—No es un buen artículo porque lo traje con prisa... ¿Le gustaría sentarse, Su Alteza?
—Sé que estás ocupado, gracias por traerlo.
Shuell sonrió alegremente y se sentó en la silla que trajo el aprendiz de caballero.
Al mirar los rasguños aquí y allá, parecía ser una silla usada por los caballeros.
Preocupado por si una espada pudiera volar accidentalmente hacia Shuell, Zeros le dio dos caballeros para que la cuidaran. Así de cerca estaba de la zona donde entrenaban.
—¿Por qué eligió un lugar tan peligroso? —preguntó Rayglen mientras agarraba la espada que llevaba en la cadera.
—Estoy lo suficientemente lejos. Apenas puedo distinguir los ojos, la nariz y la boca del Gran Duque.
—Si Jess no la hubiera detenido, habría agarrado incluso una espada.
—En primer lugar, hay que mirar el panorama en general cuando las cosas son bonitas.
—Nunca escuché eso —respondió Rayglen con el ceño fruncido.
Por supuesto, incluso desde la distancia sus ojos podían distinguir automáticamente a Rayglen.
Mientras Shuell asentía, los dos caballeros que la custodiaban a ambos lados se pusieron tensos.
Sin decir una palabra más, Rayglen caminó hacia donde estaban reunidos numerosos caballeros.
Shuell pensó que estaban practicando, pero la mayoría de caballeros estaban enseñando a los aprendices.
Hubo algunos combates ligeros, pero recordando lo que hicieron con Jess en el Norte, ni siquiera llegaron a la fase de calentamiento.
Los caballeros junto a Shuell parecieron envidiosos de la escena.
—No es divertido si no es uno mismo quien empuña la espada, ¿está bien? —preguntó un caballero en tono molesto mientras miraba a Shuell observando al frente y sosteniendo un ramo de flores con fuerza como si temiera que Rayglen se lastimara.
En término general, sonaba como si le estuviera diciendo que se quedara en su habitación y no molestara a la gente ocupada.
—No, es divertido. Mi corazón late con fuerza en este momento y me siento más tensa que nunca —respondió Shuell con firmeza.
El caballero pareció sorprendido por la audaz respuesta de Shuell.
Shuell abrazó con fuerza el ramo entre sus brazos.
«Este es un lugar donde no hay nada que bloquee el sol.»
Mirándolo, Rayglen parecía un poco más cálido que en el Norte.
Shuell aplaudió mientras veía a Rayglen arremangarse la camisa.
—¿Has visto? ¿Lo viste? ¡La apariencia natural del Gran Duque!
—... ¿Eh?
—Awww, en serio, debo conseguir una piedra mágica para grabarlo —añadió Shuell, luego miró al caballero y preguntó—. ¿Te llamabas Sepik? Supongo que te gusta el manejo de la espada de Gran Duque. Vi que lo estabas mirando atentamente.
—Oh, sí. Bueno...
Dio una respuesta bastante rígida a la pregunta de Shuell.
Había una extraña sensación de cautela por parte del caballero, pero Shuell no le prestó atención y preguntó por Rayglen.
—Supongo que a los caballeros les gusta el Gran Duque. Cuando lo veo en los banquetes, siempre está rodeado de caballeros.
—Bueno... Sí.
—A mí también me gusta el Gran Duque, así que no lo odio.
Cuando Rayglen hizo contacto visual, Shuell levantó ambas manos y las agitó por encima de su cabeza para formar un corazón.
Rayglen frunció el ceño por un momento y luego giró la cabeza para responderle al caballero que le hablaba.
Shuell continuó hablando, lamiéndose los labios con pesar.
—Lamento molestarte, Sepik, pero el Norte está tan decidido a entrenar debido a los monstruos que me daba pena verlos.
—Oh, ya veo.
—Entonces, déjame observar un poco. Por favor, entiende.
Mientras Shuell hablaba con una sonrisa, Sepik la miró confundido y luego observó de reojo en la dirección donde estaba Elina a la distancia.
«¿Pertenece a la Segunda Orden de Caballeros?»
Pensando que podría ser un subordinado de Elina, Shuell se sentía como si estuviera siendo vigilada.
—¿Cómo se unió Sepik a los Caballeros? —preguntó Shuell mientras veía bostezar a Sepik.
Quizás porque pensó que lo había descubierto bostezando, pareció un poco avergonzado y habló con impaciencia.
—Uhm, era el deseo de mi madre.
—¿Tu deseo se hizo realidad? Sepik es increíble.
—Gracias.
Quizás por vergüenza, Sepik jugueteó con la espada atada a su cintura.
Mientras Shuell estaba en medio de una conversación con Sepik, Rayglen, que estaba entrenando con un caballero, sintió que la mirada sobre él había desaparecido.
Cuando se preguntó qué estaba pasando, vio que Shuell estaba hablando con el caballero que estaba a su lado.
Mientras hablaba con el caballero en formación, que no parecía tener una personalidad muy amigable, ocasionalmente podía escucharlo reírse.
En ese momento, Rayglen sentía una sensación de hormigueo en su garganta y su cuerpo se tensó.
Aunque frunció el ceño en el momento en que los vio, no fue fácil girar la cabeza. Era como si no pudiera apartar la mirada de ellos.
Sí, era una escena trivial, y era claro que se trataba de una charla trivial, pero sin ninguna razón sus oídos se volvieron agudos.
Rayglen culpó a sus oídos, que se habían vuelto sensibles debido a la frecuente subyugación de monstruos. Todo esto se debía a que se acostumbró demasiado a la presencia y los gritos de los monstruos.
Ahora, incluso a esa distancia, podía escuchar claramente la voz de Shuell.
Sólo una voz sonora, como el chirrido de un canario, atravesó sus oídos claramente de entre todo el ruido que llenaba el campo de entrenamiento.
—¡Ah, entonces por eso había mucha gente por la mañana!
Un momento después, tras la voz alegre, se escuchó el sonido sordo de una espada de madera cayendo al suelo.
Cuando miró tardíamente hacia adelante, apretaba su mano con una expresión de dolor uno de los caballeros a quienes estaba entrenando.
—¡Ugh...!
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. Es porque no pude esquivarlo.
Al parecer se distrajo por un momento y puso demasiada fuerza en sus movimientos en lugar de hacerlo con moderación.
—Paremos aquí —dijo Rayglen mientras clavaba su espada en el suelo.
Cuando uno de los caballeros lo agarró del brazo, fue sólo entonces que los ojos de Shuell se deslizaron hacia Rayglen nuevamente y se levantó de su asiento.
—¡Gran Duque!
Con el corazón palpitando con fuerza, Shuell corrió en poco tiempo hacia Rayglen y dio varias vueltas a su alrededor.
—¿Dónde está herido? ¿Dónde se lastimó?
—No he sido yo.
Sólo entonces Shuell dio un suspiro de alivio.
—¿Qué sucedió? —preguntó Shuell, mirando la espalda de un caballero que se alejó para llamar a un médico.
—Ha pasado un tiempo desde que practiqué con caballeros. No pude controlar mi fuerza.
En lo que respecta al manejo de la espada, Rayglen era más concentrado que nadie. Incluso cuando entrenaba durante medio día con los caballeros de Brent en el Norte, con Shuell y Sally disfrutando de un picnic sobre una manta de tela, él nunca perdía la concentración.
¿Cómo pudo haberse equivocado en controlar su fuerza?
—¿Se lastimó mucho?
—Por naturaleza los caballeros suelen herirse mucho, especialmente si se trata de los Caballeros Imperiales. Si en el Norte no se soportara una herida así, sería el fin.
Algunos caballeros no ocultaron su frustración ante la fría respuesta.
Estrictamente hablando, no eran palabras equivocadas porque un monstruo te comerá en el momento en que colapses debido a una lesión.
Shuell se acercó al caballero que estaba sentado en el suelo mientras recibía primeros auxilios de sus compañeros.
—... Su Alteza, por favor, hágase a un lado —dijo un caballero que estaba brindando primeros auxilios.
Shuell sacó una flor de manzanilla del ramo que le regaló Rayglen.
La manzanilla, cuando creció en el jardín del Norte, tenía un leve efecto curativo. Aunque no era adecuada para lesiones graves, resultaba útil para curar heridas pequeñas o proporcionar primeros auxilios para detener hemorragias.
En la mano de Shuell, una flor blanca floreció lentamente con hojas frescas.
Incluso si parece estar en plena floración, la vida de una flor termina en el momento en que es arrancada. Aunque pareciera estar floreciendo maravillosamente, era solo superficial y acabaría muriendo.
Sin embargo, cuando Shuell tocó la manzanilla, la flor volvió a la vida.
Cuando se la ofreció al caballero, a éste le costó elegir las palabras.
—Su Alteza, no tengo manos para recibir la flor en este momento.
El caballero se apretó la mano herida y se mordió el labio inferior como si estuviera hablando por puro orgullo.
Shuell colocó la flor en la mano herida del caballero.
—No estoy diciendo que simplemente la aceptes. Espera un momento, aguanta.