La Guardia Seráfica: El Haced...

By ZorenLespach

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Theokiel, es un joven que vive una vida despreocupado de las responsabilidades teniendo una vida a su modo. P... More

Capitulo 1: Un despertar en ciudad Azul
Capitulo 2 : El amor de un Dios desconocido
Capitulo 3 : Una oración y un corazón
Capitulo 4 : Un escrito misterioso
Capitulo 5 : Iluminus Brillante
Capitulo 6 : En un lugar, en una tarde bajo el canal
Capitulo 7 : La luna y las estrellas
Capitulo 9 : El dibujo dentro del faro
Capitulo 10 : Una llama de esperanza
Capitulo 11 : El antiguo pueblo de Adea
Capitulo 12 : Un deseo Escondido
Capitulo 13 : La voz de un sueño olvidado
Capitulo 14 : Una invitación a una gran celebración

Capitulo 8 : La foto de un recuerdo

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By ZorenLespach



Theo salió apresuradamente del edificio vecinal, casi como corriendo. A su lado también muy anonadada, Gabmiel la ladrona, ella avanzaba muy curiosa por la invitación de Theo para ir a visitar a un compañero.

Mientras ellos salían apresurados, entre el vivo movimiento de la calle, la mamá de Theo desde el balcón del piso habitacional, gritó a fuerte pulmón.

—¡Theo! ¡recuerda venir a casa!, ¡recuerda lo que te he dicho!, ¡no te metas en problemas en la calle!, ¡Llámame por favor! ¡No te olvideeeees!

—¡Si mamá está bien!¡No te preocupes!

Theo se volvió despidiéndose de su mamá, levantó la mano y sonrió alegremente.

Gabmiel lo miró atolondrada, siguiéndole el paso apresuradamente.

Caminaron por las calles de la urbanización de Palomas, dirigiéndose a un paradero de bus en una esquina entre los antiguos edificios de aquel sitio.

Allí las personas estaban conglomeradas bajo la sombra del techo del paradero, esperaban todos pacientemente y muy abrigados, el bus de la ruta 45.

Un bus que se dirigía por varios distritos, especialmente por el norte de Ciudad Azul, llegando a pasar por Macetas, el distrito donde Yria vivía.

Gabmiel observó el cielo aquel día, todavía estaba nublado y hacía un poco de frío.

La joven ladrona se miró a sí misma, viéndose muy extraña por la ropa que Theo le había dado.

Algunas personas en el paradero, miraban ansiosas sus celulares, mientras otros desesperadamente esperaban el bus.

Theo bostezo repentinamente y dijo.

—Mira, te voy a presentar a Yria, ella es una vieja amiga, desde que éramos muy niños, en la escuela.

Ella es casi como si fuera una hermana. También tiene pasta para madre, me ayuda bastante, verás es una buena amiga.

Ella solo asintió de lo que dijo Theo, Gabmiel se sentía muy extraña parada en ese sitio, al parecer no tenía costumbre. Pues miraba alrededor con una expresión de curiosidad. Ella se sintió rara, y mientras Theo miraba la avenida, ella le tocó el hombro. El joven se volvió a ella y le sonrió.

—Sí dime, ¿qué pasa?.

Ella lo miró y le hizo un gesto con las manos, indicandole el sitio donde estaban y

levantando el hombro y las manos, como un gesto de "¿porqué estamos parados aquí?".

Theo le sonrió.

De repente en ese preciso momento, el bus de la ruta 45 apareció, y de repente la gente se arremolino por la puerta del bus y empujados por una naturaleza salvaje, como un embudo de gente ingresó apretándose el uno con el otro, en la puerta del bus.

Theo y Gabmiel entraron al último, viendo cómo salvajemente las personas se metían sin cesar.

Gabmiel se impresionó mucho al ver eso, después Theo la invitó a subir, subieron e ingresaron muy apretujados con las personas en el bus.

Theo se hacía paso entre la gente, y la ladrona le seguía anonadada de tanto tumulto.

Theo le indico que se cogiera del asa del asiento, pues estaba el bus repleto de gente.

En ese preciso momento, pasaban en la emisora del radio un tema musical de rock que ya acababa de terminar.

De repente el locutor del programa, se dirige a los oyentes.

"Bueno amigos, esto fue, Te buscaré, de Katleya Hacellestiar, la cantante y actriz nominada a un premio de la academia. Lamentamos decir, que la señorita Hacellestiar, ya no va a seguir produciendo música, distintos medios han reportado su salida en la escena musical. No se sabe con exactitud cual es el motivo de su salida. Es una triste noticia, ya que la cantante Katleya había hecho varias giras alrededor del país, embelezandonos con sus temas: ¡Quiero gritar!, ¿Alguien en casa?, y El ritmo de tu corazón.

Hermosos temas, lástima, como vuelvo a repetir, nuestra actriz y emblema de ciudad Azul, nos deja... fríos y atolondrados"

Theo al escuchar eso, se quedó de repente pensativo. En un momento recordó a la joven del hospital central, en aquellos días cuando estuvo en observación médica.

¿Era ella? O era otra persona. Su voz y su violín, eran muy semejantes.

Theo se quedó en silencio, por un momento. Gabmiel, miró de reojo a Theo, y ella lo vio muy extrañado.

Theo recordó aquellos días y se puso a pensar, y a reflexionar todo lo que había pasado.

El bus mientras tanto recorrió su destino, y se dirigía por rutas de la ciudad azul hacia Macetas.

Estuvieron así un tiempo un poco apretujados, pero después poco a poco el bus empezó a despejarse.

Así que por un largo rato, viajaron juntos ambos, observando y paseando con la mirada la compleja ciudad Azul.

Y así estuvieron, hasta que después. Muy cerca de la casa de su amiga tuvieron que bajar, pues era lo más cercano a su domicilio.

La casa de Yria estaba unas cuadras al bajar, así Theo y Gabmiel caminaron juntos tranquilamente unas cuadras más abajo, llegando a su localidad donde unas casas con jardín exterior, cercas y mucho ornato vecinal ya se mostraban a los visitantes.

Theo y Gabmiel entraron al vecindario aledaño, y era un lugar agradable y tan bonito que olia a flores.

—Esa fragancia de flores..., sabes cuando me acerco a la casa de Yria. Me recuerda a mi niñez, pues antes los dos vivíamos, uno al frente del otro.—dijo Theo recordando —Y a su mamá siempre le gustaba sembrar unas flores muy olorosas. ¡Ah!.

Gabmiel lo miró expectante y le escuchó muy concentrada en lo que decía.

—Qué lindos recuerdos..., pero fue una lastima al terminar la primaria, todo fue diferente.

La joven ladrona, se quedó pensativa, al ver cómo el joven ponía una expresión serena.

Y entre aquellas casas, la casa de su amiga se vislumbraba vistosa y elegante.

Theo se acercó a la puerta, y sin mucho que decir. Toco la puerta y luego el timbre.

Luego de un momento, la puerta se abrió y de allí un hombre adulto con unos anteojos, salió.

Cuando el señor vio a Theo. Se quedó sorprendido mirándolo con expectación.

—¡Hola que tal, señor Andace! ..., ¿Se encontrará Yria? —dijo Theo ameno, junto con Gabmiel que veía expectante, detrás de él.

El señor Andace, cerró y abrió los ojos, y en su rostro dibujó una sonrisa.

—Pero mira, lo veo pero no lo creo. ¿¡Eres Theo Comuna!?.

Theo lo miró atónito, y él respondió.

—Si, soy yo.

—¡Oh! —dijo muy sorprendido— ¡Cuánto has cambiado y crecido!, me sorprende pues te conozco de muy niño, mírate, ahora eres un hombrote joven.

Gabmiel se sonrió, y guardó una risa escondida, Theo parecía que se le venían los colores encima.

—Ah bueno, ni modo es parte de la vida. —dijo Theo tocándose la cabeza.

En ese mismo momento apareció Yria al costado de su papá, y al ver a Theo muy emocionada saludó.

—¡Hola Theo!, ¡al fin venistes!. ¿¿Eh?? —dijo Yria cortando la emoción, al ver que detrás de Theo, una chica de pelo rojizo y largo, la miraba y se ocultaba.

—¿Hummm? —dijo ella, algo seria y atontada.

—¡Bueno al parecer sí que Theo ha crecido! ¡Hasta la pequeña Yria se queda impactada!

—¡Papa! ¡Ay no! ¡No digas eso!

—¿Entonces qué es? —dijo el papa de Yria.

Yria se quedó en silencio y lo miró un poco extrañada, y con un comportamiento raro.

—¿Mmm? ¿Yyyy? ¿A dónde vamos? —dijo ella algo seria.

—Bueno no recuerdas, vamos a la casa de Yahora. —dijo Theo un poco extrañado.

—Oh, es cierto. Vamos. —dijo ella caminando de frente, saliendo del umbral de la puerta.

—¡Ah que bien jóvenes! ¡Esa es la voz! ¡Cuidense, Yria te veo mas tarde! ¡Theo es un placer verte desde hace tiempo!

—Si señor Anlayce, bueno gracias, voy a cuidar bien de su hija. No se preocupe.

—¡Está bien jovencito!, eso espero —dijo el papa de Yria despidiéndose, estrechándole la mano a Theo.

—Si papá, ya nos vemos. —dijo ella como si estuviera volviéndose a él, pero de una manera un poco esquiva.

Gabmiel la miró extrañada y confundida, Theo se quedó sorprendido, cuando volvió a verla.

—¿Yria querida, te pasa algo? —dijo su papá viéndola irse por el jardín a la vereda de la calle.

—¡Seguro que ya está emocionada para ir! ¡Así es ella!, ¡Hasta luego! —dijo Theo despidiéndose y dando media vuelta dirigiéndose a Yria.

Gabmiel, se despidió del papa de Yria con un gesto con la mano y siguió a Theo.

—¡Adios!, Bueno, vaya..., que cosas. —dijo el papa de Yria viéndolos salir, raramente.

Theo y Gabmiel siguieron muy de cerca a Yria que caminaba algo apresurada.

—Hola Theo, cómo está tu mamá. —pregunto Yria

—Ella está muy bien, ¡como siempre!. —respondió Theo amistosamente.— Ejem... Oye Yria

—¿Qué pasa? —dijo ella muy seria.

—Yria oye, no camines tan rápido. Quiero, quiero que conozcas a Gabmiel.

—¿A quién? —dijo ella serenamente.

—Gabmiel, ejem... Ella es una persona a la que estoy ayudando, tuvimos un pequeño accidente en el puente del canal del río que está cerca al circo Iluminus. Así que le estoy dando una ayuda.

—¿Accidente? ¡Ay Theo! ¿¡Qué estás diciendo!?

—Si, por eso la estoy ayudando. Bueno quería que la conocieras. Gabmiel ella es Yria, mi amiga de la infancia. Ella siempre me ayuda, cuando la necesito. Yria, ella es Gabmiel

Gabmiel observaba a Yria, y ella la miraba con una expresión serena, pero que escondía algo y lo retenía.

—¡Ho - hola! —dijo Yria esta vez amablemente, con un acento algo fingido.

Gabmiel la miró esta vez nerviosamente, y ella le sonrió también algo escondido y le saludó levantando la mano.

—¿Mmmm? —dijo Yria, atontada esperando una respuesta.

Gabmiel solo volteo su rostro algo triste, Theo se quedó absorto viendo esto sorprendido, entonces para cambiar la inestable escena, Theo dijo impostando alegría.

—Bueno, creo que la casa de Yahora está para allá. ¡Vamos!

Theo amenamente, dirigió el grupo dirigiéndose buscando un paradero.

Cuando avanzaban, Theo se puso a conversar de cualquier cosa, mientras ellas avanzaban cada una a su costado. Pero ellas estaban calladas. Gabmiel miraba el suelo, mientras Yria miraba la calle donde pasaban.

—Hace un bonito dia, esta nubladito, ¡pero está fresco! Ya siento cerca el aire marino de la playa.

Vaya Yria que suerte tienes. ¿A ti te gusta el día soleado o nublado?

Pero ella no contestó, solo suspiro, mirando a su costado un poco aburrida. Gabmiel no movía la cabeza y lo mantenía con la mirada fija en el suelo.

—¿Eh? ¡Ah!, ¡ya me estaba olvidando! ? Yria sabes, ¿cuándo va a ser el festival de las luces? Qué día cae para verte actuar con el grupo de actuación. ¡Seguro que la maestra estará pensando."Seguro Theo no va a venir". Pero no, no esta vez. Esta vez iré, aunque no participe... Y sabes por qué...

Yria sopló al aire, como si de verdad eso le importara, y miró con sus ojos a un costado.

—Theo... —dijo ella tranquilamente con una voz suave.

—....Porque, ¡porque he reconocido, que yo tengo principios!. Aunque el grupo piense que no tenga ninguno...

—Theo...

—Quizás, sabes estaba pensando en hacer algo por la maestra, lo que pasa es que muchas veces le eh fallado. Ahora se que le voy a dar una sorpresa....

—¡THEO! ¡BASTA! —dijo Yria levantando la voz un poco enfadada.

—¡Yria, oh! —respondió Theo atolondrado.

—Primeramente... —dijo ella mirando a Theo algo molesta.— ¿sabes a dónde nos estamos dirigiendo?

—¿Ehm? bueno... eh... yo.. —Theo sonrió de soslayo balbuceando con una expresión vacilante, quedando con el pensamiento vacío, viendo a Yria estremecido y levantando los brazos.

—...Ya me lo suponía. Segundo, no tienes tu celular ¿verdad?, porque lo perdistes seguro, ¿no es cierto? —dijo Yria mirando a Theo.

Theo se quedó como hielo. La dirección y todo lo demás, se había perdido con el celular, junto con su mochila anterior.

Gabmiel miró de reojo a Theo, viendo la cara que ponía y su amiga también.

Quedándose boquiabierto, viendo a Yria, que levantaba los ojos al cielo apesadumbrada.

Gabmiel, se mordió la lengua para no reírse y ocultó su sonrisa con su mano, fijando sus ojos aparte y en el suelo.

—¡Ay Theo! ¡Sabes que tienes suerte!. El libro que me regalaste, tenía la dirección apuntada la dirección de la casa de Yahora. —dijo Yria muy serena.

—¡Ay Yria! ,¡eso, esooo es un milagro tuyo verdad! —dijo el joven muy despabilado.

—¡No seas sarcástico Theo, te estoy ayudando!. —dijo Yria ofendida.

—¡Oh, está bien! ¡Está bien! lo siento, lo siento. —dijo Theo mirándola y bajando la cabeza.

Yria, sacó su mochila de su espalda, y empezó a rebuscar dentro. Theo un poco triste la miraba como ella sacaba de los más profundo de su mochila, un libro que conocía. Era el libro llamado "Ángeles, milagros del cielo", que el escritor Mattews, le había regalado y Theo mismo le cedió igualmente a Yria. Ella sacó el libro y se lo mostró.

—¡Oh, vaya el libro! —dijo Theo reconociendo el regalo que le había dado.

—Si, y gracias por ello, la verdad me he quedado impresionada, por tales testimonios. —dijo Yria serena

—Sabía que te gustaria. —dijo Theo agraciado.

—Bueno ahora al grano y al molino. —dijo ella volviéndose a la última página y mostrándole la hoja. Allí escrito con lápiz puño y letra de Theo, había una dirección. "Barrio bajo de Ilesota - Miaven", dijo el joven con voz apagada.

—Bueno —dijo Theo despistado, tocándose la cabeza.— ¿Sabes donde podría ser?

—Mmm, la verdad no sabría —dijo ella cerrando su mochila— Creo que está más al sur de Macetas. Eso es lo que se.

—¡Bueno, no hay mal que por bien no venga!. —dijo Theo agraciado— Tomaremos un taxi. ¡Yo pago!.

—De acuerdo Theo, como digas. —dijo Yria algo cansada.

Gabmiel miraba expectante todo, y observaba como Theo se acercaba a la pista y con la mano levantada, trataba de detener un taxi.

Yria miraba alrededor del sitio, observando como su amigo no conseguía detener ningún taxi.

Los taxis pasaban y ninguno se detenian, hasta que de repente, aparecio un auto lujoso, de color perla, de vidirios oscuros, con detalles dorados.

Theo se quedó impresionado, como aquel auto poco a poco se detenía y se quedaba al frente de ellos.

El joven se quedó sorprendido al verlo, y por vergüenza, bajó la mano. Yria y Gabmiel se quedaron expectantes y asombradas, por tal presencia.

De repente, una de sus ventanas se abrió. Y de el un rostro de una persona se vio, con el pelo largo, muy largo de castaño claro, y de unos ojos serenos y profundos de color gris, vestiendo un terno sport color verde oliva, se volvio a ellos y les pregunto de una forma cortes y amable.

—Buenos días, disculpen jovencitos, perdonen la molestia. Si me he detenido así, es que me parece verlos visto en otro sitio, si bien recuerdo en una presentación municipal de teatro. ¿Una pregunta? ¿Ustedes son alumnos de la maestra Beatrix, del circo Iluminus Brillante?

—¡Oh! si, bueno nosotros y .... —dijo Theo emocionado.

—Creo que si, ¿tu no eres Yria? la joven que canto hermoso ese dia. Que dulce y melodiosa voz tienes, señorita.

Yria se quedó boquiabierta, Theo asombrado se quedó con el gesto atorado de la conversación.

—¿Ehh? ¿Yooo?, ¡Oh!, Muchas gracias. —dijo Yria sonrojada y nerviosa.

—¿Me parece que están buscando taxi?, Todos los alumnos de mi querida amiga Beatrix son bienvenidos.

—¡Muchas gracias señor! ¿¿Ehh??— dijo Theo asombrado cuando, el señor del pelo largo, cerró su ventana pareciendo ignorarlo. De repente una parte del compartimiento del auto, se abrio y salio un señor de terno negro, y le abrio la puerta del auto e hizo un gesto de amabilidad para que entraran.

—Pasen por favor.

Theo miró a Yria, ella anonadada se quedó pensativa.

—Es de mala educación no aceptar esta invitación señorita. —dijo su guardaespaldas.

A Yria no le quedó hacer otra cosa, ella hizo un gesto algo nervioso con su mano para entrar.

—Subamos entonces.. .—dijo Theo suavemente.

Yria entró primero, Theo quería ingresar después, pero el guardaespaldas, le dijo.

—Las mujeres primero muchacho. No seas irrespetuoso.

—¡Pero que...! está bien — El joven se quedó aburrido, al escuchar eso.

Gabmiel le sonrió a Theo, ella escondió una risa guardada. Ella ingresó después, y después entró Theo, cerrando el guardaespalda al fin la puerta del auto.

Dentro del vehículo era todo un lujo de detalles, los tres se quedaron atontados por lo magnífico que era adentro aquel auto.

El hombre de pelo largo y terno oliva claro, estaba sentado como si fuera un diván, en su auto.

—A dónde se dirigen jovencitos. —dijo el hombre del terno.

—Ehm, nos dirigimos al Barrio bajo de Ilesota de Miaven. —dijo Yria muy seria.

—¡Excelente!, ya escuchastes. —dijo el hombre de terno Oliva al conductor.

Gabmiel miraba curiosa todos los detalles del auto, Theo miraba curiosamente de reojo al señor del terno. E Yria un poco sonrojada y nerviosa, miraba perdidamente sin saber qué decir.

Un rato estuvieron así. El hombre estaba terminando de beber un vino de su copa. Lo bebió como si degustara con paciencia aquella bebida. Dejándolo luego a un lado con mucha educación.

—Disculpen no decirles mi nombre y quien soy. Mi nombre es Mercuri Salvatolle, soy actor y cantante de Ópera clásica.

—Ohhh —respondió Yria asombrada.— ...Disculpe... ¿Usted no es el actor de las novelas?, Mi pequeña preferida, y Corazón de amor.

—Así es jovencita, tú lo has dicho. —dijo el hombre cerrando sus ojos.

Yria se quedó absorta, y luego de un momento se quedó como si fuera enamorada.

Theo se quedó impresionado viéndola así, quedando extrañado.

—Que gusto y placer me da conocer a sus alumnos de teatro, de mi querida amiga Beatrix Laycast. —dijo con una voz suave e íntima.

—Disculpe señor, pero... ¿usted la conoce? —dijo Yria sonrojada.

—Así es, la conozco... desde que tenía tu edad, los dos éramos amigos, en la universidad de artes escénicas.

—Oh— dijo Theo asombrado, ¿un amigo de la maestra de arte? Era increíble, ¿pero era de verdad eso?

Theo estaba un poco desconcertado, pero no daba crédito a lo que él escuchaba.

Gabmiel por su parte, se ponía a mirar asombrada por el lujo del auto.

—Ella, Beatrix Laycast era la mejor estudiante de la universidad que he conocido. Incluso podría decir, que fue la mejor que ha tenido este país.

El hombre con suave y refinada voz, cerró los ojos y luego miró a la izquierda.

Yria se quedó impresionada de lo que dijo e igual Theo, el hombre continuó.

—Ella y yo nos llevábamos muy bien, era mi mejor amiga, pero... Ella tenía principios diferentes.

Ella... tenía carisma, don y virtud en lo que hacía, pues era su gran motivación su actuación, Pero ellla era diferente.

El señor de terno oliva, de repente sacó de su bolsillo de su casaca, una foto.

—Ella es, y nuestro grupo también.

Y él le mostró a Yria y los demás jóvenes a un grupo de cinco jóvenes Tres varones y dos mujeres, eran como la edad de ellos, entre diecisiete años y veinte años.

Estaban en la puerta de una iglesia, y al parecer era la iglesia que días atrás Theo había visitado, donde había conocido al padre Oliveira.

Yria se quedó asombrada y no había nada que saliera de su asombro, Theo igual quedó atónito, viendo a al grupo de jovenes, contentos y abrazandose juntos, y junto de ellos estaba el mismo padre Oliveira, pero rejuvenecido, sin barba.

En aquella foto, la joven y alegre, maestra de arte, llamada Beatrix, estaba vestida, con un carpintero y su ropa pintada de manchas de pintura, su pelo estaba pintado de lila. Tenía una expresión feliz, con un ojo abierto y el otro cerrado y la boca abierta, abrazando sin más poder a un joven, que hacía un gesto con el dedo en la boca, como si estuviera silenciando.

A su otro costado a una joven, que tenía un vestido antiguo y lo levantaba mostrando lo colorido que era.

Y al costado de ella a un joven flaco y con el pelo largo, y con la mano en puño en la boca, con gesto de aprobación, haciendo un guiño. Se supone que era el hombre de terno Oliva.

Y el último de ellos, su imagen estaba borrosa.

—¡Oh! Increíble. —dijo Yria y Theo a la misma voz.

—Por eso, cuando te vi jovencita. Me hizo recordarla, eres su alumna, y la verdad la admiro y te admiro. Pues tienes una hermosa voz.

—¡Ay!, ¡Cielos!, yo bueno..., no sé qué decir.

El hombre de terno oliva se rio suavemente, cogió su copa de vino y se lo bebió.

—Señor Salvatolle, hemos llegado a la plaza central de Ilesota.

Theo se quedó absorto, por la rapidez del viaje. Gabmiel también se quedó impresionada.

—Bueno, detente en una esquina y dejemos a estos jóvenes.

Pero antes.

El hombre sacó de su saco, una hoja, que parecía más un boleto y se lo mostró a Yria.

—Toma esto, es una entrada gratuita para el examen de admisión de la escuela de arte, para canto.

—¿¡Eh!? ¡Pero yo!, no canto tan...

—Shhh, solo recíbelo. Cuando te escuche cantar, en el teatro municipal. Me urgio conocerte como repito, hace tiempo que alguien no vibraba mi corazón de esa manera.. Y no puedo dejarlo así, es mi generosidad profesional, para tu vocación.

Yria estaba atontadisima, y algo perdida, estaba sonrojada por la presión, y su amabilidad.

Y ella quedó congelada en el espacio y tiempo por un momento.

—¡Eh! Yria, que esperas, cogelo... ¡A ti te gusta cantar!, ¿no es tu sueño?. —dijo Theo asombrado de tal gesto.

—Ehm, bueno...Gracias... —dijo ella tímidamente, mientras el caballero del pelo largo tomaba su vino, con los ojos cerrados.

—Ya pueden salir —dijo la voz de un guardaespaldas abriendo la puerta.

—Está bien ya era hora, ¡hasta luego señor! —dijo Theo saliendo del auto. Gabmiel salió junto con él. Yria se quedó mirando perdida, si lo que estaba pasando era real o falso.

—Señorita, ya puede bajar. —dijo el guardaespaldas.

—¡Ah!, si si , gracias... ¡Que Dios lo bendiga por este gesto! ¡Gracias!

Pero el hombre no dijo nada, se mantuvo callado en la misma posición.

Yria salió rápidamente, y los tres se quedaron parados, mientras ellos veían, como el auto perlado, se retiraba, poco a poco.

En el auto perlado y lujoso, unos de sus guardaespaldas le preguntó al hombre de terno.

—Señor..., ¿es correcto lo que usted ha hecho?

Pero el hombre de pelo muy largo y lacio, simplemente cerró los ojos.

"Beatrix Laycast..., es ahora que pago mi deuda contigo." Pensó el hombre de terno Oliva.

El auto perlado cada vez se retiraba del punto de ellos.

Los tres se quedaron atónitos, ante todo lo que había ocurrido.

Gabmiel, miró a Theo y a Yria.

Theo miró a Yria y el con la mano, pasaba por sus ojos. Tratando de regresarla en si, pues miraba profundamente, en el auto.

—Diganme, que fue un sueño. —dijo ella estupefacta.

—Pues no, no lo fue, nos trajo ese desconocido y ya estamos en la plaza de Ilesota. —dijo Theo viendo el lugar.

En aquel sitio donde se habían quedado los tres, habían muchas palmeras, y casas de estilo republicano antiguo. Allí en aquella plaza estaba la Municipalidad de Miaven, forjada en una antigua casona de la época.

A su alrededor, museos y tiendas comerciales como era de costumbre en aquel lugar.

Había gente que caminaba y paseaba en aquella plaza, gente playera y bañista también, pues cerca de allí, a unas cuantas cuadras hacia abajo el circuito de playas de Miaven se presentaban.

Un lugar perfecto para un día de playa de arena blanca y aguas cristalinas.

Si, desde aquel punto, la brisa marina avanzaba rugiente, y muchas gaviotas sobrevolaban alrededor de la plaza de Miaven.

Era también un lugar bohemio por excelencia.

Y entre todo estas cosas, una iglesia se erigía en una de las esquinas de la plaza, abierta para todos los transeúntes.

—Ehm, y ahora... ¿que se supone que tenemos que hacer? —dijo Yria guardando, el boleto que le había dado el hombre de terno.

—Seguro..., que tenemos que esperar a Yaho, él ya vendrá.

Yria, miró a Theo atontada y serena, al verlo tan despreocupado y atemorizado se le escapó una tremenda risa, y fue tan grande que ella trataba de mantenerse de pie cogiéndose del hombro de Theo.

Gabmiel sonrió al verla así, tan despabilada por la risa.

—Bueno...¡por lo menos ya sonreistes! ¡Eso es lo más importante! —dijo Theo viendo a Gabmiel también riéndose.

—¡Ay Theo!, contigo no puedo estar seria. Es una pérdida de tiempo. Ven acompáñame.

—¿A dónde vas? —dijo Theo preocupado

—Ven solamente. —dijo Yria haciendo con un gesto para venir.

—¡Oh vaya!. —dijo Theo mirando a Gabmiel, ella solo sonrió amablemente.

Yria, Theo y Gabmiel, avanzaron, por la acera de la plaza, y cruzaron una pista, hasta llegar a la iglesia que estaba en la esquina.

Yria solo se mantuvo en la puerta de entrada, dentro del lugar se estaba celebrando una misa. Yria hizo una señal en su cuerpo, se santiguó.

Ella se mantuvo así mirando hacia adentro, pero no entraba. Tenían las manos cogiendose juntas.

Gabmiel, también la miraba, y miró a Theo muy curiosa.

Theo se dio cuenta, de que ella estaba rezando, pues esa señal en el cuerpo, de santiguarse, ella le había enseñado.

Él la miró, y él con una cara graciosa, hizo lo mismo. Gabmiel, al verlo le siguió, pero se santiguó sin saber cómo era.

Y allí los tres en silencio se quedaron, viendo dentro de la puerta. Las personas salían e ingresaban, como también los transeúntes de la calle.

Theo suspiró, y resopló.

Yria, volvió a santiguarse de nuevo. Y Theo al verla la siguió, y Gabmiel se quedó consternada y de forma apresurada lo hizo mal de nuevo.

De repente, alguien detrás de Theo le dio un lapo en el cuello.

Theo rápidamente se volvió.

Y tras su sorpresa, era Yahora, que alegremente se reía de sus juegos.

—¡Ah! ¡Yahora! ¡eras tú! —dijo Theo alegremente.

—¡Hola tio, que tal!, ¡Hola Yria, mucho gusto! —dijo Yahora, saludando dando la mano.

—¡Hola Yahora, qué cosa más curiosa es todo esto! —dijo Yria atontada.

—¿Qué pasó? ¿Qué andan viendo en la iglesia?.

—¡Si!, Yria estaba rezando para que tu vinieras! ¡¡Y aparecistes, es un milagro!!

Theo y Yahora se prendieron en risas.

Yria puso cara seria y algo enojada, al escuchar esto, Gabmiel, se tapó la boca con la mano y se contuvo la risa.

Yahora se volvió a Gabmiel, y la miró de pies a cabeza.

—¡Ah!, disculpa, se me olvidaba ella es Gabmiel —dijo Theo— Es una persona que conocí ayer, ella necesitaba ayuda, entonces le di una mano. Y como también se quedó en mi casa, la invité aquí también.

—¡Oh vaya, que genial! ¡Soy Yahora!, ¡mucho gusto en conocerte!

Gabmiel le sonrió y le saludó levantando la mano.

—¿Qué dijistes?, ¿Se quedó en tu casa? —dijo Yria sorprendida.

—¡Cómo lo oyes Yria!— dijo Theo contento, viéndola extrañada.

—¡Qué suerte haberlos encontrado!. Iba por arroz, y los halló —dijo Yahora— ¡En serio!, bueno siganme, mi hogar está a varias cuadras, hacia arriba ¿Tienen paciencia para andar?

—Pues si, estamos de buenas Yahora. —dijo Theo— ¿No es cierto chicas?

—Bueno... algo —dijo Yria pensando en cuantas cuadras serían, Gabmiel movió la cabeza asintiendo.

—¡Entonces vengan! —dijo el joven de cabellos albos, muy contento.

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