DEMON © ¡A la venta en librer...

Από Itssamleon

15.2M 1.3M 1.6M

TRILOGÍA DEMON #1 ¡A LA VENTA EN LIBRERÍAS! "El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí." -William... Περισσότερα

DEMON
ADVERTENCIA
1. "Heridas"
2. "Paranoia"
3. "Confusión"
4. "Mikhail"
5. "Summa Daemoniaca"
6. "Estigmas"
7. "Conmoción"
8. "Irritante"
9. "Roce"
10. "Celos"
11. "Revelaciones"
12. "Tortura"
13. "Alivio"
14. "Ángeles"
15. "Gabrielle"
16. "Negación"
18. "Redención"
19. "Confesión"
20. "Tensión"
21. "Caída"
22. "Poder"
23. "Abandono"
24. "Mentira"
25. "Preludio"
26. "Pérdida"
27. "Dolor"
28. "Lazo"
29. "Sacrificio"
EPÍLOGO
Nota de la Autora | Agradecimientos [Importante]
¡Sigue leyendo!...
STIGMATA [Demon #2]
¡NOTICIA! [Importante]
Puntos de venta Latinoamérica y España

17. "Tormento"

371K 40.1K 54.1K
Από Itssamleon




—A Annelise le encantaba esto —la voz de Dahlia me hace alzar la vista de golpe y siento cómo mi corazón se estruja con violencia. La mención del nombre que comparto con mi mamá, es capaz de enviarme al borde de las emociones en de un segundo a otro; es algo que, desde su muerte, no puedo evitar.

Me toma unos instantes descubrir que todo mi cuerpo se ha congelado en su lugar y que la mano con la que sostengo la cuchara de madera me tiembla. Un nudo se instala en mi garganta a toda velocidad, pero trato de ignorarlo mientras que me obligo a volver la vista hacia la carne molida bañada en salsa de tomate que preparo.

Los ojos me arden, la garganta me duele y, de pronto, me siento incapaz de mover un solo músculo. Quiero obligarme a seguir cocinando, pero no puedo dejar de temblar. No puedo dejar de dibujar el rostro de mi madre en mi cabeza.

La habitación en la que nos encontramos se siente pequeña de un segundo a otro y me falta el aliento; sin embargo, me obligo a mantener la mirada serena antes de responder un débil—: Lo sé...


El silencio se extiende largo y tirante entre nosotras, pero yo ya no puedo salir del agujero. Decenas de recuerdos tortuosos se arremolinan en mi cabeza y me obsesiono con ellos. No dejo de reproducir la imagen de mi madre en la cocina las tardes de viernes, cuando preparaba lasagna sólo porque era el inicio del fin de semana.

Puedo recordar un día en particular. Ese en el que, con su voz amable y tranquila, le explicó a Freya porqué nosotros sí comíamos carne cuando ella la detestaba. Ese en el que miró de forma reprobatoria a Jodie por decirle a Freya que, si no comía carne, iba a morir por falta de proteínas. Recuerdo con mucha claridad la forma en la que reprimí mis carcajadas para no restarle importancia al reproche implícito en la mirada de mi madre y, también, recuerdo el sonido de la risa de mi padre, quien nos escuchaba desde la sala.


—Lo lamento —la voz de Dahlia me saca de mi ensimismamiento—. No debí decir eso en voz alta. Es sólo que... —mi atención se posa en ella y palidece al instante—, ¡Dios!, —da un paso en mi dirección y se detiene en seco, con una expresión culpable en el rostro—. Lo siento tanto, Bess. No quería hacerte llorar. Créeme que era lo que menos intentaba conseguir.

Es sólo hasta que lo menciona, que noto el sabor de mis lágrimas sobre mi labio superior. Es sólo en ese momento en el que me percato del calor húmedo que corre por mis mejillas. Trato de limpiar mi cara con el dorso de mi mano buena, pero no lo consigo del todo. No cuando el llanto es así de intenso.

Una risa amarga brota de mi garganta y niego con la cabeza.

—No sé qué me pasa —digo, pero sé exactamente qué es lo que sucede—. No suele afectarme tanto hablar de ella, es sólo que...

—Lo sé —Dahlia me interrumpe, mientras asiente con la cabeza—. Yo también la extraño.

Lágrimas nuevas se agolpan en mis ojos, pero me obligo a esbozar una sonrisa temblorosa.

"A veces la extraño tanto, que siento que no podré soportarlo." Quiero decir, pero las palabras se atascan en mi garganta. "Hay días en los que no tengo fuerza suficiente para levantarme de la cama porque sé que ella ya no está. Porque sé ninguno de ellos está aquí conmigo. Antes, me pasaba el tiempo pensando en lo fácil que sería para todos que yo también hubiese muerto. Tú no habrías tenido que cargar conmigo, ni habrías tenido que renunciar a tu estudio para darme una habitación. Ahora mismo podrías estar con Nate, en su cena de negocios, en lugar de estar estancada aquí, con una adolescente que no tiene una idea de qué demonios hacer con su vida."

—Vamos a estar bien —digo, con la voz entrecortada, pero en realidad quiero hacerme un ovillo en el suelo y llorar.

La mano de Dahlia se posa en mi mejilla y mis párpados se cierran con el contacto. La caricia es suave y firme, pero no me siento a salvo. Dahlia nunca va a poder llenar el hueco que mamá ha dejado.

—Te pareces tanto a ella...

El escozor en mi pecho es insoportable ahora. Todo se siente tan doloroso. Tan intenso...


Hay veces en las que el dolor es más llevadero. Es una pequeña punzada sorda en el fondo de mi pecho. Una que no se va, pero que no me hace la vida imposible. Otras veces, sin embargo, se siente como si mi corazón traicionero se empeñara en lastimarse a sí mismo y no quisiera que el resto de mí funcionara de forma correcta. Como si el mundo entero fuese un recordatorio de lo que perdí y que nunca podré recuperar.

Un sollozo brota de mi garganta en ese momento y cubro mi boca con el dorso de mi mano.


—Oh, no, cariño... —Dahlia trata de abrazarme, pero me aparto con brusquedad. No quiero que me abrace. No quiero que me toque porque si lo hace, voy a quebrarme. Voy a deshacerme a pedazos delante de ella.

—No —pido, con la voz hecha un hilo—. Por favor...

—Bess déjame...

—No —la interrumpo y doy un paso hacia atrás cuando vuelve a intentar abrazarme.

Limpio mi cara con mis manos temblorosas e inhalo profundo para intentar tranquilizarme.

—N-Necesito... —sacudo la cabeza—. Necesito una ducha.


Dahlia sabe que es una mentira. Sabe que no necesito una mierda y que lo único que quiero es irme de aquí para poder llorar en paz.

Su boca se abre para decir algo, pero parece arrepentirse a medio camino, ya que vuelve a cerrarla. La aprehensión con la que me observa me hace sentir un poco más miserable que antes, pero trato de no hacérselo notar.

—Ya regreso —digo, con la voz ronca y débil por el nudo en mi garganta.

Ni siquiera le doy oportunidad de responderme. Me alejo de la cocina lo más rápido que puedo y me encamino hasta mi habitación.

Mi vista se nubla con lágrimas mientras que cruzo la sala del apartamento, pero ya no me molesto en reprimir las lágrimas ardientes. Un sonido débil y estrangulado brota de mis labios cuando alcanzo la manija de la puerta y se convierte en un sollozo cuando doy un portazo para cerrarla.

— ¿Estás bien, cariño? —La familiar voz me hace ahogar un gemido aterrorizado, y giro sobre mis talones para encararlo.


Axel, quien se encuentra de pie junto a la cajonera acomodada al fondo de la habitación, me mira con el ceño fruncido en señal de confusión. La vergüenza y la humillación corren a toda velocidad con mi torrente sanguíneo, pero eso no impide que limpie mi cara a toda velocidad para así poder decir que no pasa nada.

Tomo una inspiración profunda antes de intentar recomponerme, pero el gesto impasible de Axel me amedrenta un poco. Es entonces, cuando hago acopio de toda la fuerza de mi cuerpo para decir—: No pasa nada. Estoy bien.

Mi voz suena congestionada debido al llanto contenido, pero ruego al cielo que no sea capaz de notarlo.

—Ya —dice Axel, con sarcasmo—. Olvidaba que siempre entras llorando a tu habitación. Cosa de todos los días.


En ese momento, el rostro de Mikhail aparece en mi campo de visión. Está asomado por la ventana, con expresión alarmada y gesto preocupado.

"Oh mierda..."

Las cejas del íncubo se alzan cuando se percata del rumbo de mi mirada y siento cómo el rubor se extiende por mi rostro. Trato de lucir serena mientras que aparto la vista del demonio de ojos grises y me encamino hasta el armario para tomar algo de ropa para tomar una ducha, pero no estoy segura de lograrlo.

Remuevo las prendas colgadas, sin saber qué estoy buscando en realidad y tomo un par de inspiraciones profundas para deshacer la bola de sentimientos en mi garganta.


— ¿Bess? —Es la voz de Mikhail la que suena ahora—. ¿Ocurre algo?

—No —respondo, en automático.

—Cielo, no somos estúpidos.

— ¿En serio?, ¡quién lo diría! —Hay veneno y sarcasmo en mi voz.

—Bess, ¿qué sucede? —Mikhail suena genuinamente angustiado y una risa amarga brota de mis labios.

—Como si te importara... —mascullo, sin poder evitarlo.

—Chica, estamos siendo amables contigo. Deberías, por lo menos, ser un poco agradecida —Axel dice y una punzada de coraje se mezcla con la viciosa sensación de desasosiego que no me deja tranquila.

Aprieto los dientes y me digo a mí misma que ninguno de los dos trata de hacerme enojar, que sólo están preocupados y que soy yo quien debe relajarse; sin embargo, apenas consigo detener la ira que se construye ladrillo a ladrillo en mi interior.

"Relájate, Bess. Relájate ahora..." Pienso, mientras tomo un par de inspiraciones más.


Giro sobre mis talones, dispuesta a marcharme antes de que pueda decir algo de lo que pueda arrepentirme, cuando me percato de qué es lo que sostiene Axel entre los dedos.

— ¿Qué tienes ahí? —Mi voz es un siseo molesto y mi pecho se estruja con la violencia de la ira que hierve en mi sistema. Sé perfectamente de qué se trata. Sé qué es lo que hay en sus manos, pero pregunto de todos modos.

¡Oh!, ¿esto? —Axel levanta las austeras bragas de algodón que sostiene entre los dedos—. Sólo intentaba averiguar porqué eres soltera. Creo que esto tiene mucho que ver, cariño.

Está bromeando. Sé que lo que ha dicho es sólo una broma, pero la ira y el enojo no disminuyen ni un poco; al contrario, aumentan junto con la vergüenza y se incrementan otro poco cuando noto, por el rabillo del ojo, que Mikhail mira la prenda fijamente.


—No husmees en mis cosas —suelto, con irritación. Sueno más dura de lo que pretendo, pero es lo único que puedo decir sin ser una completa hija de puta.

—Esto no es sexy. Necesitas ropa interior sexy —Axel me ignora por completo. Suena como un padre regañando a su pequeño y la humillación se extiende en mi sistema a toda velocidad. Sé que pretende aligerar el ambiente, pero lo único que consigue es alterar mis nervios un poco más.

En ese instante, una punzada de coraje se detona en mi cuerpo y, de pronto, avanzo hacia él a toda velocidad para arrebatarle la prenda y devolverla a su lugar.

Las cejas de Axel se alzan con incredulidad.

— ¡Estoy tratando de ayudarte! —Dice, como si ese fuera motivo suficiente para permitirle revisar mi ropa interior.

—No quiero tu ayuda —espeto, mientras cierro el cajón de golpe. Entonces, lo miro a los ojos—. No vuelvas a ponerle un dedo encima a este mueble.

No sé por qué estoy tan enojada. No sé por qué estoy desquitándome con él...


— ¿Bess? —La voz preocupada de Mikhail llena mis oídos, pero ni siquiera lo miro. Me limito a sostener la mirada indignada y molesta de Axel.

— ¿Te llegó la menstruación, cariño? —La pregunta del íncubo no hace más que detonar más ira irracional dentro de mí.

— ¡Por supuesto que no! —Exclamo, con enojo.

— ¿Estás diciéndome que este es tu estado de ánimo habitual? —La voz del íncubo suena divertida y quiero estrellar mi palma en su cara hasta borrarle la pequeña sonrisa que se asoma en las comisuras de sus labios—. Cada vez comprendo mejor el porqué de tu soltería.

— ¡Vete a la mierda! —Escupo, con violencia y me giro sobre mis talones para echarme a andar en dirección al baño.

— ¿Con esa boca besas a tu madre? —Medio grita, cuando estoy a punto de salir y otra punzada de dolor atraviesa mi pecho de lado a lado.

Un puñado de lágrimas nuevas se acumulan en mis ojos y la imagen amable de mi mamá se dibuja en mi memoria. Me siento derrotada y desgastada, enojada hasta la mierda y al borde del colapso nervioso; así que, sin siquiera procesar lo que hago, me giro sobre mi eje y espeto—: Si vuelves a mencionar a mi madre, te juro por Dios que voy regresarlo al hoyo de donde salió —señalo a Mikhail, quien luce horrorizado—. Tengo el poder para hacerlo y lo sabes.

—Bess, ¿ocurre algo? —Mikhail pregunta, con cautela. Ni siquiera suena perturbado por la amenaza que lancé; sin embargo, no lo miro. Me quedo aquí, con los ojos fijos en Axel.

—Quiero ver cómo intentas lograr que se aleje. Debes saber que su nombre no es suficiente. Debes tener el poder suficiente para poder invocarlo y hacerlo tu sirviente —Axel medio ríe—. Además, sólo para que lo sepas, alejarnos de ti sería lo mejor que podría pasarnos.


—Axel... —Mikhail advierte.

— ¡Entonces, váyanse! —Escupo. La ira crepita a toda velocidad por todo mi cuerpo—, ¡lárguense de aquí y déjenme tranquila!, ¡estoy cansada de ustedes!, ¡estoy harta de toda su mierda!

— ¡¿Qué carajo te sucede?! —Axel medio grita—, ¡hemos protegido tu puto culo todo este tiempo!, ¡deberías ser más agradecida!

—Axel, ya basta —Mikhail suena duro y severo.

— ¡No! —El íncubo exclama—, ¡la perra aquí ha empezado todo!, ¡¿qué tiene de malo que mencione a su madre?!

— ¡Mi madre está muerta! —Mis propias palabras me hieren—. ¡Toda mi familia lo está, imbécil!

— ¡¿Y a mí que infiernos me importa?! ¡Supéralo!, ¡están muertos y no puedes hacer nada por ellos!

— ¡Axel, ha sido suficiente! —La voz de Mikhail truena en toda la estancia y eso hace que el íncubo se trague una protesta.

Axel mira fijamente al demonio de los ojos grises antes de mascullar algo que no logro entender y, entonces, se deja caer sobre mi cama con gesto enfurruñado; similar al de un niño de tres años al que acaban de regañar.

En ese momento, la vista de Mikhail se posa en mí y noto la disculpa en sus facciones. Da un paso en mi dirección, pero yo doy uno hacia atrás. No quiero llorar delante de él. No quiero que intente consolarme porque voy a desmoronarme frente a sus ojos.

—Bess —su voz suena baja y dulce. Un contraste inmenso al tono aburrido que suele utilizar normalmente—, ¿qué ocurre?, habla conmigo, Cielo.

No puedo decir nada. El nudo que atenaza mi garganta está tan apretado, que no puedo pronunciar palabra alguna.

Mikhail da un paso más cerca y aprieto la mandíbula y los puños para aminorar la ansiedad y la desesperación que pican en debajo de mi piel. Necesito salir de aquí. Necesito alejarme de todo el mundo...

—Mikhail, por favor no —las palabras salen de mis labios en un susurro tembloroso e inestable y él se detiene en seco—. No te acerques. Necesito estar sola.

Entonces, sin darle tiempo de replicar, salgo de la habitación para encaminarme hasta el baño.


No sé cuánto tiempo paso sentada en el suelo de la regadera llorando como idiota. Tampoco recuerdo en qué momento Dahlia fue a buscarme para preguntarme si todo iba bien. Sólo sé que salí del cuarto de baño hecha un desastre y que ni siquiera me he molestado en aparentar que me encuentro bien desde entonces.

Dahlia terminó de preparar la lasagna que dejé inconclusa y sirvió una porción generosa sobre mi plato sin preguntarme, siquiera, si tenía hambre.

Como en silencio y con lentitud, a pesar de que no tengo apetito y, cuando termino, me retiro con el argumento de que estoy agotada y de que el día de mañana tendré que levantarme temprano para ir a la escuela. Mi tía no dice nada en objeción. Se limita a observarme mientras me alejo del comedor y desaparezco camino a mi habitación.


La puerta de la entrada de mi pequeño espacio está entreabierta cuando me acerco. No recuerdo haberla dejado así, pero no le doy mucha importancia mientras me escurro dentro.

Estoy a punto de dar un portazo detrás de mí, cuando soy capaz de percibir las voces roncas susurradas que provienen de algún punto fuera de mi campo de visión. El pequeño corredor creado por el inicio de mi armario y la pared conjunta a la puerta, me ocultan de la pequeña interacción que los demonios tienen.

Entonces, me detengo en seco y agudizo el oído para escuchar qué es lo que dicen.

—Tienes que decírselo, Mikhail —Suena como Axel, pero la falta de humor que hay en su voz, me hace dudar.

—No puedo —ese es Mikhail. Podría reconocer su voz en cualquier parte del mundo.

—No se trata de que puedas o no —la preocupación en la voz del íncubo me saca de balance. No es nada usual en él—. Ella confía en ti.


El silencio se apodera del ambiente y, por un doloroso instante, creo que se han percatado de mi presencia; sin embargo, al cabo de unos instantes, Mikhail habla—: No puedo hacerle eso. Va a odiarme.

Un bufido brota de la garganta de Axel.

—Esa chica jamás podría odiarte —dice—. No sé si lo hayas notado, pero está enamorada de ti.

Un sonido similar a un gruñido frustrado resuena en la estancia y sé que ha venido de boca de Mikhail.

—No la conoces. Por supuesto que lo hará —viene una pausa—. Y claro que no está enamorada de mí.

—Yo sólo digo, Mik, es que ella merece saberlo. Debes decirle a Bess toda verdad.

Mi corazón se acelera cuando escucho la mención de mi nombre y un montón de pensamientos se arremolinan en mi cabeza. Las posibilidades danzan en mi cerebro y, de pronto, me encuentro intentando atar cabos para descubrir qué es eso que Mikhail me oculta.


No es un secreto para nadie que nunca ha sido del todo honesto conmigo. No quería decirme porqué podía verlo siendo un demonio; tampoco quería contarme el motivo por el cual los ángeles me cazaban. Me enteré, gracias a terceros, de que fue el Arcángel más poderoso que ha existido y, por si eso no fuera suficiente, ha mantenido oculto el motivo por el cual fue desterrado del Cielo. La única información que tengo acerca de eso ha venido a mí a cuenta gotas y a manos del íncubo que lo sigue a todos lados.

Mikhail jamás me ha hablado acerca de su naturaleza de Arcángel. Jamás me ha hablado con la verdad acerca de nada, así que no me sorprende en lo absoluto que guarde aún más secretos.


— ¿Qué voy a decirle, Lamhey? —Mikhail suena duro y molesto—, ¿Qué dejé que toda su familia muriera en ese maldito auto?, ¿Qué pude haberlos salvado a todos pero que no lo hice?, ¿cómo demonios crees que vaya a tomarlo?, ¡joder!, no puedo decírselo. No puedo simplemente... hacerlo.

Toda la sangre de mi cuerpo se agolpa en mis pies. Un dolor insoportable se asienta en mis huesos y, de pronto, no puedo respirar. No puedo enfocar la vista. No puedo aminorar la sensación enfermiza que se cuela en mis venas.

Axel dice algo, pero ya no pongo atención a lo que dice. Lo único que puedo hacer es escuchar el latido frenético y doloroso de mi corazón.

— ¿Bess? —La voz de mi tía suena a mis espaldas y las voces se callan de golpe—, ¿puedo entrar?

En ese instante, la figura imponente de Mikhail aparece en mi campo de visión y un destello de pánico surca sus facciones.

—Bess... —da un paso en mi dirección, pero la puerta detrás de mí se abre y desaparece al instante.

En ese momento, me giro sobre mis talones y me topo de frente con el gesto preocupado de mi tía. Ella debe notar algo en mi expresión, ya que la suya se endurece notablemente.


—Oh, Bess, por favor no llores más. Lo lamento tanto... —suena realmente arrepentida—. No pensé cuando hablaba. No creí que...

—Está bien —mi voz es apenas un hilo tembloroso, pero no puedo evitarlo. No cuando mi cuerpo entero parece traicionarme y mostrar cuan débil soy—. N-No pasa nada.

—Por supuesto que pasa —ella da un paso hacia mí, pero yo retrocedo. Un atisbo de dolor se apodera de su mirada—. Bess, por favor, déjame abrazarte.

—No —sueno dura, pero no puedo controlarlo. No quiero un abrazo. Quiero estar sola.

Ella traga duro y baja la mirada al suelo.

—Quiero ayudarte, cariño. De verdad, es lo único que quiero, pero si tú no me dejas...

—Necesito estar sola —digo, pero suena más como una súplica que como otra cosa—. Por favor, déjame sola.

Dahlia me mira a los ojos una vez más y me sostiene la mirada por un momento que parece eterno pero, finalmente, asiente.

—Prométeme que no vas a hacer nada estúpido —suplica y el miedo en su mirada me hace sentir culpable y miserable—. Por favor, Bess. Promételo.

No puedo hablar. No puedo hacer otra cosa más que mover mi cabeza en un gesto afirmativo. Entonces, una vez que ha quedado conforme con mi respuesta, toma una inspiración profunda y sale de la habitación.


No es hasta que han pasado varios minutos de que se ha marchado, que comienzo a llorar.

El ardor en mi pecho es insoportable, las lágrimas son incontenibles, el dolor en todo mi cuerpo es lacerante y caótico. No puedo dejar de sollozar. No puedo dejar de pensar en las palabras de Mikhail y Axel y tampoco puedo dejar de reproducir el accidente que sufrí con mi familia.

Decenas de preguntas se arremolinan en mi cabeza y un sentimiento oscuro, vicioso y enfermizo se apodera de mí; impidiéndome pensar con claridad. La ira, el dolor, el resentimiento y la oscuridad se mezclan en mi pecho en un abrir y cerrar de ojos y mi mundo entero parece arder mientras que el hecho de saber que Mikhail dejó morir a mi familia, se asienta en cada uno de mis huesos. Entonces, lloro aún más. Lloro hasta que las fuerzas de mi cuerpo se agotan. Hasta que el sufrimiento se transforma en un suave aturdimiento y no soy capaz de hacer nada más que torturarme con recuerdos...


—Bess —Mikhail habla a mis espaldas pero, por primera vez desde que lo conozco, no me toma por sorpresa. Sabía, mucho antes de que hablara, que él estaba aquí. Podía sentirlo... —. Escúchame, por favor, yo...

—Cállate —mi voz suena vacía. Hueca. Destrozada...

—Cielo, necesito...

Me giro para mirarlo.

—Vete —pido y sostengo su mirada.


La angustia en la forma en la que me observa casi me hace querer vomitar. Casi me hace querer abalanzarme sobre él y golpearlo hasta borrarla. Él no tiene derecho alguno de mirarme de esa manera. No cuando es el hijo de puta que dejó que toda mi familia muriera...


—Bess, escúchame, por favor, yo...

¡Cállate! —Escupo, con la voz entrecortada por las lágrimas contenidas.

—Bonita, necesito explicarte. Las cosas no son como...

— ¡Miguel, cállate! —En ese instante, enmudece. La desesperación en su rostro me hace saber que está luchando contra la orden que acabo de darle, pero yo no puedo sentir remordimiento por él. No cuando los muros que he construido a mi alrededor han comenzado a caerse a pedazos.


Te odio —mi voz suena rasposa, derrotada, dolida, iracunda, oscura... —. Eres el ser más despreciable de la tierra. Ojalá jamás me hubiese topado contigo —un par de lágrimas traicioneras se me escapan y un sonido ahogado, similar al de un sollozo, brota de mis labios—. Los dejaste morir... —sacudo la cabeza en una negativa frenética. El peso de mis palabras se asienta en mi consciencia y la ira crece en forma desmedida—. Eres un hijo de puta. Un completo cabrón de mierda... —lágrimas desesperadas se escapan de mis ojos y un profundo resentimiento se asienta en mi cuerpo mientras lo observo—. ¿P-Por qué? —un sollozo se me escapa— ¡¿por qué no hiciste algo, maldita sea?!

Mikhail da un paso en mi dirección.

— ¡No te me acerques!, ¡no te atrevas a acercarte a mí!, ¡me das asco!, ¡no quiero tenerte cerca jamás!, ¡¿me oyes?! ¡Jamás!

Un destello de dolor surca sus facciones, pero no dice nada. No puede decir nada porque le he ordenado que no lo haga. Porque no quiero escuchar lo que tiene qué decir.

El silencio se extiende entre nosotros y se siente como si un inmenso mar estuviese abriéndose paso entre nosotros. Un sonido estrangulado brota de la garganta de Mikhail y sé que está luchando por recuperar el habla. Lo sé porque he comenzado a sentirme débil...


—Quiero que te vayas —digo, con la voz hueca y dolida, pero él no parece escucharme ya que acorta la distancia que nos separa en cuestión de segundos.

Sus manos se estiran hacia mí para ahuecarme el rostro, pero las aparto de un manotazo. Él vuelve a intentarlo, pero esta vez estoy lista para recibirlo con mi puño cerrado.

Mikhail recibe el golpe con una mueca de sorpresa pintada en las facciones, pero no se aparta; así que lo hago de nuevo.

Un golpe tras otro es atestado en su dirección hasta que estoy aprisionada entre su cuerpo y la puerta. Él aprovecha el reducido espacio que hay entre nuestros cuerpos y se apodera de mi mano buena para evitar que siga golpeándolo; sin embargo, yo no dejo de luchar. Trato de liberarme de él, pero me inmoviliza con una facilidad aterradora.

Una de sus manos grandes me sostiene por la cara para obligarme a mirarlo a los ojos y yo, sin pensarlo, le escupo en el rostro.

La sorpresa y la ira se filtran en sus facciones, pero su agarre no cede. Sigue sosteniéndome con fuerza mientras que se limpia con su mano libre.

Los ojos de Mikhail se clavan en los míos cuando su abdomen empuja contra el mío para inmovilizarme por completo, y es entonces cuando soy capaz de notar el dolor crudo y angustiante en su mirada.

Está desesperado y una satisfacción retorcida se instala en mi pecho. Sus ojos son una tormenta grisácea y azulada cargada de arrepentimiento y dolor, pero no provoca nada en mí. No hace más que aumentar el odio que siento hacia él en este momento.

—Suéltame —mi voz es dura y violenta, pero él niega con la cabeza frenéticamente. Entonces otra lucha comienza.


La frustración se mezcla con la cantidad inmensa de emociones que amenaza con destruirme, pero no cedo. No dejo de pelear por ser liberada.

Mi mano libre se coloca en su rostro y un sonido estrangulado brota de la garganta del demonio. Entonces, la resolución se asienta en mí de golpe y cargo todo mi peso en esa parte de su piel que mi mano está quemando.


Mikhail aprieta la mandíbula y ahoga un grito de dolor, pero no se mueve. Se queda ahí, absorbiendo el dolor que trato de infringirle.

Un gemido torturado brota de su garganta al cabo de unos instantes de contacto y, como si saliese de un trance profundo, lo libero. Horror, asco y repulsión hacia mi persona se mezclan en el maremoto de emociones que está acabando conmigo y trato de empujarlo. Esta vez, para evitar hacerle más daño.

El demonio delante de mí aprovecha esos segundos de aturdimiento y terror para envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo y aferrarme con brusquedad. Esta vez, no lucho. No trato de apartarme porque ya no tengo fuerzas para nada. Ya no hay nada más que lágrimas dentro de mí...


— ¿P-Por qué no dejaste que muriera con ellos? —Digo, cuando el llanto regresa y un sollozo torturado me asalta—, ¿por qué dejaste que mi vida se convirtiera en esto?, ¿por qué no permitiste que me fuera? —Otro sonido torturado brota de mi garganta y hundo la cara en su pecho, en busca de consuelo—. No quiero estar aquí sin ellos. Me siento tan sola...

Sus brazos se aprietan con tanta fuerza a mi alrededor, que mi hombro malo comienza a doler.

—Ya no quiero esto —sollozo—. Ya no puedo más. Ya no...

Mi mano buena cierra su chaqueta dentro de mi puño y siento cómo una de sus manos se entierra en mi cabello.

—Bess, por favor... —su voz es un susurro estrangulado y me pregunto cuánto debe estar costándole hablar.

—Has que termine —suplico—. Por favor, Mikhail, has que acabe todo esto. Si... —trago duro—. Si de verdad vas asesinarme, hazlo ahora. Por favor...


Mikhail se aparta de mí un poco. Sus ojos encuentran los míos y noto una profunda tristeza grabada en ellos. Él niega con la cabeza y une su frente a la mía. Mi aliento tembloroso golpea en su barbilla y él se inclina hacia adelante un poco más.

—Mikhail —susurro—, por favor, acaba conmigo.

Un suspiro entrecortado brota de la garganta del demonio que me sostiene.

—No —la palabra que sale de sus labios y suena estrangulada y dolorosa—. No puedo asesinarte, Bess.

—Por favor...

—No, Bess. Ni hoy, ni nunca, ¿me oyes?, no puedo. No quiero.

La confusión me invade en ese momento, pero no me da tiempo de procesar nada. No puedo analizar lo que ha dicho porque sus labios se han unido a los míos en un beso ansioso, desesperado y angustiado.

Συνέχεια Ανάγνωσης

Θα σας αρέσει επίσης

7.3K 1.3K 24
Concurso abierto, varias categorías. ¡Anímate a participar! -INSCRIPCIONES CERRADAS-
123K 4.2K 13
hola gente Perdon por el retraso de issei traicionado pero me quede sin ideas y pensé en poner esta ya que en esta un poco de idea ya que esta es sol...
6.2M 599K 53
[PRIMER LIBRO] Victoria Massey es trasladada al internado Fennoith tras intentar envenenar a su padrastro con matarratas. Después de la muerte de Ad...
Cómo En Los Libros Από Nayuky

Εφηβική Φαντασία

638 86 33
Todos tenemos sueños por cumplir, vidas por vivir, amores que experimentar. Pero el destino no está escrito en piedra y cada persona puede ser un pin...