Capítulo 3
''Toda la gloria proviene de atreverse a comenzar.'' Eugene F. Ware.
Amber.
Hoy será un gran día, no un maravilloso día, conoceré nuevas personas, estaré con gente de mi edad, saldré a fiestas ¡¡¡STOP!!! ¿Ha quien quiero engañar? Estoy muriendo de miedo. No he dormido en todo la noche ni desayune. Como es posible que comenzar la universidad sea tan horrible, jamás había estado tan nerviosa.
-Dios ya hablo sola. Me decía mientras iba caminando hacia la universidad.
Pase más de tres horas escogiendo que ponerme hasta que termine por optar por un vestido vintage color marrón, zapatillas y un jersey, y tarde dos horas arreglando mi cabello y maquillaje. ¿Pero qué? Lo único que me calma es caminar, así que aquí voy sudando todo mi esfuerzo.
-¿Te llevo preciosa?. Sabía que era papá ya había escuchado el singular sonido del Mustang del 64 color negro toda una reliquia de la cual está orgulloso.
- Gracias al cielo apareciste, ¿llévame a casa? Solté chillando como niña chiquita.
- Jajaja, ni lo sueñes Amber hoy es un gran día. Oficialmente odio esa frase. - Sube que te llevo. me ordeno mientras se estiraba para abrir mi puerta.
10 minutos después nos encontrábamos frente a La Universidad de Ciencias y Arte de Londres, era imponente y con un aire medieval como se veía en web, espero y los estudiantes sean tan amables como dicen. Me baje del auto, arregle mi cabello acomodando mis nuevas ondas doradas.
- Haz amigos Amber Lee. Se burló mi papá antes de girar en U y dejarme envuelta en una bola de humo, ese hombre jamás crecería. Sonreí a la nada.
Comencé a caminar a la entrada y a hablar. - Destino si me escuchas, más te vale que hoy sea un grandioso día porque s... Y ni siquiera había terminado mi discurso cuando choco con alguien y termino en el suelo.
- ¿Por qué si no que? Niña. Dijo el tipo que choque volteándose lentamente con una sonrisa de autosuficiencia y los ojos más hermosos que jamás allá visto. Concéntrate Amber no es momento de divagar. Me regañe mentalmente.
- No me llames niña. Lo fulmine con la mirada.
Se me quedo viendo de arriba abajo su mirada cambio de mi cuerpo a mi cara y se clavó en mis ojos, ahora me miraba con una dulzura que me aterraba y encantaba a la vez, haciendo que el mundo a mi alrededor se paralizara.
Me extendió la mano y al tocarla no sé qué estaría sintiendo él, pero yo sentía como se desataba en mi interior una carrera a más 180 km/hrs e iba directo a mi corazón.