La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 20
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55

Capítulo 40

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By Kia020

Xylia

Maldito bastardo.

Por su culpa no podía dejar en él, en su maldiito beso que se sintió como si estuviera en el Más Allá, en un lugar divino y celestial. Había pasado un día desde que me besó, no lo ví en todas estas horas, pero tampoco fue mi intención buscarlo, más bien lo evité. Al menos, supe que desde el momento que Keegan me vio descompuesta, no se separó de mi, e incluso hizo llamar a Ilyra por si estaba enferma, la cual confirmó que no lo estaba pero tampoco le comentó que era algo psicológico en vez de físico. Nieve tampoco se había separado de mí pero finalmente decidí que era una tontería estar así por un simple beso que no significaba nada. Sabía perfectamente la tensión que había entre él y yo, finalmente explotó y nos besamos, eso sí con mucha pasión. No significaba que se repetiría.

Por supuesto quería que se repitiera pero no podía hacerlo

Era una desfachatez dejar que aquello ocurriera pero es que en verdad, no me arrepentía. Besaba increíblemente bien y la verdad, es que me había gustado. Pero él fue el causante de todo. Él me reclamó, me trajo a este mundo y me obligó a quedarme. Echaba de menos a mi familia, a mis hermanos, a Neith y a Shandor, quería decirles que todo estaba bien y que aunque no supiera porqué había sido reclamada, no estaba del todo mal en este mundo. Había ganado a unos amigos bastante peculiares que se preocupaban de mí y estaban atentos. Pero la verdad es que anhelaba el bosque, había notado cómo mi piel se había vuelto pálida, demasiado pálida. Mi piel necesitaba los rayos del sol y aunque en este mundo, recibiera los de las Tres Lunas, no era lo mismo. Ansiaba aspirar de nuevo los aromas del bosque y dejar embriagarme con ellos. Pero no podía hacerlo, ni ahora ni en un futuro cercano. 

Dentro de poco, me comentó Keegan, nevaría y los inviernos en este mundo eran extremadamente mortales pero realmente bonitos. Discrepé en eso último, este mundo no era bello pero si él lo decía, habría que verlo antes de opinar. 

En estos momentos me encontraba en uno de los dos baluartes de la muralla interior que protegía el castillo junto a Keegan y Malentha. Ambos estaban discutiendo sobre algún tema defensivo del que no me importó en absoluto prestar atención. No era mi problema, ya tenía los míos propios, no necesitaba más preocupaciones en mi pobre mente ahogada.

Yo estaba admirando la ciudad,  a través de una peque ventana, bajo la luz de las Tres Lunas, era realmente bonita.Una maravillosa ciudad que se abría bajo los pies de la colina en la que se situaba el complejo palacial. Estaba llena de edificios juntos como si fuera un laberinto, menos la calle principal que atravesaba la ciudad. Sería fascinante poder visitarla, y poder recorrer una ciudad así de grande. Nunca había visto una en mi vida, es verdad que el poblado 1 y 2, eran enormes, pero nunca los había podido contemplar con mis propios ojos. Así que sí, ver un tipo de ciudad con ese tipo de urbanización era extremadamente impactante.

—Xylia —escuché como Keegan me llamaba, así que me giré para encontrar al macho feérico y a la hembra feérica, observándome. 

—¿Qué pasa? —inquirí yo viendo como me observaban con tanto detalle. 

—Tengo que irme con Malentha a resolver unos asuntos —lo miré inexpresiva. —Volveré en unas horas, si ocurre algo avisa a Ilyra. 

Asentí sin más, sin mostrarle ni una sola expresión.

Tras aquello, los tres salimos del baluarte aunque yo cogí un camino totalmente diferente, teniendo que pasar por uno de los campos de entrenamiento de aquellos machos y hembras. Todos me observaban, o más bien, cuando se percataron de mi presencia pararon de entrenar y centraron sus miradas en mi. No me sentía pequeña bajo sus dominantes miradas, todo el lugar olía a sudor, un lugar donde entrenaban el cuerpo a cuerpo, además de los circuitos. Todos ellos eran imponentes pero ninguna me iba a intimidar, si eso era lo que querían lograr. Levanté en alto mi cabeza, el rostro serio y con una confianza bastante inestable. 

Ellos eran superiores, eso era indiscutible, pero no podía darles aquello que ellos querían ver, el miedo. Así que con mi seguridad humana avancé por el campo, notando sus miradas en mi espalda a medida que me alejaba de ellos. Todos ellos eran excepcionales, guerreros natos que estaban más que preparados para luchar y ser partícipes de una guerra. Entonces antes de que pudiera reaccionar, noté como alguien me balanceaba y me arrastró hasta que dar en un pequeño lugar no muy visible. Me taparon la boca para que no pudiera chillar, a pesar de que no paraba de gruñir y sobre todo, de moverme, intentar zafarme de su agarre. Finalmente me soltó lanzándome contra una de las paredes del palacio. Gruñí al instante, cuando mi pobre cuerpo impactó contra la pared de piedra y luego caí al suelo.

Mi cabeza pesaba, todo mi cuerpo parecía ser como una losa de piedra enorme. Intenté moverme, más bien levantarme, sin éxito. 

—¿Qué...? —intenté preguntar pero sus pasos y su voz me cortaron.

—Menuda humana de mierda —escupió ese macho desconocido mientras yo intentaba levantarme pero fue él quien me agarró del pelo y me levantó la cabeza, provocándome un dolor bastante agudo. 

La sensación de que en cualquier segundo me arrancaría la cabeza, era persistente y angustiosa. Me quejé y sollocé ante la impotencia a ese dolor tan insoportable.

—Así que tu eres la zorra del rey —se rió seguido de sus palabra burlándose de mi —demasiado frágil pero fácil de romper — su aliento contra mi oreja me hizo estremecerme.

No debía dejar que me ganara el miedo, no tenía que paralizarme. Y menos cuando una de sus manos empezó a tocarme la cintura, me sobresalté y con todas mis ayudas intenté apartarme, no dejar que fuera más allá. 

—Seguro que con el resto de esclavas, podréis satisfa...—alguien lo cortó y más cuando un chillido reverberó en esa zona inhóspita. 

El chillido contra mi oido no fue nada, comparado con el peso del cuerpo de ese hombre a quién no había ni podido verle la cara, impactando sobre mí. Era un peso muerto, ya no había vida en ese cuerpo. Rápidamente, alguien apartó ese peso de mi y su aura era me azotó fuertemente, al saber de quién se trataba. Su aura fría y mortal me envolvió provocándome un escalofrío que rápidamente agradecí al notar como las sombras se envolvieron a mi alrededor como si fuera una manta.

Ni siquiera pude levantarme cuando escuché su voz.

—Joder Xylia —me ayudó a girarme con cuidado y a quedar bocarriba viendo a ese maldito rey.

Todo daba vueltas, lo veía doble y para el colmo, se veía muy guapo preocupado. Parecía que todo estuviera relantizado, sus movimientos y mi respiración. Pestañeé varias veces, no podía oír bien lo que me decía, tan solo escuchaba atisbos.

—Draven, avisa a Ilyra. 

Eran esas pequeñas frases las únicas que podía entender, incluso cuando noté que me elevaba con sus fornidos brazos y me apegó a su enorme pecho. Lo más probable era que me hubiera hecho algún tipo de corte y más, cuando notaba la parte izquierda de mi cara húmeda. Mis pestañeos eran cada vez más lentos, mucho más difíciles de mantener abiertos. La calidez de su cuerpo me envolvía a pesar de estar frío como un témpano de hielo. Me agarraba con tan cuidado que me enfadaba estar en esta situación.

Tuvimos que hacer un viaje a través de las sombras porque de un segundo a otro, estábamos en la famosa Ala Médica. Sabía perfectamente que estábamos allí, por los detalles del techo y por esa olor a poción con mezcla de hierbas. Todo pasaba demasiado lento, eso si menudo golpe me habían dado, si aún estuviese vivo me hubiera encantado hacerme cargo de su muerte, pero lo más probable es que Azael lo matara, no me cabía ne la menor duda de que lo hubiera hecho.

—¿Qué ha pasado? —escuché la dulce voz de Ilyra, después de que Azael me dejara sobre una superficie blanda y cómoda.

—Un infiltrado casi la mata —aquella voz se me hizo familiar pero no acabé de ponerle la cara.

Aún así, pestañeé y vi a Ilyra quién me observaba con preocupación. Seguidamente de Azael, quién cruzado de brazos, observaba tanto a Ilyra y a mi.

—Xylia, ¿me escuchas?

Quería contestar pero estaba aturdida, así que tan solo gruñí y aquel esfuerzo ya me provocó el suficientemente dolor para no volverlo a hacer.

—Debe tener una conmoción y un pequeño corte en el lateral izquierdo.

Respiraba con dificultad, me dolía bastante la cabeza. Un dolor al que nunca me habituaría pero la verdad, es que nunca me habituaría al dolor físico.

—Traedme dos brebajes pequeños de ijkasi y el kit anti-heridas.

Ilyra parecía estar dando órdenes a sus discípulos y a los demás curanderos. Pero en la única persona en quién mantenía mi mirada fija, era en él. Azael, con toda su majestuosidad, se movía inquieto sin saber qué hacer. Pero su mirada, era oscura y llena de consternación. Estaba preocupado por mí, un maldito macho inmortal preocupado por una humana. 

A su lado, se presentó otro macho, a quién había visto anteriormente. Draven mantenía su rostro serio, la expresión de un Comandante General esperando los resultados de una batalla. Ambos machos se veían imponentes y si no hubiera sido por el golpe que me llevé, hubiera disfrutado de las vistas. Los ojos anaranjados del Comandante General brillaban atentos ante el trabajo que Ilyra estaba realizando. Recordé la conversación que mantuve con Keegan y con ese trato tan absurdo. Se notaba la admiración que destellaban sus ojos por aquella espectacular curandera que aunque se mostrara tímida, cuando se trataba de su trabajo y de atender a heridos, se transformaba en una lider. 

Ilyra me hizo beber dos brebajes que para mi sorpresa no estaban amargos, sino todo lo contrario, estaban dulces. Posteriormente, empezó a hacerme pruebas tratando de seguir sus dedos con los ojos y luego, empezó a curarme la herida que debía de tener en alguna parte de mi cabeza. 

Ninguno de esos machos se marchó de mi lado, esperaron pacientemente a que Ilyra terminara y una vez lo hizo, suspiré tranquila al notar mi cabeza despejada de ese peso inexistente y a la presión de mi cabeza. 

—En una hora, ese corte debe haber desaparecido si tu cuerpo decide curarlo, sino será en cuestión de días. 

Asentí con una sonrisa de medio lado.

—Gracias Ilyra. 

La curandera me devolvió la sonrisa, para luego mirar a Azael y Draven y desaparecer después de un leve asentimiento.

Mis manos empezaron a temblar y no tuve ni la menor idea del porqué, no supe si se trataba del poder que irradiaban ellos o de todo lo que había pasado en cuestión de segundos. Pero fue su voz la que me hizo centrarme de nuevo en él.

—Cuéntanos que ha pasado, Xylia.

Lo miré inexpresiva. Su voz sonaba calmada y no había parecido una orden, o al menos es los ue pude apreciar. Pasé mi mirada de la suya a la de Draven, con quién no había podido mantener ninguna conversación aún. Así que suspiré y les conté todo, desde que salí del baluarte, mi camino por el campo de entrenamiento y mi encuentro con aquel macho que no pude ver ni su rostro.

Ellos me miraban con atención, estaba atentos a cada palabra que decía. Mi explicación no fue muy intensa, sino todo lo contrario, les conté todo en cuestión de minutos. No me cortaron en ningún momento y cuando finalicé con mi relato de los hechos, ambos se miraron aunque no dijeron ni una palabra.

—¿Vais a decirme algo o puedo irme? —pregunté impacientemente.

Me gustaba la presencia de aquellos dos machos pero no después de haber besado a uno de ellos y haberme ido a la fuga. 

Azael miró a Draven y él entendió a la perfección lo que tuvo que hacer cuando asintió levemente con la cabeza y luego se centró en mí.

—Xylia, has sido atacada por lo que llamamos "infiltrados", ellos son machos y hembras que prefieren darles su lealtad a la Bruja Roja con el fin de destruir la Corona Negra. 

—Entonces, ¿a qué se refería con lo de esclavas? —solté sin dejar de mirarle — ¿Acaso tienen a...?

No acabé de formular aquella pregunta, al darme cuenta de lo que iba a decir. Humanas, ese asqueroso macho abusador se refería a las de mi especie pero en el Subsuelo, los de raza humana no podíamos sobrevivir sino nos proporcionaban las pócimas necesarias. 

—A parte de mi, ¿hay más humanos en el Subsuelo? —conseguí formular con un pequeño titubeo. 

Draven suspiró pero fue el monarca quién contestó en su lugar. 

—Xylia, no es momento de hablar sobre esto, una vez te recu...

—Dímelo. Ahora. Azael —quise que sonara como una amenaza y parece que lo conseguí, al notar como Draven abrió los ojos sorprendidos ante mi impertinencia y mi fulminante voz.

Si había humanos en ese lugar, quería saberlo. Pero sobre todo, esperaba que lo de esclavizados  fuera una broma porque sino mataría a los responsables. Azael me miró de forma penetrante, conocía esa mirada. Una disputa entre un rey y una humana a través de la mirada. Si así esperaba ganarme, estaba equivocado. no dejaría que en estos precisos instantes me ganara. Así que insistí y fue él quien cedió, cuando apartó la mirada. Gané, me tendría que sentir contenta pero no fue así y menos, cuando volvió a mirarme con sinceridad y con un rostro totalmente pétreo.

—Hay humanos en el Subsuelo pero no libres, están esclavizados —un cubo de agua fría hubiese impactado menos que aquel bofetón. —Todos ellos están dentro de una antigua red donde se les compra y se les vende a los Lord, después de haber sido esclavizados en sus hogares.

Se me revolvió el estómago, mis ganas de vomitar incrementaron al cien por ciento. Por supuesto que iba a intentar no hacerlo pero es que me sentí sucia, me sentí rancia al escuchar sus palabras.

—¿Cómo pueden ser que estén vivos? Me habíais comentado que los humanos no podíamos vivir en este mundo sin las pócimas. 

—Y así es, por eso se esclavizan en grandes números porque mueren constantemente, ya que no suelen durar más de una semana.

Miré a Draven con repugnancia. Ese macho no tenía tacto en absoluto. Yo también era humana, yo era uno de ellos, ¿cómo podían hablar así de los de mi raza?

—Aunque es cierto, que hay otra red que conocemos su existencia pero no sabemos de dónde nace, ni cómo actúa y ni cómo trafica, que es la de los "infiltrados".

—Esa es por decirlo de alguna forma, la red "ilegal". —confirmó Draven.

—Entonces, la otra red, ¿si que vale? —contradije totalmente indignada.

Ninguno de los dos dijo nada en absoluto pero fue ese aroma a lavanda y a hierbabuena, el que captó mi atención. Ilyra apareció hecha una furia, con los brazos cruzados y una sonrisa que daba miedo.

—Vosotros dos, fuera de aquí, dejad que descanse.

Me sorprendió con la voracidad con la que habló. Ninguno de ellos dos recriminó nada, así que finalmente se fueron, no sin antes que Azael me mirara con una expresión difícil de leer. Nos quedamos Ilyra y yo solas, con un malestar enorme y con la impresión de saber que debía de hacer algo por todos aquellos humanos.











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