DEMON © ¡A la venta en librer...

נכתב על ידי Itssamleon

15.2M 1.3M 1.6M

TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William... עוד

DEMON
ADVERTENCIA
1. "Heridas"
2. "Paranoia"
3. "Confusión"
4. "Mikhail"
5. "Summa Daemoniaca"
6. "Estigmas"
7. "Conmoción"
8. "Irritante"
9. "Roce"
10. "Celos"
11. "Revelaciones"
12. "Tortura"
13. "Alivio"
14. "Ángeles"
15. "Gabrielle"
16. "Negación"
17. "Tormento"
18. "Redención"
19. "Confesión"
20. "Tensión"
21. "Caída"
22. "Poder"
24. "Mentira"
25. "Preludio"
26. "Pérdida"
27. "Dolor"
28. "Lazo"
29. "Sacrificio"
EPÍLOGO
Nota de la Autora | Agradecimientos [Importante]
¡Sigue leyendo!...
STIGMATA [Demon #2]
¡NOTICIA! [Importante]
Puntos de venta Latinoamérica y España

23. "Abandono"

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Una mano grande y cálida ahueca un lado de mi rostro y, en ese instante, doy un brinco en mi lugar. Me aparto, medio asustada y medio aturdida, pero el tacto no se va. No vacila ni un segundo.

Me toma un momento registrar que Mikhail está acuclillado frente a mí y que es su mano la que me toca. El nudo que se ha instalado en mi garganta desde que abandonamos el viejo patio de la casa de las brujas, se aprieta un poco más. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando noto cómo estudia mi rostro con preocupación, pero no aparto la vista. No dejo de mirarlo directo a los ojos.

— ¿Cómo te sientes? —Su voz es un susurro ronco y profundo, y las ganas que tengo de echarme a llorar aumentan. Me abrazo a mí misma con mucha fuerza.

— ¿Qué pasó? —Evado su pregunta con otra y él aprieta la mandíbula antes de tragar duro. Soy plenamente consciente del sonido desgastado y rasposo que tiene mi voz.

— ¿No lo recuerdas?

—No —digo, pero la realidad es que sí lo hago.

Recuerdo haber estado aterrada. Furiosa... Recuerdo a los ángeles matando a las brujas en su propia casa; a la abuela y la madre de Daialee, quienes se encontraban dentro cuando su pequeño mundo colapsaba; recuerdo, también, a Karen -la joven bruja que fue asesinada frente a mis ojos-, y también soy capaz de evocar a las decenas y decenas de ángeles cayeron al suelo y se desintegraron cuando grité. Lo recuerdo absolutamente todo.


Mikhail estudia mi mirada unos segundos más antes de hablar de nuevo—: ¿No recuerdas ni siquiera un poco de lo que pasó, Bess?

—Recuerdo a los ángeles —le concedo—. Recuerdo que nos seguían —hago una pequeña pausa—. Y también recuerdo que estaba furiosa...

Él asiente antes de apartar su mano de mi rostro para girarse a encarar a toda la gente que se encuentra en la reducida estancia en la que nos encontramos.


Después de que Mikhail salió del aquelarre con tres brujas a cuestas, nos subió a un taxi y nos trajo al lugar donde vive. Al llegar aquí, lo primero que hizo fue depositarme sobre su cama –porque aún no podía moverme-, colocar torniquetes en las heridas de mis muñecas abiertas y dar órdenes expresas a las brujas de no acercarse a mí si no querían morir de manera lenta y dolorosa. Entonces -sólo entonces-, se marchó y no regresó hasta unas horas después.

En el transcurso de ese tiempo, no me moví. Y no porque no pudiera hacerlo, sino porque sabía que las brujas estaban al pendiente de cada uno de mis imperceptibles movimientos: el parpadeo de mis ojos, el subir y bajar de mi pecho con mi respiración acompasada; las lágrimas silenciosas deslizándose por el puente de mi nariz hasta el colchón mullido...

Nadie habló. Nadie dijo nada.

Las cuatro brujas sobrevivientes -Daialee, Niara y las dos mujeres ligadas- se sumieron en un silencio sepulcral hasta que Mikhail -seguido de cuatro personas más-, apareció de nuevo.

Entonces, el caos comenzó.


Las acaloradas discusiones, los tonos elevados de voz, el llanto de Daialee, la ira desmedida en las voces de las brujas ligadas... Todo me llevó a deslizarme por la cama, fuera del alcance de todo mundo, hasta aovillarme en un rincón de la habitación -fuera del campo de visión de todas estas personas-.

No fue hasta ahora que los ánimos se han calmado, que Mikhail se ha puesto a buscarme. No tardó mucho en dar conmigo. ¿Cómo iba a hacerlo cuando su improvisado apartamento es apenas un poco más grande que la sala del apartamento de Dahlia?...


— ¿Estás segura de que eso es todo lo que recuerdas? —Pregunta su voz acompasada y tranquila, sacándome de mis cavilaciones.

Yo asiento, sin poder pronunciar nada en lo absoluto. Él aprieta la mandíbula y trata de ayudarme a incorporarme, pero no dejo que lo haga. Lucho contra su agarre y me aovillo más en mi pequeño rincón de seguridad. En ese pequeño espacio de universo que he convertido en mi fortaleza imaginaria.

—Bess, por favor —pide, cuando trata de alcanzarme y lo empujo lejos.

—No —mi voz es un susurro lastimero.

—No te comportes de este modo, Bonita —dice, con lo que pretende ser un tono de voz duro—. No necesitamos esto ahora mismo.

— ¡No! —Me alejo otro poco cuando intenta ponerme de pie a la fuerza y él suelta una maldición frustrada.


—Déjala tranquila —una voz desconocida resuena detrás de Mikhail—. No podemos correr el riesgo de que atente contra nosotros.

El demonio de los ojos grises vuelca su atención hacia el lugar de donde la voz proviene y escupe con violencia—: Ella no es capaz de hacerle daño a nadie.

—No me lo tomes a mal, Miguel —dice otra voz. Esta suena vagamente familiar—, pero desintegró a más de veinte ángeles al mismo tiempo. Los absorbió... ¿Qué te hace pensar que no va a hacer lo mismo con nosotros?

— ¿Quieres cerrar la boca? —Mikhail espeta y se pone de pie antes de darme la espalda, en un gesto protector—. No te traje aquí para crear discordia. Bess es incapaz de dañar a cualquiera aquí. No olvides que el verdadero problema está allá afuera y que tiene a un ejército de ángeles a su servicio.


—Vamos a calmarnos todos por aquí —mi vista se alza de golpe en ese momento y mi estómago se aprieta cuando alguien se abre paso para llegar a mí.

Los ojos claros, el cabello ondulado y las cejas espesas de Axel se dibujan delante de mí cuando se acuclilla para quedar a mi altura, y quiero envolver mis brazos alrededor de sus hombros para estrecharlo con fuerza. Quiero decirle que es un idiota por haber dicho que debía superar la muerte de mi madre de una manera tan cruel, y quiero confesar cuánta falta me ha hecho su compañía estos últimos días.

—Axel... —mi voz es un susurro ronco y entrecortado.

—No puedes simplemente mantener un perfil bajo, ¿no es cierto? —Niega con la cabeza con aire reprobatorio, pero una pequeña sonrisa ha comenzado a dibujarse en las comisuras de sus labios—. Tienes que hacer todo un jodido espectáculo para probar que eres un Sello Apocalíptico y ponernos a todos a temblar. ¿Es que acaso te gusta el protagonismo?

—L-Lo siento... —susurro, en medio de un sonido estrangulado y, así, sin más, un montón de lágrimas se me escapan.

—No, no, no, no —Axel me señala con su índice, como quien reprime a un niño pequeño—. No te atrevas a ponerte toda llorona. No eres una chica bonita, Bess. No puedes darte el lujo de llorar cuando no eres guapa. ¡Mira nada más cuán roja te has puesto! —Chasquea la lengua—. Venga ya que se te arruga el gesto y te salen líneas de expresión.

Una pequeña risa se me escapa en ese instante, pero no puedo dejar de llorar como una idiota.

—N-No sé cómo lo hice —digo, entre gimoteos patéticos—. No sé qué fue lo que pasó.

Axel suspira con pesar.

— ¿No sabes qué fue lo que pasó? —Me mira con aire orgulloso—. Yo te lo diré —hace una pausa para sentarse con las piernas cruzadas frente a mí—. Pasó que le salvaste el puto culo a todas las brujas malagradecidas que están en este lugar —suena severo, pero amable al mismo tiempo y sé, en ese momento, que habla tanto para ellas, como para mí—. Pasó que te salvaste el pellejo a ti misma y además, absorbiste la energía de más de una veintena de ángeles. Literalmente, redujiste su existencia a casi nada, amor —me regala una sonrisa radiante—. Les sacaste la mierda, Bess, y estoy muy orgulloso de ti por eso.

—P-Pero...

—Pero nada —me interrumpe—. Eres una jodida 'pateaculos' y punto. Quien se atreva a decir lo contrario, puede venir a mamarme un hue...

—Axel... —Mikhail lo interrumpe, con aire medio divertido y medio autoritario, y el demonio frente a mí rueda los ojos al cielo. Entonces, se arrodilla para acercarse un poco más a mí.


—Quiero pedirte una disculpa, Bess —dice, en voz tan baja, que apenas puedo escucharlo—. Mikhail me explicó que para ustedes los humanos la pérdida de alguien cercano es bastante dura de llevar —se encoje de hombros—. Yo no tenía idea de cuánto podía afectarte y, sí, estaba molesto contigo por la actitud de mierda que estabas teniendo pero... —niega con la cabeza—. Sólo quiero que sepas que lo lamento. Siento mucho haber sido un imbécil —me regala una sonrisa suave—. No lo hice con el afán de herirte.

Las lágrimas brotan con energías renovadas y aprieto mis manos contra mi regazo para reprimir el impulso que tengo de envolver mis brazos a su alrededor. No sé cómo pueda afectarle mi toque, así que prefiero no tentar a mi suerte. No soportaría lastimarlo a él también.

—Lamento haber sido una perra contigo —digo, una vez que puedo dominar a mis cuerdas vocales.

—Eres una perra conmigo todo el tiempo —él bromea, al tiempo que rueda los ojos al cielo—, pero ya estoy acostumbrado, cariño. No hay rencores.

Otra risa se me escapa mientras que limpio la humedad de mis mejillas.

—Eres un idiota —mascullo.

Él suelta una pequeña risa aliviada.

—Esa es la chica que me agrada —dice, en voz suave y amable—. Comienzas a sonar como la Bess que yo conozco una vez más.


Otra carcajada corta brota de mi garganta mientras que me obligo a recomponer mi gesto antes de ponerme de pie. La mirada de todo el mundo está fija en mí, pero yo demoro mis ojos en el suelo unos segundos para armarme de valor. Entonces, cuando estoy lista, alzo la vista.

Toda mi sangre se agolpa en mis pies cuando la veo...

Gabrielle está aquí, recargada contra una de las paredes de la estancia, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión cautelosa y calculadora. Su mirada y la mía se encuentran durante unos tensos instantes, pero termino desviándola para mirar a la otra figura que se encuentra de pie junto a ella.

Es un hombre y viste completamente de negro. Lleva una capucha que le cubre la mayor parte de la cara, pero sé que está mirándome. Su piel morena contrasta con la claridad de la piel de Gabrielle y la energía pesada y densa que emana me marea un poco. No sé por qué no la percibí antes, pero es tan intensa ahora, que eclipsa el calor que emana Gabrielle.

— ¿Qué hace ella aquí? —Pregunto, sin poder evitarlo.

—Eso mismo quisiera saber yo —bufa Axel a mi lado.

La Arcángel sólo nos mira con aire aburrido y condescendiente.

—Gabrielle está aquí porque me ha dado información valiosa. Del tipo que cambia todo por completo...

—Sí, claro —Axel escupe—. Casualmente, el arcángel que te traicionó te ha buscado para darte información valiosa. Es obvio que algo está tramando. Creí que eras ingenuo, Miky, pero has demostrado que eres un completo idiota.

¿Arcángel? —La voz de Daialee suena baja y tímida, pero noto la sorpresa en ella de todos modos—. Dios mío, ¿en qué nos hemos metido?

— ¿Quieres cerrar la boca? —Sisea Niara a su lado.

—Todo esto es culpa de tu abuela —habla una de las brujas atadas.

—No puedo creerlo —masculla Gabrielle, con expresión fastidiada.

—Esto es horrible —se queja Axel.

— ¿Podemos dejar de perder el tiempo? —Dice el encapuchado junto a Gabrielle, y todos comienzan a murmurar protestas y quejas.


¡Silencio! —Mikhail habla en voz de mando y todos enmudecen. Sus brazos están firmemente acomodados a sus costados y su expresión es más severa que nunca. Nunca había visto esa clase de tensión en sus hombros, ni ese peso furioso en su ceño fruncido.

Su mirada barre la estancia con lentitud y posa su atención en cada uno de los presentes durante un largo momento. Entonces, me mira. El enojo en sus ojos se relaja un poco cuando lo hace pero no ha sido suficiente. Sigue luciendo salvaje y molesto.

—Tenemos un problema muy grande aquí —dice, cuando posa su atención de vuelta en la pequeña multitud—. Los ángeles están fuera de control. La ciudad está atestada de ellos. No hay rincón donde no sobrevuelen como si de perros de caza se tratasen.

—Saben que Bess está aquí —Axel musita y mi corazón se aprieta con violencia.

—No —Mikhail habla y le dedica una mirada a Gabrielle, como si estuviese pidiéndole permiso de continuar. Ella le regala un asentimiento suave y algo escuece en mi interior. Una absurda sensación de hundimiento comienza a apoderarse de mí con la pequeña conversación secreta que han tenido—. Están aquí por mí.

La atención de todos se posa en él y la confusión se apodera de mis sentidos.

¿Qué?... —Mi voz es un susurro incrédulo.

— ¿A qué te refieres? —Axel también habla—, ¿cómo que están aquí por ti?

Mikhail observa a Axel un largo momento. No me pasa desapercibido el hecho de que ha evadido mi mirada deliberadamente.

—Me topé con Gabrielle después de que volví del Inframundo. Venía con él —hace un gesto hacia el tipo de aspecto sombrío y rostro cubierto—: Dijeron que tenían que hablar conmigo y no dejaron de seguirme hasta que accedí a escucharlos —hace una larga pausa—. Rafael ha mandado a todo el mundo a cazarme.

—Pero, ¿por qué? —Mi voz es apenas un susurro audible.

El chico de los ojos grises baja la vista. Sigue evitando mis ojos.


— ¿Alguien aquí puede hablar de una maldita vez? —Axel escupe, al cabo de unos segundos de tenso silencio—. Esto está poniéndome de nervios.

Gabrielle desvía la mirada mientras que el tipo encapuchado habla con voz espesa y pastosa—: La caída de Miguel era algo que ya estaba escrito. Algo dentro de los planes del Creador.

Mi ceño se frunce ligeramente.

— ¿A qué te refieres con eso? —La voz de Axel es cada vez más ansiosa.

El tipo posa su atención en el íncubo.

—Me refiero a que el Creador ya sabía que Miguel iba a ser traicionado y lo permitió porque tiene otros planes para él —dice, con aire calmado y resuelto.

Mi corazón acelera su marcha con sus palabras, pero no logro conectar todos los puntos en mi cabeza.

— ¿Qué clase de planes? —Axel pregunta y yo aprieto los puños para aminorar la ansiedad que ha comenzado a hacer estragos en mí. Al no recibir respuestas de nadie, el íncubo mira hacia Mikhail y pregunta, con aire herido—, ¿Miguel?, ¿qué está ocurriendo?


Mikhail lo encara. Un montón de emociones surcan sus facciones y noto como su nuez de Adán sube y baja cuando traga con dureza.

—No es algo que podamos hablar ahora mismo —dice—. Necesitamos resolver primero todo el asunto de Bess, para luego...

—No —mi voz se abre paso en el silencio y todas las miradas se posan en mí—. ¿Qué está pasando, Mikhail?, ¿qué es lo que no nos estás diciendo?

Sólo hasta ese momento, me mira. Sus ojos son cautelosos, arrepentidos... agónicos.

—Bess, por favor...

Niego con la cabeza.

— ¿Por qué diablos nunca me dices nada? —El coraje y la impotencia hacen mella en el pequeño oasis de tranquilidad que he tratado de formar a mi alrededor.

—Creo que lo mejor es que nos vayamos —Gabrielle habla en dirección al tipo encapuchado—. Tenemos que ir a hablar con el Creador y ver qué es lo que está planeando Rafael —su atención se fija en Mikhail y dice—: ¿Quieres que nos hagamos cargo de las brujas?

—No —Mikhail niega con la cabeza—. Axel las llevará a un lugar seguro —mira al íncubo y hace un gesto hacia las mujeres que se encuentran amontonadas en un rincón de la estancia—: ¿Podrías...?

Axel luce decepcionado y herido por un momento, pero no dice nada. Sólo asiente y deja escapar un suspiro mientras que se encamina hacia las brujas. Ellas, sin decir nada, se ponen de pie de donde se encuentran y se preparan para abandonar la estancia.


Todos los presentes se apiñan en la entrada, dispuestos a marcharse, cuando el hombre del rostro cubierto se detiene y se vuelve hacia Mikhail.

—No puedes darle más tiempo, Miguel —dice—. Sabes que no puedes inmiscuirte en esto. Por muy encaprichado que te encuentres, lo mejor es que acabes con todo. Por tu bien y por el de todos los que te rodean.

No hace falta que diga más. Sé que habla sobre mí. Sobre lo que tiene conmigo y lo que hice hoy con esos ángeles...

—Manténganme al tanto de todo —Mikhail ignora por completo lo que el encapuchado ha dicho, pero la tensión en sus hombros delata cuánto le han afectado sus palabras.

El hombre asiente una vez, sin mostrarse molesto por la evasión del demonio de ojos grises, y sale de la estancia justo cuando Gabrielle nos dedica una última mirada. Entonces, sin decir una sola palabra más, se marcha. Mikhail cierra la puerta detrás de ella.


El silencio se apodera del ambiente en ese momento y me quedo aquí, de pie detrás de él, con la vista fija en su nuca. Él no hace nada por mirarme.

Se siente como si una brecha hubiese comenzado a abrirse paso entre nosotros. Como si las pocas horas que estuvimos separados, hubiesen hecho estragos irreparables en el vínculo que hemos creado poco a poco.

— ¿Vas a decirme qué es lo que está pasando o voy a tener que averiguarlo por mi cuenta como siempre? —Sueno más molesta de lo que pretendo, pero es el único tono de voz que puedo manejar en este momento.

Mikhail mira por encima de su hombro y noto cómo deja escapar un suspiro antes de girarse para encararme.

Su mirada grisácea se fija en la mía y un nudo se instala en la boca de mi estómago.


—Siéntate —pide, pero no lo hago. Me quedo de pie sin apartar la vista de la suya.

Él cierra los ojos unos instantes y aprieta la mandíbula antes acortar la distancia que hay entre su cuerpo y la cama. Entonces, se sienta al filo del colchón. Una respiración profunda es tomada por su nariz.

— ¿Quién era ese tipo? —Hablo, pero suena más como una exigencia que como una simple pregunta.

—Su nombre es Ashrail —dice, en voz baja y cansada.

— ¿Es un ángel?

—No.

— ¿Es un demonio, entonces?

Una pausa.

—No —los ojos de Mikhail se posan en mí una vez más, pero demora unos segundos en continuar—: Es algo justo a la mitad.

Mi ceño se frunce en confusión.

— ¿Algo a la mitad?

Asiente.

—Ash es el ángel de la muerte, Bess —dice—, y aunque su nombre sugiera que es un Ser Divino, lo cierto es que no lo es. Hay partes angelicales y demoníacas en él. Es el punto intermedio entre ambos universos.


Guardo silencio unos instantes para procesar sus palabras y, cuando me siento lista para continuar, pregunto—: ¿Y qué hace el ángel de la muerte involucrado en todo esto? —Mi voz es un susurro inestable y tembloroso.

Mikhail toma una inspiración profunda.

—Bess, necesito que te sientes —dice—. No voy a contarte nada si no lo haces.

Una risa cargada de irritación e ironía se me escapa, pero accedo a sentarme a regañadientes. Las heridas en mis muñecas duelen cuando me muevo con brusquedad, pero no se lo hago notar.

—Cuéntamelo todo —escupo—. Soy toda oídos.

Mikhail se frota el rostro con las manos, antes de dejar escapar un suspiro y comenzar—: Después de que te dejé en el Aquelarre, fui al Inframundo a buscar al Supremo. No lo encontré, así que traté de localizar a los Príncipes, pero ninguno de ellos estuvo dispuesto a dedicarme unos minutos. Fue entonces, decidí buscar respuestas en otro lugar —dice—. Mi plan era ir a buscar a una vieja conocida mía. Una clarividente poderosa que siempre ha sido capaz de advertirme de la tragedia antes de que ocurra... —su vista se posa en el suelo—. Estaba a punto de llegar con ella, cuando Gabrielle y Ashrail me abordaron.

Guarda silencio unos instantes.

—Ash fue quien logró convencerme de hablar —otro silencio—. Me dijo que él sabía quién me había traicionado y eso... Eso fue lo suficientemente atractivo para mí como para acceder a escuchar lo que tenían que decir.

— ¿Y qué fue lo que dijeron? —Mi voz es apenas audible.

—Dijeron que el Creador les había enviado a buscarme. Dijeron que Él sabía que yo no había hecho una mierda de lo que se me acusaba, pero que me dejó caer porque tenía otros planes para mí...

— ¿Qué clase de planes? —Mi voz es un pequeño susurro—, ¿cómo es que sabes que no están mintiendo?

Me mira a los ojos.

—Sé que no mienten, Bess. Ellos... Ash... —se detiene—. Ashrail no tiene interés alguno en inmiscuirse en discordias o esas mierdas que existen entre los ángeles. Es la clase de persona que no se toma la molestia de ir a buscar a alguien a menos de que sea algo sumamente importante. Es más importante, incluso, que muchos ángeles de Primera Jerarquía.

No quiero creer lo que dice. No quiero siquiera imaginar qué es lo que ese tipo ha dicho para hacer que Mikhail evite mirarme del modo en el que lo hace.


—Tú misma has escuchado lo que todo el mundo dice —Mikhail continúa, con la voz entrecortada por las emociones—. Has oído lo que Gaela ha dicho sobre mi aroma.

En ese momento, recuerdo, también, esa conversación que tuve con Axel en la que me dijo que el aroma de Mikhail era diferente al de un demonio. En ese momento, recuerdo lo que ocurrió esta mañana, cuando fue capaz de percibir la agitación de los ángeles cuando se supone que no debía hacerlo.

—Estoy cambiando, Bess —dice en voz baja y le creo—. Estoy transformándome en algo y no es precisamente en un demonio. Al principio no lo creía pero... —niega con la cabeza—. Todo esto —se señala a sí mismo—: Mi conexión con los ángeles, mi aroma diferente, los sentimientos que no deberían de existir en mí porque se supone que soy un demonio...


— ¿Estás volviendo?, ¿estás volviendo a ser un... Arcángel?

—Si... —susurra, con la voz enronquecida—, y no... —niega con la cabeza—. Estoy llegando a un punto justo a la mitad —me mira a los ojos—. Un punto que se encuentra a medio camino entre un ángel y un demonio. Algo como... —se detiene unos instantes, como si a él mismo le costase trabajo hacerse a la idea de lo que está ocurriéndole—. Algo como lo que es Ash. Un ser en la línea divisoria entre el Cielo y el Infierno.

Mi aliento se atasca en mi garganta.

— ¿E-Eres un ángel de la muerte? —Apenas puedo hablar.

Mikhail niega con la cabeza.

—No —dice—. Sólo hay un ángel de la muerte —explica—. No sé cuál demonios será mi función. Quiero pensar que la sabré una vez que llegue el momento de ser completamente eso que se supone que debo ser. Lo único que sé, es que está ocurriendo, Bess. Lo siento en cada célula de mi cuerpo. Sé que no soy un demonio. Al menos, ya no...

Sus palabras caen como un balde de agua helada sobre mí, pero no puedo hablar. No puedo hacer otra cosa más que mirarlo a los ojos.


—Rafael fue quien me traicionó —la voz del demonio frente a mí suena ansiosa—. Me traicionó y ahora está vuelto loco buscándome porque se ha enterado de que estoy transformándome. Ha dado la orden expresa de darme caza. No sé qué mierda le ha metido al ejército en la cabeza, pero todos están tratando de asesinarme.

La información se asienta en mi cerebro, pero no logro procesarla del todo. No cuando lo único en lo que puedo pensar, es en que Mikhail no es un demonio y, por ende, no tiene la obligación alguna de protegerme. No forma parte de sus intereses el cuidar de mí porque tiene su lugar asegurado allá arriba, en su mundo. En ese que tanto ha extrañado...

—Vas a reclamar tu lugar... —sueno temblorosa e inestable, cuando caigo en la realización de este hecho. Él guarda silencio y un nudo se forma en mi garganta. Tengo que tragar varias veces antes de volver a hablar—: ¿Qué...? —Trago de nuevo—. ¿Qué va a pasar conmigo?, ¿vas a...? —"¿Vas a dejarme?" —, ¿alguien va a...? —Dejo escapar el aire para inhalar fuerte una vez más. Estoy a punto de comenzar a hiperventilar—, ¿alguien va a tomar tu lugar?

La mandíbula de Mikhail se aprieta.


—Probablemente —dice, después de otra pausa larga y tortuosa.

Oh... —digo, porque no sé qué otra cosa decir. Porque estoy a punto de echarme a llorar de nuevo.

Él tampoco dice nada. Se limita a mirarme con expresión arrepentida y angustiada.

—Bess, no tienes una idea de cuánto anhelé esto —dice, al cabo de un rato, y sus palabras terminan de romperme.

Mi pecho quema y escuece. Mis manos tiemblan y las lágrimas se agolpan en mis ojos una vez más.

"No llores, Bess. No llores."

—Felicidades, entonces —apenas puedo pronunciar.

Él da un paso hacia mí, pero yo me alejo dos. Su expresión dolida no hace más que acrecentar el hueco que se ha comenzado a desgarrar mi pecho.

—Voy a cuidar de ti hasta que el Supremo envíe a alguien —se apresura a decir y una risa amarga se me escapa. Un par de lágrimas también lo hacen.

— ¡Vaya!, ¡qué considerado de tu parte! —El veneno tiñe mi voz y, un segundo después, un sonido similar al de un sollozo se me escapa.

—Bess... —se acerca de nuevo.

— ¡No! —Mi voz se eleva apenas un poco y todos los muebles a mi alrededor se arrastran cerca de un metro lejos de donde me encuentro. La expresión de Mikhail baila entre el asombro y la angustia—. No te me acerques, por favor.

— ¿Por qué no lo entiendes? —Su mirada suplicante lo único que hace es acrecentar la mezcla de dolor y coraje que se arremolina en mi pecho.

— ¿Entender, qué? —Escupo, con violencia—, ¿que lo único que hacías conmigo era divertirte?, ¿que ahora que has conseguido algo mejor vas a largarte?, ¿que todo lo que pasó no significó una mierda para ti?, ¿que soy tan insignificante que te importa un reverendo pepino si muero o no? —Las lágrimas son incontenibles ahora—. No te preocupes, Miguel —suelto, con amargura—. Lo entiendo perfectamente.

No le doy tiempo de responder. No le doy tiempo de hacer nada más que mirarme avanzar a toda velocidad hasta el baño de la pequeña estancia y cerrar la puerta detrás de mí. Ni siquiera le doy tiempo de endulzarme los oídos con sus palabras -como siempre suele hacer-, y echo el pestillo antes de aovillarme en el suelo para echarme a llorar.

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