Eres mi dosis

By Nerea61991

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«-Sonreír un poco no le mataría... -murmura en voz baja y vacilante. -Tiene cinco minutos para terminar el pu... More

SINOPSIS
Prológo
Capítulo 1: Una apuesta con consecuencias
Capítulo 2: Reconocimiento
Capítulo 3: Fiesta en la playa
Capítulo 4: Primer encontronazo
Capítulo 5: Evitando lo inevitable
Capítulo 6: Alyssa Vs. Stephen
Capítulo 7: Impulsos
Capítulo 8: Fiesta con final inesperado
Capítulo 9: Un rescate poco habitual
Capítulo 11: Ataques y asesinatos
Capítulo 12: Viajes y casualidades
Capítulo 13: Oregón
Capítulo 14: Confesiones
Capítulo 15: Miedo de hermano
Capítulo 16: Cuidado con lo que deseas
Capítulo 17: Ven conmigo
Capítulo 18: Viaje en jet
Capítulo 19: Soy debil contigo
Capítulo 20: Burbujas
Capítulo 21: Normalicemos la situación
Capítulo 22: La calma que precede a la tempestad
Capítulo 23: Fantasmas del pasado
FINAL

Capítulo 10: Arrepentimiento y consecuencias

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By Nerea61991

ALYSSA

Stephen me mira con nerviosismo y se sube en su moto. Perdón, Vyrus, en su Vyrus. Arranca para marcharse, pero el coche de Thomas se detiene tan cerca que le impide el paso. Brit y Joy se bajan y me miran, extrañadas.

-          Liss, hemos estado buscándote. Estábamos preocupadas. – Dice Joy.

-          Aunque vemos que no estabas sola. – Añade Brit con una pequeña sonrisa.

-          Sí... eh... bueno...

-          La Señorita Mills y yo nos encontramos por casualidad a unas manzanas de esa fiesta. – Dice él, al ver mi tartamudeo sin sentido.

-          Claro. – Dice Joy sin creerse una mierda. Stephen me mira para que continúe yo.

-          Sí. Me estaba aburriendo y no quería joderos la noche, así que estaba buscando una parada de taxis cuando le he visto. Y, bueno... se ha ofrecido a traerme así que... aquí estamos.

-          Muy amable, Señor. – Le dice Brit.

-          Tengo que cuidar de mis alumnos. – Responde él con una sonrisa cautivadora e inocente. – Bueno, nos vemos el lunes, señoritas. Mills. – Añade lo último mirándome a mí directamente.

-          Señor. – Digo despidiéndole.

Se despide de Thomas con un movimiento de cabeza, y se marcha acelerando por la calle principal del campus.

-          ¿Vas a contarnos la verdad ahora? – Pregunta Joy mirándome.

-          Esa es la verdad.

-          Lo que tú digas. – Zanja después de elevar una ceja con incredulidad. – Vengo en un rato. – Se mete en el coche de Thomas y ambos se marchan.

-          ¿Y estos? – Digo mirando a Brit. – Menos mal que no le gustaba.

-          Ya ves. – Dice elevando los hombros.

-          ¿Y tú, qué? – Le pregunto mientras entramos en la residencia. – Veo que mi ropa te ha traído suerte. – Le doy un toque cariñoso en el hombro.

-          Sí. – Sonríe como una quinceañera. – Madre mía, Liss, cómo besa. Le doy un 8.9.

-          Pobre, no llega al nueve por una décima. – Río.

-          Llegará. – Dice cuando estamos entrando en mi cuarto. – Oye, no me trago esa historia con Sinclair. ¿No ha sido casualidad, verdad?

-          En serio, que sí. – Veo que mira y sonríe.

-          Si no quiere contárnoslo, tus motivos tendrás. Pero, que sepas, que no nos lo tragamos ninguna de las dos. Liss, ten cuidado. Tiene veintiocho años, no es un niñato como estos de aquí...

-          ¿Veintiocho? – La interrumpo.  – ¿Cómo lo sabes?

-          Lo he buscado en internet. – Dice con naturalidad.

Claro. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes? Fue jugador de baloncesto. Es famoso. Toda su vida debe aparecer en la red, joder.

Me despido de ella, con la promesa de que estoy bien y sé lo que hago – mentira, no tengo ni puta idea de lo que estoy haciendo –, y me quito la ropa para meterme en la cama. Pongo el móvil a cargar y cojo mi portátil. Cruzo las piernas, apoyándome contra el respaldo de la cama, y tecleo en el buscador: Stephen Sinclaire. Automáticamente salen miles de resultados, noticias y fotografías. Madre mía, mi corazón se acelera al verle y recordar aquel beso, y el que nos hubiéramos dado ni no hubiera aparecido el coche de Thomas.

Stephen Sinclaire Jenkins.

Edad: 28 años.

Residencia: Charlotte, Carolina del Norte.

Profesión: Jugador de los Charlotte Hornets durante cinco temporadas. Una lesión en su rodilla le impidió seguir en la NBA. Fue la imagen de la conocida marca deportiva "StayFit" hasta que se apartó del baloncesto. Actualmente, se desconoce si renovará para la próxima campaña.

Vida personal: No se le conocen parejas estables hasta el momento. Hijo del actor  George Sinclaire y la Doctora Deborah Jenkins. Tiene una hermana cinco años menor, Kelly Sinclaire Jenkins. Sus padres residen en Austin, Texas, y su hermana, en Charlotte, Carolina del Norte.

Joder, tiene que ser una putada que todo el mundo conozca tanto de ti. No creo que yo pudiera soportarlo. La parte que más me inquieta es la de "no se le conocen parejas estables". Me extraña que no haya tenido novia en sus veintiocho años. Dice que no se le conocen, no que no las haya tenido. Bueno, pues eso.

Mientras estoy viendo sus fotos, me llega un mensaje...
__________________________
01:33 Sinclaire: ¿Se lo han tragado?
01:34 Yo: No. Pero da igual, les he dicho que es la verdad.
01:34 Sinclaire: Espero que no se les ocurra irle con el cuento a nadie.
01:35 Yo: ¿El cuento? No van a decir nada, joder. ¿Quién te has creído que son?
01:35 Sinclaire: Pues unas niñas.
01:36 Yo: ¿Cómo yo?
01:40 Sinclaire: Cómo tú.
01:41 Yo: Que le jodan, Sinclaire. Buenas noches.
__________________________
¿De qué cojones va este tío? O sea, primero me lleva a su casa cuando estoy borracha, luego me besa, después me da su número de teléfono, me viene a buscar y, casi, me besa otra vez. Pero la niña soy yo. Venga, hombre, que le den por el culo.

STEPHEN

Gilipollas, eso es lo que soy. ¿En qué estaba pensando? ¿Ir a buscarla? ¿En serio? Sí, en serio. Eso es lo que has hecho, capullo. Cuando me ha escrito diciéndome que quería marcharse pero no podía, no lo he pensado. Pero ahora... joder. ¡Es menor de edad, hostias! ¿Será que me siento culpable por derrochar el dinero, sin preocupación alguna, y ella no tener para un puto billete de avión? Sí. Sí. Es eso, sin duda. Claro que sí, chaval. Claro que sí...

Decido poner el teléfono en silencio y tratar de dormir toda la noche. Aunque dudo que eso sea posible.

El domingo me levanto tarde. Hace un día de perros y no me apetece nada salir a pasar frío. Extiendo la mano, sacándola un segundo de debajo del edredón nórdico, y cojo mi teléfono. Veo que Aly... que Mills no me respondió anoche. Perdona, fuiste tú el que no la respondió. Es verdad, es verdad, fui yo. Pero me dijo que me jodieran, ¿qué se supone que se responde a eso? Voy a borrar su número. Sí, será lo mejor, para evitar tentaciones... ¿Y si luego lo necesitas? ¿Para qué? Ah, no lo sé... Joder. Bueno, pues no lo borro pero voy a cambiarle el nombre. Alyssa es demasiado... personal.

En el grupo hay setenta y tres mensajes. Me da mucha pereza leerlos y seguro que solo han dicho gilipolleces. También tengo cinco llamas perdidas de mi hermana, dos de Duncan y tres de Kenny. Pesados.
__________________________
Yo: Mira que habláis, mamones.
Ken: ¡Tío! ¿¡Dónde coño te metes!?
Yo: ¿Qué pasa?
Duncan: Tu hermana está en mi casa.
Yo: ¿Y eso?
Duncan: Ven.
Yo: ¿Qué cojones pasa?
Ken: Vete para su casa, Steph.
___________________________
Salgo del grupo y marco el número de mi hermana, pero no responde. Hago a un lado el edredón y salgo de la cama. ¿Qué coño? No entiendo nada. Espero que no le haya pasado nada porque... porque no.

Llego a la casa de Duncan en pocos minutos, ya que está a solo unas manzanas de la mía. Aparco junto a su Lamborghini Veneno, con cuidado de que ni el viento lo raye, y me bajo deprisa. Me abre la puerta antes de que llegue a tocar el timbre.

-          ¿Dónde está Kelly?

-          Pasa. – Dice con el rostro serio. – Está en el salón.

Avanzo por el largo pasillo, rodeado de trofeos y cuadros, hasta la gran estancia del fondo. Veo su cabellera rubia apoyada en el reposabrazos del sofá, tumbada.

-          Ey. – Digo cuando me acerco. – ¿Qué...? – Levanta la cabeza y veo el color violeta que se forma bajo su ojo derecho, en el pómulo. Miro a Duncan, que me observa con los brazos cruzados, a un par de metros. – ¿Qué ha pasado? – Pregunto con todos los músculos de mi cuerpo a punto de reventar.

-          Anoche, en el descanso, salí a fumar un cigarro a la parte trasera de la discoteca y me atacaron.

-          ¿Quién?

-          No lo sé. Llevaba un pasamontañas.

-          ¿¡Estás de coña!? – Exclamo dándole una patada a la silla que hay al otro lado.

-          No le grites. – Dice Duncan, acercándose.

-          ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué no...? – No termino la frase, al darme cuenta de que sí que me llamó. He visto sus llamadas esta mañana.

-          Te llamé, Stephen. Fue lo primero que hice cuando ese cabrón me robó todo y me dejó tirada en el suelo. Entré a la discoteca y te llamé desde el teléfono de dentro. Pero no respondiste, y solo me sé tú número, el de papa y mamá, y el de Dun.

-          Lo siento. – Digo con la voz rota, arrodillándome frente al sofá, y frente a ella. – Lo siento, princesa.

-          Tranquilo. Duncan vino a buscarme y me trajo aquí.

-          ¿Dónde estabas? – Me pregunta él, con el mismo tono duro de antes.

-          En casa. Pero tenía el móvil en silencio.

-          Fui a tu casa y no estabas.

-          Salí un momento.

-          ¿A dónde?

-          ¿Quieres decirme algo? – Le pregunto empezando a sentir cómo la ira vuelve. ¿De qué coño va hablándome con ese tono?

-          Sí.

-          Pues hazlo.

-          Chicos, parad. – Dice Kelly levantándose y colocándose entre nosotros.

-          ¿Estabas con la niñata, verdad? Mientras a tu hermana le robaban y le pegaban, tú estabas con esa puta niña. – No le doy un puñetazo porque mi hermana está en el medio.

-          Ya vale, Duncan. – Le dice ella.

-          Coge tus cosas, Kel, te vienes conmigo. – Digo sin apartar la mirada de él.

-          No. Ella se queda.

-          ¿Perdona? – Digo alzando una ceja. – Mira tío, no te salto los dientes porque eres mi amigo, pero no te pases ni un pelo. – Vuelvo a avanzar hacia él, pero mi hermana me lo impide.

-          Vámonos. – Dice mirándome. – Steph, vamos.

Camino hacia la salida, y veo como ella se detiene y va hasta él. Le dice algo y le da un beso en la mejilla. El, la abraza y después me mira.

¿Qué cojones ha pasado? ¿Cómo he podido permitir que esto sucediera? "Mientras a tu hermana le robaban y le pegaban, tú estabas con esa puta niña". Sus palabras taladran mi cabeza. Y, lo peor, es que son ciertas.

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