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Publicado: 12 de abril de 2016
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Por Pablo Jesus Lalli
Martes. 7:28 AM. Quilmes centro, Buenos Aires. Aguardo por el tiempo pasar. Eso hacía antes, al menos. Ahora, tomo agua de mi botella, que lamentablemente aún tengo que comprar. En otro momento, hubiera sido café y medialunas o tostado, asique algo avancé.
Ahora, me conecto conmigo mismo. Imagino mi día, y trato de ponerme a tiro de las actividades que la relevancia me ordenó postergar, o que simplemente no tuve presentes cuando planee mi semana, como todas las semanas, el pasado domingo. Aún así, súbitamente aparecen y me encargo de ellas. En general, por fortuna, basta un mensaje o un mail para darlas por concluídas. Not big deal.
A veces, de todas maneras, la ansiedad me gana el momento. La proyección de pasados y/o futuros inexistentes copta mi atención, más que un pequeño sorbo de nuestro sagrado elixir de manantiales...o de botellitas con daño medio ambiental incluído, en esos 500 ml.
Mis mañanas no son típicas, no son similares siquiera entre ellas. Casi nunca acompaño la puesta en acción del dios sol de este lado del mundo, como hace unos pocos meses hacía. Los días que ma acompaño, no obstante, son distintos. En sensaciones, en percepciones...en plano físico, mental, y espiritual.
Aquí estoy, 7:36 AM. Agua a medio tomar. Y con un humor que no se refleja en mi rostro, de momento. Debiera tener una enorme sonrisa. Honestamente, y amén del "¡vamos que es viernes!" con el que solemos bromear dentro de mi grupo de amigos, los martes son mis días favoritos. La caminata por la ciudad vecina, lo fugaz de las tareas en mi cabeza (aunque me lleven de facto alrededor de 4hs o más), este pequeño pero tan lindo espacio de reflexión y/o planeación y/o charla y/o relajación generalizada...es todo un suspiro, producto del fallido esfuerzo de la rutina que yo no elijo por imponerse en mi vida. Lo siento honey, better luck next time.
O será el hecho de que cada martes llego temprano a casa, o tengo tiempo de visitar a un amigo, de escribir, de avanzar fuertemente en proyectos. De escuchar música, de tomar mate y mate y mate. De reir, de llorar, de...dormir, por qué no. Será que los martes simplemente me gustan porque cada día me gusta pero a este le tengo el cariño especial que puede o no merecer. Cuestión de perspectiva.
SIEMPRE es cuestión de perspectiva. El martes puede tener 10000 cosas geniales, que en particular me agradan. Pero nada de lo que hago los martes, me es imposible de hacer cualquier otro día. Podrá serme más cómodo, o simple, pero poder ser, puede ser siempre. Siempre que quiera. Siempre que me anime. Siempre que las excusas se esfumen. Cada día es único. Cada día, es un pequeño regalo que nos otorga el universo. Eso sí, en nuestros hombros está la posibilidad de aprovecharlo, o no hacerlo.
Tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, aquí y ahora. La felicidad no es un momento, o un estado impermanente. La felicidad trasciende circunstancias. Al menos la genuina. Puedo estar ocasionalmente de mal humor. Pero esa es la noticia, y no lo contrario. Encontrale lo mágico a cada día, por más que cueste. Obligate a hacerlo. Vos podés moldear tu perspectiva, y trabajar conscientemente sobre ella.
No hay mayor estado de paz mental que disfrutar plenamente de todo, en todo momento. Quizá ni un maestro zen pueda alcanzar ese ideal...pero recordá que vale mucho más un baby step que no step en lo absoluto. Que un primer paso, por más pequeñito que sea, es mejor que no hacer nada. Que encontrar una cosa linda o inspiradora en cada día, antes de dormir, te va a cambiar la vibra. Levantarse sabiendo que en cada día algo increíble va a pasarte, o mejor, VAS A HACER QUE TE PASE, es algo enorme, para muchos inimaginable.
Probá y contanos.