MI DULCE REGALO

By CrystalCassanova

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Él es un militar. Ella es una escritora. Él no cree en el amor. Ella escribe sobre hombres amorosos y perfect... More

Prólogo
CAST
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Epílogo
Extra 1
Happy birthday

15

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By CrystalCassanova

No puedo verte sufrir, no puedo soportar verte llorar porque tu sufrimiento se vuelve mío y entonces quiero herir a la persona que te ha herido.

—Spencer Tae-moo.

SPENCER:

    Su respiración se acelera aún más y eso me preocupa. Si se desmaya empeorará la situación.

   Subo mis manos hacia su cabello y empiezo a acariciarlo lentamente.  Espero que esto logre calmarla.

   —¿No me vas a hacer daño verdad? —pregunta de un momento a otro dejándome anonadado por su pregunta—. ¿No vas a abusar de mi, Spencer? Dime que no lo harás —expresa separándose de mi cuerpo, fijando sus ojos en mi, mientras me mata con sus palabras y con su mirada triste.

   ¿Me ha preguntado tal cosa o solo es mi imaginación?
 
    ¿Por qué me pregunta eso? ¿Será que en el pasado su ex pareja sentimental le hizo tal daño?

   No sería capaz de hacerle tal atrocidad y tal vez ella diga esto queriendo escudarse de un posible daño mío, pero eso no va a ser posible. Nunca por mi mente ha pasado en hacerle daño a ella ni a ninguna mujer. Incluso, cuando estábamos en mi jardín y quería besarla, le pedí que me permitiera hacerlo.

   Yo me sé la de respetar a las mujeres, mi madre me crió con valores. Ella es mi madre y padre.

   Suspiro profundamente no sabiendo que decirle. Un nudo se ha creado en mi garganta impidiendo que pueda articular cualquier palabra que mi cabeza me ordene a decir.

    Sus ojos permanecen mirándome, expectante a lo que sea que voy a decirle.

   No puedo hacer esto. No puedo evitar su mirada, ni siquiera que ahora mismo está abrazando mi cintura con sus manos puestas en mi espalda.

   La miro.

   Fijo mis ojos en los de ella.

   —No voy ni nunca te haré daño, Emma... —expreso enojado pensando en lo mal que ella lo ha pasado—. Y aunque tú y yo, no seamos más que amigos, él hombre que se atreva a tocarte de mala manera en mi presencia y fuera de ella, sin pensarlo lo torturare lentamente como me enseñaron en la milicia. —levanto mi mano derecha, colocándola a la altura de su barbilla, para pasar mis manos por su cabello y arreglarlo ya que está despeinado—. Ya no me mires con esos ojos, me estás matando. No puedo ver tus ojos tristes y quedarme parado sin hacer nada.

   Al ella escuchar mis palabras atentamente, quita su mirada de mi, bajando su cabeza y acercándose a mí a tal punto que coloca su cabeza en mi pecho.

   No la abrazo.

   No quiero sobrepasarme.

    —¿Puedes abrazarme hasta que las puertas sean abiertas? —me pide nerviosa mientras mantiene su cabeza en mi pecho. Su voz vibró en mi pecho al decir esas palabras.

    Veo su ceño fruncido y escucho su respiración forzosa, lo que me hace entender que está haciendo todo lo posible por no perder el control y comenzar a gritar por estar encerrada entre las paredes del ascensor.

   No me puedo negar a su petición, ni siquiera pensaba hacerlo. Emma me tiene igual que a mi hija, no le niego nada.

   ¡Qué masoquista soy!

   Lentamente empiezo a mover mis brazos dirigiéndolos hacia su cintura y llegando a abrazar su espalda baja con un brazo y con otro su espalda alta.

   Ella acomoda más su cabeza en mi pecho mientras aprieta más su agarre en mi espalda.

   Se siente bien.

   Se siente bien estar abrazado de la mujer de quien estoy enamorado, lo único que sé siente mal es que no puedo estar con ella. Simplemente me queda abrazarla queriendo y deseando poder volver hacerlo, pero en otra situación.

    El ascensor de un momento a otro empieza a funcionar, bajandonos a la primera planta.

   Sin dejar de abrazarla, entro mi mano en mi bolsillo derecho y de allí saco mi teléfono.

   Lo desbloqueo buscando señal y encuentro un pequeño punto mientras el ascensor se queda parado y las puertas empiezan a abrirse.

   Inmediatamente antes de salir del ascensor le doy al botón de emergencias para llamar la ambulancia.

    El teléfono suena y suena mientras camino hacia afuera del ascensor con Emma abrazada de mi pecho. Sus ojos permanecen cerrados todavía.

    La ambulancia por fin contesta la llamada.

   —Buenas noches, civil. ¿En que podemos ayudarle?

   —Mi chica está sufriendo de un ataque de claustrofobia y me gustaría que enviaran una unidad a la editorial La Mariposa. —respiro nervioso porque aún Emma no se aleja—. ¡Necesito que envíen una unidad rápidamente!

   Corto la llamada rápido. Me siento mal por hablarle tan fuerte y claro al hombre que atendió mi llamada, pero es la única forma con la que ellos van a tomar enserio la situación.

    Cuando ya estamos Emma y yo en el pasillo, observo que no hay nadie en él y me alegro mucho. No quiero que vean a Emma en esta situación y que luego se forme un problema con las demás escritoras que trabajan aquí. Ninguna es amiga de ninguna.

   Camino como logro con Emma todavía agarrada de mi cuerpo. La siento muy débil, como si fuera a desmayarse y mis palabras se vuelven realidad.

   Se ha desmayado.

   Emma se desmayado en mis brazos y aunque esto me parece demasiado anormal y raro, la sostengo agarrada de su espalda mientras la enderezo, me agacho y levanto sus piernas colocando su cabeza en mi pecho. La llevo en brazos a mi oficina caminando lo más rápido posible.

   Al entrar a la oficina la recuesto del primer mueble que ven mis ojos.

   Estoy nervioso. Nunca antes he pasado por esta situación. Elizabeth no se ha desmayado ni una sola vez, ella no suele pasar de tener gripe o estar resfriada.

    Cuando ya está recostada, corro hacia el baño de la oficina y busco entre los gabinetes, una toalla seca y cuando ya tengo una en manos, la acerco al lavabo y moviendo la llave hacia la izquierda para que salga agua caliente, empapo la mitad de la toalla.

   Esprimo un poco la toalla con el fin de correr hacia Emma, para colocarselo en la frente.

    Emma es de tez mulata y creo que un poco más clara. Y aunque su piel no es blanca pálida, toda su cara, cuello y brazos están en este instante rosados. Es como si se le estuviera creando una alergia.

    La puerta de mi oficina es abierta por los paramedicos y ellos al llegar hasta donde estoy, le quitan la toalla a Emma y revisan su pulso.

    —¿Qué le pasó? —me pregunta uno de ellos.

    Me levanto ya que estaba agachado y me coloco enfrente de él.

    —Ella es claustrofobica y entró a un ascensor sin querer. —me rasco la cabeza preocupado—. Ella no estaba así, se acaba de desmayar y pues solo quería ayudar.

   Al parecer lo que acabo de decir no significa nada, a causa de que él hombre me ignora. Ellos están midiendole la presión mientras le han puesto un tubo de oxígeno, para que ella empiece a tener más aire en su cuerpo.

   No me muevo.

   No me muevo ni un solo centímetro.

   Mientras los paramedicos están asistiendo a Emma, los publicistas entran a la oficina, estrellando la puerta contra la pared.

    —¿Quién se cree usted para dejarnos esperando? —pregunta un hombre rubio de dos metros de alto entrando a la oficina y acercándose a mí.

   Él dirige su mirada a Emma para luego desviarla hacia mi nuevamente.

    —Estaba subiendo en el ascensor cuando este...

    —No quiero escuchar sus excusas, Tae-moo. —dice interrumpiendome este hombre.

   Respiro profundo buscando paciencia; una que no tengo.

    —Pero déjeme explicarle...

   —Dije que no, no sea tan ridículo. —expresa él mismo hombre interrumpiendome de nuevo.

   Me acerco a él y lo empujo haciendo que él se estrelle contra la puerta de cristal.

   —¡Maldita sea, imbécil! ¿No ve que quiero decir algo? ¿Es tan maleducado que no puede cerrar su boca ni un solo momento? —pregunto perdiendo la paciencia y la poca cordura que me quedaba.

   Mientras le pregunto todas esas preguntas me acerco a él no dejando ni un espacio entre nosotros.

    —La mujer a la que quiero esta teniendo un ataque de claustrofobia y usted viene azotandome con insultos, preguntas y demás, sin dejarme defender y dar mi argumento del por qué no estaba en la reunión. —ladeo mi cabeza mientras mi rostro se frunce—. Debe aprender a cerrar su boca o tendrá muchos problemas. Usted no me dirá que tengo que hacer y yo, a diferencia de usted, puedo faltar a mil juntas. —golpeo su pecho con mi dedo índice derecho—. Hay niveles, no se sobrepase y mañana que en mi cuenta estén los 10 millones que deposite a la cuenta de la empresa publicitaria.

   Me separo de él aún con mi mirada puesta en su rostro anonadado.

   El guardaespaldas de la editorial aparece y con la cabeza le ordeno que lo saque a él y a su gente.

   —No puede hacer esto, Tae-moo. Fue un mal entendido...

   —¿Mal entendido? Es al revés, entiendo todo muy bien y si puedo hacerlo, ahora larguese de mi presencia.

   Al terminar de hablar giro mi cuerpo caminando hacia donde están los paramedicos y Emma ya tiene los ojos abiertos. Están medios cerrados, per ya está mejor que antes.

   Me acerco a ella y acaricio su mejilla para que sepa que estoy aquí.

    Ella abre su boca como si quisiera articular alguna palabra, pero no la dice.

    —Yo..., Gracias... por no haberme..., hecho daño como mi pasada pareja... —sus ojos estaban cerrados, pero ahora están más abiertos y cristalizados.

   Le sonrío.

   No voy a contestar a eso.

   Voy a estar para ella, eso es lo que necesita.

   Los paramedicos se levantan y empiezan a recoger sus utensilios.

   —Qué descanse, ya se le pasará el pánico con el medicamento que le suministramos. —me informa el hombre dándome un suave golpe en el hombro, comenzando a caminar junto con los dos hombres que lo acompañan.

   No les ofrezco llevarlos a la salida porque me imagino que ellos ya se la saben.

   Así que me agacho y recojo los tacones de Emma, colocándolos organizados y rectos al lado del mueble.

   Me deslizo luego de eso a buscar una manta de las que traje en estos días para quedarme a adelantar el trabajo tan extenso que tengo.

    Encuentro la pequeña sábana y tomándola en mis manos, la llevo conmigo hacia donde está Emma y abriéndola de lado a lado, la coloco encima de su cuerpo.

    —Descansa —expreso agarrando el botón del aire acondicionado y colocándolo en el número 16—. Estaré aquí, no me moveré. —le sonrío y empiezo a moverme hacia mi escritorio.

   Suspiro.

   Para mí mala suerte, lo hago dos veces.

   Estoy muy enamorado de ella y cada cosa que sucede hace que me acerque más a ella aunque eso me duele.

    —Gracias, Spencer... —murmura ella con los ojos cerrados.

   Sonrío.

   Hasta durmiendo es hermosa.

   ¿Qué voy hacer? Que alguien me ayude.
  

  

   Estoy cada día más enamorada de esta pequeña historia y de Spencer por igual. La soledad me esta matando.😭😭😭😭

Quiero a mi Spencer.😭😭😭

 

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