Tu música en mi silencio ©

LunnaDF tarafından

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N°2 DE LA SERIE "AMOR EN UN MUNDO INCLUSIVO" ESTA OBRA HA SIDO PUBLICADA POR NOVA CASA EDITORIAL. L... Daha Fazla

De regreso por un tiempo
Epígrafe
Dedicatoria
Booktrailer
Prólogo
1. Primer Día
3. Amigos
4. Música
5. Te quiero
6. Celos
7. Cumpleaños
8. Prohibido
9. Cambios
10. Teclas y piel
11. Vibrando
12. Más Cambios
13. Cuidado
14. Lejos
15. TRAICIÓN
16. Corazón Roto
17. Dolor
18.Sobrevivir
19. Pesadilla
20. Dificultades
21. Bebé
22. Sueño
23. Encuentro
24. Te extrañé
25. La novia
26. Distancia
27. Te amo
28. Pasión
29. Vete
30. Verdades
31. Encuentro
32. Perdón
33. Nuevas oportunidades
34. Hermanas
35. Buenos Aires
36. Familia
37. Desconfianza
38. Un piano y un anillo
39. Un final feliz
40. EPILOGO
¡Gracias!
Presentación
*** Puntos de venta ***
FIL GUADALAJARA
Información Buenos Aires FIL 2022

2. Panambí

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LunnaDF tarafından







El primer día de clases resultó menos estresante de lo que Daniel esperaba. No eran demasiados chicos en su clase y pudo hacer un par de amigos enseguida. Aldo, fue el primero en hablarle y le ofreció sentarse a su lado, era un chico divertido y parecía el líder del grupo, enseguida le presentó a los demás y lo invitaron a jugar fútbol en el recreo, cosa que a Daniel le gustaba mucho. También había una chica que se llamaba Antonella, era de tez blanca y pelo negro, se acercó a Dani durante la clase de italiano y se ofreció a ayudarlo en todo lo que necesitara.

El Dante Alighieri era un colegio privado que llevaba muchos años en el país, muchos de los niños que asistían eran descendientes de italianos y otros no, pero aun así debían dar un par de horas de italiano a la semana, cosa que a Daniel le parecía ilógico y complicado, jamás había dado la menor importancia a ese idioma y no entendía por qué su madre le había inscrito en ese colegio. Sus compañeros tenían obviamente más base que él y se sentía un poco perdido. Por lo demás todo salió bastante bien y Daniel se sentía contento.

Alicia y él quedaron de almorzar juntos en el departamento, esa era una de las cosas que a Alicia le gustaba, poder encontrarse con su hijo en su hora del almuerzo y compartir sus anécdotas. Otro de los motivos por los cuales había decidido vivir en el centro y que todo quedara cerca.

Daniel volvió caminando, Aldo lo acompañó un par de cuadras pero luego siguió solo. Llegó a una esquina donde debía girar para ir al departamento y se encontró con el chico y la niña de la mañana. El muchacho lo saludó con la mano y Daniel le respondió de igual manera, la niña entonces lo miró por primera vez y le regaló una media sonrisa, Daniel se la devolvió y pensó que tenía una sonrisa hermosa y un hoyuelo igual al de su madre.

—¿Cómo te llamás? —le preguntó el chico cuando quedaron caminando uno al lado del otro, el quiosco de revistas quedaba a dos cuadras de ahí y a dos más, el departamento de Daniel.

—Daniel —respondió él amablemente—. ¿Vos?

—Me llamo Arandu, pero no te rías —dijo el chico medio rezongando.

—Qué raro tu nombre —comentó Daniel— ¿Qué significaba?, no me acuerdo —agregó.

—Significa «sabio o inteligente», en guaraní. Mi mamá era fanática de toda nuestra cultura y demás, nos puso nombres en guaraní. Qué le vamos a hacer. Mis compañeros me molestan todo el tiempo por eso, pero ya estoy acostumbrado —se encogió de hombros—. Ella se llama Panambí —dijo señalando a la niña y tocándole el hombro izquierdo.

—¡Mariposa! —se apresuró a decir Daniel recordando sus lecciones de guaraní en el colegio. La niña se giró y les sonrió a ambos.

Cuando llegaron al quiosco se separaron saludándose de nuevo con las manos y mientras Arandu hablaba con su padre, Panambí volvía a sentarse en su silla, sacando de su mochila algún libro y perdiéndose en la lectura.

Daniel llegó a su casa y subió hasta su departamento, Alicia ya estaba allí y preparaba la mesa para la comida.

—¿Qué tal el primer día?, contame todo que estoy muerta de la curiosidad.

—Bien —dijo Daniel saliendo del baño de lavarse las manos y sentándose a la mesa.

—¿Cómo que bien? —regañó Alicia—. Contame más.

—Y todo bien, conocí a algunos chicos, Aldo, Miguel, Antonella. Son buena onda, lo que me cuesta es el italiano. ¿Por qué me inscribiste en un colegio italiano? —aprovechó para preguntar.

—Porque es privado y está cerca, además es tradicional, está hace años y me parece que es buen colegio.

—Mmm —murmuró Daniel mientras empezaba a comer—. Vamos a ver cómo me va con eso.

—Por cierto, te inscribí a clases de piano aquí cerca con una profesora particular, así no dejás los estudios.

—Eso me agrada —sonrió Daniel que amaba la música y el piano, instrumento que ejecutaba desde los seis años.

Por la tarde de ese día, Alicia le indicó como llegar hasta la clase de piano para que pudiera ir solo, por suerte no era lejos y Daniel pudo llegar sin problemas. Su profesora era una mujer mayor de nombre Raquel, muy amable y que enseguida quedó muy entusiasmada con su talento.

A la vuelta de su clase, Daniel venía concentrado tarareando melodías en su mente, cuando de repente el estruendoso sonido de una moto bocinando lo alertó. Sólo a un par de pasos delante de él, a punto de cruzar la calle, estaba Panambí, caminando absorta en su lectura. Daniel levantó la vista y observó que el joven que manejaba la moto no pensaba detenerse y que si ella no lo hacía, sería atropellada por éste.

—¡Panambí! —le gritó pero ella ni se inmutó, entonces Daniel corrió y la tomó del brazo con fuerza, estirándola hacia él justo cuando ella estaba por dar un paso más hacia la calle. La niña levantó la vista asustada y lo miró, el libro que traía en la mano había caído y había sido destruido primero por la moto y luego por un par de autos que pasaron por encima—. ¿Qué pasó Panambí? ¿No escuchaste como tocó la bocina el tipo ese? —preguntó Daniel respirando agitado. Estaban sólo a una cuadra del quiosco de su padre, ella liberó su brazo del agarre de Daniel y se lo friccionó poniendo cara de dolor—. Lo siento, no medí mi fuerza pero vos estabas a punto de cruzar —se excusó.

Panambí asintió con la cabeza y luego giró esperando para cruzar, lo hizo y corrió hasta el quiosco sentándose de nuevo en su sitio y cerrando fuerte los ojos. Daniel la observó, intentó recuperar lo que quedaba del libro y luego corrió tras ella.

—¿Qué sucedió? —preguntó Arandu cuando los vio llegar uno tras otro, agitados y alterados.

—Tu hermana inconsciente cruzó la calle sin mirar, un tipo le tocó la bocina pero ella no se dio cuenta y yo corrí para evitar que cruzara. Me parece que le lastimé el brazo y su libro se rompió —explicó Daniel mostrándoselo—, pero se salvó por poquito.

Arandu farfulló algo y suspiró, luego se acercó a Panambí que aún tenía los ojos cerrados con fuerza, pero ahora se notaba que lloraba, un par de lágrimas se habían escapado de éstos. Arandu le tocó el hombro y empezó a gesticular frente a ella. Panambí le contestó con más gestos y señaló a Daniel, luego se secó las lágrimas con rabia levantándose de su silla y yéndose. Arandu sólo negó con la cabeza.

—¿Es sorda? —preguntó Daniel acercándose a Arandu.

—Sí —murmuró él—, pero eso no le quita lo distraída. Ella no debería andar leyendo por las calles. Tiene que ser más atenta. Yo no la pude acompañar a su clase hoy porque papá se sentía mal y debí quedarme en el negocio mientras él iba al hospital, pero no le suelo dejar ir sola.

—¿A dónde fue ahora? —preguntó Daniel.

—No lo sé, supongo que a la plaza que está al lado del Panteón de los Héroes, siempre va ahí cuando se enoja.

Daniel se despidió de Arandu y le dijo que iría a buscarla. Este agradeció el gesto, ya que él no podía dejar el negocio. Daniel caminó sintiéndose culpable, la había tratado rudamente cuando ella en verdad no había oído la bocina.

El Panteón de los Héroes es el mausoleo de la patria donde reposan los restos mortales de algunos héroes nacionales. Está situado en el centro mismo de la ciudad de Asunción y rodeado de varias plazas. Cuando Daniel vislumbró la figura de Panambí sentada en una banca bajo un árbol en una de las plazas, se acercó con cuidado a ella. No estaba leyendo, por primera vez, estaba agachada mirando sus pies mientras que con una ramita hacía dibujos en la arena.

—Hola —dijo Daniel y un segundo después recordó que ella no escuchaba. Se sintió un poco tonto. La tocó en el hombro con suavidad y ella levantó la vista— Hola —repitió.

Ella entonces bajó de nuevo la cabeza y escribió en la arena.

—Hola tonto —Daniel sonrió sentándose a su lado y preguntándose cómo hablarle. Ella lo miró expectante y entonces él recordó que traía una mochila con el libro y un cuaderno que utilizaba en las clases de piano. Sacó el cuaderno, lo abrió en una página en blanco y escribió.

—Siento haberte lastimado, no sabía que no podías oír. —Ella leyó y luego con la mirada le preguntó si podía escribir, él le pasó el cuaderno.

—No es tu culpa, gracias por salvarme la vida. Sólo me asusté. —Daniel pensó que su letra era perfecta, más hermosa incluso que la de la maestra Sofía, una de sus maestras favoritas del cuarto grado.

—¿Querés ir a merendar a casa? —Se encontró escribiendo en el cuaderno.

—¿Tu mamá no se enojará? —preguntó ella.

—¡Claro que no! —sonrió él.

—Hay que avisarle a Arandu porque si no me va a retar —escribió ella

—Vamos de paso —contestó él antes de guardar de nuevo el cuaderno en la mochila. Caminaron en silencio hasta el quiosco y Daniel le explicó a Arandu que le había invitado a su hermana a merendar a su casa para que le perdonase por haberle lastimado el brazo. A Arandu no le gustó demasiado la idea, no conocía del todo al chico pero no parecía mala persona, Daniel le indicó que vivía en un edificio a dos cuadras y que él mismo la traería un poco más tarde y Arandu terminó asintiendo.

3Retar: se usa comúnmente en vez de regañar, llamar la atención.

¿Me dirían que les ha parecido estos dos primeros capítulos?

Okumaya devam et

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