La alarma del despertador suena una mañana más recordándome que tengo que ir a clase. Hace mucho frío fuera y no quiero salir de la cama, pero los exámenes finales están cerca y no puedo faltar ya que eso perjudicaría mis notas.
Salgo del pequeño fuerte que he creado con el edredón y las sábanas, me aseo y me preparo para salir con un conjunto sencillo: una blusa blanca y un pantalón vaquero acampanado.
Antes de marcharme, saco mi abrigo del armario, junto con un gorro de lana, y rodeo mi cuello con una bufanda.
De camino al campus saco mi teléfono para revisar mis chats. Han pasado varios días desde que hablé con mi tío para que buscase información sobre el accidente, pero aún no se ha puesto en contacto conmigo.
Mi estómago ruge en el peor momento y pienso en parar en la cafetería para tomarme el desayuno, pero no me da tiempo si quiero llegar bien.
Entro en la facultad y al instante noto el cambio de temperatura debido a la calefacción. Me quito el gorro y arreglo mi pelo despeinado mientras subo las escaleras hasta la segunda planta donde se encuentra mi clase de Escritura creativa.
Una vez dentro, me siento en mi sitio de siempre y Rebeca se reúne conmigo poco después antes de que llegue el maestro.
—Espero que no me gruñáis con lo que os voy a proponer, pero necesito que me entreguéis un último trabajo para este cuatrimestre. Solo tenéis que hacer un escrito expresando como os sentís, profundizando más allá de vuestros sentimientos —Se detiene un momento al ver las caras de confusión de mis compañeros—. Solo quiero que os liberéis y os expreséis tal y como sois. Eso busco con esta asignatura, si no sentiré que mi trabajo no ha servido de nada.
Suena el timbre, que indica el final de la clase, y mis compañeros comienzan a recoger.
Ahora nos toca hora libre.
—El trabajo es para el lunes.
Lo apunto rápidamente en mi agenda y Rebeca y yo guardamos todo lo que tenemos encima de la mesa. En el pasillo, nos separamos y ella se dirige al campo de voleibol mientras yo me desvío hasta el gimnasio.
Me encuentro con Nathan en el camino, pero ni siquiera se da cuenta de que voy detrás de él. Siempre camina con la mirada fija al frente, ajeno a todo, es como si estuviera en su propio mundo y no mirara nunca a su alrededor.
No he hablado con él ni le he visto desde el día de Acción de gracias. La conversación con su madre marcó un antes y un después y tengo muchas cosas que procesar, aunque sé que Nathan también está luchando su propia batalla interna.
Cuando entro en el gimnasio, Nathan ya se está acomodando las vendas y se quita la camiseta, de nuevo ajeno a mi presencia. Por un instante, no puedo evitar fijarme en su abdomen, que cada día se nota un poco más marcado.
Dejo caer al suelo la mochila y está vez sí se sobresalta.
—Eres tú —suspira aliviado—, me has asustado.
—No me puedo creer que haya asustado al mismísimo Nathan Donovan.
—Por si no te habías dado cuenta también soy una persona de carne y hueso —dice, siguiéndome la broma—. ¿Cómo has estado? Hace mucho que no sé de ti.
—He necesitado un poco de tiempo para mi misma —le respondo y él asiente como si entendiera de que le estoy hablando.
—Todos lo necesitamos.
—Por cierto... Tu madre me contó lo de Brooke, siento mucho que perdieras a tu hermana.
El semblante de Nathan cambia completamente en cuanto nombro a Brooke. Los músculos de sus brazos se tensan y traga saliva.
—No quiero hablar de esto y menos de Brooke.
Nathan camina hacia el saco y le da un puñetazo descargando toda la tensión.
—Es normal que no puedas olvidar lo que pasó, pero deberías intentar superarlo porque puede llegar a ser doloroso.
"Consejos vendo y para mí no tengo", pienso.
—Claro que no lo voy a olvidar nunca. Además, yo lo tenía más que superado, pero entonces apareciste tú y lo pusiste todo patas arriba.
¿Qué yo qué?
¿Acaso tengo razón y él sabe quién soy?
Sus palabras me pillan por sorpresa y no sé qué decir.
—¿A qué te refieres Nathan?
—No es nada, déjalo.
—No —le detengo antes de que dé otro golpe al saco—, sí que es algo y quiero que me lo cuentes.
—Melissa no todo gira entorno a ti.
Oh, ese golpe ha ido directo a mi corazón.
—Será mejor que no nos veamos más, esto no nos está haciendo bien a ninguno de los dos.
Sé que me está alejando para no tener esta conversación conmigo.
—¿De verdad me vas a alejar de ti? —Le pregunto y él asiente rápidamente con la cabeza—. De acuerdo, puedes estar tranquilo con eso.
En qué momento me quedé encerrada en ese baño con Nathan.
Doy media vuelta, cojo mis cosas y camino a la salida, no sin antes decirle una última cosa.
—Borra mi número de tu teléfono, será lo mejor.
El ruido que hace su puño al chocar con el saco consigue sobresaltarme. Salgo rápidamente del gimnasio y echo a correr sin rumbo fijo.
Llego hasta el campo de voleibol y me siento en un banco a esperar a que Rebeca termine su partido.
En el césped, hay un grupo de chicos fumando y disfrutando del frio invernal. Sí, digo disfrutando porque van en manga corta y con shorts de deporte. En frente de mí hay un chico tocando la guitarra que consigue distraerme un poco, se aparta el pelo de la frente y continúa tocando.
—¿Mel? —Levanto la mirada y me encuentro con Jess— ¿Qué haces aquí? —me pregunta, sentándose a mi lado.
—Acabo de salir de entrenar —le digo señalando la mochila que no he tenido la oportunidad de abrir.
—Mel, ¿estás bien?
Cierro los ojos, inhalo todo el aire que puedo y después lo suelto despacio, pero no de la forma que pensaba.
—¡Es muy molesto!
—¿De quién estás hablando? —me pregunta Jess preocupada.
—De Nathan.
—¿Qué te ha pasado con él?
—¿Qué no me ha pasado? Todo ha ido mal desde que conocí a Nathan y encima ahora se cierra en banda y no se abre conmigo.
—¿No se abre contigo? —repite con tono provocador.
—Jess, no estoy hablando de eso...
—Lo sé.
Cuando empieza a reír me uno a ella.
—¿Qué esperabas Melissa? Tampoco os habéis dado tiempo a conoceros como para que él se abra contigo.
—Ya lo sé, pero...
—¡Chicas! —Escuchamos a Rebeca a lo lejos y la observamos mientras se acerca a nosotras—. ¿Qué hacéis aquí? —Se sienta a nuestro lado y bebe un buen trago de agua para reponerse.
—Mel ha tenido un entrenamiento duro, simplemente lo estábamos comentando —le responde Jess, sin decir nada más de la cuenta.
Nos miramos a los ojos y le agradezco que no le haya contado nada y que me haya dejado a mí esa elección.