El acuerdo [JeongCheol]

By Jeonghangelito

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Choi Seungcheol es traficante. Yoon Jeonghan un adicto a la heroína. Cuando Jeonghan contrata sus servicios... More

Adicción

Cura

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By Jeonghangelito


La puerta se abrió frente a él, dejando ver a Jeonghan quien, con el ceño fruncido y ojos bien abiertos, lo miraba confundido. Se veía... bien. Había cortado su cabello, ahora llegaba un poco más abajo de sus mejillas. Seungcheol se sonrojó un poco.

- No te he llamado – dijo Jeonghan juzgándolo con la mirada. Seungcheol asintió y entró cuando Jeonghan le dio el espacio para hacerlo - ¿No nos vimos... ayer? ¿Antes de ayer?

- Ayer – dijo Seungcheol y soltó un poco de aire de sus pulmones. Extendió entonces la bolsa que traía en sus manos y se la ofreció sin mirarlo a los ojos. Jeonghan la recibió.

- ¿Qué es esto? – miró en el interior de la bolsa - ¿Comida? – dijo apenas modulando, dándole la espalda y sentándose en el sofá que tantas veces habían utilizado para acostarse. Seungcheol acarició su oreja, nervioso, jugando con los aros de su oreja izquierda - ¿Por qué?

- Hoy... es tu cumpleaños, ¿No? – dijo apenas en un murmullo, sintiéndose cada vez más avergonzado. Qué diablos estaba haciendo. Jeonghan lo miró con una expresión confundida, alzando una ceja.

- ¿En serio?

- Cumples años el 4 de octubre, ¿No? Yo... Lo vi por casualidad... – dijo sintiendo su rostro ardiendo y sus manos temblando. Jeonghan se levantó y de entre las cosas de la mesa sacó un teléfono celular, mirando su pantalla.

- Mierda, sí – exclamó asombrado y rió volviendo al sillón – Creía que estábamos en septiembre o julio... ¿Enero? – dijo volviendo a meter las manos en la bolsa, sacando las cajas que había adentro - ¿Y de dónde vino esto? ¿Acaso te enamoraste de mí o algo? – rió con fuerza sacando un pedazo de pollo y comenzando a comer de inmediato – Esto está tan bueno – murmuró comiendo sin decencia.

Seungcheol lo miró fijo sin decir nada y Jeonghan se dio cuenta de esto. Lo miró a los ojos fijo, dándose cuenta de no haber recibido respuesta. Se miraron unos segundos hasta que Cheol bajó la mirada mirando nervioso su reloj de pulsera. Jeonghan siguió comiendo, y en un sonido apenas audible murmuró - ... Gracias.

Seungcheol lo miró, pero Jeonghan no volvió a mirarlo otra vez.

--

Se había enamorado de un cliente. Choi Seungcheol se arrepintió del lunes que había decidido contestar esa llamada de un número desconocido. Se arrepintió de haber aceptado la cita. Se arrepintió de haber aceptado el dinero y de haberle dado la heroína. Se arrepintió de haber aceptado el dinero extra a cambio de quedarse unos minutos más. Se arrepintió de haberle permitido hacerle sexo oral esa tarde a cambio de más droga. Se arrepintió de haber aceptado su oferta. Se arrepintió completamente de haber tomado esos papeles y haber leído la fecha de su cumpleaños. Se arrepintió de haber pensado que llevarle comida como un regalo sería buena idea. Se arrepentía completamente de haber comenzado el comercio del tráfico de drogas a los 17 años.

Seungcheol se había arrepentido de haber sido débil y de haberse enamorado de Yoon Jeonghan.

Desde esa tarde, cada vez que ambos se acostaban resultaba más dolorosa que la anterior. Seungcheol no podía dejar de pensar tantas cosas viendo el rostro excitado y sonrojado de Jeonghan en pleno acto: ¿Por qué haces esto? ¿Cómo llegaste a hacerlo? ¿Quién eras antes de esto, Jeonghan? ¿Hasta dónde llegarás?

¿Me dejarías ayudarte?

Cerró sus ojos intentando normalizar su respiración, sintiendo el sudor comenzar a secarse sobre su piel ardiente por los toques de Jeonghan. Este le daba la espalda, con ambas piernas colgando de la cama, procediendo a lo que siempre seguía luego del sexo. Seungcheol lo miró, siguiendo con sus ojos su espalda lisa, siguiendo con sus ojos la línea de la columna, mirando sus alas cortadas, la curva de su trasero, sus brazos delgados, su nuca, su cabello negro cayendo en finos mechones sobre su cuello pálido. Observó lo suave que se veía su piel, los tres lunares repartidos por su espalda, la cual subía y bajaba suavemente al ritmo de su respiración.

Ya no quería hacer más eso. Realmente no quería seguir acostándose con él, sabiendo que la única razón por la que Jeonghan lo hacía era más heroína. Pero le aterraba cortar contacto. ¿Y si buscaba a otro proveedor para ofrecer lo mismo? ¿Con qué clase de persona se podría encontrar? Podían no tener cuidado, podían herirlo. Podían matarlo.

Se levantó cuando su tiempo extra había terminado, mirando una última vez a Jeonghan que se encontraba recostado de lado probablemente durmiendo otra vez. Se vistió tranquilo, acomodó su corbata, tomó su maletín y salió de la habitación por el pasillo estrecho. Se detuvo en la sala y miró a su alrededor. Cajas, papeles, envoltorios, fotografías. Se agachó a recoger algunos papeles, de pronto sintiéndose ahogado entre todo ese desorden y el eterno color naranjo colándose entre las persianas, tiñendo cada uno de los rincones de ese departamento con olor a polvo y recuerdos.

Tomó unas carpetas que había tiradas y vio su contenido. Informes, ensayos, investigaciones de distintos temas todos bajo el nombre de Yoon Jeonghan. Las dejó a un lado y encontró informes de notas, documentos calificados, todos con notas excelentes y hasta observaciones de quienes lo leyeron, felicitándolo por su gran trabajo. Sintió un nudo en la garganta y un dolor en la boca del estómago. Los dejó a un lado, recogiendo más cosas y metiéndolas en cajas. Había algunas fotos viejas enmarcadas, de Jeonghan cuando pequeño, cuando estaba sano.

- No hay nada de valor si buscas algo, se lo llevaron todo – dijo una voz tras él que le hizo dar un salto y tirar el cuadro en sus manos. Se giró encontrándose con Jeonghan, quien lo miraba desde el marco de la puerta del pasillo, apoyado acariciando su brazo con su mano contraria, vistiendo solo una camiseta negra larga y bóxer oscuros.

- N-No, yo no... - habló sintiendo que algo en su garganta se tragaba sus palabras. Jeonghan se le acercó lentamente, caminando descalzo. Tomó entre sus manos las cosas que Seungcheol había tomado hacía unos segundos y curvó los labios, suspirando y dejándolos otra vez en las cajas.

Se alejó y se sentó en el sofá, de pronto el aire se sintió pesado y la habitación se vio más oscura que nunca. Seungcheol lo miró sintiendo la sangre bombear con más fuerza por sus venas y sus dedos helarse de a poco. Jeonghan subió las piernas y las acarició suavemente, sintiendo con la yema de sus dedos las heridas que se encontraban a lo largo de su piel. Seungcheol lo miró nervioso, de pronto había comenzado a aguantar la respiración y solo se dio cuenta de ello cuando sus pulmones le exigieron algo de aire. Jeonghan lo miró al fin y corrió hacia un lado el cabello que caía en su rostro, metiéndolo detrás de su oreja.

- ¿Qué quieres saber?

Seungcheol tragó saliva y sus labios temblaron. Bajó la mirada, mirando los cordones de sus zapatos.

- ¿Por qué?... – fue todo lo que preguntó, sintiendo un ardor en su pecho. Escuchó un suspiro escapar de los labios pálidos de Jeonghan y abrazó más sus rodillas. Le hizo un gesto con la mirada y Seungcheol obedeció, sentándose a su lado con lentitud, al otro extremo del sillón.

- Porque fui un estúpido...

Seungcheol sabía que la verdad no sería lo que quería oír.

Jeonghan era estudiante de periodismo cuando lo conoció. Estaba en su segundo año de universidad, y su futuro era realmente brillante, o eso decían sus profesores cada vez que revisaban alguno de sus informes o leían alguno de sus ensayos. Tenía personalidad, tenía carisma, tenía una sonrisa brillante y una gran capacidad que probablemente le abriría muchas puertas. Todos se lo decían.

Ese profesor se lo decía más que el resto.

La primera vez que le habló, el hombre lo confundió con una chica por su cabello largo y pelirrojo. Se disculpó muchas veces y entablaron conversaciones sobre autores favoritos e historias. La química nació de inmediato, aun cuando la diferencia de edades sobrepasaba los diez años. El hombre era un caballero, le hacía reír y le traía regalos a escondidas del resto de los profesores y compañeros en la universidad. Jeonghan se sentía halagado. Jeonghan se sentía como un adolescente, y las palabras bonitas, los paseos, los regalos y las promesas de amor fueron llenando cada vez más su corazón, convenciéndolo de que la edad no era nada más que un simple número. Comenzaron a vivir juntos paulatinamente, Jeonghan comenzó a quedarse a dormir cada vez más seguido, pronto comenzó a dejar sus cosas ahí para cuando volviera, y de un día para otro comenzaron a vivir juntos como si fueran una pareja de recién casados. Jeonghan se sentía completo. El lugar donde el edificio se encontraba era terrible, en un inicio Jeonghan se había sentido nervioso, pero por dentro el departamento número 29 era precioso. Decorado, acogedor, Jeonghan pronto comenzó a ignorar el camino al edificio, pues una vez dentro se sentía en casa, con él, durmiendo juntos, comiendo juntos, estudiando juntos.

Llevaban un año viviendo juntos cuando el hombre que ahora era su pareja comenzó a actuar extraño. Siempre hacía llamadas, a veces tardaba en llegar. De pronto se mostraba muy nervioso y le decía que saldría a caminar, y al llegar estaba como nuevo como si nada hubiese pasado. Jeonghan quería confiar en él. Jeonghan estaba preocupado.

"Quizás... Quizás tiene a alguien más" le repetía su mente mientras intentaba estudiar y hacer informes. Cada vez era más difícil. Comenzaba a ausentarse durante el día, llegaba tarde en la noche, estaba siempre nervioso y Jeonghan ya no sabía qué hacer.

Lo escuchó llegar una noche, Jeonghan dormía pero el ruido de la puerta y sus pies crujiendo en el suelo lo despertaron. Encendió la luz de la mesita de noche, encontrándose con su pareja quien, nervioso, traía una cajita entre su abrigo. Se miraron fijamente. Jeonghan le preguntó qué traía ahí, el hombre negó con la cabeza y le sonrió, diciéndole que no era nada importante y que no debía preocuparse.

Pero Jeonghan estaba más preocupado. Se sentía solo.

- ¿Estás engañándome? – preguntó sin alejar su mirada de los ojos del hombre frente a él. Este lo miró con los ojos abiertos unos segundos, para luego negar efusivamente con su cabeza.

- No, amor, no, jamás podría engañarte – le dijo y se le acercó, regalando besos por todo su rostro, los cuales Jeonghan no pudo corresponder. Una vez más se miraron, Jeonghan quería llorar.

- ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Qué escondes? – preguntó, sintiendo que se rompería a llorar en cualquier segundo. El hombre lo abrazó con fuerza, acariciando su cabello ahora negro y largo hasta el cuello. Una vez más comenzó a susurrar palabras de amor en su oído, intentando calmarlo, intentando convencerlo.

- Todo está bien, solo... tengo algo que mostrarte.

Jeonghan nunca antes lo había visto. Esa sustancia de fuerte olor, las jeringas, la sonrisa que jamás había visto en el rostro de su pareja. El hombre le explicó que no era dañino, que solo le hacía sentir bien y tranquilo, le explicó cómo se utilizaba y le ofreció intentarlo con él. Pero Jeonghan tenía miedo, no quería hacerlo realmente. Él insistió, y Jeonghan solo pudo pensar "si me ama jamás me haría daño".

Esa fue la primera vez que Jeonghan se inyectó heroína. Recordaba sus sentidos alborotarse de un momento a otro, recordaba haberse sentido sensible y excitado de pronto, cómo se desesperó de pronto para luego sentirse más vivo que nunca. Esa noche hicieron el amor por horas bajo los efectos de la heroína, Jeonghan nunca se había sentido de esa forma antes. Su pareja le repetía mil veces "te dije que te sentirías bien" y volvía a besarlo.

Pronto comenzó a hacerse una necesidad. Pasaron las horas y algo dentro de él le pedía más, con miedo le preguntó a su pareja si era normal. Le dijo que sí. Le prometió que nada malo pasaría. Jeonghan fue un estúpido, Jeonghan le creyó y volvió a inyectarse.

Entonces las cosas comenzaron a salirse de control. No se concentraba en clases, solo podía pensar en la heroína. Sudaba, temblaba, de pronto vomitaba con fuerza sin razón y sentía un frío terrible congelarle los huesos, apenas podía caminar y perdía el equilibrio constantemente. Entonces sus notas comenzaron a bajar, su concentración se fue al demonio, ya no pensaba nada más, solo podía llegar corriendo a su casa y esperar por su pareja, rogarle que le diera más heroína. Estaba asustado, estaba aterrado, ya no podía dejarlo. Así, dejó de ir a clases y se encerró en su departamento, esperando cada segundo por el hombre que había comenzado eso.

Fue una noche. Dormían juntos, acurrucados luego de horas de sexo bajo los efectos de la heroína. Jeonghan comenzaba a sentir el frío del invierno que se acercaba, dormir en camiseta y ropa interior ya no era suficiente. De pronto un golpe los despertó a ambos, golpe, golpe, golpe en la puerta y un estruendo que le hizo dar un salto y pegar un grito. Un ruido sordo vino desde la sala, ¿La puerta? Jeonghan se aferró al brazo del hombre a su lado cuando segundos después 4 hombres de traje entraban a la habitación golpeando todo y gritando cosas que no alcanzaba a entender. Jeonghan solo podía gritar, gritar aterrado con todo ese escándalo en medio de la oscuridad del departamento. Entre tres hombres sacaron a su pareja de la cama, con fuerza, arrastrándolo del cabello, ignorando sus gritos y los de Jeonghan. Todo estaba oscuro, apenas veía, solo venía siluetas oscuras moviéndose y gritando cosas. Entonces agradeció realmente la oscuridad de la noche. Entre gritos y quejidos pudo escuchar a uno de los hombres gritar "TE DIJIMOS QUE PAGARAS LO QUE DEBÍAS", y antes de que Jeonghan pudiese siquiera preguntar qué estaba pasando, tres disparos seguidos le volaron la cabeza al que alguna vez fue su pareja. Escuchó su cuerpo caer pesado al suelo. Jeonghan se congeló en su lado de la cama, con labios temblorosos y lágrimas cayendo incesantes de sus ojos.

"Qué... qué... por qué"

En ese momento, Jeonghan realmente deseó haber sido él quien recibiera esos tres disparos.

El hombre que al parecer era el que mandaba les ordenó llevarse todos los objetos de valor que encontraran. Jeonghan apenas respiraba del susto, temblaba, sacudiéndose con fuerza aferrado a las sábanas que cubrían aun la mitad de su cuerpo. Podía ver entre la oscuridad el cuerpo de su pareja en el suelo frente a la cama. Los tres hombres que le habían disparado comenzaron a desordenar todo a su alrededor, revisando cajones y tirando todo lo que encontraban, llenando sus bolsos deportivos sin cuidado. Jeonghan los observaba aterrado, temblando, a punto de volver a gritar. Salieron de la habitación y entonces el hombre que mandaba lo miró, entre la oscuridad, con ojos diabólicos y llenos de maldad. Jeonghan se congeló. El hombre le sonrió con sus enormes dientes blancos y con una risa carrasposa, habló:

- Tú también puedes ayudar a pagar su deuda.

Jeonghan alcanzó a gritar solo una vez. El hombre se subió sobre él con fuerza con una sonrisa cerda en su rostro, jadeando como animal, y de un golpe en el rostro lo dejó inconsciente.

Cuando despertó desnudo boca abajo la mañana siguiente un grito desgarrador salió de su garganta. Todo dolía, todo dolía demasiado. Estaba boca abajo, cuando no pudo abrir su ojo izquierdo y tocó suavemente con sus dedos pudo notarlo: su ojo estaba morado e hinchado. Dolía, quemaba. Se enderezó apenas, sintiendo todo desgarrarse dentro de él. Sus brazos, sus piernas, su cuello estaban llenos de hematomas, dedos marcados en sus muñecas, sus caderas, su nuca. No recordaba nada, pero todo dolía de la cintura para abajo. Lloró con fuerza. Gritó.

Se levantó con rodillas débiles. Su pareja ya no estaba ahí, no había rastro de él ni de la sangre que probablemente habría derramado, como si él jamás hubiese existido. Todo estaba hecho un desastre, cajas, papeles, adornos rotos, todo hecho el desastre más grande. Caminó arrastrando sus pies, el dolor lo desgarraba con cada paso, sintió algo correr por sus piernas: sangre. Sollozó con fuerza, buscando algo, lo que fuera, pero se habían llevado todo lo que tuviera valor. Cayó de rodillas al suelo, desnudo, usado, herido y lloró con fuerza hasta que sus pulmones no tuvieron fuerzas. Todo se había ido a la mierda con la velocidad de un parpadeo.

Y entonces los efectos de la abstinencia comenzaron a hacerse presentes: el sudor cubrió su cuerpo, la desesperación lo envolvieron, las náuseas aparecieron y el terror, la desesperación. Necesitaba más heroína. Desesperado revolvió las cajas y papeles del suelo, cajones, cada rincón, pero nada encontró, se lo habían llevado todo. Rasguñó con fuerza sus propios brazos en desesperación, arrastrándose por el suelo como un pobre debilucho sin decencia. Vomitó con fuerza en la alfombra sin poder controlarse, cayendo rendido y débil. El frío. El miedo. Dolor. Sangre. Heroína. Heroína. Necesitaba heroína.

Cada noche las pesadillas aparecían. Jeonghan no tenía recuerdos de esa noche, pero su inconsciente le traía cada noche las más terribles y crudas imágenes de ese hombre sonriéndole, tocándolo, violándolo sin piedad. Su cuerpo lo recordaba por completo. Despertaba entre gritos y llantos, pero no había nadie ahí que lo consolara. Estaba solo, estaba aterrado. Fue una semana de desesperación, donde el vértigo y el pánico se apoderaban de su ser a cada segundo. Había rasguñado sus brazos y piernas, se había arrancado cabello en la desesperación, había gritado y pataleado, pero ninguna solución aparecía. Entonces se arrastró una tarde, débil por la falta de comida y heroína que su cuerpo le pedía, intentó levantarse con sus piernas débiles y delgadas pero cayó de inmediato, pasando a llevar cajas que sin piedad cayeron sobre él. Un ruido metálico atrajo su atención entonces, avivando sus sentidos. Observó a su alrededor y ahí estaba, una caja metálica de alguna marca de chocolates que realmente no conocía. La tomó en sus manos, confundido, intentando abrirla y rompiéndose las uñas en el intento. Lloró un poco, histérico, cuando de un golpe logró quitar la tapa.

Ahí estaba. Jeringa, una pequeña bolsa la sustancia, un fajo de billetes perfectamente alineados y un papel con números de teléfono. Rió con fuerza, llorando, y sin esperar ni un segundo tomó la jeringa con dedos temblorosos, hizo la mezcla necesaria y en un pestañeo enterró la aguja con fuerza en su piel, dejando entrar el líquido que su piel, su ser pedía a gritos.

Esa dosis había sido definitivamente la más gratificante que se haya inyectado.

Cuando dos semanas después la heroína que tenía se había agotado, decidió que sería momento de utilizar el dinero que había encontrado, y los números de teléfono anotados en ese diminuto y miserable trozo de papel arrugado.

- Uno de los números estaba tarjado – murmuró Jeonghan acariciando suavemente su rodilla derecha con la vista pegada en el suelo – El otro no contestó, decía que el número no existía – tragó saliva y al fin, luego de toda una historia sin mirarlo, giró su rostro hasta Seungcheol quien, hasta ese momento, no había hecho ruido absoluto – Entonces contestaste el teléfono y fuiste mi salvación – murmuró Jeonghan y cerró sus ojos para no ver a Seungcheol quien, con la boca y los ojos abiertos, lo miraba fijo, dejando correr sin vergüenza las lágrimas por sus mejillas.

Se quedaron en silencio largo rato. Seungcheol sentía el dolor más grande en su pecho, un ardor como fuego que quemaba y atravesaba su alma. Jeonghan no tenía la culpa de nada, Jeonghan no merecía eso. El chico de cabello negro abrazó sus rodillas y escondió su rostro en sus rodillas, viéndose tan pequeño y débil. Seungcheol quiso abrazarlo, quiso besarlo y decirle que todo estaría bien. Seungcheol quiso decirle cuánto lo amaba y que no debía temer, que él lo ayudaría y estaría siempre con él.

Seungcheol no tuvo el valor.

- Puedes irte ya – murmuró Jeonghan girando su rostro hacia un lado. Seungcheol secó su rostro en vano, las lágrimas no paraban. El pelinegro no lo miró, pero sus ojos vacíos decían tantas cosas al mismo tiempo.

- S-Si quieres puedo... - murmuró sin saber qué más seguía. Jeonghan sonrió débilmente, negando con su cabeza, cerrando suavemente sus ojos.

- Por favor, solo vete... necesito estar solo ahora – echó su cabello hacia atrás con su mano y Seungcheol suspiró.

Se levantó y cruzó la puerta del departamento número 29 con unas ganas terribles de llorar y gritar. Ya no sabía qué mierda hacer.

En su departamento, Seungcheol lloró en silencio como si toda la historia que Jeonghan le había contado le hubiese pasado a él. Quería ayudarlo, necesitaba ayudarlo, pero ¿Qué podía hacer el traficante que había continuado con su adicción a este punto? Realmente Seungcheol pensó que Jeonghan no volvería a llamarlo, por eso, cuando recibió su llamada una semana y media después, su corazón pegó un salto por la impresión. Jeonghan lloraba, amargamente, y con una voz suave y fina como un hilo susurró las palabras que le hicieron correr fuera de su departamento con desesperación hasta llegar a su auto y arrancar con rapidez.

"Por favor... ven..."

Al llegar y golpear la puerta Jeonghan tardó bastante en abrir. Seungcheol se preocupó. Entonces se abrió tras el sonido de varios pestillos y ahí estaba, frente a él, con ojos débiles y cabello amarrado desordenadamente en una pequeña colita en su nuca. Se veía precioso. Se miraron durante varios segundos hasta que Seungcheol entró, no hubo besos apasionados, nadie saltó encima de nadie, solo se miraron a los ojos con miedo durante varios segundos. Jeonghan fue el primero en moverse entonces, posando delicadamente una mano en la nuca de Seungcheol, depositando el beso más suave que haya recibido en sus labios temblorosos. Rompieron la distancia entre sus cuerpos con lentitud, besándose lentamente como si el otro fuera a romperse, dando pasos lentos que los guiaron casi en cámara lenta a la habitación de Jeonghan. Se dejaron caer, sin romper los besos, el pecho de Seungcheol dolía. Pudo oír los suspiros en su oído, pudo sentir las manos desarmando su corbata, sus dedos en cada botón, con cuidado. Se desnudaron lentamente, sin hablar, sin mirarse a los ojos. Seungcheol quería llorar. Esa fue la primera vez que el sexo fue lento, suave, con sonidos débiles provenientes de la garganta de Jeonghan. Se tocaron mutuamente, se besaron, unieron sus frentes y sintieron el orgasmo llegar casi al mismo tiempo para ambos. Se quedaron en silencio, respirando agitadamente, sin separar sus cuerpos aun, como si eso fuese a separarlos para siempre. Finalmente se movieron y se recostaron uno al lado del otro, no había palabras. Seungcheol se sentó lentamente y miró a Jeonghan. Su estómago se contrajo cuando vio lágrimas correr por sus mejillas desde sus ojos cerrados suavemente. No supo qué decir. Dejó la dosis correspondiente a su lado, Jeonghan llevó su mano a su frente y con suavidad habló sin mirarlo.

- Puedes irte...

El pecho de Seungcheol se apretó con fuerza. Jeonghan no se movió. Lo miró esperando alguna respuesta, alguna explicación, pero nada llegó. Se vistió en silencio y salió del departamento número 29 con ese amargo sabor en su boca. Esta vez no hubo acuerdo, solo entregar la dosis e irse, como debía ser, como un verdadero traficante debía hacer.

Su vida había comenzado a girar tanto en torno a Yoon Jeonghan que solo en ese momento se dio cuenta que ya no tenía más clientes. ¿Le importaba? Ni un poco, porque ahora Jeonghan era todo lo que le importaba, era todo lo que ocupaba su mente, era todo lo que llenaba sus ojos cuando se acostaban. Jeonghan era todo.

Cuando se reencontraron otra vez fue como una repetición, como si se supieran cada paso de memoria. La puerta se abrió, se miraron unos segundos, comenzaron los besos, las caricias, el dolor en el corazón... Esta vez Jeonghan no se separó de su cuerpo ni un segundo, aferrado a su cuello con ambos brazos y rodeando sus caderas con sus piernas delgadas. Alcanzaron el clímax, no se dijeron nada, no se miraron y Seungcheol se vistió en silencio para dejarlo una vez más, con la dosis correspondiente y todo su amor en esas sábanas. Jeonghan se quedó sentado, dejando su cabello caer sobre su rostro, abrazándose a sí mismo con ambos brazos, temblando.

"Déjame abrazarte... Solo una vez" pensaba Seungcheol arreglando su camisa. Era imposible. Imposible. Imposible. Imposible. Imposible.

Imposible.

Pero entonces lo escuchó. Abrió la puerta con tanta lentitud que cada centímetro de su cuerpo dolió. Pero lo escuchó, fuerte, claro, en sus oídos como la melodía más dulce que haya podido oír en su vida.

- ¡SEUNGCHEOL!

Se giró de inmediato, sintiendo su corazón dar un fuerte golpe. Se encontró de frente con Jeonghan en la puerta del pasillo, mirándolo con ojos bien abiertos y labios temblorosos. Seungcheol sintió algo en su interior, era la primera vez que Jeonghan decía su nombre fuera del sexo. Respiraba agitado, vestía solo una camiseta larga la cual sujetaba con ambas manos, cargando algo. Lo dejó caer entonces. Cada uno de los paquetes de heroína que Seungcheol le había entregado cayeron uno a uno al suelo frente a sus pies descalzos. Se miraron a los ojos, pudiendo oír su sangre palpitar en sus oídos. Su voz resonaba en los oídos del hombre de traje, "Seungcheol, Seungcheol, Seungcheol" como una dulce melodía capaz de calmar a la bestia más brava existente.

- Jeonghan... - susurró su nombre luego de tanto tiempo. Se sentía dulce decirlo. Jeonghan abrió su boca, la cerró nervioso y la volvió a abrir, para dejar escapar así un fuerte sollozo.

- Ayúdame... - susurró apenas audible y Seungcheol sintió sus ojos arder – Por favor... No puedo más, no quiero seguir con esto – tembló con los fuertes sollozos que sacudían su débil cuerpo, aferrándose a su camiseta con ambas manos.

Jeonghan no las había usado. Cada una de las últimas dosis que Seungcheol le había dado, Jeonghan no había usado ni una sola de ellas. Temblando en su sitio Jeonghan se mantuvo de pie, sollozando como un niño pequeño y perdido, con su cabello negro ocultándole el rostro y cada una de las bolsitas a sus pies, como basura insignificante. Seungcheol caminó casi por inercia, apenas respiraba, avanzó lentamente hacia Jeonghan hasta quedar frente a él, y no lo pensó dos veces... Lo abrazó. Lo abrazó de la forma más delicada que pudo, acariciando su espalda con suavidad con una mano, acariciando su cabello negro con la otra. Jeonghan se rindió entonces y envolvió su espalda con sus brazos con toda la fuerza que le quedaba, llorando casi a gritos entre los brazos del hombre junto a él, quien sin siquiera intentar detener sus lágrimas besaba con cuidado su cabeza una y otra vez, repitiendo que todo estaría bien, que nada le pasaría, que estaba con él y jamás lo dejaría. Jeonghan lloró, lloró con fuerza y entre llantos dijo las palabras que tanto había deseado oír todos estos meses, desde el primer momento en que lo vio del otro lado de la puerta.

- Me enamoré de ti, Seungcheol, me enamoré de ti – habló entre sollozos con una voz apretada y asustada. Seungcheol no pudo evitarlo, una sonrisa se dibujó en sus labios mientras repartía besos ahora por todo su rostro, dejando sus lágrimas correr – Te amo, te amo tanto, dios mío te amo Seungcheol, ya no quiero seguir con esto – balbuceó entre los labios de Seungcheol que ahora, sin importarle ya nada más, lo besaban una y otra y otra vez.

Y Jeonghan correspondía a cada uno de esos besos, interrumpiendo sus palabras una y otra vez. Lloró su alma entre esos labios y esos brazos y cuando, luego de minutos llorando con fuerza y montones y montones de besos repartidos, Seungcheol tomó su rostro con ambas manos, secando sus ojos con sus pulgares, la primera sonrisa real y sincera se dibujó en el rostro de Jeonghan.

- Yo me enamoré de ti Jeonghan. Saldrás de esto, yo te ayudaré, jamás te abandonaré.

Así, Jeonghan lloró en sus brazos por horas hasta finalmente caer dormido en sus brazos con una sonrisa dibujada en su rostro.

--

Jeonghan tragó saliva sintiendo sus rodillas temblar suavemente. Seungcheol estaba frente a él, de pronto sintiendo que echaría a llorar en cualquier momento. Se miraron a los ojos y Jeonghan cerró los suyos.

- No sé si pueda hacerlo – murmuró apretando sus labios y Seungcheol corrió algo de cabello de su rostro y le sonrió amplio, brillante.

- Has llegado hasta aquí, claro que puedes.

Se miraron durante segundos y Jeonghan cortó la distancia en un suave abrazo seguido por un largo beso que se sintió como la seda más fina existente. Se miraron otra vez, se sonrieron y Jeonghan sonrió amplio.

- Gracias.

Entonces se separaron, nerviosos, sintiendo ambos sus piernas temblar y esa extraña sensación en sus gargantas. Seungcheol se sentó jugando nervioso, mirando a la gente a su alrededor, buscando algo que lo calmara. Pero era imposible, estaba hecho un manojo de nervios y sentía que se desmayaría en cualquier momento.

Entonces lo escuchó. Su nombre sonando por los parlantes y los aplausos seguirlo y Seungcheol, olvidando las peticiones de Jeonghan, se puso de pie y aplaudió con fuerza, sintiendo las lágrimas abandonar su cuerpo de forma casi instantánea.

"Yoon Jeonghan se titula con honores de Periodismo".

Y entre toda la gente, entre todo el público aplaudiendo, sosteniendo ramos de flores coloridas y sonrisas brillantes ante ese escenario lleno de alumnos graduándose que subían y bajaban, los ojos brillantes de Jeonghan lo encontraron, sonrientes, vibrantes, era la mirada más radiante que Seungcheol haya podido ver en su vida y agradecía cada segundo de su existencia poder estarlo viendo en ese momento.

La ceremonia duró un poco más, Seungcheol se movía ansioso en su asiento esperando que todo terminara. De lejos podía ver a Jeonghan girándose en su asiento hacia el público, encontrarlo entre la gente y sonreírle feliz, haciéndole señas emocionado. Se veía radiante. Cuando finalmente la ceremonia terminó Seungcheol se hizo paso entre toda la gente, ansioso, hasta encontrarse con él. Yoon Jeonghan. Su Yoon Jeonghan que, con una sonrisa y un pequeño salto, se abalanzó a sus brazos y besó sus labios sin importarle nada, feliz, ambos dejando sus lágrimas correr con suavidad.

- Lo hiciste – susurró Seungcheol con el orgullo llenando su pecho, uniendo ambos sus frentes. Jeonghan sonrió amplio, intentando no arrugar el diploma entre sus cuerpos y no arruinar las flores del ramo que peligraba entre ambos.

- No lo habría hecho sin ti – respondió entre sus labios y cerró sus ojos, disfrutando los suaves besos repartidos por su rostro.

Habían pasado ya 4 años desde esa tarde en que Jeonghan había rogado por su ayuda. Seungcheol jamás habría podido decirle que no, y tras una larga lucha de casi dos años juntos, Jeonghan había podido al fin librarse de hasta el último resto de sustancia en su cuerpo. Fue difícil, pero ambos estuvieron ahí. Seungcheol había estado ahí cada segundo para apoyarlo y ayudarlo, entonces Jeonghan le había dicho que quería terminar su carrera, y Seungcheol no habría podido estar más orgulloso de él en ese momento.

- ¿Quieres que volvamos a casa o vamos a comer algo por ahí para celebrar? – habló Seungcheol entre sonrisas y Jeonghan rio.

- ¡Vamos a celebrar! ¿O acaso los 30 ya te pesan? – rió con fuerza y Seungcheol rodó sus ojos.

- Ya estás por alcanzarme pequeño demonio, ya no tienes 23 años déjame recordarte – lo atrapó entre sus brazos y Jeonghan rio con fuerza entre sus abrazos y cosquillas.

- ¡Sigo siendo 4 años más joven que tú! Estoy en la flor de mi juventud – hizo una mueca y Seungcheol lo besó con suavidad, haciéndole relajar cada centímetro de su ser.

Se miraron a los ojos, diciéndose todos los sentimientos que no encontraban palabra para ser expresadas, y en un profundo, profundo beso lleno de amor y orgullo dejaron el lugar, dejando todos los recuerdos y malas memorias atrás al fin. 


----

N/A: No sé por qué no lo han tomado tanto en cuenta pero no importa (?) Me siento agradecida por los comentarios recibidos y me siento muy satisfecha al haber escrito esto, muchas gracias a quienes lo leyeron y quienes lo lean en el futuro <3

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