un instante. Solo era él. Solo su amor. A pesar de que había una tormenta en sus ojos éstos me absorbieron y me dejaron hipnotizada.

Parpadeó con calma y se acercó más a mí, inhalé su perfume, tan sublime, y exhalé. Sus labios tuvieron contacto en mi mejilla en un beso, en un beso que encendió mi alma, despertándola, provocando un incendio dentro mío. Cerré mis ojos, sintiendo como aquella corriente me invadía y la sensación se volvía devastadora, pero al mismo tiempo reconfortadora. Su beso suave y dulce se deslizó a un lado más, dejando otro y otro, y cuando su boca estuvo a punto de tocar la mía sentí que el aire se estancaba en mi pecho. Un rose perfecto, un rose que me dejó a sus pies, con la guardia baja, frágil y débil. Aquel rose de volver a sentir sus labios suaves y húmedos me hizo respirar entrecortadamente. Estar tan cerca luego de tanto tiempo rompía y construía tanto en mí que quise llorar, pero a su vez rogar por más.

—Bésame. —Solté, suplicándole. Entonces lo hizo, y sus manos se aferraron tanto a mi cuerpo, presionándome y acercándome a él que ambos respiramos profundo. Y volverlo a sentir fue como tener un instante el mundo en mis manos nuevamente. Lo había extrañado tanto que temí olvidarme de esa sensación, de lo que me provocaba él mi mente, en mi corazón.

Mis manos en su pecho se deslizaron a su cuello. Y en cuanto abrí mis labios pidiendo por más él se alejó un centímetro, buscando mi mirada, pero negué. —Si me besas más no puedes dejarme nuevamente. —Amenacé, con angustia. Y aquello lo hizo soltarme. Mi pecho se comprimió.

Presioné mis labios, viéndolo alejarse. —No me dejes. —Sollocé. —¿Por qué me haces esto?

Harry lució molesto y angustiado también. El verde de su mirada era una selva, era fuego, era caos.

—También soy vulnerable a ti, Jessica. También te amo y me pierdo en ti.

—¡Entonces no me busques más! —Le grité, alejándome más. Volteé, llena de furia y angustia. Deslicé mis manos por mi rostro, cargada de cansancio.

—Jessica... —Suplicó.

—¡Solo hazlo, maldita sea! —Grité, su mirada era una tormenta, era el desastre luego de ella. —Promete que lo harás. —Continué con desesperación.

—¡No puedo hacerlo! —Gritó también. —Jessica no puedo. Lo intenté, lo juro, pero siempre vuelvo a ti. —Pierce tomó mis brazos. Y me dolía, me dolía en el alma que su tacto me quemara tanto en una manera tan diferente a lo que sentí meses atrás. Me quemó en el pecho al recordar sus labios en los míos, continuar sintiendo aquella presión y el hormigueo que dejó en los míos.

Me sentía desesperada. Sabía que amar es la forma más grande de autodestrucción y en ese entonces no quería volver a hacerme eso. Porque amar a Harry Pierce era un suicidio.

—¡Eres un egoísta! —Le grité, furiosa. Harry quiso responder, pero no dejé que lo hiciera. —Ordena tu mente, porque si tu sabes bien qué es lo que harás conmigo, no me busques para hacerme creer lo contrario. No me hagas creer que me amas lo suficiente para no dejarme.

Él tragó saliva con fuerza. Y supe que estaba en pedazos frente a mí, entendí al verlo que lo había roto, completamente.

Unas luces azules y rojas aparecieron a lo largo de la calle alertándome de la siguiente escena, con el paso del vehículo, la sirena podía escucharse con claridad.

Harry frente a mí me desesperó, poder ver lo que sentía y cuanto le dolía me desesperó. Miré el cielo con angustia y volví a él.

Él era mi debilidad. Lo atacaba solo porque no podía besarlo. Él no era malo. Él era mi vida.

Lo miré, entre lágrimas.

—¡No quiero herirte Harry! —Exclamé. —Pero sin querer estás lastimándome y te lo haces también a ti mismo. Y si continúas haciendo esto, —Señalé nuestro alrededor. —Me romperás para siempre.

Él retrocedió, con lamento, tragando saliva. Su mirada profunda atravesó mi cuerpo.

Respiré hasta llenar mis pulmones y despertarme lo suficiente.

—Si vuelves a buscarme no cederé otra vez, Pierce. No volveré a quemarme en ti. —Añadí.

Los oficiales al bajarse, solo nos miraron y con un claro gesto nos indicaron que nos fuéramos, como así también a todos los que estaban afuera. Se dirigieron directo a la entrada y echaron con gritos potentes a todos.

Divisé a mis amigos entre la multitud dirigiéndose hacia la calle.

Miré por última vez a Harry, dispuesta a, con toda la fuerza que había en mí,  dejarlo. Sus ojitos preciosos rogaron por más. Pero ya no podíamos con esto.

Volteé para irme con mi pecho ardiendo. Quise llorar, quise romper en llanto y gritar, incluso dejarme caer, pero no me lo permití. Caminé entre esas personas para dirigirme al auto de mi amigo y allí me encontré con todos.

Dylan me tomó y me observó entera.

—¿Estás bien?

—Ajá, sí. —Asentí, sin querer mirarlo a la cara.

—¡Dios mío! ¿Quién habrá alertado a la policía? —Chilló Sami exaltada.

—Los vecinos, quizás. —Le respondí. —Caminen, antes de que nos arresten. —Con la mirada en el asfalto limpié debajo de mis ojos cualquier rastro de lágrimas. El dolor que sentía dentro de mí era tan profundo que temía soltar un sollozo y romperme en llanto. Me esforcé por respirar profundo.

—¿Ese de allí no es Harry? —Nick me volteó con prisa, al verlo negué desenfrenadamente. Harry caminando de lado contrario a todos. Su mirada estaba en el suelo. Y su paso ya no era tan seguro y elegante como siempre. Caminaba como un alma sin vida entre otros eufóricos.

—Claro que no. —Seguí nuestro camino.

—¿Segura? —Dylan me miró con escepticismo.

—¡Por favor! —Ironicé con lamentables pizcas de angustia. —¿Se creen que no voy a reconocer a la persona que me rompió el corazón? —Tragué saliva para mantenerme firme, pero mis ojos me jugaron una mala pasada. —Ya quiero volver a casa.

—Sí, es él. —Afirmaron entre ellos antes de abrazarme.

—Vamos, linda. Todo estará bien. —Sami abrazándome me guio hasta el auto.

Mi amigo me llevó a casa primera. Cuando estacionó verifiqué la hora y comprobé que solo eran las tres y media. Supe que todos quisieron hacer de sus preguntas, pero me sentía tan fatal que ya ni siquiera quería ocultarlo. Y por esto mismo no omitieron ninguna palabra en el camino.

—Espero que la hayan pasado bien, siento haber interrumpido en lo que estaban haciendo. —Dejé mi mano en mi frente tomándome el calor de ésta.

—¿Qué dices? La policía entro a despojarnos. —Me sonrió Dylan. Bajé con su ayuda.

—Verdad, no sé qué digo. —Fingí una risa. Quizás no les diría. No tenía por qué hacerlo.

—Siento haberte dejado. —Murmuró mirándome con lástima.

—Sé que no lo sientes. —Lo miré con desdén. —Pero me alegra que la hayas pasado bien con la rubia.

Él riendo asintió.

—Lo hice, gracias. —Sonrió.

—Los amo, chicos. Vayan con cuidado. —Los saludé.

—Cariño si te sientes mal me llamas. —Me dijo Sam.

—No importa la hora que sea. —Añadió Vivi.

Asentí con una sonrisa.

—Estoy bien, no se preocupen. Las amo, adiós.

—Nosotras a ti.

—También nosotros. —Dijo Dylan. Al cerrar la puerta Nick bajó la ventanilla. Estiró sus labios. Riendo besé su mejilla.

—Llama cualquier cosa. —Insistió.

—Si, de acuerdo. —

[...] 80

—Lo terminé. —Murmuré, alejando la notebook de mí. Tati sonrió tomándola para leer lo que había escrito. —Sé sincera. Acepto críticas.

Me levanté para vestirme mientras ella terminaba de leer. Elegí una camisa blanca y un pantalón corto negro abotonado en la cintura. Busqué tacones y al vestirlos la vi que había terminado de leer. Esperé impaciente que dijera algo. Desenrede mi cabello, tomé un labial mascara de pestañas y corrí a la cama.

—¿Y bien? —Ella quitó la mirada de la pantalla para mirarme.

—Está perfecto Jess.

—¿Crees que es suficiente?

—Lo creo más que suficiente. —Asintió. —Veo el espacio en blanco para dónde va dirigida. ¿A dónde lo mandarás? —

Presioné mis labios.

—No lo sé. —Mascullé. Ella suspiró.

—Cariño no quiero presionarte...

—...pero se cerrarán las inscripciones.

Ella asintió.

—No quiero estudiar la carrera de papá, Tati. —Musité, herida.

—Oh, nena. —Ella se acercó a abrazarme. —¿Y si te revelas contra ellos? —Sugirió. —Es injusto. No pueden definir tu futuro.

—Estoy cansada de hacerlo con ellos. —Susurré. Ella acarició mi mano. —Estoy exhausta. Y no creo tener las fuerzas de continuar haciéndolo.

—Es entendible, es demasiado... —Musitó. Permanecí en silencio un momento. —¿Entonces lo harás, nena?

Me levanté.

—Vamos, vamos.

Habían pasado días de la fiesta y desde entonces no había vuelto a ver a Harry, noté que nos había dado espacio, solo en una oportunidad lo vi en casa, pero ni siquiera le di tiempo a mirarme.

—¿Podemos hacer un pastel? —Me preguntó ella. —Mira, antes de subir hurgué la nevera y tienes todo.

Divertida asentí.

Mientras nos dirigíamos a la cocina, y como si mis pensamientos lo hubieran llamado, me encontré de golpe con Pierce hablando por teléfono a metros, mi corazón se aceleró, e intenté seguir caminando, pero de pronto, no fue él quien me detuvo, sino la pequeña que se movía impaciente en sus brazos.

Al verme gritó.

—¡Jessica!

—¡Chloe Bonita! —Exclamé también con una sonrisa.

Fui a ella, robándola de sus brazos, sin siquiera preguntarle.

Mi madre me lanzó una mirada crítica.

—Papá me dijo que no estabas. —Exclamó ella, abrazándome. Harry nos miró, aún con su celular en su oreja.

—Porque estabas con Tati. —Explicó Bruno antes de verme atacar. Sin decir nada me la llevé con nosotras.

Tati sonreía fascinada, mirándola.

—¿Por qué te quedaste con esa gente, cariño? —Le preguntó Tati. —Debías exigir que te trajeran a Jess. —

Mi padre, apareció, mirándola crítico, haciéndonos saber que la había oído. Ella presionó sus labios.

—Esa gente bella. —La corrigió, haciéndome reír. Mi padre se acercó a extraer una jarra de agua. —Te perdono Tati. Solo porque eres... la prometida de Bruno. —Le sonrió. Pero entonces ella se cruzó de brazos.

—Pues que machista Christian, siempre fui la mejor amiga de Jessica. —Lo detuvo. Mi padre se volteó, riéndose.

—Tienes razón. No pelearé contigo cariño. Siempre fuiste de la familia y fuiste lo mejor que tiene ese demonio. —Me señaló. Abrí la boca, impresionada. Él con una sonrisa se marchó.

Tati soltó una risita, negando.

—No puede pelear conmigo porque sabe que moriré. —Emitió. La miré mal. —Aprovecharé eso para decir más verdades. Cuando le ofrezca un trozo de nuestro pastel le diré que es un mal padre. —Sonrió.

Riendo negué.

—Si supiera que tú me hiciste así. —Susurré luego.

Ella soltó una carcajada, abrazándome. Chloe nos abrazó también.

Tati extrajo de la nevera y las alacenas todo lo que creía que necesitábamos.

—¿Acaso no traes receta?

—¿Desde cuándo sigo instrucciones cariño? Lo mejor es improvisado. —Sonrió con orgullo. —Tu hermano, por ejemplo, tu padre me dijo que no fue planeado. —Arrugué la nariz. —Tu tampoco. —Me hizo saber.

—¿Estás diciendo que todos fuimos errores? —Le pregunté.

—Eso dijeron.

—No se hubieran gastado en tenerme. —Gruñí, haciéndola reír.

—Tonta. ¿Qué hubiera sido de mí?

Tati le extendió a Chloe un batidor luego de acomodarla de pie sobre un banco. Ella tenía sobre la mesa doce huevos, dos cajas de leche y cuatro paquetes de harina leudante. Aceite sal azúcar y luego tomó un limón de la nevera.

Lou entró a la cocina y al vernos con Chloe tomó aire de golpe, tocando su pecho. Intentó decir algo, pero sus palabras le quedaron en la garganta. Tati comenzó a reír a carcajadas.

—Deja el drama y ven a ayudarnos. —Le dije. —Hay que poner la harina, apresúrate, vamos, tengo hambre. —Ella con recelo se acercó y se ubicó a lado de Chloe, mirándola como si jamás hubiera visto otra niña de su porte.

Chloe al verla sonrió mucho.

—Hola, nena. —Sonrió, llenándome de ternura. —¿Cómo te llamas? Mi nombre es Chloe, Chloe Maia Pierce. —

—Lou. Solo Lou. —Le respondió. Solté una carcajada.

—¿Solo tiene un nombre? ¿y su apellido Jessi? —Miró hacia arriba, buscándome.

—Louana Blosson. —

—Suena como supermodelo. O súper héroe. —Ello hizo sonreír a Lou.

No supe qué estábamos haciendo, pero habíamos hecho un desastre dentro del bol de vidrio y fuera de él.

—¿Por qué tanto de todo Tati? —La vi, agregando más huevos.

—¿Acaso no ves a tu familia? Somos muchos. —Explicó. Chloe y Lou asintieron, entretenidas porque batir y agregar más ingredientes les divertía. Pero de pronto mi amiga se detuvo, miró la preparación y suspiró.

—Algo hice mal. —Susurró.

Me tragué las risas.

—¿Qué será? —Me burlé.

—¿Pues tú lo sabes hacer mejor? —Me discutió. Solté una carcajada.

—No, la verdad no. —Le sonreí.

—¿Cómo lo arreglamos? —Llorisqueó. —¿Alguien en esta casa sabe cocinar Jessi? —Me preguntó, pero ambas sabíamos que no, sin embargo, Harry pasó mi mente y tuve que fingir que no pensé en él. Tati me miró unos instantes.

—Iré a preguntarle. Ya vengo. —Ella tomó aire y se fue.

—¿Me dejas batir a mi cariño? —Le pregunté a Chloe. Ella asintió, extendiéndome el batidor.

La preparación estaba llena de grumos así que procuré en su ausencia batir y batir hasta hacer desaparecer la mayor cantidad de grumos.

Cuando ella volvió lo hizo riendo.

—Dijo que para nuestra cantidad debían ser aproximadamente seis huevos cuatro tazas de leche y la cantidad de harina hasta que sea una preparación "homogénea" él dijo "sabrás cuando sea suficiente de harina" —Lo imitó entre risas. —Ese chico tiene mucha fé en mí, cuando me dijo esto no pude confesarle... —Miró la preparación. —Esto.

Solté una carcajada.

—Papá sabe mucho de pasteles. —Sonrió Chloe. —Papá siempre me hace cosas deliciosas.

—¿Entonces? ¿Lo metemos al horno? —Sugerí.

—No podemos así Jessi, pero tengo hambre. —Se quejó ella.

—Por esa misma razón.

Ella se metió un poco a la boca, arrugué la nariz.

—Esto es un engrudo, sabe asqueroso.

—Entonces le agreguemos el limón la azúcar y listo. —Sonreí. Ella suspiró.

—Te toca pedirle ayuda y llevarte todo el crédito del desastre.

—¿Disculpa?

—Pues sí, no quiero que se ría de mí, en cambio si se ríe de ti es normal, tú estás acostumbrada.

—Mientras tanto que continúe rompiendo mi corazón.

—Sabía que te había rompido el corazón. —Masculló Chloe. Suspiré, mirándola.

—Roto. —Le corrigió Lou.

—Pero papá es bueno. —Emitió ella.

—Lo es, pero los hombres son así. —Le contestó mi hermana. Chloe asintió.

Tati me miró con tristeza.

—Por favor, cariño. Un segundo, le preguntas como recuperar esto y te marchas. No lo dejes que te mire bonito. —Juntó sus manos en suplica. Gruñí. —Podría ser nuestro último pastel juntas.

—¡Deja de decir estupideces! —La regañé, tomando un puñado de harina y arrojándoselo. Ella soltó una carcajada, ahogada. Molesta me fui al living.

Allí encontré a papá y mi madre hablando, Bruno por otro lado hablando por teléfono. Le preguntaron algo a Harry sentado en el sofá frente a ellos, él contestó y cuando terminó de hablar me acerqué.

Me acuclillé frente a él dejando mis manos en sus piernas. Él dejó toda su atención en mí al instante. Guardé todos mis sentimientos y los comprimí muy profundo dentro de mí. Aun cuando sentir su perfume, tenerlo cerca y observar sus ojos tan de cerca todo eso se desataba.

—¿Qué sucede si pusimos dos cajas de leche una docena de huevos y lo juntamos con harina hasta que quedó una preparación no-homogénea? —Le pregunté en murmuro, con toda mi seriedad del mundo. Sus facciones se llenaron de diversión, pero al ver mi falta de humor solamente sonrió, humedeciendo sus labios. —Un desastre, sí. ¿Cómo lo arreglamos?

—Muéstrame. —Me pidió. Me reincorporé y salí de allí con él siguiéndome. Tomé aire.

Al entrar a la cocina ellas fingieron ser las mayores reposteras del mundo.

Harry se aproximó a la preparación y Tati me lanzó una mirada. De pronto lo oímos reír, sin disimulo.

—Jessica lo hizo. —Me acusaron de pronto las tres. Abrí la boca, indignada. Ese complot había sido cruel e injusto. Tati me lanzó una mirada llena de disculpas.

—Cariño hay que aceptar cuando alguien hace algo mal. —Me dijo ella, riendo silenciosamente, pero él no lo veía porque con un cucharón revolvía divertidamente la preparación, analizando su contenido.

—¿Jessica hizo esto? —Preguntó él.

—Si. —Asintieron ellas.

—No les creo nada. —Respondió. —¿Cuánto le pusiste de huevos Tati?

—¡¿Disculpa?! —Exclamó ella. —¿Qué te hace creer que... —Ella suspiró, cruzándose de brazos. —¿Por qué no pudo ser Jessica?

—Porque ella no haría esto. —Respondió riendo. Él tomó otro bol y dividió la preparación en dos.

—Doce huevos. —Masculló ella. Harry hurgó en alacenas, tomó una batidora eléctrica y la enchufó, colocándole la preparación allí. Fue a la nevera y tomó otra caja de leche. Pronto encendió la batidora, inundándonos de su ruido.

Me alejé embobada, mirándolo, manejarse tranquilo, seguro. Su cabello, su cuerpo, su espalda y brazos, lucía impresionante. Di un respingo, cubriéndome el rostro. Tati me abrazó, sabiendo lo que sentía. Él abrió la botella de leche y comenzó a agregarle de a poco.

—¿Le agregaron azúcar? —Preguntó, volteando a nosotras. Nos separamos, fingiendo que ninguna de nosotras sufría por él y la otra la consolaba en silencio. Acomodé mi cabello hacia atrás. Él me sonrió divertido. Nuevamente. —¿O esencia de vainilla?

—Le agregué un poco de azúcar yo. Cuando Tati se fue. —Asentí. Él tomó la pequeña botella de esencia de vainilla y le agregó. Entonces tomó el limón y nos miró. —¿Esto? ¿Le pondrán?

Tati se aproximó.

—¿Crees que quedará feo? —Ella arrugó la nariz.

—No, quedará bien. —Asintió, extendiéndoselo. Ella lo abrió con un cuchillo y le echó jugo sonriendo con fascinación. Harry se alejó. —Apágalo. —Le indicó. Ella lo hizo, cuidadosa.

—¡Yummi! —Exclamó. —Mira lo que hice Jess. —Sonrió ella, mostrándome la preparación fascinada, haciéndome reír.

Cuando Harry miró a Chloe soltó una carcajada.

—¿Qué pasó contigo cariño? —Le preguntó, limpiándole con las manos la cara. Cubrí mi boca, prohibiéndome reír. Tenía la cara y la ropa con harina y preparación.

—Jessi le tiró harina a Tati enojada y me echó a mí también. —Sonrió.

—Lo siento mucho Chloe. No te vi. —Me disculpé. —Es que Tati siempre dice cosas que me hacen enojar. —

—No te preocupes. —Sonrió ella mirando a Harry quien riendo tomó una servilleta de tela húmeda y le limpió el rostro.

—Échale toda la preparación dentro de la cacerola de pasteles, pero primero ponle margarina u aceite en la base y luego un poco de harina para que no se pegue cuando debas desmoldarlo. —Le indicó a Tati mientras limpiaba a su hija. Ella asintió, rebuscando en las alacenas.

—¿Y por qué tienes preparación en la cara también? —Le sonrió a la pequeña, en susurro.

—No lo sé. —

—Lo siento, Harry. —Me disculpé, en serio. Estaba hecha un desastre y estaba a mi cuidado.

—Está bien Jess. —Me aseguró. —Cuando saquen el bizcochuelo del horno, luego de 35 minutos... —Con Tati gruñimos. —Deben dejarlo enfriar para que no mueran del dolor de estómago.

—¡Agh! ¡No puede ser! —Exclamó ella, mirándolo indignada. —¿Y si pedimos una pizza Jess?

—Me parece una idea fantástica. —Asentí.

—¡Pizza! —Exclamó Chloe.

—Con peperoni para mí. —Levantó la mano Lou.

Cuando mi amiga metió en el horno el bizcochuelo se fue a buscar su teléfono a la habitación para llamar al delivery.

—¿Qué haremos con esto? —Preguntó Lou, tomando el bol lleno de engrudo que había separado Harry.

—Pueden tirarlo. —Sugirió él. Me miró. —O guardarlo y en máximo dos días hacer lo mismo que hice yo. Más leche y batir en batidora. Esencia, aceite. Sin huevos.

Asentí, comprendiéndolo.

—Bueno, Harry. Buen trabajo. Tu limpias. —Le indiqué. Él me miró divertido.

—¿Por qué?

—Quien cocina limpia. —Recité la ley de la casa, la que me acababa de inventar.

—Creo... que no es justo. —Lo defendió Chloe. Harry me miró como si discutir fuera en vano, aun riendo.

—Pero pediremos pizza para todos Chloe. —Le dije a la pequeña, haciéndome la desentendida. Ella entonces asintió.

—Es cierto. —Aceptó entonces.

—De acuerdo, limpiaré yo. —Aceptó Pierce. —Tu entretén a mi hija.

Lo miré ofendida.

—No acepto órdenes Pierce. Pero si juego con ella es porque la quiero, no porque te quiera a ti. —Gruñí, llevándome a las pequeñas de ahí, dejándolo solo, riendo. —¿Ya vieron como son los hombres? Dios.

—¿Por qué estas limpiando Harry? —Oímos a mi padre preguntarle con exclamación cuando pasamos por la cocina.

—Porque Jessica me dijo, Christian.

—¿Y por qué haces lo que Jessica te dice? Hijo, debes hacer lo que tu esposa te diga no lo que Jessica te diga. —Exclamó sin creerlo. —Dejaron un desastre. —

Nos fuimos de allí, entre risitas silenciosas.

Tati no se preocupó por haberlo dejado solo limpiando, de hecho, dijo que le parecía justo.

Pronto vino la Pizza, Yo salí atender mientras mi amiga sacaba el casi pastel del horno.

El tipo me las entregó, obsequiándome una sonrisa, le pagué, me dio el cambio y me despedí. Fui a la cocina. Ella ya había dejado reposar el bizcochuelo en la mesada, dejándolo al aire libre.

Llevamos todo a la mesa para comer. Pronto todos vinieron y allí trascurrió una hora harmoniosa en familia. Ironías de la vida.

—¿Qué es este dinero? —Preguntó mi padre.

—Tu cambio de la pizza. —Le indiqué. Él tomó el ticket verificando el precio y el cambio. Y luego tomó otro papel que yo no había visto por haberlo arrugado en mi mano.

—¿Un número de teléfono, Jessica? —Preguntó, mostrándomelo. Al verlo solté una risa, cubriendo mi boca al tenerla llena. Tati soltó un grito, arrebatándoselo de las manos de papá.

—¿Era lindo, amiga? —Preguntó ella sin descaro. Riendo asentí.

—¿Crees que tu próximo novio sea un repartidor de pizza? —Preguntó maldadosamente. —Digo, como otras personas no saben valorarte quizás debas expandir el panorama. —Miró a Harry sin disimulo, él la miró muy mal, sintiéndose traicionado.

—No descarto la idea, Tati. —Le sonreí, comiendo. Bruno estalló en risas. Abrazó a su novia y la besó.

Al terminar de comer fuimos con mi amiga a decorar el pastel. Ella lo abrió cuidadosa a la mitad y luego abrió un pote color marrón con la figura de una vaquita.

—¿Qué es esto? —Le pregunté. Ella le quitó una tapa y un aluminio plateado, tomó una cuchara y tomó una porción de su contenido.

—¿Caramelo? —Pregunté.

—No. No es caramelo. Pruébalo y me dices. —Tomé la cuchara y me lo metí a la boca. Al instante gemí. Era una explosión de dulzura en mi boca. Era una delicia.

—Por el amor de dios Tati. ¿Dónde lo compraste? Está en español. —Lo tomé.

—Me lo trajo mi prima del sur de América —Sonrió. —Vino para la despedida, y boda, obvio, y sabe que amo esto. Se llama dulce de leche. —Lo leí en su descripción.

—Es lo más delicioso que probé en la vida. ¿Se come así? ¿Con cucharas?

—No, pero para los amantes de él, sí. —Sonrió. —No te lo comas todo, se lo pondremos al pastel. —Me lo arrebató de las manos.

—Por el amor de dios. —Susurré, con el gusto delicioso en la boca. No era caramelo, no era chocolate. Tampoco algo parecido a la nutella ni al maní. Era algo desconocidamente delicioso.

Comenzó a esparcirlo con una sonrisa.

—Pero deja para mí. —Le pedí.

—Tengo otro en mi bolso. Descuida.

Emocionada corrí arriba, entré a mi habitación, rebusqué entre sus cosas y se lo robé. Lo abrí sin esfuerzo y luego fui por una cuchara a la cocina.

—¡Jessica! —Me regañó.

—No me importa. Yo quiero.

—Pero comeremos pastel. —Masculló. Con la cuchara comí más. Cerré mis ojos, disfrutándolo. Me llevaba al cielo.

No pude evitarlo, no podía gozar de esto sola.

Fui con Harry, le llené la cuchara de dulce de leche y se la extendí. El confundido, fuera de contexto, la tomó.

—Mételo en tu boca. —Le indiqué, suspirando. La orden lo tomó por sorpresa, pero sin objeciones lo hizo. Él lo probó y su expresión fue arte.

—¿Qué es?

—Algo que no volverás a comer en tu vida. Igual que a mí. —Respondí de pronto, aún con mis padres allí. Le quité la cuchara y comí más yo. Él soltó una carcajada, con papá y mamá regañándome por sobre sus risas.

—¿No me convidarás a mí? —Se quejó mamá cuando estuve a punto de irme.

—El pastel tendrá, no te preocupes. —Le dije.

Tati juntó las dos mitades y arriba le agregó crema y frutillas.

Llevamos pequeños platos para pastel y vasos.

Allí mi amiga cortó y les repartió a todos.

—Está delicioso Tati. —Halagó papá.

—Gracias, es un don. —Asintió ella, haciéndonos reír a quienes sabíamos la verdad.

Comí el primer trozo y evité emitir algún tipo de sonido, pero estaba delicioso.

Con este postre el tiempo pasó hablando del dulce de leche y de su origen, según mi amiga quien hablaba animada de la cultura de ella y culturas cercanas de su país.

—¿Trabajaste de empleada doméstica? —Preguntó de pronto mamá, mirándome sin poder creerlo luego de haber mirado su celular.

—Uhm... sí. —Asentí. —¿Cómo sabes?

—No importa como sé, Jessica. ¿Por qué hiciste esto?

—¿Qué te parece tan injusto, mamá? —Le pregunté.

—¡Qué pensarán los medios! ¡Tienes todo y debes buscar trabajo en una casa adinerada de empleada doméstica!

Papá sin expresiones me miraba. Entonces miró a Harry, pidiéndole explicaciones, debido a que yo estaba a su cargo.

—Luego hablaré contigo y con Ethan. —Le advirtió. —Pasan los días y cada día me entero de algo más.

—No hice nada ¿de qué más puedes hablar? —Me defendí.

—Tatuajes, principalmente. —Me miró. Miré mi pierna, sonreí. —Gatos en la casa. Llamados reiterados a detención, revoluciones contra las autoridades, entre otras cosas.

Harry asintió, como si no tuviera problemas. Después de todo, esto era lo de menos.

—Christian... —Tati suspiró, mirándolo seriamente. Presioné mis labios, sabiendo lo que diría. —Usted es un padre horrible. —Soltó, como si no lo creyera. Mordí mi labio, evitando reír.

A papá casi se le cae la cara, no podía creer lo que había dicho. Todos en la habitación lucían impactados. 

Papá inspiró profundo, mirándola con advertencia, pero mi amiga, llena de calma le indicó que respondiera. 

—Tati no quiero pelear contigo. 

—No, yo tampoco porque siempre intenté ser muy respetuosa con usted, pero la verdad sabiendo que no estaré aquí un mañana no puedo seguir callada mientras siguen lastimando a mi amiga con tanta insensibilidad. —Respondió. —No estás actuando como un padre estricto, estas siendo cruel e injusto. Estás lastimando a mi amiga. A tu hija por egoísmo, por beneficio propio. ¿Hasta donde llegará? —

—Cariño... —Bruno la detuvo, no por querer silenciarla, sino porque conociendo a papá él podía atacarla. 

—Estoy bien, amor, tu padre no me dirá nada porque me tiene lástima. Pero mientras lo haga en su silencio recordará mis palabras. —Contestó. —Quizás, cuando yo ya no esté, y si logras ver el sufrimiento que tendrán mis padres, consideres a tu hija un tesoro, pero para esto, Jessica no sentirá amor por quienes la rompieron tantas veces con tanto maldito placer. Y allí la habrás perdido. Los arrepentimientos cuando ya nada se puede solucionar no cuentan, Christian. 

[...]

CONSEJO. "Si van a comentar no lean los comentarios de éstos capítulos porque habrá spoilers" besos.


Continue Reading

You'll Also Like

3M 190K 102
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
168K 13.1K 44
Primera historia en Confesiones de una Princesa. El futuro de Alemania se ve prometedor, pero no el de esta ex princesa que era la comidilla de la pr...
9.9K 1.4K 35
Podemos planear hasta el cansancio, pero las ocurrencias de la vida son únicas. Estela teme, ante todo, quedarse sola. Con dos relaciones fallidas...
1.7M 90.8K 45
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...